El Kicharo, afros en el Carare colombiano. Un Análisis sobre políticas públicas locales en territorios afro

The Kicharo, Afros in the Colombian Carare. An Analysis of local public policies in Afro territories

O Kicharo, Afros no Carare colombiano. Uma análise das políticas públicas locais em territórios afro

Malva Sofía González Esguerra

Escuela Nacional de Antropologías e Historia, México

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Recibido: 15-01-2020
Aceptado: 30-03-2020

 

 

Introducción

El interés principal de este trabajo fue identificar las posibilidades de transformación de las políticas públicas locales a través del análisis de los discursos oficiales y no oficiales que giran en torno a la construcción de políticas públicas dirigidas a la población afro.[1] En este caso es el estudio a la implementación de una reciente política pública en el departamento de Santander y la conformación de un Consejo Comunitario Afro. Los Consejos Comunitarios son la forma jurídica a través de la cual Estado colombiano reconoce autonomía a una comunidad étnica afro, negra, palenquera o raizal. Este interés se incrementa por el hecho de que la población que conforma el corregimiento no cumplía con las exigencias que demanda la Ley pero aun así, lograron ser reconocidos por el Ministerio del Interior[2] como comunidad afro y actualmente se encuentran organizados bajo forma jurídica con el nombre de Consejo Comunitario El Kicharo.[3]

Planteo un análisis de estos discursos en el corregimiento de La India por varias razones: primero, porque el departamento de Santander no aparece en los imaginarios de la sociedad colombiana como una región de población negra, a diferencia de las regiones del litoral Pacífico y la Costa Caribe, la realidad indica que sí existen poblaciones negras en Santander, las cuales han construido un proceso de arraigo histórico dentro de este territorio; segundo, porque en la gobernación de Horacio Serpa en el departamento de Santander, durante el período 2008-2011, se instauraron, por primera vez, políticas públicas locales[4] dirigidas a comunidades afro, hecho que ha visibilizado la existencia de población afro fuera de los territorios históricamente identificados como regiones habitadas por población negra; y tercero, porque aunque en La India existe un Consejo Comunitario Afro, es una comunidad que no corresponde a los esencialismos de negritud o de afrocolombianidad. La posición identitaria de esta comunidad representa una posibilidad para hablar de la diversidad dentro de las mismas poblaciones afro y las diferentes necesidades, derechos y garantías que se deben exigir ante el Estado.

Mi interés gira alrededor de la negación histórica del papel protagónico de la población afro como constructora de la nación, negación de reconocimiento, pero sobre todo imposición de condiciones por parte del Estado, bajo un pretexto de multiculturalidad e igualdad, para adquirir las garantías que deberían tener por derecho histórico.

El trabajo de campo para esta investigación lo realicé durante 9 meses intercalados entre octubre de 2013 y marzo de 2016 en la comunidad de La Reubicación del corregimiento de La india ubicado en la región Carare Opón y a orillas del río Carare en Colombia.

Mercado en el puerto. La India, Santander. Colombia
Imagen 1. Mercado en el puerto. La India, Santander. Colombia. Foto de Malva González (2014).

 

Un encuadre: el concepto de raza en Colombia

La raza es, hoy en día, una categoría utilizada para el análisis de las relaciones de poder generadas por una jerarquización de grupos clasificados como diferentes de acuerdo a criterios que se han marcado según su legado de sangre, su color de piel, o sus tradiciones y costumbres y que siempre han estado cruzadas por criterios de clase social. Sin embargo, estas clasificaciones se derivan de un contexto histórico y por esto mismo sus definiciones y usos han cambiado (Hering, 2010).

A comienzos del siglo xx, más precisamente en el año 1920, se produjo en Colombia un debate público con la publicación de un texto titulado “Los problemas de la raza en Colombia” recopilado por Luis López de Mesa. Eduardo Restrepo, recolectó los usos que se hacían de la raza en este texto y concluyó que el concepto se seguía utilizando a principios del siglo XX para referirse a los grupos humanos en diferentes niveles (la raza amarilla, blanca y negra, aludiendo básicamente al color de la piel). Raza también podía usarse para denominar pueblo, pero al mismo tiempo para marcar diferencias dentro del mismo grupo al referirse a nuestra raza. Influidos por los paradigmas que regían a las ciencias sociales a principios del siglo XX, las categorías raciales se construían a partir de determinismos ambientales, como de elementos físicos de carácter y de personalidad.

