El sindicalismo minero mexicano desde la perspectiva de sus protagonistas: la huelga de Coahuila (1950-1951) en el testimonio de Camilo Chávez

Perla Jaimes Navarro

 

Camilo Chávez Melgoza destacó como dirigente sindical minero a fines de la década de 1940 y principios de 1950 y como impulsor de la doctrina maoísta en México. El testimonio que reproducimos aquí se inscribe en su participación como uno de los líderes de la huelga minera de 1951-1952 y la llamada “Caravana del hambre”, en la que un grupo de mineros de la zona carbonífera de Coahuila, una de las más productivas del país en esta época, emprendieron una caminata de más de 1.000 kilómetros hasta la Ciudad de México. Esta marcha, conocida como la “Caravana del hambre”, pretendía conseguir el apoyo gubernamental y de la opinión pública ante  los embates de empresarios mineros, el escaso compromiso de sus líderes sindicales y la indiferencia los organismos estatales, reguladores del trabajo. Y si bien no logró su objetivo, sí atrajo la atención nacional y generó empatía en buena parte de la ciudadanía. Esta huelga y sus consecuencias son un buen ejemplo del derrotero que el sindicalismo mexicano siguió luego de que el Estado comenzara a ampliar su rango de influencia a través de la imposición o cooptación de sus líderes.

El presente texto está organizado en tres apartados. En primer lugar, presentamos una semblanza biográfica de Camilo Chávez y sus luchas en el sindicalismo posrevolucionario, su papel en el desarrollo y desenlace en la huelga de 1950-1951 y un breve recorrido por el sindicalismo minero mexicano, su proceso de declive como representante de los intereses obreros. A continuación, presentamos la transcripción de la conferencia que Chávez diera en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México el 14 de febrero de 1979 –cuando ya habían pasado más de veinte años de los hechos que se narran– y su correspondiente sección de preguntas y respuestas. El siguiente testimonio se trata de una entrevista realizada por María Mercedes Gaitán Riveros al dirigente algunas semanas después de la conferencia. Concluimos esta recopilación con la reproducción de la semblanza pronunciada en junio de 1982, a raíz del fallecimiento de Camilo Chávez. Sirvan estas líneas como testimonio y rescate de la memoria de este dirigente minero y su papel en las luchas del sindicalismo mexicano.

 

Introducción. Las andanzas de Camilo Chávez y el sindicalismo minero mexicano

Camilo Chávez Melgoza nació un 13 de agosto de 1913 en Coeneo, Michoacán. Comenzó a trabajar a los seis años, primero como jornalero agrícola y durante su juventud, aprendió varios oficios. En 1925, con doce años, participó en el conflicto laboral del aserradero de Las Canoas (Pablo, 2018). A los trece viajó con su familia a Estados Unidos, donde aprendió inglés y más tarde trabajó como obrero de línea en la metalúrgica Columbia Steel Company, en California. Fue en este periodo cuando comenzaron sus actividades como sindicalista. Se integró a la Unión Mundial de Trabajadores de la Industria Siderúrgica, organización de tendencia anarcosindicalista afiliada a la Federación Americana del Trabajo (AFL). En 1929 vivía en Nueva York, donde trabajó en la Long Island Carpet Clean Company, empresa en la cual organizó un paro de labores en demanda del pago de horas extra. Dicho paro resultó en un fracaso. Fue despedido y boletinado como agitador, por lo que tuvo que retornar a México (Hernández, 2011).

De regreso en México en 1934, trabajó en la fábrica Cartonajes Estrella y más tarde en la Fábrica Nacional de clavos. En esta última empresa se había afiliado al Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SITMMSRM), fundado ese mismo año (Pablo, 2018).[1] Tras una segunda estancia en el país vecino, ingresó en la empresa acerera La Consolidada, S. A., en su sucursal de la Ciudad de México, la cual proveía a la Empresa Nacional de Ferrocarriles (Corrales, 1996). En esta época, Camilo fue un activo dirigente sindical. Se había afiliado a la sección 97 del Sindicato, formada el 23 de abril de 1937. En 1945 su dirigencia le costó el despido, aunque una huelga gremial logró devolverle su empleo. Desde la dirigencia promovió y apoyó movimientos huelguísticos en Las Charcas, San Luis Potosí (1945) y Palau, Coahuila (1947) e impulsó una nueva forma de dirigencia: una itinerancia que le permitía acercarse a los diferentes departamentos e instar a los trabajadores a exponer sus necesidades y demandas (Hernández, 2011).

Participó en la fundación de la Unión General de Obreros y Campesinos de México, en 1948. Para 1950 el sindicalismo minero ya había comenzado un periodo de inexorable decadencia, en cuanto a su militancia y como representante de los intereses de los trabajadores, cuando el gobierno del presidente Miguel Alemán impulsó en la dirigencia del sindicato al líder “charro” Jesús Carrasco, también conocido como “Charrasco” (Sariego, 1988: 273), durante la VI Convención Nacional del SITMMSRM, celebrada en mayo de ese año, en el contexto de una renegociación del contrato colectivo de trabajo. Esta acción creó un conflicto interno que terminó por crear dos facciones dentro del sindicato, ambas disputándose la dirigencia de su Comité Nacional: la “espuria”, liderada por Carrasco y apoyada desde el gobierno; y la “auténtica”, por Antonio García Moreno. A esta última pertenecía Camilo Chávez. Es en este contexto que se sitúa la huelga de mineros de Coahuila de 1950-1951.

 

Los mineros en huelga y la “Caravana del hambre”

Influenciado por el sindicalismo estadounidense y sus vínculos con el grupo anarquista Regeneración, el movimiento obrero de los mineros del norte de México tenía una fuerte tradición de militancia, sobre todo tras la formación del SITMMSRM en 1934 (Novelo, 1994: 546). La zona carbonífera de Coahuila era de especial importancia, dado su alto nivel de producción, que entre otras, abastecía la demanda de materias primas de la Fundidora Monterrey (Contreras, 2002: 67) y fue en este enclave minero donde el SITMMSRM enfrentó su primer conflicto laboral relevante durante la huelga de octubre de 1940, que se extendió por cuatro meses. Las demandas giraban en torno al incremento salarial y mejoras en las condiciones de trabajo, incluyendo la construcción de una clínica. Dicha huelga fue declarada por el gobierno mexicano como ilegal, disuelta violentamente y sus líderes encarcelados.

El resultado de esta huelga marcó una tendencia en cuanto a lo que la intervención gubernamental en los conflictos obreros durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho y los siguientes significó. Las empresas, apoyadas en la actitud indiferente de las autoridades y en complicidad con los líderes sindicales, retrasaban las negociaciones, lo que terminaba por desgastar y diseminar los conflictos. La entrada de México en la Segunda Guerra Mundial permitió una mayor presión hacia los trabajadores para ser más laxos en sus demandas, a fin de colaborar así al esfuerzo de guerra contra el régimen nazi (Basurto, 2004: 229). Tras el fin de la guerra, los trabajadores mineros vieron aún más violentados sus derechos cuando, cobijado en el Pacto Obrero Industria de 1945 que prohibía el uso de la huelga como medida de presión, el gobierno de Ávila Camacho mostró abiertamente su complicidad con las empresas mineras. Así, a partir de 1946, las huelgas se declaraban inexistentes aun antes de comenzar, dejando a los trabajadores solos en sus demandas (ibíd.: 245).

Para 1950, la imposición de Carrasco como líder del sindicato minero había desencadenado la huelga minera de Coahuila. Al desconocimiento del liderazgo “auténtico” elegido por las mayorías –García Moreno– se sumó la anulación de derechos de las secciones sindicales más grandes del SITMMSRM: Nueva Rosita, Palau y La Consolidada. A las constantes violaciones a los derechos de los trabajadores, establecidos en sus contratos colectivos de trabajo, se sumaron a la nula representatividad ante las autoridades gubernamentales y capacidad de acción ante las empresas mineras, entre las que se encontraban la Mexican Zinc and Co. y la Compañía Carbonífera de Sabinas, S.A., subsidiarias de la American Smelting and Refining Company (ASARCO) (ibíd.: 247).

Así, entre septiembre y octubre de 1950, los trabajadores de las secciones sindicales arriba anotadas fueron declarándose en huelga. Los testimonios de sus protagonistas refieren que la respuesta a la huelga fue el desconocimiento de ésta y la cancelación de facto de las garantías individuales:

Querían vencernos a como diera lugar, querían que nos doblegáramos y entráramos vencidos al trabajo, es decir, que renunciáramos a nuestro derecho.

Nueva Rosita se convirtió en un campo de concentración, por doquier se veían camiones repletos de soldados; las calles eran patrulladas con elementos del ejército, se prohibió el derecho de reunión […] (cit. Novelo, ob. cit.: 550).

 

De acuerdo con el testimonio de Camilo Chávez:

El gobierno cerró con la fuerza militar, la Cooperativa con su enorme Tienda de Consumo; clausuró igualmente el Servicio Médico, incluso el de emergencia; amenazaron a los comerciantes del pueblo que serían seriamente perjudicados, si se atrevían a vender o fiar mercancías a los huelguistas; cortaron el servicio de agua potable en todas las casas de los huelguistas; lo mismo se hizo con el servicio eléctrico; en las escuelas no se permitió la entrada a los hijos de los huelguistas; los transportes urbanos también desviaron sus rutas para no dar servicio a las colonias de mineros y hasta el cura del lugar amenazó con la excomunión a todos los huelguistas.[2]

 

Estas acciones de represión se aplicaron durante los meses siguientes y de poco sirvieron los apoyos más bien simbólicos que desde el exterior (Estados Unidos, Alemania, Canadá, China, etc.) y desde otros enclaves mineros, y organizaciones obreras y campesinas, además de la sociedad civil, se recibían, ni los recursos presentados por los huelguistas ante las autoridades reguladoras del trabajo (Basurto, ob. cit.: 258). La escasez de recursos y alimentos, además de las graves amenazas a la salud, hicieron mella en los huelguistas y sus familias. Se sumó a ello la campaña de desprestigio, auspiciada por las empresas y en complicidad con la prensa, que acusaba a los líderes de la huelga por sabotaje y de ser “elementos agitadores comunistas con el propósito antipatriótico de desorientar a los trabajadores carboníferos y efectuar a todo trance pasos perjudiciales para el país”,[3] además de la detención, encarcelamiento e intimidación de los dirigentes.

Tras tres meses de padecer tales condiciones, el movimiento huelguístico manifestaba claros signos de debilitamiento. Para diciembre más de la mitad de los trabajadores habían retomado sus labores en la mina, rompiendo con su principal carta de cambio, además de que se hacían cada vez más evidentes los estragos que la falta de alimentos y servicios básicos hacían en los huelguistas y sus familias. Con la imposibilidad por parte del Comité Nacional del SITMMSRM de obtener una entrevista con el presidente Alemán y el fallido intento de mediación por parte de Vicente Lombardo Toledano, la dirigencia “auténtica”, al mando de García Moreno, tomó la decisión de marchar a la Ciudad de México en busca de nuevas vías de negociación, la recuperación de la atención pública y solidaridad de la población y, con suerte, una entrevista con el presidente. Esta iniciativa provocó recelos entre algunos dirigentes mineros en huelga. Fue el caso de Camilo Chávez, quien no creía prudente abandonar el enclave minero:

La salida de la Caravana significaba abandonar el campo de batalla y dejar la fuente de trabajo en manos de esquiroles, incluso algunos compañeros, aunque con justificación, iban a aprovechar oportunistamente aquella retirada para engrosar las filas de esquirolaje. Por otra parte nos parecía que era confiar demasiado en «las bondades» del Sr. Presidente.

