Percepción de inseguridad  en la Ciudad de México.  Un modelo explicativo

Perception of insecurity in Mexico City. An explanatory model

A percepção de insegurança na Cidade do México. Um modelo explicativo

Mario Pavel Díaz Román[1]

Recibido: 08-02-2016 Aprobado: 15-03-2016

 

La criminalidad es uno de los principales asuntos públicos en la región. Los indicadores delictivos muestran un incremento para los últimos años[2]. Entre los efectos de este aumento destaca la percepción de inseguridad (PI), no obstante este fenómeno   no se ha explorado en detalle por dos razones: su medición inicia en la década pasada y son pocos los estudios cuantitativos que la han trabajado.

Para  la ciudad de México existen  dos estudios de PI: Becerra y Vilalta. Sin embargo, el primero se limita a  estadísticas descriptivas, sin llegar a postular los factores asociados a la PI,  y el segundo es para mediciones del 2006, justamente cuando la incidencia delictiva del fuero común es la más baja en la serie histórica 1997-2014[3]. Tomando en cuenta lo anterior me pregunto ¿Cuáles son los factores asociados a la PI en la ciudad de México en 2010[4]?  Doy respuesta a la pregunta ajustando un modelo de regresión logística[5] con datos de la Encuesta de Victimización y Eficacia Institucional[6] (EVEI) 2010 (segundo semestre) del CIDE.

El artículo lo organizo del siguiente modo. En primer lugar hago una introducción a la problemática; en segundo  expongo las teorías explicativas del fenómeno; posteriormente doy cuenta de los datos, métodos e hipótesis; acto seguido presento los resultados. Por último, abro la discusión sobre los resultados y posibles orientaciones futuras.

 

Introducción

El delito, a la usanza durkhemiana, es un hecho social normal. Una sociedad que “lo desconozca sería  completamente  imposible”,  pues  es  un  fenómeno  que  “aparece  estrechamente  ligado  a  las condiciones de toda vida colectiva” (Durkheim, 2002, pp. 122-125). Más allá de la normalidad social  del  delito,  hoy día ocupa parte importante de la agenda pública (baste el  simple ejercicio de abrir  un periódico o ver un noticiero para constatar la afirmación) y se destinan ingentes recursos, tanto públicos como privados, a su prevención, en el mejor de los casos, y contención.

En contravía a la excesiva cobertura mediática y a los galopantes recursos canalizados a su tratamiento,  no  existen  descripciones  e  interpretaciones  correctas  del  mismo.  Las  descripciones imperantes presentan una exaltación amarillista de sucesos violentos; en el caso de algunas  mediciones se llegan a  comparar datos que no se pueden comparar y, en algunos casos, no se entiende el criterio metodológico que le subyace; en materia de interpretaciones predomina la “lógica de la venganza del lugarteniente, del lugarteniente”, en el mejor de los casos existe una investigación periodística.

A nivel nacional la preocupación por delito inicia a mediados de la década de 1980. Cifras reportadas por el Gobierno Federal sostienen que:

En 1980 se pusieron a disposición del juez penal, tanto del fuero común como del  federal,  a 76,166 presuntos delincuentes, cifra que se incrementó en tan sólo 10 años en más de 92 por ciento al alcanzar 146,529. Para 2000 la cifra ya había alcanzado un incremento de más de  141 por ciento. (Estado y seguridad pública, 2005, p. 28)

En términos generales,  se puede afirmar  que entre 1980 y 1994 se observa un crecimiento moderado pero  firme  de la  delincuencia,  mientras    que entre 1994 y 1997 se da un incremento sustancial  del  delito,  ya para  1997 “la actividad criminal  [...]  estuvo cerca de duplicar  los índices observados durante 1994.” (Bergman, 2007, p. 34)

Para el caso  de la Ciudad de México éste ha dejado de ser la “meca del  delito” de los años 90´s.  Arturo Alvarado considera que “la metrópoli disminuyó su aportación a la violencia delictiva en México;  pero no tanto porque los crímenes disminuyeran en la capital,  sino porque aumentó en otra  regiones  del  país.  (Alvarado, 2012, p.  91) Y en efecto,  tiene razón si  se compara  con las  entidades de la frontera norte o con las  entidades de Michoacán y Guerrero,  sin embargo  la  inseguridad  tiene  nuevos  rostros  y  nuevas  formas  de  operar  en  la  Ciudad  y  que presumiblemente van a la alza.

