A propósito de “Adiós, Guernica”

Gustavo E. Gutiérrez Suárez[1]

 

Artículo recibido: 12-11-2012; aceptado: 16-12-2012

El presente artículo analiza desde múltiples voces (la crítica, el diálogo entrevistado-entrevistador y el ensayo) el escenario humano y social en el que se desarrolla el drama de la guerra. Tomando como motivo central al universo narrativo de la novela Adiós, Guernica (la primera noveladel escritor peruano Julio César Vega), el artículo se proyecta y aborda dialógicamente aquellos sentimientos, imágenes y preocupaciones subyacentes en contextos de violencia/resistencia, incidiendo en las posibilidades de libertad.

Palabras clave: guerra, niñez, violencia, resistencia, literatura, cine

 

Bombardeos por radio. Bombardeos en la mente. Explosiones en la piel de la ciudad. Gritos. Muerte. Mamá. Desperté de golpe con visiones de sangre y fuego. El susurro de mi propia imposibilidad de gritar me había despertado.

Adiós, Guernica. 29

 

Guernica (1937), por Pablo Picasso
Guernica (1937), por Pablo Picasso. www.albertogranados.wordpress.com

Julio César Vega nació el año 1976, en Lima, Perú. Perteneció a la generación de fines de los 80 y principios de los 90, que creció en un contexto de desolación, no solo por la guerra civil sino también por la crisis socioecónomica donde las clases más débiles eran las menos favorecidas –como hasta ahora. Su narrativa se eleva sobre ambientes de destrucción urbana y, aunque parezcan pertenecientes a un futuro lejano y apocalíptico, son en realidad visiones nacidas de su experiencia generacional, del contacto con el entorno limeño de su época. Sus personajes que transitan y sostienen dicha realidad, casi por inercia, van desapareciendo lentamente con la ciudad que los cobija, y aunque parezcan desde todo punto de vista condenables (se puede considerar que, “malos” y “buenos”, todos pecan) son pintados con un halo de sinceridad que nos permite reflexionar sobre la complejidad del ser humano, sobre todo en los momentos de mayor adversidad como en la guerra, la desesperanza, la soledad y el miedo. Su nueva obra, Adiós, Guernica  (Lima, Editorial Casatomada, 2010), es la muestra más lograda de ésta, su propuesta literaria.

De esto y más hablamos con Julio César Vega en Quilca, uno de los jirones más interesantes del Centro Histórico de Lima.

 

I

«Adiós, Guernica empezó a escribirse aproximadamente el año 2001. La escritura fue de un tirón porque la historia, en realidad, yo ya la tenía hace muchos años, desde que era adolescente. Además porque era una especie de recurrencia que tenía de que podía existir una vida paralela, que podíamos estar viviendo una especie de paralelo entre esta vida, a la cual llamamos realidad, y otra a la cual se puede acceder a través de los sueños. Esa idea inicial la tenía desde que era chico, desde los 15, 16 años. Y había también esta especie de personaje, la niña, atrapada en este mundo, a la cual mi yo personaje quería rescatar. Era una idea muy vaga, hecha de imágenes. Tenía la idea del mar, tenía la idea del muro, del atardecer, imágenes de niños jugando sobre espacios de destrucción. Ese fue más o menos el comienzo de la historia[2]

Julio César Vega estudió en el Colegio Nacional “Andrés Avelino Cáceres” de la Av. Perú, en el distrito limeño de San Martín de Porres. Cuenta que desde niño participaba en los concursos de literatura, de historia, de poesía y con frecuencia ganaba. Eso le animó a seguir escribiendo y concursando una vez terminado el colegio.

«Después de escribir mi primer libro, Cuatrogatos, que fue un libro de cuentos, el hecho de querer escribir se convirtió en algo más fuerte, ya en la conciencia real de una vocación. No hubiera podido publicar Cuatrogatos el año 2002 si antes no me hubiera dicho a mí mismo como persona que está buscando su camino: “tengo estos cuentos, voy a ver si es que a los demás les gusta”. Entonces lo mandé a concurso. Unos tres cuentos de ese libro recibieron algún premio y eso fue lo que me ayudó a animarme a que podía publicarlo y que podía ser una apuesta de vida para mí. Esa especie de afirmación en lo que yo creía era mi vocación me hizo seguir el camino de la creación literaria. »

Las imágenes que lo venían acompañando, desde adolescente, van tomando cuerpo en el relato de un niño cuya ciudad es arrasada y ocupada por el ejército enemigo. El mundo paralelo de sueños y la imagen de la niña se integran a este escenario conflictuado, donde el protagonista se resiste a morir.

En aquella oscuridad me veía, así, bajo los robles, sintiendo tan cerca de mí ese aroma canela y limón de mamá. Con los ojos cerrados podía sentir y tocar las ramas de los árboles más altos, un gato, un caracol, un nido de pájaros, las nubes, el sol. Pero tuve que abrir los ojos cuando la voz de madame Ducasse anunció nuestra llegada a Paseo de Sombras, o lo que quedaba de él. Todos aquellos árboles estaban calcinados, reducidos a vigas negras, a carbón. […] Caminé entre el polvo negro y las ramas humeantes. Me detuve a observar cómo caía el sol. Algunas personas corrían cargando mantas, cajas y demás trastos. En silencio, junto a mí, continuaba madame Ducasse. Me había dicho adiós pero seguía a mi lado, observando ese gran círculo rojo que moría en el horizonte. Vi nuestras alargadas siluetas que yacían en la tierra. Éramos sombra de nuestra propia sombra. (AG, 26-27)

Desde el interior de una iglesia que sirve de refugio ante los bombardeos de “los pájaros negros”, el niño aprecia:

Así, tendido boca arriba, observé cada una de las imágenes en lo alto de la cúpula de la iglesia. Unos hombres de brillante aureola posaban sus pies sobre calaveras. Un Arcángel decapitaba con su espada de fuego a unos dragones. Mujeres desnudas clamaban piedad en el infierno. Flamas que lo devoraban todo. Herejes, impíos, hechiceros, rendidos a los pies de los caballos de un ejército terrible de ángeles. No pude soportar tanta muerte. Tuve la seguridad de que el bombardeo era consecuencia de un pecado, ¿pero qué pecado y a quién pertenecía? No pude entender la falta, ¿Mi felicidad alguna vez tuvo culpa en esto? ¿Fue mi mal proceder, mis juegos crueles con aquellas indefensas hormigas ahogadas o aquellas palomas apedreadas en nombre de mi alegría, la causa directa de la ira de Dios? (AG, 31-32)

La novela ha madurado y gran parte de su estructura actual fue escrita de un tirón el 2001, luego de lo cual transcurre un largo proceso de corrección.

