Gubernamentalidad neoliberal y gubernamentalidad populista. ¿Racionalidades de gobierno antagónicas?

Neoliberal governmentality and populated. Governmentality antagonic government rationalities?

Governamentalidade neoliberal e governmentality populista. ¿Antagônica rationales governo?

Daniel Alberto Sicerone[1]

RECIBIDO: 13-09-2016 APROBADO: 09-11-2016

 

Hipótesis sobre el poder

Para poder aproximarnos al desarrollo conceptual de la gubernamentalidad neoliberal populista es necesario partir de los aspectos teóricos que analizan el ejercicio del poder en la obra de Foucault, especialmente en sus cuatro hipótesis acerca del mismo, tomando en cuenta que la obra del filósofo francés no intenta desarrollar una teoría sobre el poder, sino más bien un análisis sobre el ejercicio del poder. Es importante realizar esta diferenciación, porque la filosofía para Foucault es una práctica que desustancializa aquello que parece eterno, forjándose en el combate de la filosofía Nietzscheana que da por muerto al reino de la metafísica, aunque ello no implique su desaparición, como puede verse en La gaya ciencia. En palabras de Colombani "el pensamiento foucaultiano es un pensamiento filosófico en tanto perturbador. Desnaturaliza procesos, desustancializa instituciones y desencializa verdades, como modo de neutralizar los modos de dominación" (Colombani, 2013: 18). Desustancializar instituciones implica desapegarse de las visiones que otorgan una esencia a las estructuras, una filosofía perturbadora porque desmitifica aquello que parece emerger como natural, y por ello, la analítica del poder se enfoca hacia cómo se ejercen las relaciones de poder, y no directamente a clarificar qué es el poder.

La primera hipótesis se corresponde con la hipótesis Marx, es decir, aquella que concibe a las relaciones de poder en situación secundaria con respecto a las relaciones económicas. Las relaciones de poder vendrán a conformar un papel secundario con respecto a las relaciones social de producción, las cuales tendrán el privilegio de determinar la superestructura social. Esta forma de analizar las relaciones de poder deviene en una forma mecanicista y economicista, particular del marxismo en clave estalinista, ocupando la economía y las asimetrías económicas la centralidad de las determinaciones. De esta forma, las relaciones de poder devendrán como determinaciones de las relaciones económicas, impidiendo analizar la microfísica del poder que funciona en forma de malla, interconectándose de forma capilar. Este rechazo a la hipótesis Marx permite a Foucault desarrollar su proceso de desencialización del poder, ya que si las relaciones de poder no emergen de las relaciones económicas, sino que ellas son inmanentes al cuerpo social, entonces dichas relaciones no serán el producto directo de una substancia de clase.

Michel Foucault
Michel Foucault.
Extraído de: http://www.casadellibro.com

La segunda hipótesis es denominada como hipótesis Hobbes, aspecto que deviene en una concepción de las relaciones de poder que responden a un sujeto determinado,  dando cuenta  de "un poder unitario, pacificador y trascendente respecto de unas prácticas y relaciones sociales neutralizadas" (Nosetto, 2013: 46). En esta segunda hipótesis se viene a dar cuenta de la teoría política sobre el Estado que desarrolla Hobbes en su obra El leviatán, donde la bestia mítica del Leviatán va a constituir la conglomeración de individualidades en el Estado, dando paso a una teoría sobre la soberanía. Ante esta situación, Foucault en el Curso del 14 de enero de 1976 que hace parte del libro Defender la sociedad, dirá lo siguiente: "Pues bien, en vez de plantear del alma central, creo que habría que tratar de estudiar –y es lo que intenté hacer- los cuerpos periféricos y múltiples, esos cuerpos constituidos, por los efectos de poder, como sujetos" (Foucault, 2014: 38).

La tercera hipótesis, que va desde la Historia de la locura en la época clásica de 1961 hasta el orden del discurso de 1970, se denomina como hipótesis represiva o negativa. Esta hipótesis de poder va a desarrollarse como mecanismo jurídico, es decir, se verá al poder como exclusión, prohibición y negación. De alguna forma dicha hipótesis puede ser denominada como hipótesis Reich, haciendo alusión al psicoanalista alemán. En la entrevista que tiene por nombre Las relaciones de poder penetran en los cuerpos, siendo parte de la versión castellana de la compilación de artículos que conforman La microfísica del poder, pero que en francés componen Dits et écrits, Foucault va a expresar el sentido que le había otorgado a dicha hipótesis represiva y su ruptura con la inauguración de sus ponencias en el College de France con su clase inaugural que lleva por nombre El orden del discurso:

Pienso que en ese Orden del discurso he mezclado o, mejor dicho, he propuesto una respuesta inadecuada a una cuestión que creo legítima (la articulación de los hechos del discurso sobre los mecanismos de poder). Es un texto que he escrito en un momento de transición. Hasta el momento me parece que aceptaba la concepción tradicional del poder, el poder como mecanismo esencialmente jurídico, lo que dice la ley, lo que prohíbe, lo que dice no, con todo una letanía de efectos negativos: exclusión, rechazo, barrera, negaciones, ocultaciones, etc. Ahora bien, considero inadecuada esta concepción. (Foucault, 1980: 153-154).

 

A partir de 1970, cuando comienza sus investigaciones sobre el poder disciplinario, la hipótesis represiva se desplaza hacia una nueva hipótesis, el poder productivo, pero hay que reconocer, según Nosetto (2013), que no existe un abandono total de la hipótesis represiva, sino un posicionamiento secundario de la misma al interior de los dispositivos disciplinarios:

De modo que la reformulación que lleva a cabo en su reflexión sobre el poder hacia inicios de la década de 1970 no es tanto un abandono de la hipótesis represiva en función de la hipótesis positiva del poder, sino que se trata de una inversión del énfasis al interior del modelo guerra/represión. Modelo que trae al primer plano los mecanismos productivos y relega pero no abandona las tácticas de la represión. (2013: 47)

 

La cuarta hipótesis se denomina como hipótesis Nietzsche, la cual va a ser desarrollada a partir de 1970, en concordancia con su lectura nietzscheana de la genealogía, especialmente sobre la obra La genealogía de la moral (2007). Lo interesante de la hipótesis que concibe a las relaciones de poder como relaciones de fuerza, es decir, como una guerra, es que permite ese proceso de desencialización del poder, para dar cuenta de la heterogeneidad de mecanismos donde se ejerce las relaciones de poder. Es importante reconocer que esta hipótesis que va a ser desarrolla en la primera mitad de la década de 1970, y que con el texto Defender la sociedad se dará paso a un intermedio entre el uso y abandono de dicha hipótesis, será remplazada por la categoría de gobierno, concepto sobre el cual ahondaremos a continuación para poder desentrañar a qué se refiere Foucault cuando va a analizar la gubernamentalidad, y en especial, la gubernamentalidad neoliberal. El desarrollo de las hipótesis sobre las relaciones de poder hace posible comprender que dentro de la lógica filosófica de Foucault hay desplazamientos y emergencias que se orientan desde el campo del saber, pasando por la genealogía, y desembarcando en una vuelta al sujeto, en el análisis de las prácticas de subjetivación y sujeción. 

 

 La gubernamentalidad en el pensamiento de Foucault

A partir del texto Defender la sociedad, Foucault rechaza la hipótesis bélica y pasa a dar cuenta de una sociedad de seguridad, como explica Nosetto: "opera a partir de entonces un pasaje de la grilla bélica hacia una grilla de inteligibilidad en condiciones de dar cuenta de la normalización, el peligro y la seguridad como coordenadas del ejercicio del poder sobre las poblaciones" (Nosetto, 2013: 142). Es aquí, a partir de los cursos de 1978 donde va a tomar sentido el concepto de gubernamentalidad, aunque será necesario introducir la categoría de biopolítica para poder comprender el alcance del primero. Lo primero que podemos identificar es que la biopolítica se va a oponer a la soberanía, y en especial a la concepción de hacer vivir y dejar morir. La biopolítica y el biopoder va a desplazar al poder disciplinario que operaba sobre los cuerpos, para dar paso a un poder que va a operar sobre las poblaciones:

En primer lugar, la biopolítica aparece vinculada a un tratamiento no individual de los cuerpos, sino a una estrategia que opera a nivel de los procesos colectivos: el cuerpo es una realidad biopolítica desde el momento en que participa en procesos de conjunto que lo atraviesan y exceden su caso (como, por ejemplo, su integración económica en cuanto fuerza de trabajo), En segundo lugar, esta noción da cuenta de una unión, una solicitación mutua entre capitalismo y medicina. La medicina se vuelve capitalista; la sociedad capitalista se medicaliza. En tercer lugar, la biopolítica aparece como una tecnología cuya historia cubre el periodo que va desde la policía de Estado alemana del siglo XVIII hasta la medicina de trabajo inglesa de fines del siglo XIX, desde el cameralismo alemán hasta el liberalismo decimonónico. Fenómenos globales, desarrollo capitalista, economía política: primera aparición, entonces, de la noción de biopolítica. (2013: 145)