Sucesos como el secuestro de jóvenes del Bar Heaven[7] y la tardía respuesta de las autoridades, la reacción de vendedores ambulantes del barrio de Tepito frente a los operativos de la policía capitalina,  la violencia desbordada en los municipios del nor-oriente de la ciudad, así como la inverisímil historia de hambrientas jaurías  devorando gente en Iztapalapa[8], entre otros muchos casos, sugieren un cambio.

La respuesta de las autoridades, en un primer momento, ha sido negar el incremento del delito. En el D. F. se ha pasado de un  Miguel Ángel Mancera, siendo Procurador,  correteando delincuentes y negociando rehenes tras las cámaras  a un Jefe de Gobierno que no da la cara frente el secuestro de jóvenes.  Ha  habido,  pues  una  negación,  acompañada  de  una  sustantiva  ampliación  del  control situacional del delito en la ciudad, así como de ensayos diversos en política de seguridad que van desde la prevención del delito hasta las recomendaciones de Rudolph Gulliani[9].

En términos fácticos, la comisión de ilícitos (incidencia delictiva del fuero común[10])  en la Ciudad de México (serie histórica 1997-2014) se puede observar en la gráfica I; en ella se observa una tendencia oscilatoria. A pesar de ello, la principal preocupación de la población defeña es la inseguridad[11] para  los años 2012, 2013 y 2014, el 63.6%, 64%, 69.2% de la población mayor a 18 años, respectivamente,  así lo indicó, (ENVIPE, 2012, 2013 y 2014), lo que muestra, en parte, la actitud de la población frente al delito.

Este desfasamiento entre la cantidad de ilícitos y el sentimiento de inseguridad es un tema abierto a la investigación donde se entreveran tanto la experiencia directas (victimización previa) como indirectas (victimización vicaría, información de medios, etc.  Sobre el particular, Rosa del Olmo sostiene que:

Es importante destacar la construcción imaginaria de carácter mitológico que la población hace de su vivencia con respecto al estado de seguridad, y cómo depende más del campo de sus experiencias personales, directas o indirectas que puedan tener en torno de una posible victimización, que de la realidad en concreto. (Del Olmo,2000)

El carácter complejo y entreverado en la relación victimización y percepción de inseguridad se puede ilustrar comparando los casos de Honduras y Chile[12]. Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, Honduras:

Tiene la mayor tasa de homicidios del mundo (86.5 por 100,000 habitantes), pero los niveles de percepción están en la media regional: 8 de cada 10 ciudadanos se sienten seguros en sus barrios […]. En contraste, en Chile, el país con menores tasas de homicidio de la región (2 por 100,000 habitantes) y niveles bajos de victimización por robo, la percepción de inseguridad es mayor que en Honduras. Sólo 7 de cada 10 ciudadanos se sienten seguros en su barrio” (PNUD, 2013,  p. 67).

Gráfica I[13]

Sobre las actitudes de la población frente al delito el tema que más se ha trabajado es la percepción  o sentimiento de inseguridad (P.I.)  y el riesgo percibido a ser victimizado[14], lo que ha llevado al reconocimiento de la dimensión subjetiva del delito; su importancia no ha sido menor, de hecho se han desarrollado mediciones específicas[15] y se “considera  [en algunos casos] a la percepción del delito como un indicador de efectividad policial” (Gary. Et. al,, 2008 p. 170).

Los estudios de percepción nacen en los Estados Unidos a finales de la década de 1960[16]  y han adoptado una definición estándar, según Kenetth Ferraro, que conceptualiza  al miedo como la respuesta emocional de terror o ansiedad frente al crimen o a símbolos que la persona asocia al crimen. A pesar de ello, el miedo  al delito  nunca ha sido un reflejo de los índices delictivos, pues su percepción “está mediada por la diferente aceptabilidad del crimen en cada sociedad y exhibe una autonomía relativa: suele aumentar al incrementarse la victimización pero una vez instalada como problema social, ya no disminuye aunque las tasas de delito lo hagan.” (Kessler y Bergman, 2008, p. 2109).  Esta autonomía relativa ha llevado a suponer la PI  es  “una manifestación de una amplia gama de inseguridades diarias, incluyendo a aquellas relacionadas con asuntos económicos, políticos y sociales.” (Dammert et. al., 2003, p.80)

Los efectos de la PI  se pueden observar en dos dimensiones, comunitaria e individual. A nivel comunitario impacta en: el debilitamiento del control social informal, el declive de la capacidad de movilización  de un vecindario, cambios en las condiciones de los negocios locales y el estímulo a más desorden y delincuencia. A nivel individual incrementa  las sensaciones de impotencia, vulnerabilidad, indignación y ansiedad, además de propiciar el enclaustramiento de la población y el apoyo a políticas punitivas (Skogan 1986)

