Ernesto Guevara: una poética de la lectura

Ernesto Guevara: poetry of reading

Ernesto Guevara: uma leitura de poesia

José Arreola[1]

RECIBIDO: 18-09-2015 APROBADO: 25-10-2015

 

El habitus lector

Una carta, con letra algo tosca y no bien definida, fechada el 27 de noviembre de 1936, va dirigida a Beatriz Guevara Lynch, está firmada por Ernestito. El niño, de apenas ocho años, escribe “Recibí tu carta ya llegaron los libros de Salgari y los de Vigil”, y hace una petición “Mandame los otros cuatro libros de la colección”. El pequeño es Ernesto Guevara de la Serna, Tete como le apodan sus familiares. En una segunda carta, de mayo de 1937, a un mes de cumplir diez años, solicita nuevamente a su tía “Cuando pases por la calle Santa Fe averíguame si tienen ‘Los misterios de la India’ de Emilio Salgari”. [2] La petición en ambas cartas dibuja una constante: un hábito de lectura ya desarrollado y un apetito por los libros. Además, ilustra no simplemente su deleite por las novelas de aventura sino también que tiene conocimiento de lo que lee: hay cuatro libros que no tiene y que necesita; sabe además cuál es el lugar en el que la tía puede adquirir el título solicitado. Ernesto es, a su corta edad, un bibliófilo cuyo afán lector se transforma en una cuestión vital. Apenas a los quince días de nacido contrajo una fuerte infección pulmonar que deriva en el asma que lo acompañará para siempre, aunque le roba ocasiones para el futbol, salir a correr y jugar a la guerra en las trincheras hechas por él y sus amigos. Tete es un trotamundos gracias a la imaginación fomentada en sus lecturas; las aventuras que no puede vivir debido al asma se hacen verdaderas a través de lo leído. Desde entonces ese será su sino: Ernesto es lo que lee. Vive lo que lee. Lee lo que vive. De acuerdo con su padre:

El asma solía obligarlo a estar quieto; él aprovechaba esta quietud física para leer y releer. Y cuando Ernesto llegó a los doce años, poseía una cultura correspondiente a un muchacho de dieciocho. Su biblioteca estaba atiborrada de toda clase de libros de aventuras, de novelas, de viajes. Allí se encontraba a Salgari, a Stevenson, a Julio Verne y Alejandro Dumas […] Abundaban en su biblioteca los libros de viaje y especialmente de expediciones a regiones desconocidas (Guevara Lynch, 1981: 181).

Del testimonio del viejo Ernesto, sobresalen tres elementos significativos. El primero de ellos se refiere a la quietud física de su hijo; la inmovilidad física es aprovechada en el plano imaginativo. Para Guevara, la quietud obligada no representó un freno para la imaginación, nacida y cultivada, en gran medida, por la literatura. Aunque la enfermedad lo orilla a estar postrado en una cama, existe un movimiento originado, paradójicamente, por la inmovilidad física: el que proviene de las aventuras que lee. La quietud lo lleva a la aventura. De ello se desprende el segundo elemento, es decir, la experiencia vital como lector. Para Ernesto, leer no es sólo la apropiación de la obra sumergiéndose en lo narrado sino también una manera de estar en el mundo. La lectura no es un elemento complementario para la vida, resulta, en realidad, parte imprescindible de su existencia. (Manguel, 1999). Leer se convierte en el filtro por el que entiende la vida. Si como dicen Guglielmo Cavallo y Roger Chartier (2006) “un texto no existe más que porque existe un lector para conferirle significado”, en el caso de Guevara ese significado se torna vivencial y vital para su presencia en el mundo. Porque lee existe, se mueve, imagina. No hace sólo la interpretación de lo leído- apropiándose de la obra materialmente hablando pero también de lo contenido en el texto-, sino que resignifica la lectura a través de lo que vive o, mejor dicho, de lo que no puede vivir. Y es que, como ha señalado Paulo Freire, “La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra, de ahí que la posterior lectura de ésta no pueda prescindir de la lectura de aquél”. (1981). Ernesto vive un contexto que determina la lectura: el de la enfermedad, la quietud, el no poder respirar adecuadamente. Esta situación cambia no sólo el modo de entender lo que lee, también reconstruye el mundo en el que lee. En otras palabras: el mundo se le brinda de una manera diferente a raíz de la lectura, pero el texto mismo se transforma luego de ser leído. Es un doble movimiento de lectura donde el texto influye en el mundo y, de manera recíproca, el mundo influye en el texto; ambos dejan, a su vez, una marca en el lector.

De ello se desprende un tercer elemento, se trata de los textos que lee. No es un hecho fortuito el tipo de literatura por la que Guevara tiene preferencia en su niñez. Una primera cuestión remite, ciertamente, a las lecturas de un niño de 8 a 10 años bajo la influencia de una familia como la suya: con un bagaje cultural amplio, con críticas al fascismo, con una afiliación declarada por los republicanos en el contexto de la Guerra Civil española.[3] En la casa de los Guevara de la Serna, había tertulias recurrentes, cierta vida bohemia y un ambiente de discusión política con los vecinos del que Ernesto se fascinará (González Acosta, 1989).

De un cúmulo nada despreciable de libros, Guevara sentirá especial atracción por los que remiten a las aventuras; de ahí que Salgari, London, Verne, sean su autores predilectos. En ellos, la aventura, el viaje, la movilidad de los personajes, resultan fundamentales. Lee esas historias no sólo por una cuestión de gusto, lo hace también por una afinidad proyectada. Con la lectura rompe el encierro físico, traspasa las cuatro paredes de una habitación. Su afición por tales narraciones, su gusto por la aventura y el reto, representan una proyección de sí mismo, tanto en las obras como en el contexto vivido por él. Quizá por esas razones, el célebre Quijote de Miguel de Cervantes Saavedra será, durante toda su vida, una de sus referencias más recurrentes y el personaje por el que tendrá un cariño particular (Llanes, 2010: 81-88)

Hay otra cuestión no menos relevante que es necesario señalar. Ernesto, desde los ocho años, va cultivando un gusto propio y con ello genera su propia biblioteca. Todos los biógrafos del Che señalan que su familia contaba con una amplia biblioteca de la que incluso sus amigos hacen uso. Pasa por alto, sin embargo, la estrecha relación que el niño cultiva con la literatura. Contar con una biblioteca basada en gustos propios muestra hasta qué grado su papel de lector está desarrollado y cómo, con el tiempo, será aún más profundo: la biblioteca de Guevara está cimentada en una necesidad casi biológica de leer. En otras palabras, Ernesto Guevara de la Serna desarrolla, muy tempranamente, un habitus como lector que no abandonará jamás.[4] Este hecho muestra una disciplina prematuramente desarrollada y una labor selectiva, es decir, un incipiente método de lectura. En la niñez y primera adolescencia, como anota su padre, lee mucho más que novelas de aventura pero las prefiere por sobre todos los demás libros. Desde las vivencias leídas, Guevara lee también el mundo. De ese modo, se construye como un lector sagaz y disciplinado.

Che, joven
Imagen 1. “Che, joven”, disponible en: http://www.xn--ch-cja.com.es/images/joven.jpg [consultado el 5 de noviembre 2015]

Para el Ernesto adolescente, entonces conocido como Fúser por sus amigos y compañeros del rugby, el hambre de lectura no disminuye. Según Paco Ignacio Taibo II, a los 14 años Guevara

Sigue siendo un adolescente sorprendente que alterna la guerra contra el asma por el método de poner el cuerpo por delante, de arriesgarse, de ir a los límites, con la pasión por la lectura. En los ratos libres, antes de iniciarse un entrenamiento, sus compañeros lo observan frecuentemente abrir un libro y ponerse a leer. En cualquier lugar, bajo un poste alumbrado, en el borde de la cancha mientras otros la desocupan, Ernesto saca de su chaqueta un libro y desaparece del mundo. (Taibo II, 2007:26, cursivas mías)

La observación de Taibo II muestra a un Ernesto que se da un espacio para leer, incluso en situaciones que parecen inapropiadas; crea situaciones de lectura, sin desaprovechar una sola oportunidad, por breve que sea, para “desaparecer” del mundo. Sin embargo, ese abstraerse le servirá para insertarse de mejor modo en su contexto, como si tomara un respiro, se llena de aire- él tan falto de éste por el asma-, para enfrentarse a la realidad. Años más tarde, ya en las experiencias guerrilleras de Cuba, el Congo y Bolivia, conservará esa actitud, un ansía por leer de la que no se puede desprender. Es una forma de leer que data, a fin de cuentas, de su infancia y adolescencia en las que “[…] lee de una manera extensiva, caótica, pero indudablemente con un método, con una extraña guía” (Taibo II, 2007:26).

