Entre la nostalgia y la utopía: en defensa de una Educación pública con prospectiva humanística

Between nostalgia and utopia: in defense of public education with prospective humanistic

Entre a nostalgia ea utopia: em defesa da educação pública com humanística prospectivo

Xicoténcatl Martínez Ruiz[1]

Recibido: 14-03-2014 Aprobado: 01-04-2014

 

Abordar el tema de la educación como un bien público conlleva entender –o al menos vislumbrar- que el tema puede analizarse desde diversos niveles relaciones complejas. Por ejemplo, la presencia de inversión privada en la educación (Ordorika, 2002), en los fondos de investigación, en las estrategias que desgastan la educación pública, o la privatización de la oferta educativa y por ende un giro especifico en los contenidos de los programas de estudio, por mencionar algunos. Para este breve ensayo me enfocaré en lo último.

Si nos atenemos a lo que ocurre en nuestras sociedades latinoamericanas, la oferta educativa que tendremos en las siguientes décadas (OIT, 2013), tendrá que incorporar formas para atender dos preocupaciones centrales: disminuir el desempleo y atender los riesgos de una crisis alimentaria. ¿Acaso los contenidos curriculares ya integraron el desarrollo de un pensamiento crítico para los jóvenes contemporáneos que enfrentarán ambas problemáticas agudizadas en la siguiente década? ¿Acaso lo que llamamos calidad educativa, o se vislumbra como tal, incluye tal desarrollo? Si bien la matrícula de las instituciones privadas ha crecido no sólo en México sino en América Latina (Rama, 2012); esto no implica necesariamente calidad. Pensemos en los datos de dos pruebas que en México se aplican y nos dan resultados para alumnos que cursan el bachillerato, ENLACE y PISA; la primera del gobierno federal y la segunda de la OCDE. Un resultado, entre otros, destaca de ambas. En relación a ENLACE de 2013 para el bachillerato, en 18 de 32 estados de la República Mexicana los puntajes de las escuelas privadas son menores a los de las escuelas públicas. Por otra parte la prueba PISA 2009, Grado 12, último año de bachillerato, evaluando a 6,724 jóvenes (INEE, 2011), reveló puntajes altos en educación pública. Con esto hay que considerar que ampliar la oferta de educación privada no es necesariamente sinónimo de calidad ni de un enfoque en el desarrollo humano, fomento del pensamiento crítico, construcción de la ciudadanía y fomento al desarrollo regional.


Imagen 1. www.huellas.mx

Quizás lo que nuestro tiempo nos exige es abordar desde otros parámetros el impulso a la educación pública y privada, hay un eje que puede coexistir con otros y guiar tal abordaje, a saber: una prospectiva humanística en la gestión y prácticas educativas. ¿Acaso la oferta educativa busca formar mejores seres humanos o mejores consumidores? Por ello, la educación superior pública tiene un gran reto en el diseño de su política educativa para esta y la siguiente década. Por ejemplo, en el caso de México con una amplia población joven en edad de cursar la educación media superior y la educación superior (INEE, 2012; OECD, 2012). En el crecimiento de ese sector de la población está una de las causas de expansión de la educación privada: la atención a una matricula creciente.

  Generalmente se espera que un sistema educativo público se enfoque en formar mejores seres humanos y por ende la aproximación al tema del desempleo y una crisis alimentaria tendrá que ser crítica. La gravedad del desempleo en esta constante queda potenciada por una crisis aún más profunda: el desempleo juvenil al final de esta década, como está expresado por diversos análisis (OIT, 2013 y 2014; CEPAL, 2002; McKinsey & Company, 2013 y 2014). Hay una preocupación  más que subyace al desempleo juvenil. Las generaciones de jóvenes en edad de cursar la educación media superior y superior, han sido expuestas a modelos y prácticas de consumo innecesario y tecnológicamente sofisticado, si a esto le agregamos una reducción de contenidos humanísticos o del fomento de habilidades criticas y de argumentación, el riesgo es una estructura que incita al consumo, pero que, en su propia construcción desigual, lo impedirá. El resultado no es tan inocente como el simple hecho de no comprar algo o no acceder a lo último en tecnología. Esto tiene un impacto social que, sin prefigurar milenarismos, condiciona el crecimiento de un comportamiento acrítico, es decir, nuestra manera de habitar el mundo (Martínez Ruiz, 2013a).