Los elementos que construían la imagen del negro eran fortaleza, poca inteligencia y carácter infantil, además de relacionarla con las costumbres de “salvajes” que se refuerza con asociar la geografía y los “climas bajos” con el grado de desarrollo de los negros (Restrepo en León Leal, 2010). Este tipo de análisis para la comprensión de lo que eran las poblaciones negras, atribuía a la distribución geográfica, la posición social y económica de los núcleos de población afro en Colombia, las características provenientes de la naturaleza de esta población, ignorando su relación con la jerarquización social y económica del sistema colonial.

Esta comprensión se hace evidente en la forma como la población afro, de diferentes regiones de Colombia, llegó a la región del Carare y se fue asentando allí. Huyendo de las malas condiciones en sus regiones de origen, fueron acogidos como trabajadores porque eran considerados resistentes al clima y con dominio, o “diestros” para la navegación fluvial, como los miembros de esta comunidad lo comentan en sus relatos:

Desde Santa Rosa pa’ arriba era selva, y de ahí para acá también. Todos entramos desde el municipio de Landázuri porque los linderos de los municipios no se conocían, no existía ningún tipo de organización social. Lo más cercano era Santa Rosa, a 40 minutos en canoa. Cuando la gente entró a tomar tierra los que más ayudaron fueron los negros y los costeños. Los santandereanos no sabían de agua y no sabían cómo abrir el terreno. Los negros eran los que mandaban la parada (…). La negritud fue la mano derecha para la exploración de la región.[5]

Archivo de la ATCC. La India, Santander. Colombia
Imagen 2. Archivo de la ATCC. La India, Santander. Colombia. Foto de Malva González (2014).

A mediados del siglo XX y con el surgimiento de estudios de antropología física y cultural, la raza se definió principalmente por el color de la piel, los rasgos de la cara, las características del pelo y la forma del cuerpo (León Leal, 2010). Los rasgos físicos que continúan siendo empleados para clasificar a las personas como pertenecientes a grupos negros son el pelo rizado o la piel negra, pero en general se caracteriza a una persona de raza negra cuando se conoce su historia familiar y se sabe que proviene de ancestros negro.

La constitución de 1991, resultado de la lucha de los pueblos por el reconocimiento de los derechos colectivos, adoptó el término de grupos étnicos para describir las “minorías culturales” a partir de rasgos como la religión, el idioma y las costumbres. A partir de entonces se desencadenó un proceso mediante el cual muchos grupos empezaron a autoreconocerse y autodefinirse como grupos étnicos mediante procesos de etnización.

En Colombia, la nación que se había declarado mestiza desde la independencia, negando así la existencia de negros e indígenas, adoptó a finales del siglo XX el término de etnia para los grupos indígenas,[6] poseedores de culturas diferentes y raza pasó a ser un término polisémico, que entre otros significados se refería a la apariencia diferente. Se afianza así la percepción de la apariencia física o rasgos fenotípicos, como definitoria de ciertas poblaciones y se invisibiliza su posición social subordinada.

 

Una Historia. La región del Carare Opón

La historia de este corregimiento se relaciona con el poblamiento de la región del Carare-Opón, la cual ha vivido diferentes tipos de violencia estructural y política: en principio por la llegada de los españoles y el aniquilamiento de los pobladores indígenas de esta región[7]; luego, a lo largo del siglo XX, entre los colonos que fueron llegando desplazados de otras regiones, se encontró un alto volumen de población negra.

En el marco del conflicto armado en la zona, con la presencia de diversos actores armados, los habitantes sufrieron múltiples violaciones a los derechos humanos, se profundizó el abandono por parte del Estado y de los gobiernos locales respecto al incumplimiento de los servicios básicos para garantizar una calidad de vida digna.

En este contexto en 1987, surge como mecanismo de resistencia, de cuidado y de sostenimiento de economía local, la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare –en adelante ATCC–. La ATCC[8] es el actor social y eje de la comunidad de La India aún hoy, cuyo estudio es obligatorio para entender las dinámicas que se desarrollan en el territorio del Carare.