[… con la salida de la caravana] en la mina ya no tuvieron mayor obstáculo […] la empresa pudo mantener la producción siderúrgica especialmente en Monclova y repito que para mí, con la salida de la Caravana, puede decirse que “la salvó la campana”.

 

La “Caravana del hambre”, que partió el 20 de enero de 1951, estaba compuesta por 4.200 hombres, 100 mujeres y 30 niños (Basurto, ob. cit.: 261) de las secciones 14 y 28 del SITMMSRM, correspondientes a Nueva Rosita, su filial Cloete y Palau. La marcha fue seguida por la prensa, la cual en su mayoría trataba de denostarlos,[4] tildándolos de “comunistas” y de inmediato captó la atención del público, el cual se volcó en solidaridad a su paso por los estados de Tamaulipas, Nuevo León, San Luis Potosí, Querétaro y Estado de México. Tras una caminata de cincuenta días, el 10 de marzo los “caravaneros” arribaron a la Ciudad de México, donde una vez más padecieron la indiferencia gubernamental. Fueron instalados en el Deportivo 18 de Marzo, en las afueras de la ciudad, lejos de la atención que habrían tenido de haberse instalado en el centro de la ciudad.

De acuerdo con Camilo Chávez, la presencia de los huelguistas fue pronto relegada a segundo plano y las negociaciones de la representación obrera, a cargo de Francisco Solís, Ciro Falcony y Pedro Saldívar con la Comisión Especial, comandada por el entonces secretario de gobernación, Adolfo Ruíz Cortínez, quedaron en punto muerto al negarse la satisfacción de sus demandas y declarar oficial la nulidad e ilegalidad de la huelga. La resolución final del 19 de marzo significó el fin de toda esperanza para los huelguistas, quienes se prepararon para retornar al mineral. Tras un mes de negociaciones por un medio de transporte digno, partieron el 20 de abril.

Como es previsible, todos los dirigentes de la huelga habían sido despedidos. Camilo Chávez trabajó en la Compañía de Luz y se a las filas del Partido Comunista Mexicano, integrando la célula Stalin, formada por trabajadores de La Consolidada, llegando a visitar la Unión Soviética en tres ocasiones. Fue nombrado Secretario Sindical para la Ciudad de México y miembro de la Comisión Política en 1954. En 1957 presentó el informe Revisemos nuestros métodos de trabajo en el frente sindical, en el que exponía sus planteamientos para una reorganización y desarrollo del Partido, más allá del número de sus miembros (Córdova, 1979: 113). Junto a Edelmiro Maldonado abrazó las posturas maoístas, lo que lo puso en claro conflicto con la dirigencia pro-soviética del Partido, lo que les valió la expulsión en 1963.

 

Cerrando líneas

Del testimonio de Camilo Chávez son varios los puntos a resaltar. En primer lugar, su opinión respecto a la salida de los huelguistas de su sede en Coahuila y de su marcha hacia la Ciudad de México. Como miembro del Comité Ejecutivo General (Reygadas, 1988: 117), su postura fue clara respecto a la inutilidad de tal acción, como quedó demostrado en las semanas siguientes. Asimismo, las expresiones de solidaridad por parte de la sociedad civil, autoridades estatales y organizaciones campesinas y sindicales narradas por Camilo Chávez, contrastan enormemente con la actitud de abierta indiferencia por parte de las autoridades federales y organismos reguladores del trabajo:[5] “los ejidatarios de la Comarca Lagunera diariamente mandaban camionadas de víveres sobre todo artículos de primera necesidad. Y muchos sindicatos obreros como los electricistas de Rivera Rojas y de Rafael Galván empezaban a dar formar a la solidaridad económica por encima de presión del gobierno”.

El desenlace de la huelga minera de Coahuila de 1951-1950 marcó la tendencia que seguirían la mayoría de los conflictos obreros a partir de entonces. Significó el fin de la autonomía sindical frente al gobierno y una sucesión de líderes “charros” bajo las órdenes del presidente en turno. El mismo Camilo Chávez padeció esta situación, puesto que, al declararse la huelga, fue despedido de su puesto y no obstante las diligencias efectuadas, la indemnización correspondiente no llegó sino quince años después de su despido.

Esta situación, que ha continuado hasta nuestra época, ha quedado de manifiesto una y otra vez, en ocasiones a través del uso electorero de la masa de trabajadores sindicalizados o la anulación de huelgas, en complicidad con las empresas mineras. El relajamiento de la militancia sindical y la falta de representatividad de los trabajadores mineros ha llevado a la precarización de su trabajo y condiciones de seguridad, como quedó evidenciado en la explosión de la mina Pasta de Conchos en febrero de 2006, curiosamente en la misma zona de carbonífera de Coahuila donde había estallado la huelga más de cincuenta años antes.

 

 

Los mineros de Nueva Rosita, Palau y Cloete[1] [extracto de la conferencia de Camilo Chávez M. en la Facultad de Economía UNAM, 14 de febrero de 1979]

 

Presentación del C. Camilo Chávez

La lucha de Nueva Rosita se desarrolló en el año 1950. En esta oportunidad, miles de trabajadores se lanzaron a una huelga por reivindicaciones encabezados por su Comité de Lucha, marcharon desde Coahuila hasta el Distrito Federal. Una de las luchas más heroicas de los trabajadores y concretamente de los mineros. Con ustedes el camarada Camilo Chávez quien nos hablará de las condiciones de este movimiento.

 

¡Compañeros! He aceptado con mucho gusto esta invitación para narrar algunos de los hechos de una lucha de las que fui parte durante aquella etapa tan difícil que nos tocó vivir a partir de los años de 1948 hasta que terminó el régimen alemanista. Desgraciadamente, en la literatura que conozco acerca de las luchas de los trabajadores mineros metalúrgicos y siderúrgicos de México, hay algunos hechos importantes que se omiten o se deforman; será que se les da poca importancia o porque ha intervenido en el ánimo de quien los ha escrito alguna tendencia de tipo político.

El compañero Manuel J. Santos, que fue caravanero, ha escrito sobre la Caravana. Con él nos conocimos mucho antes del movimiento en Nueva Rosita, él como trabajador de base y yo como dirigente nacional del Sindicato. Era y sigue siendo un buen camarada. Si su relato tiene algunas diferencias o está incompleto puede atribuirse a que él no figuró en la dirección nacional del Sindicato, al nivel en que se desarrollaron muchos hechos de trato con el Presidente de la República y otros funcionarios de aquel régimen. Admiro al camarada Santos porque aún sigue siendo un luchador sincero e íntegro.

Conozco otra obra que hace poco se publicó, llamada La caravana del hambre,[2] escrita por el Dr. Daniel Molina. Me parece que narra con bastante fidelidad y realismo el recorrido de la Caravana desde Nueva Rosita hasta el D.F. y las demostraciones de solidaridad de los diversos sectores en el trayecto, pero al referir sus juicios políticos parece que el que está escribiendo es Antonio García Moreno u otro dirigente destacado del Partido Popular Socialista porque se deforma la verdad de los hechos cayendo en el anticomunismo rabioso que caracteriza a los pepinos.

Por otra parte, no he conocido ninguna publicación que refiera la verdad de los hechos porque los únicos que podíamos haberlo hecho hemos carecido de los medios necesarios para ello. Pero estos hechos ya forman parte de la historia y del movimiento obrero mexicano, principalmente del movimiento sindical.

Para referirse a la Caravana hay que hacer mención, aunque de manera rápida, de algunos antecedentes relacionados con el Sindicato de Mineros; éste nació el 11 de julio de 1934. Ustedes saben que las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores mineros son especialmente difíciles en cualquier parte del mundo capitalista, pero de manera particular en México, donde desde la llegada de los españoles se dedicaron a extraer las riquezas del subsuelo, imponiendo condiciones infrahumanas de explotación sin importarles la vida y salud de los trabajadores, a quienes esclavizaban de la manera más déspota. Desde la independencia la explotación de nuestras riquezas ha pasado a manos de empresas extranjeras que, en complicidad con los sucesivos regímenes gubernamentales del país, han continuado la explotación voraz sin importarles las condiciones peligrosas e insalubres de los obreros.

Los trabajadores mineros, metalúrgicos y siderúrgicos estaban agrupados en diferentes sindicatos regionales a lo largo de la República, pues esta es una de las industrias que ocupa el mayor número de trabajadores en el país. Durante el gobierno del General Cárdenas, se pudo hacer realidad la vieja inspiración de formar el Sindicato Nacional de Industria.

Fueron constituyentes las secciones 1 de Pachuca, 2 de Real del Monte, 3 de Guanajuato, 4 del mismo Estado, 5 de San Luis Potosí, 6 de Charcas, 7 de Cerro de San Pedro y otras más entre ellas la 14 de Nueva Rosita.

Las empresas no permitían ni siquiera que se acercaran los delegados organizadores del Sindicato. Les echaban encima a sus Guardias Blancas (asesinos a sueldo). Pero al fin el Sindicato nació e inmediatamente se aglutinaron en él los trabajadores que faltaban y posteriormente los de aquellos minerales o plantas que iban abriéndose.

Quizá algunos familiares de personas presentes fueron militantes en aquella época del Sindicato de mineros y por ellos sepan que este se caracterizó, por lo menos durante su primera etapa de vida (1934-1948), por la honestidad de sus dirigentes y la combatividad de su base. Sentíamos orgullo de participar en un Sindicato como aquel. No salía un peso de la tesorería si no se justificaba y se autorizaba plenamente.

Por la magnífica calidad de las gentes que lo formaron y las condiciones en que nacieron a la vida sindical, una de sus preocupaciones importantes era la formación de cuadros sindicales capacitados. En casi todas las Secciones había cursos de lucha social, sabiendo que para aprender mecánica, matemáticas y otras cosas muy útiles en la vida hay que ir a las escuelas, pero para aprender lucha social se necesita que sea el Sindicato el que ayude a los trabajadores.

Yo provengo de la Sección 97 del D.F. (Consolidada), la cual se formó el 23 de abril de 1937. Antes estábamos organizados dentro de la Federación de Trabajadores del D.F. C.T.M. que entonces dirigía el Lic. Lombardo Toledano, pero las gentes que lo rodeaban eran personas corrompidas, lo mismo que ahora lo son quienes dirigen la C.T.M., afirmación que hago bajo mi exclusiva responsabilidad.

Viendo que nuestros problemas no eran atendidos sino sólo aprovechados por los líderes para enriquecerse, decidimos formar la Sección 97 pero se nos negaba el Registro, alegando las autoridades que era porque la Consolidada no fundía minerales extraídos del subsuelo, sino únicamente chatarra. Nos vimos obligados a realizar un paro de brazos caídos durante tres días, hasta que finalmente con la intervención directa del Presidente Cárdenas, y puesto que demostramos que sí se cumplía con la condición legal ya que se usaban en la Fundición Aleaciones que eran minerales extraídos del subsuelo, entonces se rectificó el criterio y fuimos registrados legalmente.