Esa lectura desenfrenada es acompañada por la elaboración de un índice que deja ver sus preocupaciones y aficiones: de José Ingenieros a Marx, de Mallarmé a Engels, de Lorca a Freud, de London a Faulkner, hay una búsqueda insistente por penetrar de manera profunda en los sentimientos del ser humano y el desarrollo de éste en la historia. En el índice de libros hecho por él –aunque no queda claro si han sido leídos o son parte de un plan de lectura-, figuran La condición humana de André Malraux, La vida de las abejas. La vida de las hormigas de Maurice Materlink, La divina comedia de Dante; también está en la lista Emilio Zolá, Maria Zambrano, Azorín y el infaltable Julio Verne (Guevara, 2003: 156-160).

Por supuesto, son lecturas eclécticas y disímiles, pero hay en el Fúser un afán de búsqueda, un afán de exploración literario, histórico y filosófico. Cumpliendo 17 años, como le confiesa a Eduardo Galeano, inicia la elaboración de un diccionario filosófico que suma seis cuadernos. Durante el tiempo que vivió en México realizó una síntesis de lecturas que tituló Cuadernos Filosóficos. Son extractos de diversos libros sobre temas que le ocupan: el amor, la libertad, la psicología, la religión, el marxismo. No hay duda de que en ese espectro de preocupaciones, además de reflejarse una evidente amplitud y laxitud de libros y autores -pues va de la tradición marxista a pensadores latinoamericanos y de autores griegos a Freud- se revela un modo de lectura. Guevara lee, anota, extracta, resume, pero no se conformará con ello. Hará comentarios sobre lo leído, discutirá con los autores, alabará o renegará de éstos; increpa, adula, participa vivamente de los textos. No se trata, entonces, simplemente de leer y resumir sino de asumir un papel de lector activo y efusivo. Resulta algo más que sugerente el hecho de que el Che, muy probablemente sin saberlo, seguía el mismo método empleado por Karl Marx en su etapa de estudiante universitario.[5]

En los mismos años de 1954 y 1956, al realizar su segundo viaje por América Latina, el Fúser hace anotaciones sobre las obras leídas. Sus Apuntes de lecturas van de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo a La crónica de Perú de Pedro Cieza de León; de La araucana de Alonso de Arcilla a Martí: Raíz y ala del libertador de Cuba de Vicente Sáenz. Si bien refleja un interés histórico, la matriz literaria tiene un peso fundamental. Por ejemplo, sobre Facundo de Domingo Faustino Sarmiento escribe:

Sarmiento es uno de esos meteoros que cruzan de vez en cuando la faz de su pueblo para perderse en el recodo del camino pero dejando siempre el destello en su camino. De su obra histórica habrá que recordar su amor por la educación popular; de su obra política, la entrega de la Argentina a la voracidad imperialista de los ferrocarriles; de su obra literaria, la que hará que su nombre sobreviviera aun cuando todo lo demás quedara olvidado, el Facundo (Guevara, 2003: 91).

Como lector, partiendo de Facundo, hace un balance general de la obra de Sarmiento. Su valoración no deja de reconocer los méritos del autor, tanto en el terreno histórico como en el político. Sin embargo, destaca la obra más allá del terreno histórico y la juzga por el valor literario. Hay, en ese sentido, una valoración de la forma artística, de la manera en la que el texto está construido. Más aun, Facundo, desde su lectura, posibilita que el nombre de Sarmiento no se olvide. Es la vena literaria la que palpita en sus notas. Escribirá también sobre José Hernández y Martín Fierro:

La intención social del poema tiene valor de por sí, pues es una buena exposición de la vida y de los vejámenes a los que estaban expuestos los gauchos, pero no es lo fundamental ni mucho menos. Martín Fierro alcanza su valor perenne por el sostenido tono novelado y auténtico del poema, que pinta con colores nítidos el panorama general de la época, y por la acertada pintura que de sí hacen los caracteres a través de las palabras. Valor poético sólo se alcanza en contadísimas excepciones, pero frases y sentencias de algunas de ellos son de antologías (Guevara, 2003:93, cursivas mías).

Nuevamente, su apreciación es resultado de un examen artístico. Le interesa menos la intención social del poema que la forma artística empleada por el autor; percibe un “tono novelado” que le da autenticidad a la narración. Las palabras empleadas por Hernández, según Guevara, “pintan” acertadamente la época en la que Martín Fierro se desarrolla. En su comentario existe una evaluación estética del texto en su conjunto; su mirada tiene una raíz de carácter artístico forjado en el ejercicio lector. Reconoce aciertos en la obra, pero no la considera de un alto “valor poético”, aunque “frases y sentencias” son de “antologías”, dando así un énfasis especial al empleo del lenguaje. Acerca de Trayectoria de Goethe, de Alfonso Reyes, anota “Uno de los más altos espíritus americanos se acerca aquí a la obra de uno de los más grandes talentos de la humanidad. Pero el acercamiento, sin ser irreverente, no es de rodillas” (Guevara, 2003:102). La anotación otorga un papel fundamental a un Alfonso Reyes como crítico, que “sin ser irreverente” sabe cuestionar a un autor por el que siente gran afinidad; Alfonso Reyes es leído como lector.

Por supuesto, en esas notas no podía faltar Pablo Neruda por quien el Che sentía especial admiración. Canto general es descrito como “el más vasto poema sinfónico de América”. En sus palabras, “Es poesía que muestra un hito y quizás una cumbre. Todo en ella, hasta los pocos (e inferiores) versos personales del final, respiran trascendencia.” Y a continuación señala “El poeta cristaliza esa media vuelta que dio, cuando abandonara su diálogo consigo mismo y descendiera (o subiera) a dialogar con nosotros, los simples mortales, los integrantes del pueblo” (Guevara, 2003:103). Para el Che, la poesía de Neruda es valiosa porque entabla un diálogo con “los simples mortales”, porque con ellos tiende un puente a través de las palabras. Los poemas, incluso los “versos inferiores” del final, respiran trascendencia por esa razón, porque el poeta, en diálogo con los “integrantes del pueblo” se iguala con ellos. Cabe destacar, además, que dedica a Canto general la más extensa de las anotaciones en esos apuntes.[6]

Guevara acumula preocupaciones y lecturas. El amplio abanico de sus inquietudes –y de sus libros- ilustra no sólo lo que lee sino, sobre todo, la manera de leer. No es simplemente una lectura extensiva pues ésta se complementa con una lectura profunda. El Che, a través de sus notas, de un índice elaborado, de un cuaderno filosófico, se construye como lector en un ejercicio crítico de lectura. Sus notas, como los textos leídos, no son fruto de la casualidad: responden a una pulsión intelectual, a una exigencia propia de llevar un control, de desentrañar los textos, de darles un sentido nuevo en el contexto vivido por él.

 

Situaciones de lectura, lectura de situaciones

En los últimos días de 1951, el Fúser y Alberto Granado iniciarán un viaje por distintos países de América Latina. Para entonces, Ernesto Guevara tiene 24 años. Matriculó como estudiante de ingeniería, pero se decide por la carrera de medicina y está a punto de concluirla. Ya no es aquel niño que le roba momentos al asma, pero conserva el espíritu aventurero y el deseo inagotable de leer. No será ni el primero ni el último viaje que realice, un par de años antes recorre sobre una bicicleta motorizada parte del norte argentino. En buena medida, el Fúser lleva a cabo lo que Tete soñó y alimentó con las novelas de aventura: viajar, arriesgarse por caminos desconocidos, conocer con pies propios tierras latinoamericanas. El asma, como en la infancia, lo perseguirá sin tregua. De su niñez mantiene el tesón ante la adversidad forjado porque lee y por lo que lee. El asma, aunque no cede, se hace llevadera, lo leído se convierte en bálsamo, en aire para llenarle los pulmones. El impedimento físico de la enfermedad se hace añicos ante la aventura literaria. Desde pequeño forja su espíritu lector en la adversidad asmática. Lee libros, pero también lee la realidad de un modo diferente gracias a ellos. La lectura, y particularmente la literatura de aventura, modifican así el contexto que vive.

