Tesoro en disputa

 

El presidente Rafael Correa ha planteado que Ecuador y otros países sudamericanos son los verdaderos dueños del tesoro que iba en el barco de guerra español “Nuestra Señora de las Mercedes”, atacado por barcos ingleses y hundido en 1804 en las costas portuguesas. Ese tesoro, rescatado ilegítimamente y en secreto por la empresa norteamericana Odyssey Marine, ha sido devuelto, hace poco, por la justicia de EE.UU. a España y hoy es reivindicado por varios países sudamericanos.

El tesoro del “Mercedes” está formado por más de 500 mil monedas de oro y plata, que tienen un peso de 17 toneladas. Las de oro son piezas de ocho escudos, con peso de una onza, acuñadas en la Casa de Moneda de Popayán, en la actual Colombia, pero elaboradas con metal que en su mayor parte provenía de las minas quiteñas de Barbacoas, Tumaco e Izcuandé. Y las de plata son pesos de ocho reales, acuñados en Potosí, Lima y Santiago de Chile, con metal procedente del Cerro Rico de Potosí (actual Bolivia) y de Huancavelica (Perú).

Hallo que este es un tema del mayor interés histórico y político, puesto que permite rememorar la explotación de metales preciosos en la época colonial, pero también ayuda a reflexionar sobre los efectos que el colonialismo ha tenido y tiene en la vida de nuestros países.


Y quizá conviene comenzar por esto último, señalando que el colonialismo fue un sistema de explotación y saqueo que unos países impusieron sobre otros, utilizando la guerra como método de dominación.

España fue una de las principales potencias colonialistas del mundo occidental. Tras el “descubrimiento” de América, se apropió por la fuerza del continente americano y centró su labor colonial en la explotación de yacimientos de oro y plata. Esos metales eran luego acuñados, es decir, convertidos en monedas de variada denominación, que llevaban por un lado la efigie y nombre del rey y el año de acuñación, y por otro lado el escudo de España, las iniciales del ensayador y las marcas de la ceca o Casa de Moneda.


Durante la etapa colonial, gran parte de la Costa Pacífica de la actual Colombia perteneció a la Audiencia de Quito, cuyo punto límite superior se hallaba en el puerto de Buenaventura. Más tarde, con la separación de la Gobernación de Popayán, que pasó a la Audiencia de Santa Fe, el límite quiteño bajó desde Buenaventura y la Bahía del Chocó hasta el Morro de la Tortuga, ubicado más arriba de la isla Gorgona.

Empero, el país quiteño siguió en posesión de los territorios costeros de Tumaco, Barbacoas e Izcuandé, que eran precisamente los de mayor producción aurífera del Virreinato de Nueva Granada, junto con los del Chocó y Antioquia.

El fraile agustino Jerónimo de Escobar, que fuera coadjutor del Obispo de Popayán, consignó en 1581 que se exportaba mucho oro en polvo desde Barbacoas para Quito, pero que los pésimos caminos arruinaban al comercio. Señaló que Pedro de la Concha, un mercader quiteño, había perdido 20 mil pesos en oro al rodar a un río la mula que los cargaba.

Para fines del siglo XVII, hay documentos históricos que muestran una producción de oro barbacoano de más de 700 libras anuales. Un siglo después, a fines del siglo XVIII, el mercader francés Julián Mellet hizo constar en sus anotaciones de viaje que Barbacoas y el Chocó producían unas 2 mil 122 libras de oro anuales, lo que equivalía a unos 670 mil pesos españoles. Y en 1801 Humboldt hizo constar que en Popayán se amonedaban más de un millón de pesos anuales.

Fue precisamente para acuñar esa gran producción aurífera, y para cobrar impuestos reales, que Pedro Agustín Valencia creó en 1748 la Casa de Moneda de Popayán, como una empresa privada autorizada por la corona española. De esto deriva el hecho de que el abundante oro de las minas quiteñas saliera a circular por el mundo amonedado por la ceca de Popayán.

Esta es, en esencia, la base del derecho ecuatoriano para reivindicar parte del tesoro recuperado por la empresa Odyssey Marine y entregado luego a España, puesto que se trata de oro del país quiteño, producido por empresarios quiteños y con el esfuerzo de trabajadores quiteños.

El barco Nuestra Señora de las Mercedes fue hundido por atacantes ingleses el 5 de octubre de 1804, durante batalla naval del Cabo de Santa María, en la costa portuguesa del Algarbe. Era un barco de guerra español, que formaba parte de una flota de cuatro naves, todas cargadas de monedas de oro y plata de Sudamérica, enviadas a la Península Ibérica.

Los otros barcos, llamados Medea, Fama y Santa Clara, fueron abordados y llevados a Inglaterra por los asaltantes que dirigía el Comodoro Graham Moore. Y ya que no existía “casus belli” entre España e Inglaterra, se trató de un simple asalto y robo a  mano armada efectuado por las fuerzas británicas, que fue muy censurado en su época, hasta por la prensa inglesa.

Como hemos demostrado antes, las monedas de oro rescatadas del Mercedes fueron acuñadas en la Casa de Moneda de Popayán, ciudad de la actual Colombia, en su mayor parte con oro sacado de las minas quiteñas de Barbacoas, Tumaco e Izcuandé. Esto nos demuestra que, en cuanto al monetario de oro, el derecho de propiedad prioritario corresponde hoy mismo a Ecuador y Colombia.


Queda por analizar de dónde procedían las monedas de plata. Por lo que se conoce, fueron acuñadas en las cecas de Lima, Potosí y Santiago de Chile, en su mayor parte con metal procedente del famoso Cerro Rico de Potosí, en la actual Bolivia, y en menor medida con plata de Huancavelica, Perú. Quizá se usó en la amonedación cobre chileno, metal que servía para endurecer la plata, dada su natural suavidad y blandura.

Para entonces, la actual Bolivia pertenecía al Virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires, al que también pertenecía el actual Uruguay, de donde salió la flota atacada por los ingleses. Los nombres de ese virreinato y de la actual República Argentina evocan a ese rico metal blanco procedente de Potosí, que era transportado a España por el Río de la Plata. Por tanto, sobre las monedas de plata del tesoro rescatado tendrían derecho prioritario Bolivia, Perú, Argentina, Chile y Uruguay.

La reivindicación de ese tesoro patrimonial sudamericano, entregado por la justicia de EE.UU. a España, nuestra antigua potencia colonial, se revela como una buena causa política y legal para ser asumida por la UNASUR.

Quizá el primer razonamiento legal a utilizarse debe ser el de que la actual España no es el imperio colonial de entonces, ni nuestros países son las colonias de otrora, que carecían de personalidad jurídica propia. Por lo mismo, el tesoro hallado no puede ser considerado como una propiedad de la España actual, sino como una herencia común de varios países herederos de aquel imperio y, de modo preferente, de aquellos de cuyo seno se extrajeron esos metales preciosos o en cuyo territorio se acuñaron esas monedas.

 

[div2 class="highlight1"]Cómo citar este artículo:

NÚÑEZ SÁNCHEZ, Jorge, (2012) “Tesoro en disputa”, Pacarina del Sur [En línea], año 3, núm. 12, julio-septiembre, 2012. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=476&catid=15[/div2]