A partir de aquel momento se desarrolló una lucha muy bonita, iban a darnos clase social entre otros el Lic. Alejandro Carrillo Marco que ahora es gobernador de Sonora, el Lic. Guillermo Herrera Garduño que murió hace poco y el mismo Lic. Vicente Lombardo Toledano nos visitaba para dictar conferencias.

Quizá parezca una exageración, pero se nos inculcó la idea de que el dirigente sindical debe defender al trabajador frente a la empresa, aunque aparentemente esta tenga razón, pues el patrón tiene muchos apoderados que se encargan de formar los hechos y de hacer aparecer al trabajador culpable aunque no lo sea. Otra cosa es que ya en privado llamemos la atención a nuestros compañeros para que no incurran en faltas que puedan perjudicarlos y afectar a otros compañeros.

Esto yo no lo he visto en otros sindicatos. Ahora soy electricista y allí no he conocido esas normas de defender a toda costa al trabajador.

Ya constituido el Sindicato, obtuvimos triunfo tras triunfo. Se logró mejorar considerablemente las condiciones de vida y de trabajo de toda la base en las diversas regiones. Desgraciadamente se atravesó la Segunda Guerra Mundial, que sirvió de pretexto al gobierno para frenar nuestras justas demandas.

Como al tomar las riendas del gobierno el Presidente Alemán ya había terminado la Guerra y los Estados Unidos se encontraban con producción acumulada y buscaban darle salida, el gobierno mexicano les aceptó el « dumping »  de productos siderúrgicos consciente de que afectaría muy seriamente a nuestros compañeros ocupados en esa importante industria.

De la noche a la mañana, La Consolidada cerró su Fundición de Acero en el DF alegando que carecía de materia prima, que le era incosteable mantener el negocio no obstante que existía desde el siglo pasado. Al mismo tiempo llegaba la revisión del Contrato Colectivo de Trabajo en la Fundidora Monterrey Sección 67 del Sindicato. La empresa no sólo rechazó las demandas de nuestros compañeros, sino que presentó de hecho un contraproyecto exigiendo la desaparición de varias Cláusulas y modificación de otras que mutilaban en partes fundamentales el Contrato vigente incluso pedía rebaja de salarios en algunas categorías y esta actitud la mantenía de manera intransigente.

En la época eran tres las empresas que básicamente tenían en sus manos la industria siderúrgica en México: las dos ya mencionadas y Altos Hornos de México que operaba en Monclova y que era empresa estatal constituida y desarrollada con capital de Nacional Financiera.

El presidente Alemán iba de visita a recorrer la región carbonífera, pero estando la víspera en Saltillo y ya listo para visitar Monclova al día siguiente, ocurrió un accidente en Altos Hornos. Se chorreó una grúa con la tina llena de acero que se disponía a vaciar, cayendo el metal al piso ocasionando algunos accidentes a personas y pérdidas considerables de carácter económico, como era natural. Este hecho dio pretexto a la empresa para acusar a todos los trabajadores a su servicio de sabotaje, es decir, no sólo a los del departamento donde el accidente ocurrió, sino de toda la planta incluso a los que estaban fuera de turno a la hora del accidente. Con esto quedó muy claro que había sido la propia empresa quien había organizado el sabotaje seguramente con la complicidad del gringo que era gerente general de la planta.

Para entonces ya la huelga había estallado en la Fundidora Monterrey porque a ello había orillado la actitud de la empresa, y como consecuencia estaba paralizada por un clásico « lock out » patronal en todo el país.

Desde el cierre de la Fundición de Consolidada, el Comité Nacional del Sindicato estaba tratando por todos los medios posibles de entrevistar al presidente de la República pero este virtualmente se nos escondía o negaba la solicitud por « ocupaciones de alto cargo ».

Hacía poco tiempo que los Sindicatos Industriales: Mineros, Ferrocarrileros, la CUT y otros habían formado una Coalición mediante un pacto en que se comprometían a realizar la Unidad de Acción en defensa de sus intereses mutuos.

El Comité Nacional del Sindicato de Mineros se reunió para discutir la situación creada por el cierre patronal de la Industria Siderúrgica y la actitud negativa del gobierno.

Se acordó consultar a la base para que autorizara realizar paros escalonados en todo el sistema a partir de dos semanas desde aquel momento y que al mismo tiempo se informara a la Coalición de Sindicatos pidiéndoles solidaridad.

La consulta empezó a operar por medio de delegaciones e informes escritos. Luego empezamos a recibir telegramas comunicándonos estar listos para iniciar la acción acordada por el Comité Nacional y ratificada por ellos. Había gran entusiasmo de lucha.

Cuando llegó el momento nos reunimos con las representaciones de los Sindicatos de la Coalición y después de escuchar nuestro informe detallado se inició la discusión. Hubo algunas voces vacilantes como la del Charro Díaz de León que acababa de entrar a fungir como Secretario General de Ferrocarrileros y como la de Luis Gómez Z., Secretario General de la recién formada CUT, pero también las hubo firmes y terminantes como las de Valentín Campa, Secretario de Organización de Ferrocarrileros, Rogelio Zaragoza, Secretario de Acción Social del mismo, la de Eulalio Ibáñez, así como la de Pedro Durán, Secretario General y miembro del Consejo General de Vigilancia del Sindicato de Petroleros, la del Secretario de Organización de la CUT y desde luego de todos los miembros del Comité Nacional de Mineros, en especial Adán Nieto, Melitón Arzaga y yo que siempre coincidíamos en la vanguardia. Estuvieron presentes porque se había determinado invitarlos, los representantes de los Sindicatos de Electricistas: Rivera Rojas y Rafael Galván, así como una representación de telefonistas.

Estos todos, electricistas y telefonistas sin vacilación apoyaron el acuerdo de los paros y propusieron que si era necesario se emplazara a Huelga General en su oportunidad. Los más moderados a lo que más que se atrevieron fue a sugerir gestiones de toda la Coalición aprovechando la amistad de los líderes con el presidente Alemán, pero su postura no tuvo eco. Ya en la madrugada se sometió a votación aclarando que si se acordaba apoyar los paros se dispondría de dos semanas para recabar la aprobación en su caso, de las respectivas bases de cada organización, salvo los electricistas que dijeron ya estar facultados para ello, puesto que tenían reunido un Congreso Mancomunado. El acuerdo finalmente fue unánime en el sentido de secundar los paros.

Al día siguiente llegaba yo a las oficinas del Sindicato frente a la Alameda y me sorprendió que los teléfonos estuvieran sonando todos al mismo tiempo. En el primero que contesté estaba llamando el Lic. Rogelio de la Selva, Secretario Particular del Presidente Alemán, quien preguntaba por Agustín Guzmán el Secretario General y al enterarse de que llegaba como a las ocho y media, me dijo « pues búsquelo como sea y dígale que el Sr. Presidente lo está esperando en su despacho de Los Pinos. Que venga o se comunique con nosotros pero rápido ».

En efecto, unos minutos después di el recado a Guzmán y citamos a los miembros de la Coalición para informarlos de la cita y que nos acompañaran como se había acordado.

En la entrevista que tuvo lugar en Los Pinos, Alemán nos recibió con un fuerte regaño como si hubiéramos sido sus hijos, amenazándonos con echarnos al ejército para aplastar los paros, pero evidentemente no sabía de qué estaba hablando, porque como decían los mineros: quisiéramos tener el gusto de ver a los « pelones » (soldados o policías) dentro de la mina para ver quién maneja a quién y no le busque mi presidente porque se la hacemos buena. La representación de mineros estuvo a la altura, porque en cuanto terminó su desahogo Alemán, le dijo que representábamos a un honorable y serio Sindicato al que incluso el Presidente de la República estaba obligado a respetar, que durante largo tiempo habíamos estado tratando de entrevistarlo pero sus ayudantes lo bloqueaban entendíamos que de acuerdo con él para impedirlo, los del Comité Ejecutivo hicimos referencia al grave problema Siderúrgico e hicimos notar la responsabilidad del gobierno al admitir el « dumping » al mismo tiempo que el cierre patronal.

Valentín Campa, que siempre está documentado al día en los problemas más importantes de México, precisó cifras exactas de las toneladas de Perfiles Laminador y Piezas Fundidas que habían estado entrando al país mientras nuestra industria cerraba por determinación patronal y con el apoyo abierto o disimulado del gobierno. 

Ya más calmado el Presidente y utilizando un tono de convencimiento se refirió a los problemas de México y sus relaciones comerciales y de otra índole con países extranjeros; hizo mención de los efectos negativos de la Post-Guerra y pidió colaboración prometiendo que de inmediato sería atacado el problema siderúrgico y se echarían a trabajar todas las plantas, ahí mismo pidió que yo me quedara después de la entrevista porque ya estaban en camino los representantes de La Consolidada para tratar directamente con él ese problema. Citó para aquella misma tarde a los compañeros de la Fundidora Monterrey pues también había ordenado que se citara en la Secretaría del Trabajo a la empresa y, en cuanto a Altos Hornos de Monclova, ya había dado órdenes que se reanudaran los servicios con pago de salarios caídos a los trabajadores sin perjuicio de que se siguieran las investigaciones por si realmente se había tratado de un sabotaje.

Como en efecto esa misma tarde quedó solucionado en lo fundamental el caso de Consolidada, porque sólo quedaron pendientes algunos casos de reacomodo que al día siguiente quedaron concluidos. Pero hay que hacer notar que el presidente, al hablar con la representación patronal usó un lenguaje y un trato muy sumiso, evidenciando que era el propio gobierno quien había ordenado los cierres. Más bien suplicaban que le ayudaran a resolver aquellos problemas, y que a su vez el gobierno los apoyara para resolver lo referente a materias primas, precios, mercado, etc. La empresa no opuso ninguna resistencia y hasta conseguimos algunas prestaciones en que ni siquiera habíamos pensado antes.

La Fundidora igualmente se mostró muy accesible y la Revisión del Contrato se resolvió de manera normal y positiva a los trabajadores, por lo que en el tiempo mínimo indispensable se firmó el Convenio y se levantó la huelga.

Aquí tenemos claramente los resultados de una lucha importante en que los trabajadores resultaron triunfantes porque mantuvieron firme su espíritu de lucha y sus dirigentes estuvieron en su papel de manera inteligente, fiel y valiente.

Seguimos nuestra marcha de triunfos frente a las empresas en Charcas, Palau, Monterrey (Peñoles y ASARCO), Chihuahua, Parral, El Oro, Cananea, Santa Eulalia, Fresnillo, Taxco, Natividad, D.F., y en fin, en todo el sistema.