 

La biopolítica, a diferencia de las disciplinas, opera sobre los cuerpos, pero no en el aspecto individual, sino a fenómenos globales, es decir, natalidad, fecundidad, morbilidad, vejez, accidentes, higiene pública, según marca Nosetto (2013). Si la disciplina abarca el cuerpo individual, la biopolítica opera sobre el cuerpo, desde un dispositivo de regularización que normaliza mediante la corrección de los cuerpos y la regularización de la población. El biopoder va a ser definido por Foucault de la siguiente manera:

Este año querría comenzar el estudio de algo que hace un tiempo llamé, un poco en el aire, biopoder, es decir, una serie de fenómenos que me parece bastante importante, a saber: el conjunto de mecanismos por medio de los cuales aquello que, en la especie humana, constituye sus rasgos biológicos fundamentales podrá ser parte de una política, una estrategia política, una estrategia general de poder; en otras palabras, cómo, a partir del siglo XVIII, la sociedad, las sociedades occidentales modernas, tomaron en cuenta el hecho biológico fundamental de que el hombre constituye una especie humana. Esto es, en líneas generales, lo que llamo, lo que he llamado biopoder. (Foucault, 2006: 15-16)

 

Si en el poder soberano primaba el hacer morir y dejar vivir, en la época biopolítica se remplaza por su contrario, es decir, hacer vivir. Este biopoder que opera sobre la vida, sobre los procesos biológicos como la natalidad, fecundidad, morbilidad, etc., no trata de acabar con los problemas referentes a la vida, como puede ser la enfermedad o la delincuencia, sino que trata de mantener parámetros aceptables y adecuados. Es aquí donde se comprende que la biopolítica no se opone a la gubernamentalidad, y menos representa una categoría que será desplazada, sino como bien plantea Nosetto (2013), ella se inscribe en la racionalidad gubernamental. La biopolítica va a dejar la individualidad de la tecnología de poder disciplinaria para dar paso a una articulación de tecnologías de poder locales que interviene sobre la población. Y en relación a la gubernamentalidad, se podría decir que esta "constituye el marco de racionalidad de la biopolítica" (Nosetto, 2013: 159).

Foucault va a desarrollar en el texto Seguridad, territorio y población, el cual fuera el curso desarrollo hacia el año 1978, el concepto de gubernamentalidad desde tres concepciones. La primera va a ser definida como una racionalidad de gobierno, mediante tácticas, procedimientos, análisis, etc., sobre la población; la segunda se comprende como gobierno sobre los demás mediante la producción de saberes y aparatos de gobierno; y por último, por gubernamentalidad se comprenderá el proceso de gubernamentalización del Estado en Occidente desde el Estado de Justicia de la Edad Media hasta el Estado administrativo. En las palabras de Foucualt se detalla de la siguiente forma:

Con esta palabra, "gubernamentalidad", aludo a tres cosas. Entiendo el conjunto constituido por instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma bien específica, aunque muy compleja, de poder que tiene por blanco principal la población, por forma mayor de saber la economía política y por instrumento técnico esencial los dispositivos de seguridad. Segundo, por "gubernamentalidad" entiendo la tendencia, la línea de fuerza que, en todo Occidente, no dejó de conducir, y desde hace mucho, hacia la preminencia del tipo de poder que podemos llamar "gobierno" sobre todos lo demás: soberanía, disciplina, y que indujo, por un lado, el desarrollo de toda una serie de aparatos específicos de gobierno, [y por otro] el desarrollo de toda una serie de saberes. Por último, creo que habría que entender la "gubernamentalidad" como el proceso en virtud del cual el Estado de justicia de la Edad Media, convertido en Estado administrativo durante los siglos XV y XVI se "gubernamentalizo" poco a poco. (Foucault, 2006: 136)

 

Foucault mediante la categoría de gubernamentalidad va a estudiar cuatro dominios históricos: el poder pastoral; la razón de Estado, el Estado de policía, el cameralismo y mercantilismo; liberal, y neoliberal. La noción de gobierno, de acuerdo a Castro, tiene que ver con "el gobierno como relación entre sujetos y el gobierno como relación consigo mismo" (Castro, 2004: 234). De esta forma, los cuatro dominios históricos son analizados en cuanto despliegan una racionalidad de gobierno sobre los otros y sobre sí, es decir, constituye un arte de gobierno, una técnica en el ejercicio del poder. De acuerdo con Nosetto (2013), hay cuatro características de las técnicas del ejercicio del poder pastoral. La primera de ellas es que tal ejercicio opera sobre un rebaño, y no sobre un territorio; como segunda característica menciona que el poder pastoral tiene el carácter de ser benévolo, porque apunta hacia la salvación; la tercera característica se refleja en el aspecto de que el ejercicio del poder es comprendido como un deber, el pastor al servicio del rebaño; y por último, dicho poder opera sobre el colectivo (rebaño), pero también sobre las individualidades.

