De los orígenes del movimiento estudiantil en América Latina: documentos para la memoria

Pacarina del Sur

 

Como ríos subterráneos la juventud latinoamericana buscó, durante las dos primeras décadas del siglo pasado, canales de expresión a través de los cuales encontrar los espacios adecuados para formular sus demandas culturales, sociales y políticas. La situación institucional y las condiciones político-sociales prevalecientes en los países de la región presentaban algunos rasgos comunes: férreo control del Estado por las elites conservadoras; sistemas electorales restrictivos y fraudulentos; proscripción y castigo a las organizaciones populares – sindicatos, agrupaciones campesinas, centros y ateneos estudiantiles, partidos y clubes de orientación socialista y anarquista – así como la implantación de sistemas educativos guiados por referentes pedagógicos nacidos del dogmatismo religioso y criterios de ingreso que resultaban excluyentes para la juventud que provenía de las clases trabajadoras.

Frente a la intransigencia de los gobiernos y la intolerancia de las instituciones públicas, la inconformidad de los jóvenes supo construir sus propios espacios. En pocos años la vida estudiantil ganó en presencia y protagonismo en el mundo de la cultura y también en el debate de los grandes lineamientos de la política nacional, las universidades y escuelas de nivel medio se transformaron en cajas de resonancia de los problemas sociales y económicos de la región. En buena parte de los países del área, surgieron agrupaciones y centros de estudiantes dese los cuales se cuestionó el diseño y aplicación de las políticas educativas y se reclamó la ampliación de los espacios de participación social y política.

Prueba concluyente del proceso de movilización juvenil que se menciona es la gestación y difusión de los documentos que se presentan en esta sección del Dossier. El documento del ideólogo y dirigente universitario Héctor Ripa Alberdi, que aparece en primer término, constituye un llamado a la conciencia de los jóvenes argentinos y latinoamericanos para que rompan con los paradigmas filosóficos que impedían su concurrencia en la generación del conocimiento científico y en su asistencia, con voz propia, a los grandes debates nacionales.

La rebeldía de los jóvenes universitarios alcanzó fuerza continental con la realización en la Ciudad de México, del Primer Congreso Internacional de Estudiantes. El encuentro se llevó a cabo en 1921 y contó con la presencia de delegados de buena parte de los países de la región. Las propuestas y definiciones de este congreso son una ratificación de los principios proclamados por el movimiento de los estudiantes de la provincia de Córdoba en 1918, que culminó en la denominada Reforma Universitaria.

La emergencia juvenil motivó el pronunciamiento de importantes líderes políticos de la época. El peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, creador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), dio a conocer, en sus apuntes de viaje, una reflexión especialmente dirigida a los estudiantes latinoamericanos. Por su parte, el dirigente universitario cubano Julio Antonio Mella, hizo público un saludo de la “nueva generación cubana a la nueva generación española”. Ambos documentos permiten dimensionar la relevancia de la insurgencia estudiantil, ponderar su impacto en las políticas educativas de la época y su asistencia en el tratamiento de las cuestiones sociales más relevantes de la región.

El Manifiesto del 21 de junio de 1918 nacido de la Reforma Universitaria que impulsó el movimiento estudiantil de la provincia de Córdoba, en Argentina, constituye un referente programático y político-filosófico para todos los jóvenes de América Latina. Las banderas de la libertad de cátedra y de la democracia académica, la defensa del laicismo educativo, así como el respeto a la vida interna de las instituciones educativas y el ingreso a la formación profesional para todos los jóvenes, aún para los de condición social más humilde, son desde entonces, banderas irrenunciables para todos los jóvenes universitarios del continente.

 

 

Por la Unión Moral de América (1921)[1]

Héctor Ripa Alberdi

Heraldo de la juventud argentina, me adelanto hacia vos, oh pueblo hermano, como el austero león de Leonardo, lento y seguro el paso, amplia y serena la mirada y con un ramo de lirios dentro del pecho. Ábrase, pues, mi pecho argentino y caiga a vuestros pies el florido presente de mi pleitesía viril.