Actualmente la ATCC funciona como dirigente de la región, no solo en la organización social, sino como regulador de actividades económicas y del territorio. La asociación genera movilización y participación de todos sus integrantes, sin importar la distancia en la que se encuentren. Sin embargo, es innegable que, debido a la escasa presencia del Estado en la región, florecen las economías ilegales extractivas de la madera, la minería y los cultivos ilícitos. Esto constituye un riesgo permanente para la población pues se mantiene el imaginario de la zona como “de riesgo de orden público”, o “zona roja” y no se interviene con programas de impacto que impulsen el desarrollo, lo cual constituye también un conflicto para la organización que históricamente ha sufrido la estigmatización como auxiliadores de los actores armados ilegales y ahora responsables de la presencia de las economías ilegales.

En el marco de la ATCC como organización comunitaria y ante las dificultades de hacer realidad sus proyectos organizativos de garantizar el derecho a la vida, al trabajo y a la paz de las y los asociados, surge la iniciativa de conformar un Consejo Comunitario Afro en el año 2000. Los integrantes del consejo afro de La India también son integrantes de la ATCC, como socios y algunos de ellos como dirigentes. Para ellos el ser negro o el ser afrocolombiano no se puede desligar de su identidad campesina.

La ausencia e inoperancia del Estado para garantizar el acceso a tierras, así como a los servicios básicos para mejorar la calidad de vida, fueron las principales razones que impulsaron esta decisión. La idea fue promovida por los representantes de la ATCC, cuya sede se encuentra en el puerto maderero de La India, y luego se extendió a las demás veredas de la región.

Para el 2004 el consejo ya tenía participación en los 6 municipios del departamento del Santander en donde la ATCC tiene incidencia: De 178 familias en un inicio, el Consejo llegó a albergar 520 que se reconocían como comunidad afro. Para algunos representantes del Consejo dentro de este conteo faltan las familias que ellos llaman “mezcla de raza”, es decir, las familias en donde hay personas que se consideran afro, al tiempo que mestizas y blancas y que no identifican su color de piel como negro.

La principal exigencia de esta comunidad afro, a través de los Consejos Comunitarios, es la reivindicación de un territorio propio en medio de un proceso de postconflicto. Así mismo, el Consejo pretende convertirse en la autoridad ambiental del municipio para evitar la consolidación de una economía basada en la minería –de oro y esmeraldas– y la extracción maderera, que ya están arriesgando la existencia y sostenibilidad de la comunidad.

Llegada al puerto de La India. La India, Santander. Colombia
Imagen 3. Llegada al puerto de La India. La India, Santander. Colombia. Foto de Malva González (2014).

 

Una ventana de oportunidad: la política pública local

La gobernación de Serpa estaba dirigida por el Plan de Desarrollo Departamental 2008-2011 de la ordenanza Nº 8 de mayo del 2008. El discurso general de este plan se enfocaba en el desarrollo y modernización del Departamento. Según este programa no existen antecedentes en antiguos Planes de Desarrollo donde se generen políticas públicas dirigidas a comunidades afro, lo cual los ha excluido de los programas de desarrollo económico, político y social y ha generado altos indicadores de necesidades básicas insatisfechas.

La tardía promoción de esta política se entiende tal vez por la distribución de la población afro en el territorio colombiano. Según el Departamento Nacional de Estadísticas-DANE (2007) la población afrocolombiana corresponde al 10.62% de la población total del país y los departamentos con mayor porcentaje son Chocó, el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, Valle, Bolívar y Cauca con aproximadamente el 50% de afrocolombianos, y el 29% de ellos vive en ciudades como Bogotá, Cartagena, Cali, Barranquilla y Medellín. Cabe resaltar que, aunque en Santander, El Consejo El Kicharo no es el primero, para el DANE solo existen Territorios Colectivos de Comunidades Negras titulados en el corredor del pacífico colombiano con 4.717.269 hectáreas, es decir el 4% del territorio nacional.

Para el caso de Santander las comunidades afrocolombianas representan el 5% de la población. En el municipio de Landázuri están registrados 567 personas, el 1% y en Cimitarra hay 3,005 personas, el 5,3 siendo el tercer municipio que más registra población negra en el departamento. Sólo el 10% de la población de este municipio se reconoce como tal. Esta situación presenta el reto para la población negra de ser reconocida como Consejo Afro, organización territorial que reconoce autonomía de gobierno propio y cuyos intereses prevalecen sobre los intereses de la nación.

