Exilios sudamericanos en México: los casos argentino y chileno

South Americans Exiles in Mexico: the Argentine and Chilean cases

Exilios Sul-americanos no México: os casos da Argentina e do Chile

Claudia Fedora Rojas Mira[1]

RECIBIDO: 10-03-2014 APROBADO: 21-03-2014

 

A raíz del golpe militar en Chile, el 11 de septiembre de 1973 y la consiguiente instauración de la dictadura (1973-1990), México fue uno de los países latinoamericanos que dio acogida a un grupo específico de chilenos -la mayoría militantes de los partidos políticos de la izquierda chilena, que incluyó a miembros de todos o casi todos los partidos de la Unidad Popular (UP) y a integrantes del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR)- y sus familias. Estos llegaron a la Ciudad de México, a través de dos vías principales: el asilo diplomático en la Embajada de México en Santiago y su expulsión después de permanecer durante un lapso variable en la cárcel y/o en campos de concentración.

Por su parte el embajador mexicano en Argentina, Roque González Salazar, reportó dos hechos interesantes de contemplar, en entrevista con el presidente Echeverría. Este último le habría dado instrucciones muy precisas respecto del asilo diplomático; primero:

[…] se aproximan momentos difíciles quizá para la Argentina, queremos que Ud., recuerde que la política nuestra, la política de México, ha sido siempre de puertas abiertas y de generosidad, queremos que la señora de Perón, la señora presidente que había tomado ya posesión, usted la convenza que queremos que venga a una reunión importante sobre la mujer, qué era, no recuerdo exactamente qué acontecimiento, pero que él tenía un interés especial en que ella, como la única mujer presidente en América Latina, estuviera presente (Buriano Castro, 2000: 38).

El segundo hecho reportado, en un informe a la Cancillería, por el embajador mexicano dice relación con el contexto del golpe de Estado en Argentina:

[…] En nuestra embajada se han presentado muchos casos de solicitudes de asilo, los cuales se han estudiado con el debido cuidado y en su mayoría se han contestado negativamente. Se trata sobre todo de personas que han sido cesadas en sus puestos dentro de la Administración Pública o en empresas que por su función o estatuto han sido intervenidas por el gobierno militar (universidades, institutos, sindicatos, empresas de servicios públicos, etc.). En muchos de estos casos resulta obvio que la causa del cese ha sido exclusivamente la de la filiación política del cesado. Se trata a veces de casos muy claros de personas hostilizadas por ostentar ideas políticas distintas a las del gobierno en el poder, o por considerarlos enemigos en potencia. Pero en general, no han podido aportar los solicitantes otros indicios que lleven a suponer que la hostilización  en su contra va a continuar hasta poner en peligro su libertad o su vida, y mucho menos que dicho peligro sea inminente. Por lo tanto, con todo y lo conmovedores y lamentables que resultan muchos de esos casos, se ha tenido que negar por no reunir todos los requisitos que se requieren para conceder asilo (Buriano Castro, 2000: 39).

En el caso de Argentina, desde antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, la violenta situación política potenciada por la organización paramilitar Triple A, fundada por el secretario particular de Perón, motivó a un número significativo de argentinos a solicitar asilo en la embajada de México. Desde 1973 y hasta la fecha del golpe de Estado en Argentina, la Triple A había asesinado a poco más de mil quinientas personas. (Steinsleger, 2011) Como la ruptura institucional formal no se había producido, muchas de estas solicitudes de asilo fueron descartadas por la Embajada mexicana. No obstante en 1974 llegaron los primeros migrantes políticos argentinos. De este primer grupo, algunos eran peronistas de izquierda que habían colaborado en el corto gobierno de Héctor Cámpora[2] y otros guardaban simpatías hacia el movimiento político-militar Montoneros. Entonces, a partir de ese año y antes del golpe, una veintena de argentinos aterrizaron en México (Yankelevich, 2004: 189).

Imagen 1. Manifestación política solidarizando con causa exiliados chilenos en monumento a Benito Juárez, México D.F.
Imagen 1. Manifestación política solidarizando con causa exiliados chilenos en monumento a Benito Juárez, México D.F.

Tanto en el caso chileno como en el argentino, los migrantes políticos arribaron en oleadas diferentes.En el caso de los chilenos la primera oleada llegó en el año 1973, a raíz del golpe de Estado que instauró una dictadura de diecisiete años (1973-1990). En el caso de los argentinos la primera oleada, de carácter preventivo, aterrizó en 1974, posteriormente siguieron viniendo a México ciudadanos de esa nacionalidad. A partir del golpe de Estado de 1976, su número se incrementó significativamente. La dictadura argentina tuvo una duración de ocho años (1976-1983). El tiempo en que Chile y Argentina estuvieron bajo dictaduras militares, obligó a los ciudadanos de esos países a permanecer en México durante, más o menos los sexenios siguientes: Luis Echeverría (1970-1976), José López Portillo (1976-1982), Miguel de la Madrid (1982-1988) y Carlos Salinas (1988-1994).

Habría mucho que decir y explicar acerca de las experiencias de estos exilios considerando el tiempo transcurrido, los acontecimientos de México en ese lapso y las singularidades de tales sexenios. Hay que contemplar, además, el contexto internacional y las coyunturas políticas de Chile y Argentina, lo que francamente excede las posibilidades del presente texto. Por tanto nos avocaremos a perfilar, grosso modo, las características más relevantes, marcando sus diferencias y semejanzas.

A continuación, para referirnos a esta migración política de chilenos y argentinos, hablaremos de exilio chileno y exilio argentino, puesto que es lo que nos interesa conocer y analizar y porque un número importante de ellos se transfiguró en exiliados.

Un hecho compartido, por ambos exilios, fue que dentro de sus filas hubo un número importante de académicos, intelectuales, profesionales y políticos de alto nivel. También, se verificó el desarrollo de relaciones políticas, académicas, profesionales e intelectuales previas a los golpes de Estado y que durante los años de exilio se intensificaron y se constituyeron en importantes redes de contactos y apoyo mutuo, del que ambos grupos se beneficiaron.

Los vínculos entre Chile y México son anteriores a 1973: por ejemplo, con los proyectos de independencia y autonomía del siglo XIX; en la siguiente centuria con las estancias de Gabriela Mistral, entre 1922-1924 y 1948-1950 (Cano, 1996) y Pablo Neruda en México, en los años cuarenta; así como la visita de José Vasconcelos a Chile, del 30 de octubre al 4 de noviembre de 1922 (Fell, 1989); hasta la visita de Salvador Allende a México, en diciembre de 1972.

No es una casualidad que este grupo específico de chilenos aterrizara en México; para comprender la llegada de tales exiliados políticos a una de las ciudades más pobladas de Latinoamérica y del mundo hay que reparar en la relación que se estableció entre los presidentes Luis Echeverría (1970-1976) y Salvador Allende (1970-1973), ésta sentó las bases para la posterior acogida en México. Echeverría era un gran admirador de Allende. Además, había transcurrido poco tiempo desde la histórica visita del presidente chileno a México. Esa visita fue importantísima y bastante difundida por los medios de comunicación de la época. Desde entonces, en México se aludió con frecuencia al discurso pronunciado por Salvador Allende en la Universidad de Guadalajara. En tiempos de la UP, intelectuales y académicos mexicanos habían estrechado vínculos con intelectuales y académicos chilenos, a modo de ejemplo la relación entre Pablo González Casanova –ex rector de la UNAM- y Pedro Vúskovic –ex funcionario de la CEPAL y ex ministro de Economía del gobierno de Salvador Allende-. En la misma línea, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), con sede en Santiago, constituida por chilenos, uruguayos, brasileños y argentinos, entre otros, formaron a intelectuales mexicanos que tuvieron participación en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México durante varias décadas. Cuadros económicos apreciados por el gobierno de México. La CEPAL desarrolló una importante labor de docencia a través del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), recibiendo a estudiantes de toda América Latina y por supuesto de México, quienes en su estadía estrecharon lazos con profesores e investigadores de la CEPAL. Tales vínculos posibilitaron la apertura de las instituciones universitarias mexicanas para los intelectuales, investigadores y académicos chilenos que se exiliaron en México.[3]Por eso mismo la revolución chilena encontró en México un gran apoyo. Otro actor relevante fue el embajador de México en Chile, Gonzalo Martínez Corbalá, un hombre de la línea “progresista” dentro del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Martínez Corbalá había establecido excelentes relaciones con los dirigentes de la UP.