Venimos de los campos de combate, donde derribáramos los muros de la vieja universidad detenida en el pensamiento del pasado siglo, y donde levantáramos la nueva universidad, abierta a todas las corrientes espirituales; venimos de sostener una dolorosa lucha entre la juventud creadora y la vejez misoneísta, entre la voluntad heroica que avanza y la voluntad abolida que resiste; venimos, compañeros, de vencer a las fuerzas reaccionarias que nos impedían dar el paso definitivo de la liberación.


No os extrañéis, pues, si nuestra lengua vibra como una espada, si a cada instante nuestra palabra se enciende, porque crepita aún en nuestros corazones la roja brasa de la rebeldía. Libertada de toda servidumbre, dominadora de las fuerzas espirituales, la juventud argentina marcha hacia la universidad ideal por las rutas que le abriera la filosofía contemporánea.

De nada vale la austera frialdad de los claustros mientras no lleguen hasta ellos las palpitaciones del mundo, de nada vale la elegante gimnasia del pensamiento si no ha de tener una trascendencia humana. Dejemos para el arte la “finalidad sin fin” de la estética kantiana, pero en tratándose de la educación del hombre no olvidemos que la nueva universidad ha de despertar en él un alto amor a la sabiduría en el sentido platónico de la palabra. El amor a la sabiduría es la más preclara virtud del hombre, porque es el amor a la ciencia pura y a la belleza, fuente de la que surge el alma integral nutrida en los valores lógicos, éticos y estéticos. Nada debe ser indiferente a la educación de los pueblos, desde la ciencia que nutre hasta el arte que liberta; en la nueva universidad, grande ha de ser la importancia que se le dé a la historia de los conocimientos humanos como base de toda cultura


Las jóvenes generaciones argentinas así los han sentido y así lo han proclamado. Para ello reclamaron el derecho a darse sus maestros y se dieron sus maestros. Pero antes fue menester libertarse del peso de una generación positivista, una generación que, al desdeñar los valores éticos y estéticos, dejó caer en el corazón argentino la gota amarga del escepticismo. Y no sólo se libertó de ella sino que se levantó contra ella, hundiéndola definitivamente en el pasado. He aquí, pues, que una nueva vida comienza; la juventud se ha sentido libre y por eso mismo responsable.

Un optimismo sano y fuerte es el acicate de su acción. El sol del idealismo alumbra nuestras rutas, cuya generosa amplitud se pierde en la dilatada sombra del futuro. Hoy tenemos una ética para nuestra voluntad y una estética para nuestra fantasía. La falta de lo primero había hecho perder a los hombres del ochocientos el carácter y la nobleza: el carácter para imponer la propia voluntad; la nobleza, para llevar a la acción la integridad del pensamiento. O bien olvidaban la convicción porque la convicción era un obstáculo para la vida, o bien olvidaban la vida para poder sustentar una convicción. Cuando lo propio de un hombre total es infundir la convicción a la vida, darle a una calor de espíritu y a la otra fuerza de realidad.

Hoy la belleza y el conocimiento son flores de soledad. Las metrópolis enormes nos aplastan, y tan sólo se advierte el estruendo de los hombres que luchan contra los hombres.

La vida se nos escapa por mil senderos inútiles; derrochamos nuestra fortaleza espiritual en múltiples labores sin objeto. Atraídos por la sonoridad del mundo, renunciamos a la soledad intensa y dolorosa, donde el fuego del pensamiento purifica toda acción. En la soledad asistimos a la propia tragedia interior; en ella se derrumban las ilusiones y se levantan los ideales nuevos; toda inquietud nace a su amparo y todo impulso se levanta de su seno, como las águilas de los abismos de la montaña.