En América Latina “hay una serie de investigaciones incipientes en diferentes países aunque no se ha constituido todavía un campo de estudios en la región” (Kessler 2009, p. 28).  En  Chile destacan los trabajos de  Lucía Dammert et. al. (2003, 2007); en el primero  logra mostrar cómo la PI no se restringe e ser un indicador de criminalidad, sino que refleja preocupaciones económicas y sociales[17], en el segundo expone la autonomía de la PI de la estadística delictiva.   Para  Argentina los de Gabriel Kessler (2007, 2008 y 2009); el primero y el tercero forman parte de su planteamiento teórico, a saber que las emociones suscitadas por el delito no se restringen a miedo, sino que puede abarcar emociones como la ira e indignación, y el segundo[18] postula los factores asociados  a la PI en Buenos Aires. En Brasil  los  de Teresa Caldeira, (2001) quién desvela la relación entre PI y comunidades cerradas, y Corinne Rodrigues (2006) donde muestra los determinantes de la PI con base en una extensión del modelo sistémico de desorganización social y su interacción con democracia, sosteniendo que el entramado asociativo – cohesión social- de los barrios disminuyen la PI.  Para México  resaltan los trabajos  de Mariana Becerra (2007), quién se limita al uso de estadística descriptiva y a medidas de correlación entre las variables y PI;  Carlos Vilalta (2010) en donde analiza los factores que se asocian con la PI utilizando  un modelo  de regresión logística multinomial,  y Beatriz Magaloni et. al. (2012) quiénes estudian  las variables que se asocian con la autonomía relativa de la PI de la criminalidad a nivel nacional.

Entre los aspectos en común, se encuentra la aplicación de metodologías cuantitativas, a excepción de Caldeira y los trabajos teóricos de Kessler, y el uso de variables relacionadas a: desorganización social,  fuentes de información, desempeño y confianza en la policía, así como a factores personales (enfoque de vulnerabilidad) como variables de control.

 

Teorías explicativas

A nivel teórico se concibe a la PI como un fenómeno multidimensional, sin embargo no hay consenso en los factores asociados que mejor la explican; pues éstos dependen de la tradición analítica de adscripción. Las principales teorías y hallazgos[19] son:

Teoría de la vulnerabilidad: explica una mayor propensión a la PI en función de las características del individuo. En el caso de las mujeres, sostiene que éstas son más propensas sentirse inseguras pues tienen menor capacidad de hacer frente a ofensas, en especial para delitos sexuales. Por otro lado considera que la población de madura  tiene una propensión mayor a la PI pues se percibe  más vulnerable frente al delito. En el caso de los pobres y las minorías, no sólo raciales, su propensión es mayor ya  que éstos tienen  a residir en zonas con mayores tasas delictivas y presentan una mayor exposición a amenazas de victimización[20]. (Braungart et. al., 2000); (Box, et. al., 1988)

Desorganización social/modelo sistémico (DS/MS): el objetivo de la teoría es explicar la distribución diferencial del delito en las ciudades. Parten del  supuesto de que el crecimiento urbano ha dado características específicas (económicas, sociales y organizativas) a los vecindarios, mismas que los diferencian de otras comunidades, las cuales se relacionan con una concentración, mayor o menor, de criminalidad.  Las características estructurales (económicas y sociales) se miden   por: status socioeconómico (SES), heterogeneidad, movilidad, disrupción familiar y urbanización. (Sampson y Groves, 1989)) Esto supondría que la concentración del delito se relaciona con las condiciones socioeconómicas (tomando como posible predictor a la pobreza), con la heterogeneidad (composición racial), pues implica un conflicto latente de normas y valores entre grupos racialmente distintos, movilidad (estabilidad residencial), por el  poco arraigo de los habitantes con sus vecindarios, disrupción familiar (divorcio) ya que se verían aminoradas las capacidades de supervisión de la comunidad y urbanización. En conjunto deben impactar en la generación de comunidades desorganizadas, es decir en comunidades que son incapaces de resolver problemas comunes, por tanto el delito y su percepción, tomando en cuenta su autonomía relativa, será mayor en vecindarios con desorganización social.

El efecto de las variables estructurales en la concentración de delitos no es directo. Está mediado por las capacidades organizativas de los vecindarios   (redes de amistad y parentesco, órganos de participación y organizaciones sin fines de lucro) de las comunidades. Esto quiere decir que las variables estructurales debilitan el entramado asociativo, lo cual, a su vez, disminuirá la capacidad de ejercer control social, hecho que se traduce en una mayor concentración de delito y una mayor propensión a la PI.