El objetivo principal de la política pública departamental para el cumplimiento de la Ordenanza 065 de diciembre 28 de 2009 es:

Fortalecer la identidad, la unidad y la estructura organizativa de estas comunidades a nivel local y departamental, dentro del principio constitucional de reconocimiento, protección y preservación de la diversidad étnica y cultural, el etno desarrollo, la territorialidad y medio ambiente, la participación activa y democrática en las decisiones que les afectan dentro del marco del respeto a la diferencia individual y colectiva como sujetos de derechos y deberes, que son para lograr el mejoramiento de las condiciones de vida de toda la comunidad Afrodescendiente del territorio santandereano (Gobernación de Santander, 2009).

 

Dentro de esta política hay dos consideraciones principales para esta investigación, la primera donde se aclara el término afro:

-Que el término Afro es el resultado de los niveles de mestizaje que se han producido en nuestro país; se remonta al origen y no al color de la piel y viene siendo reconocido a nivel mundial como un concepto más comprensivo y menos de origen de raza. En Colombia este término es utilizado en diversas denominaciones como forma de auto identificación.

 

Y la segunda donde se define lo que debería ser una comunidad negra:

-Que la Ley 70 de 1993 en su artículo 2 numeral 5 establece, que la comunidad negra es: Es el conjunto de familias de ascendencia afrocolombiana que poseen una cultura propia, comparten una historia y tienen sus propias tradiciones y costumbres dentro de la relación campo-poblado, que revelan y conservan conciencia de identidad que las distinguen de otros grupos étnicos.” (idem)

Preparación para el Festival del Río. La India, Santander. Colombia
Imagen 4. Preparación para el Festival del Río. La India, Santander. Colombia. Malva González (2014).

Como he referido antes, la constitución de 1991 de Colombia acuñó el término de grupos étnicos para describir las “minorías culturales” a partir de rasgos como la religión, el idioma y las costumbres y raza quedó de lado para referirse a la apariencia diferente de una manera no oficial.

Estas comprensiones de la diferencia en términos racializados se han incorporado en las políticas públicas que mantienen la subordinación y condenan a ciertas regiones donde se asientan las poblaciones indígenas y negras, a desventajas para acceder a bienes y servicios. Del mismo modo, los procesos históricos en Colombia han creado una espacialización de la diferencia mediante la cual grupos indígenas y negros se han visto obligados a habitar los “territorios olvidados” sistemáticamente por el Estado, aunque este olvido sea relativo, ya que las mismas regiones están presentes en los planes de desarrollo cuando se trata de la extracción de recursos naturales o de utilización de mano de obra barata. Podría decirse que esta situación caracteriza tanto a los departamentos de la región del Pacífico colombiano, como al departamento de Santander, específicamente corregimiento de La India.

Como la categoría está ligada al lugar de origen, varios de los entrevistados mencionaban que eran chocoanos de nacimiento al preguntarles sobre su identificación. La respuesta va acompañada de una explicación acerca de cómo se pierden los rasgos esenciales de la raza negra a medida que se generan “las mezclas de raza” con las personas de otra región.

Lo anterior indica que la pertenencia a la raza no solo está dada por la identificación y por herencia de sangre sino también si el lugar de origen de una persona está asociado a los imaginarios de los orígenes de la supuesta raza negra en Colombia.

Se asiste entonces a un cambio en la narrativa de lo negro en Colombia que transforma la auto-identificación y el reconocimiento del Estado -en la norma- sobre lo que es afro, al darle un significado más complejo que el del color de la piel y de lo que es ser negro en Colombia. Sin embargo, no trasforma los imaginarios de lo negro en la sociedad.

Por un lado, el discurso emitido desde la norma mantiene la discriminación pues las categorías que se incluyen son categorías asociadas a la subordinación en las representaciones culturales.

Así, la descripción de lo que es afro está asociada a categorías que son sinónimo de inferioridad en nuestra concepción del mundo: lo rural, las tradiciones ancestrales, además de una ley que enmarca lo afro en el litoral pacífico, manteniendo un imaginario geopolítico de inferioridad sobre los territorios ocupados por la población afro, invisibilizando la riqueza económica de los territorios que son descritos sistemáticamente por los medios de comunicación y el discurso público como territorios olvidados, subdesarrollados y pobres.

Esta misma ideología se repite en la región del Carare como territorio olvidado para la implementación de políticas de desarrollo por parte del Estado, pero recordado para la extracción de sus recursos naturales, favoreciendo con esta el surgimiento de economías extractivas reguladas por actores armados ilegales.