El viaje por América Latina será considerado por Guevara como un descubrimiento de la “Mayúscula América”, como una transformación honda de sí mismo. Con respecto a su papel como lector Roberto Massari señala:

Los episodios de aventura que acompañan aquel viaje se pueden considerar como la concreción del mundo fantástico e imaginario evocado por sus lecturas juveniles; como el desahogo práctico y por lo tanto también la superación de la tensión emotiva, del ansia de aventuras, acumulada en el carácter del Che en los años de su adolescencia (Massari, 2004:23)

Che, leyendo a Goethe
Imagen 2. Che, leyendo a Goethe, Cubadebate [página web] disponible en: http://www.cubadebate.cu/wp-content/uploads/2013/04/Che-Guevara-leyendo-a-Goethe.jpeg [consultado el 7 de noviembre 2015].

No sería preciso decir que la acción lectora desemboca en acción viajera, pero es innegable la influencia de lo leído en la vivencia de sus aventuras. Ese andar por tierras latinoamericanas significó “[…] una nueva dimensión, lo que constituyó para él una extensión de la lectura. La travesía resultó así una manera de corroborar la experiencia contenida en los libros” (Llanes, 2010:52). El viaje como extensión de la lectura, la vida como extensión de lo leído. Si en sus años de niño prefiere las novelas de aventura, en el viaje se nutre otro tipo de preocupaciones. Las lecturas que realiza en el recorrido por Latinoamérica tienen una intención de comprender con mayor cabalidad el camino que pisa. En Perú, conocerá la obra de José Carlos Mariátegui y la poesía de César Vallejo gracias al doctor Hugo Pesce. Asimismo, se adentrará en el mundo incaico con La ciudad perdida de los incas de Hiram Bingham y El imperio socialista de los incas de Louis Boudin. Visitará, en varias ocasiones, la biblioteca nacional. Durante el viaje no deja de leer y la poesía de Neruda será su compañera. Lee viajando, viaja leyendo. Sus lecturas, de por sí amplias y eclécticas, van transformándose y ensanchándose aunque, igualmente, decantándose. Le interesa América Latina, la lee en los libros y la lee viviéndola.[7]

Como bien apunta Ricardo Piglia, el viaje del Che es “[…] el viaje errático, sin punto fijo, del que sale al camino a buscar la experiencia pura y encuentra la realidad social, pero a la vez están las lecturas que son una senda paralela que se entrevera con la primera. El marxismo empieza a ser el camino” (2005:123). Hay un viaje errante no muy alejado del modo en que ha leído; sale a buscar “la experiencia pura”, misma que antes encontró en sus lecturas aunque, poco a poco, habrá de construir un criterio lector y priorizará unas sobre otras. El Che anda en dos rutas al mismo tiempo, cada una indispensable para la otra, cada una complementaria y significativa: la ruta del lector y la ruta del viajero. Ambas lo cambian radicalmente.

En el diario que elabora de ese viaje, luego conocido como Diarios de motocicleta y que dio pie a la película con el mismo nombre, consigna un descubrimiento de América pero también un descubrimiento de sí: “El personaje que escribió estas letras murió al pisar de nuevo tierra Argentina, el que las ordena y pule, ‘yo’, no soy yo; por lo menos no soy el mismo yo interior. Ese vagar sin rumbo por la ‘Mayúscula América’ me ha cambiado más de lo que creí”. (Guevara, 2005:52). El viaje lo transforma, agudiza su mirada; los libros que lee son parte fundamental de esa metamorfosis. Si “el marxismo empieza a ser el camino” no se debe a una cuestión fortuita, sino a que encuentra en éste un elemento indispensable para entender lo que ve en el “vagar sin rumbo”. El Che lleva sobre sus espaldas un cúmulo de caminos, un cúmulo de lecturas. Lo vivido lo lleva a leer, con más rigurosidad, la tradición marxista. Los caminos paralelos se unen, lecturas y viajes encuentran un vértice en el que se conjuga la necesidad de acción política. En la parte final de su diario escribe:

[…] sabía que en el momento en que el gran espíritu rector dé el tajo enorme que divida toda la humanidad en sólo dos fracciones antagónicas, estaré con el pueblo, y sé porque lo veo impreso en la noche, que yo, el ecléctico disector de doctrinas y psicoanalista de dogmas, aullando como poseído, asaltaré las barricadas o trincheras, teñiré en sangre mi arma y, loco de furia, degollaré a cuanto vencido caiga en mis manos (Guevara, 2005:208).

De sus palabras destaca la caracterización que hace de sí mismo. Desde su perspectiva es un “ecléctico disector de doctrinas”, es decir, un lector estudioso, alguien que pone a sus lecturas en una mesa de disección para conocerlas a fondo, un lector que, hay que recordarlo, tiene un espíritu de médico. Su viaje representa una suerte de auscultación de la realidad que conoce mediante las lecturas y el recorrido por tierras latinoamericanas. Es un viaje que lo llama a la acción política para la que debe prepararse.

Regresará a Argentina para terminar la carrera de medicina y partir nuevamente en 1953. En el nuevo viaje pasa por Perú, Bolivia, Ecuador y llega a Centroamérica. El proceso político que lo marca es el de Guatemala en 1954. Como en las dos aventuras anteriores, elabora un diario. Hay en el Guevara viajero la necesidad de registrar lo que sus ojos ven. El viaje lo pasará entre malos trabajos, el vagabundeo constante, y, por supuesto, los acontecimientos políticos. Si en el viaje anterior se descubrió necesitado de acción política, Guatemala será el escenario en el que haga un análisis político riguroso de la situación por la que atraviesa el gobierno de Jacobo Árbenz. Por primera vez, además, realiza activismo político. En ese contexto conoce a no pocos militantes exiliados de diferentes nacionalidades, entre ellos a la peruana Hilda Gadea quien será su primera esposa, así como a algunos cubanos que se convertirán luego en compañeros de armas en la Sierra Maestra. En la Guatemala invadida por Castillo Armas, además de participar en círculos de discusión política y de intentar organizar la resistencia armada, gana tiempo para la lectura. Ahí, en medio de una situación convulsa, lee lo mismo a Sartre que a Gorki, lo mismo a Borges que a Lenin.[8] Nuevamente, pese a lo adverso de la situación, crea espacios para la lectura, ésta cobra otra dimensión, además de la afición y el gusto, se trata de una cuestión política, donde, en palabras del Che, “Los últimos acontecimientos pertenecen a la historia, cualidad que creo que por vez primera se da en mis notas” (Guevara, 2007:64-65). La historia lo toma por asalto, y va de la mano con su afán lector. En la diversidad de las lecturas y autores se dibuja una necesidad de entender la historia sin que ello implique un olvido de lo literario y, antes bien, sea éste un elemento sustancial no sólo de su habitus lector sino de su formación política como tal. Si Guatemala siembra en él la necesidad vital de actuar políticamente, las lecturas, y en ellas la literatura, son la justificación teórica de ese accionar. (Ette, 2015).[9] Si, como dice Piglia, el “marxismo empieza a ser el camino”, la literatura jamás dejó de serlo, fue siempre la senda por la que el Che atravesó.