La amenaza de una crisis de la subsistencia alimentaria y la gran insatisfacción de no poder adquirir aquello que ha sido prefigurado como modelo, genera desaliento y frustración generacional. Estas son latentes y ahora son parte de los retos de las instituciones de educación superior en México que se reflejan en algunas encuestas. Por ejemplo (IIJ-IFE-UNAM, 2011) un sector de la población de jóvenes mexicanos tiene mayor confianza en las universidades públicas para aportar y evitar la descomposición del tejido social, pero al mismo tiempo opta por mecanismos más radicales de impartición de justicia.

La relación escuela-empleo es muy compleja pero urgente su atención con un enfoque de beneficio social. La educación superior pública en México, como es el caso de la universidad pública en México, por ejemplo el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Nacional Autónoma de México, entre otros ejemplos; ha sido y sigue siendo un factor de movilidad social y mejora de las expectativas de ingreso económico, pero esto no es la regla en cada país ni en cada una de sus entidades. Si bien una de las claves para que la educación sea significativa y funcione para la movilidad social y el empleo está en un sistema educativo, el esfuerzo necesario para lograrlo no sólo co  rresponde a las instituciones educativas, también depende de un aparato más complejo que involucra el compromiso de, al menos, tres grandes actores: 1) el Estado, en todos sus niveles; 2) una auténtica responsabilidad social de las empresas, no determinada por la intención desequilibrada de enriquecimiento; y 3) un ejercicio ciudadano.


Imagen 2. www.m-x.com.mx

Tenemos que pensar esos tres grandes actores en un escenario donde el aumento del número de egresados de las instituciones de educación superior y el aumento del desempleo profesional de esos egresados, indica una sencilla y preocupante premisa: el desfase entre educación y habilidades para el empleo. Mourshed, Farrell y Barton (2013 y 2014) sintetizan una reflexión común pertinente a varios sistemas educativos: los empleadores, las instituciones que proveen educación y los jóvenes son universos paralelos (p. 18); cada uno entiende, de manera distinta, una misma situación. He aquí un reto para la educación de nuestros días. A saber, los empleos que se están creando requieren mayor nivel de habilidades, sofisticación tecnológica y capacidades interculturales de relación. El reto que enfrenta la juventud, sobre todo la que recién egresa de las aulas, es la ausencia de una postura crítica que también sea considerada por un empleador. Esto último aunado a la no correspondencia entre las habilidades que proveen los modelos curriculares y las que se necesitan para integrarse de manera digna a un primer empleo. Dicho desencuentro de ninguna manera es algo nuevo, sino recurrente. Los diversos esfuerzos tendrán que considerar el empleo para jóvenes como una prioridad.

Como ha mencionado Noam Chomsky (2011) en Mayo de 2011 en el Syracuse Peace Councils 75th Anniversary, el caso mexicano tiene ejemplos de educación superior como un bien público, donde además de no pagar colegiatura, los estudiantes miran estas instituciones como la posibilidad de movilidad social, dos ejemplos son, la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional, entre otros que pueden citarse a lo largo del territorio mexicano.  Los desafíos de la heterogeneidad y la desigualdad social están en las fibras mismas de cualquier revisión crítica que se haga de un modelo educativo. Atender ambos desafíos requiere, a modo de sugerencia, tomar en cuenta principalmente dos aspectos: i) repensar el lugar de los sistemas de educación superior con una visión prospectiva en relación a una transformación social más equitativa, y ii) enfocar esa revisión en el marco de la desigualdad social y económica en el que hoy viven los jóvenes: la pobreza alimentaria (INEE, 2011, p. 60), la carencia de opciones de ingreso a la educación media superior, la falta de motivación para cursar y no abandonar este nivel educativo (SEP, 2012, p. 14), la ausencia de apoyos tecnológicos y económicos sostenidos y, sobre todo, la ausencia de expectativas reales por aprender las habilidades que correspondan a la inserción laboral, como lo reflejan estudios recientes en otras regiones (Mourshed, Patel, y Suder, 2014).