Imagen 2. En 1977 visita México Luis Corvalán, Secretario General del Partido Comunista Chileno (PCCh), exiliado en la URSS. En la foto, ofrenda a los héroes mexicanos. Con el paraguas, Luis Enrique Délano, escritor chileno, quien trabajaba en Casa de Chile dirigiendo el Departamento de Prensa y Difusión (militante, también, del PCCh).
Imagen 2. En 1977 visita México Luis Corvalán, Secretario General del Partido Comunista Chileno (PCCh), exiliado en la URSS. En la foto, ofrenda a los héroes mexicanos. Con el paraguas, Luis Enrique Délano, escritor chileno, quien trabajaba en Casa de Chile dirigiendo el Departamento de Prensa y Difusión (militante, también, del PCCh).

En fin, hubo por una parte razones históricas, políticas, culturales y académicas y por otra, alianzas personales que jugaron un papel determinante en el apoyo que brindó México al exilio chileno. Por las razones que se acaban de señalar, más el enorme prestigio de Allende como líder político del continente, su muerte y los acontecimientos del 11 de septiembre de 1973 que conmovieron fuertemente y tuvieron un efecto importante en la sociedad mexicana, se desplegó una notable solidaridad para con los emigrantes políticos chilenos y una fuerte crítica en contra de la Junta Militar. Las autoridades mexicanas refrendaron su tradicional política de asilo y protección a perseguidos por razones ideológicas.

En el caso argentino,

[…] Los intercambios y las mutuas simpatías se habían dado, desde mucho antes, en los ámbitos de la cultura. La música, el cine, el teatro y la radio a partir de las décadas de 1920 y 1930 consagraron como propias y queridas a figuras de talento y carisma de uno y otro país. Cantinflas, Pedro Infante y Agustín Lara desde México; Luis Sandrini, Enrique Santos Discépolo, Libertad Lamarque y las revistas Billiken o El Gráfico desde Argentina fueron verdaderos valores de intercambio. Las industrias cinematográficas de ambos países consolidaron arquetipos nacionales y, en el plano de la literatura y las ciencias sociales, se hicieron comunes a ambas naciones los nombres de intelectuales como José Vasconcelos, Alfonso Reyes, José Ingenieros, Alfredo Palacios, Jorge Luis Borges, Arnaldo Orfila Reynal, Juan Rulfo y Octavio Paz, entre muchos otros.

En 1974, con la visita del presidente Luis Echeverría a Buenos Aires y con las designaciones del ex presidente Héctor Cámpora y del ex ministro Ángel Robledo como sucesivos embajadores argentinos en México, se había establecido un fuerte acuerdo político.(Bernetti y Giardinelli, 2003: 94)

Respecto al ámbito artístico e intelectual mexicano vinculado con la realidad argentina, como se constata en la cita anterior con la mención de diversas personalidades, se hace necesario relevar la presencia del dominicano Pedro Henríquez Ureña, quien contribuyó a la relación entre ambos países en dicho ámbito. Henríquez Ureña vivió en México y en los últimos años de su vida en Buenos Aires, en donde cultivó la amistad con Jorge Luis Borges.

Como ya se comentó, la primera oleada de carácter preventivo llegó en 1974 y estuvo conformada por colaboradores del breve gobierno de Héctor Cámpora y peronistas de izquierda más o menos cercanos a Montoneros. Dentro de ellos el intelectual Rodolfo Puiggrós, historiador, periodista y político de la izquierda, ex rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA); Esteban Righi, ministro del interior en el gobierno de Héctor Cámpora; Ricardo Obregón Cano, ex gobernador de la provincia de Córdoba; Adriana Puiggrós, pedagoga y ex decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA; Raúl Laguzzi, ex rector, también, de la UBA; Enrico Stefani, científico, y su esposa Mara Lamadrid, psicoanalista; Ignacio Maldonado, psicólogo; Mimi Langer, renombrada psicoanalista; Nacha Guevara, cantante; Pedro Orgambide, escritor; Jerónimo Podestá, sacerdote y el propio Héctor Cámpora, que regresó a Buenos Aires a mediados de 1975. También, en este primer grupo destacó el profesor y literato Noé Jitrik y su esposa, Tununa Mercado, periodista y escritora. Jitrik, militante de izquierda no peronista, había recibido una invitación académica de El Colegio de México, centro de investigación y docencia superior del más alto nivel, heredero de la Casa de España que habían fundado importantes intelectuales españoles llegados a México producto de la Guerra Civil Española. (Yankelevich, 2004: 189). Ahora bien, las figuras emblemáticas del exilio argentino en México fueron Rodolfo Puiggrós y Noé Jitrik, el primero logró reconocimiento tanto en el espacio académico e intelectual mexicano como en las instancias políticas, mientras que el segundo fue un destacado ensayista y novelista sin militancia política definida.

Si bien el exilio argentino en un primer momento fue un exilio de personalidades, por las puertas abiertas a éstas lograron pasar muchos otros emigrantes políticos desde la Argentina, de más bajo perfil. En este contexto hay que destacar a los periodistas, que constituyeron un segmento importante del mundo intelectual argentino que se estableció en México.

Imagen 3. Fachada exterior de la Casa de Chile en México, en calle Mercaderes N° 52, México D.F. año 1992.
Imagen 3. Fachada exterior de la Casa de Chile en México, en calle Mercaderes N° 52, México D.F. año 1992.

Rodolfo Puiggrós vivió en México entre 1961 y 1965, en ese lapso tejió una red de relaciones con destacados políticos y académicos mexicanos: Vicente Lombardo Toledano, fundador de la Confederación de Trabajadores de México (CTM); Enrique Ramírez y Ramírez, periodista y fundador del periódico El Día; Pablo González Casanova, sociólogo y ex rector de la Universidad Autónoma de México (UNAM); Jesús Silva Herzog, economista; Gastón García Cantú, historiador y periodista. Esta primera estadía, facilitó su reinserción en el medio mexicano de los años setenta, incorporándose como columnista de la sección internacional de El Día –también se incorporó a este medio el destacado periodista Gregorio Selser- y como académico de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Igualmente se vinculó con el presidente Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) y con Jesús Reyes Heroles, Secretario de Gobernación (Ministro del Interior) del presidente José López Portillo (1976-1982). Hay que destacar que el periódico El Día se constituyó en una tribuna para dar a conocer lo que aconteció en tiempos de la dictadura argentina y difundir las acciones de los exilios políticos, no sólo el argentino, sino también los otros exilios del cono sur (Yankelevich, 2004: 190). 

Por su parte, Noé Jitrik, aportó con otros tantos vínculos con prestigiosas personalidades del medio mexicano, sobre todo de El Colegio de México. La situación privilegiada, tanto de Puiggrós como de Jitrik fue canalizada a favor de importantes iniciativas y organizaciones colectivas que desarrolló el exilio argentino en México.

En seguida revisaremos las principales organizaciones de los exiliados chilenos y argentinos: El elemento de cohesión grupal del exilio chileno  fue, por excelencia, la Casa de Chile en México fundada el 11 de septiembre de 1974 y que en 1978 se constituyó en asociación civil.

[…]  La autorización legal para su existencia fue otorgada el 7 de marzo de 1978, por la Secretaría de Relaciones Exteriores, Dirección General de Asuntos Jurídicos, con el Nº 07766, Expediente 609109. Esta autorización determinará entre otros aspectos que: Todo extranjero que participe de la asociación será considerado como mexicano para efectos de la ley y que no deberá invocar la protección de su gobierno. La autorización para su existencia es de 50 años…[4]

Dicha institución se creó por iniciativa de Pedro Vúskovic Bravo y a partir de una decisión política del gobierno mexicano, que encabezaba Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), respaldada por un grupo potente de intelectuales y personalidades mexicanas.

Desde un inicio quedó establecido por el gobierno de México que ni el exilio chileno, ni cualquier otro, podría intervenir en los asuntos mexicanos, ni en palabras ni en actos. Recordemos que la Constitución de 1917 establecía en el capítulo III, de los extranjeros, artículo 33 lo siguiente:

Son extranjeros los que no posean las calidades determinadas en el artículo 30. Tienen derecho a las garantías que otorga el capítulo I, título primero, de la presente constitución; pero el Ejecutivo de la Unión tendrá la facultad exclusiva de hacer abandonar el territorio nacional, inmediatamente y sin necesidad de juicio previo, a todo extranjero cuya permanencia juzgue inconveniente.

Los extranjeros no podrán, de ninguna manera, inmiscuirse en los asuntos políticos del país.

