Lo que Borges no quería

Cuando le dijeron a Borges en su apartamento del Centro de Buenos Aires que en Mallorca se publicarían sus poemas de juventud, el maestro perdió el compás. Muy alterado pidió inmediatamente que llamaran a su abogado. Impuso  que había que impedir tal publicación, que él no la autorizaba. Ninguna explicación, a quienes lo rodeaban y procuraban sosegarlo sin conseguir su objetivo. Corría 1978 y su obra hacía muchos años que había alcanzado altas cumbres en todo el mundo. Se podría haber pensado que la recuperación de sus versos escritos y publicados entre 1919 y 1922 en España  le podría resultar noticia grata y sin embargo fue todo lo contrario.

Pero don Jorge Luís no era hombre de mal carácter. Tampoco rencoroso, salvo excepciones como su mal recuerdo de la etapa peronista en la que se ensañaron con él. Pasado el primer impulso de ese intento de llamada a su abogado, que por supuesto no se realizó, se fue calmando y olvidando la noticia mallorquina. Debió haberle servido también para que volviese a su memoria el recuerdo de una Mallorca dulce y tranquila en la que discurrieron sus veinte años. Posiblemente como un desfile de apresuradas imágenes volvió a ver a sus amigos de aquellos tiempos, Jacobo Sureda, Joan Alomar, Miguel Angel Colomar, Tom Moll, más conocido por Bonanova. Luego su abundante trabajo diario lo fue absorbiendo hasta hacerlo olvidar por completo sus poemas juveniles, la isla balear y todo lo referente a esa publicación que según le dijeron  era inminente.

[inset image="images/stories/pacarina/0035.jpg" imgwidth="300" side="left" title="" width="300"][/inset]El libro conteniendo los poemas a los que Borges negaba su permiso, y con  el título de Poesía juvenil de J.L. Borges [nota]1[/nota] apareció ese año de 1978 en Barcelona. Circuló por varias librerías catalanas y mallorquinas pero no contó con una buena distribución, de haber sido así habrían llegado ejemplares a la Argentina y sin duda a las manos del maestro. Aparecieron varias críticas y comentarios en la prensa hispana, y se recordó en ellas buena parte de lo que ya  había ido saliendo a la luz con respecto a las estancias de los Borges en Mallorca. La primera de esas estancias abarcó tres meses de 1919. La segunda desde principios de mayo de 1920 hasta la primera semana de marzo de 1921. La incógnita quedó flotando en el breve ámbito del departamento de la calle Suipacha. ¿Por qué le molestaba tanto a Borges la recuperación  sus poemas tan celebrados en aquellos tiempos?

Don Jorge Luís no quería que se recordara su etapa ultraísta. No sólo parecía avergonzarse de haberla vivido, la rechazaba y condenaba rotundamente. El Ultraísmo que en los años veinte  había despertado su euforia cincuenta años más tarde le representaba algo así como un baldón. ¿Pero esa actitud de rechazo era sólo debida a que la etapa ultraísta le parecía  inferior y hasta ridícula al punto de causarle vergüenza? Nadie indagó en el pensamiento de ese pasado. Sólo podemos llegar en base a deducciones, a determinar que  no eran las excesivas metáforas, ni el carnaval que representó ese ismo y que tuvo poca duración, lo que conducía al maestro a esa actitud más que de rechazo de repudio. Los versos  anteriores a los forjados entre Mallorca y Madrid, los que tuvieron cuna en Ginebra, obedecían a una estética contraria a su pensamiento posterior. Podrían haber absorbido algo de los movimientos ya en boga Futurismo y Dadaísmo, pero en mínima dosis.

En Ginebra y también en Lugano, donde la familia pasó una temporada de unos ocho meses, Jorge Luís se entusiasmó con las ideas marxistas. Le emocionó la revolución bolchevique. No sólo conversó de esto con su gran amigo Abramowicz, que estudiaba en el mismo colegio que él, también escribió a Buenos Aires, a otro compañero de colegio pero éste argentino, Godel, hablándole de la revolución rusa, aunque simultáneamente expresaba rasgos anarquistas, y llegó a recomendar los libros del libertario hispano-británico, Rafael Barrett (1976- 1910), algo que procuraría silenciar totalmente  pocos  años después.