En la soledad descubrimos las sendas interiores donde una secreta voz murmura trascendentales palabras, y donde, como una armonía silenciosa, se dilata la música del pensamiento. Allí aprendemos la suprema virtud de dialogar con nosotros mismos; aprendizaje imprescindible para el que quiere tener derecho a hablar con los hombres, puesto que no puede exigir se le escuche quien no supo escucharse a sí mismo. He ahí la virtud y el blasón que ostentaban los maestros de la antigüedad.

Aprendieron en sí mismos la ciencia que transmitieron a los demás. Sus palabras salían humedecidas en aguas cordiales y por ello se deslizaban con suavidad hasta el fondo de los corazones. Id, les decían, a las serenas cámaras del silencio y allí oiréis el rumor de una fuente; escuchad la voz de esa fuente con recogimiento que luego os brindará las eternas aguas de la eterna sabiduría… Y decían bien los maestros antiguos. Ellos todo lo sabían porque nunca estudiaron nada. No les preocupó más que la comprensión del propio espíritu, y cuando a ello llegaron, todo lo comprendieron.

De ahí que a los discípulos se les hablara en voz baja, en el cálido tono de la conversación, como para que la onda emotiva, mansa por lo confidencial, se derramara en el espíritu atento con la lentitud rumorosa de la ola en la playa. Nunca levantaban la voz en la plaza pública, porque sabían muy bien que ése era oficio de mercaderes que pregonan su mercancía intelectual o material. La profunda, la inmortal sabiduría, ni se inculca ni se vende: se descubre. Es innata como la idea platónica. Y en instantes de soledad, cuando dialogamos con nosotros mismos, o con un maestro de esos que saben su magisterio filosófico, la sentimos aletear dentro del alma como la mariposa que ve entreabrirse el velo de seda del capullo.

Ese sabor suave de la palabra antigua, que transmitía el saber sin torturar el lenguaje ni el pensamiento, se pierde por completo en la oscura inmensidad de la Edad Media. A la ecuación clara y sencilla substituye la enseñanza dogmática con agrio sabor escolástico, hasta que el Renacimiento nos liberta devolviéndonos algunas de las cualidades esenciales de la cultura helénica. En el siglo XV, Erasmo de Rotterdam expone ideas nuevas acerca de la educación natural del hombre, ideas que más tarde han de ser sistematizadas por Rousseau.


La misma corriente siguen otros escritores franceses, como Rabelais y Montaigne, que condenan la educación profesionalista; y el más alto representante del humanismo español, Luis Vives, al levantarse contra la escolástica medieval preconiza un ideal de cultura que emancipe al hombre del artificio retórico.

Los más diversos rumbos siguió luego la enseñanza de acuerdo con las oscilaciones de la filosofía, hasta que en el siglo XIX le encadenó por completo el pedagogismo positivista, a pesar de tener dos grandes figuras como Herbart en Alemania y Tolstoi en Rusia; excesivamente rígido por lo cientificista el sistema del primero; bellamente ideal por lo evangélico el del segundo.

Pero un nuevo renacimiento apunta ya, Hay dos fuerzas que comienzan a demoler el viejo edificio de la cultura y en las que yo he puesto toda mi esperanza: el renacer vigoroso de la filosofía idealista, y la sana rebeldía de la Juventud.

Contribuyamos todos a este nuevo despertar del espíritu. Eduquemos al hombre en el amor a la sabiduría. Para ello es menester arrojar a los mercaderes de la enseñanza, derrumbar la universidad profesionalista y levantar sobre sus escombros la academia ideal de los hombres, donde cualquier Sócrates descalzo, sin más prestancia que la de su verbo sabio, pueda volcar en los corazones el agua mansa y melodiosa de su filosofía.

 

 

PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIANTES

México, septiembre-octubre de 1921

 

RESOLUCIONES

PRIMERA – I. La juventud universitaria proclama que luchará por el advenimiento de una nueva humanidad, fundada sobre los principios modernos de justicia en el orden económico y en el político.

II.- Para este objeto luchará:

1.- Por la abolición del actual concepto del poder público que, suponiendo al estado una entidad moral soberana diversa de los hombres que lo constituyen, se traduce en un derecho subjetivo de dominación de los menos sobre los más.