Las autoridades de la Casa de Chile y los dirigentes políticos de la UP en el exilio cuidaron de no participar de ninguna forma en asuntos de política mexicana

[…] debería tenerse cuidado con la intervención espontánea de compañeros invitados en forma directa a participar en actos por Chile. En rigor, nadie debería participar en ellos sin dar aviso a su partido y a la UP. Es frecuente en actos como estos la intervención de amigos que, inocentemente o no, desean embarcar a los participantes chilenos en manifestaciones contra el gobierno mexicano o en expresiones de grupos ultra cuyos planteamientos no coinciden con los de la UP.[5]

Según un informe de Casa de Chile, elaborado en el año 1983, esta contó con la siguiente estructura directiva: El patronato[6]de Casa de Chile, el poder supremo de la Asociación residió en este. Al patronato le correspondió la alta función de supervigilar el desarrollo de las actividades de Casa de Chile en el cumplimiento de los objetivos y fines de la institución. Debió aprobar el presupuesto anual y acordar la política general de Casa de Chile; el Presidente del Patronato, -que en 1983 era el Ing. Gonzalo Martínez Corbalá, embajador de México en Chile para el golpe de Estado de 1973-;  el  Director, el  Subdirector y los Asociados

Al patronato, integrado generalmente por 20 miembros, entre ocho personalidades mexicanas y doce chilenas[7], le correspondió aprobar el presupuesto anual y nombrar al Director/a de la Institución, asimismo consentían la nómina y el organigrama de funcionamiento de la institución, entre otros asuntos. Financiera y administrativamente La Casa de Chile en México, A.C., dependía de la Secretaría de Educación Pública (SEP) de México y era coordinada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA). Estos organismos aprobaban también el presupuesto anual y otorgaban un subsidio mensual. El presupuesto de Casa de Chile provino de la Secretaría de Educación Pública, a través de la Subsecretaría de Cultura y Recreación.

Imagen 4. Niños y niñas del exilio chileno en México. En Escuela de Verano en la sede de Casa de Chile en México, México D.F. julio-agosto 1982. En la foto, aprendiendo a hacer títeres.
Imagen 4. Niños y niñas del exilio chileno en México. En Escuela de Verano en la sede de Casa de Chile en México, México D.F. julio-agosto 1982. En la foto, aprendiendo a hacer títeres.

En este punto hay que destacar que el financiamiento y otras formas de ayuda solidaria al exilio chileno existieron desde el comienzo. Por ejemplo, cuando arribaron los primeros grupos y fueron hospedados en los hoteles contratados por el gobierno mexicano, contaron con comida, ropa, medicamentos, útiles para el aseo personal y dinero para movilizarse dentro de la Ciudad de México, con el fin de buscar trabajo o realizar trámites en las instituciones estatales que estaban destinadas a prestarles ayuda. Una vez que la Casa de Chile se organizó, el financiamiento fue canalizado a través de ella, pero la ayuda económica estuvo desde el inicio. No obstante hay que subrayar que la “época de oro” del exilio chileno en México, desde todo punto de vista, sobre todo económico, fue en el período de Luis Echeverría. En los sexenios posteriores el financiamiento y el apoyo a las acciones del exilio continuó, pero en ocasiones hubo ciertos desajustes.[8]  Por ejemplo, en noviembre de 1979, el escritor Luis Enrique Délano, Encargado de Difusión dentro de la Casa de Chile, le escribía una larga carta a Gustavo Carvajal Moreno, Presidente del Comité Ejecutivo del Partido Revolucionario Institucional (PRI), señalándole en uno de sus últimos párrafos lo siguiente:

[…] conociendo su buena disposición para con la causa del pueblo chileno, rogamos a usted interponer sus buenos oficios para ver la posibilidad que el programa radial “Noticias y cantos de Chile” sea repuesto y continúe cumpliendo el papel que hasta ahora ha sido tan útil para el pueblo chileno […][9]

En 1978 el aporte del gobierno mexicano fue de $ 296.000 (doscientos noventa y seis mil pesos mexicanos) mensuales, para tener una idea aproximada de lo que esto significaba diremos que en julio de 1977, $ 23.00 (veintitrés pesos mexicanos) equivalían a US $ 1.00 (un dólar). Con base en este dato de 1977, $ 296.000  igualaban a US $ 12.870 (doce mil ochocientos setenta dólares). Para 1983 el presupuesto mensual fue de $ 308.333 (trescientos ocho mil trescientos treinta y tres pesos mexicanos).[10]

La Casa de Chile A.C. utilizó ese dinero para costear el arriendo de un local en donde funcionar, sueldos, teléfonos, mantención, reparaciones, publicar materiales que llamaran la atención de la comunidad mexicana e internacional sobre los sucesos de Chile y llevar a cabo tareas de apoyo a la resistencia contra la dictadura de Augusto Pinochet. Había correspondencia y telegramas permanentes con todos aquellos países que habían recibido exiliados chilenos (Berlín, Roma, La Habana, Caracas, Bogotá, Montevideo, Helsinki, Moscú, Viena, París, Londres, etcétera). En este sentido, fue muy importante el “cabildeo” que realizó el exilio chileno en México (y en otros países) con los organismos internacionales para mantener la vigilancia de los Derechos Humanos y conseguir que la Asamblea General de la Organización de  Naciones Unidas (ONU) declarara, por amplia mayoría, la violación de estos derechos por el régimen de Pinochet a través de quince condenas sucesivas, lo cual significó también el aislamiento internacional de la dictadura militar chilena.

La organización de la Casa de Chile estuvo conformada por varias instancias: lo que fue el personal encargado de la Administración y Coordinación, la Secretaría Ejecutiva para América de Solidaridad con el Pueblo de Chile, la Comisión Sindical Chilena en México, el Frente de Mujeres Chilenas en México, el Frente Juvenil Chileno y el Centro de Estudios Militares "General Carlos Prats". Estas se constituyeron en los frentes de trabajo del exilio chileno en México. Sobre la Secretaría Ejecutiva para América de Solidaridad con el Pueblo Chileno, es pertinente señalar que coordinaba innumerables actividades del exilio chileno localizado en distintas partes del mundo, a través de los llamados Comités Nacionales que contaban con dirigentes o personas responsables específicos.

Casa de Chile no se constituyó en una instancia de influencia en la sociedad mexicana, sólo impactó a los sectores más politizados de esta. Ello se explica, en parte, porque la institución fue un lugar de los partidos políticos que se repartieron cuotas de poder al interior de la misma y desde allí realizaron sus actividades particulares. Se mantuvieron fuertemente vinculados a lo que pasaba en Chile, tratando de incidir desde afuera por medio de la denuncia y la solidaridad, utilizando los foros internacionales para buscar apoyo. Porque siempre pensaron que estaban de paso y que de un momento a otro retornarían a Chile.

Ciertas características de la sociedad chilena se trasladaron al exilio y, en ese sentido, la izquierda no estuvo exenta de prejuicios como: el clasismo, el racismo y el sexismo imperante en la sociedad que integraban. Así, al interior de la Casa de Chilehubo jerarquías sociales y políticas. Hay que recordar que a México llegó un número importante de personalidades vinculadas, directamente, al gobierno de la UP: la familia de Salvador Allende encabezada por Hortensia Bussi su viuda, políticos de carrera (senadores y diputados) e intelectuales destacados de las Universidades chilenas. Si bien durante el gobierno popular Hortensia Bussi de Allende ostentó cierto protagonismo en calidad de Primera Dama de la Nación, fue con ocasión de su exilio en México que su talento político se volvió preponderante, se reforzó y se legitimó a nivel internacional. Estableció y mantuvo contactos y relaciones internacionales al más alto nivel, lo que se tradujo en muchísimas invitaciones de diversos lugares del mundo e intercambio epistolar con personalidades de la política internacional y la cultura, como por ejemplo Javier Pérez de Cuellar, Jaime Lusinchi, Felipe González, François Mitterrand, Belisario Betancourt, Enrico Berlinguer, Regis Debray, Andreas Papandreu, Fidel Castro, Melina Mercouri y Leonel Jospin, entre muchas otras.

Otro rasgo importante a remarcar es que en la Casa de Chile se dio la división partidaria y el exilio se organizó de acuerdo a partidos políticos. El Partido mayoritario del exilio fue el Socialista (PS), le siguieron el Comunista (PC), el Partido Radical (PR) y otras instancias menores como el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), la Izquierda Cristiana (IC) y el MAPU.

[…] solamente del PS había más de 100 abogados en México…exiliados...la gran masa de exiliados era socialista y profesional...y de esos la gran masa era abogado...yo creo que entre socialistas y sus familias no sumaban más de 1.000 personas... por lo menos la mitad del exilio...el grueso que llegó aquí era socialista o independiente de izquierda...la participación de los otros partidos...en número...era muchísimo menor.[11]

Aunque el Partido Radical (PR) fue pequeño en el exilio, estableció contactos importantes con las autoridades y políticos mexicanos, en parte por su postura social demócrata y, también, por sus nexos con la masonería a nivel internacional. Anselmo Sule, militante del PR y senador por su partido bajo el gobierno de la UP fue por esos años Vicepresidente de la  Internacional Socialista y utilizó todos sus vínculos a nivel internacional para agitar la causa democrática contra la dictadura.

