La peste y el cadáver en el aciago año del 2020

Ricardo Melgar Bao

Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

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Recibido: 26-04-2020
Aceptado: 03-05-2020

 

 

Los tiempos del Coronavirus han dotado de visibilidad a la muerte y por ende a su expresión más corpórea: el cadáver. En el habla castellana, dicho término, que significaba al cuerpo inerte, emergió como consecuencia de la llamada “peste negra” que diezmó a la población europea fue tomado del latín. Al decir de Joan Corominas, el más autorizado filólogo de nuestra lengua, data como año más antiguo de referencia en documentos escritos, el año de 1438 (1983, pág. 116). Sin embargo, los cadáveres multiplicados por la peste negra, clínicamente llamada virus H1N1 de origen aviar apareció en 1918 en los Estados Unidos (NCIRD, 2019). El saldo dejó cincuenta millones de muertos. Se sumaron a 30 millones dejados por la Primera Guerra Mundial El año de 1925, iniciado el periodo de entreguerras en Europa, seguían presentes en el imaginario social, la presencia de los miles de cadáveres generados tanto por la peste negra y los legados por la guerra europea por los bombardeos, el accionar depredador de la artillería, el gas mostaza, los disparos de ametralladoras, fusiles y revólveres, o las bayonetas. Sin embargo, los surrealistas franceses decidieron metaforizar el cadáver convirtiéndolo en tema lúdico y estético bautizándolo como exquisito generador colectivo de poesías y dibujos. En la actualidad, el juego con el cadáver y el virus se reactualiza. No nos extrañe que ya se haya producido un video juego acerca del coronavirus o esté por salir al mercado.

La pandemia que nos toca padecer, se encuentra actual pandemia en su curva ascendente generó de manera simultánea un proceso de deterioro de los vínculos sociales, justificados por el miedo y la denominada “sana distancia”. Al mismo tiempo, suscitó pánico y parálisis frente al cadáver de quién fuese infectado de manera letal por el virus. No importaba cuan fuertes hubiesen sido los lazos afectivos en vida del difunto, ya que su cuerpo inerte elevó en grado sumo la representación más extrema del “apestado” urbano. En la ciudad de Guayaquil, Merwin Terán, presidente de la Federación de Funerarias de Ecuador, le declaró consternado a la BBC: “Hubo un completo descontrol. El miedo, el temor, hizo que muchas funerarias cerraran las puertas. Muchos compañeros se escondieron y quedaron pocos funerarios” (BBC, 2020).

Los medios multiplican imágenes alucinantes de cadáveres en las calles o en hospitales, funerarias y morgues. Sin oscurecer estos hechos, no subiremos imagen alguna de ello, sí, una pintura de Myroslav Harasymiw, el artista plástico canadiense que propone dialogar con ese cuerpo inerte desde sus fragmentos.

Cadaver. ©Myroslav Harasymiw
Imagen 1. “Cadaver”. ©Myroslav Harasymiw, 2004.

Sostenemos la idea de que la cultura de la muerte como cultura adjetivada en Nuestra América, significa a una compleja dimensión de representaciones, símbolos y prácticas culturales ritualizadas o no asociadas a la contraparte de la vida. Aunque la muerte es una categoría universal de base biológica que alude al fin de alguna forma de vida, existe una lógica diferencial en el modo cultural de percibirla, significarla y simbolizarla. Sucede que, en nuestros imaginarios, la relación binaria muerte/vida o vida/muerte, guarda una relación de oposición y complementaridad con muchas mediaciones simbólicas. La muerte para los mexicanos y para muchas otras culturas del mundo, carece de una exclusiva semántica de la negatividad, su trama es mucho más densa y contradictoria.

La muerte real o simbólica encierra la fractura de su propia metáfora, porque convierte al cadáver en su signo más visible y abierto, volviendo festivas a sus formas más descarnadas, a las calaveras y osamentas, léase en términos mesoamericanos: calacas. Estos usos plásticos causaron una impresión tremenda a los visitantes occidentales durante la primera Exposición de Arte mexicano en París, realizada en 1906 (Westheim, 1992, pág. 9). Los propios símbolos de la muerte devienen en México en ironía y paradoja. En otros de nuestros países también. Léase, por ejemplo, los poemas del peruano César Vallejo alusivos a la muerte real de un combatiente republicano en tiempos de la Guerra Civil en España: “Le rodearon millones de individuos, / con un ruego común: ‘¡Quédate hermano!’ / Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo” (1997, pág. 79).

El cadáver, la calaca y la momia se insertan en el ámbito del ritual, al igual que el espacio donde se murió, pero van más allá de él improvisando, es decir, ensanchando el juego de sus muchos y encontrados sentidos. El poeta José Emilio Pacheco (1982) en su elegía a la calavera, testigo invisible de nuestras otras muertes escribe: “Cuerpo mío, te he visto morir -diré en ese momento- y ahora veo morir a tus gusanos. /Después de todo, me siento afín a ellos porque también son innombrables”.

Esta obsesión nacional se amplía y complica con la renovada y omnipresente imagen del cadáver, que impulsa el posmodernismo que anima el capitalismo tardío desde el primer mundo. La muerte es banalizada a través de las imágenes de cadáveres con peinados punk, los rostros africanos impresos en los huesos en un concierto mundial de rock contra el hambre, las danzas catatónicas de Pina Bausch y las dulces fotografías de caras de muertos de Rudolf Schäfer. Pero las claves culturales de la política pueden ir a contracorriente, tratándose de esa materialidad en que se expresa la muerte: el cadáver y la calaca.

En estos tiempos de acelerada globalización autoritaria, la muerte y sus símbolos borran fronteras y complican nuestras lecturas. La despolitización de la muerte vía su apropiación simbólico-mercantil y estética es para unos pocos un negocio o vía de enriquecimiento, para muchos la impotencia, la rabia, el dolor y el miedo. Los invito a la reflexión y a la potenciación de los sentimientos solidarios.

 

Referencias bibliográficas:

  • BBC. (abril de abril de 2020). Coronavirus: ¿puede el cadáver de una víctima de covid-19 transmitir la enfermedad? BBC News Mundo. Obtenido de https://www.bbc.com/mundo/noticias-52334013
  • Corominas, J. (1983). Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana. Madrid: Gredos.
  • NCIRD. (20 de marzo de 2019). Pandemia de 1918 (virus H1N1). Recuperado el 25 de abril de 2020, de Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades: https://espanol.cdc.gov/flu/pandemic-resources/1918-pandemic-h1n1.html
  • Pacheco, J. E. (17 de abril de 1982). Prosa de la Calavera. Sábado [suplemento de Uno más Uno].
  • Vallejo, C. (1997). Poesía completa, vol. 4. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.
  • Westheim, P. (1992). La calavera. México: Fondo de Cultura Económica.

 

Cómo citar este artículo:

MELGAR BAO, Ricardo, (2020) “La peste y el cadáver en el aciago año del 2020”, Pacarina del Sur [En línea], año 11, núm. 43, abril-junio, 2020. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 18 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1886&catid=15