Seguridad Territorio, Población
Imagen 2. Seguridad Territorio, Población
Extraído de: https://www.fce.com.ar

La razón de Estado proviene de las lecturas que hace Foucault sobre la obra de Maquiavelo, se conforma como un arte de gobierno "que no se confunde con las leyes divinas, naturales y humanas, sino que se cierne sobre la naturaleza de su objeto" (Nosetto, 2013:176). Tanto la razón de Estado, el Estado de policía, cameralismo y mercantilismo, son englobados dentro del gobierno disposicional, el que luego será criticado por la gubernamentalidad liberal. A diferencia de la biopolítica que tiene como centro a la población, el gobierno disposicional tiene como centro el territorio, con el fin de reglamentar estatalmente lo que ocurría en el territorio, operando mediante tres tecnologías de poder, la soberana, disciplinaria y regulatoria, con el fin de ampliar las riquezas del reino.

La gubernamentalidad liberal se caracteriza por esta pregunta: ¿Cómo es posible gobernar con la máxima seguridad la dinámica del mercado, de las poblaciones y de la sociedad civil reduciendo al mínimo la acción estatal? (Vázquez, 2009: 16). La gubernamentalidad liberal busca gobernar los procesos vitales de la población, biopolítica, mediante la mínima acción del Estado, es decir, que el gobierno está orientado hacia el mantenimiento y creación de las condiciones necesarias para el autogobierno del mercado. Según Nosetto la gubernamentalidad liberal se diferencia de la razón de Estado de la siguiente manera:

Si la razón de Estado regulaba de manera creciente e insidiosa las actividades de los hombres con el doble objetivo de la felicidad de los ciudadanos y el fortalecimiento del Estado, la gubernmanetalidad liberal deja que los hombres hagan, los libera de la libertad insidiosa del gobierno para que, allí donde el Estado se retraiga, florezcan las libertades en su naturalidad (Nosetto, 2013: 184).

 

La lectura que realiza Foucault sobre la gubernamentalidad liberal tiene la novedad de pensarla por fuera de una ideología o una doctrina económica, pasando a ser interpretada como una racionalidad de gobierno. La gubernamentalidad liberal se funda en una perspectiva antropológica, en el homo economicus, sin que ello signifique que el fundamento central sea el comportamiento económico. En palabras de Foucault "el homo economicus es la interfaz del gobierno y el individuo. Y esto no quiere decir en absoluto que todo individuo, todo sujeto, sea un hombre económico" (Foucault; 2007: 292). En esta forma de gubernamentalización, a partir del siglo XX, se producirá un desplazamiento, invirtiendo la pregunta liberal a ¿cómo es posible el Estado? El neoliberalismo, a diferencia de la gubernamentalidad liberal, no considera al mercado como un ente natural donde el Estado no debe intervenir, y por ello abandonan la tesis del laissez-faire por la tesis de la intervención del gobierno. En resumen, se abandona la tesis naturalista del mercado por la competencia:

La competencia no es un dato natural que debe respetarse, sino un principio formal en condiciones de asegurar la conformación de un orden social no planificado en función de fines explícitos. La lógica de la competencia genera una articulación espontánea de los fines de cada individuo, y evita la imposición de una finalidad sociedad explícita. Permite a cada individuo autofinalizar sus actividades y habilita, consecuentemente, la constitución de un orden social justo (Nosetto, 2013: 187).

