El auge del ciclo “nuestramericano”: Analizando el rol discursivo del proyecto chavista en la integración transnacional

The rise of “nuestramericano” cycle: Analyzing the role of the Chavista discourse in transnational integration project

A ascensão do ciclo “nuestramericano”: Analisando o papel discursivo do projeto chavista na integração transnacional

Luis Roniger

Wake Forest University, EE. UU.

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Daniel Wajner

Hebrew University of Jerusalem, Israel

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Recibido: 24-05-2019
Aceptado: 19-06-2019

 

 

Introducción

El presente artículo aborda el legado del proyecto chavista en lo que respecta a su influencia discursiva sobre la esfera transnacional en la región, y su traducción en términos políticos e institucionales.[1] Mientras los discursos de solidaridad colectiva yuxtapuestos en el marco de lo que se ha dado en llamar “Nuestramérica” han resultado funcionales para el movimiento chavista como herramienta de legitimación, han asimismo recreado una serie de narrativas, prácticas y demandas políticas de amplia resonancia por un período de casi dos décadas. Este impacto se ha visto reflejado en diversas alianzas nacionales, proyectos de integración regional y lazos globales destinados a pulsar estrategias de conexión multilateral, al tiempo que han proyectado dinámicas transnacionales novedosas en la región. El discurso chavista proclamó su compromiso con raíces identitarias transnacionales que históricamente habían sido marginalizadas e intentó movilizarlas a nivel popular, derivando en el fortalecimiento de organizaciones de índole indigenista y afro-americana.

A lo largo del artículo exploramos las bases discursivas utilizadas por el proyecto Chavista para vigorizar identidades transnacionales e influir sobre la política regional en distintos niveles. Tras indicar precedentes de larga data, procedemos a rever la relación del Chavismo con el discurso histórico de solidaridad latinoamericana. Pasamos luego a abordar su rol en el fortalecimiento discursivo de múltiples identidades transnacionales, así como su uso en la articulación de conexiones regionales y globales. Finalmente analizamos la interacción entre procesos identitarios operados por iniciativa del Chavismo y sus aliados y la dinámica generada a partir de los movimientos indígenas y afro-americanos, algunos de los cuales han actuado en años recientes como un boomerang contra los liderazgos chavistas.

El análisis en esos diversos niveles sugiere que el Chavismo no sólo usó discursos de solidaridad transnacional existentes, sino que los recreó de manera sustantiva, indicando asimismo su disposición a invertir enormes recursos y esfuerzos institucionales en comparación con iniciativas similares del pasado. Los resultados del presente estudio pueden contribuir en el plano teórico hacia un mayor entendimiento de las dinámicas de legitimación de proyectos de integración regional por vías identitarias, al tiempo que permiten aproximarse empíricamente al persistente rol de temáticas transnacionales en las sociedades y los sistemas políticos de América Latina.


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El rol histórico del discurso transnacional en la integración latinoamericana

La noción de crear lazos solidarios transnacionales en América Latina como catalizador identitario de un proyecto político es de larga data. Un primer ejemplo puede retrotraerse al ideario de solidaridad y unidad hispano-americana de Simón Bolívar en el marco de la fragmentación del sistema colonial español, el desarrollo de proyectos nacionales locales y la aparición de diversos adversarios “extranjeros”.

En base al ideario bolivariano y otros relacionados, en el siglo XIX los países hispanoamericanos y aún Brasil desarrollaron estrategias transnacionales y de conexión global. Es común recordar el pionero Congreso de Panamá convocado por Simón Bolívar en 1826, un antecedente clave de posteriores cumbres y encuentros multilaterales. Con el correr del tiempo, tales estrategias fueron dictadas por las demandas de la división internacional del trabajo en la cual los países latinoamericanos se insertaron como productores de materias primas e importadores de productos manufacturados. Asimismo, procesos globales como la prohibición de la trata de esclavos y el pasaje al empleo de trabajadores asalariados –en su mayoría inmigrantes– implicaron la emergencia de nuevas estrategias y conexiones supra-estatales. Por último, el profuso uso y abuso por parte de los estados latinoamericanos de mecanismos de exclusión de las oposiciones políticas derivó ya a partir de la primera conferencia sudamericana de derecho internacional privado (Montevideo, 1889) en una serie de pactos y convenciones multilaterales que regularían el derecho de asilo político, condicionado empero al beneplácito de los estados en conferirlo a quienes huían o eran proscriptos y expulsados de un estado vecino.[2]

Claro está, una más elaborada noción de solidaridad transnacional puede rastrearse en numerosas direcciones, entre ellas el famoso ensayo sobre Nuestra América del cubano José Martí (1891), los Temas de Nuestra América del peruano José Carlos Mariátegui, o bien los Mandamientos unionistas del centroamericano Alberto Masferrer, estos dos últimos enunciados en la década de 1920. En Nuestra América, a partir de un análisis histórico y coyuntural, el poeta, periodista y político cubano convocaba a la unión entre los pueblos de la región, lo cual permitiría mantener la independencia frente a la emergente potencia estadounidense (“el tigre de afuera”) y las potencias europeas (Sobrevilla, 1999). Asimismo, Martí rechazaba la contraposición de civilización y barbarie, según la cual lo “genuinamente” americano formaría parte de la barbarie. En su lugar, convocaba a una reapropiación de la cultura y la defensa de los grupos marginados, sugiriendo fortalecer la solidaridad entre quienes estuvieran dispuestos a oponerse a la otra América (EE.UU.) con la que se estaba en potencial disputa y generando así un instrumento ideológico autónomo: el ideario pan-(latino)americano (Acosta-Belén, 1995; Ferman, 1991). ahora bien: Martí mantuvo cierta ambigüedad sobre cómo estaría compuesto dicho colectivo americano a quien convocaba. Con todo su lirismo, llamaba a las naciones hermanas a conocerse y reconocerse, esto es, a comenzar un proceso de formación conjunta en términos identitarios (Belnap & Fernández, 1998; Hatfield, 2010; Saldívar, 1997).

De manera similar, el movimiento unionista, siguiendo el ideario de Salvador Mendieta, Alberto Masferrer y otros intelectuales, intentó generar entusiasmo para recrear la unidad centroamericana a partir de las redes sociales de activistas formadores de sociabilidad y opinión pública (Masferrer, 1996).[3] Igualmente, en Temas de Nuestra América, Mariátegui aludía al destino conjunto de los pueblos indo-americanos que según el Amauta “no sólo son hermanos en la retórica sino también en la historia” (1986, pág. 13). Reconociendo la amenaza de balcanización, por ejemplo, frente a la inminencia de un conflicto bélico entre Bolivia y Paraguay, en 1928 Mariátegui hacía un llamado a la intelectualidad a movilizar a la opinión pública de los pueblos latinoamericanos para prevenir que ‘menudas querellas provincianas’ desembocaran en una guerra. “Una guerra entre dos países latino-americanos –argumentaba– sería una traición al destino y a la misión del Continente” (pág. 33).

Desde allí en más, a lo largo de más de un siglo, la noción de solidaridad latinoamericana ha sido convocada una y otra vez por políticos y formadores de opinión varios como un llamado a resistir al imperialismo y convocar a seguir un camino cultural y político propio. Uno de los usos más extensivos de tal implementación discursiva radicó en el objetivo de legitimar proyectos políticos regionalistas. En múltiples ocasiones, la existencia de dicha noción identitaria fue invocada para levantar proyectos transnacionales diversos, convergentes o incluso dispares, como fueron el panamericanismo, el latinoamericanismo, el hispanoamericanismo, el iberoamericanismo, el indigenismo y el afroamericanismo. Idearios de claras delimitaciones estatales se sirvieron discursivamente de la noción de “nosotros, los americanos” para legitimarse y proyectar su variable mensaje.

El imperativo de solidaridad latinoamericana ha generalmente recibido su espaldarazo del carácter transnacional que presenta la región. Por transnacionalismo entendemos una cierta interconectividad generada por procesos, redes y conexiones que se extienden más allá de las fronteras nacionales, y que suelen ser reflejados en diversas prácticas y contactos, tradiciones y memorias históricas, así como movimientos migratorios trans-fronterizos (Roniger, 2011, págs. 6-14). La transnacionalidad ha sido en América Latina un fenómeno paralelo a la globalización, distinguible a nivel analítico, aunque superpuesta a ésta en la praxis. Mientras la globalización alude a la conexión con mercados internacionales, a la circulación de mercancías por sobre fronteras estatales y a la reorganización de factores productivos, con un pilar fundacional económico, la transnacionalidad se pone de manifiesto en interacciones, redes y prácticas políticas que proyectan y conectan a los ámbitos infra-nacionales con los espacios supra-nacionales (Østergaard‐Nielsen, 2003). En ese sentido, junto con la cristalización y consolidación de estados nacionales en América Latina, el imaginario de “naciones hermanas”, las redes y proyectos transnacionales marcaron en forma paralela el devenir de la región.

A continuación, pasamos a explorar los precedentes de larga data en lo que respecta a estrategias multilaterales y de conexión regional en las sociedades latinoamericanas. Ello permitirá luego analizar con cierta perspectiva histórica las estrategias adoptadas por el Chavismo para potenciar las identidades transnacionales e influir en el sistema regional a diferentes niveles de articulación.

A fines del siglo XIX y comienzos del XX, ya bajo la hegemonía de Estados Unidos, hubo una serie de proyectos organizativos de conexión multilateral, como el Panamericanismo que se inicia con la Primera Conferencia Internacional Americana, celebrada en Washington, D.C., de octubre de 1889 a abril de 1890, o las tempranas intervenciones para prevenir una intervención europea en Venezuela en nombre de la Doctrina Monroe. Se suele recordar la ocupación norteamericana de Cuba y Puerto Rico, y el Corolario Roosevelt (1904), pero no menos importante fue a comienzos del siglo XX el intento de Washington de empujar a los países centroamericanos a unirse superando las tensiones derivadas de la fragmentación en estados separados y por momentos beligerantes. Un ejemplo de ello fue la mediacióndel presidente estadounidenseTheodoreRoosevelt junto al presidente mexicano PorfirioDíaz para llevar a la Guatemala de ManuelEstradaCabrera (1898-1920) y la Nicaragua de JoséSantosZelaya (1893-1909) a firmar, bajo el patrocinio delos EE.UU.,un Tratado Generalde Paz y Amistaden WashingtonDC, en diciembre de 1907,y limitar así el potencialdedesestabilización regional. Los esfuerzos parareviviruna confederación de estados finalmente fracasaron,pero losdelegados llegaron a firmar ocho conveniosencaminados a detenerla luchatransnacional. La década de 1910, consecuentemente, fue escenario deun esfuerzo por erigir un marco multilateral centroamericano, que incluyó el desarrollo de uncorpusde derecho internacional,apoyadopor Washingtoncomo parte desus políticaspanamericanistas.Una OficinaInternacional Centroamericanafue creada con base en Guatemalaa fin de apoyar “la recreación pacífica de laPatria Centroamericana”. Dicha iniciativa fue acompañada por renovadas actividades transnacionales lideradas por el movimiento unionista, cuyos activistas imbuidos de idealismo intentaron recrear el proyecto de una gran Nación Centroamericana. A raíz de las tensiones entre el deseo de unificar marcos legales y económicos sin afectar la soberanía estatal, la “confederación de intereses” pronto se rompió, en particular por hallarse Nicaragua bajo el protectorado militar, legal y económico de Estados Unidos a lo largo de la década de 1910. Costa Rica, El Salvador, Honduras y Colombia protestaron las acciones de EE.UU., con Costa Rica llevando el caso ante la Corte Centroamericana de Justicia. Sin embargo, en un corto tiempo, estadosy ciudadanospor igualse volvieron escépticos respecto del proyecto de unidad centroamericana. Hacia comienzos de la década de 1920, las esperanzaspan-Centroamericanas se habían diluido (Roniger, 2011, págs. 87-102).

Una generación más tarde, se profundizó nuevamente el multilateralismo bajo la égida de Estados Unidos. Frente a la confrontación bélica con las naciones del eje en Europa y Asia, los EE.UU. promovieron acuerdos militares multilaterales, y una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, se creó la Organización de Estados Americanos mediante el Acuerdo de Bogotá (1948). En paralelo, junto a la progresiva imposición de políticas proteccionistas en la región, comenzó un proceso de integración económica latinoamericana que no incluía a los EEUU, como el Tratado de Montevideo de 1960 que dio lugar a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). En los años 1950s y ‘60s surge también la primera ola de procesos sub-regionales, con la creación en 1951 de la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA) que da lugar en 1960 al Mercado Común Centroamericano (MCCA); la firma de la Asociación de Libre Comercio del Caribe (CARIFTA) en 1965 que daría origen en 1973 a la Comunidad del Caribe (CARICOM); y la suscripción del Acuerdo de Cartagena en 1969 que dio inicio a la llamada Comunidad Andina de Naciones (CAN).