«Una vez que ya tenía lista la estructura, empecé a trabajar el cuerpo de la novela. Eso me demoró aproximadamente ocho años. Trabajar la corrección, el estilo, la forma, los personajes, el tono que tiene toda la historia, pensar milimétricamente las palabras que van a decir los personajes, los diálogos, los clímax, los anticlímax, las reflexiones, los poemas…Si la historia era todo en un contexto de guerra ¿quiénes eran las mejores personas que podrían entender lo que es una guerra? Los que han sobrevivido a una guerra. Me alimenté mucho de poetas que estuvieron en la guerra: Rafael Alberti, Apollinaire, Walt Withman, todos ellos me ayudaron muchísimo a poder entender, a través de sus palabras, eso que es inentendible y que está detrás de una guerra. El sentimiento de conmiseración a lo humano. Ese sentimiento de conmiseración a lo humano he tratado yo de ponerlo en la novela. Incluso hago un homenaje directo hacia ellos porque detrás del personaje del padre, que siempre está mandando cartas a la madre, está la presencia de estos poetas. »

Que a todos se diga: hermoso es como el cielo,
hermoso es que la guerra y sus lúgubres gestas sean al
fin derrotadas,
que sin cesar, Muerte y Noche, con manos fraternas y
suaves, las mancillas laven del mundo;
pues murió mi enemigo; un hombre, divino como yo mismo,
está muerto:
y le miro yacer, con blanco semblante y muy quieto, en el ataúd
-y me acerco,
me inclino, y rozan mis labios, en el ataúd, su faz blanca.

Reconciliación
Walt Withman  (Hojas de Hierba)

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.
Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.
Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.
Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Canción del esposo soldado (extracto)

Miguel Hernández (Viento del pueblo)

 

Ladrón de bicicletas. Vittorio de Sica, 1948
Ladrón de bicicletas. Vittorio de Sica, 1948. www.cinehistoriacine.blogspot.com

Entonces he sentido que la evolución mayor que yo he tenido ha sido en el proceso de corrección. Lo hubiera hecho más rápido si me hubiera dedicado exclusivamente a la novela. Si se me ha hecho tan largo es porque tengo que trabajar, tengo que sobrevivir y la literatura no te da para sobrevivir. Tienes que recurrir a tus tiempos libres, en las madrugadas. El poco tiempo que tenía, darle a la novela.

«Adiós, Guernica se alimentó mucho del Cine Neorrealista Italiano. Podría mencionar Roma ciudad abierta, que marcó una época, Ladrón de Bicicletas, Mamma Roma, también. Aunque no son películas que estén dentro de contextos específicos de guerra, pero que sí te van llevando a la comprensión de los sentimientos de desesperación.

«En el caso de Ladrón de Bicicletas lo que rescato es la figura del padre y del niño, sobre todo en la escena final, los rostros, el rostro del padre que está avergonzado, humillado por todo lo que hay y por toda esa impotencia que él tiene, y en el rostro del niño es la conmiseración que tiene por su padre y por toda la situación. El niño no está haciendo ningún ejercicio de valoración, sino de conmiseración hacia el padre, nada más. Porque lo ama, además le da la mano y lo mira… Esto me ayudó muchísimo a construir la novela, es como que te da una energía ¡pum! y tú con esa energía haces algo.

«En el caso de Mamma Roma, la imagen es la del hijo y de la madre, la de las mujeres condenadas a la prostitución, de Mamma Roma llorando la pérdida del hijo. Y al mismo tiempo está la vista del horizonte, donde se ve una ciudad destruida, una ciudad que está muriendo junto a otra que está naciendo. En el caso de Roma ciudad abierta es una ciudad arrasada, una ciudad en escombros y es esa imagen que me ayudó en los escenarios, al igual que las fotos de Eugène Courret, de Chorrillos devastada por los chilenos en la Guerra del Pacifico. Estamos refiriéndonos a los orígenes de la novela, visualmente hablando.

«Puedo encontrar un apoyo también en Alemania año cero, en el ambiente de desolación y desesperanza por dónde camina el niño, en esa ciudad devastada que queda como imagen. Estéticamente, me refiero, esos autores, esos libros, esas películas que me ayudaron a encaminar mi propia voz. Eso  es algo que uno siempre va buscando

 

Los niños del horror

Alemania año cero. Roberto Rossellini, 1947
Alemania año cero. Roberto Rossellini, 1947. www.colectivozerkalo.blogspot.com

Un aspecto recurrente de la novela se da al interior del mundo-sueño del protagonista. Es la imagen de niños jugando en una cancha de fútbol y que le exigen al protagonista se deje de desánimos y juegue con ellos. Siempre que el protagonista responde: “No puedo”, los demás niños le muestran que a pesar de sus heridas, pueden divertirse y jugar hábilmente. La banda está compuesta simbólicamente por un judío, un palestino, un ayacuchano, etc. Los niños de la guerra, la última esperanza de lo que Unamuno llamó “razón y derecho en la lucha”.[3]

Camino en otro universo. Así, con los ojos cerrados, me adentré en un camino oscuro, recóndito, impenetrable por la razón. Me encontré en medio de un arenal rodeado de casitas blancas hechas de esteras y cartones. Estaba en un lugar extraño y bello. El cielo azul. La brisa marina susurraba en mis oídos. A lo lejos la luz del sol penetraba en el horizonte del mar. Era un sol enrojecido presidiendo la escena.

Me rodearon. Juguetearon a mi alrededor con desesperación, como si nunca antes hubieran tenido la oportunidad de jugar. En ellos se sentía la explosión repentina y fugaz de la felicidad. Eran niños sucios, de ropas maltratadas, extraños, anormales, deformes, mutilados, niños con los ojos y las sonrisas más puras que jamás había visto, retozaban con una desesperación única. Tuve la leve intuición de que el tiempo para reír, en este mundo, pendía de un hilo. (AG, 47)

 

«También ha ayudado en la construcción de este libro, ya en la parte final, el hecho de que yo haya sido promotor cultural y haya estado trabajando en asentamientos humanos, en contextos de pobreza donde la gente no tenía qué comer, asentamientos humanos de Chorrillos, de Ventanilla, de Puente Piedra, de Comas. Y en realidad, si los vemos históricamente, son asentamientos para refugiados de guerra. Mucha gente no lo ve así, cree que son asentamientos donde la gente va a vivir sin más, pero los asentamientos de Lima son espacios donde están viviendo los hijos de gente que perdió en la guerra, la guerra civil fraticida, que vivimos en el Perú, de la violencia política. En la novela los desiertos son ocupados por casitas de madera, precarias. Pero esa precariedad para mí, más que una ausencia es una posibilidad, pues son espacios donde todo está por construir. Esa fue la última gran influencia para construir el libro.