 

Fin de ciclo y gubernamentalidad populista

Comprender la racionalidad neoliberal para interpretar los años convulsivos de América Latina en la mitad de la segunda década del presente milenio, es una necesidad histórica para poder visualizar caminos de desarrollo que no impliquen la conformación de nuevas lógicas de opresión. Desde el año 1973, América Latina ha sido un laboratorio donde se experimentó, años anteriores a los gobiernos de Tatcher y Reagan, la gubernamentalidad neoliberal, la cual fue acompañada con el despliegue de un aparato de violencia física y simbólica que operó quirúrgicamente sobre el cuerpo social, con la finalidad de barrer de "estorbos" la aplicación de paquetes económicos de privatización, apertura de importaciones, liberación de precios, endeudamiento, etc. No comprenderemos que la finalidad determinante sea un hecho económico, sino que dicha racionalidad apuntó al despliegue de una lógica de subjetivación basada en el quiebre de lazos de solidaridad y la creciente afinidad por la individualidad, subjetividad amoldada a la competencia y al mercado.

Es importante remarcar que dicha gubernamentalidad neoliberal desplazó  la gubernamentalidad social, un tipo de gubernamentalidad liberal que se caracterizaba por lo siguiente:

El individuo por gobernar no era ya la realidad espontánea y natural del homo oeconomicus sino un “ciudadano social”, sujeto de necesidades (de salud, educación, vivienda, atención a la vejez, etc..) por cubrir. Si en el liberalismo clásico la evitación del riesgo era responsabilidad de este homo oeconomicus –de ahí la importancia de las estrategias de moralización, inculcando hábitos de ahorro, previsión e higiene entre los trabajadores-, en el gobierno social la cobertura de las necesidades descansaba en unos mecanismos de solidaridad o dependencia mutua –como el sistema de cotizaciones a la seguridad social. El individuo era gobernado a través de su enlace o dependencia respecto al conjunto de la sociedad (Vázquez, 2009: 19).

 

La primera década del presente milenio se caracterizó por la conformación de gobiernos considerados como post-neoliberales, populistas, neodesarrollistas, y demás adjetivaciones posibles. Lo central de la conformación de dichos gobiernos es que se conforman sobre las condiciones materiales de revueltas y rebeliones que se forjaron como resistencia al modelo económico neoliberal, resistencia que no tuvo como centro político a la clase obrera organizada sindicalmente, o bajo formas de auto-organización que pudieran haber desplegado situaciones de doble poder. Fueron revueltas plebeyas que se caracterizaron por la heterogeneidad, como es el caso argentino del año 2001, donde entraron en escena la clase media y el movimiento de desocupados. Hay una serie de debates sobre la caracterización de dichos gobiernos, tales como los adjetivos de populismos de alta intensidad (Svampa, 2015), gobiernos de "desvío" (Castillo, 2016), gobiernos progresistas (Modonesi, 2015), progresismos gubernamentales (Gaudichaud, 2015), gobiernos posneoliberales (Matos y Molina, 2016).

Más allá de las diversas interpretaciones que hacen estos autores sobre el balance y naturaleza de los gobiernos de Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia y Venezuela, deseamos exponer una contradicción que nos lleva a poner en cuestión el antagonismo entre la gubernamentalidad neoliberal y la gubernamentalidad populista en América Latina, contradicción que se expresa en que el fin de ciclo de dichos gobiernos trae como consecuencia la asunción de gobiernos con una identidad política referencia en la derecha y con un plan económico de ajuste (Argentina y Brasil), como también el agotamiento de la expansión y la aplicación de medidas económicas claramente neoliberales (Venezuela, y en mucho menor medida Ecuador). Esto nos lleva a pensar si ambas gubernamentalidades son la expresión de un antagonismo, y por tanto tendríamos que hablar de retroceso, o la gubernamentalidad populista representa un híbrido de racionalidades neoliberales en el modelo de desarrollo, principalmente con la reprimarización de la economía, y una racionalidad de gobierno social que se oriente a la producción de un "ciudadano social", pero con la especificidad de una política social clientelar.

Uno de los aspectos cruciales para comprender el fin de ciclo en América Latina, y que permitirá tener una lectura mucho más completa sobre los procesos latinoamericanos en el ejercicio de una gubernantelidad específica, tiene que ver con la crisis capitalista en curso, crisis que se abre en el periodo de 2007-2008, iniciándose en el marco de las burbujas financieras, pero se ha encontrado con limitaciones estructurales del capitalismo tardío. Esta crisis capitalista ha resquebrajado la fina hegemonía neoliberal construida sobre la base de superestucturas financieras y de organismos multilaterales, generando un proceso de crisis hegemónica expresado en el surgimiento de variantes populistas de derecha (Trump, Brexit, Frente Nacional Francés, etc.) y variantes neorreformistas (PODEMOS, Syriza). En América Latina la crisis se ha expresado a través de la caída de los precios internacionales de las materias primas, impactando en las economías dependientes, generando una caída abrupta en los ingresos de divisas, forjando inestabilidades financieras que repercuten en crisis económica, política y social críticas (Venezuela) o moderadas (Argentina, Ecuador, Bolivia, Brasil).