Aquí es necesario hacer un paréntesis para decir, que mientras anduvimos por todo el país (Palacio Nacional, Los Pinos, La Finca Zayuda en Veracruz, Saltillo Coahuila y en todos los lugares donde sabíamos que se encontraba el Presidente), tratando de entrevistarlo, tuvimos la sensación de que eran sus colaboradores quienes lo impedían y que sin que él lo supiera, nos lo negaban o alegaban que no disponía de tiempo. Por fin en una ocasión logramos verlo en Uruapan porque el general Cárdenas nos sirvió de padrino y ante eso incluso se estrelló el poderoso militar Carlos I. Serrano que parecía ser uno de nuestros acérrimos enemigos gratuitos. Por mi parte poco tiempo después me convencí de que esa mentalidad era falsa, pues Carlos I. Serrano y Alemán, lo mismo que el antiobrero Manuel Ramírez Vázquez, eran una y la misma cosa. Es más en el régimen presidencialista que padecemos, nada se hace o deja de hacerse, sin la anuencia del propio Presidente. Sin embargo, esa mentalidad está arraigada no sólo entre líderes de abajo, sino también de la más alta jerarquía. Recordemos las palabras del Lic. Lombardo Toledano, en los periódicos y a ocho columnas: «Sr. Presidente Alemán, sus colaboradores lo traicionan».

Esa mentalidad equivocada no es sino reflejo de la influencia de la ideología burguesa en el seno de la clase obrera y el hecho de no haber sabido aprovechar las experiencias positivas en el caso Siderúrgico olvidando que sólo hay un lenguaje y una actitud obrera que la burguesía en el poder se ve obligada a respetar y que hay que tener esa actitud cuando se dispone de los medios para sostenerlo siempre que convenga a nuestros intereses de clase, por olvidar todo esto repito, sufrimos el más tremendo descalabro a escala nacional, en el problema de la devaluación de nuestra moneda.

Para 1950, la burguesía había preparado un plan que le permitiría controlar a uno de los sindicatos nacionales más rebeldes, el de Mineros.

Aprovechó que con motivo de la creación de la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM) fueron designados Secretario General y Secretario del Trabajo, los compañeros Agustín Guzmán V. y Adán Nieto C. lo que debilitó peligrosamente al Comité Nacional del Sindicato de Mineros porque los respectivos suplentes resultaron ser individuos oportunistas y metalizados que en vez de defender el Sindicato contribuyeron a entregarlo. Es más Félix Ramírez, que ocupó el puesto de Secretario General, fue decisivo para ello como instrumento gubernamental en que quedó convertido.

Acercándose la fecha en que debía tener lugar la celebración de la VI Convención Nacional del Sindicato, intervino en su preparación de la forma más descarada el gobierno. Gabriel Ramos Millán, « el apóstol de maíz » en avión especial recorría el país visitando todos los lugares donde había unidades mineras, metalúrgicas y siderúrgicas y con la participación directa de los ayuntamientos y la injerencia del gobernador respectivo reunían en las oficinas de las empresas o en los propios Ayuntamientos, cinco o diez empleados de las empresas, generalmente gente de confianza y dos o tres trabajadores sindicalizados, para que se designara Delegados a la VI Convención, a las personas que el Jefe de la empresa indicaba. Esos delegados espurios se presentaban a unas Oficinas que habían montado en San Juan de Letrán 80, y que eran atendidas por el ex minero Filiberto Rubalcaba, a sueldo del gobierno, igual que todos los supuestos delegados.

El ministro del Trabajo llamó a su despacho uno por uno a los miembros del Comité Nacional del Sindicato de Mineros para comprarlos o chantajearlos. La mayoría debía fuertes cantidades a la Tesorería General del Sindicato, pues para entonces habían dejado de aplicarse las medidas restrictivas que antes habían salvado al Sindicato y a sus dirigentes. Yo fui de los últimos a quien llamó, me dijo que lo hacía por órdenes expresas del Presidente Alemán, que el Sindicato sería cambiado de raíz porque había mucha anarquía, que ya estaban listas todas las delegaciones que asistirían a la Convención Nacional a las que sólo se agregarían los que dijera Filiberto Rubalcaba, que estaba enterado del papel que yo jugaba en el Comité y podría llegar muy lejos si esta vez no me equivocaba, que yo podía ayudar mucho como colaborador del Sr. Presidente o estorbar muy poco en caso contrario ya que casi nada podría hacer. Si aceptaba desde luego recibiría dinero para « mis gastos », además cuando saliera del Comité si yo quería podría ocupar otro puesto ya que desaparecería aquello de la no reelección, además podría ser diputado por el Distrito de mi estado que estado que escogiera y de antemano se me consideraba electo, así no tendría necesidad de trabajar, contaría con buen carro y una vida placentera. Pero naturalmente si yo me negaba lo cual no creía que pudiera ocurrir, pues la chusma de compañeros eran siempre malagradecidos y yo no podía equivocarme de camino. Dijo piénselo mientras yo atiendo otro problema en la Oficina de Junto, pero no salga de este despacho que vengo enseguida. Yo le respondí: Lic., agradezco su deferencia pero tengo enfermo grave en mi casa, se trata de mi madre, sólo vine porque se trataba de su llamado, pero le suplico me permita irme y regresar mañana para contestar a lo que me ha planteado. Bueno me dijo, si es así váyase pero lo espero mañana sin falta a las 9 y no se equivoque porque podría ser encarcelado y hasta agredido y lo peor que hasta su familia podría llevarla.

Salí de allí. Yo no pertenecía a ningún partido político, por lo que sólo me quedaba reunirme con los compañeros de más confianza y con mi hermano. Les platiqué y todos opinaron que había que poner en práctica algunas medidas elementales de seguridad e informar luego a todas las Secciones y Fracciones del Sindicato. Posiblemente ustedes conocieron un poco después un desplegado que se publicó con mi firma, en el periódico El Popular en que informaba lo más ampliamente que pude a toda la base del Sindicato.

La VI Convención se instauró en el domicilio Social del Sindicato Los Granaderos en la puerta sólo permitían el acceso a los Delegados que llevaban el visto bueno de Rubalcaba, de manera que todas las auténticas delegaciones de todo el sistema fueron rechazados con las bayonetas.

Las auténticas delegaciones determinaron reunirse por separado en Palma 101 habiéndosele dado el nombre de Auténtica VI Convención y por medio de mensajes fue apoyada por todas las Secciones del Sistema al mismo tiempo que repudiaban la mascarada de Convención de las calles de Colombia y sus acuerdos, aplicando expulsiones a todos nosotros y destrozando los Estatutos como ya lo tenían preparado.

A petición nuestra se hicieron recuentos en las secciones más grandes del país para comprobar a qué Comité Nacional apoyaban: el presidido por Carrasco que había designado la espuria o al de García Moreno que había electo la Auténtica. En todas las Secciones tuvimos el apoyo mayoritario indiscutible. Por ejemplo uno que a mí me tocó presenciar fue el de Cananea. Estuvo presente el Gobernador Soto, el Jefe de la Judicial del Estado, el Jefe de la Zona Militar, varios diputados y Senadores, las autoridades locales, los jefes de la Zona Militar, varios Diputados y Senadores, las autoridades locales, los jefes de la empresa, e infinidad de soldados armados y hasta los gendarmes. El propósito era impresionar a los trabajadores cuando uno por uno pasaban a dar sus datos y su voto, pero casi todos valientemente contestaban; Por García Moreno. El resultado fue que de los más de 4,000 miembros de la Sección 65, el gobierno sólo sacó 68 votos para Carrasco.  Sin embargo, por anticipado, ya el gobernador, los inspectores del Trabajo y los miembros del Comité de Carrasco habían enviado sendos telegramas al Presidente de la República, al ministro del Trabajo y a Carrasco en que se les comunicaba que el recuento había arrojado un triunfo rotundo de Carrasco sobre García Moreno. Esos mensajes recibieron la más amplia difusión en la prensa de todo el país, por radio, etc. y así lo hicieron en todas las Secciones porque en ellas los recuentos no les favorecieron. Entonces comprendí que Ramírez Vázquez había dicho una verdad cuando en su amenaza señaló: luchar contra el gobierno es algo que muchos no aquilatan antes.

Cuando se inauguró la Convención y se materializó la consigna oficial de impedir la entrada a las Delegaciones auténticas, los compañeros de San Luis Potosí llamaron al C. Aristeo Borjas, y le dijeron «usted está aquí como presidente del Consejo General de Vigilancia y eso se lo debe a los mineros. Juró cumplir y hacer cumplir los Estatutos, de manera que ahora se alinea o se alinea». En efecto, no tuvo más remedio que cumplir con su deber. Lo mismo hicieron los compañeros de Oaxaca, aunque Hernández simplemente no tomaba una resolución enérgica, pero tuvo que tomarla. Así que fuimos los únicos tres miembros de la Dirección Nacional del Sindicato que no caímos en las redes tendidas por la mafia gobernante.

Como donde quiera que era electo por los trabajadores un Comité Local, era desconocido por la Secretaría del Trabajo y la respectiva empresa, la situación se volvió cada día más crítica y no dejó otro camino que el de la Huelga.

Llegó la fecha en que la Sección 28 de Palau debía revisar su Contrato Colectivo. Los compañeros acordaron recurrir al Comité Nacional encabezado por Carrasco para pedirle que firmara el emplazamiento a fin de evitar que fueran a declararlo ilegal. Pero Carrasco para pedirle que firmara el emplazamiento a fin de evitar que fueran a declararlo ilegal. Pero Carrasco puso la condición de que el reconocimiento de su Comité fuera terminante y público y que al mismo tiempo se repudiara al Comité de García Moreno. Por otra parte, el Comité estudiaría el caso y resolvería lo que debía hacerse pues podía no estar de acuerdo con el camino de la huelga.

Ello obligó a la Sección 28 emplazar por coalición y con la firma de todos los trabajadores que es el camino que les da la Ley. Pero la Secretaría del Trabajo y la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje declaraban nulo el emplazamiento porque no lo firmaba la representación oficialmente reconocida por el Gobierno, la huelga fue realizada por los compañeros de la 28 como un solo hombre y se mantuvo en pie.

Aproximadamente un mes después la Sección 14 de Nueva Rosita ante las constantes y cada vez más tremendas y absurdas agresiones de parte de la Empresa y el Gobierno, resolvió irse a la huelga por violaciones al Contrato Colectivo y como tenía el mismo problema por cuanto a representación, el emplazamiento se hizo por Coalición.

La situación se volvió más encarnizada porque entonces la empresa estaba empeñada en introducir esquiroles a la producción, pero los trabajadores lo impedían. Los esquiroles eran acompañados por soldados pero sólo hasta la puerta de la mina; entraban y había que bajar por las escaleras pues no había quien ni cómo se movieran los malacates. Al ratito salían despavoridos porque dentro había brigadas de mineros dispuestos a todo.

El gobierno cerró con la fuerza militar, la Cooperativa con su enorme Tienda de Consumo; clausuró igualmente el Servicio Médico, incluso el de emergencia; amenazaron a los comerciantes del pueblo que serían seriamente perjudicados, si se atrevían a vender o fiar mercancías a los huelguistas; cortaron el servicio de agua potable en todas las casas de los huelguistas; lo mismo se hizo con el servicio eléctrico; en las escuelas no se permitió la entrada a los hijos de los huelguistas; los transportes urbanos también desviaron sus rutas para no dar servicio a las colonias de mineros y hasta el cura del lugar amenazó con la excomunión a todos los huelguistas.