2.- Por destruir la explotación del hombre por el hombre y la organización actual de la propiedad, evitando que el trabajo humano se considere como una mercancía y estableciendo el equilibrio económico y social.

3.- Por cooperar, en oposición al principio patriótico del nacionalismo, a la integración de los pueblos en una comunidad universal.


III.- La juventud proclama su optimismo ante los graves problemas que agitan al mundo y su confianza absoluta en la posibilidad de llegar, por la renovación de los conceptos económicos y morales, a una nueva organización social que permita la realización de los fines espirituales del hombre.

SEGUNDA.- El Congreso Internacional de Estudiantes, declara:

I.- Que debiendo ser la escuela base y garantía del programa de acción social ya aprobado, y considerando que actualmente no es el laboratorio de la vida colectiva, sino el mayor de sus obstáculos, las asociaciones de estudiantes en cada país deberán constituirse en el censor técnico y activo de la marcha de las escuelas, a fin de convertirlas en garantía del presente y en institutos que preparen al advenimiento de la nueva humanidad. Al efecto, lucharán porque la enseñanza en general, y en especial la de las ciencias morales y políticas, quede fundada sobre la coordinación armónica del pensar, el sentir y el querer como medios de explicación, y se rehace el método pedagógico que da preferencia al primero en detrimento de los otros.

II.- Que debe robustecerse la solidaridad estudiantil como medio de construir una fuerza efectiva y permanente que sostenga e impulse, con el pensamiento y la acción, todo movimiento, constructivo o destructivo, a favor de los ideales proclamados antes y conforme al método que al efecto establezcan las federaciones o centros estudiantiles.

TERCERA.- El Congreso Internacional de Estudiantes declara que es una obligación de los estudiantes el establecimiento de universidades populares, que estén libres de todo espíritu dogmático y partidarista y que intervengan en los conflictos obreros inspirando su acción en los modernos postulados de justicia social.


CUARTA.- I.- El Congreso Internacional de Estudiantes sanciona como una necesidad para las universidades donde se no hubieren implantado, la adopción de las siguientes reformas:

1.- Participación de los estudiantes en los gobiernos de las universidades.

2.-Implantación de la docencia libre y la asistencia libre.

II.- Para realizar estos puntos el congreso considera obligatoria la acción inmediata de los estudiantes en sus respectivos países.

QUINTA.- I.- El Congreso Internacional de Estudiantes declara que las relaciones internacionales deben descansar sobre la integración de los pueblos en una comunidad universal y que, para llegar a este fin, los centros y federaciones estudiantiles deben luchar por la ejecución de los siguientes postulados:

1.- Por obtener la cooperación solidaria de todos los hombres dentro de una asociación de pueblos, abierta y dotada de influencia bastante para hacer respetar las resoluciones que adopte la mayoría.

2.- Por abolir el actual concepto de relaciones internacionales haciendo que, en lo sucesivo, éstas queden establecidas entre los pueblos y no entre los gobiernos. Para este fin los centros y federaciones estudiantiles pugnarán:

  1. Por establecer una mejor comprensión del espíritu, cultura e ideales de los diferentes pueblos y por apoyar toda empresa que tienda a un acercamiento efectivo entre ellos.
  2. Por anular todos los pactos internacionales celebrados hasta ahora y por impedir que tengan valor alguno los que se celebren en el futuro sin la previa ratificación por plebiscito de los pueblos interesados.
  3. Por obtener el respeto efectivo al principio de la autodeterminación de los pueblos en cuanto se refiere a su organización interna y mientras no esté en contradicción con los propósitos enunciados en la cláusula primera.
  4. Por adoptar como medio de resolución de los conflictos internacionales actualmente existentes, y en tanto se realiza el propósito anunciado en la cláusula primera, el arbitraje obligatorio.