Ahora bien, el argumento de falta de presencia del Estado parece no estar relacionado solamente con el difícil acceso a la región, o con la presencia de actores armados ilegales, sino que lo que se mantiene a lo largo de la historia es el interés en los recursos naturales, la caracterización de la región como “de negros” y por tanto condenada a la pobreza.

Pareciera que la racialización que naturaliza la desigualdad de las poblaciones negras, se mantiene promoviendo una identidad afro enmarcada en manifestaciones culturales asociadas a lo exótico: la música de tambores y la danza, los vestidos coloridos, la culinaria centrada en el pescado, el atleta que realiza proezas extraordinarias, como espectáculo que debe ser aplaudido y sin compromiso con cambios estructurales que garanticen la igualdad de acceso de las poblaciones afro al bienestar y al reconocimiento pleno de su ciudadanía.

Lo anterior se puede ver también sí se examina esta política de Santander para poblaciones afro, desde su articulación con las necesidades locales. Las políticas públicas como soluciones pluralistas a problemas derivados de las diversidades, generalizan las problemáticas locales. Este error es común ya que los análisis y los promotores de políticas públicas se inscriben en el marco de los Derechos Humanos y por lo tanto recurren a los principios universales de justicia social, igualdad y equidad, con el riesgo de generalizar las comunidades (Noël Roth, 2009).

Aunque la política pública de la gobernación de Serpa estuvo enfocada en la población de Santander, las medidas propuestas están bajo una mirada nacional que generaliza las prioridades de las comunidades. Por ejemplo, las condiciones frente a las necesidades de acueducto y alcantarillado en La India no son las mismas que las de los centros poblados más cercanos de Landázuri o de Cimitarra, pues La India es una zona rural de difícil acceso. La generalización desdibuja la conformación particular que puede confluir en una comunidad afro, sobretodo en un corregimiento como La India donde los pobladores provienen de distintas regiones incluyendo el Chocó.

Hasta ahora, la política para poblaciones afro de Santander no ha logrado ninguno de los objetivos de lógicas distributivas, redistributivas autoreguladoras y de regulación porque las medidas que contiene no están orientadas a proveer beneficios ni a redistribuir bienes, y no se han traducido en alguna decisión concreta que mejore las condiciones de vida de la población afro.

En la otra orilla del Carare. La India, Santander. Colombia
Imagen 5. En la otra orilla del Carare. La India, Santander. Colombia. Malva González (2015).

Bajo una mirada etnográfica, hay que resaltar que el discurso de la comunidad proclama una identidad afrocolombiana que responde a las representaciones esencialistas dictadas por la Ley 70 del 93. Pero, al mismo tiempo, su discurso plantea un debate frente a la identidad negra.

Los líderes manejan un discurso de tradición afrocolombiana, herencia de los esclavos africanos, donde el baile y la comida son su principal fuente de tradición, al igual que los saberes ancestrales y medicinales. En las entrevistas y conversaciones sobre el proceso de la conformación del Consejo y de la organización de la comunidad, los entrevistados respondían y se autoidentificaban como afrocolombianos, aseguraban que, aunque en La India no todos fueran de piel negra, el racismo no existe y cualquiera se puede reconocer como afro.

Sin embargo, el discurso manejado por la comunidad durante la estadía en campo, las conversaciones informales y la vida cotidiana, evidencian diferenciaciones e incluso discriminaciones que surgen en situaciones de la vida diaria. Para ellos y ellas es importante reconocerse como negros, no como alusión al color de la piel pero sí como pertenencia de un grupo diferente al llamado afro.

Aunque en La India las personas negras y no negras se traten con este calificativo lo consideran también una ofensa cuando el que lo dice no pertenece a un grupo de confianza y demuestra su desprecio. Ante la pregunta entre ser negro y ser afro la identidad se movía entre ese esencialismo y folclor del afro pero al mismo tiempo a lo subalterno, una comunidad negra sometida a los trabajos que no entran en la categoría de asalariado. Sin embargo, su reclamo de identidad se dirige más hacia esa identificación de lo negro como lo dominado, discriminado, racializado.