Algunos de nosotros no éramos partidarios de que saliera la caravana, pues empezaba ya escasear el Carbón de Cook en las plantas Siderúrgicas, especialmente en Altos Hornos que consumen grandes cantidades. La salida de la Caravana significaba abandonar el campo de batalla y dejar la fuente de trabajo en manos de esquiroles, incluso algunos compañeros, aunque con justificación, iban a aprovechar oportunistamente aquella retirada para engrosar las filas de esquirolaje. Por otra parte nos parecía que era confiar demasiado en «las bondades» del Sr. Presidente, pero Antonio García Moreno y varios de los principales dirigentes del movimiento, pertenecían al Partido Popular –entonces todavía no se llamaba socialista- aprovecharon muy bien aquella larga crisis para aumentar su fuerza numérica en la Sección y en toda la región, sin que ocurriera lo mismo con el PCM ni con los otros agrupamientos políticos de izquierda. De manera que cuando se resolvió la salida de la caravana bastó con que el PP estuviera de acuerdo para que se realizara.

Hay que decir que cuando salió la Caravana ya se contaba con un importante movimiento solidario, no solo moral sino también material. Los ejidatarios de la Comarca Lagunera diariamente mandaban camionadas de víveres sobre todo artículos de primera necesidad. Y muchos sindicatos obreros como los electricistas de Rivera Rojas y de Rafael Galván empezaban a dar formar a la solidaridad económica por encima de presión del gobierno en contrario.

Sería largo relatar las penalidades y la gran firmeza de los mineros en su largo e histórico recorrido hasta el DF. Lograron conmover estrujantemente a todos los sectores de la población al cruzar los diversos Estados del país, incluso hubo gobernadores que presionados por el pueblo se vieron obligados a dar ayuda para aliviar la situación de los mineros y algunas familias de estos que los acompañaban.

Al llegar la Caravana a los Indios Verdes, el Jefe de la Policía se presentó con un escuadrón de Granaderos, seguramente para impresionarlos y les dijo que en acuerdo en el Lic. Lombardo Toledano debían todos entregar las armas que portaran. No se limitó a las armas de fuego, sino que hasta navajas de rasurar. La entrada a la ciudad fue verdaderamente importante lo mismo que el mitin en el Zócalo, aunque no estuviera el presidente ni nadie de sus allegados en Balcón.

Algunos dimos la opinión de que, ya que había venido la Caravana, debía tratarse de una estancia corta, pero que realmente conmoviera a los sectores de la capital y crear un problema al Gobierno. O sea que debía permanecer el en Zócalo después del mitin. Esto implicaba riesgos pero en caliente era menos probable un ataque a la Caravana, a la que desde luego había que proteger con los grupos de diversos sindicatos dispuestos a ello. Pero nuevamente la fuerza determinante en la dirección del movimiento actuó para llevar a la Caravana a encerrarla tras los alambradas del Parque «18 de marzo», con lo que se le asentó uno de los golpes mortales, ya que en efecto, la novedad fue dejando paso a la vida cotidiana de los habitantes de la metrópoli y fue bajando hasta desaparecer la importante ayuda en víveres que al principio era verdaderamente impresionante.

El gobierno tuvo paciencia y en su oportunidad se conoció la resolución de la Comisión especial que había nombrado para que estudiara y resolviera el caso, estaba presidida por Ruíz Cortines, pero cualquiera otra ficha del grupo gobernante habría sido igual.

Los compañeros pedían: la reinstalación de todos los huelguistas; respeto de todos sus derechos de antigüedad, escalafón, etc.; pago íntegro de sus salarios caídos; reconocimiento legal e inmediato de su Comité Ejecutivo Local; que de momento no fuera reconocido ninguno de los dos Comités Nacionales encabezados por Carrasco y García Moreno, sino que se reuniera una nueva Convención        do a los Estatutos del Sindicato vigentes hasta 1950, o sea, antes de la VI Convención, pero que mientras, la Administración del Contrato Colectivo quedara a cargo del Comité Ejecutivo Local, que se les entregara de inmediato su tienda de Consumo y su Servicio Médico y cesaran de inmediato todas las medidas represivas.

La Comisión oficial resolvió: que los culpables de la situación eran los propios trabajadores mineros por haber hecho una huelga ilegal, que la Comisión hacía suyo el Fallo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje en el sentido de considerar como no presentado ningún Emplazamiento de Huelga, por lo tanto todos los huelguistas estaban legalmente despedidos y sustituidos en la empresa y, recomendó: que el gobierno diera ayuda material para el sostenimiento de los huelguistas que estuvieran fuera de su lugar de origen; que se procurara darles tierras para cultivo en las diversas regiones del país que fuera posible y, que de acuerdo con las posibilidades de la empresa fueran reinstalados hasta mil huelguistas escogidos por la propia empresa y por el Comité de Carrasco; que otros se apunten para ir cubriendo de vacantes en el futuro pero sin ningún compromiso por parte de la empresa ni del Sindicato y, que en otras empresas mineras el Sindicato presidido por Carrasco ayude a acomodar a los demás pero también sin ningún compromiso de su parte.

Naturalmente que ese fallo indignante fue rechazado por unanimidad por los huelguistas. Incluso la pretensión del gobierno de regresarlos a su lugar de origen en jaulas de ferrocarril de las que se usan en el transporte de ganado.

Todavía los compañeros burlando y rompiendo la estrecha vigilancia en el « 18 de marzo », y aprovechando que para ir a misa sí los dejaban salir máxime que se trataba de « despedirse » de la virgen. Lograron organizar un mitin combativo en la Suprema Corte de la Nación, aunque al descubrir la maniobra de los huelguistas, fue atacado despiadadamente el mitin y algunos compañeros fueron a dar al Hospital mientras otros a la cárcel.

Sofocado así el último intento de resistencia de los Mineros de Nueva Rosita y Cloete, y habiendo intervenido el Senador Juan Manuel Elizondo que en todo el movimiento tuvo una actitud positiva, al grado que incluso el Partido Popular, en esta ocasión logró que en vez de jaulas para ganado les pusieran trenes de pasajeros para los que quisieran regresar a la región carbonífera.

Antes de todo eso, o sea estando todavía la Caravana en México, se cometieron algunos errores. Como éste: todos ayudábamos a conseguir solidaridad económica y material en general, pero el reparto sólo lo hacían el presidente del Comité de Huelga –C. Fernando Solís- y el Secretario General Antonio García Moreno, resultando que según queja de los camaradas de Palau, a ellos no les daban nada nada, con lo que se creó una situación muy peligrosa. Discretamente gestionaron arreglo separado con su empresa, y habiendo logrado un buen arreglo sin que les impusieran algunas de las condiciones humillantes que el Comité de Carrasco invariablemente sostenía, pero el hecho fue que rompieron la solidaridad e incluso el emplazamiento de la 14 dejó de tener efecto en este importante aspecto.

Otro hecho fue el siguiente: cuando ya estaba siendo seriamente golpeada la Caravana, los de la corriente que los pepinos llaman radical, en la que figurábamos Adán Nieto y yo, insistimos y por fin logramos que se aprobara un plan para intentar realizar una huelga o paro general en todas las Secciones que aún estaban con nosotros y que agrupaban a una indiscutible mayoría de miembros del Sindicato, porque entre ellas estaban las más grandes y combativas. Después de aprobar la fecha del estallido y la forma de sincronización, acordamos dividirnos el país en zonas y que cada uno viera la forma de sufragar los gastos de viaje a condición de que todo se hiciera dentro del plazo. A mí me tocó ir a las tres secciones de la Sierra de Oaxaca: 15, 138 y 139.

Inmediatamente salimos con Hernández que era de la 139. Dimos el informe y todos los compañeros aprobaron el plan para el paro sincronizado, hicimos los preparativos y horas antes de la media noche del día «0» reunimos la Asamblea y yo pedí que se agregara un acuerdo, después de detallar todas las agresiones del gobierno contra los huelguistas, les dije: como en toda huelga, en la mina de este lugar debe quedar personal de emergencia para los servicios de mantenimiento que no pueden ser suspendidos, pero en vista del peligro que se nos agreda como hasta hoy ha ocurrido en todas las Secciones, especialmente en la región Carbonífera, quiero proponer que si somos encarcelados, heridos, asesinados, uno o varios compañeros, si es clausurada la tienda de Consumo, se cortan los servicios de agua o luz eléctrica, o se nos agrede en cualquiera de las formas que se haya hecho en otras Secciones, que inmediatamente se avise al personal de emergencia para que abandone sus puestos y salga a la superficie. Esto implica y hay que estar bien conscientes de ello, que la mina se ahoga, pues en poco tiempo el nivel del agua subirá hasta la superficie dado el enorme volumen de los manantiales que brotan en el fondo de esta mina y que por no contarse con equipo adecuado para el desagüe, esta fuente de trabajo estará desapareciendo para siempre. En cuyo caso los trabajadores estarán perdiendo su empleo y la empresa todo lo que en este mineral tiene. De manera que piénsenlo bien antes de resolver, pues yo no veo otra forma de evitar que se nos agreda, porque ese es el único lenguaje que entienden las empresas y el gobierno alemanista.

Intervinieron varios asambleístas pero no hubo nadie que diera contra a mi proposición sino que todos la apoyaron con sus propios razonamientos, incluso hubo alguno que se expresó en el dialecto indígena para que todos entendieran con claridad de qué se trataba antes de tomar el acuerdo. Hubo uno que dijo: compañero Camilo Chávez, usted nos hace muchas recomendaciones para que lo meditemos antes de decidir, pero quiero decirle que no es nuestra primera lucha y quizá no sea la última. Ya antes hemos tenido que vivir matando conejos y venados en el monte pero hemos defendido con honor nuestros derechos y los del Sindicato. Si esta vez, tuviéramos que llegar hasta dejar que nuestra fuente de trabajo desapareciera, sería porque a ello nos obliga el mal gobierno del país que favorece los intereses de las empresas que nos explotan. No pedimos al gobierno que nos ayude, lo único que exigimos es que no nos ate las manos cuando ve que estamos luchando con la empresa extranjera por la defensa de nuestros derechos y de las leyes de México, pero si ese gobierno se empeña en su actitud injusta, estamos dispuestos a llegar a donde se haga necesario sin tentarnos el corazón. Fue muy aplaudido el compañero y cuando estaba suficientemente discutido, se sometió a votación y mi proposición fue aprobada por unanimidad y con demostraciones de gran entusiasmo.

La huelga estalló conforme a la sincronización acordada desde el centro, y pese a que la empresa tiene control sobre todas las comunicaciones del lugar, los hechos se hicieron del conocimiento de todas las secciones del Sistema Minero Metalúrgico y siderúrgico del país.