Inicialmente, la presidencia de la Casa de Chile la ocupó su gestor intelectual, Pedro Vúskovic Bravo (socialista), 1974-1976, quien fue reemplazado por Hugo Miranda Ramírez (militante radical), presidente en el lapso 1976-1989 y después por Galo Gómez Oyarzún (socialista), presidente desde 1989 hasta 1993, año del cierre de esta institución.

[…] fui dirigente de los socialistas en el exilio...éramos como 500 aquí en México...la Casa de Chile fue una buena experiencia para el exilio chileno...ahí se reunía todo el exilio de América Latina...ahí se organizaban reuniones de carácter mundial...con ayuda económica de las universidades mexicanas, de los sindicatos, de los partidos políticos...la solidaridad mexicana era muy fuerte...el PRI, el PSUM... ¡todos! ...hasta gente de Acción Nacional -se refiere al PAN, partido de derecha que ha tenido como presidentes de la República a Vicente Fox (2000-2006) y a Felipe Calderón (2006-2012)- fueron una vez a la Casa de Chile a presentar su solidaridad con motivo de...ya no me acuerdo... ¡fue una gran experiencia![12]

En cuanto al MIR, que no integraba la U.P., desde un inicio participó en la Casa de Chile, porque tal institución fue el centro de operaciones de la izquierda chilena exiliada en México. Para mayor abundamiento,  el siguiente testimonio:

[…] Cuando yo llegué en 1977 ya era así –el MIR participaba en la Casa de Chile-. El exilio de México era muy politizado y, también, muy jerárquico. El MIR formó en México un grupo de base muy importante. Llegaron a tener cientos de personas organizadas a través de los comités de resistencia (fundamentalmente en la UNAM) que ellos dirigían. Así que era un partido muy fuerte, no me imagino al MIR fuera de la Casa Chile. Eran respetados como otro partido más, sin distinciones. Aquí quizás habría que incorporar que la Casa de Chile la dirigía el Partido Radical. El PR era en la práctica muy pro-miristas. Allí llegó don Edgardo Enríquez, por ejemplo, padre de Miguel Enríquez…entonces nunca hubo discriminación al MIR, al contrario. [13]

Con el advenimiento de la nueva situación política, el tránsito de la democracia en Chile a partir de 1990, y la consecuencia que esta situación provocó en el exilio, es decir, el regreso a Chile de muchos connacionales, la institución tuvo que ir asumiendo –paulatinamente- esa nueva realidad. Se creó una comisión ad-hoc encargada de preparar un anteproyecto destinado a proponer al Patronato las modificaciones y adecuaciones necesarias para cambiar los objetivos que inspiraban la acción de ese organismo y aprovechar su infraestructura, experiencia y valioso acervo para recuperar, fortalecer y dinamizar los vínculos de Chile y México en los ámbitos del pensamiento social, científico y cultural y de las eventuales realizaciones que de allí emanaran. Aunque la Casa de Chile en México A.C. estuvo dirigida por chilenos, era un organismo mexicano (empresa paraestatal) toda vez que el Estado mexicano pagaba la totalidad de su financiamiento, por tanto no podía apartarse de la línea oficial del gobierno. Esto implicaba, por ejemplo, la imposibilidad de realizar cualquier trabajo político opositor al gobierno del presidente chileno Patricio Aylwin (1990-1994) utilizando elementos de la Casa de Chile en México A.C., o a nombre de ella. Vistos estos antecedentes, se debía encauzar el trabajo de Casa de Chile en México A.C., hacia aquellas actividades explicitadas en el protocolo de su fundación y que estuvieran orientadas a dejar en México una organización que sirviera para retribuir los servicios prestados por México a los exiliados chilenos. En tal situación se sugirieron dos variantes para dar continuidad a la institución: Instituto de Estudios y Proyectos e Instituto de Cultura[14], que no prosperaron por razones derivadas del contexto de ese momento, que no es posible explicitar en esta oportunidad.

Imagen 5. Placa de la Casa de Chile en México, instalada en su sede de calle Mercaderes N° 52, inaugurada el 14 de diciembre de 1987, en México D.F.
Imagen 5. Placa de la Casa de Chile en México, instalada en su sede de calle Mercaderes N° 52, inaugurada el 14 de diciembre de 1987, en México D.F.

La Casa de Chile en México A.C. fue un espacio de reunión de los chilenos, allí se contactaron amistades y compañeros de militancia. A través de ella se administró el dinero del gobierno mexicano y otros recursos financieros que llegaron de la solidaridad internacional -de Naciones Unidas, a través del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ACNUR, y otros-  con lo que desarrolló una serie de actividades de difusión de la causa chilena en el exterior, administró la solidaridad, realizó veladas culturales, sirvió de medio de comunicación e intercambio entre los exilios y proporcionó su infraestructura para acciones de solidaridad con otros exilios.

El grueso de los exiliados chilenos que permanecieron en México eran personas de la clase media, con altos niveles de escolaridad y que en sus respectivas disciplinas aportaron a la sociedad mexicana, principalmente como científicos, académicos, investigadores, maestros y artistas: Lisandro Cruz Ponce (asesor jurídico y prestigioso académico de la Facultad de Derecho de la UNAM), Orlando Caputo (economista), Luis Enrique Délano (escritor), Víctor Hugo Núñez (pintor y escultor), Galo Gómez (académico Universidad Iberoamericana), Danuta Rajs (médico y profesora-investigadora de la UNAM), Alejandro Witker (historiador y académico), Hugo Zemelmann (sociólogo y profesor-investigador de El Colegio de México), Edgardo Enríquez (médico y profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, UAM), Hernán Uribe (periodista), Graciela Uribe (geógrafa y profesora-investigadora de la UNAM), Frida Modak (periodista), Armando Cassigoli (profesor-investigador de la UNAM), Hernán Lavín Cerda (escritor y profesor investigador de la UNAM),Héctor Orrego Puelma(médico), Pedro Vúskovic (economista y profesor investigador de la UNAM), Eduardo Ruiz Contardo (investigador y docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM) entre muchos otros.[15] Por la información recabada, hasta ahora, el aporte del exilio fue más bien a nivel individual y, sobre todo, relacionado con las universidades y los centros de investigación y docencia.[16]

En 1990, se inició en Chile el proceso de transición democrática que implicó una mesurada política de apoyo a los exiliados que deseaban retornar al país. Antes de esa fecha sólo existieron sociedades civiles que brindaron ayuda a algunos retornados, como el Comité Pro-Retorno de Exiliados, fundado en 1978, que trabajó bajo la consigna por el derecho a vivir en la patria, tomada de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas. Sin embargo, la primera lista que permitió el regreso de los exiliados chilenos se publicó recién en 1983. A raíz del retorno, la Casa de Chile en México cerró sus puertas en 1993.

Por su parte, la primera oleada de argentinos que llegó a México en 1974, por razones políticas, comenzó a reunirse, a partir de 1975, en las casas particulares de los ya mejor  instalados. En estos primeros encuentros y discusiones se decidió crear, de manera informal, la primera organización de exiliados argentinos: la Comisión Argentina de Solidaridad (CAS), integrada por Rodolfo Puiggrós, Noé Jitrik, Esteban Righi y Gerónimo Podestá, entre otros. El principal objetivo de dicha Comisión fue la solidaridad con los que habían arribado y con los que seguirían arribando a partir de 1976, fecha del golpe de Estado en Argentina, en adelante. A la CAS le preocuparon, principalmente, las condiciones materiales en las que tendrían que desenvolverse los nuevos emigrantes políticos. Se ocupó de apoyarlos para conseguir trabajo y, fundamentalmente, tramitar las visas migratorias que asegurarían su estancia legal (Yankelevich, 2004).