II.- En consecuencia de las resoluciones anteriores, el Congreso Internacional de Estudiantes de México condena las tendencias de imperialismo y de hegemonía y todos los hechos de conquista territorial y todos los atropellos de fuerza: invita a la juventud universitaria a luchar en sus respectivos países por la abolición de las tendencias militaristas, combatiendo todo intento bélico agresivo; y recomienda a esa juventud que se constituya en defensora de los pueblos débiles y se oponga, por la palabra y por la acción, a todos aquellos que signifiquen contradicción o alejamiento de los postulados antes enunciados.

III.- El Congreso Internacional de Estudiantes, frente al hondo pleito mantenido en América entre Chile y Perú, protesta por el atropello de fuerza que significa la retención de Tacna, Arica y Tarapacá y expresa su adhesión y su simpatía por la actividad valiente de los estudiantes de Chile que, oponiéndose al imperialismo de su gobierno, a su militarismo y su burguesía, está luchando por el triunfo de la justicia y proclamando la solución que este congreso hace suya.

IV.- El Congreso Internacional de Estudiantes contemplando el avance imperialista sobre Santo Domingo y Nicaragua que está ejerciendo el gobierno de los Estados Unidos, expresa su protesta por el atentado cometido en contra de esos pueblos débiles, que llega en su avance hasta la supresión de las universidades y de las escuelas.

V.- Frente a la tiranía que aherrojando todas las libertades y conculcando todos los derechos ha sumido a la república de Venezuela en la más cruel humillación, y teniendo en cuenta que uno de los más odiosos aspectos de esa dictadura es la persecución inícua que contra los estudiantes se ejerce con el propósito de ahogar sus impulsos de libertad, el Congreso Internacional de Estudiantes, resuelve:

1.- Denunciar y condenar la vergonzosa tiranía impuesta a la república de Venezuela por una minoría ignorante y culpable.

2.- Incitar a los estudiantes de todas partes, y en especial a los de América, para que luchen en toda forma hasta obtener el triunfo de sus hermanos en Venezuela, que es el triunfo de la justicia y de la libertad.

VI.- Haciendo prácticos sus postulados de armonía y solidaridad internacionales, el congreso invita a los centros de estudiantes de Nicaragua y Costa Rica para que orienten sus trabajos a fin de que sus respectivos países se incorporen a la república federal que acaba de constituirse con las otras tres nacionalidades centroamericanas, realizando así el ideal de aquellos pueblos y el principio proclamado por este congreso en pro de una comunidad universal.

SEXTA.- I.- Considerando que las resoluciones del Congreso Internacional de Estudiantes no tendrían cabal realización si no se procediera a crear un organismo de carácter ejecutivo que tome a su cargo la labor requerida:

  1. Se declara constituida la Federación Internacional de Estudiantes, que tendrá como fin conseguir la unificación de los estudiantes del mundo, suprimiendo los obstáculos que se opongan a la realización de los ideales proclamados por el congreso.
  2. La Federación Internacional de Estudiantes estará compuesta de las federaciones nacionales o asociaciones que, bajo cualquier nombre, llevan la representación de los estudiantes de cada país.
  3. La Federación Internacional de Estudiantes será una institución absolutamente abierta, y el ingreso a ella se hará por la libre determinación de las asociaciones que la componen, de acuerdo con los reglamentos interiores de cada una de ellas. No deberán tomarse en cuenta las ligas o las oposiciones políticas entre los gobiernos: las federaciones nacionales y sus representantes, sin distinción de pueblos, deben ser admitidos en la federación internacional.
  4. La Federación Internacional de Estudiantes regirá por los acuerdos emanados de los congresos internacionales de estudiantes convocados periódicamente por el cuerpo ejecutivo de aquella.
  5. Los cuerpos ejecutivos de la Federación Internacional de Estudiantes y las sedes de los mismos serán designados y establecidos por los congresos internacionales de estudiantes en su carácter de asambleas soberanas.
  6. La función de los cuerpos ejecutivos será la de realizar los acuerdos tomados por los congresos internacionales respectivos, así como el funcionamiento administrativo de ellos.