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En paralelo, proyectos políticos y económicos que reafirmaban el carácter nacional-popular del Estado, también se anclaron discursivamente en la apelación transnacional de “nosotros, los americanos” con fines legitimarios. Ello se nota en el caso de líderes paradigmáticos de la ola denominada “Populismo Clásico”, como lo fueron Lázaro Cárdenas, Juan Domingo Perón o Getulio Vargas (Roniger, 2013; Wajner, 2019).

El punto más alto de ese proceso y a su vez el comienzo de su nadir ocurrió durante la Guerra Fría, cuando la cooperación multilateral se instrumentó por parte de dictaduras para exterminar a la izquierda radical y a sus simpatizantes en forma transnacional, por medio de mecanismos de coordinación de la represión antisubversiva tales como la Operación Cóndor. En ese sentido, si bien tanto los gobiernos dictatoriales como las organizaciones de resistencia fueron fenómenos con bases nacionales, se tradujeron en coordenadas transnacionales, tanto en términos prácticos como discursivos (McSherry, 2005).

Una vez iniciados los procesos de transición hacia la democracia, se reinventaron los esquemas de integración sub-regional previos y se crearon nuevos esquemas en el marco de un Regionalismo Abierto que pasó a prevalecer a partir de los años 1980s. Orientados principalmente a la apertura comercial, se destacaron proyectos subregionales que emergieron en el Cono Sur (MERCOSUR), la región Andina (CAN), Centroamérica (SICA) y el Caribe (CARICOM).[4] Identificando los desafíos económicos que presentaba la globalización, en particular el creciente endeudamiento externo y los condicionamientos del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (el ‘Consenso de Washington’), el paradigma adoptado profesaba la necesidad de impulsar una integración regional abierta “escalonada” hacia la globalización, alejándose de las políticas proteccionistas de antaño.[5]

Más precisamente, la recreación de la ALALC en la ALADI (1980) apelaba a la convergencia de acciones parciales dirigidas a la formación de un mercado común latinoamericano, con menor énfasis en las dimensiones identitarias. Asimismo, los gobiernos posteriores a las dictaduras en Argentina y en Brasil –uniéndose luego los gobiernos de Uruguay y de Paraguay– asumieron un proyecto convergente de incrementar el comercio intrarregional e integrarse a nivel global, proyecto que derivó en el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) (Gomez-Mera, 2005). Este se fundó en el marco de un mercado común por el Acuerdo de Asunción (1991) y se consolidó oficialmente en tanto unión aduanera en 1994 con el Protocolo de Ouro Preto. Una actitud similar puede ser identificada en el marco de la renovada Comunidad Andina de Naciones (CAN), que en 1987 firma el Protocolo de Quito que introduce un capítulo de cooperación económica-social y en 1993 pone en pleno funcionamiento la Zona de Libre Comercio entre cuatro países de la zona andina. De igual manera se entiende la conformación del G3 entre Colombia, México y Venezuela en marzo de 1989 procurando complementar sus economías hacia terceros países, y la ODECA, que en diciembre de 1991 firmó el Protocolo de Tegucigalpa dando origen al Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) como un nuevo marco jurídico-político. En todos estos casos, los países asociados se sirvieron del discurso de afinidad transnacional, como un trasfondo a los operativos funcionales de compatibilización de políticas comerciales y aduaneras, si bien en menor medida que en ocasiones pasadas o futuras.

Hacia finales de los años 1990s el modelo de Regionalismo Abierto había entrado en crisis, fundamentalmente por las crisis financieras y económicas producidas por las políticas de reajuste y privatización, así como por las enormes demoras y excepcionalidades que frenaban el avance de la integración. Es en este escenario regional que Hugo Chávez llega al poder en Venezuela en 1998, y es contra los fundamentos regionalistas que le anteceden con los que lanza la “Revolución Bolivariana”. Mientras rescatará la temática de solidaridad latinoamericana para potenciarla, el Chavismo la orientará en dirección a nuevas formas de multilateralismo regional, apoyándose en los “petrodólares” como base favorable de financiación de su proyecto.

 

Chavismo, Nuestramérica y regionalismo anti-ALCA

Bajo el impacto del Chavismo, una vez más, una noción transnacional –“Nuestramérica”– pasó a jugar un rol agregativo y movilizador en muchas sociedades latinoamericanas, pasando a ser parte del vocabulario político de presidentes, sindicalistas, artistas, intelectuales, periodistas, profesores y activistas partidarios de la “Patria Grande”. Muchos de ellos han congregado así a “los pueblos de Nuestra América”,[6] convocado a “los gobiernos de Nuestra América” a la acción,[7] elogiado al “Comandante de Nuestra América” (Oliva, 2013), defendido la “integridad del territorio de Nuestramérica”, planeado el “futuro de Nuestramérica” (Chávez & Prado Reyes, 2014) y, por supuesto, apelado a fortalecer “la unidad nuestramericana” (MPPRE, 2014). Centros culturales, fundaciones, concursos literarios y artísticos, programas radiales y televisivos, blogs, sitios en Facebook, hashtags multitudinarios en Twitter. Todos ellos llevan el nombre de “NuestrAmérica”.

Tal uso masivo y sistemático del concepto de Nuestramérica como estrategia discursiva legitimadora aparece en forma trascendental con el avance del proyecto político del Chavismo (Alcalay, 2012). Más precisamente, su adopción estratégica se ve plasmada expresamente cuando en la Cumbre extraordinaria de Maracay (julio de 2009) ALBA, la organización regional denominada entonces “Alternativa Bolivariana para América”, sustituye su nombre oficial por “Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América–Tratado de Comercio de los Pueblos” (ALBA-TCP).[8] Dada la tensión entre los diversos idearios regionalistas y nacionales, el llamado a la unidad y solidaridad de los latinoamericanos resultó instrumental, pues permitió conjugar diversas identidades bajo un mismo paraguas conceptual, evitando detallar dispares bases ideológicas, geográficas o culturales, obviando así eventuales contradicciones.

El mero hecho de que el Chavismo interpelara una identidad transnacional pre-existente con el propósito de legitimarse a nivel continental¸ así como las encuestas de opinión pública que detallaban un mayor apoyo al proyecto chavista que al propio Chávez, fueron fuertes indicadores del anclaje de un sentido de conexión transnacional que en las Américas superaba las estructuras estatales de cuño “Westphaliano” (Vertovec, 1999; Subrahmanyam, 2005). Asimismo, independientemente de si los movimientos aliados al Chavismo emplearon los discursos de solidaridad transnacional a partir de un convencimiento ideológico o como una herramienta táctica de alcance popular, lo cierto es que su uso generó una comunidad de sentido y afectó la dinámica política y el imaginario de amplios sectores a nivel trans-estatal.[9]

En ese sentido, el impacto del discurso transnacional se ha visto reflejado en las diversas alianzas inter-estatales impulsadas en la región; entre ellas, además de la ya mencionada ALBA, se cuentan organizaciones regionales como UNASUR y CELAC, la recreación del MERCOSUR, proyectos interestatales como PetroCaribe, TeleSur, Banco del Sur, Gasoducto del Sur.[10] El Chavismo recreó así y reprodujo transnacionalmente una serie de narrativas, prácticas y demandas políticas que habían menguado después de las décadas de los 1960s-70s del centro del quehacer político y las esferas públicas, o por lo menos no surgían con ímpetu. El discurso chavista proclamó su compromiso con raíces identitarias transnacionales e intentó movilizarlas a nivel popular, derivando en el fortalecimiento de movimientos de índole indigenista y afro-americana, así como en diversos lazos globales en el marco de redes acopladas en torno a nociones como el “Sur Global”, el “Tercermundismo” o el “Socialismo del siglo XXI”. Sin embargo, como veremos luego, en ocasiones tal fortalecimiento ha tenido consecuencias imprevistas para sus difusores, tornándose algunos de esos movimientos contra los propios gobiernos chavistas, al demandar mayores derechos y protestar la falta de autonomía respecto de los centros de poder.

Desde la llegada de Hugo Chávez al poder, se produjo una verdadera revolución en América Latina en lo que respecta a reorganizar los marcos de integración existentes, así como a la creación de nuevos organismos regionales que adoptaron el discurso de solidaridad “Nuestramericana”. En paralelo a la cooperación inter-gubernamental que, como veremos más adelante, estuvo destinada a fortalecer o cooptar aliados políticos e ideológicos, tanto la remodelación de los marcos de integración como el surgimiento de nuevos organismos respondió al interés en implementar un poder de convocatoria transnacional. En el Chavismo, más que la aparición de un futuro necesariamente idílico, se apelaba constantemente a la re-edición de un pasado visionario, evidente en las abundantes referencias de Chávez a la gesta independentista en general y a la figura de Simón Bolívar en particular (Agulló, 2009, pág. 104). El tema de la solidaridad revolucionaria y la visión de una América unida e independiente del control extranjero se proyectaron como el legado de Bolívar al centro del proyecto chavista, la “Revolución Bolivariana” (Azicri, 2009, pág. 99).

Los intereses del Chavismo iban mucho más allá de la promoción altruista de una integración regional. Asumiendo una actitud revisionista frente a las políticas neoliberales dictadas por el “Consenso de Washington”, que prevalecieron en la década de los 1990s, y bajo la cobertura de un discurso de fuerte énfasis en la unidad transnacional, Chávez puso las ganancias de la venta del crudo –conocidas popularmente como “petrodólares”– a disposición de objetivos regionales. En ese sentido, el Chavismo puede ser entendido como la primera gran demostración en América Latina de un país que no solamente convoca a implementar una visión de integración regional, sino que está dispuesto a asumir los costos que ello implicaba. Justamente, una de las grandes críticas que se venía presentando a países-pivote como Brasil, Argentina y México era su incapacidad o desinterés en traducir su potencial liderazgo regional en proyectos que implicasen derivar recursos sustantivos.[11] La percepción de que, a diferencia de aquéllos, Venezuela ciertamente estaba dispuesta a ceder recursos, incluso de una manera más directa y flexible que la ofrecida por Estados Unidos o los estados europeos, constituyó un poderoso incentivo para sumarse, o por lo menos tolerar el avance chavista.


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Rompiendo con los fundamentos de los marcos de cooperación previos surgidos en el marco del llamado Regionalismo Abierto, el Chavismo influyó sobre las lógicas regionalistas previamente existentes con la propuesta del ALBA en 2001, creada oficialmente en 2004 (Gil & Paikin, 2013; Muhr, 2012a). Cabe mencionar que, hasta entonces, la Venezuela chavista mantenía sin mayores cambios su actividad en el marco de su participación en la CAN, de la que se retiraría recién en abril de 2006; vale decir, con la consolidación del “vuelco a la izquierda” de América Latina iniciado a partir de 2003, el Chavismo comienza a emprender y proponer públicamente un camino regional propio (Castañeda, 2006).[12] En un proceso que años después incluiría a Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y varios estados insulares del Caribe, nace el ALBA como una alianza de países con afinidad ideológica bajo una causa de neta finalidad programática: oponerse al acuerdo del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) impulsado por los EE.UU.[13]

En oposición al ALCA, y alegando que ese acuerdo representaría la culminación histórica del proyecto pan-americanista estadounidense, ALBA fue presentada como un reflejo de un espíritu transnacional distinto, identificado con Simón Bolívar y opuesto a la Doctrina Monroe.[14] Esto es, el Chavismo lleva al frente una agenda política y la transforma en central, mientras relega el componente técnico-comercial en subsidiario (Caetano, 2011; Goméz, 2004). También la integración sub-regional pasa a un segundo plano, mientras a nivel discursivo prima la ambigua pertenencia transnacional a una América “nuestra”, sin influencias extranjeras. Se produce así un pasaje de un proyecto de integración neo-liberal y hegemónico orientado por las fuerzas del libre mercado, a otro alternativo, en el que se reconstruyen las fronteras regionales, se fortalece el rol del Estado y se movilizan redes sociales de apoyo, se adoptan nuevas prácticas e instituciones, en un proceso que distintos académicos han denominado regionalismo post-hegemónico (Riggirozzi & Tussie, 2012) o regionalismo post-liberal (Sanahuja, 2008-2009).