«Para ayudarme cuando escribía lo que hacía era ponerme imágenes, fotografías. Esta foto[4] me ayudó bastante. No estaba pensada para la carátula pero yo la tenía ahí, ahí y tanto estuvo ahí que finalmente se quedó. Como las amistades, ¿no? Me ayudó mucho el rostro del niño. Es una foto tomada justo en el momento en que muchos niños salieron de España para exiliarse a otros países. Ya había ganado Franco y estos niños que eran hijos de republicanos habían perdido a sus padres, a sus familiares, sus casas, habían perdido todo lo que tenían en la vida y en ese día esos niños debían salir de su país para exiliarse en Argentina, en Inglaterra, en México. Habían perdido tanto, sin embargo seguían sonriendo. Mira, estaban sonriendo… ¡Qué maravillosa fotografía! Pero había uno que no estaba sonriendo. Siempre me llamó la atención pues no podía descifrar los sentimientos de este pequeñín. Ahí está con su cara de sapo triste

 

Guernica

Había en el País Vasco una ciudad sagrada llamada Guernica. Durante siglos, ante el viejo roble de Guernica, los Reyes de España acudían, cada año, para jurar respeto a las libertades de los vascos. Bajo el árbol de Guernica, la Santa, los ancianos veneraban la justicia.

El domingo 26 de abril de 1937, como todos los domingos, era día de mercado en Guernica. A las cinco de la tarde, desde las cuatro colinas que limitan su horizonte…a las cinco de la tarde…

Los aviones eran Heinkel III y Junker 52. El bombardeo duró tres horas, a intervalos precisos de 20 minutos. Las bombas pesaban 500 kg. 1650 muertos, 889 heridos. Habían 7000 habitantes en Guernica.

Morir en Madrid. Frédéric Rossif [5]

 


www.rodolfoybarra.blogspot.com

«Mucha gente ha querido ver en esta novela el contexto específico de la Guerra Civil Española, pero no es necesariamente así. Yo tomo como el gran ícono de la novela el cuadro Guernica de Picasso. Cuando yo estaba chibolo lo vi por primera vez y, sin saber, sin tener conocimientos sobre arte, hay algo que te impacta del cuadro, hay una especie de catalizador de sentimientos que no sabes de donde viene pues no lo has visto, pero lo sientes, lo intuyes, es un cuadro que te atrapa, y este sentimiento cruza toda la novela. También hay algunos personajes que están representados en la novela, como el toro, como el caballo, como la espada y las rosas… Esta obra de Picasso ha escapado incluso al mismo Picasso, o sea va más allá de él, ha adquirido un simbolismo mucho mayor de lo que él esperaba hacer. El Guernica representa un universo más, lógicamente para mi novela, y es lo que termina uniendo todas las otras etapas de creación

 

Son soldados de la vida, no de la muerte

Fue el Cine Neorrealista Italiano una de las inspiraciones de Adiós, Guernica. La característica principal de esta corriente era la de reflejar de manera cruda el retroceso moral y económico que significó la Segunda Guerra Mundial y la dificultad social que significaba afrontar los años de posguerra. Los dramas de estas películas rescatan las calles, el lenguaje y las costumbres populares, los problemas diarios que vive el pueblo, quizás en un intento por recuperar la verdad en ellos, aquella verdad ignorada y que a modo de redención –redención por la guerra también- se vuelve a buscar y devolver al mundo mediante el cine.

En una escena de Roma ciudad abierta, Francesco, líder de la resistencia antinazi, conversa con su señora en la escalera, a un lado de la puerta:

PINA: Han pasado dos años ¡qué lejos aquellos tiempos, qué distinto es todo! Y sin embargo, ya estábamos en guerra

FRANCESCO: Sí. Todos pensábamos que iba a terminar pronto y que luego sólo la veríamos en el cine y en cambio…

PINA: Pero ¿cuándo acabará? Hay momentos en los que ya no resisto más. Parece que jamás va a pasar este invierno.

FRANCESCO: Pasará, Pina, pasará. Y volverá de nuevo la primavera y será aún más hermosa que las otras porque seremos libres. Tenemos que creerlo. Hemos de desearlo. Verás, estas cosas yo las sé, las siento, pero no sé explicártelas. Pero yo creo que es así, que no debemos tener miedo ni hoy ni en el mañana. Porque vamos por el buen camino, tenemos la razón ¿Entiendes, Pina?

PINA: Sí, Francesco

FRANCESCO: Nosotros luchamos por algo que debe venir, que es imposible que no llegue, quizás el camino sea largo y difícil, pero llegaremos y veremos un mundo mejor. Y sobre todo lo conocerán nuestros hijos, Marcello y él, el que esperamos. Por eso no debes tener miedo, jamás, Pina, pase lo que pase. ¿Lo prometes?

PINA: Sí, Francesco…pero yo no he tenido miedo nunca, nunca.

 En Adiós, Guernica, si la madre da la nota de ternura y solaz hogareño, la figura del padre da la nota de esperanza y alimenta el deseo de libertad del niño. Desde el frente de batalla, este profesor obligado a tomar las armas, envía a su esposa cartas con poemas para mantener viva la esperanza familiar, la visión puesta en un futuro mejor.

«El papel del padre es clave en toda la novela. Me ha costado trabajo también construirlo porque está lleno de referencias, lleno de homenajes y además es complicado, pues la idea que yo tenga sobre lo que significa la guerra no necesariamente tiene que ser asumida por el personaje. Una cosa soy yo y otra cosa son los personajes. Este es un personaje que está contrariado, en permanente contradicción con la vida pues en un momento está renegando de la guerra y al mismo tiempo tiene que luchar por defender su país. La fe por sobrevivir es lo que más me interesa, por lo tanto el personaje del padre es un personaje casi inmortal porque todo el tiempo está contando cómo lo matan y sin embargo está viviendo una y otra vez.  Se me viene a la cabeza esa imagen de Abimael Guzmán cuando fue capturado por Ketín Vidal, y le decía: “lo que tienes aquí en la mente no te lo puede quitar nadie”. Incluso el padre cuenta en una carta que combate con un guerrero que no quiere morir y no puede morir por más que le disparen o le corten la lengua: finalm ente era un poeta. Es como si se dijera: “mi voz no me la quita nadie”. Es un personaje inmortal, más allá de su propio cuerpo, construido desde la fortaleza de su propia sensibilidad. Me parecía interesante que el personaje del padre tuviera este rol dentro de la historia. »

Roma ciudad abierta. Roberto Rossellini, 1946
Roma ciudad abierta. Roberto Rossellini, 1946. www.filmin.es

¿Por qué profesor?