La crisis económica mundial que afecta en América Latina por medio de la caída de los precios internacionales de las materias primas que se manifiesta en la baja del ingreso de divisas se potencia con el grado de dependencia de las economías regionales con los países imperialistas, organismos multilaterales y organismos financieros. La presión que genera sobre la dirección de políticas nacionales y regionales los organismos internacionales afecta directamente el curso de racionalidades de gobierno, ya que dichos organismos están cruzados por lógicas y racionalidades, específicamente neoliberal, por lo que la presión por medios de créditos u otros mecanismos de injerencia, terminan por reconducir las políticas nacionales y regionales a favor de una racionalidad de gobierno neoliberal. El ejemplo concreto tiene que ver con la continuidad del extractivismo como reprimarización de las economías regionales, reproduciendo los marcos históricos de dependencia en el mercado mundial, así como también las implicancias ecológicas y de generación  de autonomía real frente a las inestabilidades económicas del capitalismo tardío.

Es por ello que el análisis de los gobiernos posneoliberales-populistas no puede venir únicamente desde sus posicionamientos discursivos, ya que ellos generan una construcción poética que se expresa en un relato que se funda en un mito de origen, como ruptura del orden natural histórico de dominación. El populismo se hace eco de una serie de mitos fundantes que lo reintroducen en la historia como ruptura de una lógica de continuidad, y además como una necesidad de existencia, sin tomar en cuenta las condiciones sociales, culturales, políticas y económicas que fungen como base para el desarrollo de experiencias de gobierno bajo racionalidad populista. De esta forma, el populismo deviene en una serie de adjetivaciones que se manifiesta desde una lógica binaria, lógica que es construida de forma maniquea basada en dos campos sociales que se enfrentan, por un lado el pueblo y su gobierno, y por otro lado el campo de la oligarquía. Quedarse en el análisis discursivo se limitaría a desnudar esta estrategia semántica, impidiendo una lectura mucho más profunda, orientada a analizar la racionalidad de gobierno que subyace a las intenciones y discursos.

La continuidad de la racionalidad económica neoliberal es independiente a las aspiraciones discursivas de los gobiernos posneoliberales, ya que "no es el Estado el que gobierna, sino que son las prácticas gubernamentales las que estatizan. Analizar el gobierno permite de esta manera aprehender al Estado como práctica, por fuera y en contra de todo análisis esencial, institucional y funcional" (Nosetto, 2013: 181). Es importante detenerse en este punto y abarcar el presenta análisis centrado en el hecho de que los cambios de personalidades y de partidos políticos en el gobierno no transforman necesariamente las racionalidades de gobierno. Foucault advierte pensar al Estado como si el mismo tuviera una esencia, algo a ser descubierto, y por ende, representaría en palabras del filósofo francés, un efecto móvil de un régimen de gubernamentalidades múltiples:

El Estado no es un universal, no es en sí mismo una fuente autónoma de poder. El Estado no es otra cosa que el efecto, el perfil, el recorte móvil de una perpetua estatización o de perpetuas estatizaciones, de transacciones incesantes que modifican, desplazan, trastornan, hacen deslizar de manera insidiosa, poco importa, las fuentes de financiamiento, las modalidades de inversión, los centros de decisión, las formas y los tipos de control, las relaciones entre poderes locales, autoridad central, etc. En síntesis, el Estado no tiene entrañas, es bien sabido, no simplemente en cuanto carece de sentimientos, buenos o malos, sino que no las tiene en el sentido de que no tiene interior. El Estado no es más que el efecto móvil de un régimen de gubernamentalidades múltiples. Por eso propongo analizar o, mejor, retomar y someter a prueba esa angustia por el Estado, esa fobia al Estado que me parece uno de los rasgos característicos de temáticas habituales de nuestra época, sin intentar arrancar al Estado el secreto de su esencia, como Marx procuraba arrancar su secreto a la mercancía. No se trata de arrancarle su secreto, se trata de ponerse afuera, y examinar el problema del Estado, investigar el problema del Estado a partir de las prácticas de gubernamentalidad. (Foucault, 2007: 96).