De hecho, ese camino literario lo lleva a intentar unos versos, a escribir reseñas, artículos y, especialmente, sus diarios de viaje. Ya como funcionario del naciente gobierno revolucionario en Cuba, se definirá como un “poeta fracasado”. Antes, todavía en su estancia en México, escribe en su diario: “En estudio estoy estancado pues leo muy poco de medicina, y en producción literaria más pues casi nunca escribo” (Guevara, 2007:87). Sus palabras muestran una intención verdadera de “producir” literariamente, se concibe como un hombre de letras, aspirante a escritor. De hecho, en una carta a su madre, poco antes de partir hacia Cuba, anota:

La nueva etapa de mi vida exige también el cambio de ordenación; ahora San Carlos es primordial, es el eje, y será por los años que el esferoide me admita en su capa más externa […] Además tenía que llegar a una serie de conclusiones que se daban de patadas con mi trayectoria esencialmente aventurera; decidí cumplir primero las funciones principales, arremeter contra el orden de las cosas, con la adarga al brazo, todo fantasía, y después, si los molinos no me rompieron el coco, escribir.(Guevara, 2007: 169, cursivas mías).

Para entonces, Guevara ya conoce a Fidel Castro y ha decidido ser participe en la expedición del Movimiento 26 de julio. Si con anterioridad leía a Marx y a Engels, “San Carlos”, como se refiere al autor de El Capital, se convierte en el eje. Lo leerá, lo estudiará intensivamente. Esa lectura, como antes el viaje en motocicleta del 52, influye en esa transformación que va de lo “esencialmente aventurero” a “arremeter contra el orden de las cosas”. Guevara no es más el aventurero de la experiencia pura, tiene un objetivo determinado: el de la lucha política por la vía armada en busca de la libertad de Cuba. Sabedor de que partirá a la tierra de Martí, “con la adarga al brazo”, de que existe la posibilidad de la muerte, si resulta triunfante de esa batalla, podrá “escribir”. En sus palabras se muestran tres cuestiones básicas, a) la lectura como una fuente de aprendizaje político, b) la referencia constante a la literatura encarnada en el Quijote y c) el proyecto futuro de escribir. Las tres se relacionan íntimamente con el peso que le otorga a la lectura, no ya sólo como un habitus sino como traducción de un futuro posible donde, además, pasa de ser lector a escritor. Años después dirá, en una carta dirigida a Ernesto Sábato, que consideró el título de escritor como “lo más sagrado del mundo”.

Si bien las lecturas marxistas que realiza son su eje político, no lo son menos las obras literarias que se encuentran presentes de una manera constante y medular. Quizá nada ilustra tan magníficamente su relación con la literatura como la que describe en Pasajes de la guerra revolucionaria. En su bautizo de fuego, apenas iniciada la expedición guerrillera es herido en el cuello y ante la posibilidad de la muerte relata lo siguiente:

Una ráfaga que no se distinguió de las demás, nos alcanzó a los dos. Sentí un fuerte golpe en el pecho y una herida en el cuello; me di a mí mismo por muerto […] Faustino me echó una mirada en medio de su tarea y me dijo que no era nada, pero en sus ojos se leía la condena que significaba mi herida […] Inmediatamente, me puse a pensar en la mejor manera de morir en ese minuto en que parecía todo perdido. Recordé un viejo cuento e Jack London donde el protagonista, apoyado en un tronco de árbol se dispone a acabar con dignidad su vida, al saberse condenado a muerte por congelación, en las zonas heladas de Alaska. Es la única imagen nítida. (Guevara, 2009a: 12-13, cursivas mías)

En ese breve instante la “única imagen nítida” es un recuerdo literario. Evocación de lo leído en un momento límite; enfrentarse a la posibilidad de la muerte como aquel personaje de London en el que encuentra un modelo de “dignidad”. Para el Che, la literatura no es un mero complemento de la vida, sino un suceso en el que ésta se funde con aquélla; una y otra encuentran significado en ese tiempo sincrónico en el que lo leído se funde con lo vivido.

Un episodio literario resignifica la vida, la vida resignifica el episodio leído. Guevara se encuentra así en una situación de literatura vivida. A decir de Piglia, “En esa imagen que Guevara convoca en el momento en el que imagina que va a morir, se condensa lo que busca un lector de ficciones; es alguien que encuentra en una escena leída un modelo ético, un modelo de conducta, la forma pura de la experiencia”(2005,105). La literatura en el Che representa una forma ética, una proyección política. Recordar claramente al personaje de una narración literaria para hablar de su experiencia como naciente guerrillero en una situación extrema, muestra una profunda vivificación de la literatura. Es un personaje literario el que le proporciona un modelo ético y de conducta, es decir, un modelo político en una nueva situación de lectura, deudora de sus anteriores experiencias. El cuento le da un referente a ese instante en que es herido, el instante le da un significado profundo a la lectura.

En la lucha guerrillera de la Sierra Maestra, en los momentos de descanso –después de un combate o antes de éste, luego de una larga marcha o previa a ella-, el Che continúa leyendo; su lectura, sin embargo, no será sólo para él. Insiste en la necesidad de que los combatientes, muchos de ellos analfabetos, aprendan a leer. La lectura se convierte así en proyecto pedagógico, en una cuestión educativa y formativa. Un informe del FBI sobre el Ejército Rebelde fechado el 13 de febrero de 1958, conocido años después cuando algunos archivos fueron desclasificados, dice sobre el argentino:

El “Che” es bastante intelectual para ser “latino”. Ha leído bastante de la literatura “latina” y aprecia a los clásicos de la literatura de otros países. Es inteligente y de pensamiento ágil. [ ] Ha hecho que se traigan libros a la Sierra Maestra y se los lee a los soldados [ ] de su columna [ ] nunca le vio leyendo a Karl Marx ni a otros autores comunistas. Por el contrario, sus esfuerzos por educar a los soldados se restringen a la literatura, [ ] leyéndoles obras de Charles Dickens y de Alphonse Daudet, entre otros (Rather- Steven Smith: 2000).[10]

Debe subrayarse la visión que el informante tiene al respecto del guerrillero argentino. Aunque ciertas alusiones no dejan de ser despectivas (como la de ser “bastante intelectual “en comparación a los latinos”), las que se refieren a los libros son destacables. Por una parte el hecho de que en medio de la Sierra, en condiciones de movilidad constante como lo requiere la estrategia guerrillera, exista la necesidad de una biblioteca, del acceso indispensable a ciertas obras. El Che “ha hecho que se traigan libros” que son para él pero también para el resto de la guerrilla; comparte combates tanto como libros y lecturas. La lectura se convierte así en un medio de consolidación política de los guerrilleros a través de la literatura. De cierta manera, aplicó su modo personal de aprendizaje con los combatientes. La literatura se transforma en modelo pedagógico y de comunión, pero es además el incipiente medio de transformación en los guerrilleros. En ese contexto, lucha política y lectura tienen un mismo nivel de importancia, no es posible pensar la primera sin la segunda, pero tampoco ésta sin aquélla. Reafirmando esta idea, Roberto Massari señala que “En la Sierra Maestra el Che leerá resúmenes de Don Quijote como texto formativo para los nuevos reclutas de la guerrilla, a modo de confirmación de su paso de una apreciación de los orígenes esencialmente fantástico- literarios de la obra más célebre a un interés político educativo” (2004:29). En ese gesto existe una nueva situación de lectura, no ya como una cuestión personal sino colectiva, no ya como proyecto personal anterior a la vida guerrillera sino como un proyecto común dentro del proceso de lucha y transformación política de los combatientes.

La lectura puede pensarse como una metáfora de la guerrilla. Guevara dirá en La guerra de guerrillas (1960), debatiendo contra el quietismo político de ciertas organizaciones, que no se trata de esperar a que las condiciones sociales estén dadas para actuar, sino de generarlas, de crearlas. La lectura crea, junto con la acción política, las condiciones primigenias dentro de la guerrilla para la transformación de sus integrantes. Un guerrillero, desde la perspectiva del Che, es ante todo un reformador social, la educación a través de la literatura es uno de los agentes de cambio para el combatiente-reformador. Además, de la misma manera en que la guerrilla crea sus condiciones de acción, se buscan espacios para que la lectura sea ejercida. La guerrilla como asalto a lo imposible, la literatura presente en esa empresa; catalizadora, en suma, del cambio de conciencia en los guerrilleros.