El punto cumbre que consagra el protagonismo chavista en la política regional se produce en la Cuarta Cumbre de las Américas en Mar del Plata, que tuvo lugar del 4 al 5 de noviembre de 2005. Allí Chávez consigue un éxito diplomático en el objetivo de detener el avance del ALCA, así como la puesta en práctica de una movilización social masiva y una poderosa campaña mediática que difunden la idea de confrontadas visiones hemisféricas (Briceño Ruiz, 2007). Para ello el Chavismo se valió de todos los instrumentos retóricos en su convocatoria a “salvar a Nuestramérica”. Ya previamente, el proceso de lucha popular por “No al ALCA” venía imbuido de convocatorias a la solidaridad latinoamericana, a los próceres regionales, al “conspirador enemigo del Norte” y a sus “limpiabotas transnacionales”. Una vez en la mesa de negociación en Mar del Plata, solamente EE.UU., México, Panamá y Trinidad y Tobago mostraron una clara disposición a avanzar en pos del ALCA, mientras que Venezuela junto con los cuatro países del MERCOSUR ejercieron una fuerte oposición. A la par que el intento de aislar al gobierno venezolano fracasó, el tono impuesto por la coalición anti-ALCA generó disuasión en muchos otros países de la región que, aún si podían estar interesados en el tratado, optaron por callar. Si bien se sugirió analizar a futuro la posibilidad del ALCA bajo el mensaje consensuado de que “todavía no están dadas las condiciones necesarias”,[15] en la práctica la falta de plazos concretos para la negociación determinó simbólicamente el “sepelio” o el “naufragio” del ALCA (Cueva, 2005; Saguier, 2007; Fernández-Bolaños, 2011). En las palabras del propio Chávez, “Cada uno de nosotros llegó aquí con una pala, sí señor, una pala de enterrador, porque en Mar del Plata está la tumba del ALCA”.[16] Más aún, Mar del Plata quedó marcado en el imaginario popular por la aquiescencia del espíritu de resistencia Nuestramericana “contra el imperio”. El ALCA no pasó por “la fuerza de los Pueblos”. Hubo victoria, porque “el Sur caminaba” (Cueva, 2005). En definitiva, la famosa consigna de Chávez, en el marco de la anti-cumbre, de arrojar “el ALCA… ¡al carajo!” (Patrone, 2013), representó el cierre de una etapa y el comienzo de otra nueva. El Chavismo asumió el sepelio del ALCA como una muestra de que Venezuela ya no se encontraba sola, como en años anteriores, en las Cumbres internacionales. De allí que el aniversario de la derrota del ALCA se convirtiera en una efeméride conmemorativa para los movimientos adjuntos al proyecto chavista.

 

Chavismo y regionalismo nuestramericano 2.0

El impacto del Chavismo va a ser sustantivo en otras múltiples tendencias integrativas a nivel regional. A pesar del fortalecimiento de su liderazgo a comienzos del siglo XXI, así como de los primeros indicios de “complicidad” que se gestaron con los gobiernos de Ignacio (Lula) Da Silva y de Néstor Kirchner, Chávez vio baja la probabilidad de que los países sudamericanos de “la izquierda moderada” se sumaran a proyectos regionalistas de tenor bolivariano (Sanahuja, 2008-2009; Vargas Llosa, 2014).

La estrategia chavista pasó entonces a una segunda etapa, desplazándose hacia el centro de los marcos de integración sudamericanos existentes, pero apelando a su transformación, así como a la creación de nuevos marcos regionales que permitieran la convergencia con el liderazgo de otras potencias regionales como Brasil, Argentina y luego México. Es decir, Chávez concibió encaminar esfuerzos en un mosaico de proyectos regionales, subregionales, bilaterales e interregionales; un conglomerado hecho “a medida” que permitiera la reconfiguración de Nuestramérica (Domínguez, 2007; Muhr, 2012a; Riggirozzi & Tussie, 2012). El Chavismo pudo intentarlo pues se benefició con la llegada al poder de fuerzas políticas afines en los otros Estados latinoamericanos. En 2006 Evo Morales asciende a la presidencia de Bolivia, y en 2007 llegan al poder Daniel Ortega en Nicaragua y Rafael Correa en Ecuador. Esos países se integrarían seguidamente al ALBA, así como también se sumarían varias islas del Caribe como Dominica, Antigua y Barbuda, San Vicente y las Grenadinas.

En lo que respecta a la primera vía, ante la incapacidad de transformar a la CAN, donde encontraba una férrea oposición de parte de gobiernos que apoyaban el panamericanismo y la firma de tratados de libre comercio (TLC) con EEUU –básicamente Colombia y Perú bajo los liderazgos de Álvaro Uribe y Alejandro Toledo– Chávez anunció en abril de 2006 su alejamiento de la CAN y su intención de incorporarse al MERCOSUR (Malamud Rikles, 2006). Venezuela confirmó también que se retiraba del llamado G3, grupo que integraba junto con México y Colombia desde 1989. Ya en julio de 2006 Venezuela firmaba el protocolo de adhesión al MERCOSUR, si bien el engorroso proceso de ratificación llegó a término solo en 2012, luego del alejamiento de Paraguay a raíz del derrocamiento del presidente Lugo (Feinberg, 2010). La presencia venezolana en el MERCOSUR, si bien más calma que en otros ámbitos, fundamentalmente fortaleció el discurso de la integración social y cultural de la región, así como la proyección de un bloque partidario de la “integración productiva” (Caetano, 2011).

En lo que respecta a la segunda vía, la creación de nuevos marcos regionales, a partir de la III Cumbre Suramericana en Cuzco en diciembre de 2004, se concibe con fuerte empuje brasilero y colaboración venezolana la creación de una Comunidad de Naciones Suramericanas. Lanzada inicialmente bajo el acrónimo de CSN y luego de CASA, la organización regional se refundaría como la Unión de Naciones Suramericanas o UNASUR a partir de las cumbres de la Isla de Margarita (2007) y de Brasilia (2008). El proyecto estaba orientado a acentuar la integración física a nivel sub-regional principalmente en las áreas de infraestructura, financiación y energía, al tiempo que procuraría asumir centralidad en el ámbito de la política y la seguridad, que hasta entonces se mantenía en el marco de la OEA, excluyendo pues a EEUU y Canadá.[17]

La reacción externa ante el efecto dominó de tal explosión organizativa no tardó en llegar, advirtiendo sobre la posible hegemonía venezolana en el plano transnacional, lo cual en cierta medida retroalimentó el discurso chavista. Ya luego de la caída del ALCA en 2005, EEUU intentó contraatacar por medio de la selección de países latinoamericanos con los que profundizaría la cooperación bilateral por medio de tratados de libre comercio (TLCs), procurando crear un círculo propio de países que debilitara al Chavismo.[18] Esta estrategia fue denominada “ALCA light”, o “alquitas”, en las palabras del propio Chávez. En Sudamérica tal estrategia tuvo éxito en los casos de Colombia, Panamá, Costa Rica y Perú; en otros casos, sin embargo, EE.UU. perderá la batalla.

El ejemplo uruguayo de rechazo al TLC es testimonio de ello. A lo largo del año 2006 se produjo un profundo debate ideológico en Uruguay acerca de la eventual firma de un TLC con los EE.UU. En 2005, había llegado al poder por primera vez el Frente Amplio (FA), una coalición paraguas de partidos de izquierda (algunos de izquierda moderada, como el Presidente y el Ministro de Economía, otros cercanos a una izquierda más radical). Ciertos sectores del Frente Amplio consideraban que existía consenso popular sobre los acuerdos-macro para el TLC (2004-2005) pues, a su parecer, podrían mejorar las condiciones de acceso de productos uruguayos a los mercados globales. Para otros, empero, negociar un TLC con los EE.UU. representaba una traición a la integración latinoamericana y una claudicación de la lucha anti-imperialista (Porzecanski, 2010). En ese sentido, sectores de la sociedad civil colaboraron con las plataformas chavistas. Finalmente, el gobierno uruguayo rechazó el TLC, si bien aceptando la posibilidad de firmar un Acuerdo Marco de Comercio e Inversión (TIFA). Siendo éste un acuerdo puramente económico que no encaraba la dimensión política del TLC, el gobierno del Frente Amplio estimó sufrir menores costos políticos y no perder legitimidad en las bases partidarias y entre los intelectuales. De cualquier forma, la maniobra de Chávez puso en evidencia las limitaciones de EEUU en implementar una contra-estrategia efectiva de política exterior (Corrales, 2009; Ellner, 2012).


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También España, en tanto líder del proyecto iberoamericano, chocó con el Chavismo. Desde los años 1990s, con el fortalecimiento de la Comunidad Iberoamericana de Naciones, apoyándose en las Cumbres Iberoamericanas que se desarrollaron desde 1991, y en una Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) muy activa desde 2005, España fue otro actor que pretendía volver a ejercer influencia en la región. Apelando a fortalecer un discurso transnacional alterno, la SEGIB promovió el iberoamericanismo, un “pariente” cercano del hispanoamericanismo pero que incluía asimismo a Portugal y a Brasil (Sanhueza Carvajal, 2003). A pesar de intentos iniciales de co-existencia regionalista, la Iberoamérica española derivó progresivamente en una colisión frontal con la Nuestramérica chavista. Probablemente el mejor ejemplo del proceso de descalificación puede encontrarse en la famosa expresión del rey de España Juan Carlos I durante la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estados en noviembre de 2007, al interpelar a Chávez con un rotundo “¿Por qué no te callas?”. La ola de reacciones, mensajes y contra-mensajes que el entercado generó traslucen el modo en que desde el Chavismo se refuerza un mensaje transnacional del que España –a raíz de ser portadora de un pasado colonialista– podría llegar a quedar excluida.

En cualquier caso, hacia fines de la primera década del siglo XXI, Chávez decidió emprender un camino estratégico propio más allá del ALBA, marco que no había logrado expandir su membresía en forma notable. Chávez no podía asumir tal protagonismo a través de organizaciones como la OEA o la Comunidad Iberoamericana, apadrinadas y contraladas por potencias extra-regionales, ni por medio de MERCOSUR o UNASUR, donde desde su inicio otras potencias regionales como Brasil lideraban y donde las coordenadas geográficas limitaban. Decidió entonces establecer un nuevo marco de integración a través del cual proyectar su ideario con un mayor margen de legitimación interna y externa a la hora de abordar cuestiones comunes.[19]

En esta tercera etapa, el Chavismo se orienta entonces desde 2010 a la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), heredera del Grupo de Río y de la Cumbre de América Latina y del Caribe (CALC), que profesa promover la integración y el desarrollo regional, proyectando su voz al más alto nivel político e incorporando fuertes bases sociales. El control emergido sobre CARICOM, donde contaba con la mitad de los votos, le aseguraba al Chavismo un mayor peso en las decisiones adoptadas en ese marco (Sanders, 2007). En paralelo, el auge regionalista también se ve plasmado en el anuncio de proyectos interestatales temáticos, generalmente vinculados a áreas de desarrollo promovidas por UNASUR. Entre los proyectos emblemáticos se contaron el Banco del Alba y el Banco del Sur, así como el Gasoducto Transcaribeño, el Gasoducto del Sur y los nuevos marcos de cooperación superpuestos para temas de gas y petróleo como el Grupo de los 10 (G-10), organismos todos orientados a lograr soberanía financiera y energética en la región.

Sin embargo, la convocatoria a la solidaridad nuestramericana comenzó a sufrir los costos de todas estas ofensivas regionalistas superpuestas. A la par del impulso de coordinación transnacional, se comienza empero a vislumbrar una cierta fatiga en diversos sectores académicos, intelectuales y en la opinión pública respecto de la multiplicación y superposición de organizaciones regionales. Vale decir, respecto de la “multi-pertenencia” sustentada en una retórica con amplia resonancia discursiva pero limitada en su efectividad de implementación (CEPAL, 2014). La acusación de una presunta Cumbritis – la enfermedad de ir viajando de cumbre en cumbre – generaría un clamor, demandando el pasaje de la coordinación formal al plano de una regionalización efectiva (Legler, 2010). Incluso entre gobernantes de la esfera Chavista hubo expresiones en ese sentido, como la advertencia de Rafael Correa sobre el peligro de que “la gente se canse de estas cumbres [cuando] no vea hechos concretos” (Malamud Rikles, 2014; Moreno, 2015). De manera similar, el entonces presidente uruguayo, José “Pepe” Mujica llamó “a acelerar la mente mientras los otros corren y caminan” y destacó la necesidad de transformación (MPPRE, 2014).

Pronto, se produciría un progresivo retorno a la focalización en los acuerdos comerciales regionales e interregionales (Peña, 2014). Desde abril de 2011 se produjo el desarrollo paralelo de la Alianza del Pacífico, un bloque que agrupó a Chile, Colombia, Perú y México, países que firmaron tratados de libre comercio (TLC) con EE.UU. y de allí que fuera tildado desde el campo chavista como un contrapeso conspirativo y propagandístico originado en el bloque neo-liberal. Desde esa perspectiva, los chavistas veían en la Alianza una contraofensiva conservadora que apelaba a la recomposición de la presencia hegemónica de los EEUU (Naím, 2014; Ramacciotti, 2013; Schvarz, 2015). Otra señal de descenso en el ímpetu chavista fueron los crecientes llamados a retomar las negociaciones con la Unión Europea, concretadas tanto desde la CAN como la SICA en 2012, y convocados por el MERCOSUR en múltiples instancias (Peña, 2013; Monnet Chair, 2015). Ambos caminos se vieron fortalecidos hacia 2014-15, años en que parecía vislumbrarse una nueva era política a nivel regional a raíz de los resultados electorales de viraje al centro-derecha en Guatemala, Argentina, Panamá, Honduras, y lo que pronto devino en crisis institucionales y económicas de envergadura dentro del campo de la izquierda regional, tanto en Brasil como en Venezuela y Nicaragua (Wajner, 2016).