Si yo fuera negra en el Chocó me reconocerían tal como soy, habría divisiones de estrato, por supuesto, así como acá hay blancos pobres o blancos ricos. Lo mismo pasa en el Chocó que hay negros ricos o pobres o con educación y la gente lo sabe. Pero fuera del Chocó nos miran solo como el negro que va a tirar la rula o los que trabajamos en lo más ordinario o a la mujer como la mujer de la cocina, somos los del trabajo menos digno. Aquí por muy afro que sea este territorio siempre nos miran diferente, al hablarle a uno es “mire la negra, mire el negro ese”, nunca por el nombre, hay gente que negrea feamente.” [9]

 

Las comunidades tienen este doble discurso porque las relaciones sociales se expresan en dos niveles diferentes: un primer nivel que hace referencia a las interacciones personales, y un segundo hace referencia a los procesos políticos locales, regionales y nacionales en un período de tiempo. Siguiendo a Marisol de la Cadena (1991), la interacción entre estos dos niveles da como resultado una identidad variable que está en permanente negociación. Los discursos de cada nivel pueden contradecirse por lo que es posible pasarse de un lado a otro en estas esferas según el contexto.

Ante la pregunta entre ser negro y ser afro la identidad se mueve entre ese esencialismo y folclor del afro impuesto desde afuera como el negro que baila, canta, cocina pescado y es buen deportista y que se asocia a lo exótico, pero al mismo tiempo a lo subalterno, una comunidad negra sometida a los trabajos que no entran en la categoría de asalariado. Su reclamo de identidad se dirige más hacia esa identificación de lo negro como lo dominado, discriminado, racializado.

Es por esta reivindicación de lo negro y este dualismo entre afro/negro que considero necesario analizar y construir una crítica al uso del concepto de raza y sobre todo a los términos de afrocolombiano y negro en las leyes y normativas colombianas.

Jinete del Carare. La India, Santander. Colombia
Imagen 6. Jinete del Carare. La India, Santander. Colombia. Malva González (2014).

 

Consideraciones finales

Desde la Constitución Política de 1991, pasando por la Ley 70 hasta el desarrollo de la política pública departamental en Santander, existe una comunidad afro imaginada desde la nación con criterios que van más allá del color de la piel. Así, la definición de comunidad negra, por ejemplo, aunque menciona lo negro, no lo restringe, sino que reconoce, desde la normatividad, ese mestizaje.

El impulso de la categoría de mestizo como eje de identidad nacional ha mantenido las identidades indígenas y negras invisibilizadas o asociadas a categorías social y geográficamente subordinadas. Se habla indistintamente de territorios nacionales, territorios olvidados, territorios marginales para nombrar las regiones habitadas por estas poblaciones. Lo negro en particular se ubica en las costas colombianas y en la isla de San Andrés y se mantiene asociado a la economía esclavista de la conquista y la colonia.

La idea de que las poblaciones negras habitan las márgenes olvidadas del territorio nacional hace inimaginable la presencia de poblaciones negras en el centro del país, concebido como el territorio de la nación asociado al desarrollo, industrializado, urbanizado y lugar de residencia de los sectores sociales y económicos dominantes y de la población mestiza. Esta percepción se mantiene en la norma que pretende reconocer la multiculturalidad de la nación, al definir las comunidades negras como habitantes de las riveras de los ríos.

Desde la política nacional se asocia lo negro con el río, que hace impensable la identidad negra en el escenario urbano, así río y urbe se convierten en ejes de oposición binaria de significados asociados como subdesarrollo-desarrollo, pobreza–riqueza, ignorancia-educación, etcétera, lo cual se traduce en políticas locales para la población afro, como las que se formularon en Santander, que no se dirigen a transformar estas condiciones estructurales hacia la igualdad, sino que pretende lograr la igualdad solamente desde el reconocimiento de particularidades culturales que pueden ser admiradas y aplaudidas como un espectáculo de folclor, pero que no se constituyen en el modelo a seguir.

De modo general se puede afirmar que, si el multiculturalismo persiste enmarcado en políticas públicas que reproducen las desigualdades históricas, el racismo se mantendrá junto con la dependencia de las comunidades con el Estado y la figura de política pública de discriminación positiva, como norma temporal para superar desigualdades, va a ser necesitada permanentemente convirtiéndose en nueva discriminación.

Pescador tejiendo la red. La India, Santander. Colombia
Imagen 7. Pescador tejiendo la red. La India, Santander. Colombia. Malva González (2014).

 

Notas:

[1] Este trabajo surge del proyecto que se realizó como trabajo de grado para optar el título de grado de antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia dirigido por el Dr. Andrés Salcedo Fidalgo.