ARTÍCULO TRANSITORIO.- El comité ejecutivo de la Federación Internacional de Estudiantes tendrá como sede temporal la ciudad de México, con secretarías coadyuvantes cuyas sedes, también temporales, estarán en las ciudades de Buenos Aires, Santiago, Ríos de Janeiro, Lima, Guatemala, La Habana, Nueva York, Madrid, París, Berlín y Roma.

RESOLUCIÓN FINAL.- Se convoca a la juventud del mundo al Segundo Congreso Internacional de Estudiantes en la ciudad de Buenos Aires en 1922.

México, D.F. a 5 de octubre de 1921.

 

 

Algo sobre una nueva juventud.

APUNTES DE VIAJE

Haya de la Torre

Alpes, Suiza

En el gran estadio de la revolución de Moscú asistimos una tarde del pasado verano a un torneo sensacional de foot-ball: los campeones de Rusia contra los campeones de Noruega. La muchedumbre era inmensa y en la tribuna oficial presidían Tchicherin y el embajador del rey Hacon. Conviene advertir que el gran público saludó con vítores a los jugadores extranjeros y miró con indiferencia al embajador. Tanto él como el comisario de asuntos exteriores, que tiene en Rusia una popularidad de líder, fueron inmediatamente olvidados, porque las incidencias del juego atraían mentes y corazones. Era una de las primeras veces, sino la primera, que la bandera de la revolución rusa luchaba con la de un Estado burgués en el campo deportivo.


Millares de hombres y mujeres llenaban el estadio y siguieron hasta el fin los detalles del reñido combate. Rusia triunfó y las bandas de música entonaron La Internacional, que cantó armoniosamente la multitud, estallando después en esas largas ovaciones que parecen coros también y que no ha de olvidar fácilmente quien las haya oído de las gargantas sonoras del más musical de los pueblos del mundo.

Viendo aquel espectáculo, un corresponsal francés me decía que era indudable que la revolución rusa está dando al mundo una nueva juventud: coincidíamos. Para quien guarde recuerdo de la brutalidad futbolista de los Estados Unidos o de cualquiera de los pueblos de nuestra América deportivamente «yanquizados», por desgracia, es toda una revelación el juego de la juventud rusa, purificado de la animalidad norteamericana y lleno de armonía, de gracia y de serenidad. Viéndolo, so comprende bien cómo la fuerza no es la violencia, ni el ritmo es la debilidad.


El pueblo ruso, que sigue de pie, a todo aire y todo sol, por horas y horas, las danzas simbólicas de Isidora e Irma Duncan, no toleraría un espectáculo de lucha salvaje con alaridos histéricos de banderías y golpes y botellazos finales. Por eso, el foot-ball no llegó a ser en Rusia un verdadero placer popular y juvenil en tiempos del zar. Fue, como son hoy las películas abracadabrantes que van de California, espectáculo para viejas mentes burguesas. Con la misma indignación con que he oído gritar a estudiantes, hombres y mujeres, contra un film de Blasco Ibáñez, «Sangre y Arena», en que es héroe Rodolfo Valentino, ídolo de señoritas aristocráticas de occidente, gritaría todo el pueblo ruso ante un espectáculo deportivo de tipo yanqui. Exclamaría como aquellos estudiantes indignados: ¡Salvajes! ¡Salvajes! porque como ellos, no entendería que pueda haber emoción en la simple brutalidad. Un partido de foot-ball o un match de box en Yanquilandia es para el pueblo ruso como una corrida de toros en España. Son espectáculos violentos, reflejos de una vida distinta, que necesitan un ambiente propicio.