La teoría predice que  ahí donde las capacidades organizativas son más fuertes existirá una menor propensión a la PI. (Kanan et. al., 2002); (Rodríguez, 2006); (Markowitz, et. al., 2001), pues los vecinos practicaran la vigilancia informal de la propiedad, transmitirán información relativa a la evasión del tránsito por lugares inseguros y estarán dispuestos a intervenir, directamente e indirectamente; en el primer caso vía  la amonestación de conductas y en el segundo contactando a las autoridades (llamar a la policía)

Deterioro y desorden: Se relaciona con las teorías de elección racional.  Focaliza su atención en el análisis de circunstancias criminogénicas que incrementan o disminuyen (suponiendo que el ofensor es un actor racional que actúa analizando su preferencias en la toma de elecciones) la probabilidad de ocurrencia de eventos delictivos[21] (Cornish y Clarke, 1986)). En este caso la concentración de condiciones físicas y actividades en el espacio pueden  incrementar la propensión de inseguridad. Entre las condiciones se encuentran sitios mal iluminados,  con poca visibilidad y tránsito, con basura y con signos de deterioro físico (grafitis, carros abandonados, etc.), los cuales son señal de abandono e indican  que los habitantes del entorno próximo no presentan interés en él, por tanto habrá mayor concentración de situaciones criminogénicas, y con ella de PI, en sitios que tengan  condiciones de deterioro.

En el caso de actividades  destaca la presencia de asaltos, balazos frecuentes, riñas entre vecinos, vandalismo, prostitución e  ingesta de alcohol y psicoactivos en la vía pública. (Skogan, 1986 y 2012), los cuales aumentan la propensión de la PI.

Skogan comenta que una alta concentración de condiciones y actividades no sólo tienen efectos en la PI, sino que, en última instancia, atenta en contra de la reproducción  misma de las comunidades, lo cual llevaría a un declive generalizado.

Desempeño policial: Sostienen que a escala local “el sentimiento de inseguridad, delito y desconfianza [policial] se retroalimentan” (Kessler y Bergman, 2008,p. 216). Al generar modelos endógenos cuando se incorpora confianza en la policía, utilizan como variables: frecuencias de patrullaje, tiempo de espera en la atención a llamados de la ciudadanía  y  evaluación del desempeño policial por parte de la población. (Rodrigues, Bergman y  Flom,  Vilalta). Los hallazgos previos sostienen que a menor desempeño policial se incrementará la propensión de la PI.

Fuentes información: Se considera que a mayor información sobre delito se incrementara la propensión de PI. Entre las fuentes de información se ubican  las de medios de comunicación (Dammert et.al., 2003); (Vilalta, 2010) para delitos violentos, y la  de vecinos (Skogan 1986, Rodrigues) y familiares para el entorno próximo. En el caso de la información de vecinos no siempre incrementa la PI (Rodrigues, 2006), pues se considera que ésta información puede ser utilizada para evitar victimización futura, ya que con ella se evadirá el tránsito por zonas inseguras y se tomarán medidas precautorias en contra del delito.

Victimización previa: se considera que  la victimización previa puede incrementar (Vilalta, 2006); (Kessler, 2008) o disminuir la PI. Sobre la disminución se argumenta que ésta puede llevar a neutralizar la experiencia, o en su defecto a tomar medidas en contra del delito.

 

Datos y método

Para dar respuesta a nuestra pregunta[22] utilizamos la  Encuesta de Victimización y Eficacia Institucional  2010 (segundo semestre) del CIDE. La estrategia de muestreo fue polietápica y por conglomerados y se levantó para la zona metropolitana de la ciudad de México (16 delegaciones y 25 municipios del Estado de México)  con un total de 1556 observaciones[23]. Contiene información referente a: victimización, percepción y eficacia institucional.