Ya con la Revolución triunfante, serán un sinnúmero las referencias literarias de las que Guevara se vale en sus discursos para la exposición de ideas. Ese gesto se encuentra estrechamente relacionado con el papel que le confiere a la literatura, de manera particular a la poesía, en medio de un proceso revolucionario que buscaba la creación de una sociedad justa. En una comparecencia en el Ministerio de Industrias, leyó un extracto de un poema de León Felipe para debatir la idea del trabajo como cadena y obligación antes que como acto creador. El Che “empujó” estos versos:

Pero el hombre es un niño laborioso y estúpido/
que ha convertido el trabajo en una sudorosa jornada, /
convirtió el palo del tambor en una azada/
y en vez de tocar sobre la tierra una canción de júbilo, /
se puso a cavar…
Quiero decir que nadie ha podido cavar al ritmo del sol, /
y que nadie todavía ha cortado una espiga con amor y con gracia.[11]

En una carta al poeta español, Guevara escribe “El otro día asistí a un acto de gran significación para mí. La sala estaba atestada de obreros entusiastas y había un clima de hombre nuevo en el ambiente. Me afloró una gota del poeta fracasado que llevo dentro y recurrí a Ud., para polemizar a la distancia. Es mi homenaje; le ruego que así lo interprete” (Guevara, 1977:389).

Además de la admiración hacia León Felipe, sus palabras ilustran cuán relevante resultaba la poesía para quien es participante activo en la construcción de una sociedad nueva. Las palabras del poeta son utilizadas por el “poeta fracasado” que el Che lleva “dentro”, en un “homenaje” revestido de polémica. La poesía tiene, en esa dirección, un significado ético, político y teórico. Desde la perspectiva del “poeta fracasado”, el hombre en el proceso de construcción de una nueva subjetividad, por fin está empatando su “ritmo” de trabajo con el sol y va cortando “una espiga con amor y gracia”. El Che apunta:

[…] nosotros podríamos decirle hoy a ese gran poeta desesperado que viniera a Cuba, que viera cómo el hombre después de pasar por todas las etapas de la enajenación capitalista, y después de considerarse una bestia de carga uncida al y yugo explotador ha reencontrado su ruta y ha reencontrado el camino del fuego. Hoy en nuestra Cuba el trabajo adquiere cada vez más una significación nueva, se hace con una alegría nueva. (Guevara, 1977: 150).

El homenaje polémico corresponde a la manera en la que el jefe revolucionario lee a León Felipe; en una lectura activa que disecciona los versos con ojo crítico, los desmenuza y les da una dimensión política que merece ser discutida. Sugiere, además, que el desencanto del poeta puede ser justificado en la sociedad capitalista, donde los versos estaban impregnados de desazón y pesimismo por la enajenación en la que el ser humano se encuentra sometido, pero no así en una sociedad nueva y en construcción. Esa discusión la abordará, con mayor énfasis, en El socialismo y el hombre en Cuba donde desarrolla la idea de la creación artística como emanación del ser humano y pilar en la construcción de esa nueva subjetividad sin las ataduras impuestas por el realismo socialista, convirtiéndola así en un referente imprescindible del proyecto de hombre nuevo planteado por él.[12]

La literatura y la lectura tienen en la vida de Guevara, a la vez que transformaciones fuertemente relacionadas con el contexto histórico y vital, una continuidad a la que bien vale la pena referirse. Se trata de ver en la literatura un proyecto de vida que, poco a poco, traspasa el ámbito personal y se convierte en una suerte de plan hacia lo colectivo, tanto en la lucha guerrillera como en la construcción del socialismo luego de triunfar sobre las tropas de Batista. Llama la atención, sobre todo, que la acción lectora –individual primero, colectiva después-, se realice siempre en la adversidad. De la postración en la infancia por el asma a la vida aventurera del viaje por América Latina; del segundo viaje por suelo latinoamericano a la guerrilla de Sierra Maestra; de la Cuba socialista bloqueada y asediada por el imperio norteamericano a su última expedición en Bolivia, el Che buscó vencer el contexto adverso no sólo mediante la acción política como tal, sino a través de lo que leyendo imaginó, compartió y vivió. El Che, como el Quijote, viviendo lo leído, extrayendo la savia vital de la literatura, venciendo la adversidad a través de las letras.

 

El “mejor crítico” y la literatura hacia el futuro.

En 1965, el Che parte a una nueva expedición guerrillera hacia el Congo. Tatu, sobrenombre utilizado al frente de la guerrilla, dirá en sus notas que esa fue la “historia de un fracaso”. Condiciones de distinta índole, a su entender, impidieron el desarrollo de la guerrilla y de la victoria en la lucha por la liberación del Congo. La diferencia del idioma, la distancia cultural, así como la cosmovisión de los combatientes congoleses y el poco desarrollo político e ideológico alcanzado con los campesinos de aquel país, llevaron a la derrota. El Che escribió, con un tono impregnado de desazón –algo inusual en él-, “[…] durante estas últimas horas de permanencia en el Congo me sentí solo, como nunca lo había estado, ni en Cuba ni en ninguna parte de mi peregrinar por el mundo” (Guevara, 2009b:231). La experiencia resultó un fracaso rotundo, las letras de ese diario muestran una actitud crítica, verdaderamente severa ante su actuación personal. De esa crítica dirá “[…] creo haber sido lo suficientemente sacrificado como para que nadie me imputara nada en el aspecto personal y físico, pero mis dos debilidades fundamentales estaban satisfechas en el Congo; el tabaco, que me faltó muy poco, y la lectura que siempre fue abundante”. Tabaco y lectura se convierten en debilidades, vicios ambos que deben cubrirse. Quizá, en un lector como él, esa apreciación no resulte del todo llamativa, pero después agrega “[…] el hecho de retirarme a leer, huyendo de los problemas cotidianos, tendía a alejarme del contacto con los hombres, sin contar que hay ciertos aspectos de mi carácter que no hacen fácil el intimar” (Guevara, 2009b:231). Por vez primera, frente a un contexto adverso, cataloga su actividad lectora como una “huida”, un escape que no permitía el contacto con los hombres; leer como barrera y no como medio para la interacción. En la Sierra Maestra, la lectura fue un elemento pedagógico y de comunión, acercando así los lazos personales con los combatientes; el contexto del Congo fue diametralmente opuesto al cubano. En Cuba, el núcleo guerrillero se convertía en el Ejército Rebelde, se golpeaba certeramente al enemigo consiguiendo, finalmente, vencer a las tropas de Batista. ¿Se trata de una rectificación en sus concepciones de la vida guerrillera y de combate?, ¿lo ha vencido el desánimo? Parece, más bien, una dura evaluación general de su persona, una manera de castigarse por los errores cometidos en distintos terrenos del que no se salva ni su “debilidad” lectora. Al respecto, Ricardo Piglia anota que “La lectura es la metáfora de ese camino solitario. Es el contenido de la soledad y su efecto” (2005: 111). La lectura como toma de distancia y herramienta de soledad para buscar –aunque para el Che represente un rasgo egoísta, una marca del pasado- una luz en el camino, un cierto alivio ante la adversidad. Nuevamente, como le ha ocurrido desde niño, el contexto vivido le determinará una forma de acercarse a leer.

El pesimismo es retratado en sus letras, en su modo de lectura y en la percepción que tiene de sí como lector en ese contexto de fracaso. Leer es un refugio y hace de éste, de los libros, el preciado espacio personal para enfrentar lo que depare la lucha; la lectura se convierte en el momento de escape y afianzamiento ante la difícil realidad. Afianzamiento de su persona, de su carácter de guerrillero y comandante de la expedición, pero también de una firmeza como lector en las condiciones más difíciles y solitarias. Su “debilidad” lectora se transforma, en ese sentido, en una fortaleza que le permite plantarle cara al desánimo y el pesimismo. Sobre el balance que el Che realiza de su estancia en el Congo, Paco Ignacio Taibo II dice “Ya no es el Che un derrotado absoluto. Ha convertido la derrota en una derrota parcial, puede sobrevivir a sus propios y a veces exagerados complejos de culpa. A su brutal autodemanda” (2007:579). No es que leer sea la cura para el contexto, pero es la constante con la que el Che se acompaña, sorteando dificultades en una estancia tan corta como difícil que duró apenas de los últimos días de marzo de 1965 a noviembre de ese mismo año. Además, según lo refiere el boliviano Carlos Soria Galvarro (2010), en la lista de lecturas elaborada por Guevara entre la partida al Congo y su regreso a Cuba en agosto de 1966, figuran los siguientes autores: Suetonio, Homero, Goethe, Shakespeare; Juan Goytisolo, Lezama Lima, Ciro Alegría, Martha Traba; Sinclar Lewis, Pío Baroja, Máximo Gorki; obras escogidas de Lenin, Mao Tse Tung, Martí. El Che, en soledad o en colectivo, para sí mismo o para los demás, en la guerrilla o en el viaje, encontró en los libros su camino. Parafraseando a Gandhi, no había un camino para la lectura porque la lectura era el camino.