[2] El Ministerio del Interior es la institución responsable en Colombia de reconocer como personas jurídicas a las comunidades y pueblos étnicos.

[3] Aunque el consejo está reconocido como El Kicharo, en la Resolución No. 11 de marzo de 2016 del Ministerio del Interior se presentan algunas modificaciones del nombre. En algunos párrafos el nombre aparece como Chikaro y en otros como Kicharo, y aunque la misma comunidad intentó cambiar el nombre de Kicharo a Consejo Kicharo Orbcoaki esto no explica la aparición de la palabra Chikaro.

[4] Para este momento histórico, las políticas públicas dirigidas a comunidades afro tenían un marco de desarrollo limitado a normas constitucionales y políticas de desarrollo de orden nacional, sin embargo, no existían desarrollos de política local como planes de desarrollo a nivel de gobernación y alcaldía en Santander.

[5] Entrevista de trabajo de campo con Simón Palacios, líder comunitario. Abril 2016.

[6] Sólo dos años después, en 1993 con la Ley 70 se reconocería la diferencia de las comunidades afro.

[7] Para el año 1860 la población de indígenas Carare y Opones era de 15.000 en el municipio de Landázuri, en el año 1944 la población se redujo a 5 (Hernández, 2004).

[8] Debido a la presencia de grupos guerrilleros desde los 60s y luego de los paramilitares en los 80, la región se vio envuelta en varios ataques y represalias tanto de los grupos ilegales como del Estado. La ATCC funcionó como órgano negociador entre las partes para que no fueran señalados como colaboradores de ningún grupo. Esta negociación de paz le ameritó el Premio Nobel de Paz Alternativo en 1992 (CNMH, 2011).

[9] Entrevista de trabajo de campo con Juana Isaura Gamboa, lideresa comunitaria. Abril 2016.

 

Referencias bibliográficas:

  • CNMH. (2011). El orden desarmado. La resistencia de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC). Informe del Grupo de Memoria Histórica. Bogotá: Taurus/Centro Nacional de Memoria Histórica.
  • DANE. (mayo de 2007). Colombia una nación multicultural: su diversidad étnica. Obtenido de https://www.dane.gov.co/files/censo2005/etnia/sys/colombia_nacion.pdf
  • De la Cadena, M. (1991). Las mujeres son más Indias: Etnicidad y género en una comunidad del Cuzco: Etnicidad y género en una comunidad del Cusco. Estudios y Debates(1), 7-29. Obtenido de http://www.revistaandinacbc.com/wp-content/uploads/2016/ra17/ra-17-1991-01.pdf
  • Gobernación de Santander. (30 de mayo de 2008). Plan de Desarrollo Departamental 2008-2011. Obtenido de https://www.uis.edu.co/webUIS/es/investigacionExtension/documentos/docInteres/pddSantanderIncluyente.pdf
  • Gobernación de Santander. (28 de diciembre de 2009). Política Pública de Comunidades negras, afrocolombianas, raizales, palenqueras del Departamento de Santander. Obtenido de https://bit.ly/3cp9Yod
  • Hering, M. (2010). Colores de piel. Una revisión histórica de larga duración. En C. Mosquera, C. Rodríguez G., & A. Laó-Montes (Edits.), Debates sobre ciudadanía y políticas raciales en las Américas negras (págs. 113-160). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
  • Hernández, E. (2004). Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare, construyendo paz en medio del fuego cruzado mediante el diálogo, la organización y la resistencia civil. En Resistencia civil artesana de paz. Experiencias indígenas, afrodescendientes y campesinas. Bogotá: Universidad Javeriana.
  • León Leal, C. (2010). Usos del concepto de raza en Colombia. En C. Mosquera, C. Rodríguez G., & A. Laó-Montes (Edits.), Debates sobre ciudadanía y políticas raciales en las Américas Negras (págs. 393-445). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
  • Noël Roth, A. (2009). Las políticas públicas de las diversidades: identidades y emancipación. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

 

Cómo citar este artículo:

GONZÁLEZ ESGUERRA, Malva Sofía, (2020) “El Kicharo, afros en el Carare colombiano. Un Análisis sobre políticas públicas locales en territorios afro”, Pacarina del Sur [En línea], año 11, núm. 43, abril-junio, 2020. ISSN: 2007-2309. Dossier 23: Etnografías andinas.

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1870&catid=68