La variable dependiente es la percepción de inseguridad  en la colonia o unidad habitacional del encuestado (codificada como 1: inseguro, 0: seguro[24]). Las variables independientes[25] fueron seleccionadas con base en la revisión teórica previa. Para probar el enfoque de vulnerabilidad se seleccionaron: edad, sexo, e ingreso. En el caso de DS/MS[26] se tomaron en cuenta: SES de la colonia[27], movilidad, divorcio[28], y acuerdo informal entre  vecinos contra la delincuencia[29]. Desorden se operacionalizó con la frecuencia[30] en que el encuestado percibe que en su colonia se da la venta de drogas al menudeo, consumo de alcohol y drogas en la calle, vandalismo en contra de casas y negocios y asalto a transeúntes. El desempeño policial se observó por la forma en cómo se percibe que la policía protege a los ciudadanos contra los delincuentes[31]. Las fuentes de información se observaron vía   la información que el encuestado recibe sobre inseguridad por: vecinos, familiares, medios (t.v, radio y periódico) y compañeros de trabajo. No se incluye victimización previa, pues la ENVEI sólo incorpora victimización previa si ésta fue hecha por un conocido o familiar de la víctima[32]. Tomando en cuenta el conjunto de variables y aplicando el criterio de trabajar siempre con el mismo número de observaciones, se  obtuvo un universo total de 999 casos. En la tabla I se presentan los estadísticos descriptivos[33].

Al ser la dependiente una variable binomial (seguro / inseguro)  se ajustó un modelo de regresión logística[34].  La estrategia para obtener el modelo final fue con base en criterios de bondad de ajuste.  Para ello seguimos el procedimiento de eliminación progresiva: se parte de un modelo con todas las variables  y se van eliminando  variables sucesivamente, a cada paso se analizan  las medidas de bondad de ajuste (BIC, p_r2 y chi2)   para quedarse finalmente con el modelo que mejor ajusta a los datos[35]. Al final se ajustó un modelo con edad, información de medios, riñas, asaltos y desempeño policial; para estas variables, y con base en las predicciones de las teorías y estudios previos, formulamos las siguientes hipótesis: 

  • A mayor edad se incrementa la PI
  • A menor información disminuye  la PI
  • A menor frecuencia de riñas y asaltos disminuirá la PI
  • A menor desempeño policial mayor será la PI

 

Resultados

El modelo final (ver tabla II) indica que los factores asociados  a la percepción de inseguridad[36] son: edad, información de medios, riñas, asaltos y desempeño policial.

Los resultados muestran nulo apoyo a la hipótesis  del enfoque de vulnerabilidad[37], la variable  edad no es significativa. Se constata nuestra predicción en el caso de información de medios; los momios estimados de percibirse inseguro son  .60 y .31, esto es que una persona con algo y nada de información tienen 40% y 69% menos momios estimados de sentirse inseguro, respectivamente, v.s. a quien tiene mucha información.

En el caso de las variables de desorden se corrobora nuestra hipótesis; los momios estimados de percibirse inseguro  se disminuyen  en .34 y.45, es decir que aquellos que perciben poco frecuente y nada frecuente la presencia de riñas, tienen 66% y 55% menos momios estimados de sentirse inseguro, respectivamente, v.s. a quién las percibe  como muy frecuentes; en asaltos, los momios estimados de sentirse inseguro disminuyen en .35, .28 y.13,  lo que significa que alguien que considera los asaltos como algo frecuente, poco frecuente y nada frecuente, respectivamente, disminuyen sus momios de sentirse inseguro en  65%, 72% y 87% v.s. a quién los considera como muy frecuentes.

Tabla I

Estadísticos descriptivos

Variable

Obs.

Media

Std. Dev.

Min.

Max.

Edad

999

39.00

15.77

15

89

Sexo

999

1.55

0.50

1

2

Percepción*

999

0.32

0.47

0

1

Movilidad

999

3.40

0.93

1

4

Información de familia

999

2.13

0.94

1

4

Información de vecinos

999

2.18

0.96

1

4

Información del trabajo

999

2.66

1.07

1

4

Información de medios

999

1.60

0.87

1

4

Desempeño policial*

999

1.95

0.75

1

3

Riñas

999

3.02

0.93

1

4

Vandalismo

999

2.74

1.02

1

4

Asaltos

999

2.54

1.03

1

4

Narcomenudeo

999

2.77

1.13

1

4

Alcohol y droga (calle)

999

2.22

1.07

1

4

Escolaridad*

999

3.28

0.96

1

5

Ingreso*

999

1.83

0.52

1

4

Vigilancia  Informal en vecinos

999

1.93

0.42

1

3

Marginalidad*

999

3.55

1.00

1

5

Estado civil*

999

0.04

0.20

0

1

*variables recodificadas.

Para las variables de desempeño policial se tiene que los momios de sentirse inseguro se duplican (2.02) para aquellos que consideran  el desempeño policial como  malo v.s. aquellos que lo califican como bueno.