 

El Chavismo y las minorías transnacionales: ¿Un promotor de normas o un resonante normativo?

Otro aspecto importante del auge y declive del arrastre chavista se refiere al fortalecimiento de la agenda identitaria de minorías transnacionales. En muchas ocasiones surge la duda en qué medida el impacto del ideario chavista sobre las diversas identidades transnacionales funcionó, de hecho, en sentido opuesto. Es decir, en qué medida el Chavismo abrió una agenda de empoderamiento de identidades étnicas y raciales o bien el fortalecimiento de dichas dinámicas ideológico-culturales en el seno de las sociedades llevó a reconocerlas a nivel estatal y transnacional. Vale decir, si el Chavismo funcionó como un promotor de normas nuevas o bien como el resonador de identidades emergentes. Asimismo, aun si el Chavismo impulsó el proceso, debemos preguntarnos sobre el resultado de tal empoderamiento identitario sobre los gobiernos que lo apadrinaron en una primera instancia. Esas son las preguntas que intentaremos elucidar en esta sección.

Ciertamente, la idea del “poder popular” estaba en el centro de los pronunciamientos del Chavismo desde sus inicios (Muhr, 2012b),[20] o más aún luego de que Chávez se vio abandonado por las clases medias y recurrió a la movilización masiva de los sectores populares venezolanos (Agulló, 2009, págs. 108-109). El importante rol que el Chavismo confió a los Círculos Bolivarianos no sólo con fines organizativos y electorales sino también en torno a la construcción de identidades e intereses populares,[21] los extrapoló también hacia el exterior con la promoción del activismo de base en comunidades locales (Hawkins, 2010). De allí que la experiencia chavista generara un cierto común denominador con otras movilizaciones como la de los zapatistas mexicanos, los cocaleros bolivianos, los sin tierra brasileños o los piqueteros argentinos, con base en liderazgos carismáticos, el rol central de la protesta y una gama de discursos heterodoxos y a menudo zigzagueantes (Agulló, 2009, pág. 104). Asimismo, la exaltación por parte del líder carismático del “pueblo” contra la “oligarquía”, de los intereses nacionales contra los extranjeros, de una comunidad moral frente a una conspiración enemiga, reproducen y potencian los mismos patrones discursivos (Waisbord, 2011, pág. 100; Zúquete, 2008, págs. 91-93).[22]


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La utilización chavista de la convocatoria a “los pueblos”, en pos de la movilización social, pudo ser por primera vez exitosamente exhibida regionalmente a la hora de la referida lucha contra el ALCA. La oposición al establecimiento del ALCA presenció la formación de una coalición transnacional de organizaciones de sociedades civiles, que abarcaron a sindicatos, movimientos sociales e indígenas, organizaciones del medio ambiente y otros, coordinados y movilizados bajo el paraguas de una Alianza Social Hemisférica (Saguier, 2007). Recordemos que la respuesta social a la cumbre del ALCA –la “Anti-Cumbre”– fue identificada por el Chavismo de allí en más con la emblemática victoria de “los pueblos” (Cueva, 2005). Junto a Chávez y Kirchner en el acto en el Estadio Mundialista de Mar del Plata, también participó Evo Morales, entonces aún un líder indigenista; a la marcha final asistieron el futbolista Diego Armando Maradona, el Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, líderes de las Madres de Plaza de Mayo, artistas de fama como Silvio Rodríguez y Manu Chao, y cientos de movimientos sociales, sindicales y estudiantiles de la región. Este tipo de movilización social se reproduciría luego del declarado sepelio del ALCA en la lucha contra los tratados de libre comercio impulsados por los EE.UU, no sólo en Uruguay como hemos detallado, sino también con fuerte presencia en Ecuador y Costa Rica, Colombia y Perú. La lucha contra el ALCA y los TLCs produjo un trabajo mancomunado regionalmente, y la esperanza que una nueva “integración de los pueblos de Nuestra América” sería posible.[23] La lucha contra los TLCs aún continúa, transmitió Ricardo Guardia, Presidente de la OCLAE, en su discurso de Clausura del multitudinario 17º Congreso Latinoamericano y Caribeño de Estudiantes convenido en Nicaragua en agosto de 2014, ya que “la Alianza del Pacífico y los Tratados de Libre Comercio, esconden su propósito real de reinstalar el ALCA y la dominación sobre nuestras tierras”. [24] La cooperación social también se reflejó en las conclusiones de la Cumbre Antiimperialista de julio de 2013”.[25]

Por otro lado, como hemos visto, el Chavismo apeló constantemente a la unidad latinoamericana y utilizó referencias al legado revolucionario y moral de los colectivos étnicos históricamente marginados (Ellner, 2012, pág. 107). Para analizar su impacto, nos concentraremos en el análisis de dos movimientos de afirmación identitaria que son claves para el entendimiento de la realidad política transnacional latinoamericana: el indigenismo y el afro-americanismo.[26] Ambos módulos de identidad deben ser integrados en el análisis, pues complejizan el entendimiento de los procesos de construcción identitaria bajo los distintos proyectos de integración regional previamente analizados. A menudo, esos módulos identitarios habían sido ignorados en el pan-americanismo, el iberoamericanismo o el proyecto sudamericano, con excepción del indo-americanismo en el área andina, tal como lo reprodujeron movimientos tales como el APRA o el katarismo.

Desde tal perspectiva, la implementación de la noción de Nuestramérica por parte del Chavismo permitió involucrar a esos colectivos en una forma orgánica, sin generar contradicción identitaria significativa, al tiempo que destacaba el componente de pertenencia colectiva amplia a la región de la cual las poblaciones autóctonas y los afro-descendientes podrían sentirse parte. Chávez supo crear un mensaje que incorporaba alusiones identitarias inclusivas, ligando niveles sociales, transnacionales regionales y globales. Un claro ejemplo de esta combinación de legados históricos que se vieron mutuamente reforzados pudo verse ya en el famoso discurso de Chávez al momento de expulsar al embajador estadounidense de Venezuela el 11 de septiembre de 2008, a raíz de las acciones de Estados Unidos ante una crisis en Bolivia, donde hacía referencia a Guaicaipuru y a Túpac Amaru, como símbolos de resistencia indígena, en paralelo al libertador criollo de origen español Simón Bolívar.[27] En ello, Chávez fue consecuente desde el inicio de su gobierno, en el contexto de la incorporación del reconocimiento de derechos de los pueblos indígenas en la Constitución “Bolivariana” de 1999 y, más precisamente, en la ceremonia de traslado simbólico de sus restos bajo la pompa ceremonial al panteón nacional en 2001. La figura de Guaicapuru también se destaca en la decisión tomada en 2002 de denominar al festejo del 12 de octubre como “Día de la Resistencia Indígena” en vez de “Día de la Raza”. Asimismo, una de las denominadas misiones bolivarianas en Venezuela, sobre cuya expansión en la región explayaremos más adelante, fue llamada “Misión Guaicaipuro”. Por su parte, la referencia a Túpac Amaru por parte de movimientos políticos tampoco es nueva; se remonta a quien se llamó Túpac Amaru II, el caudillo mestizo que encabezó un movimiento de corte indigenista en el entonces Virreinato del Perú a finales del siglo XVIII; pero también en tiempos contemporáneos como los Tupamaros uruguayos, el MRTA peruano o el Movimiento Tupamaro de Venezuela. Asimismo, existe una Organización Barrial Túpac Amaru, parte del movimiento indigenista surgido en 2001 en la provincia argentina de Jujuy y expandido a diecisiete provincias con apoyo de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner y con la ayuda de fondos chavistas. En conjunto con otras organizaciones sociales, la OBTA decidió poco después de la muerte de Chávez conformar un Comando de Campaña para apoyar desde Argentina la candidatura a la presidencia de Nicolás Maduro y conferirle apoyo en momentos de crisis (Novotny, 2013).

No solo Chávez hizo uso de un discurso que apelaba al elemento indígena como parte de una identidad transnacional “nuestramericana”. Sus aliados en Bolivia, Ecuador y Nicaragua colocaron tanto o más énfasis en las identidades autóctonas, en buena medida por la alta composición indígena en sus países. Ya a pocos meses de haber asumido la presidencia, Evo Morales brindó un masivo discurso en el que propuso la refundación indígena en el marco del regionalismo americano: “Los movimientos indígenas latinoamericanos estamos avanzando no sólo para liberarnos sino para caminar junto a los otros pueblos y liberarlos. No somos excluyentes ni vengativos, por eso hemos llegado a la presidencia de Bolivia, para resolver los problemas de todos […]. La solidaridad entre nuestros pueblos está por encima de todo, y en América Latina los pueblos indígenas y los pueblos en general somos una gran familia” (Lucas, 2006). Lo expresado por el presidente ecuatoriano Rafael Correa es también ilustrativo de la combinación de apelaciones identitarias: “Por estos senderos de la patria grande está caminado nuestro Simón Bolívar, con todas las canciones y los cambios profundos, camina por las calles Manuelita Sáenz, con los trabajadores, con los obreros y las plazas se visten de colores […] por América Latina está flameando el grito de Túpac Catari, acertando que después de la muerte vuelve en millones; de Túpac Amaru, que se levanta y convoca para que los pueblos ancestrales rompan el silencio de siglos y sean parte sustancial de estos procesos libertarios”.[28]

Traduciendo tales expresiones en actos prácticos, entre otros pasos Morales refundaba en 2009 al Estado boliviano bajo el nombre de Estado Plurinacional de Bolivia. Siguiendo la constitución venezolana de 1999 que reconoció los lenguajes indígenas hablados en el país, también Bolivia reconoció los idiomas de las naciones y pueblos indígenas originarios, así como lo hizo Nicaragua en su constitución de 2003,[29] y Ecuador lo haría en la constitución de 2008.[30] La Constitución ecuatoriana, por cierto, incluye conceptos extraídos de tradiciones indígenas que utilizaba el discurso chavista: “Celebrando a la naturaleza, la Pacha Mama, de la que somos parte y que es vital para nuestra existencia […] decidimos construir una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay”.[31]


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Como consecuencia, sobre todo en los países andinos, la legitimación política por medio de reivindicaciones indígenas se ha tornado central. Algo similar sucede con los países Caribeños y los del norte de América del Sur, y en menor medida en Brasil, en relación a la legitimación por medio de reivindicaciones afroamericanas, si bien históricamente habían tenido menor peso.[32] La población afrodescendiente representa, sin embargo, una población de peso en términos demográficos en ocho países latinoamericanos, siendo calculada en no menos de 85 millones según censos nacionales (Antón & Del Popolo, 2009; Rangel, 2008). En las últimas dos décadas, se han venido fortalecido enormemente las articulaciones regionales de organizaciones de afrodescendientes en la región, que se calculaban que hacia 2008 habían ya logrado coordinar a más de un centenar de organizaciones, en redes tales como la ONECA (Red de Organizaciones Negras Centroamericanas), la Alianza Estratégica de Afrodescendientes de América Latina y el Caribe y la Red de Mujeres Afrocaribeñas. Esto a la par de las articulaciones nacionales, que tienen bajo su responsabilidad la coordinación de casi dos centenares de organizaciones (Becerra & Buffa, 2003; Rangel, 2008, págs. 3-4). Acompañaron también este proceso legislaciones nacionales que han reconocido la diversidad étnica y cultural en sus países, y gobiernos que han creado instituciones encargadas de encausar las demandas de los afrodescendientes en relación a autonomías, desarrollo, identidad, igualdad y no discriminación (Rangel, 2009, págs. 87-97).