A diferencia del exilio chileno y de otros exilios latinoamericanos, el exilio argentino en México fue uno de los más fracturados políticamente y los quiebres se verificaron tempranamente. Dichos quiebres se debieron, en gran medida, por el apoyo o por la crítica que hubo de parte de sus integrantes a las organizaciones armadas como Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).  Debe enfatizarse, sin embargo, que la aprobación o el rechazo de la lucha armada como estrategia adecuada para derrota a la dictadura, fue lo que realmente fracturó a buena parte de la comunidad argentina exiliada en México. La fractura del exilio político argentino se reflejó, por supuesto, en sus organizaciones. Por ello, en 1976 el grupo liderado por Rodolfo Puiggrós fundó el Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA), que fue conocido también como “La Casa Argentina”. En su fundación, sus militantes fueron de origen universitario, obrero, barrial, intelectual y profesional (psicoanalistas, sociólogos, antropólogos y psicólogos). Aunque este componente varió, en la medida de las fracturas y avatares por las que pasó el exilio argentino en el transcurso de su estadía en México y que respondieron, sobre todo, a la situación política de la Argentina. (Yankelevich, 2002 y 2004)

Hay que decir que para su constitución contó con el prestigio intelectual y político de Rodolfo Puiggrós, quien tuvo una importante capacidad de convocatoria entre intelectuales y personalidades de la izquierda mexicana (Yankelevich, 2004: 192), esto y la llegada masiva de inmigrantes políticos desde la Argentina, le valió el apoyo del gobierno mexicano, aunque este nunca fue como el otorgado al exilio chileno y aquello se vio reflejado en los recursos materiales que le brindó. Al respecto hay que señalar que el COSPA autofinanció la mayor parte de sus actividades, porque el gobierno mexicano no le entregó una partida de dinero como la que recibió la Casa de Chile.

Una parte del financiamiento del COSPA, provino de ayuda del gobierno mexicano; quien fuera la secretaria de finanzas –Delia Carnelli de Puiggrós-, indica que al principio se contó con la ayuda de Carlos Hank González, entonces titular del gobierno del Distrito Federal –gobierno de la ciudad de México-, a lo que se sumaban las aportaciones de los propios exiliados…”en la época en que yo estaba en la parte económica era un sufrimiento conseguir el dinero.” De tener en cuenta que alguna de las autoridades eran miembros de la dirigencia política de Montoneros, se puede inferir que esta organización contribuyó de alguna manera al financiamiento del COSPA.(Yankelevich, 2004: 197)

No obstante, el gobernó mexicano sí participó de otras iniciativas de marcado carácter social y solidario como fue “La Casa del Niño” fundada en 1979, con aportes económicos de éste y de otras instancias como el gobierno sueco, el Consejo Mundial de Iglesias, Amnistía Internacional, entre otras. Se trató de un jardín de infantes que asistió a niños y niñas de los exiliados políticos argentinos y de otros exilios latinoamericanos.

El COSPA estuvo conformado por peronistas de filiación montonera, que fue la fuerza mayoritaria, pero también estuvieron representados otros militantes peronistas, algunos del Partido Revolucionario de los Trabajadores y su brazo militar el ERP, grupos maoístas y, en general, militantes de izquierda sin adscripción partidaria. El COSPA tuvo un marcado carácter militante, por lo que se puede afirmar que efectivamente se constituyó en una organización de un exilio político propiamente tal. Los militantes que participaron activamente en él, lo consideraron otra trinchera política desde la que podían actuar estando fuera de la Argentina y que contribuiría a la transformación política y radical de la sociedad argentina (Yankelevich, 2004: 193). Así desarrollaron una intensa serie de actividades de denuncia del Terrorismo de Estado, encabezado por el gobierno de Jorge Rafael Videla.

En virtud  que, un importante número de militantes del COSPA sostenía una postura de apoyo a las organizaciones armadas como Montoneros y El ERP (partidos políticos-militares), el gobierno mexicano toleró estas organizaciones de los exiliados argentinos, sin involucrarse en sus declaraciones y posiciones públicas frente a la situación de Argentina y, obviamente también de los exiliados chilenos, como un mecanismo de control político. Está bastante documentado que los Servicios de Inteligencia Mexicanos vigilaron al exilio argentino y sus acciones cuidadosamente (Yankelevich, 2004: 193). El COSPA, también se ocupó de recibir a los recién llegados, asignarles hospedaje, organizarlos y reinsertarlos en la vida militante. El COSPA, a través de la potente figura de Rodolfo Puiggrós avaló los trámites migratorios de los argentinos; en ese momento, Puiggrós tenía línea directa con Fernando Gutiérrez Barrios, Subsecretario mexicano a cargo de la política migratoria y del diseño de políticas de inteligencia y seguridad interior del Estado mexicano. (Yankelevich, 2004: 194). Sin embargo, el vínculo político más sólido fue con el reconocido intelectual, presidente del PRI entre 1972 y 1975 y varias veces funcionario público, Jesús Reyes Heroles.

Imagen 6. En 1977 visita México Luis Corvalán, Secretario General del Partido Comunista Chileno, exiliado en la URSS. En la foto con Hortensia Bussi, viuda de Salvador Allende.
Imagen 6. En 1977 visita México Luis Corvalán, Secretario General del Partido Comunista Chileno, exiliado en la URSS. En la foto con Hortensia Bussi, viuda de Salvador Allende.

Otro aspecto diferenciador, respecto del exilio chileno, es que el COSPA elegía a sus representantes por votación directa en reunión de asamblea general. Los espacios de mayor responsabilidad dentro de su dirección estuvieron en manos de los ya mencionados Ricardo Obregón Cano y Rodolfo Puiggrós.

También como en el caso chileno, fueron estas organizaciones del exilio las que manejaron la solidaridad internacional. Para la redistribución de becas y otros el COSPA usó como principal criterio de selección, la solidaridad para con los perseguidos.

En 1977 Montoneros reconstruyó su frente político creando el Movimiento Peronista Montonero (MPM), que en México se conoció como “La Casa Montonera”. Ésta y el COSPA compartieron a sus máximos dirigentes: Ricardo Obregón Cano y Rodolfo Puiggrós. Por tanto, hay que sospechar, sin temor a equivocarse, que el COSPA, finalmente se constituyó en un apéndice del proyecto político de Montoneros. Es decir, representó a un conjunto de exiliados políticos que continuaron su militancia en México y que se adscribieron a dicho proyecto. No obstante hubo un sector importante de migrantes políticos argentinos que se autodenominó “independiente” y que tuvo múltiples posturas políticas de izquierda, pero su denominador común fue su crítica a los grupos armados. Este importante sector, perteneciente a una izquierda genérica compuesta por profesionales, intelectuales y académicos de la clase media argentina, fundaron formalmente el año 1977 la otra organización más importante que aglutinó a esta migración política y que se transfiguró en otro de los grupos del exilio argentino en México. Se trató de la Comisión Argentina de Solidaridad (CAS) presidida por Noé Jitrik. Más que incorporar a núcleos políticos (partidos), incluyó a individuos y corrientes de opinión.

La CAS recibió el apoyo directo de Luis Echeverría Álvarez, quien ya había dejado la presidencia del República. Este apoyo consistió en recursos materiales para el arriendo de una sede (casa) que él mismo se encargó de conseguir y amoblar, adelantando seis meses de renta. Echeverría Álvarez se había vinculado a este otro sector del exilio argentino en México, a través del Centro de Estudios Sociales sobre el Tercer Mundo (CESTEM) que él había fundado a inicios de 1977 y que se constituyó en un espacio laboral y académico para un significativo número de exiliados latinoamericanos.

Para este sector del exilio argentino, la CAS fue un espacio para reflexionar, solidarizar, denunciar las atrocidades de la dictadura, actuar políticamente y propiciar el cruce cultural hacia México y América Latina. De ella emanó, en julio de 1976 aún sin sede oficial, el primer Informe sobre la Situación Argentina que denunció la política criminal y genocida de la dictadura de Jorge Rafael Videla. Los temas claves y sensibles para la CAS fueron la solidaridad y la denuncia. También, fue un espacio de encuentro y de sociabilidad de los argentinos y latinoamericanos a través de instancias como la cafetería, el restaurante y en cine club que se enmarcaron en su sede. La CAS fue vista por el COSPA como una organización de las elites de izquierda argentina sin compromiso ni militancia política, sino más bien como un espacio de intelectuales.