Las variables más robustas son las de desorden, en específico la de asaltos. Controlando por asalto, y fijando en su nivel medio las demás variables, se tiene que la probabilidad estimada de sentirse inseguro es de  .56 para aquellos que perciben los asaltos como muy frecuentes frente a .14  para quién asevera que son nada frecuentes, esto quiere decir que fijando en su nivel medio a riñas,  información de medios, edad y desempeño policial, aquellos que perciben  una alta frecuencia de asaltos tienen 287% (.56/.14=3.87) mayor probabilidad estimada de sentirse inseguros v.s. a los que consideran que poco frecuentes los asaltos.

Tabla II

Variables

Coeficiente

Odds Ratio

Significancia

Edad

edad

0.004

1.004

 

Información de medios

Mucha (ref.)

 

Algo

-0.51

0.60

**

Poca

0.38

1.46

 

Nada

-1.17

0.31

**

Riñas

Muy frec. (ref.)

 

Algo frecuente

-0.38

0.68

 

Poco frecuente

-1.07

0.34

***

Nada frecuente

-0.79

0.45

*

Asaltos

Muy frec. (ref.)

 

Algo frecuente

-1.06

0.35

***

Poco frecuente

-1.28

0.28

***

Nada frecuente

-2.01

0.13

***

Desempeño policial

Mal

0.70

2.02

***

Ni bien ni  mal

0.13

1.13

 

cons: 0.63; N:999; LR chi2 (12)184.52; Prob>chi2:0.00; Pseudo R2:0.15

 

Discusión

Para conocer los factores asociados a la percepción de inseguridad en la ciudad de México se ajustó un modelo de regresión logístico. Las variables se seleccionaron con base en la revisión de teorías explicativas y estudios previos; sin embargo, y tomando en cuenta la estrategia de integración del modelo,  se obtuvo uno con cinco variables.  No obstante,  y más allá del ajuste del modelo, considero que el ejercicio abre la discusión en dos puntos clave: teoría y metodología.

Desde la perspectiva teórica, el enfoque de vulnerabilidad fue el primero en ser formulado, no obstante trabajos previos para México (Vilalta, 2006) (Becerra, 2007) y Magaloni, 2012)) no apoyan sus resultados, lo mismo que el nuestro. Considero que una posible interacción entre sus variables y delitos específicos podrían generar coeficientes significativos, como en el caso del miedo a la violación por parte de mujeres. Por otro lado, y a pesar de formar parte del modelo final, la variable edad no resulto significativa, incluso cuando está fue recodificada en ficticia (0= 15-60, 1=61-89), lo cual llevaría a pensar, también,  en la conveniencia de trabajarla  en posibles interacciones.

Para el caso de la DS/MS las variables no se integraron al modelo en función a las medidas de bondad de ajuste. Creo que se debe a dos razones: en primer lugar la medición del SES fue con el proxy de marginalidad por colonia de CONAPO, lo cual omite la basta discusión en torno a la variable (Kornhauser, 1978), por otro lado, y quizá el mayor defecto, es que el instrumento no incorpora variables relacionadas al entramado organizativo de las colonias, de hecho el proxy que se utilizó fue acuerdo informal entre vecinos, no obstante no fue una pregunta en específico del cuestionario, sino que ésta  se registró con base en la observación del encuestador[38], lo cual sesga de antemano la observación. Un instrumento de medición que integre las variables de la teoría (componentes estructurales, organización comunitaria y tipos de control social) probablemente arrojaría coeficientes significativos (esto porque la teoría cuenta con evidencia mixta), además de que se podría indagar sobre aspectos específicos, como el efecto recursivo de la PI y crimen (Markowitz, et. al., 2001)). Por  otro, lado la técnica utilizada sólo permitió trazar correlaciones  directas entre las variables estructurales sin evaluar la mediación por parte del entramado organizativo de las colonias, esto fue así, por un lado, porque para ello se requería el uso de  ecuaciones estructurales y, por  el otro,  porque el instrumento no incorpora variables sobre redes ni control social.

En el caso de desempeño policial los resultados fueron acorde a las predicciones hechas. Esto lleva a pensar en la importancia del servicio policial y su efecto en la percepción y en la prevención del delito. Posiblemente, el diseño de programas  de prevención comunitaria que incluyan vínculos con policía de proximidad, así como el fortalecimiento de las capacidades institucionales de las corporaciones, puedan disminuir la percepción de inseguridad.