No se trataba solamente de una estética determinada, que podía haber sido ultraísta, el temor o más bien el rubor surgía como consecuencia a una vagas loas a la revolución de 1917. Los dieciocho años de Borges se habían nutrido de ideologías de izquierda. Dos años más tarde, ya en España, y sobre todo cuando se instala con su familia en Mallorca los atisbos revolucionarios se han atenuado bastante. Y de vuelta a la Argentina, y a medida que transcurren los años va  distanciándose de sus actitudes y pensamientos juveniles y situándose casi en las antípodas de lo que había sido. Poemas como “Gesta maximalista”, Rusia” o  “Guardia roja”, representaban una afrenta para el Borges de 1978. Esa obra juvenil con tantos deslices era necesario tenerla a buen recaudo.

Poemas como “Rusia”; “Guardia roja” y otros similares tenían pésima evocación para un Borges asentado confortablemente en un ambiente bonaerense muy burgués.  Digamos en descargo de quienes lo rodeaban: tan burgués como culto. Tan conservador como inteligente. Cómo un hombre de pensamiento y vida como la suya claramente apolítico, como la persona que no dirige sus ojos ciegos a las peripecias que  ocurren a su alrededor, iba a querer que resurgiesen aquellos poemas más emocionales que cerebrales. Más apasionados que reflexivos. Imposible aceptar la vuelta de una juventud libre de consejas y controles. Pero los versos ultraístas o no circularon sin que a nadie le causara molestias. Se publicó más de una mención a ellos no en tono de reproche sino como quien descubre que el señor de hoy que vestía de negro, tuvo vestimenta de colorines a los veinte años.

A algunos críticos que repararon en los poemas juveniles de Borges, les debió parecer que los versos acusaban una enorme puerilidad. Que hubiese sido mejor no reflotarlos. Otros, muy pocos, en cambio los tomaron de base para un enfoque tanto de la obra como de la personalidad del autor. Uno de ellos fue el chileno Volodia Teiltelboim, en cuya biografía borgeana titulada: “Los dos Borges” [nota]2[/nota], utiliza esos versos primerizos. El político e intelectual chileno pretende hallar el momento o las razones por las que Borges cambia de atento y emocionado con la revolución rusa a severo caballero de la burguesía argentina. Eso al margen de que como todos Teiltelboim le rinde pleitesía a su obra tanto poética como narrativa.

Son los versos del poema “Rusia” los que más llaman la atención al escritor chileno, y por supuesto se fija en el gran contraste que hay entre esos versos:”La trinchera avanzada es en la estepa un barco al abordaje /  con gallardetes de hurras / mediodías estallan en los ojos / Bajo estandartes de silencio pasan las muchedumbres” y los impolutos, libres de tono político pero casi siempre magníficos, que vinieron años después. El poema mencionado no es un simple conjunto de metáforas y epítetos del acervo ultraísta,  hay referencias muy claras  a la revolución, como: “y el sol crucificado en los ponientes  se pluraliza en la vocinglería / de las torres del Kremlin”. Está muy nítido el encanto  que en el joven argentino, que estudia en un colegio calvinista de Ginebra, le producen las noticias que llegan de Moscú.

Sin duda alguna la oposición muy firme mostrada inicialmente por Borges  para que no se vuelvan a conocer sus versos escritos entre Ginebra, Palma de Mallorca y Madrid, tenía su base en esa efervescencia izquierdista que mostraba en varios poemas. En un tono mucho menor, también el gran maestro porteño, pretendía ocultar otros poemas  exentos de matices ideológicos pero recubiertos de los excesos del ultra que él se encargó de transportar de  España a la Argentina en 1921 y que practicó con los jóvenes poetas que lo rodearon hasta poco antes de la aparición de Fervor de Buenos Aires, libro en el que  la influencia de los ismos europeos  aun se mantiene aunque de forma muy moderada. Hay poemas como “La noche de San Juan” o “Arrabal” (dedicado a su cuñado  Guillermo de Torre) que contienen versos que parecen escritos en 1920. Los versos iniciales de cada uno de esos dos poemas son demostrativos  de la herencia ultraísta tan recargada de metáforas.