Mientras que para 1980 la CAS adquirió un enorme dinamismo,

[…] Entre 1978 y 1983, la CAS fue el organismo más democrático (el único que elegía  sus autoridades anualmente, mediante comicios por listas, con votación secreta y representación proporcional) y también y por eso mismo el de mayor crecimiento (el padrón de afiliados llegó a contar con más de 600 miembros cotizantes)… (Bernetti, y Giardinelli, 2003)

En 1979 el COSPA empezó a declinar debido a una importante quiebre al interior de Montoneros producto del fracaso de la contraofensiva militar con la consecuente muerte de decenas de militantes. A esta fuerte fractura se sumó la muerte, en la Habana en 1980, del que había sido uno de sus máximos dirigentes, Rodolfo Puiggrós, figura que gozó de una enorme autoridad moral dentro del exilio argentino y que logró conciliar las tensiones al interior de la organización. De ahí en adelante el COSPA entró en una crisis política sin retorno. Por tanto, un sector disidente e importante del COSPA migró hacia la CAS, la que quedó constituida por un grupo heterogéneo que incluyó lo que se denominó “mesa peronista”, “mesa socialista” y los independientes. La orgánica de la CAS contempló una Comisión Directiva que era elegida y renovada una vez al año por votación directa en Asamblea General, pero entre 1979 y 1980, debido a su notable crecimiento y heterogeneidad política se optó por planillas electorales que lograron la representación proporcional de los diferentes sectores políticos. Sin embargo, el sector independiente liderado por Noé Jitrik conservó la Secretaría General. Así la CAS se convirtió en el principal referente del exilio y el COSPA era ya para 1981 casi inexistente.

Habría más que decir acerca de estas dos organizaciones de los exiliados políticos argentinos como por ejemplo, que la fractura política se manifestó, también, en las distintas maneras de conmemorar el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976; la disputa que hubo en torno al caso de Héctor Cámpora, quien estuvo largo tiempo confinado en la Embajada de México en Buenos Aires (Steinsleger, 2013); la Guerra de las Malvinas en abril de 1982; las distintas propuestas culturales gestionadas en México, que evidenciaron las divergentes posturas políticas del exilio argentino. De esta divergencia nació, particularmente de la militancia de carácter marxista o socialista y de la militancia peronista, una importante preocupación teórica y política que se materializó en la revista CONTROVERSIA que reflexionó, principalmente, en torno a cuatro ejes temáticos: la derrota de la izquierda argentina, la situación política y económica de Argentina, los problemas de la construcción y el sentido de la democracia, la crisis del marxismo y la revisión de los paradigmas clásicos. Es simbólico que el exilio argentino haya editado una revista con el nombre de CONTROVERSIA, mientras el exilio chileno en México, específicamente militantes del Partido Socialista, hayan editado la revista CONVERGENCIA.

Además de la CAS y del COSPA, hubo otras agrupaciones de los exiliados políticos argentinos, con voluntad de ser y estar en la resistencia: Organizaciones de Derechos Humanos y organizaciones de carácter gremial.

Pese a los quiebres al interior del exilio argentino y de las importantes diferencias políticas, los sujetos de este exilio hicieron significativos esfuerzos de unidad y coordinación en torno al tema de los Derechos Humanos, uno de los más sensibles debido a la magnitud del fenómeno de los detenidos-desaparecidos en la Argentina (Yankelevich, 2004: 215).

Hacia finales de la dictadura y vislumbrando el inminente proceso de retorno, el exilio argentino en México, reclamó su lugar y protagonismo en la resistencia por una necesidad vital de formar parte de la reconstrucción democrática de la Argentina y asegurar el retorno “irrestricto de los exiliados” bajo la vigencia de garantías constitucionales que aseguraran dicho proceso.

Al menos, en los dirigentes máximos del exilio, había un convencimiento pleno de la posibilidad de regresar. Una vez que Raúl Alfonsín ganó las elecciones, la CAS evaluó cerrar su experiencia en el exilio.

Por su parte, Delia Carnelli, quien fuera la compañera de Rodolfo Puiggrós, cuando decidió su regreso a la Argentina en 1983, realizó los trámites oficiales para la desaparición del COSPA y de la Casa del Niño, organismos que contaban con registro legal ante el gobierno mexicano…(Yankelevich, 2004: 217)

Por otra parte, una problemática aun sin dilucidar en los estudios profesionales acerca de los exilios sudamericanos en México ha sido el de las cifras. No se ha podido responder con exactitud cuál fue la cifra exacta de exiliados del cono sur. Esta dificultad se ha debido a que no todos los que migraron a México por razones políticas residieron en ese país en calidad de asilados y sólo en 1990 el gobierno mexicano incorporó a sus leyes migratorias la calidad de “refugiado”. La gran mayoría se acogió a otras formas migratorias. Si bien es cierto, que la Secretaría de Gobernación de México no ha entregado cifras oficiales, creemos improbable que esas cifras aclaren las dimensiones de dichos exilios. Según los datos sistematizados por Pablo Yankelevich (2004) sólo entraron a México como “asilados políticos” poco más de cien -100- argentinos y que entre seis mil y siete mil (6.000 y 7.000) ingresaron con visas de turista, para luego cambiar su calidad migratoria y conseguir los permisos de trabajo correspondientes para poder sustentarse en México.

[…] entre 1974 y 1982 el gobierno mexicano otorgó la categoría de asilado político, en sus versiones de diplomático y territorial, a poco menos de 150 argentinos, según se desprende de los archivos migratorios que consultamos.(Yankelevich, 2004: 217-218)

Por su parte, los estudios de Silvia Dutrénit Bielous y Guadalupe Rodríguez de Ita (2000) reportan que el asilo en la Embajada Mexicana en Argentina fue reducido, con sólo sesenta y tres (63) personas y la peculiaridad de una larguísima estancia de Héctor J. Cámpora –ex presidente de Argentina-, su hijo Héctor Pedro Cámpora y Juan Manuel Abal Medina. Respecto de los asilados chilenos, las misma autoras, reportan un número de ochocientos (800) y cerca de cuatrocientos (400) uruguayos.

Exiliados argentinos –Noé Jitrik, 1994-, por su parte, calculan en 10 mil –diez mil-  el número de argentinos que llegó a México por motivos políticos. (Palma, 2003: 8)

Con respecto al exilio chileno, en 1976, el Comité Político de la Izquierda Chilena en México señalaba que según declaraciones de las máximas autoridades de Gobernación (Ministerio del Interior de México), el número total de exiliados chilenos no superaba las 1.800 personas (mil ochocientas), incluidos los menores.[17] En 1977, se calculaba que alrededor de 2.200 (dos mil doscientos/as) chilenos/as vivían allí como exiliados, entre adultos y menores de edad.[18] La salida de compatriotas a México estuvo limitada a los comienzos de la dictadura. Entre los años 1973 y 1975 distintas oleadas, entre asilados en la embajada de México en Santiago y presos políticos, de cárceles y campos de concentración, abandonaron Chile. Estos últimos llegaron a México mediante la protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Las Naciones Unidas reconocieron su calidad de refugiados, pero aún la legislación mexicana no contemplaba esta categoría. Sin perjuicio de que, posteriormente, continuaron llegando personas solas, con sus familias, o en grupos pequeños.

Ese fue un dato muy discutido porque no sé por qué razón el gobierno de México se negó, no abiertamente, pero se demoraba en dar los datos exactos. No quiso dar nunca los datos exactos y, entonces, eran cálculos hechos por el exilio chileno…se especuló mucho sobre eso pero yo diría que el máximo deben haber sido unos seiscientos -600-, no más de eso. Cifras modestas comparadas con Venezuela mismo, Canadá, Australia, Suecia, para qué hablar de Argentina.[19]

Si a esta cifra de seiscientos (600), reportada por Hugo Miranda, quien fuera director de la Casa de Chile en México, se agregara en promedio un número de cinco personas por grupo familiar, tendríamos como cifra máxima un total de tres mil -3.000- chilenos que emigraron a México por razones políticas.

Un último dato relevante de consignar para los casos que nos ocupan es que el gobierno mexicano, encabezado por Luis Echeverría, rompió relaciones diplomáticas con el régimen de Pinochet y la Embajada de México en Santiago fue cerrada en 1974. En cambio el gobierno mexicano nunca rompió relaciones diplomáticas con la dictadura en Argentina, aunque estas fueron complejas, por decir lo menos, debido a la prolongada estancia de unos pocos asilados en la Embajada mexicana en Buenos Aires y a la permanencia entre 1974 y 1983 del grueso de los exiliados argentinos, cuyo blanco de denuncias y reclamos contra los crímenes de la dictadura fue dirigido, también, a la Embajada argentina en la Ciudad de México.

 

Conclusiones

La política de asilo que el Estado mexicano ha practicado en el transcurso del siglo XX y que se ha explotado para la autoafirmación del principio de soberanía y que ha sido funcional al proceso de re-legitimación de la identidad revolucionaria del Estado; ciertamente ha singularizado el ser y el estar de los exilios políticos en México.

Tal política ha tolerado, permitido o bloqueado el accionar de los exilios políticos, porque dicha voluntad de auto afirmación, de los sujetos del exilio, está directamente relacionada y depende, también, de la voluntad de la sociedad de acogida y específicamente del Estado territorial que brinda dicha acogida y establece los marcos para que esa voluntad de ser y estar en el mundo se manifieste, pues los exiliados políticos se transfiguran como tales en el país de acogida, no antes (Rojas Mira, 2013).