Para las variables de desorden los resultados  apoyaron las hipótesis planteadas, sin embargo la ENVEI tiene, en mayor medida, variables sobre actividades. Un análisis más detallado de la teoría del desorden necesitaría integrar condiciones específicas del espacio (iluminación, basura, grafitti etc.) para conocer los efectos de éstas sobre la PI. Por otro lado  la generación  de índices con base en análisis factorial podría capturar, en conjunto, los efectos de las variables de desorden, lo cual, suponemos, crearía variables más robustas y modelos con mayor parsimonía.

Por último, la variable de medios de información generó coeficientes significativos, sin embargo sería oportuno investigar con mayor profundidad el efecto de las distintas fuentes información, sobre todo pensando que el impacto de los medios podría ser mayor para delitos violentos (como homicidios); mientras  que la información de vecinos, compañeros de trabajo y familiares  pueda tener mayor repercusión en   hurtos, robo a casa habitación y robo a transeúnte.

Desde la lectura metodológica se considera que la EVEI se puede analizar con mucha más profundidad, sobre todo tomando en cuenta  que se levantó semestralmente entre 2005 y 2010, lo cual puede ser susceptible a ser analizado como series de tiempo. Por otro lado, un instrumento que fuera más allá de la variable dependiente tradicional, y que incluyera intensidad del temor del delito y frecuencia generaría mejores resultados en la medida en que no sobre estimaría la percepción de inseguridad[39] (Gary, et. al., 2008)). Así mismo, se generarían investigaciones más acabadas si se probaran en un mismo estudio percepción de inseguridad y percepción de victimización futura. Adicionalmente, y tomando en cuenta que la percepción de inseguridad puede ser una variable latente de otro tipo de inseguridades (Dammert. Et. al., 2003), estudios para la ciudad de México que puedan establecer con que otro tipo de inseguridades se relaciona el delito brindarían una imagen más compleja del fenómeno.  Por último, las investigaciones sobre percepción distinguen al miedo como si ésta fuese la única emoción relacionada al delito, empero no se ha trabajado con suficiencia que otras emociones suscita  (como ira, indignación, etc.); su  medición produciría resultados más completos  sobre las actitudes de la población frente a la criminalidad (Kessler, 2009) 

 

Notas:

[1] Licenciado en estudios latinoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Maestro en estudios políticos y sociales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Doctorante (XVI promoción) por el Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. Especialista en seguridad, política antidrogas, conflicto armado colombiano y política comparada. Ha impartido clases a nivel bachillerato y licenciatura, ponente en eventos nacionales e internacionales.

[2] América Latina es la región más violenta del mundo. Para un análisis de tendencias delictivas en los últimos años a nivel regional ver: Capítulo 3, PNUD

[3] Ver gráfica 1.

[4] Año con la mayor incidencia delictiva entre 2006 y 2014. Ver gráfica 1

[5] Ver la sección de métodos

[6] La EVEI se levantó semestralmente entre 2005 y 2010.

[7] El 26 de mayo de 2013 13 jóvenes fueron secuestrados grupalmente a plena luz del día en un bar de la Ciudad México. Posteriormente fueron encontrados muertos.

[8] A inicios de 2013 se reportaron 5 muertos en la delegación Iztapalapa. Las autoridades declararon como causal el ataque de perros.

[9] Ver Davis

[10] La incidencia delictiva se compone por el número de averiguaciones previas, es decir que sólo trabaja con delitos denunciados, no con la totalidad de eventos delictivos, además de ser susceptible a cambios en las definiciones legales. Un acercamiento alterno al panorama delictivo son las encuestas de victimización, sin embargo éstas sólo tienen información para los delitos que se consideran como más representativos, no así para la totalidad de ofensas. Esta situación hace que no se puede determinar que medición es más certera, pues a pesar de que las encuestas de victimización desvelan la “cifra negra”, se debe tomar en cuenta que los delitos que no se denuncian son los delitos que causan menor daño, por tanto para delitos de mayor impacto, así como para aquellos donde se requiere el deslinde de responsabilidades legales y  el cobro de seguros, una aproximación más exacta puede ser la incidencia delictiva, mientras que para aquellos con menor daño (hurto, robo a transeúnte) se puede considerar a las encuestas de victimización como una aproximación más puntual. El valor agregado de la victimización es que presenta información sobre la experiencia de las víctimas, las actitudes públicas frente a la delincuencia y mediciones específicas sobre la percepción del riesgo futuro a ser victimizado así como temor al delito. Para una discusión sobre estadística delictiva ver: Maguire.  Para una discusión metodológica en medición de percepción de inseguridad, ver: Gray,(et.al.)

[11] Entre las siguientes preocupaciones: desempleo, aumento de precios, corrupción, educación, pobreza, salud, narcotráfico, escasez de agua, impunidad, desastres naturales, otros no especificados e inseguridad.