Aleida March confirma la preocupación de Guevara por “mantener sus costumbres como prueba de la disciplina y tesón que mostró a lo largo de su vida”. Anota después:

Incrementó el número de lecturas, como siempre hacia, muy abarcadoras y cada vez más profundas. Es extraordinario cómo en medio de tantas dificultades, de lo inhóspito del lugar y con la conciencia clara de lo que se avecinaba, seguía sus estudios de filosofía y otras materias que le sirvieran para desarrollar proyectos teóricos válidos para el futuro del socialismo en el Tercer Mundo. El listado de libros que me pedía, constantemente, habla por sí mismo de su dedicación y su vocación literaria. (March, 2007:76)

Del testimonio vale resaltar la identificación del Che manteniendo “sus costumbres” a pesar de todas las dificultades. Leer, estudiar, “desarrollar proyectos”, son elementos que forman militancia y disciplina, vale decir: militancia y disciplina lectoras dentro de la guerrilla o fuera de ella. De igual importancia es el reparo de Aleida al señalar su empeño, su tesón, por leer y estudiar acuciosamente y, al mismo tiempo, dar pauta a su “vocación literaria”. La literatura adquiere así una dimensión íntimamente relacionada con la disciplina y sus costumbres, pero también con el futuro y su proyecto político. En noviembre de 1965, ya fracasada la expedición en el Congo, el Che, de clandestino en Tanzania, escribe una carta para Aleida en la que ya firma como Ramón, el sobrenombre con el que será conocido en la guerrilla de Bolivia:

Me he acostumbrado tanto a leer y estudiar que es una segunda naturaleza y hace más grande el contraste con mi aventurerismo. Como siempre, te había hecho un versito y, como siempre, lo rompí. Cada vez soy mejor crítico y no quiero que me pasen accidentes como los de la otra vez. Ahora, que estoy encarcelado, sin enemigos en las cercanías ni entuertos a la vista, la necesidad de ti se hace virulenta y también fisiológica y no siempre pueden calmarlas Karl Marx o Vladimir Ilich.[13]

La lectura como atenuante de la necesidad “virulenta y también fisiológica” de Aleida. Leer es, de nueva cuenta, un alivio en la soledad –y para la soledad-, un adentrarse en él mismo para sanar la ausencia y la distancia, aunque no siempre lo consiga. Lo complejo de la lejanía parece evadirse con las lecturas de Marx y Lenin. Al poner en el mismo nivel el amor encarnado en Aleida y la política en las lecturas de esos dos iconos revolucionarios a los que ha estudiado concienzudamente, muestra cómo afronta sus sentimientos en esas circunstancias. Amor y lectura, lectura y política, pares necesarios y, al mismo tiempo, incapaces de sanarse los unos a los otros. Su “segunda naturaleza” no alivia su aventurerismo; el “aventurerismo” no alivia sus deseos lectores, y, antes bien, los cultiva. De hecho, con esa formulación muestra la situación que prefiere para leer, es decir, en calma, sin el ajetreo y la movilidad de la vida de aventura. No deja de ser paradójico pues se forjó como lector dentro de ese aventurerismo, en una movilidad constante. El “poeta fracasado” que hay en él, sale al camino rompiendo un “versito”. Cada vez es “mejor crítico” de sí mismo, de lo que escribe y, desde luego, de lo que ha leído. Más aún, por todo lo que ha devorado de literatura, especialmente de poesía, es que su crítica es mejor. Llama la atención que asuma para su “versito” un papel de lector exigente y lo pondera tanto que decide romperlo. Su ojo es el de un lector crítico experimentado, constituido en el largo camino de la lectura en la vida; el Che es un “mejor crítico” nacido del gusto por la literatura y la poesía que lo acompaña. Su “segunda naturaleza” le impide mandar a su esposa un “versito”, a sus ojos de poco valor literario. Profundiza en lo leído y en sus críticas. Lectura, literatura, política, crítica, amor, lejanía, todo ello acompañándolo en el proyecto de vida que lo llevaría a suelos bolivianos.

Ya en Bolivia, el 31 de julio de 1967, Guevara anota en su diario la pérdida de 11 mochilas luego de una retirada ante una emboscada del ejército, en ellas iban “el libro de Debray anotado por mí y un libro de Trotski” (Guevara, 1978). Años después de su asesinato, se sabrá que el Che tenía, además de su diario, una serie de cuadernos de lectura. Néstor Kohan ha realizado un acucioso análisis de las obras anotadas por Guevara en Bolivia y señala:

Sólo se puede llegar a comprender la increíble obsesión de lectura y estudio que manifiesta el Che en estos Cuadernos de la selva boliviana- como antes la había manifestado en otras selvas del mundo y en otras experiencias previas-, si se la inscribe dentro de esta tradición de pensamiento donde la palabra escrita y la argumentación reflexiva se convierten en componentes fundamentales de la propia identidad política (Kohan, 2010).

Por supuesto, en medio de la selva boliviana, bajo las condiciones inexorables de movilidad requerida por la guerrilla, es llamativo no sólo el hecho de que Guevara lea sino también que ese núcleo combatiente contara con una biblioteca. De nueva cuenta, los libros son un pertrecho necesario, imprescindible, para el desarrollo de la lucha. Además, otro componente se desprende de las palabras de Kohan, es el hecho de considerar, en una suerte de encadenamiento, la lectura, la palabra escrita, la argumentación reflexiva como partes fundamentales de una “identidad política”. Todos estos elementos constituyen al Che y su quehacer revolucionario. Esa identidad política está cimentada tanto en la práctica política como en las lecturas que le han aguzado la mirada. Es sintomático, asimismo, que esa construcción identitaria se refleje no sólo en lo que lee sino, sobre todo, en el modo de leer. En Bolivia, anotará sobre Los marxistas de C. Wright Mills:

Es un libro útil por la amplia y bastante imparcial colección de citas. Las opiniones del autor están teñidas de un antiestalinismo de tipo senil, de tipo trotskista; aunque algunas opiniones son justas y agudas, carece de profundidad y solo se limita a dejar constancia del hecho, o hacer suposiciones superficiales. Es una clara muestra de la intelectualidad liberal de izquierda norteamericana (Guevara, 2012: 345).

Guevara realiza una valoración política de la obra, del autor y de las proposiciones expresadas por éste. Cuando se refiere al “antiestalinismo de tipo senil, de tipo trotskista” no es porque sea antitrotskista, sino porque a su entender las objeciones hechas al estalinismo deben ser también mucho más profundas y reflexivas. Por ejemplo, de Historia de la revolución rusa, de Trotski, señala:

Valoración general del libro: Es un libro apasionante pero del cual no se puede hacer una crítica pues está de por medio la calidad de actor que tiene el historiador. De todas maneras, arroja luz sobre toda una serie de hechos de la gran revolución que estaban enmascarados por el mito. Al mismo tiempo hace afirmaciones aisladas cuya validez es total al día de hoy. En resumen, si hacemos abstracción de la personalidad del autor y nos remitimos al libro, este debe considerarse una fuente de primer orden para el estudio de la revolución rusa (Guevara, 2012: 347-348).