 

“El arrabal es el reflejo de nuestro tedio.
Mis pasos claudicaron
cuando iban a pisar el horizonte y
quedé entre las casas,
cuadriculadas en manzanas”
(“Arrabal”)

 

“ El poniente implacable de esplendores
quebró a filo de espada las distancias.
Suave  como un sauzal está la noche.”
(“La noche de San Juan”)

 

Si un Borges frenético se negó a autorizar la reedición de algunos de sus poemas de juventud, otro Borges pacífico, distante de rencores como casi siempre fue – excepción de su permanente cólera contra Perón, muy justificada -, olvidó la rabieta inicial y sus amenazas de juicio contra quienes osaran  una reedición de sus comprometidos versos, y se ocupó de otros asuntos lejanos de ese libro que le anunciaron.

Resulta sumamente difícil determinar cuántos poemas publicó Borges en aquellos años. Se sabe que el primero que vio la luz fue “Himno del mar”, que posiblemente lo escribiera entre Mallorca y Sevilla, y que apareció en la revista Grecia que tenía su redacción en esa ciudad andaluza, aunque poco tiempo más tarde emigró a Madrid y cambió de ruta. Se despojó de sus tendencias helénicas, como lo señala el nombre, y pasó a integrarse en las filas ultraístas, manteniéndose como director el también poeta del Vando Villar. Borges no sólo publicó en esa revista, su colaboración fue solicitada por varias publicaciones de aquellos tiempos, y su nombre alcanzó repercusión  en los ambientes literarios de la época. Pero ya entonces hubo dispersión  en su obra. Poemas publicados en Madrid, Oviedo, Málaga, Sevilla y otras ciudades hispanas. La contabilización de su obra juvenil resulta prácticamente imposible.

Se suma a esa dificultad para cuantificar la poesía borgeana, el hecho de que ya con un libro  en condiciones de ser llevado a la imprenta madrileña, el autor retrocedió y optó por eliminar su propio trabajo. Nunca se pudo saber qué poemas contenía ese libro que quedó no sólo inédito si no desconocido para siempre. Se ha intentado reconstruir lo que se supone fue “Ritmos rojos”, pero no hay seguridad de acierto. Lo más apropiado resultó reunir poemas de la juventud borgeana que se habían publicado en revistas de diferentes ciudades y dar con ello la visión de los inicios de un gran poeta. En Francia el profesor  Jean Pierre Bernés reunió 23 de esos poemas dispersos y los publicó traducidos a su idioma en libro que señalaba que eran poemas aparecidos en España entre 1919 y 1922. [nota]3[/nota]

Las intenciones de Jorge Luís de procurar que no se conociera su pasado no sólo se circunscribían a los poemas de 1920.  Y por supuesto a que se levantara un telón que permitiera ver cómo había sido ese maestro a los veinte años. También abarcaba otros momentos juveniles, pero ya no en Mallorca o en Ginebra, sino en plena capital argentina. y ya en vísperas de que apareciera su primer gran libro de poemas, Fervor de Buenos Aires. En 1923 se produjo un enfrentamiento entre dos grupos de jóvenes escritores. El Florida en el cuál uno de sus miembros era Borges, y el Boedo. Solamente considerando que los nombres pertenecían a barrios o zonas de la ciudad, se puede deducir diferencia social. Y si se conocen los pensamientos de los integrantes de un grupo y otro, se tendrá claro que las divergencias  surgidas eran de orden ideológico.