«Porque de repente era una apuesta dentro de la novela por esa sensibilidad. Además porque mi padre ha sido profesor y de alguna manera quería ponerlo dentro de la historia en ese sentido. En realidad en toda la historia de la humanidad, en toda la historia de las sociedades, el maestro es el que se la juega por los demás. No hay mayor batalla en el mundo que la que se juega un maestro por sus propios alumnos. Es un guerrero silencioso en cualquier parte del mundo. Para mí es un héroe, el padre, incluso con todas sus contradicciones.

“Queridos amores. Aprovecho este momento de la noche para escribirles. Ahora la luna alumbra todo el campo de batalla repleto de cadáveres. La noche es silenciosa. Hoy hemos muerto todos. La batalla empezó de mañana. Continuó por la tarde y ya de noche no ha quedado ni un solo cuerpo con vida en el frente. […] no he perdido más tiempo y me he puesto a escribir esta carta que desde hace mucho he intentado plasmar para ustedes, mis dos amores, mis dos grandes amores, mi verdadera patria”. (AG, 122)

– ¿La verdadera patria es entonces la familia?

«Sí. Y me hace recordar el discurso de Vargas Llosa, el momento en el que se le quiebra la voz al hablar de su familia. Él está hablando de la patria y dice: “El Perú también es Patricia…” porque sin ella no hubieran nacido Álvaro, ni tal, ni tal… Entonces la patria es el lugar donde están las personas que amas, y es lo único valioso en realidad. Por lo tanto tienes que defenderlo de cualquier amenaza. ¿Cómo diría si una guerra tiene razón de ser? Una guerra por intereses económicos de algunas corporaciones es diferente a una guerra por defender la dignidad, por defender el espacio físico donde sus hijos habitan. La guerra de los aguarunas o los ashaninkas por defender su territorio es totalmente válida comparada con la guerra que libra un país, obligado por sus corporaciones petroleras, a invadir a otro país. Las guerras no son todas iguales tampoco. La guerra de los aguarunas o los ashaninkas por defender su territorio es algo que deberíamos apoyar desde la clase media pensante

 

La piel dura

Dicen que los niños tienen la piel dura, es decir, que una especie de burbuja los protege y los vuelve inmunes a todo peligro, físico o psicológico (caídas, accidentes). Ellos pasan por la vida como si su inocencia natural tuviera de por sí el poder de ahuyentar el mal de su camino, de evitar que se encuentren o, si se encuentran, resistir los peores golpes. Eso que los cuida se va perdiendo a medida que dejan la infancia y entran a una etapa más madura, adulta.

«La idea que te transmite La piel dura de Truffaut es que los niños son como indestructibles, solo los niños tienen esa capacidad de recrear el horror y convertirlo en otra cosa. No le desearía ni a mi peor enemigo lo que le pasa al niño que protagoniza mi novela. Sin embargo, él ha encontrado la forma de poder escapar de esa realidad, hacia otro mundo. En esa búsqueda del ser humano de intentar sobrevivir, el niño es más proclive a crear todas esas imágenes, el niño lo pinta todo, lo pinta todo de color. La piel dura también podría ser algo no tan bueno porque finalmente puedes volverte cínico, es una manera de sobrevivir al horror: te ríes y te burlas del horror

Es significativo cómo en Adiós, Guernica, a medida que pasan los años de guerra y el protagonista va dejando la infancia, sus encuentros con ese otro mundo de ensueños son menos frecuentes. Incluso en uno de sus últimos sueños, la madre adquiere una imagen triste y enferma y el padre manda una carta sin esperanza y llena de odio, distinta a las anteriores. La realidad va filtrándose cada vez más en el mundo-sueño, destruyéndolo, lo que provoca que niño y niña planeen la escapada final.

«Uno tiene normalmente sueños pero está más consciente de este mundo. Pero si tú eres consciente de tus sueños y los recuerdas, lo que estás haciendo es traer los sueños a tu propia realidad, se vuelven tu propia realidad. Si uno no es consciente de sus sueños, no es consciente de que realmente es posible vivir otra realidad

Te voy a contar algo anecdótico, hoy día soñé –no sé si talvez era mi inconsciente previendo esta entrevista ya planificada-, soñé que se habían reunido unos amigos de la universidad, combinados con amigos de barrio, y yo llegaba, llegaba de otro lado, cansado, y mis amigos ya estaban planificando una pichanga,[6] y me reciben diciendo: «¡Gustavo! ya vamos a comenzar la pichanga, cámbiate de una vez.» Respondí: «¡Pero no tengo zapatillas! Voy a mi cuarto a traerlas.» En realidad era una excusa porque no quería jugar. Yo quería irme a otro lado, tenía que hacer, estaba preocupado por algún trabajo que debía hacer hoy en la mañana. «¡No tengo zapatillas, me voy!»Entonces uno de mis amigos más avezados me encaró y me dijo: «Mira compadre, ¡si te vas, ya no regresas...! Acá al costado hay un mercado, toma, te doy 15 soles para que te compres un par de zapatillas North Star y te vienes al toque para jugar…» Entonces como ya no me quedaba más excusa, fui y compré las zapatillas y la pasamos de puta madre.

«Estos hechos parecen tan cotidianos pero a la vez están dentro de un contexto tal que los convierten en oníricos ¿no? Por eso es que los personajes de la novela no tienen  nombres. Por ejemplo, el alter onírico del personaje ha construido su propio paraíso

Cuando yo era niño y la guerra civil se agudizó en Lima, cada vez que escuchábamos una explosión sabíamos que en un rato más nos quedaríamos sin luz y cuando llegaba el apagón, los niños dábamos un grito de alegría y salíamos de nuestras casas como locos, porque jugar a oscuras era más divertido, a las escondidas o a las chapadas. Para nosotros, digamos, era una fiesta.