También en el ámbito de la integración regional las consecuencias que ha tenido dicho cambio discursivo han sido sustantivas, a partir de que las distintas organizaciones regionales de allí en más han desarrollado sus espacios de participación ciudadana (Serbin, 2011). En el MERCOSUR, en los años noventa el tema indígena y afrodescendiente había sido dejado a un margen (Valenzuela Fernández, 2000). Bajo la égida de Kirchner y Lula se produjo un viraje de agenda hacia temas sociales e identitarios y ya con la influencia venezolana hacia mediados de los 2000s el MERCOSUR profundizó la dimensión social y cultural en sus discursos oficiales a partir de que lanza el programa “Somos MERCOSUR” orientado a lograr la participación civil, organiza la Primera reunión del MERCOSUR Social y Productivo y la Primera Cumbre Social del MERCOSUR, desarrolla el MERCOSUR Cultural, entre otros proyectos que pusieron a los pueblos originarios y étnicos en la agenda (Gil & Paikin, 2013, págs. 18-23).[33] Su cima se produjo el 11 de octubre de 2013 con la conformación del Mercosur Indígena, bajo la Presidencia pro-tempore venezolana del MERCOSUR y en el marco de la conmemoración del Día de la Resistencia Indígena. Allí, “Los Pueblos Indígenas del Abya Yala […] incorporando nuestras voces a los procesos de unión e integración de la América del Sur”, se comprometieron a ejecutar el “Plan de Acción de Ciudad Bolívar para el MERCOSUR Indígena”.[34] Ante un público del que participaron delegaciones indígenas de 12 países de la región,[35] el canciller venezolano Elías Jaua saludó a los pueblos originarios recordándoles que Chávez “nos enseñó a reivindicarnos como indios y como afrodescendientes que somos los hijos de esta tierra latinoamericana y caribeña […]. Nosotros también somos indios y tenemos que reconocerlo, estamos orgullosos de eso. Compañeros indígenas tengan la seguridad que la Revolución Bolivariana que dirige el presidente Maduro que entre los terratenientes y los indígenas esta revolución tiene una opción clara y definida, los pueblos indígenas…” (Silva, 2013; Beberache, 2013a). En lo que respecta a la práctica de dichas reivindicaciones, la ministra venezolana para los Pueblos Indígenas, Aloha Núñez, recordaba que su gobierno había recientemente gestionado 108 solicitudes entregando 80 títulos de tierra con dos millones 800 mil hectáreas, y continuarían gestionando demandas en diversas áreas en el futuro (Beberache, 2013b; Cordova, 2013; AVN, 2013). Otras figuras del estado venezolano, como el Viceministro de Desarrollo para la Integración de la Educación Bolivariana del Ministerio del Poder Popular para la Educación y el Viceministro del Territorio Comunal de Valles, Sabana y Tepuyes del Ministerio del Poder Popular para los Pueblos Indígenas también destacaron luego de la conmemoración los esfuerzos en la legislación para el reconocimiento lingüístico y las modalidades de educación, así como la socialización de tecnología indígena en el área de la salud y la promoción de una alimentación sana.[36] Un año después los presidentes de los Estados miembros del Mercosur declaraban acoger con beneplácito la creación de la Reunión de Autoridades Indígenas del MERCOSUR (RAPIM).[37]

El caso de UNASUR es quizás el más peculiar en lo que se refiere a su relación con el discurso chavista y la contestación acerca de la inclusión de reivindicaciones indigenistas en sus documentos. En diversos sitios chavistas refiriéndose a la organización, se destaca que la UNASUR, desde sus documentos de fundación destaca el legado de los pueblos originarios.[38] Una búsqueda más sustantiva de los documentos adoptados por la UNASUR, sin embargo, muestra un escenario más ambiguo. En diciembre de 2004, en la declaración fundacional de Cuzco para la entonces CSN (Comunidad Sudamericana de Naciones), apuntalada principalmente por Brasil, no aparecía mención alguna a la cuestión de los pueblos o líderes originarios como antecedentes identitarios.[39] Tampoco aparecía ninguna mención al respecto en la declaraciones de setiembre de 2005 en la Primera Reunión de Jefes de Estado de la CSN.[40] Es recién en la II Reunión de Jefes de Estado de la CSN en diciembre de 2006, en la llamada Declaración de Cochabamba, “colocando la piedra fundamental para una Unión Sudamericana”, que el tema apareció, al mencionarse que la CSN “se sustenta en una conjunción de objetivos, principios y valores que reconoce el carácter multiétnico, multicultural y plurilingüe de nuestros pueblos. Esta comunidad se sustenta en sus bases históricas, reconociendo el papel de los pueblos originarios, afrodescendientes y migrantes laborales contratados y de las luchas sociales de la región”; asimismo, se agregan luego entre los “principios rectores” la necesidad de Democracia y Pluralismo respetuosos “de los pueblos originarios, de los afrodescendientes y migrantes”, entre otros (UNASUR, 2006). De más está decir que el poder de influencia del anfitrión en tanto presidencia pro-témpore, en este caso el gobierno de Bolivia, fue decisivo. Por ejemplo, en el énfasis colocado en el documento final de la Comisión Estratégica de Reflexión a la importancia de “fortalecer la identidad propia de América del Sur, basada en el carácter multiétnico, multicultural y plurilingüe de nuestros pueblos” y de “reconocer el papel de los pueblos originarios, de los afro-descendentes y de los inmigrantes que tuvieran rol importante en la formación y las luchas sociales del continente”. [41]

Asimismo, en Cochabamba se redactó en paralelo una declaración de apoyo a la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas adoptada en junio de ese año.[42] También el encuentro de partida (el Taypi-Jenecherú en lenguas nativas) se llevó a cabo en el estadio Félix Carriles celebrando junto con movimientos sociales y delegados de pueblos indígenas, mientras que el evento de clausura de la Cumbre confluyó con la “Contra-cumbre” de la que participaron miles de personas de movimientos sociales de la región, lo que para los líderes chavistas implicaba una influencia simbólica central.[43] Por cierto, dichas confederaciones sociales días antes habían emitido una declaración con un fuerte tono según la cual “Nosotros, desde las raíces profundas de la hoy llamada “Sudamérica”, nos dirigimos a los Presidentes de los Estados Nación, que son posteriores a nuestras orgullosas civilizaciones, eficaces y autónomas, que dieron y siguen dando forma a estas tierras desde el inicio de los tiempos, para reiterarles nuestras propuestas concretas para que sea posible otra forma de integración sudamericana distinta a la del neoliberalismo en todas sus variantes.[44] Lo sorprendente, sin embargo, es que rumbo a la redacción del “Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas” en la Reunión de Jefes de Estado a desarrollarse en mayo de 2008 en Brasilia, buena parte de lo escrito en Cochabamba quedaría diluido, restándose en destacar que la UNASUR está “apoyada en la historia compartida y solidaria de Nuestras naciones, multiétnicas, plurilingües y multiculturales, que han luchado por la emancipación y la unidad suramericana, honrando el pensamiento de quienes forjaron nuestra independencia y libertad a favor de esa unión y la construcción de un futuro Común” (UNASUR, 2011). Dicha versión, redactada bajo la presidencia pro-témpore de Brasil, se mantiene en el documento oficial actualmente presentado por la Secretaría General de UNASUR en su sitio web, destacando su entrada en vigor en marzo de 2011. No sólo desaparecieron todas las menciones al ejemplo de los líderes indígenas y sus derechos, sino que las palabras “indígena”, “pueblos originarios” o “minorías” tampoco aparecen allí mencionadas.

En lo que respecta a la CELAC, se plantea como un avance destacable de su modelo de integración la convergencia y la cooperación en política social en el marco de la elaboración conjunta de una “Agenda Estratégica de Coordinación Regional” en donde se incluyó el carácter indigenista y afroamericano (CEPAL, 2014, págs. 88-89). Inicialmente, a pesar de las voluntades expresadas y las expectativas que la organización había generado (Moldiz Mercado, 2011), recibió críticas a raíz de la exclusión en su texto constitutivo de lenguas originarias como lenguas “americanas” (Verón, 2012). De modo que, a partir de la llamada Declaración de la Habana en su II Cumbre en enero de 2014 en que ha enfatizado el importante papel de las comunidades étnicas en el desarrollo económico, social y ambiental, así como sus valorables prácticas locales y culturales (CELAC, 2014a), la CELAC ha realizado pasos sustantivos; entre ellos, cabe destacar su enfático respaldo a los derechos indígenas (CELAC, 2014b). CELAC ha también colocado en el centro de su plan de acción cultural 2015-2020 el desarrollo de actividades que promuevan con los derechos colectivos e individuales no sólo de poblaciones indígenas, sino con especial énfasis de afrodescendientes y diásporas, por medio de la realización de congresos, coloquios, publicaciones, talleres, festivales y producciones audiovisuales (CELAC, 2015a; Prensa Latina, 2015; Duarte de la Rosa, 2015). En ese sentido también ha creado un Grupo de Trabajo específico sobre el tema de los Afro-descendientes que se reunió en diciembre de 2014 en Brasilia, y ha promocionado la implementación del Decenio de los Afrodescendientes Latinoamericanos y del Caribeños a partir de la proclamación del Decenio Internacional de los Afrodescendientes desde diciembre de 2013, tal como fue enfatizado en la Declaración política de Belén III Cumbre de la CELAC en Costa Rica (CELAC, 2015b; García, 2014; Díaz, 2014).


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Por su parte, en el ALBA, por fuera de la dimensión inter-gubernamental pero como directo derivado de las reuniones entre líderes chavistas y representantes de la sociedad civil organizada, en 2007 se estableció un activo Consejo de Movimientos Sociales orientado a expandir tal fortalecimiento identitario y aportar al proceso la mirada de los sectores populares organizados en el marco del “espacio anti-imperialista”, como un proyecto de integración de movimientos sociales para la gobernanza transnacional (Muhr, 2012a, págs. 776-777; Gil & Paikin, 2013, págs. 6-8). Finalmente, otro órgano regional que se ha mostrado activa ha sido el llamado Parlatino, en el que existe una Comisión Permanente de Pueblos Indígenas y Etnias que se reúne periódicamente, y que aprobó la Ley Marco para Rescatar, Preservar y Promover los Idiomas Indígenas Nacionales.[45] Otro ejemplo sustantivo a nivel regional fue la creación del Parlamento Negro de las Américas en 2005 con el objetivo de reunir a legisladores y exlegisladores para gestionar una agenda de desarrollo inclusiva para la población afrodescendiente, como ha venido desarrollado activamente.[46]

Este discurso institucional favorable a los grupos étnicos se reprodujo también en los movimientos sociales, por ejemplo en el multitudinario 17º Congreso Latinoamericano y Caribeño de Estudiantes concertado en Nicaragua en agosto de 2014 o en el Tercer Encuentro Internacional por la Integración de los Pueblos realizado en abril de 2013 en Olmué, Chile, organizado por Casa Bolívar de Chile y Casa del ALBA Bolivia en donde el objetivo planteado fue “fortalecer la construcción de la Patria Grande y la restauración del Abya Yala, en el marco del ALBA-TCP”.[47]

En ese sentido, más allá del diseño de un discurso homogéneo y de la organización para la movilización social, el rol de los medios de comunicación fue central para transmitir la “información” del Chavismo hacia los “pueblos” Nuestroamericanos. La comunicación directa que internamente Chávez estableció vía su programa semanal “Aló Presidente” y una red de canales de televisión, radios y agencias de prensa, pretendió reproducirla en términos regionales bajo el proyecto de TeleSur iniciado por Venezuela, Cuba, Argentina y Uruguay en 2005 (Zúquete, 2008, pág. 103). Se postulaba como una alternativa a canales satelitales regionales y globales como CNN, que quiebre la reproducción de paradigmas de dominación que ocultan la marginalización del pobre, de los movimientos sociales y de los devastadores efectos de la globalización, el imperialismo del Norte y la hegemonía estadounidense (Dinneen, 2012; Azicri, 2009, pág. 100; Shifter, 2006). O, en las palabras del co-fundador de Telesur, que eluda la “conspiración permanente contra Venezuela desde hace 15 años… la censura que existe en el exterior con relación a Venezuela (MINCI, 2014). Esto, asimismo, en paralelo a campañas de persecución contra medios opositores, lo que fue emulado por los diversos gobiernos pro-chavistas (Dinneen, 2012; Shifter, 2006; Waisbord, 2011, págs. 101-102).

Ciertamente, más allá del uso legitimador del Chavismo, tal énfasis produjo un empoderamiento de las minorías transnacionales. Decenas de asociaciones indígenas y afrodescendientes no solamente recibieron financiación sino, quizás más importante, un escenario social ensanchado, un apoyo práctico al discurso identitario, y la progresiva potencialización del proceso de politización de la etnicidad indígena gestado a partir de los años 1970s (Serbín, 1980). Colaboraron asimismo en empoderar aún más las redes globales de apoyo, que en distintos encuentros globales dotaron a sus líderes de nuevas experiencias y recursos, como parte de un proceso de internacionalización de dichas minorías que se había iniciado ya en las décadas de los 1980s y 1990s (Brysk, 1996).

 

El boomerang identitario: desafíos regionales

En ocasiones, el reconocimiento de los derechos culturales y políticos de las poblaciones indígenas y afroamericanas ha históricamente forzado a los gobiernos a responder ante sus demandas autonómicas enmarcadas moralmente en la idea de la auto-determinación de los pueblos (Weitz, 2015; Lehmann, 2016).

Ejemplos de este fenómeno de “boomerang identitario” abundan a lo largo de todo el período chavista, y se ven enormemente incrementados en los últimos años a medida que se profundizaron las crisis económicas y se acortó el crédito social de los gobiernos chavistas. Ya en el marco del debate sobre el Proyecto de Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en 1999 se habían generado expectativas que finalmente no fueron incluidas pues la clase política no deseaba reconocer que en Venezuela existía discriminación racial, al tiempo que los afro-venezolanos consideraban insuficiente que la nación fuere declarada como “multiétnica y pluricultural” y demandaban el reconocimiento explícito de los derechos de las comunidades afro-venezolanas de la misma manera que se hizo con las comunidades indígenas (Rangel, 2008, pág. 19).