Borges y los demás miembros del Florida se enfrascaban exclusivamente en la literatura. Los del grupo Boedo admiraban la revolución bolchevique y el desarrollo que estaba teniendo en ese país. Justamente lo que tanto había atraído al Borges de Ginebra. En su libro “Cronicón de las peñas de Buenos Aires” [nota]4[/nota], el poeta y periodista argentino Antonio Requeni  dice refiriéndose a este hecho: “Mientras los escritores de Florida abogaban por una renovación estética, los de Boedo – admiradores todos de la revolución rusa – propugnaban un cambio social.(…)  Leonidas Barletta (…) acierta a sintetizar  las motivaciones de esa suerte de guerrilla literaria afirmando que Florida quería la revolución para el arte y Boedo el arte para la revolución”.

Más adelante Requeni señala que los integrantes de Florida prefieren no recordar aquellas fricciones literario-políticas de 1923. “Algunos sobrevivientes – Borges entre ellos – restan hoy importancia a aquella hostilidad y hasta niegan que haya existido. Eduardo González Lanuza (…) expresa  `que la realidad de esta división es bastante discutible desde cualquier punto de vista Jorge Luís, quiere mantener muy escondido todo lo realizado por él hasta el momento de aparición de Fervor de Buenos Aires. Su decisión que no comunica a nadie pero se deduce por esas negativas citadas, es evidentemente la de conseguir que se conozca su vida literaria sólo a partir de 1923. Todo lo ocurrido antes debe quedar encerrado en una oscura y hermética bohardilla. En ese fragmento de su vida que se empecinó en ocultar quedaba aprisionado su primer gran amor. Que escasamente llegaría a cumplir un año. La novia también argentina respondía al nombre de Concepción Guerrero.

Todo un lustro, por lo menos, era lo que Borges eliminaba de su historia personal. Y lo venía consiguiendo, aunque había rumores, sospechas e insinuaciones de sus agitados días ultraístas, tanto en Madrid como en Mallorca. De su mirada de beneplácito hacia la revolución de 1917. Y de esos amores “clandestinos”, porque procuraba que sus padres no los conocieran. Después de la publicación de “Fervor de Buenos Aires” y un segundo viaje que los Borges hicieron a Europa, siempre debido a la mala vista del padre Jorge Guillermo Borges Haaslam, Jorge Luís que le había dedicado más de un poema a su novia Concepción renunció a ella, más bien la colocó fuera de su memoria. Cuando Jean de Millaret le hace una extensa entrevista que se convierte en un libro [nota]5[/nota], y al referirse a ese temprano idilio que el novio llegó a desear desembocara en matrimonio, como le comunica por carta a su amigo mallorquín Jacobo Sureda. [nota]6[/nota], responde: “No, creo que yo estaba enamorado de una imagen que había creado. Como era una persona  sin gran cultura, no existía la posibilidad de diálogo con ella. Y siempre se necesita un poco de diálogo ¿no es cierto?”.Una respuesta extremadamente fría.

Concepción Guerrero  la novia que deja de interesarle a la vuelta de su segundo viaje a Europa, fue merecedora de varios poemas. El más destacado por que llevaba dedicatoria se titula “Sábados”. Esa dedicatoria original en la que figuraba el nombre completo de la novia se redujo tiempo después a sólo iniciales. Y tras la muerte del poeta desaparecieron esas elementales señas y el poema quedó libre de dedicatoria. En “Sábados” se descubre sin esfuerzo el paso del autor por la etapa ultraísta, y unos versos revelan el enamoramiento de Georgie: “A despecho de tu desamor / tu hermosura  / prodiga su milagro por el tiempo”·. En “Despedida”, también integrado en Fervor de Buenos Aires, la emoción de la despedida descubre el fervor por Concepción.

 

“Entre mi amor y yo han de levantarse
Trescientas noches como trescientas paredes
Y el mar será una magia entre nosotros”

 

En esos versos se resume la tristeza del enamorado que parte hacia Ginebra con su familia y debe dejar a la amada. El cambio después de casi un año de ausencia resulta radical. Concepción ha perdido importancia, ha dejado de interesar. ¿Otra novia? No.  Tal vez influencias familiares, o descubrimiento de que en su vida ante todo la literatura es lo principal.