Populismo
Imagen3. Populismo
Extraído de: http://agendapublica.es 

Por tanto, más allá de las diferenciaciones de los gobiernos posneoliberales que llegaron al gobierno por fuera de los partidos tradicionales, o de las personalidades que conforman sus dirigencias, las racionalidades políticas y económicas no dependen necesariamente de dichas diferenciaciones, sino que las mismas están ancladas en el régimen de gubernamentalidades. La gubernamentalidad populista representa un volver a la gubernamentalidad social, a la constitución  de lazos de solidaridad, como el seguro social, que pueda cubrir ciertas necesidades o que tenga un alcance sobre la población en situación de emergencia, como fue el caso de las políticas de asistencia social en los gobiernos posneoliberales. El problema está en que dichas políticas sociales se financian mediante la utilización de la renta, la cual proviene principalmente del extractivismo y la reprimarización de la economía, lo cual implica una continuidad de una racionalidad económica neoliberal, anclada en la división internacional del trabajo como países productores de materias primas.

Tomando el caso particular de Venezuela, donde el chavismo en el gobierno desde 1998 hasta el presente, no modificó el patrón productivo basado en el extractivismo y la exportación de petróleo, las políticas sociales se financiaron bajo esa lógica productiva. De esta forma podríamos identificar la preexistencia de dos gubernamentalidades, la neoliberal que actúa sobre la producción de la riqueza, y la gubernamentalidad populista que versa la actualización de la gubernamentalidad social, pero con la caracterización que expone Prada, la cual se expresan de la siguiente forma:

La gubernamentalidad clientelar o populista ensancha, en principio, los derechos democráticos, adquiriendo extensión, profundización, incluso la condición de nuevas generaciones de derechos, como los derechos colectivos y los derechos de la madre tierra. Estas son concesiones del poder a la potencia social; empero, ahí quedan, pues, después, la gubernamentalidad clientelar busca incorporar las representaciones sociales a la institucionalidad estatal, a las lógicas del poder, incluso a las prácticas perversas del poder. Formar clientelas con asistencias, con paternalismos, con bonos, con muestras afectivas, es la estrategia fundamental de reproducción del poder de esta forma de gubernamentalidad, que reproduce el Estado por medios efusivamente populistas. En una tercera etapa, la forma de gubernamentalidad clientelar se comporta como los encierros disciplinarios para contener la latencia o los desbordes sociales. Esta es su fase represiva, incluso dentro de las propias filas. (Prada, 2015)

 

La gubernamentalidad populista que expone Prada identifica al chavismo, ya sea en su etapa de expansión democrática donde se cristalizaron derechos colectivos relevantes, especialmente en el ámbito laboral, pero también es extensiva a la incorporación de las representaciones sociales (consejos comunales, comunas y movimientos sociales) a la institucionalidad del Estado, como también la utilización de formas clientelares basadas en una jerarquía de asistencia, además del papel represivo de contención, como lo es la Organización para la Liberación del Pueblo, la cual tiene la tarea de represión directa en las barriadas populares, y la puesta en peligro de los derechos y garantías democráticas con el Estado de Excepción decretado por el presidente Maduro. Aunado a estas características de la racionalidad política, existe en el plano económico una serie de medidas que se asemejan a un plan de ajuste neoliberal, con la liberación de precios mediante el marcaje de precios tomando en cuenta su nivel en el mercado internacional, el aumento de la gasolina, el endeudamiento externo, la conformación de múltiples tipos de cambios  que estimulan el mercado paralelo, la entrega del Arco Minero del Orinoco al capital trasnacional, y la continuidad y profundización de la política extractivista.

De esta forma, vale preguntarse cómo comprender a las gubernamentalidades neoliberales y populistas como racionalidades de gobierno no antagónicas, ya que existe una superposición de ambas racionalidades que tienen por efecto los cambios en materia económica y social sin grandes trastocamientos de la dirigencia política del Estado, como es el caso de Venezuela, o en Argentina, donde el cambio de gobierno, del kirchnerismo al macrismo, no representó un trauma expresado en el conflicto social, sino más bien las dirigencias sindicales, y gran parte de la opinión pública justificaron como necesaria la política de achicamiento del personal del Estado, el recorte del gasto público y el aumento de tarifas mediante la quita de subsidios. Esto nos permite pensar que las gubernamentalidades populistas y neoliberales no representan racionalidades antagónicas, siendo los gobiernos posneoliberales ejemplos claros de convivencia de ambas racionalidades. Es así que las palabras de Prada  cobran sentido en esta línea de interpretación:

Los gobiernos neoliberales como los gobiernos progresistas no salen de los límites y los márgenes definidos por la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Los gobiernos progresistas desplazan la dependencia hacia mejores condiciones; empero, no salen del círculo vicioso de la dependencia. Es más, se puede decir, que al atemperar la lucha de clases, la guerra de razas, la lucha y la guerra anti-colonial y descolonizadora, aparecen, más bien, como los dispositivos adecuados para la docilización de los movimientos sociales anti-sistémicos. (2015)

 

A forma de conclusión

Frente a la diatriba del antagonismo o no de la gubernamentalidad neoliberal o populista, tomamos posición por el hecho de que ambas racionalidades de gobierno no se interponen, sino que confluyen, ya sea de forma contradictoria o mediante superposición, permitiendo comprender que las políticas sociales clientelares, y las tibias redistribuciones del ingreso, se asentaron bajo una racionalidad extractivista y de reprimarización de la economía. Esto implica aportar una lectura al proceso de fin de ciclo de los gobiernos posneoliberales que se oriente hacia la interpretación del funcionamiento de las racionalidades de gobierno,  despojándose de una comprensión que busque una esencia determinada que fungiría como fundamento de la naturaleza del Estado por fuera de las relaciones de poder. Es por ello que expusimos los desplazamientos en las hipótesis del ejercicio del poder, decantando en la hipótesis sobre el gobierno, hipótesis que enfoca la filosofía foucaulteana sobre el sujeto desde los procesos de sujeción y subjetivación.

El fin de ciclo de los gobiernos posneoliberales se configura por el agotamiento del proceso expansivo, como es el caso de Venezuela, o de tránsito hacia nuevos gobiernos marcadamente conservadores y liberales, como en Argentina y Brasil; pero que se caracterizan por el reforzamiento de la gubernamentalidad neoliberal, gubernamentalidad que no ha desaparecido, pero también con la profundización del sentido represivo y disciplinador, producto de un empoderamiento del Estado sobre el sujeto social. Ante esto, Prada considera lo siguiente:

Los estados, si se quiere mantener este término genérico, los gobiernos, en concreto, por más socialistas que se declaren del socialismo real o del socialismo del siglo XXI, no pueden realizar las transformaciones estructurales e institucionales que requiere la liberación de la potencia social. Son aparatos de dominación. Estos aparatos de dominación, por más que hayan sido tomados por los “revolucionarios”, no son útiles para las transformaciones radicales, llamemos “revoluciones culturales”, “revoluciones civilizatorias”; pues, su mecánica y tecnología responde a las dominaciones. Estas transformaciones radicales solo pueden hacerlas los colectivos sociales, las asociaciones humanas que estén dispuestas a ir al fondo, que estén dispuestas a destruir la maquinaria que ellas mismas construyeron, para construir otros instrumentos apropiados al devenir de la potencia social: instituciones dúctiles, plásticas, desechables, al servicio de la vida. (2015)

 

Esta advertencia de Prada sobre las limitaciones de las transformaciones llevadas a cabo por los gobiernos posneoliberales debe aclararse que no son aparatos de dominación por el solo hecho de ser espacios donde la clase dominante se unifica en la heterogeneidad de sus intereses, sino que lo son también porque son racionalidades de gobierno que operan sobre el cuerpo social con la finalidad de gobernar la administración de la vida de las poblaciones. El fin de ciclo de los gobiernos posneoliberales pone sobre la mesa la posibilidad de repensar nuevas gubernamentalidades que desborden las racionalidades neoliberales y populistas, gubernamentalidad que debe ser pensada más por los desplazamientos y emergencias de procesos de autoorganización como formas de contraconductas, que por la construcción ideal de una gubernamentalidad que expresaría los límites de la subjetividad actual.

 

Notas:

[1] Licenciado en Filosofía por la Universidad Católica Cecilio Acosta. Magister en Filosofía de la Universidad del Zulia. Investigador de la Universidad Católica Cecilio Acosta con el proyecto “Distinciones entre cuerpo y somateca desde la genealogía política de Paul. B. Preciado”. Investigador de INVECOM y del proyecto “Normatividades de la sexualidad en América Latina” del Centro Queer Latinoamericano de la Universidad Nacional de Rio Cuarto.

 

Bibliografía:

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Cómo citar este artículo:

SICERONE, Daniel Alberto, (2017) “Gubernamentalidad neoliberal y gubernamentalidad populista. ¿Racionalidades de gobierno antagónicas?”, Pacarina del Sur [En línea], año 8, núm. 31, abril-junio, 2017. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Sábado, 20 de Abril de 2024.

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