Para la vida norteamericana, el deporte, tal como en los Estados Unidos, es un desahogo compensador de todo el egoísmo que acumula el struggle for life. Puede ser que para el ruso de otros tiempos lo fuera también. Pero la nueva juventud rusa, la generación que surge bajo el sistema social que va creando la revolución, repugna la lucha animal. Y no es que reniegue de la violencia. Justamente no. Del mismo modo que el comunismo combate la violencia innecesaria, las bombas de los anarquistas por ejemplo, así la juventud rusa tiene la noción de la violencia sólo como fuerza inteligente para acabar con la explotación. No rige la violencia la vida del socialismo como la del capitalismo; sirve para acabar con éste. Nada más.


Muchos de los campeones del deporte en Rusia, son veteranos de la guerra de defensa contra los ejércitos blancos que armaron los aliados. Muchos han peleado, casi niños, con aquella fiereza heroica que dio la victoria a un ejército improvisado en el que se confundían hombres, mujeres y adolescentes. Sin embargo, esos soldados implacables de ayer, son los jugadores generosos de hoy, los reveladores de un nuevo espíritu más inteligente y más justo. En las impresiones que he recogido y ordenado para un libro, me detengo en este punto, que es para mí de lo más interesante y significativo que he podido observar en Rusia: en el nuevo tipo de juventud que ha dado la revolución. Mientras en Occidente se afirma que sólo una cultura elevadísima y por consiguiente difícil de alcanzar—por lo mismo antidemocrática—puede renovar la conciencia del mundo, limándola de mezquindades y egoísmos, en Rusia el simple cambio de condiciones económicas, la simple educación del trabajo sin el ideal del peso y del dólar, han creado una moralidad revolucionaria verdaderamente admirable. Entre el obrero adulto, que vivió en Rusia bajo el yugo zarista y el muchacho que ha educado la Revolución, existe ya una diferencia profunda, aunque ambos sean igualmente comunistas. El joven ruso, por ejemplo, no bebe, ni baila, sino especialmente sus danzas sueltas y típicas. El obrero ruso puede ir, y va en muchos casos todavía, a la taberna. No he de olvidar jamás un detalle revelador: íbamos una noche por las calles de Moscú, acompañados por varios estudiantes-obreros, y tropezamos con dos o tres viejos trabajadores que salían de una tienda de vodka. Ninguno de aquellos hombres guardaba bien el equilibrio y tres de mis compañeros dejaron el grupo para ayudarles a atravesar la calle. Al reunirse de nuevo con nosotros, aquellos muchachos expresaban lástima e indignación: «Son las víctimas de esa época maldita», decían. Luego, con su alegría característica, entonaron una canción cuyas palabras son el elogio de «la juventud que no bebe porque es consciente». Hay un entusiasmo tan profundo, tan vivo, tan inagotable en esta juventud rusa, que no faltan quienes afirman que se trata de una especie de nueva religión. Bertrand Russel, por ejemplo, antirreligioso inconciliable, ha dicho que el comunismo implica un nuevo tipo de religiosidad, y es curioso que, de otro lado, se ataque tan duramente al bolchevismo por su «falta de fe». No es hora de discutir sobre este punto. Me permito creer que el comunismo no es una nueva secta, pero al mismo tiempo que la religión rusa del pasado, es la religión menos religiosa que he conocido. En una conversación reciente he tenido el honor de coincidir en esta apreciación con Romain Rolland. Aquella religión cultural exteriormente, asiática, bajo el pontificado del zar, tiene para el occidental un atractivo teatral y exótico y una indudable belleza en su música ancestral maravillosa, pero en cuanto a valor espectacular, mejor es el teatro típicamente ruso... y repito que no intento discutir sobre este punto. Los religiosos y los antirreligiosos pueden mirar desde sus atalayas al comunismo como un ateísmo o como un misticismo. Pienso que, a través de todas las luchas y de todas las propagandas, hay una honda realidad humana en la Rusia de hoy y que el primer gran resultado de la revolución es la nueva juventud que está dando al mundo. «Quitando a muchos sistemas pedagógicos norteamericanos su ideal del dólar y sustituyéndolo por el ideal del trabajo, hemos obtenido éxito en alguna escuela», me decía un técnico educacional en Moscú. Sin embargo, hay quien cree que la vida sin el estímulo del capital será una vida laxa, animalizada y huérfana de incitaciones superiores. Lo he oído a un «eminente maestro». Pero ante tal afirmación, uno de esos muchachos rusos que trabaja ocho horas en la fábrica y va a su Facultad obrera y se instruye durante seis, con un entusiasmo y un optimismo inflaqueables, reiría como ríen los rusos, con una carcajada llena de ingenua elocuencia.