En el caso de los enfrentamientos entre los dos grupos juveniles, Florida, en el centro de Buenos Aires, y Boedo, no muy alejado del Centro pero no es un barrio residencial, el ocultamiento de lo ocurrido, con nombres, hechos, y otras identificaciones, resultaba muy difícil de conseguir. Cómo negar algo que estaba publicado en diarios de la época, que muchos de la misma edad que Borges y los demás poetas conocían muy bien, y que los historiadores de la literatura argentina escribieron procurando no olvidar nada de aquella aventura. Lo que sí quedaba difuso, envuelto en densa capa de olvido, era su etapa ultraísta, aunque algo se venía mencionando pero sin los elementos necesarios que confirmaran los hechos. En su libro Ultraísmo [nota]7[/nota], la profesora mendocina, Gloria Videla ofrece la historia de esa breve etapa en la que reinó una estética influida por los ismos  que empezaban a surgir en Europa. Futurismo, Dadaísmo y los primeros pasos del surrealismo francés.

Sin embargo hay dentro de ese período ultra un episodio menor, con cambio de escenario y de muchos actores. El Ultraísmo había surgido en Madrid de la mano de Cansinos Asséns, rompió límites madrileños y hubo ultraísmo en Asturias, Galicia, Andalucía,  posiblemente uno de esos retazos ultras de provincias ocurrió en Mallorca, y ese es el eslabón juvenil de Borges que quedaba en la penumbra y él, ya entrando a la ancianidad deseaba que nadie lo conociera. Por eso cuando le anuncian que en España se va a publicar un libro que recoja sus poemas juveniles, etapa anterior a “Fervor de Buenos Aires”, sufre un gran disgusto que, afortunadamente para él mismo, desaparece pronto.

Bastantes años después, concretamente en 1980, el diario Ultima Hora [nota]8[/nota] de Palma de Mallorca, invitó a Borges para que recordara sus estancias anteriores en esa isla mediterránea. Jorge Luís llegó en compañía de María Kodama, que en se tiempo era su secretaria. Acompañado de periodistas del mencionado diario recorrió Palma y hasta llegó a Valldemossa, localidad en la que toda la familia Borges pasaba breves temporadas y a donde Jorge Luís iba continuamente  porque ahí vivía su mejor amigo mallorquín, Jacobo Sureda. La visita que duró una semana le permitió a Georgie recorrer los lugares de Palma que había conocido entre 1919 y 1921. Ya no los podía ver, estaba ciego,  pero contaba con las explicaciones de las personas que el diario había designado para que estuvieran continuamente a su lado.

Los acompañantes de Borges, dos damas y un caballero, lo llevaron a los sitios que a él más le habían impresionado en su juventud. El castillo de Bellver, la Catedral a la que le dedicó un hermoso poema, el teatro Principal y algunos otros sitios con magia arquitectónica. Visitados esos lugares decidieron conducirlo hacia una librería de gran exquisitez llamada “Cavall verd”. No era enorme, al contrario muy pequeña, pero estaba dedicada íntegramente a la poesía. Libros de versos de medio mundo y en diferentes lenguas llenaban las estanterías. El dueño, un poeta isleño, Rafel Jaume, lo recibió alborozado.  Consideraba un honor la visita de tan distinguido personaje y para hacer halagüeño el recibimiento le obsequió un ejemplar del libro Poesía juvenil de J.L.Borges, que había sido causa de gran disgusto pasajero en Buenos Aires.

El poeta mallorquín sabedor de que Borges era invidente hizo una breve explicación sobre el obsequio  “Maestro, este libro recoge todos los poemas que usted escribió en su juventud, desde Ginebra a Madrid y de Madrid a Mallorca”. El continente de Jorge Luís cambó radicalmente y dirigiéndose a María Kodama que estaba a su lado le dijo:”Rompa ese libro”, a lo que ella respondió: “Borges, en la portada hay una foto suya muy linda”. Borges no necesitó meditar otra orden. “Conserve la portada y rompa el resto”, insistió muy autoritario. Jaume nervioso y temeroso a la vez, prefirió guardar el libro y esperar que las aguas se remansaran.