«Lo mismo para mí porque con el apagón salían las historias, los padres se sentaban, reunían a la familia a contarnos historias. Yo creo que ahora los niños no tienen esa relación con sus padres como la que tuvimos la generación que vivió los apagones, o con sus abuelos mismos. Eran momentos en que todo se apagaba y comenzaban a contar las historias de terror, o las viejas anécdotas de los abuelos o de los padres. Yo creo que nuestra generación, que de pronto vivió una situación de desesperación, a pesar de eso, quiso darle a ese mundo difícil, incluso de decadencia total, algo de magia. En ese sentido, no se puede negar que va siendo como una especie de caparazón para lo horrible, el transformarlo en algo más.

«Cuando estaba escribiendo la novela, llega un punto en que te haces tanto de los personajes, tanto sabes su historia, tanto sabes cómo piensan, que es lo que quieren, que es lo que desean, que es lo que sueñan los personajes, que de pronto es como si ellos estuvieran actuando con su propia vida delante de mi, y yo fuera simplemente un testigo secundario de lo que estaba sucediendo.

«Llegué a terminar esta novela con uno de los sentimientos más raros que he tenido en mi vida. Llevaba semanas sin dormir -para esto te da una enfermedad que es el insomnio- y esa madrugada cuando llegué a saber que ése era realmente el final que estaba buscando, que ése era el final que se merecía el personaje, me dio una especie de llanto, una angustia mezclada con euforia y sentimientos que tú no sabes qué cosa es y luego lo único que quieres hacer es salir a la calle y ver el amanecer, caminar por la ciudad en las primeras horas del día. Y estás feliz y estás alegre. Una sensación rarísima.»

 

II

Julio César Vega no documenta en su novela hechos bélicos históricos o ficcionados sino que se vale de ellos para mostrar los sentimientos y posiciones éticas que surgen en toda guerra, en toda situación de violencia/resistencia. En ese sentido, Adiós, Guernica es un homenaje lírico a las voluntades de los que resisten frente a un aparato de violencia, a las voluntades de los que se sacrifican por un mundo soñado pero posible, de los que han tomado posición y luchan por ello.

1937: Niños sobre las barricadas recién construidas para la defensa de Madrid.Tierra española (1937)
1937: Niños sobre las barricadas recién construidas para la defensa de Madrid.Tierra española (1937)

En Adiós, Guernica, la llegada de la guerra abre este proceso. La guerra es un patrón de cambio en la ciudad. Tras el golpe, los ciudadanos se reúnen a escondidas en un frente de resistencia y heroicamente, en un proceso que dura años, van ganando terreno al ejército invasor. Para el niño, la guerra también ha marcado un antes y un después. Afrontar esta guerra es protagonizar un largo recorrido de sentimientos, acciones y decisiones. El proceso del niño se convierte así en el hilo de madeja de la novela. Antes de la guerra el niño tenía una admiración por la belleza de los aviones y de las pistolas, “jugaba” a la guerra. Cuando la guerra se hace realidad, se suceden en él sentimientos de miedo, odio, nostalgia, pesadilla, tristeza, odio (otra vez) que van acompañando su crecimiento. En el plano ético el protagonista es la inacción: son pocas las acciones que el niño puede realizar o que se atreve a tomar, es la aceptación violentada de la realidad, la resignación. Pero vivir lo que en sueños se le presenta como un mundo paralelo, donde “viven” sus amigos, su madre y su padre; lo hacen encontrarse (o reencontrarse) con la alegría, el juego, el amor, la ternura, el sentimiento de libertad. Lo que al inicio es refugio, se vuelve luego decisión. En este mundo, su voluntad va aumentando con la certeza de que el bienestar de otra persona puede depender de sus decisiones, en este caso, una niña violentada. Reconoce así la responsabilidad e inicia la búsqueda de su libertad.

Hacia los capítulos finales, estos sentimientos, que diferencian a ambas realidades, se entrelazan, chocan y combaten, debido a dos hechos concretos que son el clímax de la novela: la preparación de la toma del cuartel general del ejército invasor por parte de la resistencia, y el plan de escape que se trazan el niño y la niña ante la destrucción del mundo-sueño. Estos sentimientos se entrelazan en un solo torbellino de muerte y odio, de miedo y esperanza, de angustia por huir y por rescatar. Una sensación de libertad asoma al final de la historia.

Un texto final muestra talvez la despedida del mismo autor, un escritor poniendo punto final a su novela y que se despide del lector y de su obra, en una dimensión que sin embargo no se desprende de la ficción.

Siempre me había dicho que no podía contar cosas alegres, que me era imposible hablar de la felicidad. Hoy que todo ha muerto, puedo hablarte de miles de cosas bellas, pero la única forma de que vivas en mí es dejándote ir en paz. Me preguntas una vez más con tu silencio si quiero ir contigo. Y yo te respondo en esta luz, casi en un susurro, adiós, Guernica, adiós, Tristeza. (AG, 180)

Pueden ser las últimas palabras del protagonista o un poema final del padre, o más aún, la primera carta poética del niño emulando el ejemplo paterno de mantener siempre viva la esperanza.

Adiós, Guernica no es un experimento sinfónico, es más bien una melodía sencilla y continua que se va desarrollando en dos cuerpos de niveles distintos, alternados y siempre dependientes uno del otro: El primero es trágico, con episodios e imágenes que golpean violentamente por su crueldad y fatalidad. La segunda melodía, más profunda, va siempre reaccionando dócilmente ante esta presión, buscando un espacio vacío en donde situarse con cada golpe dado, y que nos lleva de la mano hacia ambientes de alegría que sabemos lejanos pero que nos permitimos “creer”, momentos de ensueño que bien nos acercan al Träumerei de Robert Schumann. Esos dos cuerpos melódicos son la realidad que golpea y el protagonista en sus reacciones ante esta realidad. La de Julio César Vega es una narrativa basada en sentimientos, sensaciones e imágenes. Algunas situaciones no están exentas de un humor irónico. Son símbolos hermosos la aparición de un camino de flores en la ruta diaria del niño obligado a llevar agua a los oficiales, agua del único pozo no envenenado de la ciudad, o el árbol a donde el niño acude a dormir y cuya sombra le abre, en ese descanso, las puertas a un mundo-refugio. Pero también hay símbolos terribles como la macabra fiesta en la Casa de las muñecas rotas: soldados del ejército vencedor y prostitutas mutiladas recrean una escena mórbida, donde se dan cita el capricho inútil y antinatural del poder desmedido, el sexo convertido por la violencia en un perpetuo acto de inanición, el goce compartido de la perversidad. Es el acariciar la muerte, el amar la muerte, la orgía del tánatos. En un acto simbólico de adoración fetichista a la muerte, el niño escapa: ha renunciado a ser hombre así, ha renunciado a amar de esa manera, a amar eso. No son los dioses quienes acabarán con la guerra. Mucho menos los niños.