[12] Para mayores referencias sobre el caso Chileno, consultar: Jaramillo Minchel (2012)

[13] Elaboración propia. Los datos provienen del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (consultados el 30/05/2015). Las tasas * 100 mil hab. se calcularon con base en datos del conteo de población 1995 (1997-1999), censo de población 2000 (2000-2004), conteo de población 2005 (2005-2009) y censo de población 2010 (2010-2014) del INEGI.

[14] Para mayor información ver el capítulo I de Gabriel  Kessler (2009). A pesar de estar correlacionados James Kanan y Matthew Pruitt  señalan que son conceptos distintos con mediciones empíricas particulares.

[15] Para mayor información ver: Maguire.

[16] La primera medición es de 1967. El primer informe oficial, a cargo de Frank Furstenberg, es de 1971. Para más información sobre el surgimiento del campo temático desde una óptica foucoltiana ver: Murray

[17] Crea un índice con estas tres preocupaciones.

[18] En coautoría con Marcelo Bergman

[19] Desempeño policial, victimización previa y fuentes de información no son teorías, sino hallazgos de estudios previos.

[20] Sobre población es desventaja manejan un argumento similar al concepto de desventaja de oportunidades del enfoque anomía-tensión.

[21] En este caso de la percepción de inseguridad.

[22] ¿Cuáles son los factores asociados a la percepción de inseguridad en la Ciudad de México?

[23] La unidad de registro es el hogar. El rango de edad de los entrevistados es de 15-89 años.

[24] La pregunta es ¿Qué tan se seguro se siente usted viviendo en esta colonia? con cuatro posibles respuestas: muy seguro, seguro, poco seguro y nada seguro. Las primeras dos categorías concentraron 67.97% de respuestas, mientras que la última apenas alcanzó el 8.81%. Con base en lo anterior colapsamos las primeras dos categorías en seguro (67.97%) y las dos últimas en inseguro (32.03%).

[25] Para todas se eliminaron los no sabe y no contesto, se mandaron a perdidos.

[26] Sin variable ni proxy para heterogeneidad ni para urbanización.

[27] El proxy del SES es el nivel de marginación de la colonia medido con el indicador de marginación de CONAPO.

[28] Se decidió sacar divorcio con base al análisis descriptivo: sólo 2.30% del universo eran divorciados.

[29] La variable es sesgada, de hecho el entrevistador no pregunta, sino que identifica  a partir de observación si el hogar cuenta con tal acuerdo o no.

[30] Muy frecuente, algo frecuente, poco frecuente y nada frecuente.

[31] Con cinco categorías. Muy bien, bien, ni bien ni mal (espontánea), mal y muy mal. Con base en el análisis descriptivo (escazas observaciones para muy bien y muy mal)  se recodificó la variable en: bien, ni bien ni mal y mal. 

[32] Sólo el 4% de los encuestados tuvo victimización previa por conocidos o familiares.

[33] Aunado a ello se crearon distintas tablas de doble entrada para ver cruces entre variables.

[34] Con los modelos de regresión logística se predice el resultado de una variables categórica (en este caso seguro/ inseguro) en función de un conjunto de variables explicativas.

[35] Se corrieron 6 tandas de modelos.

[36] Para percepción de seguridad sólo se transforman los momios en su inverso.

[37] Las variables de desorganización social se descartan, no forman parte del modelo.

[38] Otra variable que se puede utilizar como proxy es información de vecinos, pues ésta se transmite por medio de la interacción y de eventuales redes. Sin embargo, esto implicaría una asunción lineal: a mayor interacción mayor cohesión, por tanto menor delito. Para mayor información ver: Bellair, 2001. La variable en cuestión fue introducida en fuentes de información, no obstante no se integró al modelo final.

[39] Esta es una crítica usual que se desarrolla en el artículo citado de Gary et. al. y en parte importante de los estudios revisados. La British Crime Survey incorpora, desde 2004, intensidad y frecuencia.

 

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Bases de datos

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  • Conteo de población y Vivienda del INEGI, 1995 Y 2005.
  • Encuesta Nacional de Victimización y Percepción (ENVIPE), 2012, 2013 y 2014.
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Cómo citar este artículo:

DÍAZ ROMÁN, Mario Pavel, (2016) “Percepción de inseguridad en la Ciudad de México. Un modelo explicativo”, Pacarina del Sur [En línea], año 7, núm. 27, abril-junio, 2016. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1284&catid=14