En el Che se encuentra una actitud lectora crítica, de examinador pertinaz que intenta una valoración en los justos términos. Si reconoce que el libro vale, no es tanto por el autor sino porque “arroja luz” sobre diferentes acontecimientos pues distintas afirmaciones son válidas en el contexto histórico que vive. No hay forma de separar lo leído y la manera de leer. Desde luego, no es fruto de la casualidad el énfasis que pone en ciertos textos. Hay obras de Marx, de Engels, de Lenin, pero también está Lukács con El joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista del que dirá “Es un libro de mucha profundidad que analiza exhaustivamente la filosofía hegeliana de su juventud y trata de explicarla”. Además, tiene anotaciones de Sobre el problema nacional y colonial de Bolivia de Jorge Ovando al que caracteriza como “Libro monocorde, con una tesis interesante sobre el tratamiento de Bolivia como Estado multinacional ... Se pudo haber hecho un folleto de 50 páginas, pero el autor nos obsequia con 450, deshilvanadas, repetidas y con profusión de citas” (Guevara, 2012:347). Reprueba al autor por el volumen de una obra que bien puede presentar la “tesis interesante” en 50 páginas. Esa apreciación lo muestra, según sus propias palabras, como un “mejor crítico” porque en él existe una construcción constante de su ejercicio lector. Sus lecturas, la profusión de éstas, le permiten una visión más amplia, un análisis más agudo tanto de lo leído como del contexto histórico al que pertenece.[14]

Si las lecturas del Che tienen en Bolivia un fuerte sesgo político, se trata, a decir de Diego Cano, “porque sabía que sus propias ideas debían ser sustentadas en el conocimiento interno de las cosas que hicieran más fuerte su accionar político”. Además, agrega “Leía aquello que le ayudaba a pensar cómo desarrollar mejor su idea de la revolución” (Cano, 2010). En ese sentido, los libros de corte literario también son parte fundamental de su pensamiento revolucionario y del fundamento teórico de ésta. De los planes de lectura existen 23 libros de corte literario de un total de 106. Solamente para el mes de noviembre de 1966, cuando inicia de manera formal la etapa guerrillera, contempla leer 27 obras. Entre ellas destacan En la ciudad de Faulkner, El embajador de Morris West, Cantos de vida y esperanza de Rubén Darío, La cartuja de Palma de Stendhal, Raza de bronce de Alcides Arguedas, La vida es linda, hermano de N.Hikmet, Humillados y ofendidos de Dostoievski. Para el mes de marzo de 1967 figura Todos los fuegos el fuego de Julio Cortázar, y para abril contempla a Roberto Artl con Aguafuertes porteños. El Che había programado un plan de lecturas tan amplio como ambicioso y por la cantidad de títulos muy probablemente no leyó una buena parte de éstos, sin embargo lo relevante es que los textos literarios se enmarcan dentro de un plan de construcción de su pensamiento político. La literatura, en esa dirección, juega un papel relevante. (Soria Galvarro, 2010).

En una carta dirigida a Armando Hart, en 1965, con su estilo mordaz e irreverente, Guevara plantea una crítica a la escuela soviética pero también al proceso revolucionario cubano. Hablaba de la necesidad de generar, dentro de la revolución cubana, un pensamiento propio. “Me encontré con la primera dificultad: en Cuba no hay nada publicado, si excluimos los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pensar; ya el partido lo hizo por ti y tú debes digerir”. La doble crítica tiene su raíz en que “los ladrillos soviéticos” niegan la que, para el Che, debe ser la primera de las características de la lectura, es decir, hacer pensar al lector más allá de esquemas y dogmas. Desde su punto de vista “ya hemos hecho mucho, pero algún día tendremos también que pensar” (Guevara, 2012:23).

Sus palabras reflejan una preocupación esencial: la necesidad de construir un pensamiento propio alejado de los ladrillos soviéticos que embotan la reflexión. La lectura, en esa dirección, es la que, sin olvidar jamás la acción revolucionaria, posibilita la consolidación de un pensar con cabeza propia. La literatura es un componente que, dentro de la lectura, permite, junto al quehacer político cotidiano, desarrollar ese pensamiento propio. De hecho, en aquel Cuaderno filosófico de su juventud, buena parte de las citas que dan pauta a sus análisis de distintos conceptos como el de ciencia, por ejemplo, son de corte literario. Uno y el universo de Ernesto Sábato, tiene una presencia importante en sus notas. Literatura y construcción del pensar se encuentran intrínsecamente relacionadas. Leer, pensar, escribir, proyectarse hacia el futuro en una construcción constante como lector que se hace, a su vez, “mejor crítico”. La lectura como militancia que hace posible pensar la vida.

Antes de partir a Bolivia, el Che grabó en su propia voz el que sería el último regalo para Aleida March. Se trata de Los heraldos negros de César Vallejo. Guevara, con voz pausada, y con un dejo de nostalgia, dice “Esto es lo único íntimamente mío, e íntimamente conocido de los dos que puedo dejarte ahora”. El “poeta fracasado” deja en su voz el poema de uno de sus autores predilectos como lo “único íntimamente” propio, lo verdaderamente suyo. Los versos son del peruano pero sufren una reapropiación del “poeta fracasado”. La literatura como testimonio de lo que consideró “lo más sagrado del mundo”; vínculo entre la posibilidad de la muerte o la victoria.[15]

En la carta de despedida para sus padres, el Che escribe “Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo […] Ahora, una voluntad que he pulido con delectación de artista sostendrá unas piernas fláccidas y unos pulmones cansados” (Guevara, 1977: 390-391). La referencia al Quijote como una constante, el aventurero que va nuevamente al camino; Rocinante llevándolo a la realidad que ha de enfrentar. El Che se concibe a sí mismo con una voluntad fruto de su “delectación de artista”. En unas cuantas líneas manifiesta cómo entiende su vida, ese andar en el mundo desde su infancia hasta el momento de partir de Cuba. Su voluntad pulida del mismo modo en que el Quijote vivió sus aventuras, como el artista que va con “la adarga al brazo”. Aventura, lectura, voluntad de artista. Nuevamente, una figura literaria encarna la vida que ha decidido enfrentar. Otra vez la literatura como expresión de la vida, la vida como expresión de la literatura. Su voluntad será la capaz de sostener esas “piernas fláccidas y unos pulmones cansados”, misma que ha sido forjada en su andar por el mundo que es, en gran medida, el mundo de sus lecturas.

En los cuadernos encontrados en la selva boliviana, existe uno donde el Che transcribió tres poemas. El primero de ellos es “Salutación del optimista”; el segundo, “Marcha triunfal” y el tercero, “Letanías de nuestro señor Don Quijote”. El “poeta fracasado”, con su puño y letra, lleva consigo a Rubén Darío. Llama la atención que sean esos tres poemas los transcritos, sobre todo considerando el panorama de adversidad, pues los versos del nicaragüense rezuman optimismo y esperanza. Quizá, además de ese gusto por la poesía, el Che se veía en gran medida reflejado en los versos de Darío. Guevara estaba convencido de que llegaría el día “de cantar nuevos himnos”, del saludo con “voces de bronce las trompas de guerra que tocan/ la marcha triunfal”, pues con su proyecto de vida pelea “contra las certezas, contra las conciencias/ y contra las leyes y contra las ciencias/ contra la mentira, contra la verdad”.

Salutación del optimista, transcripción del Che
Imagen 3. “Salutación del optimista”, transcripción del Che, disponible en: https://martinezestevez.files.wordpress.com/2009/11/poesc3ada-salutacic3b3n-del-optimista1.jpg?w=525 [consultado el 9 de noviembre 2015]

El 7 de octubre de 1967 es el último día en el que el Che escribe en su diario, “Hoy se cumplieron los 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones; bucólicamente […]” (Guevara, 1978:237). El apunte lo realiza ante la situación más compleja, con decesos en el núcleo guerrillero y bajo la persecución constante del ejército boliviano. Al registrar que han pasado 11 meses, “sin complicaciones” señala, como al paso, que las dificultades de la vida guerrillera, donde ronda la muerte, con el asedio del enemigo, son las esperadas. El desánimo, aunque existente, se difumina como en los poemas transcritos; no tiene lugar o, más aún, es vencido con los versos. Al día siguiente, el 8 de octubre, el Che es capturado en combate. Lleva una herida en la pierna y el fusil inservible.