Por su parte, en Bolivia desde mediados de 2011 se generan fuertes choques entre la policía y grupos indigenistas a raíz de marchas, huelgas y paros. Todo explotó con la represión de una marcha de nativos que había comenzado en la Amazonía y se dirigía hacia La Paz en rechazo a una carretera de 300 km financiada por Brasil que cruzaría el territorio indígena TIPNIS (Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Secure).[48] Apelando a legitimar su acción, el presidente Evo Morales finalmente acabó pidiendo perdón, prometió frenar el proyecto y finalmente convocó a que UNASUR, la OEA y la ONU investigaran el caso,[49] y más tarde que fueran veedoras, sin mayor éxito a pesar del entusiasmo inicial.[50] Las movilizaciones a raíz del debate sobre la legislación de la “consulta previa”, entre otros temas en disputa, se mantuvieron hasta finales de 2015, así como la brutal represión por parte del gobierno.[51]


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Por su parte, en la Argentina kirchnerista, en el marco del celebrado bicentenario de la independencia, más de 15.000 integrantes de comunidades originarias realizaron una Marcha de los Pueblos Originarios hacia Plaza de Mayo para acercarle un petitorio a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) a favor de la devolución y el reconocimiento territorial del derecho de los pueblos originarios.[52] A partir de que el líder de la comunidad Qom impulsó un mediático acampe en la central Avenida 9 de Julio contra el gobierno de CFK, las autoridades se negaron a recibir al líder indígena o a tener en cuenta sus demandas.[53]

También en Ecuador, Rafael Correa comenzó a afrontar masivas protestas de parte de las principales confederaciones indígenas y paros de centrales obreras desde Agosto de 2013, las cuales demandaban al gobierno que rectifique políticas y leyes sobre temas de tierras, explotación petrolera y minera, agua, tránsito, comercio exterior y educación de los pueblos indígenas, mientras el mandatario aseguraba que la protesta no representaba al pueblo sino a sectores que querían desestabilizar el país.[54] El empoderamiento indígena ciertamente no se limitó a los países dominados por coaliciones chavistas, sino que también se fortalecieron en Chile, en Perú y en Colombia (Davies, 2011).

Las demandas de los pueblos originarios y/o afro-descendientes también se reforzaron a nivel regional, aún en contra de las organizaciones regionales que habían acobijado las convocatorias de recreación transnacional. Por ejemplo, en 2009 la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas, que agrupaba a los pueblos originarios de Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia, Chile y Argentina, ejerció fuerte presión ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a raíz de la restructuración estratégica de la Iniciativa para la Integración Regional Sudamericana (IIRSA), un proyecto de la UNASUR bajo vigilancia indígena local, nacional y regional que incluía 510 megaproyectos con financiamiento de 70 mil millones de dólares en el contexto (Rojas, 2009). Mediante movilizaciones han venido demandando recientemente una mayor participación en UNASUR, proponiendo la creación de un Consejo de Pueblos Indígenas de UNASUR a fin de respetar el pleno desarrollo de la participación indígena, la consulta previa regional y el diálogo en la agenda de cambio climático.[55]

En todo caso, el Chavismo dio claras pruebas de su capacidad de articular influencia regional, como en el apoyo que recibió el gobierno venezolano durante las protestas masivas de 2014 a raíz de la declarada suspensión de garantías y derechos civiles, la escasez de productos y la violencia delictiva. A poco de haberse iniciado, más de cien movimientos políticos socialistas, comunistas, revolucionarias y/o populares de 39 países firmaron una declaración política en respaldo a Maduro y la Revolución Bolivariana.[56] Igualmente, se organizaron marchas en diversos países,[57] visitas de delegaciones a Venezuela de apoyo,[58] entre otros eventos de solidaridad. Movimientos sociales regionales como la Organización Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes (OCLAE) han prestado fuerte apoyo durante las protestas de 2014 en Venezuela (Chávez & Prado Reyes, 2014). Por su parte, el grupo argentino Quebracho llamó a los gobiernos de la UNASUR a pronunciarse “como bloque regional, demostrarle al imperialismo que Venezuela no está sola. A la respuesta de Estado, hay que sumarle la predisposición de las organizaciones populares del continente a enfrentar a la derecha golpista y al imperialismo”.[59] A nivel macro-regional, llevó tiempo hasta que los foros de concertación regional del continente americano –UNASUR, CELAC, MERCOSUR, AEC, ALBA, e incluso la OEA– transmitieron una censura al gobierno de Venezuela a raíz de la represión de las manifestaciones masivas iniciadas en febrero de 2014, que dejaron muertos, centenares de heridos y miles de ciudadanos detenidos. En un primer momento, alentaron a continuar los esfuerzos para propiciar un diálogo, ofrecieron sus servicios para “asesorar”, o expresaron “preocupación por la violencia”, llamando a "todos los actores a evitar nuevas confrontaciones”;[60] sin emitir juicios de valor sobre la represión por parte del gobierno venezolano. Fueron, en otras palabras, funcionales a la estrategia de legitimación que aducía de una “campaña de desestabilización”, organizada por EE.UU. y de carácter “fascista”, destinada a “entorpecer el proceso de integración regional”.[61] También a nivel bilateral, fueron pocos los países, entre los que se destacaron Panamá, México, Colombia y Perú, que esbozaron algún tipo de críticas por el uso de la fuerza. El gobierno venezolano constantemente recalcaba la importancia de la “solidaridad latinoamericana” y seguía llamando a la “unidad de los pueblos”.[62]

Sin embargo, dado el énfasis que puso el Chavismo en el rol legitimador del pueblo, su visión se tornó eventualmente en un arma de doble filo tras la victoria parlamentaria de la oposición al Chavismo. Es entonces cuando, en noviembre de 2015 cuando la OEA pasó a liderar la campaña de crítica al régimen de Maduro, y tanto la UNASUR como CELAC muestran un mayor alejamiento, mientras diversos países expresan su cuestionamiento.[63] Con la crisis institucional de marzo de 2017, y las batallas políticas, mediáticas y armadas que se han venido extendiendo a lo largo de 2019, la acción regional e internacional ha definitivamente pasado a una fase de sanción y aislamiento, por un lado, y de soporte y asistencia, por el otro. Desde 2014 hasta el presente, el debate se mantiene vigente: mientras algunos insistieron ya entonces en anunciar la “muerte lenta del Chavismo”, otros siguen prediciéndole larga vida.[64]


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Conclusión

Encuestas de opinión pública del Latinobarómetro realizadas en 2008 y 2013 mostraron enormes diferencias entre la retórica y la realidad en relación a la pertenencia a organismos regionales y la fortaleza de los lazos transnacionales. Además, revelaron diferencias entre los distintos países de la región, en especial entre aquellos del norte y el sur, tanto en su identificación supra-nacional como en sus posturas ante el entorno externo.[65] Hacia 2011 un estudio sobre “Las Américas y el mundo” registraba un significativo sector de entrevistados en México, Colombia, Ecuador y Perú que se identificaban como latinoamericanos (51, 49, 41 y 34 por ciento, respectivamente), mientras identidades subregionales como la andina o la norte/centro-americana habían pasado a un segundo y marginal lugar, con porcentajes de un solo dígito en México (7%), Colombia (3%) y Ecuador (2%) (González González, Schiavon, Crow, & Maldonado, 2011). La dimensión transnacional latinoamericana iba de la mano de una fuerte identidad y orgullo nacionales, que superaban el 90%, vale decir no se trataba de una relación tensa entre identidades o de cesión de soberanía en pos de una integración política, sino de una confluencia de lo nacional con el “proyecto gran-nacional” o transnacional, particularmente a nivel de afinidad cultural y de principios tales como la solidaridad, la reciprocidad y la transferencia de recursos. Por igual significativo era el registro que la identificación con lo latinoamericano iba de la mano de un relativo desconocimiento concreto de los habitantes respecto de las naciones vecinas pues, fuera del caso de los desterrados y los migrantes laborales, solo una minoría había viajado fuera de su país y existían notorias resistencias a la aceptación del movimiento de personas extranjeras hacia el propio estado. Asimismo, el MERCOSUR, la SICA, UNASUR, y la recientemente creada CELAC e incluso la controvertida Alianza del Pacífico, obtenían un apoyo y un capital político inmenso entre los jóvenes de la región (PNUD, 2013).[66]

El Chavismo había sin duda volcado el discurso hacia un horizonte identitario y de solidaridad transnacional. A pesar del poder de convocatoria bajo el liderazgo de Hugo Chávez, el Chavismo ha entrado en crisis con el deterioro de su efectividad operativa dentro de Venezuela y el descrédito de la política autoritaria y represiva en la opinión pública internacional. A pesar de su aparente declive y el viraje electoral de distintos países hacia el centro o la centro-derecha, la centralidad de una agenda inclusiva latinoamericana parece tener continuidad, así como la apelación a las identidades indígenas y afroamericanas como base adicional de fuerza política y búsqueda de legitimidad en el continente, aun cuando ya desconectadas de un determinado movimiento político.[67] Los próximos años indicarán cuan ancladas están estas dinámicas tanto en los países volcados actualmente a gobiernos de centro-derecha como en países como Bolivia, Ecuador, Nicaragua o aun Venezuela, aliados o gobernados por años por el Chavismo y con una alta proporción de población indígena o afrodescendiente.

 

Notas:

[1] Cabe destacar que no entra dentro del propósito del presente trabajo analizar al chavismo o la figura de Hugo Chávez en el marco de la política doméstica venezolana, sobre lo que se publicó una amplia y valiosa literatura hasta el deceso de Chávez en 2013. Véase al respecto, entre otros, Hawkins, 2010; Petkoff, T., Martínez, I. & Pino Iturrieta, E. A., 2000. Una segunda opinión: la Venezuela de Chávez. Caracas: Grijalbo; Ellner, S; Hellinger, D. (ed.), 2004. Venezuelan politics in the Chávez era: class, polarization, and conflict. Boulder: Rienner; Ellner, S., 2008. Rethinking Venezuelan politics: Class, conflict, and the Chávez phenomenon. Boulder: Rienner; Corrales, J., 2011. Dragon in the Tropics: Hugo Chávez and the political economy of revolution in Venezuela. Washington: Brookings Institution Press; Gott, R., 2011. Hugo Chávez and the Bolivarian revolution. s.l.: Verso Books; Roberts, K. M., 2012. Populism and democracy in Venezuela under Hugo Chávez. En: Populism in Europe and the Americas: Threat or Corrective for Democracy? s.l.: Cambridge University Press, pp. 136-159; Carroll, R., 2013. Comandante Hugo Chávez’s Venezuela. New York: Penguin Press. Para el análisis en términos de populismo, véase De la Torre, C., ed., 2019. Routledge handbook of global populism. En: New York: Routledge, pp. 11-18, 334-350.

[2] Véase: Roniger, L., 2018. Historia mínima de los derechos humanos en América Latina. México: Colegio de México; Sznajder, M. & Roniger, L., 2013. La política del destierro y el exilio en América Latina. México: Fondo de Cultura Económica; Fernández, J. E., 2004. La tradición latinoamericana de asilo y la protección internacional de los refugiados. En: Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. El Asilo y la protección internacional de los refugiados en América Latina. San José, C.R.: EDITORAMA, pp. 79-125. [En línea]: https://www.acnur.org/fileadmin/Documentos/Publicaciones/2012/8945.pdf

[3] Véase también: (Casaús Arzú & García Giráldez, 2005; Roniger, 2011, pp. 87-102).

[4] Sobre el “Nuevo Regionalismo”, en especial en América Latina, véase:

Bulmer-Thomas, V., 2001. Regional Integration in Latin America and the Caribbean. Bulletin of Latin American Research, julio, 20(3), pp. 360-369; Fawcett, L. & Serrano, M. edits., 2005. Regionalism and Governance in the Americas: Continental. s.l.: Palgrave Mcamillan; Grugel, J. B., 2004. New Regionalism and Modes of Governance: Comparing US and EU Strategies in Latin America. European Journal of International Relation, 10(4), pp. 603-626; Kacowicz, A. M., 1999. Regionalization, Globalization, and Nationalism: Convergent, Divergent, or Overlapping? Alternatives: Global, Local, Political, 24(4), pp. 527-555; Phillips, N., 2003. The Rise and fall of Open Regionalism? Comparative Reflections on Regional Governance in the Southern Cone of Latin America. Third World Quarterly, 24(2), pp. 217-234.

[5] Sobre esta idea, ver: Lawrence, R., 1991. Emerging regional arrangements: Building blocks or stumbling blocks? Finance and the international economy, Vol. 5, pp. 23-35; Baldwin, R., 2005. Stepping Stones or Building Blocs? Regional and Multilateral Integration. En: Regional Economic Integration in a Global Framework. s.l.: European Central Bank, pp. 113-134.