Niños españoles jugando a fusilar durante la Guerra Civil
Niños españoles jugando a fusilar durante la Guerra Civil. Fuente: www.elapuron.com

«En realidad he estado como enamorado de todos estos personajes. Los personajes llenos de melancolía, personajes que tienen que vivir la resignación, a pesar que a la gente no le gusta que le hablen de resignación. En tiempos donde todo es alegría, ser triste es un pecado; en tiempos donde todo es competencia, hablar de resignación es un pecado; en tiempos donde todo el mundo dice ¡salud! hablar de desesperanza está mal visto. Para mí la vida está hecha de esos sentimientos también, así como la cobardía y el temor, que es el tema del libro, el temor, la desesperanza y la resignación. Porque además es como si el mal hubiera vencido sobre todos ellos y la única forma de resistir al mal es apelando a esos sentimientos, que son en realidad nobles también, y que puedan servir como coraza para guardar algo más puro, otro mundo paralelo que es el refugio donde se guarecen los personajes de esta novela

Dos sensaciones fortísimas alimentan la novela de principio a fin: la guerra y la madre. Son la sangre de la historia y están relacionadas con los cuerpos melódicos descritos líneas arriba.

 

La Guerra - realidad

La guerra como primer leit-motiv viste los escenarios, determina los personajes y sus procesos psicológicos, suscita los encuentros entre víctimas y victimarios, entre vencedores y rebeldes y los va envolviendo en una realidad funesta en la que cada uno busca la sobrevivencia. 

«Es innegable que el ser humano es un ser de guerra. Es su naturaleza. Además, a la guerra no podemos valorarla ni como mala ni como buena, al menos yo soy incapaz de valorarla así, simplemente es un momento de horror. ¡Es tan compleja! Es definitivamente un momento de horror. El horror si no existiera sería genial pero decir que no exista guerra significa que hemos acabado con todas las injusticias y donde todos los seres humanos han llegado a un equilibrio. Sería un ideal, como si fuéramos un solo pensamiento, una sola idea, un todo absoluto como especie…en aquel momento nos convertiríamos en hormigas, como especie. La guerra es la pugna interna de la gente y es inherente a la naturaleza humana. Me parece mucho más exacto mencionar que la guerra es como el invierno y que la paz es como la primavera.»

El niño, el personaje central, es como una hoja dejándose llevar por el viento, por las fuerzas que hay a su alrededor…

«Es porque el niño se da cuenta que cualquier cosa que haga es vana. Es como que si se diera cuenta que no puede hacer más. La escena en la que él pelea contra un ejército con una sola piedra creo que es más que elocuente con respecto a ese sentimiento que él tiene. Hay mucha gente que cree -y todos los medios te dicen-: “lo que tú creas, lo que tú quieras, lo puedes hacer”. No es cierto. La gente dice: “tú puedes lograrlo todo”. De repente tú. Yo creo que no. Y a la gente no le gusta que les digas esas cosas porque te dicen derrotista, perdedor. Te dicen “si tú quieres ser rico ¡lo puedes lograr!”, talvez lo puedas lograr pero no es un discurso que a todo el mundo le sirva. No es una verdad, es solamente un axioma y nada más.»

Algunos podrían reclamarle al niño ¿por qué no manda a la mierda a Madame Ducasse? ¿Por qué no se escapa? ¿Por qué no ayuda a la resistencia?

« ¿Por qué no tiene nada definido? ¿Por qué no tiene iniciativa? Porque hay gente que no puede hacerlo, pues. Porque hay gente que no sabe hacerlo. Y porque hay gente en la historia de la humanidad que ha aprendido a resistir a través de sus sentimientos guardados y de su intimidad. Hay gente que lo único que puede hacer es resistir. Que se dice “yo no quiero seguir peleando”, “voy a resistir para adentro”. Y yo creo que esa es la gran batalla que ha librado este personaje, que ha librado contra todos. Y lo que encontró fue el amor, finalmente. »

Muchos de tus personajes parecen vivir al margen de este mundo, no sólo el niño, sino también Madame Ducasse, viuda de un Coronel, termina sirviendo complaciente al ejército invasor; el Oficial Trevoné hacia el final de la novela se da cuenta que toda su vida militar ha sido una mentira autoimpuesta. Podemos incluir a los personajes de tu cuento El loco y la sucia, donde los protagonistas son una mujer que no pertenece a este mundo y un joven que quiere dejar de pertenecer a él.

«Son personajes que están viviendo desesperados. Pueden actuar dentro de la novela como si estuvieran viviendo su vida normal, pero después tú te das cuenta de que en el fondo están desesperados. Y hay un momento en la historia en el cual aparece esa desesperación en todos.

«El personaje de Madame Ducasse es bastante importante porque desata toda la historia. Yo creo que es el personaje que busca la practicidad de las cosas. Hay que sobrevivir y punto. Pero detrás de ella subyace un dolor. Trevoné, no sé... Trevoné más bien está como entre ambos lados y al final termina vencido por el contexto. Trevoné es de los que están todo chévere pero al final se dejan vencer. Es de aquellas personas que dicen: “bueno, estamos dentro de este contexto, las cosas están así y hay que hacerlas” y las hacen, y están logrando algunas cosas, llegan a obtener beneficio de su situación, pero pasado un momento se descontrolan, no son capaces finalmente de asumir la situación cuando ven que se cae el mundo. No han llegado a convencerse de lo que están haciendo y llega el momento en que dudan. Dudan, pierden y es en ese momento en que se desata todo. Creen que la postura más radical es la que tienen que tomar para poder sobrevivir y asumen la peor radicalidad del mundo, y ahí es donde los personajes de la novela terminan contrariados. »

Si él, Trevoné, no hubiera tenido ese momento de debilidad sobre su participación en la guerra, no hubiera salvado al niño.

«Como lo venía haciendo, pues él simplemente no dudaba, hacía y dejaba hacer a los demás también. Pero cuando llega el momento de la duda es que deja de ser él y se convierte en lo que puede ser. Hacia el final termina siéndolo, es a lo que la duda lo ha llevado a convertirse. Hay gente que asume bien su desesperación y hay gente que asume mal su desesperación. Trevoné es de los que la asumen mal. Se destruyen finalmente. El niño en cambio ha guardado su desesperación en un grito silencioso que le permite abrir otras dimensiones, otras puertas. Su grito no se hace a través de la desesperación misma, sino sale por las puertas de la desesperanza, de la resignación. Es mucho mejor que tu grito salga por las puertas de la resignación que por la ventana de la desesperación. Es ahí en donde él va a encontrar el amor, el amor que le sirve para sobrevivir y asumir el reto final. »

Al estar frente a frente con estos personajes antagónicos, como cuando el niño enfrenta al General Muerte, uno se da cuenta de que son seres humanos como nosotros, que uno se puede ver reflejado en ellos también. ¿El General es un poco como el niño, se deja llevar por la fuerzas de su contexto?