La política exterior de México ha empleado la herramienta del asilo, pero de manera selectiva y restringida ya que en su aplicación ha considerado resguardar preferentemente, el prestigio de México. Recordemos que para 1973 el régimen político mexicano había entrado en la vorágine, casi sin retorno, de las crisis económicas mundiales; a pesar de ello fuertes razones políticas que contribuían al prestigio del país hicieron posible la acogida a emigrantes políticos del cono sur. Asimismo, procuró mantener una memoria oficial y nacional de “puertas abiertas” que fortaleció su imagen interna y externa de país democrático. La conceptualización de “puertas abiertas” de la política de asilo diplomático, llevada adelante por el régimen mexicano, se instaló a partir de la visión del presidente Lázaro Cárdenas en relación con los españoles refugiados de la guerra civil española (1936-939), pero como hemos visto en un contexto más amplio, fue una excepción. No obstante dicha imagen se instaló y siguió siendo explotada por los sexenios posteriores, para revitalizar los mitos de la revolución mexicana.  Cabe destacar dentro de las bases políticas y doctrinarias de la política exterior mexicana la “Doctrina Estrada”, de la cual el gobierno de Lázaro Cárdenas fue un digno continuador. Esta doctrina surgida en 1930 estableció que “en casos en los que se produce dentro de un Estado un cambio de gobierno a través de una ruptura del orden constitucional o por un golpe de Estado, el gobierno mexicano no emite un acto de reconocimiento, sino que se concreta a mantener o romper, en su caso las relaciones diplomáticas” (Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, 2002: 609).

El carácter restringido pero tolerante, de la política de asilo, ha estado relacionado con su orientación anticomunista de bajo perfil. Táctica asumida con el fin de disponer del apoyo de los Estados Unidos, permaneciendo dentro de su esfera de influencia, acaso con posibilidades de marcar un espacio propio, aunque fuera simbólicamente, frente a la mirada de su población y a la de los países latinoamericanos. Humanitaria, sin duda, pero sin perder de vista los intereses políticos del régimen político mexicano de corriente nacionalista.

En cuanto a los exilios argentino y chileno de los años setenta, habría que puntualizar lo siguiente: Ambos fueron contemporáneos, se dieron en el contexto de los golpes de Estado y del terrorismo de Estado de los años 70. Llegaron en distintas oleadas y en el caso chileno un mayor número pudo ampararse en la fórmula de “asilado político”. El grueso de los emigrantes políticos del cono sur debió acogerse a otras calidades migratorias. Es interesante observar las distintas lecturas que hicieron los embajadores mexicanos en Chile y Argentina, respecto de la violencia de los golpes de Estados en sus respectivos países y cómo esa lectura condicionó la posibilidad de asilo en las embajadas mexicanas. A pesar de la grave situación desatada por los golpes de Estado en Argentina y Chile y los posteriores resultados de represión y muerte que para el caso argentino dejó alrededor de 30.000 muertos y para Chile aproximadamente 3.000 personas asesinadas; en Buenos Aires, el número de asilados fue bastante menor en comparación con los asilados en la sede diplomática de Santiago de Chile.

Ambos estuvieron constituidos, aunque no exclusivamente, por un importante componente de clase media, dentro de la que se incluyeron, profesionales, académicos e intelectuales y lo que hemos llamado políticos-académicos y académicos-políticos, así como militantes de más bajo perfil. Ambas emigraciones políticas se transfiguraron en exilios políticos ya que desarrollaron un notable activismo y militancia política en el exilio. En el caso chileno la militancia se verificó al interior de los partidos de la izquierda tradicional que conformaron la UP y que siguieron funcionando en el exterior, partidos políticos de larga tradición, nivel de organización y disciplina. El exilio argentino, aglutinó a sus militantes más bien en movimientos y corrientes de opinión que se identificaron mayoritariamente con lo que se conoció en esos años como la nueva izquierda, influida por la revolución cubana. Ambas emigraciones políticas, lograron constituirse en exilios políticos debido al apoyo del gobierno mexicano y de los sectores más politizados como lo eran sus intelectuales y académicos de la izquierda mexicana, los sectores progresistas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y otros partidos menores. Aunque el apoyo fue claramente diferenciado, el gobierno mexicano en el caso chileno, incentivó y apoyo fuertemente su organización, en el caso argentino, nos atrevemos a afirmar que la apoyó y toleró pero con ciertos resguardos, debido a que representó al sector más radical de la izquierda argentina: Montoneros y el ERP. Ambos exilios tuvieron un significado político para el Estado, el gobierno y la izquierda mexicana, pero este significado varió debido a las particularidades de cada uno de estos exilios. En ambos fueron importantes las redes políticas e intelectuales que establecieron, puesto que generaron simpatías que contribuyeron a una acogida de la sociedad mexicana, pero esto habría que particularizarlo debido a las especificidades culturales de cada grupo. La creación de organizaciones propias del exilio, en el caso chileno fue en parte, aunque poderosamente, una decisión política del gobierno mexicano. En cambio en el caso argentino, el gobierno mexicano apoyó sus iniciativas de organización, pero no se involucró más allá. Recordemos que la mecánica de gobierno interno que tuvo la Casa de Chile fue mediante un patronato y una directiva elegida por éste. El exilio chileno fue representado, pero a nuestro juico no fue representativo, aunque habría que profundizar en el análisis de esta aseveración, que demandaría un trabajo de reflexión más amplio y complejo.

Finalmente, las organizaciones de los exiliados pueden ser consideradas como marcos bien establecidos dentro de los cuales se podía desarrollar la política en el exilio. Estos marcos fueron, sin duda, interlocutores válidos ante las autoridades mexicanas y, también, espacios de control por parte de las mismas. Ejercicio bien enmarcado de la política que podía practicarse en el exilio y que fue, básicamente, de denuncia y solidaridad.

 



Notas:

[1] Doctora en Estudios Americanos / Especialidad Historia.  Universidad de Santiago de Chile / Facultad de Humanidades / Instituto de Estudios Avanzados /. Tesis de grado: “El exilio político chileno: La Casa de Chile en México (1973-1993), una experiencia singular”. Coautora de: “Geografía política del exilio chileno: Los diferentes rostros de la solidaridad”, en: Perfiles Latinoamericanos, núm. 41, enero-junio 2013, FLACSO, México; “Queremos votar en las próximas elecciones. Historia del movimiento sufragista chileno, 1913-1952”, Santiago: Editorial LOM, 2007; y autora de: “¿Mujeres comunistas o Comunistas mujeres?”. En: Ulianova, Olga; Loyola, Manuel y Álvarez, Rolando (editores). 1912-2012. El siglo de los comunistas chilenos. Santiago de Chile: IDEA/USACH, 2012, pp. 335-355. Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

[2]Sería muy largo dar cuenta en estas páginas de la relevante presencia militar en la vida política argentina. Precisamente de filas militares salió Juan Domingo Perón, quien gravitó en la política de aquel país hasta su muerte en 1974. Con una extraordinaria habilidad política, y desde su exilio en España, atrajo al ala izquierdista del movimiento peronista. El peronismo había conformado el Frente Justicialista de Liberación y apoyó las elecciones que el gobierno militar de turno había convocado para marzo de 1973. Postuló a Héctor Cámpora quien resultó elegido, su triunfo reconoció el apoyo recibido por el ala izquierdista del movimiento y por ello respaldó y fortaleció a los grupos izquierdistas como la Juventud Peronista y Montoneros, grupo guerrillero fundado a fines de los sesenta. El 20 de junio de 1973, Perón regresó a la Argentina y el 13 de julio hizo renunciar a Cámpora, se hizo del poder y de ahí en adelante se deslindó de las tendencias izquierdistas y se inclinó hacia la derecha. Deslegitimó públicamente al grupo Montoneros, apoyando a José López Rega, fundador de la Triple A (Alianza Argentina Anticomunista). En medio de un fuerte enfrentamiento entre los grupos peronista y una desastrosa política económica Perón falleció el 1° de julio de 1974. En su lugar María Estela Martínez de Perón (Isabelita) asumió la presidencia de la Argentina, en su carácter de vicepresidenta. En medio de un descontrol político, económico y social, las Fuerzas Armadas Argentinas dieron el golpe de Estado el 24 de marzo de 1976 e instauraron el régimen dictatorial del general Jorge Rafael Videla.

[3]Entrevista a Rosa Bravo, ex­ investigadora de la CEPAL, realizada por Claudia Rojas Mira, Santiago, 2004.