[6] “Habla Maduro en Argentina”. Quebracho, 10 de mayo de 2013. En: www.quebracho.org

[7] “Rodilla en tierra! No nos arrebatarán la revolución bolivariana”. Quebracho, 15 de abril de 2013. En: www.quebracho.org

[8] “VI Cumbre Extraordinaria Declaración Conjunta”. PortalAlba, 24 de junio de 2009. En: www.portalalba.org/index.php/2014-03-29-22-04-24/documentos/1333-declaraciones-y-resoluciones-de-las-cumbres-del-alba-tcp

[9] Véase: Nye, J. S. & Keohane, R. O., 1971. Transnational Relations and World Politics: An Introduction. International Organization, 25(3), pp. 329-349; Sikkink, K., 1998. Transnational Politics, International Relations Theory and Human Rights. PS: Political Science and Politics, 31(3), pp. 516-523; Risse, T., 1995. Bringing Transnational Relations Back. s.l.: Cambridge University Press; Tarrow, S., 2001. Transnational Politics: Contention and Institutions in International Politics. Annual Review of Political Science, 4(1), pp. 1-20; Fitzgerald, D., 2000. Negotiating Extra-territorial Citizenship: Mexican Migration and the Transnational Politics of Community. s.l.: Lynne-Rienner; Huhndorf, S. M., 2009. Mapping the Americas: The transnational Politics of Contemporary Native Culture. s.l.: Cornell UP.‏

[10] Los vaivenes en el empuje del Chavismo en el ámbito regional deben ser analizados no solo a través de su discurso de solidaridad transnacional, sino también en otros componentes, en especial, su variable capacidad de estructurar tal discurso con la asistencia material de “petrodólares” que habilitó para promover su agenda política (Wajner & Roniger, Transnational Identity Politics in the Americas: Reshaping ‘Nuestramerica’ as Chavismo’s Regional Legitimation Strategy, 2019).

[11] Véase: Malamud, A., 2011. A Leader without Followers? The Growing Divergence between the Regional and Global Performance of Brazilian Foreign Policy. Latin American Politics and Society, 53(3), pp. 1-24; Burges, S. W., 2007. Building a Global Southern Coalition: The Competing Approaches of Brazil's Lula and Venezuela's Chávez. Third World Quarterly, 28(7), pp. 1343-1358; Carranza, M. E., 2003. Can Mercosur Survive? Domestic and International Constraints on Mercosur. Latin American Politics and Society, 45(2), pp. 67-103.

[12] Para un análisis de los moderados y los ‘contestatarios’ en América Latina ver también: Weyland, K., Madrid, R. L. & Hunter, W., 2010. Leftist Governments in Latin America: Successes and Shortcomings. s.l.: Cambridge Unievrsity Press; Harnecker, M., 2010. Latin America and Twenty-First Century Socialism: Inventing To Avoid Mistake. Monthly Review, 62(3), pp. 1-83; Weyland, K., 2009. The Rise of Latin America's Two Lefts: Insights from Rentier State Theory. Comparative Politics, 41(2), pp. 145-164; Cameron, M. A. & Hershberg, E., 2010. Latin America's Left Turns: Politics, Policies, and Trajectories of Change. s.l.: Lynne Rienner Publishers.

[13] Véase: Carranza, M. E., 2004. Mercosur and the End Game of the FTAA Negotiations: Challenges and Prospects after the Argentine Crisis. Third World Quarterly, 25(2), pp. 319-337; Hakim, P., 2006. Is Washington Losing Latin America? Foreign Affairs, 85(1), pp. 39-53; Tussie, D., 2009. Latin America: contrasting motivations for regional projects. Review of International Studies, Issue 35, pp. 169-188; Grugel, J., 2006. Regionalist governance and transnational collective action in Latin America. Economy and Society, 35(2), pp. 209-231.

[14] Véase: Gratius, S. & Fürtig, H., 2009. Iran and Venezuela: Bilateral Alliance and Global Power Projections. [En línea]: www.maximsnews.com/news20090503frideiranvenezuela
10905030102.html
; Briceño Ruiz, J. & Linares, R., 2004. Más allá del chavismo y la oposición: Venezuela en el proceso del ALCA y la propuesta ALBA. Geoenseñanza, 9(1), pp. 19-45.

[15] Reports on Summits of America: http://www.summit-americas.org/iv_summit_sp.html

[16] Secretaría de Formación Político Sindical (2013). “Clase trabajadora, nuestra lucha”. Suteba, 9 de noviembre. En: www.suteba.org.ar/4-y-5-de-noviembre-no-al-alca-11473.html

[17] Acerca del UNASUR y el contexto de su creación, ver: Legler, 2010; Weiffen, B., Wehner, L. & Nolte, D., 2013. Overlapping regional security institutions in South America: The case of OAS and UNASUR. International Area Studies Review, 16(4), pp. 370-389; Tussie, D., 2009. Latin America: Contrasting Motivations for Regional Projects. Review of International Studies, Issue 35, pp. 169-188; Gardini, G. L., 2010. Proyectos de Integración Regional Sudamericana: Hacia una Teoría de Convergencia Regional. Relaciones Internacionales, Issue 15, pp. 11-31; Feinberg, R., 2010. Recent Tendencies in Latin American Multilateralism: Implications for the Inter-American System and the OAS. En: Latin American Multilateralism: New Directions. s.l.: FOCAL, pp. 23-26; Kacowicz, A. M., 2007. The Rio Group and the South American Union as Tools of Regional Security. En: The New Security Equation in the Americas. s.l.: Center of Interamerican Studies, pp. 96-111; Lagos, R., 2008. América Latina: ¿integración o fragmentación? Buenos Aires: Edhasa.

[18] Veáse: Porzecanski, 2010; Boniface, D., 2010. Latin American Multilateralism: The U.S. Perspective. Canadian Foundation for the Americas, Latin American Multilateralism: New Directions, pp. 44-47; Russell, R. & Tokatlian, J. G., 2009. “Modelos de política exterior y opciones estratégicas: El caso de América Latina frente a Estados Unidos”. Revista CIDOB d'afers internacionals, Issue 85-86, pp. 211-249.

[19] Sobre CELAC y su creación, véase: Rojas Aravena, F., ed., 2012. América Latina y el Caribe: Multilateralismo vs. Soberanía: La Construcción de la Comunidad de Estados Latinoamericanos. Buenos Aires: Teseo; Bernal-Meza, R., 2013. Modelos o esquemas de integración y cooperación en curso en América Latina (UNASUR, Alianza del Pacífico, ALBA, CELAC): una mirada panorámica. Berlín: Ibero-Americhaniskes Institut; Malamud, A. & Gardini, G. L., 2012. Has Regionalism Peaked? The Latin American Quagmire and its Lessons. The International Spectator: Italian, Journal of International Affairs, 47(1), pp. 116-133; Serbín, A., 2010. Old Facts and New Challenges in Regional Multilateralism: A Latin American Idiosyncrasy?. Latin American Multilateralism: New Directions, pp. 8-11; Legler, T., 2013. Post-hegemonic regionalism and sovereignty in Latin America: optimists, skeptics, and an emerging research agenda. Contexto Internacional, 35(2), pp. 325-352; Gil & Paikin, op. cit.

[20] Véase también: Laclau, 2006.

[21] Véase: Hawkins, K. A. & Hansen, D. R., 2006. Dependent Civil Society: The Círculos Bolivarianos in Venezuela. Latin American Research Review, 41(1), pp. 102-132; Ellner, S., 2005. Revolutionary and Non-Revolutionary Paths of Radical Populism: Directions of the ‘Chavista’ Movement in Venezuela. Science & Society, 69(2), pp. 160-190; Hellinger, D., 2005. When ‘No’ Means ‘Yes to Revolution’: Electoral Politics in Bolivarian Venezuela. Latin American Perspectives, 32(3), pp. 8-32; Lupu, N., 2010. Who Votes for chavismo? Class Voting in Hugo Chávez's Venezuela. Latin American Research Review, 45(1), pp. 7-32; Canache, D., 2002. From bullets to ballots: The emergence of popular support for Hugo Chávez. Latin American Politics and Society, 44(1), pp. 69-90.

[22] Véase también: Laclau, op. cit.

[23] “Declaración Final del VI Encuentro Hemisférico de Lucha contra los TLCs y por la Integración de los Pueblos”. La Habana, 5 de mayo de 2007. En: www.alainet.org/es/active/17361

[24] “Daniel clausura el XVII Congreso de la OCLAE” (2014). Radio La Primerísima, 22 de agosto. En: https://www.alainet.org/es/active/76431https://www.alainet.org/es/active/76431

[25] Véase, por ejemplo, las “Conclusiones de la de la Cumbre Antiimperialista”. Cochabamba, julio de 2013. En: http://eju.tv/2013/08/conclusiones-de-cumbre-antiimperialista-evo-morales-lder-mundial-de-movimientos-sociales/

[26] Sobre indigenismo y afroamericanismo en América Latina, véase: Antón, 2009; Bello & Rangel, 2002; Serbín, 1980; Laurie, N., Andolina, R. & Radcliffe, S. A., 2009. Indigenous development in the Andes: Culture, power, and transnationalism. s.l.: Duke University Press; Yashar, D. J., 2005. Contesting Citizenship in Latin America: The Rise of Indigenous Movements and the Postliberal Challenge. s.l.: Cambridge University Press.

[27] Para ejemplos de tal retórica identitaria, véase: Wajner & Roniger, 2019.

[28] “Correa rinde homenaje a Chávez en inauguración de XII Cumbre Presidencial del Alba”. AVN, 30 de julio de 2013. En: http://m.avn.info.ve/contenido/correa-rinde-homenaje-ch%C3%A1vez-inauguraci%C3%B3n-xii-cumbre-presidencial-del-alba

[29] Constitución Política de Nicaragua y sus reformas (agosto 2003). En: www.ilo.org/dyn/travail/docs/2134/Constitucion.pdf

[30] Constitución de Ecuador (2008). En: www.asambleanacional.gov.ec/documentos/constitucion_de_bolsillo.pdf

[31] Ibíd.: 15.

[32] Al respecto de las razones por las que el “poder negro” ha sido históricamente menor que el indígena en América Latina, ver: Serbin, 1991; Bello & Rangel, 2002.

[33] “Mercosur Cultural reconoció lucha integracionista del Comandante Hugo Chávez”. AVN, 6 de junio de 2013. En: www.avn.info.ve/contenido/mercosur-cultural-reconoci%C3%B3-lucha-integracionista-del-comandante-hugo-ch%C3%A1vez

[34] “MERCOSUR Indígena. Declaración de Ciudad Bolívar”. Notiindigena, 15 de octubre de 2010. En: https://notiindigena.wordpress.com/2013/10/15/mercosur-indigena-declaracion-de-ciudad-bolivar

[35] “El estado Bolívar será sede del Mercosur indígena”. Noticias 24, 9 de octubre de 2013. En: www.noticias24.com/venezuela/noticia/199200/el-estado-bolivar-sera-sede-del-mercosur-indigena-12-paises-asistiran-al-lanzamiento

[36] Mercosur-CMC 14/14. “Plan de Trabajo del Mercosur Indígena 2015-2016”, diciembre de 2014. En: www.mercosur.int/innovaportal/file/6144/1/p.dec_000-2014_es_propuesta_plan_de_accion_rapim_final.docx

[37] “Declaración Conjunta de los Estados Miembros del MERCOSUR”. Cámara de Comercio e Industria Venezuela-Brasil, 8 de agosto de 2014. En: www.venezuela-brasil.org.br/es/index.php? secao=noticia& id_editoria=2&id=240

[38] Ministerio del Poder Popular para la Energía y el Petróleo de Venezuela. “Antecedentes: Comunidad Sudamericana de Naciones”. En: http://uniondelsur.menpet.gob.ve/CES/siteCumbre /sitio/Union_Energetica/ Comunidad_Suramericana/Antecedentes.html; Correo Sindical Latinoamericano. “Unión Sudamericana de Naciones”. En: www.unesco.org.uy/shs/ fileadmin/templates/shs/correosindical/CSLAtematicoIII-2.pdf; “Legado del Libertador Simón Bolívar”. TeleSur, 24 de julio de 2015. En: www.telesurtv.net/news/ Legado-del-Libertador-Simon-Bolivar-20150723-0085.html; “Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR)”. Agencia Boliviana de Información, 24 de mayo de 2008. En: www.katari.org/archives/ union-de-naciones-suramericanas-unasur

[39] “Declaración del Cusco sobre la Comunidad Sudamericana de Naciones”. III Cumbre Presidencial Sudamericana. Cusco, 8 de diciembre de 2004. En: http://www.europarl.europa.eu/meetdocs/2004_2009/documents/fd/200/200412/20041216_03_d.pdf. Véase también: Gudynas, 2005.