«En líneas generales, en el fondo, todos somos como personajes de una misma obra. Solo nuestros roles son distintos. La otra parte no necesariamente es el mal, sino que también es en cierta forma una víctima. No se trata de ver las cosas en blanco y negro, en bueno y malo. De alguna manera también los victimarios son víctimas, y las víctimas también pueden ser victimarios Es la contradicción que se muestra aquí. En este caso, todos los personajes son iguales en el sentido de que todos están afrontando sus sentimientos y los sentimientos que se van a generar en el cruce de estos dos personaje son lo que me interesa más que los personajes mismos. »

En el excelente cuento El loco y la sucia, publicado el 2003, Julio César Vega muestra la historia de un casi loco trabajador ambulante que encuentra el amor durante un intento de suicidio, al borde de un supuesto Puente Santa Rosa. Una ola de “crisis” ha hecho que la ciudad –que puede ser Lima o cualquier otra urbe- quede abandonada y solo unos cuantos se resistan a dejarla. Nos asaltan imágenes –el aspecto arquitectónico es fundamental en sus historias- de algunos edificios del Centro que solo son visitados por borrachos y vagabundos para descansar.

«El loco y la sucia está dentro de ese marco de crisis generalizada que se vivió en Lima en los años 80 o a inicios de los 90, antes de lo que hizo Fujimori que fue la venta total de las responsabilidades del Estado, lo que trajo más dinero e hizo que la economía se estabilizara un poco. Pero también hay una especie de abandono moral. Hubo más dinero, sí, pero lo que vino después fue un abandono en general. Entonces el cuento trata de reflejar el abandono económico, social y político pero también el abandono moral que se vivía. Se trataba de una ciudad abandonada. »

 

La Madre - refugio

Es el segundo leit-motiv de Adiós, Guernica.

“La bruma se despejó y sentí un aroma de canela y limón. Caminé por la loma de arena. El sol lo enrojecía todo en el paisaje. […] Decidí avanzar hacia aquella casa blanca sobre la loma rodeada de otras tantas, cientos y miles de casitas de estera y cartón. Mientras caminaba iba pensando que se parecía mucho a los dibujos de “la felicidad” que los más pequeños del colegio hacían. Una casa blanca hecha con un par de líneas, una puerta sin color y una ventanita amarilla. Por un momento me quedé paralizado, pude entenderlo, el aroma de canela y limón emanaba de aquella casita y aquella persona que me esperaba desde este mundo refugio… ¡Mamá! Era mamá esperándome en el umbral de “la felicidad”. Me abalancé hacia sus brazos. Me recibió eufórica. Me llenó de besos y abrazos. Limpió mis mejillas y luego me reprendió suavemente: ¡Por qué tardaste tanto, hijo, te dije que si te perdías alguna vez me debías buscar debajo de los robles!”. (AG, 60)

«Yo creo que la madre ni siquiera es un personaje. La madre es un sentimiento. La madre es una especie de refugio. Un refugio sentimental, un refugio de la infancia, como un paraíso. La madre es el lugar de descanso, el remanso. Es todo lo contrario a lo terrible que se vive. Es el sentimiento de querer llegar a casa siempre. El personaje está imposibilitado de llegar a casa. Perdió su casa desde la primera página y toda la novela es la búsqueda de ese sentimiento de casa y de hogar

¿Eres conscienteque tu novela podría ser criticada por ser una suma de clichés sentimentales como los niños juegan, los padres aman a sus hijos, la guerra es terrible…?

«Es lo que está permanentemente en la historia de todos nosotros ¿no? Por eso te decía que lo más importante es la relación de los sentimientos encontrados que tenemos a partir de sentimientos que ya conocemos. O sea, no hay nada nuevo en la novela, no hay nada nuevo qué contar en la novela, es más, no hay nada nuevo bajo el sol. Todo lo que hacemos es algo conocido, todo es cliché en la historia del arte.

« ¿Quién sabe si realmente toda la novela estaba hecha para justificar el encuentro de los personajes que protagonizan la novela? Estoy consciente de eso y, es más, soy capaz de afirmar que toda la novela es una excusa para el encuentro de estos dos personajes en una escena que me parece a mí crucial como autor: la escena en la que niño y niña –después de encuentros anteriores- se encuentran y ambos se ponen nombres. Es decir, ellos se reconocen como tales frente al otro. No se reconocen a sí mismos si antes no se reconocen frente al otro. Es en ese momento en que ambos se reconocen como seres que están hechos bajo la misma esencia de la melancolía. Para mí todo es una justificación para hacer esta sola escena.

«Por otro lado, esta es una novela de sentimientos y los sentimientos son atemporales. Lo que yo hago son sentimientos sencillos, no sentimientos rebuscados. Son sensaciones. Yo no podría celebrar el amor de una madre de otro modo, no podría, es un sentimiento natural en los seres humanos, lo mismo que el sentimiento de llegar a casa es un sentimiento humano. Yo no llamaría a eso cliché. Cliché es un producto cultural repetitivo, pero el cariño, el amor a la familia, el sentimiento en sus formas más puras como el que hay entre hijo y madre, eso es parte de nuestra naturaleza

En ese momento escuché un leve llanto, misterioso, que me inquietó mucho. Quise saber de dónde provenía aquel lamento. Parecía llegar de la casa contigua, del otro lado de la cerca de madera y esteras. Era un gemido, un llanto ahogado. Los pajarillos revoloteaban y trinaban. El viento agitaba las hojas de las enredaderas. Y el llanto que se ahogaba por momentos me parecía cada vez más contundente y desgarrador, definitivamente venía de la casa de atrás. A medida que se alejaban las dudas, mi respiración y mis latidos se hacían más fuertes ante la certeza de ese ser desconocido que lloraba tan amargamente. (AG, 61)

En Adiós, Guernica, el reconocer al otro, desconocido, en su sufrimiento, es vital y da un giro nuevo en la novela. Es a partir de sus encuentros con la niña –en el mundo-refugio- que la posibilidad de liberación se hace más cercana pero la transición es difícil. Ella rechaza al niño pues tiene miedo al más allá, que él está intentando descubrirle e incluso lo amenaza.