Será trasladado a una escuelita de La Higuera donde es hecho prisionero. Resulta paradójico que sea una escuela su lugar de prisión y en la que, a decir de Taibo II, queda derrotado, “Ha habido otras derrotas, pero por primera vez en su vida Ernesto Guevara es un hombre sin papel y sin pluma. Un hombre esencialmente desarmado porque no puede narrar lo que está viviendo” (2007:698).

Antes de ser asesinado, el Che tiene una breve conversación con Julia Cortez, maestra de la escuela. Hay una frase pintada en la pizarra, “Ya se leer”. Para el Che no pasa inadvertido el acento faltante y se lo hace saber a la maestra. Al respecto, Piglia escribe “Que sea ésa la frase, que al final de su vida lo último que registre sea una frase que tiene que ver con la lectura, es como un oráculo, como una cristalización casi perfecta” (2005:138). Quizá no exista mejor manera de ejemplificar cómo, hasta los instantes finales del aspirante a escritor, del “poeta fracasado”, la lectura ocupa un espacio vital y vivencial.

Che leyendo en un árbol
Imagen 4. “Che leyendo en un árbol”, Punto final [página web] agosto-septiembre 2010, http://www.puntofinal.cl/716/20-21che-leyendo-arbol1.jpg [consultado el 9 de noviembre 2015].

El 9 de octubre de 1967, a las 13:10 será asesinado. Termina así una vida ligada íntimamente a la lectura. Una vida que, desde la infancia, tuvo en el ejercicio lector, en la literatura, su camino. Así, desde sus días de niño, desde sus lecturas de Salgari, venciendo la inmovilidad, se fue construyendo como un ávido lector. Encontró en la lectura su “segunda naturaleza”, hizo de ella una forma de militancia, una manera para romper esquemas; le permitió pensar la construcción de una nueva sociedad dentro del proceso revolucionario. Halló en la literatura una forma paralela para ser “mejor crítico”, en la que apostó parte de su propia “identidad política”. Desde el habitus generado muy tempranamente, hasta sus últimas anotaciones en Bolivia, la lectura fue un medio para comprender mejor el mundo, un aliciente para transformarlo. Estar en las situaciones más adversas e identificarse con personajes literarios, así como crearse los espacios para leer en los momentos más complejos, hablan de una apuesta política por la lectura donde la literatura tiene un peso especial.

La lectura fue, en otras palabras, un elemento vital en el proyecto político de emancipación pensado por él. Por esas razones, por las más difíciles situaciones en que necesitó de los libros, de la poesía, de la literatura, el Che, en su breve pero largo andar, constituyó una poética de la lectura.

 

Notas

[1] Licenciado y Maestro en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctorante en el Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM, área de literatura. Miembro del proyecto “El ensayo en Diálogo Hacia una lectura del ensayo” auspiciado por el CONACYT, con sede en el CIALC, UNAM. El proyecto es dirigido por la Dra. Liliana Weinberg. Publicaciones: Reporte de experiencia profesional para obtener el grado de licenciatura, Carta a Julio Cortázar. UNAM, 2009. El poder de la literatura contra la literatura del poder en América Latina: el debate entre Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa (Tesis de Maestría). UNAM, 2013. “Ernesto Guevara y sus Diarios de Motocicleta. El viaje narrativo del Fúser hacia el Che”, De raíz diversa. Revista especializada en Estudios Latinoamericanos, México, 2015. ISSN en trámite. (En prensa). Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

[2] Las cartas pueden verse en el video disponible en https://www.youtube.com/watch?v=Fq7iYqSa-kk&feature=youtu.be, que forma parte del proyecto de la Casa Natal de Ernesto Che Guevara, en Rosario Argentina.

[3] Según el padre del Che “Mi hijo Ernesto iba creciendo en aquel ambiente y no sólo se pudo enterar de los incidentes de la guerra civil, sino también de la nueva literatura que nacía en las trincheras. No es de extrañar, pues, que siendo un niño pudiera identificarse con la vanguardia de la España republicana” (Guevara Lynch, 1981:187).

[4] Sobre el concepto de habitus, ver Pierre Bourdieu, The Field of Cultural Productions, Cambridge, Polity Press, 2004, disponible en http://web.mit.edu/allanmc/www/bourdieu2.pdf, consultado el 25 de octubre 2015. De igual modo, vale la pena el interesante análisis realizado por Alejandro Estrella González (2011) sobre E. P. Thompson.

[5] “[…] Marx adoptó ‘el hábito de realizar extractos de todos los libros que leía’, un hábito que nunca abandonó. Una lista de lecturas de este período muestra la precoz amplitud de miras de sus exploraciones intelectuales […]. Se trata del mismo método de investigación ecléctico, omnívoro y a menudo tangencial que proporcionó a El capital su extraordinaria variedad de referencias” (Wheen, 2007).

[6] Puede considerarse natural que en sus notas aparezca el poeta por el que sintió una identificación especial, sin embargo Canto general se publicó en 1950 y fue escrito bajo condiciones de persecución y clandestinidad. No es improbable que el Che supiera de esta situación, pero resalta el hecho de que es un libro, al momento de realizar sus anotaciones, relativamente nuevo.

[7] Además de las obras propiamente antropológicas y arqueológicas, el Che leyó en esa época la novela Huasipungo de Jorge Icaza a quien conoce personalmente, “El carácter marcadamente triste y sórdido de esa novela –de importancia fundamental para la maduración de una conciencia radical, aunque estuviese manchada por connotados populistas- ha sido a menudo subrayado. Y es precisamente en este espíritu de radicalidad emergente, de confuso populismo, que la misma fue leída por el Che, alimentando al componente indianista con su indignación por el papel histórico del imperialismo en América Latina”, (Massari, 2004: 31)

[8] En ese periodo también lee El Popol Vuh; La vida de los mayas, de Franz Blom; La civilización maya, de Sylvanus; Anti-Düringh de Engels, así como obras de Sartre, Neruda, César Vallejo, José Martí, Jorge Luis Borges, Juana de Ibarbourou, Máximo Gorki, Dostoievski (Llanes, 2010: p.66).

[9] A decir de Ottmar Ette, la literatura “implica el probar experimentalmente saberes de vida y también el resultado de este experimento vuelve a producir un nuevo saber de la vida y en la vida. La literatura siempre transmite un saber específico de cómo se vive o cómo se podría vivir y, por ende, también un saber de cómo no se puede (sobre) vivir.” (Ette, 2015:26).

[10] Los corchetes representan tachaduras en el texto original.

[11] Citado en Guevara (1977:150). Se puede ver una parte de la comparecencia en https://www.youtube.com/watch?v=Mb6U-IhtiUM

[12] Sobre esta discusión es imprescindible el análisis realizado por Fernando Martínez Heredia (2010) en el que profundiza sobre el debate político y ético planteado por el Che así como en el concepto del “hombre nuevo”.

[13] Citado en March (2007, cursivas mías). Es probable que la referencia a la “otra vez” sea al episodio de la publicación de los versos escritos en México y dedicados a Fidel Castro. Éstos, sin habérsele consultado, fueron publicados y distribuidos en Cuba luego del triunfo del Ejército Rebelde. El Che ordenó retirar de circulación esos poemas al considerarlos de poca calidad artística.

[14] Sobre las obras políticas y las anotaciones realizadas por el Che, el trabajo de Kohan (2011) tiene un valor incalculable y a éste hay que remitirse para tener una visión más amplia de cada uno de los autores, de los libros y las propias anotaciones de Guevara.

[15] El audio puede escucharse en el documental del argentino Tristán Bauer, Che un hombre nuevo (2010), disponible en https://www.youtube.com/watch?v=LuxJ7THmzBI.

 

Bibliografía:

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Cómo citar este artículo:

ARREOLA ,José, (2016) “Ernesto Guevara: una poética de la lectura”, Pacarina del Sur [En línea], año 7, núm. 26, enero-marzo, 2016. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 19 de Abril de 2024.

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