Esta visión a futuro tiene un enfoque en el camino que ahora construyen las instituciones de educación pública que México necesitará en las próximas décadas (véase el caso del Plan de Desarrollo Institucional del IPN, 2013, donde se fomenta una visión humanística y crítica con miras al 2036). En suma podemos enumerar algunas ideas en prospectiva en el contexto regional latinoamericano, en particular México que es diverso:

1. México no es Finlandia. Los cambios demográficos de cada país tendrán que mirarse de manera prospectiva e internacional para las próximas dos décadas, para entender cómo la educación pública puede responder a las necesidades sociales de la siguiente década, en vez de animar estrategias de crecimiento de educación privada de baja calidad. Es decir, no podemos imponer acríticamente los indicadores de países con una diferencia demográfica lejana la de México. También me refiero a que no es lo mismo dimensionar en prospectiva el caso de México respecto de países con serías contracciones de la matrícula en educación superior desde 1992 en Japón; y, desde 2005, en Corea del Sur (OCDE, 2008), esto es, aulas con pocos alumnos, donde el mínimo de matrícula está en riesgo.

2. Al punto previo le sigue la atención interdisciplinaria al problema neural del abandono escolar en México de la educación pública, lo cual determinaría una desigualdad social mayor para la siguiente década. El problema del abandono también afecta a 37% de los jóvenes latinoamericanos, como se expo  ne en el estudio Panorama social de América Latina 2000-2001 (CEPAL, 2002). Ahora bien, las iniciativas para retener a los estudiantes tendrán que considerar los impactos que esto tendrá en el acceso a la educación terciaria, en términos de expansión de matrícula, cobertura y diversificación de oferta para no generar un desequilibrio mayor que se traduzca en descontento social y afecte el plan de vida de la población joven.

3. En países como México no hay una expectativa, a mediano plazo, de contracción de la matrícula, como es el caso mencionado de Japón y Corea del Sur (OCDE, 2008). Por el contrario, si el sistem  a educativo mexicano alcanza las metas de obligatoriedad del bachillerato al final de esta década (Presidencia de la Republica, 2012), habría que tener en cuenta el tema de la asignación de mayores recursos, en vez de animar la educación privada sin criterios de calidad académica o compromiso social. No olvidemos la relevancia que tienen y tendrán China y la India, en las próximas décadas, en términos de las posibilidades latinoamericanas de movilidad e intercambios: “un pequeño aumento que va del 10.1% al 11.5% en la tasa del ingreso a la educación terciaria en China e India puede resultar en una cifra equivalente al capital humano que actualmente hay en Norteamérica y Europa” (OCDE, 2008, p. 118). De ahí la necesidad de formar profesionistas con un sentido humanista y pensamiento crítico. “un pequeño aumento que va del 10.1% al 11.5% en la tasa del ingreso a la educación terciaria en China e India puede resultar en una cifra equivalente al capital humano que actualmente hay en Norteamérica y Europa” (OCDE, 2008, p. 118).

 

Recapitulando

Si algo nos revela la crisis mundial educativa es la necesidad de repensar y buscar una educación más humana que reduzca la desigualdad socioeconómica. La visión prospectiva de la que se habla más arriba tiene como base dos prácticas sencillas: la generosidad y el autoexamen. Esto significa que visualizar y trabajar para el futuro requieren la práctica generosa de construir en el presente para las próximas generaciones, sobre todo, mediante el ejercicio crítico del presente (Martínez Ruiz y Rosado Moreno, 2013). Este autoexamen ocurre en la dinámica de un contexto regional y mundial, e implica estar alerta y ser autocríticos con lo que hemos configurado como nuestro presente, algo similar está en una lectura crítica del artículo de Cave, D. (2013).



Notas:

[1] Doctor en filosofía (PhD), Lancaster University, Inglaterra. Actualmente es Coordinador de Sistemas Académicos y Coordinador Editorial en la Secretaria Académica del IPN y editor de la Revista Innovación Educativa; es profesor invitado de culturas antiguas de Asia en el Instituto de Investigaciones Mora; inició y dirige la Colección Editorial “Paideia Siglo XXI” de la Coordinación Editorial, Secretaría Académica IPN, y es Director del proyecto Casa de Cultura de India en México, iniciado por Octavio Paz. Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

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Cómo citar este artículo:

MARTÍNEZ RUIZ, Xicoténcatl, (2014) “Entre la nostalgia y la utopía: en defensa de una Educación pública con prospectiva humanística”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 19, abril-junio, 2014. Dossier 11: La privatización de la educación en América Latina. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=931&catid=47