En efecto, durante la huelga que duró más de una semana, no se registró ningún ataque ni atentado contra los mineros huelguistas. Pero sí estuvo a punto de que se avisara al personal de emergencia, cuando al día siguiente del estallido de la huelga, estando en asamblea se presentó en Jefe de la Zona Militar de Oaxaca, Gral. Agustín Mustieles al frente de un gran número de soldados. Iba acompañado del Jefe de la Policía Judicial y representantes de otras autoridades locales. Saludó hipócritamente a los trabajadores y se puso a sus órdenes para ayudarlos a triunfar en sus justas demandas. Luego pidió hablar conmigo. De la asamblea se escucharon voces: « ¡No!, ¡No! ». Hacía poco tiempo que un delegado que habíamos mandado desde México a recorrer la región había sido detenido y llevado ante Mustieles. Poco tiempo después su cadáver apareció tirado cerca de una carretera ya en estado de descomposición. Por eso gritaban: « ¡Es una trampa! ¡No! ¡No! ¡Largo de aquí asesino! ». Yo intervine para que se me permitiera atender la plática sólo entre dos personas –el General y yo-, durante 10 minutos y que enseguida se les informará lo tratado. La Asamblea aceptó y nos metimos a un cuarto que aparte de la puerta sólo tenía una ventana que daba al voladero de roca y terminaba en el fondo del río de un cuarto de kilómetro de profundidad.

Ya los dos solos me dijo: usted se va conmigo a Oaxaca; a las 12 de la noche lo esperan dos de mis hombres a la puerta de donde se hospeda. No denuncie esto ni haga ruido a la salida, porque habría una matazón y usted sería el culpable. Me comprometo a traerlo de regreso en dos días, de manera que deje un recado diciendo que tuvo que ir a México por instrucciones. A la salida de aquí deberá ser antes de los 10 minutos, nos vamos a dar un abrazo frente a la asamblea para evitar malos entendidos. Ya sabe las instrucciones, no falle porque de todos modos me lo llevo porque es orden de mi presidente Alemán. Yo le contesté: por lo visto General, usted cierra los ojos ante la situación que nos rodea, aquí, usted no es el que da órdenes, sino el que las recibe y si no más quiere ver quién manda aquí, asómese por la ventana. Estaban grupos de mineros estratégicamente colocados para echar los comandos al voladero, algunos con equipo y soldados encima. Así que no se ponga en ese plan, porque tenemos acuerdos terminantes y definitivos. En eso se oyeron las primeras voces: « ¡Ya es hora! ¡Salen o echamos la puerta abajo! ». El militar abrió la puerta con una amplia sonrisa. Luego lo rodeó un grupo como para hacerle preguntas. Otro grupo me rodeó a mí pero empezó a dar a dar vueltas como los danzantes de la Villa y me jalaron a la rueda. Estaba ya más bien oscuro. Alguien sin que yo me diera cuenta, me quitó la chamarra de gamuza rojiza y el sombrero medio texano y me pusieron una chamarra de mezclilla y un casco de minero. Me jalaron para caminar por la orilla del profundo río cuya vereda nos llevó hasta el pueblo de Calpulalpan, a donde llegamos ya noche, habiéndome llevado a hospedarme a la casa de un camarada minero.

Recibí informes de que unos cerdos siguieron al que llevaba mi chamarra y mi sombrero que, junto con otros mineros se metió al cuarto donde yo me hospedaba, y al rato estos salieron llevando todos la ropa de los mineros de manera que otras gentes se quedaron en la creencia de que yo estaba dentro y, a la media noche, al ver que no salía, se forzó la puerta pero el cuarto estaba vacío y el General debe haber hecho su buen berrinche.

La huelga estuvo siendo dirigida por el Comité de huelga que se reunía casi a diario conmigo, pero con mucha discreción, aunque al parecer siempre se creyó que yo estaba en Natividad y no en Calpulalpan.

No recibíamos noticias de otras Secciones y ello nos inquietaba. Había compañeros que viajaban a la capital del Estado para saber qué se oía decir y traer los periódicos, pero ninguna noticia más que la de nuestro paro, se daba y como era natural se deformaban los hechos y se decía que por instrucciones del Sr. Gobernador, nadie debía molestarnos porque se atropellaría la democracia.

Ante esta situación resolvimos que una Comisión integrada por tres miembros del Comité de Huelga, Gonzalo Hernández y yo, fuéramos al D.F. para informar personalmente que Oaxaca estaba en su puesto de combate y que al mismo tiempo recabáramos informes acerca de la Huelga Sincronizada en el país.

Gonzalo y yo tuvimos que rodear por las montañas hasta cerca del Istmo de Tehuantepec y quedamos de juntarnos en Puebla con los demás. A México llegamos por la noche y nos dimos a la tarea de buscar a García Moreno o cualquiera de los compañeros del núcleo nacional que dirigía el movimiento. A nadie encontramos en su casa ni en los lugares donde acostumbramos trabajar. Fue hasta muy entrada la noche, más bien ya de madrugada que por algunos informes confidenciales pudimos saber que algunos compañeros del núcleo dirigente, entre ellos García Moreno, estaban en el « Chávez Palace », un centro nocturno por el Paseo de la Reforma propiedad de un antiguo político chihuahuense que mantenía relaciones de amistad con algunos líderes mineros. Aunque el ambiente no era apropiado, tuvimos que informar ahí mismo acerca de nuestra huelga en Oaxaca y pedir que se nos informara sobre el movimiento en el resto del país, porque, les dijimos, tenemos necesidad de regresar sin pérdida de tiempo para atender la huelga que sigue en pie.

García Moreno, con aquella carcajada que le es característica cuando quiere impresionar antes de dar una respuesta, dijo: « a poco tomaste en serio aquella vacilada. Dijimos que sí porque era mucha tu insistencia, pero nadie pensamos en serio que pudiera realizarse, por eso nadie salimos. Si no tenemos para comer, menos íbamos a poder hacer viajes. Creímos que tú tampoco habías salido. Ahora lo que has hecho es agravar la situación con una más de tus huelguitas ».

Por fortuna Hernández era testigo presencial de la discusión que habíamos hecho cuando se acordó la huelga sincronizada y ahí se lo reprochó airadamente a García Moreno y a los irresponsables que lo acompañaban en « la celebración ».

Ya no pudo evitarse que los compañeros de Oaxaca decidieran entrevistar al Comité de Carrasco para tener un arreglo por cuanto a salarios caídos, puesto que en realidad ellos realizaban una huelga solidaria. Al día siguiente, antes de salir de regreso al mineral me entrevistaron para decirme que sólo sentían el trato que injustamente se me daba por parte de los panzas blancas, pues en la lucha éramos unos cuantos lo que interveníamos. Y me dieron explicaciones acerca de porqué habían tenido que firmar a nombre de su Sección una circular elaborada por el ponzoñoso Comité de Carrasco, en que se nos ponía por los suelos a todos los de la corriente de García Moreno, pero de manera particular a mí. Desgraciadamente dijeron, era condición cerrada para que la empresa pagara los salarios caídos y hemos tenido que aceptarlo pero antes venimos a verlo para que no nos considere unos malagradecidos. Yo les dije que en su caso habría hecho lo mismo y que no debían preocuparse, pero eso sí les suplicaba que hablaran con la verdad a los compañeros de las tres secciones ya que había testigos de que García Moreno estaba mintiendo ahora. Lo prometieron y nos despedimos.

Estos hechos los he detallado sólo porque encierran una importante experiencia: la única forma que tenemos los trabajadores de que la burguesía en el poder, con todos los medios represivos en sus manos, se vea obligada a detener su acción criminal contra nosotros, o sea nuestra decisión de actuar sin titubear contra sus intereses en la medida que ella nos obligue a hacerlo. Posiblemente alguien creyó que nos temblaría el pulso para dejar que se ahogara la mina, o que a la empresa y la burguesía gobernante en general no le importaría ese hecho, pero en uno y otro sentido se equivocaba quienquiera que haya supuesto tal cosa, pues por eso no fuimos atacados.

Yo sigo creyendo que en aquella lucha era perfectamente posible imponer el respeto a nuestros derechos, dada la actitud combativa de que dio muestras la base del Sindicato en toda la República, pero era indispensable una condición: haber tenido al frente a compañeros íntegros y no a simples farsantes como resultaron ser aquellos destacados dirigentes del Partido Popular, que ni siquiera actuaron conforme al color de su bandera, es decir, por lo menos solferino, sino peor que al blanco. Esta experiencia debe también ser aprovechada por el movimiento sindical del país.

La huelga de Nueva Rosita, que no cumplió sus propósitos, por más que algunos compañeros, creo que por desconocer muchos detalles importantes consideren que fue suficiente con haber luchado y logrado grandes muestras de solidaridad. Yo creo que no. Había que conseguir los objetivos y pudieron haberse logrado, pero ya he dicho, unas de las condiciones esenciales que por desgracia no se dieron en aquel momento y no solo, sino que se dio lo contrario.

Finalmente, porque hay compañeros que lo recalcan mucho es aconsejable que cuidemos de no caer en el sectarismo que es uno de los peores males que sufre el movimiento sindical mexicano. Pero ello creo que amerita un capítulo por separado, por ahora simplemente quiero agregar que no debe confundirse lo que parece sectarismo entre trabajadores o simples grupos o partidos políticos, con el verdadero sectarismo entre trabajadores o simples grupos sindicales. Aquel generalmente no es sectarismo, sino responde a sus relaciones con la burguesía y esa actitud muchas veces se da a cambio de soluciones que nada tienen que ver con los trabajadores en conflicto. Por eso la necesidad de confiar sólo en grupos o partidos no ligados en ninguna forma con la burguesía en el poder, ni siquiera por medio de « amigos », « padrinos » o « simpatizantes ».

Con mi intervención he querido combatir la opinión, para mí equivocada, que algunos compañeros sostienen en el sentido de que ahora no se pueden sostener luchas semejantes porque todo está más rigurosamente controlado desde arriba. No debemos depender nunca del mayor o menor control que la burguesía ejerza, sino de nosotros mismos y triunfaremos en la medida que seamos capaces de realizar la unidad de acción siempre por el camino combativo.

Doy las gracias por la atención que han tenido al escucharme.

 

Aplauso nutrido y prolongado

 

El Profesor que conduce esta charla: invitamos a las personas que tengan dudas o necesiten aclaraciones, formulen algunas preguntas al Compañero Camilo Chávez y finalmente invitamos a éste a dar respuesta a todas las preguntas que se le hagan.

Una voz desde el auditorio:

  • «Yo quiero preguntar, ¿cuál fue la solución que tuvo la crisis de la Industria Siderúrgica?».
  • Camilo Chávez: Posiblemente no fui suficientemente claro pero todos los problemas quedaron satisfactoriamente resueltos, La Consolidada reabrió de inmediato previa la firma de un convenio en que conseguimos hasta prestaciones que no estábamos exigiendo, y el pago de salarios caídos. La Fundidora Monterrey entró a revisar el Contrato de manera normal y tuvo que pagar los salarios caídos de los obreros durante la huelga; Altos Hornos reanudó la producción totalmente y pagó todos los salarios caídos. La reanudación fue al día siguiente de la entrevista con Alemán. Se detuvo de inmediato el «dumping» de productos laminados y fundidos norteamericanos y la Coalición de Sindicatos Industriales tuvo su primera experiencia positiva en los primeros años de la lucha combativa. Aquí tenemos otra la experiencia acerca de la única actitud que la burguesía gobernante se ve obligada a respetar, porque no entiende otro lenguaje.