 

 

Saludo de la Nueva Generación Cubana a la Nueva Generación Española.

Julio Antonio Mella

Ex-Presidente de la Federación de Estudiantes
de la Universidad de La Habana.

 

El azar puso en mis manos El Estudiante de Salamanca- Con religiosa emoción leí, una y otra vez, sus páginas. Los amigos de espíritu libre también gozaron de la lectura y comprensión del divino ideal que predican esas hojas: la redención de la clase escolar y de la sociedad toda por el esfuerzo de esta clase.


Con no menor emoción a la de Rodrigo de Triana cuando dio el grito de ¡TIERRA! Frente a Guanahani, nosotros repetíamos el grito optimista de Arquímedes: ¡EUREKA! Ya encontramos lo que presentíamos, lo que históricamente tenía que existir. No hay fronteras entre naciones, las hay entre generaciones.

España y América no están separadas por el mar. El espíritu de la Nueva Generación, desde Córdoba, en la Argentina, hasta la «irreverente» Salamanca de hoy, es uno solo, forma una gran patria ideológica. La frontera nace allá, al otro lado de los bancos escolares, en las cátedras, en los asientos del parasitismo oficial de las academias anquilosadas, y atraviesa el mar, y divide a las patrias de este continente en dos países distintos y antagónicos.

Hermanos de lucha y de ideal:¡ánimo y adelante! Somos los mismos. Nada nos separa. Vuestras inquietudes son las nuestras, vuestras rebeldías también son las de nosotros. El Espíritu de ayer es nuestro común tirano. Debemos destruirlo, y ser dignos de la hora actual,

y de la fe que los pueblos tienen en la actual generación universitaria de Hispano-América.

Los exámenes para nosotros son también «la supervivencia de las hogueras inquisitoriales. » Aquí oímos algunas veces el grito de «Venite ad me» de los esclavos del siglo XX, y algunos no son sordos a la reclamación justiciera. Varios de nuestros Maestros nos hablan como Palacios, el Argentino de alma universal. En nuestro Paraninfo la voz de «grandes sacerdotes que parecen monaguillos» han dicho palabras similares a las que en « ¡Gaudeamus!» se escriben en el segundo número de la revista.


No será, compañeros, la última vez que os hable en nombre del espíritu de la Nueva Generación de Cuba. La juventud que aun lee a Martí, y que se nutre de Ingenieros y de Vasconcelos, y de todos los grandes de la América, no puede estar alejada de los discípulos de Unamuno, de Ortega y Gasset...

Que estas primeras líneas sean cadenas de amor y de ideal que nos unan para siempre en el común anhelo de la redención del espíritu, es el fervoroso deseo de vuestro corresponsal en La Habana.

 

Fuentes:

Textos e imágenes de: Del Mazo, Gabriel, La Reforma Universitaria, [Tres tomos] Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1968 y El Estudiante núm. 11, julio de 1925.

Imágenes de Wikipedia.

Portadas de libros: Bibliotecas varias.

 

[1] Discurso inaugural del Primer Congreso Internacional de Estudiantes, el 21 de septiembre de 1921. Publicado en Valoraciones (La Plata), núm.11, p.111.

 

Cómo citar este artículo:

“De los orígenes del movimiento estudiantil en América Latina: documentos para la memoria”, Pacarina del Sur [En línea], año 6, núm. 25, octubre-diciembre, 2015. Dossier 17: Movimientos juveniles en América Latina: Batallas e impugnaciones de la política, la educación y la cultura excluyentes. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1244&catid=56