[40] “Programa de Acción” de la Primera Reunión de Jefes de Estado de la Comunidad Sudamericana de Naciones. Brasilia, 30 de septiembre de 2005. En: www.sela.org/media/266246/t023600002363-0-programa_de_accion_-_i_reunion_de_jefes_de_estado_de_la_comunidad_sudamericana_de_naciones _sep_2005.pdf

[41] “Un Nuevo Modelo de Integración de América del Sur Hacia la Unión Sudamericana de Naciones”. Documento final de la Comisión Estratégica de Reflexión (2006). En: www.camiri.net/?p=19189

[42] “Declaración de los derechos de los Pueblos Indígenas de la Organización de Naciones Unidas”. Cochabamba, Bolivia, 9 de diciembre de 2006. En: www.comunidadandina.org/documentos/dec_int/dec_cochabamba_indigenas.htm

[43] Correo Sindical Latinoamericano, op. cit.

[44] “Llamamiento y propuestas desde la visión de los pueblos indígenas y naciones originarias. Comunidad Sudamericana de Naciones: Para ‘Vivir Bien’ Sin Neoliberalismo”. Cumbre de Cochabamba, Bolivia, 7 de diciembre de 2006. En: http://www.comunidadandina.org/unasur/llamamiento_cochabamba.htm

[45] Grupo Parlamentario Venezolano (2012). “Logros de Gestión”, enero-diciembre. En: http://www.parlatino.org.ve/wp-content/uploads/2018/10/Encarte-de-Logros-2012-1.pdf

[46] AP (2015). “Instauran primer Parlamento Negro de América”. Emol, 31 de agosto. En: www.emol.com/noticias/internacional/2005/08/31/193987/instauran-primer-parlamento-negro-de-america.html; Parlamento Negro de las Américas (2006). “Resultados de la reunión de trabajo”, 28 de abril. En: www.alainet.org/es/active/11423; Parlamento Negro de las Américas (2008). “Carta de Santiago de Cali”, 16 de marzo. En: https://groups.google.com/forum/#!msg/plan-integral-largo-plazo/1v4HlL-FXDg/xka_sNKTNNEJ

[47] Quebracho (2013). “Participamos del tercer encuentro internacional por la integración de los pueblos”, 7 de abril. En: www.quebracho.org/inicio/index.php?option=com_content&view=article&id=734:participamos-del-tercer-encuentro-internacional-por-la-integracion-de-los-pueblos-olmue-chile&catid=51:nuestramerica&Itemid=76

[48] Véase: Andreucci, D. “‘Asfaltar Bolivia’: El conflicto que cambió Bolivia”. Rebelión, 11 de marzo de 2015. En: www.rebelion.org/noticia.php?id=196319; Canessa, A. (2014). “Conflict, claim and contradiction in the new ‘indigenous’ state of Bolivia”. Critique of Anthropology, vol. 34, núm. 2, pp. 153-173; Lorenzo, A. (2011). “Marcha indígena por el TIPNIS en Bolivia: ¿más que un simple problema?”. Revista Andina de Estudios Políticos, vol. 1, núm. 9, agosto-septiembre. En: https://tipnisboliviaorg.files.wordpress.com/2018/11/
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[49] “Bolivia: Unasur, OEA y ONU investigarán la salvaje represión a indígenas”. Infobae, 7 de octubre de 2011. En: www.infobae.com/2011/10/07/1035224-bolivia-unasur-oea-y-onu-investigaran-la-salvaje-represion-indigenas; “Conflicto por el TIPNIS: se rompe el diálogo y el MAS da paso a consulta previa”. La Razón, 11 de octubre de 2011. En: http://eju.tv/2011/10/conflicto-por-el-tipnis-se-rompe-el-dilogo-y-el-mas-da-paso-a-consulta-previa

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[51] “Brutal represión y cacería de indígenas guaraníes en Bolivia”. Monitor VB, 21 de agosto de 2015. En: https://agenciadenoticiaspueblosoriginarios.wordpress.com/2015/08/21/brutal-represion-y-caceria-de-indigenas-guaranies-en-bolivia; “Bolivia: Represión en el Territorio Indígena de Takovo Mora”. IWGIA, 20 de agosto de 2015. En: www.iwgia.org/noticias/buscar-noticias?news_id=1242

[52] Ríos, N. (2013). “La irrupción india en la movilización social jujeña: el caso de la Organización Barrial Tupac Amaru”. VII Jornadas de Jóvenes Investigadores. Buenos Aires: UBA-Instituto de Investigaciones Gino Germani. En: www.aacademica.org/000-076/61.pdf; “Llega la Marcha de los Pueblos Originarios”. Página 12, 20 de mayo de 2010. En: www.constituyentesocial.org.ar/article697.html?lang=es; Noro, R. (2010). “Marcha de los Pueblos Originarios”. Redacción Popular, 12 de mayo. En: www.redaccionpopular.com/content/marcha-de-los-pueblos-originarios

[53] “Mauricio Macri: ‘Vamos a trabajar juntos para atender las necesidades de los pueblos originarios’”. La Nación, 17 de diciembre de 2015. En: www.lanacion.com.ar/1855018-mauricio-macri-recibio-a-felix-diaz-y-otros-lideres-de-pueblos-originarios

[54] Constante, S. (2015). “La protesta indígena llega a Quito tras 11 días de marcha”. El País, 13 de agosto. En: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/08/12/actualidad/1439415199_815200.html; Esquivada, G. (2015). “Las protestas indígenas en Ecuador y el silencio de Evo Morales”. Infobae, 30 de agosto. En: www.infobae.com/2015/08/30/1751482-las-protestas-indigenas-ecuador-y-el-silencio-evo-morales; “Indígenas y trabajadores de Ecuador anuncian protestas desde el 11 de noviembre’. El Universo, 5 de octubre de 2015. En: www.eluniverso.com/noticias/2015/10/05/nota/5168453/indigenas-trabajadores-anuncian-nuevas-protestas-11-noviembre

[55] “Proponen creación de Consejo de Pueblos Indígenas de Unasur”. Andina, 1 de junio de 2014. En: www.andina.com.pe/agencia/noticia-proponen-creacion-consejo-pueblos-indigenas-unasur-508409.aspx; “Piden garantizar participación indígena en diálogo climático y UNASUR” Servindi, 3 de junio de 2014. En: www.servindi.org/actualidad/106322

[56] “Organizaciones políticas de 39 países expresan respaldo al presidente Maduro”. r-evolucion.es, 2 de abril de 2014. En: http://r-evolucion.es/2014/04/02/organizaciones-politicas-de-39-paises-expresan-respaldo-al-presidente-maduro

[57] “Sindicatos y organizaciones sociales marchan en Montevideo en apoyo a Gobierno de Venezuela”. r-evolucion.es, 8 de abril de 2014. En:http://r-evolucion.es/2014/04/08/sindicatos-y-organizaciones-sociales-marchan-en-montevideo-en-apoyo-gobierno-de-venezuela

[58] “Organizaciones sociales viajarán a Venezuela para respaldar democracia”. TeleSur, 13 de marzo de 2014. En: www.telesurtv.net/news/Organizaciones-sociales-viajaran-a-Venezuela-para-respaldar-democracia-20140313-0015.html

[59] “Rodilla en tierra! No nos arrebatarán la revolución bolivariana”. Quebracho, 15 de abril de 2013. En: www.quebracho.org.ar/inicio/index.php?option=com_content&view=article&id=736:rodilla-en-tierra-el-fascismo-proimperialista-no-nos-arrebatara-la-revolucion-bolivariana-movilizamos-a-la-embajada-hoy-18hs&catid=51:nuestramerica&Itemid=76; “Habla Maduro en Argentina”. Quebracho, 10 de mayo de 2013. En: www.quebracho.org.ar/inicio/index.php?option=com_content&view= article&id=745:habla-maduro-todos-con-maduro-miercoles-8-de-mayo-17hs-estadio-all-boys&catid =51:nuestramerica&Itemid=76

[60] Véase: Wajner, D. (2014). “Primavera en América Latina”. Real Instituto Elcano-Blog, 25 de febrero. En: www.blog.rielcano.org/primavera-en-america-latina; Montaner, C. (2014). “La CELAC contra la Carta Democrática Interamericana”. Infobae, 25 de enero. En: http://opinion.infobae.com/carlos-alberto-montaner/2014/01/25/la-celac-contra-la-carta-democratica-interamericana; UNASUR (2014). “Comunicado de la I Reunión de la Comisión de Cancilleres de UNASUR”. Prensa Unasur, 26 de marzo. En: http://walk.sela.org/attach/258/EDOCS/SRed/2014/04/ T023600005813-0-Comunicado_de_la_I_Reunion_de_la_Comision_de_Cancilleres_de_UNASUR.pdf; Beverache, K. (2014). “Ministras y Ministros de RREE de Unasur emiten resolución sobre la violencia presentada en Venezuela”. FCCR Mercosur, 12 de marzo. En: www.fccrmercosur.org/web/ministras-y-ministros-de-relaciones-exteriores-de-unasur-emiten-resolucion-sobre-la-violencia-presentada-en-venezuela; Calderón, O. (2014). “CELAC aboga por diálogo en Venezuela y rechaza la violencia”. CB24, 18 de febrero. En: http://cb24.tv/celac-aboga-por-dialogo-en-venezuela-y-rechaza-la-violencia/; Beberache, K. (2014). “Declaración de la OEA sobre Venezuela”. FCCR Mercosur, 8 de marzo. En: www.fccrmercosur.org/web/declaracion-de-la-oea-sobre-venezuela

[61] “ALBA denuncia campaña contra Venezuela para detener integración regional”. TeleSur, 25 de febrero de 2014. En: www.telesurtv.net/news/ALBA-denuncia-campana-contra-Venezuela-para-detener-integracion-regional-20140225-0048.html; “Asociación de Estados del Caribe condena violencia fascista en Venezuela”. TeleSur, 14 de febrero de 2014. En: www.telesurtv.net/news/Asociacion-de-Estados-del-Caribe-condena-violencia-fascista-en-Venezuela-20140214-0016.html

[62] “Países latinoamericanos rechazan violencia y se solidarizan con Gobierno de Venezuela”. Noticiero Venevisión, 13 de febrero 2014. En: http://m.noticierovenevision.net/politica/2014/febrero/13/89326=paises-latinoamericanos-rechazan-violencia-y-se-solidarizan-con-gobierno-de-venezuela; “Embajador de Venezuela agradece solidaridad y llama a la unidad de los pueblos”. Prensa Bolivariana, 21 de febrero 2014. En: http://prensabolivariana.com/2014/02/21/embajador-de-venezuela-agradece-solidaridad-y-llama-a-la-unidad-de-los-pueblos

[63] Venezuela le respondió a Macri: "Somos un país modelo en derechos humanos". La Nación, 21 diciembre 2015; Oppenheimer, A., 2015. ¡Se despertó la OEA!. El Nuevo Herald, 11 noviembre.

[64] Para las encontradas visiones que persisten, véase, por ejemplo: Wajner, 2016; Vargas Llosa, 2013; Larrea, 2013.

[65] Latinobarómetro, 2007. Oportunidades de Cooperación Regional: Integración y Energía. [En línea]: www.caf.com/es/actualidad/noticias/2008/04/caf-y-latinobarometro-presentaron-encuesta-%C2%B4oportunidades-de-integracion-regional%C2%B4; Latinobarómetro, 2008. Informe 2008. [En línea]: www.latinobarometro.org/latContents.jsp

[66] Sobre encuestas anteriores más localizadas, ver también: Estrades, C., 2006. Opinión Pública y Mercosur: Conocimiento y apoyo de los uruguayos al proceso de integración regional. Revista Uruguaya de Ciencia Política, 15(1), pp. 107-127; CARI, 2010. La Opinión Pública Argentina sobre Política Exterior y Defensa 2010. Buenos Aires: Gráfica Andrea; Puchet Anyul, M., Moreno-Brid, J. C. & Ruiz Nápoles, P., 2011. La integración regional de México: condicionantes y oportunidades por su doble pertenencia a América del Norte y a Latinoamérica. Economíaunam, 8(23), pp. 3-36.

[67] No por acaso, Mauricio Macri impulsó en diciembre de 2015 una reunión con el cacique Félix Díaz de la comunidad Qom y miembros de otras 30 etnias de los pueblos originarios, con quienes la propia Kirchner había rechazado reunirse; y quizás aún más significativo fue su decisión de difundirlo en su cuenta de Twitter, en el que declaró que “Vamos a trabajar juntos para atender las necesidades de los pueblos originarios y lograr el objetivo de pobreza cero” y “Para este gobierno, el reconocimiento de las comunidades indígenas y las políticas hacia los pueblos originarios son políticas de Estado”. La Nación, 17 de diciembre de 2015. En: www.lanacion.com.ar/1855018-mauricio-macri-recibio-a-felix-diaz-y-otros-lideres-de-pueblos-originarios

 

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Cómo citar este artículo:

RONIGER, Luis; WAJNER, Daniel, (2019) “El auge del ciclo “nuestramericano”: Analizando el rol discursivo del proyecto chavista en la integración transnacional”, Pacarina del Sur [En línea], año 10, núm. 40, julio-septiembre, 2019. ISSN: 2007-2309

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1767&catid=14