Otra voz:

  • «Usted por supuesto no fue reinstalado en la Fundidora La Consolidada, ¿qué pasó después?».
  • Todos los expulsados por la espuria VI Convención presentamos nuestra demanda contra el Sindicato y la respectiva empresa exigiendo nuestra reinstalación y el pago de salarios caídos. Mi demanda la gané a los 15 años; las partes demandadas plantearon: o tranza usted aceptando la mitad de lo que corresponde o nos vamos al amparo ante la Corte en cuyo caso a ver qué pasa dentro de 25 o 30 años. Como el pleito ya carecía de importancia política acepté la transacción, o sea que en vez de 104 mil pesos, sólo me dieron 52 mil, pero como de ahí rebajaron impuesto y tuve que pagar sus honorarios a mi abogado defensor. Lo que realmente llegó a mis manos fueron 28 mil pesos, pues yo tenía salario bajo en La Consolidada.

Quiero aclarar que desde que me cortaron el salario tuve que trabajar donde pude, hasta que hace dieciséis años entré a la Compañía de Luz como peón de « pico y pala » pero siempre he sentido un gran orgullo porque ni siquiera tentación sentí de llegar a caer en el fango. Creo que la lucha de nuestra clase hay que sentirla y no sólo platicarla.

Aquí creo oportuno decir una cosa: la burguesía directa o indirectamente nos inculca siempre que como trabajadores debemos repudiar la política, que ésta no es para nosotros porque es sucia y aprovecha para mostrarnos toda la podredumbre que en efecto hay en ese campo. Nosotros generalmente caemos en el anzuelo y nos declaramos, como lo hicimos en mineros, estatutariamente apolíticos, sin reparar en que se trata de la lucha de clases y que una cosa es no servir de instrumentos a la burguesía que nos explota y otra muy diferente es renunciar a formar nuestros propios y verdaderos partidos políticos de clase, totalmente independientes de la propia burguesía.

Otra voz del auditorio:

  • ¿Cuál fue la política nacional que se aplicó durante la guerra para que los obreros cooperaran?
  • Camilo: se pregonó mucho la colaboración de clases y el Frente Único Nacional. Tuvimos que sacrificar más nuestra raquítica economía presionados por el gobierno de Ávila Camacho que nos impuso aumentos irrisorios de cincuenta centavos y sesenta y cinco centavos diarios mientras que la clase patronal se enriqueció a sus anchas. Como sabemos, el costo de la vida ha seguido siempre una carrera alcista incontenible. Así es siempre en el capitalismo, por la sencilla razón de que los mecanismos supuestamente obligados a detener esa carrera, están bajo el control absoluto de la propia burguesía, pues nada está en manos del pueblo, ya que por ahora no son la clase obrera y otros sectores explotados quienes tienen en sus manos el poder político.

Otra voz del auditorio:

  • Entre las representaciones de los sindicatos industriales que formaron la Coalición, ¿hubo entendimiento en cuanto a la lucha a que se les llamó?
  • Sabíamos que cada sindicato como siempre tiene sus problemas internos –a veces no han aflorado pero existen- y que podría no lograrse el acuerdo de sus bases concretamente para la realización de los paros, máxime que eran sólo por solidaridad y no también por demandas propias, dado el limitado tiempo de que se disponía. Sin embargo no hubo pronunciamientos en contrario, hay que tener en cuenta que en términos generales la conciencia de clase conservaba nivel importante porque habíamos vivido una etapa de más de un decenio, de auge del movimiento sindical en México. Claro que si hubiéramos tenido que poner a prueba la aplicación de la acción acordada, seguramente que afloran las contradicciones, pero habrían sido grupos minoritarios, que las mayorías habrían opacado fácilmente. También se temía que grupos políticos antagónicos aunque de la misma corriente de « izquierda » tuvieran enfrentamientos y dieran al traste con la lucha organizada y unida, pero no ocurrió así. Ya he dicho que los electricistas no formaban parte de la Coalición, sin embargo, durante el tiempo que ésta funcionó fueron ellos los que dieron las mejores demostraciones de lucha combativa y sin titubeos. Ante el mismo presidente de la República sus intervenciones fueron terminantes y creo que bastante decisivas. Cierto que siempre al hablar dirigían sus ataques a los «colaboradores de usted, señor Presidente», pero lo importante era que daban a conocer los acuerdos de sus organizaciones para realizar el paro y si era necesario llegar al emplazamiento y la realización de la Huelga Solidaria.

Otra voz del auditorio:

  • ¿Los esquiroles en Nueva Rosita finalmente pudieron sacar la producción?
  • Camilo: en la mina ya no tuvieron mayor obstáculo, aunque nunca llegaron a producir como la gente de línea, pero la empresa pudo mantener la producción siderúrgica especialmente en Monclova y repito que para mí, con la salida de la Caravana, puede decirse que « la salvó la campana ».

Quedó demostrado también que la empresa no podía, ni podrá improvisar trabajadores para la fábrica de zinc. Aunque hubiera quienes se arriesgaran a realizar el trabajo sencillamente harían el ridículo, pues se trata de una actividad que requiere formación especial y otras cualidades. Al entrar al departamento de Baterías de Hornos se ven miles de lucecitas azules desde el piso hasta el techo que está sumamente alto, pero cuando empieza la descarga y la nueva carga, hay que ir dejando al descubierto los crisoles que no están al rojo vivo, sino de un blanco brillante, que si uno los ve sin la debida protección, seguramente que queda ciego. El calor es de tal naturaleza que a distancia, puede arder la ropa. Los trabajadores que se ocupan de este trabajo, son jóvenes cuidadosamente seleccionados por cuanto a edad, no mayores de 20 años, de estatura realmente elevada, y que gocen de un estado de salud que les permite resistir el tiempo mínimo de explotación del individuo que la empresa conoce de antemano. Generalmente estos trabajadores mueren alrededor de los treinta años.

Estos trabajadores antes de ponerse a descubrir los crisoles van calmadamente se empalman varios trajes de yute, se colocan bajo un voluminoso chorro de agua fría a manera de que los empape totalmente, luego, en la medida que caminan a los hornos, sale de ellos una nube de vapor. Sin perder tiempo realizan cada uno la maniobra que le corresponde, es decir, la realiza a medias, porque unos minutos después empieza a arder el yute, entonces con la misma calma y convertidos en teas humanas, se apartan del lugar y van derechitos a colocarse nuevamente bajo el chorro de agua helada; una vez los apaga, van de nuevo y continúan su tarea y así están sucesivamente hasta que entre las diversas cuadrillas terminan la descarga y la nueva carga de los crisoles en todas las Batallas de Hornos, tarea que lleva varias horas al término de las cuales esa gente está agotada y lo único que quiere es dormir. Repito que aquí la empresa ni siquiera se atrevió a intentar el « esquirolaje ».

El profesor que ha conducido este acto interviene y dice:

  • La huelga de Nueva Rosita ha sido una de las más importantes que se han desarrollado, y si observamos la solidaridad que desató, las movilizaciones que generó, etc., fue positiva, pero se pueden señalar algunas cuestiones que la afectaron: 1º. La lucha de un Sindicato aislado; 2º. Cuando una petición entra sola es más difícil de resolver; 3º. Cuando se entra a una huelga de esa significación es fundamental la unidad de clase, porque empieza el nacionalismo burgués y toda la reacción se unifica en contra. Muchos creen que la lucha de clases se va a resolver porque el Sr. Presidente intervenga, sin tomar en cuenta los millones de pesos que se mueven porque hay grandes intereses que se mueven. Todo ello deja millones de desocupados.

Por otro lado, Camilo vivió un problema, una situación, la relató y nosotros accidentalmente vivimos otros problemas y estamos dispuestos a luchar como lo hizo Camilo.

Todos los recursos del Estado mexicano y del norteamericano se pusieron en contra de los trabajadores que son las víctimas directas del desarrollo que el país registra.

A nosotros nos interesa comprender ese problema para conducir a una intelectualidad nueva, a economistas, etc. que sepan la relación directa económica del país y que salgan de su profesionalización a integrarse a los sindicatos con una alta responsabilidad. Por eso estamos invitando a conocer el pasado, que no es ningún pasado, sino que sigue siendo el presente.

 

Gracias compañero Camilo y hasta luego

¡Aplausos prolongados y efusivos!

 

 

Entrevista posterior de varios alumnos de la Universidad con el C. Camilo Chávez sobre el mismo tema de su conferencia de febrero[3]

 

  • Compañero Camilo, los que escuchamos su conferencia sobre la Caravana de Nueva Rosita, hemos querido entrevistarlo para ver si pudiera ampliar algunos detalles que por limitaciones de tiempo consideramos que no le fue posible desarrollarlos suficientemente en aquella ocasión, dado que se trata de cuestiones históricas que no le fue posible desarrollarlas suficientemente en aquella ocasión, dado que se trata de cuestiones históricas que tienen que ver con el movimiento obrero de nuestro país y que no son muchos los compañeros que vivieron los hechos y pueden transmitirlo a las nuevas generaciones.

Camilo Chávez:

  • Agradezco mucho los conceptos que los compañeros han tenido de la Conferencia de la UNAM y con mucho gusto voy a referirme a cuestiones que hubiera querido poder desarrollar más en aquella ocasión. Concretamente quiero recalcar, las dos ocasiones en que los trabajadores con nuestra lucha hicimos recular al gobierno que había declarado estar decidido a imponernos el cambio a su modo o sea en haber de las empresas y en prejuicio de los trabajadores.

El cierre de la industria siderúrgica habría perjudicado mucho a México, pero a la burguesía no les importaba ni le importa cuando a cambio se beneficia con grandes empréstitos que enajenan al país sin compensarlo con inversiones, porque una parte de esos millones de dólares se volatiliza entre los funcionarios en turno perdiéndose en la nada.

La burguesía, concretamente la dedicada a la Industria Siderúrgica, tampoco le importaba el cierre puesto que se constituían, en los coordinadores, para la introducción a México de los perfiles laminados y las piezas fundidas en Norteamérica, de lo cual, sin arriesgar nada, obtendrían fabulosas utilidades. Claro que si los trabajadores se afectan con el cierre, eso los tiene a ellos sin cuidado máxime que cuentan con el pleno apoyo del gobierno que es más bien quien dirige toda la maniobra. Y, si México resiente un serio perjuicio, ¿eso qué importa?

Por otra parte, si algún día las condiciones cambian y hay que reabrir la industria en el país, ellas tendrán prioridad para hacerlo, con la circunstancia favorable de que podrán entonces contratar con cualquiera otra organización sindical o formar sus propios sindicatos blancos.

O sea que aquí se estaba aplicando, aunque en mínima escala, el mismo método del Plan Marshall en Europa: arruinando la industria y el desarrollo locales en beneficio de la economía norteamericana. Pero el hecho de que los trabajadores de nuestro Sindicato hayan mantenido fidelidad a los principios de lucha sindical conforme a la tradición, es especialmente de aquella última década; el hecho de que la burguesía haya sido tan torpe que por la voracidad de enriquecimiento individual, hicieran las cosas tan burdas lo que permitió a la dirección del Sindicato fácilmente hacer comprender a los diversos sectores el gran prejuicio que se nos causaba con el cierre, lo que ese precedente ocasionaría en el futuro y las leyes que el mismo gobierno estaba violando impunemente, todo ello y muchas otras circunstancias que sería largo enumerar pero que favorecieron nuestra causa, hizo que el gobierno se viera obligado a echar para atrás porque no le quedaba otro remedio salvo que quisiera enfrentarse a situaciones más peligrosas.