[4]ACCHM, Caja Nº 1, Documentación interna de Casa de Chile en México 1974-1993; Carpeta “Programa, política de funcionamiento y objetivos de Casa de Chile en México, 1974-1983”.

[5]ACCHM, Caja Nº 1, Documentación interna de Casa de Chile en México 1974-1993; Carpeta “Programa, política de funcionamiento y objetivos de Casa de Chile en México, 1974-1983”; “Equipos de charlistas y conferencistas”, s/autor, s/f.

[6] Consejo formado por varias personas, que ejercen funciones rectoras, asesoras o de vigilancia en una fundación, en un instituto benéfico o docente, etc., para que cumpla debidamente sus fines.  Diccionario de la RAE.

[7]Según Acta Constitutiva del Patronato sus miembros fundadores, de nacionalidad mexicana, fueron: Lic. Víctor Flores Olea, Lic. Horacio Flores de la Peña, Lic. Hugo Gutiérrez Vega, Profa. Adriana Lombardo, Ing. Gonzalo Martínez Corbalá, Dr. Rodolfo Stavenhagen, Dr. Luis Villoro y Dr. Leopoldo Zea. Posteriormente, se incorporaron el Antrop. Leonel Durán Solís, el Dip. Juan José Bremer y el Dr. Pablo González Casanova, quienes reemplazaron respectivamente a los siguientes miembros renunciantes: Lic. Horacio Flores de la Peña, Lic. Hugo Gutiérrez Vega y Dr. Luis Villoro.  Sus miembros fundadores, de nacionalidad chilena, fueron: Dr. Clodomiro Almeyda, Dr. Víctor Barberis, Sra. Hortensia Bussi de Allende, Sr. Pedro N. Correa G., Dr. Jaime Estévez, Prof. Galo Gómez O., Lic. Luis Maira A., Sen. Hugo Miranda R., Dr. Patricio Hevia, Sen. Alejandro Toro, Lic. Hugo Vigorena y Dr. Pedro Vúskovic. Asimismo se integraron más tarde Jaime Suárez B., Manuel Rodríguez R., Francisco Fernández, Anselmo Sule C., Eduardo Contreras M., reemplazando a Víctor Barberis, Pedro N. Correa, Jaime Estévez, Patricio Hevia y Alejandro Toro, respectivamente. ACCHM, Caja Nº 1, Documentación interna de Casa de Chile en México 1974-1993; Carpeta “Casa de Chile en México A.C., Reestructuración, 1989-1993”.

[8] ACCHM, Caja Nº 3, Finanzas, correspondencia enviada y recibida por Casa de Chile 1974-1993; Carpeta “Presupuestos. Casa de Chile, A.C., 1974-1983.

[9] ACCHM, Caja Nº 3, Finanzas, correspondencia enviada y recibida por Casa de Chile 1974-1993; Carpeta “Correspondencia enviada y recibida por Casa de Chile en México.- Cartas, fax, telegramas, año 1978-1979.

[10] ACCHM, Caja Nº 1, Documentación interna de Casa de Chile en México 1974-1993; Carpeta “Programa, política de funcionamiento y objetivos de Casa de Chile en México, 1974-1983”; Informe de Casa de Chile, México, 1983.

[11]  Entrevista a Ivonne Szasz, exiliada chilena, realizada por Claudia Rojas Mira, México D.F., 1998.

[12]Entrevista a Galo Gómez Oyarzún, exiliado chileno, realizada por Claudia Rojas Mira, México D.F., 1998.

[13] Entrevista a Laura Elgueta, exiliada chilena, realizada por Claudia Rojas Mira, Santiago, 2000.

[14]ACCHM, Caja Nº 1, Documentación interna de Casa de Chile en México 1974-1993; Carpeta “Casa de Chile en México A.C. Reestructuración (proposiciones del Consejo, posibles funciones, proyectos reestructuración, años 1989-1993”.

[15] “…b) El análisis de la composición del grupo de exiliados chilenos en México, demuestra la participación de un alto porcentaje de profesionales, la mayoría con experiencia académica, así como de un número importante de personas con experiencia en funciones productivas y de administración…” ACCHM, Caja Nº 1, Documentación interna de Casa de Chile en México 1974-1993; Carpeta “Casa de Chile en México A.C. Antecedentes generales, Informe CNCA, Actividades, Memoria del Exilio, Años 1989-1993”; Comité Político de la Izquierda Chilena en México, MEMORANDUM, México, 1976.

[16] Acerca del significado político del exilio chileno para el Estado y la política mexicanos véase Rojas Mira, C. (2013). El exilio político chileno: La Casa de Chile en México (1973-1993), una experiencia singular. Santiago de Chile, Tesis Doctorado, USACH/Facultad de Humanidades/IDEA/Doctorado en Estudios Americanos/Especialidad Historia.

[17] ACCHM, Caja Nº 1, Documentación interna de Casa de Chile en México 1974-1993; Carpeta “Casa de Chile en México A.C. Antecedentes generales, Informe CNCA, Actividades, Memoria del Exilio, Años 1989-1993”; Comité Político de la Izquierda Chilena en México, MEMORANDUM, México, 1976.

[18] ACCHM, Caja Nº 1, Documentación interna de Casa de Chile en México 1974-1993; Carpeta “Programa, política de funcionamiento y objetivos de Casa de Chile en México, 1974-1983”; Bartulin Fodich, Danilo, “Proyecto Servicio Médico Dental de Casa de Chile para la Atención de los Refugiados Chilenos y Latinoamericanos en México”,  México, 20 de julio de 1977.

[19] Entrevista a Hugo Miranda realizada por Claudia Rojas Mira, Vicuña, Chile, 13 de febrero de 2009.

 

Bibliografía:

Bernetti, J. L. y M. Giardinelli, (2003). México: El exilio que hemos vivido. Memoria del exilio argentino en México durante la dictadura 1976-1983. Buenos Aires, Edición Universidad Nacional de Quilmes.

Buriano Castro, A. (editora); S. Dutrénit Bielous y G. Rodríguez de Ita, (2000). Tras la memoria. El asilo diplomático en tiempos de la Operación Cóndor. México D.F., Coedición del Instituto de Cultura de la Ciudad de México-Gobierno del Distrito Federal/Instituto Mora.

Cano, G. (1996). "Gabriela Mistral: la dura lección de que existen patrias" en Debate Feminista, México D.F., año 7, vol. 13, pp. 133-139.

Fell, C. (1989). JOSÉ VASCONCELOS. LOS AÑOS DEL AGUILA (1920-1925). Educación, cultura e ibero americanismo en el México post revolucionario. México D.F., UNAM/IIH, Serie Historia Moderna y Contemporánea/21.

Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM (2002). Enciclopedia Jurídica Mexicana. México D.F., Ed. Porrúa, Tomo III, Letras: D-E.

Palma Mora, M. (2003). “Destierro y encuentro. Aproximaciones al exilio latinoamericano en México 1954-1980”, Amérique Latine  Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM, 7 / [En línea], puesto en línea el 14 février 2005. URL: http//alim.revues.org/index363.html.

Rojas Mira, C. (2013). El exilio político chileno: La Casa de Chile en México (1973-1993), una experiencia singular. Santiago de Chile, Tesis Doctorado, USACH/Facultad de Humanidades/IDEA/Doctorado en Estudios Americanos/Especialidad Historia.

Steinsleger, J. (2011). “El primer exilio argentino en México (1974-1976)”, diario La Jornada, URL: http://www.jornada.unam.mx/2011/03/16/opinion/027a2pol

Steinsleger, J. (2013). “A los compas, en el día del amor”, diario La Jornada, URL: http://www.jornada.unam.mx/2013/02/13/opinion/025a1pol

Yankelevich, P. (2002). “La Comisión Argentina de Solidaridad. Notas para el estudio de un sector del exilio argentino en México”, en Yankelevich, P. (coordinador), México, país refugio. La experiencia de los exilios en el siglo XX. México D.F., Edición INAH – Plaza y Valdés.

Yankelevich, P. (compilador), (2004). Represión y destierro. Itinerarios del exilio argentino. Buenos Aires, Ediciones Al Margen.

Yankelevich, P. (2004). “México: un exilio fracturado”, en Yankelevich, P. (compilador), Represión y destierro. Itinerarios del exilio argentino. Buenos Aires, Ediciones Al Margen, pp. 187-222.

 

Cómo citar este artículo:

ROJAS MIRA, Claudia Fedora, (2014) “Exilios sudamericanos en México: los casos argentino y chileno”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 19, abril-junio, 2014. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 19 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=937&catid=14