María Kodama se encargó de recavar el ejemplar obsequiado por Jaume y guardarlo cuidadosamente en su bolso. Borges tras esa decisión frenética de querer que se rompa el libro, volvió a ser la persona agradable y sencilla de siempre. Las preguntas que circularon en Mallorca al conocerse esta anécdota publicada por el diario que invitaba al poeta, fueron muchas, pero destacaban sólo algunas: ¿por qué Borges se opone a ese libro de palabra y no de hecho? ¿Qué pretende negando su obra juvenil, ocultar que había pertenecido a las filas ultraístas? En realidad en 1980 se conocía muy bien su paso por aquel carnaval poético que no duró más de un lustro y que dejó escasa huella. Eso sí, fue una especie de trampolín para elevar, tiempo después, a muchos de los poetas de ese ismo  bastantes peldaños hacia arriba.

Sin ninguna duda Borges era consciente de que la poesía que había publicado en diarios y revistas españoles de aquellos tiempos, eran muy menores en confrontación con la poesía que practicara tiempo después. El Ultraísmo que él absorbió en Madrid y llevó primero a Mallorca y después a Buenos Aires, donde fundó la revista Proa de bases ultraicas, no era suficiente como para avergonzarlo, había algo más que no gustaba al Maestro. Posiblemente, esos poemas ya comentados en los que manifestaba su  aprobación y hasta entusiasmo por la revolución rusa.

El lustro que Borges se empecinaba en eliminar de su vida, y que va de 1918 a 1923,  terminó por escapar de la negrura de la cárcel a la que había sido sometido, y reunirse con los otros años y conformar con ellos un conjunto que de ninguna manera resta valor a su obra total. El anecdotario de un hombre de su importancia es muy rico y alcanza mayor riqueza con esos agregados de juventud. A los veinte años de edad Borges llamó la atención en Madrid por su impresionante bagaje cultural. Cansinos Asséns que era el líder y guía de  esa juventud madrileña fue quien más alabó la erudición del joven argentino.

No se discute que la obra de Borges, la de verdadera calidad, empieza con Fervor de Buenos Aires y se afianza  con los poemarios que continuaron, Luna de enfrente y Cuaderno San Martín. A esos atisbos poéticos, narrativos y ensayísticos escritos en España y Suiza se les acepta pero como si pertenecieran a otro Borges, a un joven, a un hermano menor, no al que empieza a “construirse” en 1923 y alcanza cumbres pocos años más adelante.

 


[notar]1[/notar] Poesía juvenil de J.L. Borges. José J. de Olañeta editor, Barcelona 1978. Contiene 18 poemas y estudio previo y explicación de la consecución de esos versos, por Carlos Meneses.

[notar]2[/notar] Volodia Teitelboim: Los dos Borges, Editorial Sudamericana, Santiago de Chile 1996.

[notar]3[/notar] Jean Pierre Bernés: Rythmes rouges, con 23 o mas traducidos del castellano al francés. No se anota procedencia de ninguno de los poemas, y se supone que fueron los que conformaron el libro destruido por el propio Borges. No se señala ni fecha ni ciudad.

[notar]4[/notar] Antonio Requeni: Cronicón de las peñas de Buenos Aires, págs. 83,84. Buenos Aires 1984.

[notar]5[/notar] Jean de Milleret: Entrevistas con Jorge Luís Borges, Monte Ávila Editores, Caracas 1970.

[notar]6[/notar] Jacobo Sureda, escritor, poeta y pintor mallorquín (l900-l935) fue el gran amigo de Borges durante su estancia en Mallorca, y mantuvo correspondencia muy fluida con él hasta aproximadamente 1926.

[notar]7[/notar] Gloria Videla: Ultraísmo. Editorial Gredos, Madrid 1963.

[notar]8[/notar] Ultima Hora diario mallorquín fundado en la última década del siglo XIX.