Aquel fue un gran triunfo para los trabajadores que hay que esforzarse por aquilatar justamente, porque no siempre el despotismo de quien tiene los instrumentos represivos en sus manos puede imponerse tratándose de luchas en que ese despotismo se enfrenta contra las masas de trabajadores.

Otra lección importante y del mismo tipo de la anterior en que el despotismo gobernante fue atado de manos por la resolución de los trabajadores en la huelga de Oaxaca. Aun el asesino Mustieles con sus soldados matones tuvieron que morder el polvo sin atreverse a lanzarse contra los trabajadores como lo habían hecho, en otros lugares del país, especialmente en Nueva Rosita. Esta maravillosa acción de los mineros oaxaqueños aumenta en importancia si se tiene en cuenta la época en que ocurrió.  Nada menos que cuando el alemanismo estaba en plena madurez contra México, y en los momentos en que el Sindicato de mineros estaba cercado por una situación adversa en todo el país.

Y finalmente, una lección que los obreros sindicalizados deben aprovechar, es la amarga experiencia de haber puesto al frente de sus luchas reivindicativas, a gentes con formación no obrera, sino a instrumentos de partidos pequeñoburgueses que en la práctica demostraron que les faltaba lo necesario para ser dirigentes nacionales de obreros combativos como los mineros, los metalúrgicos y los siderúrgicos. Una lucha como la de los mineros de 1950-1051 en defensa de sus derechos, frente al rabioso ataque de gobiernos enajenantes como el alemanista, pero llevando los trabajadores a la vanguardia a destacados dirigentes del Partido Popular, estaba condenada por ese solo hecho al más rotundo de los fracasos, máxime que se tenía en cuenta que por entonces no existía una verdadera vanguardia del proletariado mexicano, es decir no existía organizado e incluso a la fecha como tal no existe, un Partido de clase realmente independiente, no en la letra sino en los hechos, de la burguesía en el poder. Por eso ahora que a golpes hemos tenido que aprender lo que entonces no éramos capaces de saber, podemos afirmar, que la derrota de las huelgas de la Región Carbonífera, fracasaron por la dirección claudicante de García Moreno y socios, que por desgracia todavía medra como el agente en México, de la revista de la Federación Sindical Mundial.

Uno de los alumnos:

  • Compañero Camilo: sinceramente agradecemos los conceptos con que tan amablemente ha tenido a bien ampliar lo dicho en la Conferencia de la Universidad.

 

 

Estamos aquí para despedir a un obrero que supo entregar cada minuto de su vida a una clase y a su pueblo.

Camilo Chávez fue un combatiente desde la edad más temprana. Organizó la primera huelga en un aserradero cuando todavía sonaban los disparos de los revolucionarios del 17 en contra de los caciques y los tiranos. ¡Con su ejemplo nos enseñó que la edad no es barrera infranqueable para entender la necesidad de la lucha de clases!

A Camilo Chávez le tocó vivir la crisis de 1929-1933 en los Estados Unidos trabajando en la industria metalúrgica y textil. Vio el desempleo y él mismo fue un desempleado. Vio el hambre, y él mismo la sufrió. Vio a las familias de los negros pobres, llorar bajo la nieve arrojados de sus casas por no pagar el alquiler. Pero vio también a los obreros en huelga, y a los negros del Partido Comunista regresar a esas familias a sus casas y montar guardias para protegerlas del casero voraz. ¡Al igual que Martí, Camilo vivió con el ogro yanqui y le conoció las entrañas!

En el DF Camilo Chávez se enfrentó a patrones sin escrúpulos, negreros, como los de « Cartonaje Estrella ». También a los patrones de la vieja fábrica Nacional de Clavos. Pasó luego a trabajar y a luchar en La Consolidada y de ahí al Sindicato Nacional de mineros. Figuró como el líder más consecuente y honesto, como el más fiel a su clase, en la huelga minera de la Sierra de Juárez, Oaxaca, así como en las históricas huelgas y en la Caravana de los mineros de Nueva Rosita, Palaú y Cloete. ¡En la plenitud de su vida Camilo Chávez nos enseñó a entregar sin reservas su vida en aras de un auténtico sindicalismo clasista!

En la Sierra de Juárez, Camilo Chávez estuvo a punto de perder la vida. Un militar lo responsabilizó de una huelga y lo amenazó con matarlo en caso de que no fuese levantada. La respuesta fue contundente: « aquí mandamos los obreros y el que se va a largar de aquí y cuanto antes, es usted señor general ». La mayoría de aquellos mineros eran indígenas zapotecos. ¡Camilo nos enseñó que las masas trabajadoras son la verdadera muralla donde se estrella el despotismo de los « poderosos »!

Aquellas huelgas fueron traicionadas por los dirigentes que se decían « socialistas ». Con la ayuda de esos gusanos, Miguel Alemán estableció el charrismo sindical. El presidente en persona le ofreció a Camilo dinero, casas, viajes, comodidades, que él supo despreciar aun a costa de tener que huir para salvar su vida. ¡Con su ejemplo nos mostró que aun en los momentos más negros de la historia brillan con luz propia las virtudes y el heroísmo del proletariado!

Camilo tuvo contacto con la teoría científica del proletariado mundial, con el marxismo-leninismo. Ese hecho hizo que ingresara, por convicción, al Partido Comunista Mexicano. Rápidamente se convirtió en el dirigente más querido y más respetado. Él convivía con toda modestia con los militantes de base del Partido; comía lo mismo que ellos; dormía igual que ellos. Compartía las penas y las alegrías. Era un organizador tenaz. Siempre mantuvo el contacto con las bases. Jamás aprendió a ser un burócrata. Defendió, hasta el último momento de su vida, el espíritu de Partido y el verdadero centralismo democrático. ¡Camilo nos enseñó a ser siempre y bajo cualquier circunstancia un militante comunista!

El 1º de Mayo de 1952, la policía y los pistoleros de la CTM, -que meses antes habían asesinado a su hermano Antonio- agredieron a un grupo de obreros que intentó desfilar en la marcha oficial. Un joven fue asesinado: era íntimo amigo de Camilo. Y hubo un comunista que fue herido en un hombro y que a pesar de eso quería llevarse consigo a aquel joven amigo: era el propio Camilo. ¡Él nos enseñó que morir por el pueblo es una muerte digna!

En tres ocasiones visitó la URSS. La 3ª de ellas, el gran camarada José Stalin, había muerto. Las fuerzas del revisionismo se habían desatado. Los mismos que antes lo elogiaban sin medida, ahora lo acusaban de causar todos los males en la Rusia Soviética. Al mismo tiempo, se declaraban los primeros brotes de la lucha ideológica entre el PCUS y el PCCh. Camilo simpatizó con los chinos, aceptó hablar con ellos. Por ese terrible « delito » se le regresó a México y más adelante, debido a la defensa que hizo de Stalin y Mao, fue ilegalmente expulsado del PCM. En respuesta, Camilo Chávez y otros camaradas convocaron a la reconstitución del PCM sobre la base del Marxismo-Leninismo. ¡Con su ejemplo y hasta el último segundo, Camilo nos enseñó a ser fieles a los 5 grandes maestros del proletariado mundial: Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao!

Poco antes de morir, el camarada Camilo quiso escribir frases de agradecimiento al marxista-leninista peruano José Carlos Mariátegui. Los estragos que le causó el cáncer, ya no se lo permitieron. Cumplimos, a su nombre, ese deseo póstumo.

Yo soy un joven indígena de la sierra oaxaqueña. Represento a la nueva generación de combatientes. Vengo a recoger el estandarte clasista, vengo a decirle al camarada Camilo que cientos y miles de indígenas como yo, que millones de jóvenes mexicanos como yo, vamos a concluir las tareas que su muerte incumplieron.

Camarada Camilo: otro compañero indígena te hablará en nuestro dialecto.

¡Adiós, amigo! ¡Seguiremos tu ejemplo!

 

México, DF., 2 de junio de 1982

 

 

 

Notas:

[1] Conferencia presentada en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, el 14 de febrero de 1979.

[2] México: Ediciones El Caballito, 1978.

[3] Entrevista de María Mercedes Gaitán Riveros, 10 de junio de 1979.

[1] En 1934 se celebró la convención constitutiva de este sindicato en Pachuca, Hidalgo. A esta se presentaron 27 delegaciones provenientes de los estados de Jalisco, Chihuahua, Sonora, San Luis potosí, Sinaloa, Durango, Zacatecas, Coahuila, Oaxaca, Guanajuato e Hidalgo. Una de sus primeras demandas fue la redacción de un contrato único de trabajo para todos los trabajadores de la industria metalúrgica (Canudas, 2005: 1683), así como “la socialización de los medios de producción […], la intervención directa de los trabajadores en la administración de las empresas, el establecimiento de cooperativas mineras, las reformas a la Ley minera, la superación de la Ley federal del trabajo […], la solidaridad con otras agrupaciones afines, la mejora de las condiciones de salud”, entre otras (Leal, 2012: 115). Para 1940, el SITMMSRM ya contaba con 50.444 afiliados y para 1950, eran 52.000, agrupados en 170 secciones, siendo la de Nueva Rosita (14), y Palau (28), dos de las más importantes (Basurto, 2004: 226, 247).

[2] Ésta y las subsiguientes citas de Camilo Chávez, podrán consultarse in extenso en el testimonio reproducido más abajo.

[3] El Universal (México), 17-10-1950, cit. Basurto, ob. cit.: 257.

[4] Hubo, sin embargo, esfuerzos notables por dar a conocer la versión de los “caravaneros”, entre los que destaca el seguimiento que hicieran Ismael Casasola y José Revueltas a su paso por Saltillo. Las entrevistas y tomas fotográficas realizadas resultan un testimonio de gran valor. Véase: Hoy (México), núm. 730 y 731, del 14 y 24 de febrero de 1971 (Novelo, 1994: 533).

[5] Camilo Chávez resaltó en una entrevista el apoyo solidario que a los diferentes paros, huelgas y movilizaciones en general, brindaban los miembros de a pie de los sindicatos, el cual llegaba a abarcar al 80 o 90%, en contraste con sus dirigentes, que continuamente eran reprimidos o cooptados (Gaitán, 1987: 103).

 

Bibliografía:

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  • REYGADAS, L. (1988). Proceso de trabajo y acción obrera, historia sindical de los mineros de Nueva Rosita 1929-1970. México: INAH.
  • SARIEGO RODRÍGUEZ, J. L. (1988). Enclaves y minerales en el norte de México: historia social de los mineros de Cananea y Nueva Rosita, 1900-1970. México: CIESAS. 

 

Cómo citar este artículo:

JAIMES NAVARRO, Perla, (2018) “El sindicalismo minero mexicano desde la perspectiva de sus protagonistas: la huelga de Coahuila (1950-1951) en el testimonio de Camilo Chávez”, Pacarina del Sur [En línea], año 9, núm. 35, abril-junio, 2018. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1612&catid=5