“Por favor, no me hagas tantas preguntas, por favor, me confundes, no sé qué quieres de mí, ahora mejor vete”. “No, dime, ¿ese hombre es tu padre?” “No sé realmente quién es, quiero decir, siempre ha estado a mi lado, desde que tengo memoria él siempre me ha cuidado, me dice hija, pero ahora que me lo preguntas así, no sé realmente quién es él. Y baja la voz, por favor, te lo suplico. O él se levantará y descubrirá que tengo un amigo”. “Pero no puede ser tu padre alguien así…” “Por favor, no digas nada, no sigas, no me preguntes más sobre él, cuéntame cómo estás, qué has hecho, qué cosas has visto allá afuera, dime si ya crecieron las flores en el campo, cuéntame todo, dime cómo está tu mamá, qué estás leyendo, si vas al colegio…” “Ya, espera, me estás mareando. No puedo contestar a todas tus preguntas tan rápido. Déjame respirar”. “Lo siento, solo quería…” “Está bien, te contaré todo, pero necesito que me expliques por qué ese gordo te hace esto, por qué él te…” “No, por favor, no lo digas, no me preguntes más”. “Pero necesito saber, necesito entender, me estoy llenando de preguntas y no sé qué está sucediendo, yo también siento lo mismo que tú, como si recordara otras cosas de otro lugar, y a veces, mientras juego con los muchachos, de pronto me viene un dolor fuerte en el corazón, una fuerte tristeza que se borra de inmediato cuando me pasan la pelota o cuando mamá me llama a comer o cuando vengo a verte”.  (AG, 124-125)

«A mí me importaba mucho que la niña estuviera en su mundo pero que tuviera una especie de intuición de que hay algo más, y que le da temor pues te están mostrando algo que tú nunca habías visto. Eso sucede casi en los capítulos finales de la novela.

«Otra cosa que también descubrí a medida que iba avanzando con la historia fue que de pronto ese espacio onírico donde el protagonista se podía refugiar, también podía ser un espacio donde se podían refugiar otras personas. Y efectivamente, los niños que estaban jugando con él eran niños que estaban refugiados en este espacio, pero refugiados de otros tiempos y de otras guerras, o niños golpeados por sus padres. Son niños que vienen de guerras de distinto origen, víctimas que finalmente se llegan a encontrar en un mismo paraíso, que es este mundo, donde lo único importante y lo único valioso que existe para ellos es poder jugar.

«Los personajes buscan en el sueño un refugio en el cual nadie los pueda herir. Pero no es tan cierto porque cuando [el protagonista] está en este mundo, también encuentra que hay una niña que está sufriendo. Es decir que en su sueño, o en los sueños de todas las personas, también puede haber alguien que esté viviendo probablemente una pesadilla.  Como dice un personaje de la novela: “Algunas veces tus sueños pueden ser la pesadilla de otros”.

«Por eso es que esa novela, así con sus defectos de ser desesperanzadora, de bajarle la moral a cualquiera, de ser ácida, de ser cruel, de tener muchos clichés, de ser excesiva en algunas escenas de crueldad y de maldad, lejos de todo eso, es una obra humanista. Los personajes a mí me han enseñado a aprender del valor del otro. Ese es el aspecto más importante que puede existir en la novela, que nos muestra el dolor del otro como si fuera tuyo, no aprendes a ser tú mismo si tú no aprendes del dolor de otro. Ése es el valor de la novela, que es lo que finalmente queda

 

El adiós es un retorno

La vida es transitoria por definición y avanza hacia la decadencia. Al principio asciende, pero a partir de cierto momento va hacia abajo. Contrariamente, todo en nosotros apela a lo definitivo. Queremos que lo que sentimos por nuestra madre sea definitivo y viceversa, lo mismo en el ámbito amoroso. Pero la vida destruye todo eso. De modo que un cine afectivo como es el mío sólo puede mostrar desgarramientos porque es la contradicción entre nuestras aspiraciones que son definitivas y la realidad que es puramente temporal.

François Truffaut

François Truffaut: Una autobiografía (2004) de Anne Andreu

La realidad y la guerra, con la evidencia de la muerte, nos abruma recordándonos que nuestra vida es transitoria y el miedo a desaparecer nos lleva a refugiarnos obligatoriamente.

Guernica como símbolo de refugio tiende a lo permanente, al recuerdo, al sentimiento atemporal que se resiste a morir. Devolver a la vida al padre, a la madre, muertos, pero también a la niñez plena de vitalidad.

Este mundo de sueños parte de una necesidad fisiológica de descanso, y también puede verse como un escapismo que roza el desarrollo de un sentimiento suicida. Pero a su vez refuerza el tránsito al mundo real, de manera distinta, logrando forjar una voluntad que es imposible de sacarle a la realidad. Es en su refugio donde el niño descubre la necesidad de luchar por su libertad.

El título de la novela Adiós, Guernica, es el despedirse de ese mundo-refugio que nos ha acompañado, con su felicidad de ensueño y que ha sido destruido, talvez por nosotros mismos, en una reconciliación necesaria con la realidad, aquella donde la guerra y la paz, la muerte y el amor, discurren sin cesar. Realidad-vida a la cual volvemos, una vez más, para afrontarla.

«La felicidad siempre encuentra el camino. Tú puedes estar en la angustia más terrible, llega un momento en que todo deja de ser tan desesperante, respiras hondo y te das cuenta de que la felicidad siempre encuentra el camino. La felicidad teniendo en cuenta la justicia, no desde el punto de vista que nos venden en todas partes que es el punto de vista de la saciedad, sino la felicidad como un mundo donde solo respirar ya es un milagro



Notas:

[1] Comunicador Social egresado de la Universidad Nacional mayor de San Marcos, especializado en Producción Audiovisual. Cursó el Taller de Lenguaje Cinematográfico dirigido por Armando Robles Godoy. Dirigió el documental El invierno de los labriegos (2005). Dicta la asignatura Literatura y Cine del Diplomado Cultura de la Imagen en la Sección de Posgrado de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional Federico Villarreal y Apreciación e Investigación Cinematográfica en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM. Expositor invitado al evento DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN con la ponencia: “La mirada negada: Violencia y etnicidad en el cine Peruano” y al I ENCUENTRO DE JÓVENES INVESTIGADORES EN COMUNICACIÓN SOCIAL con la ponencia “Sociedad, cultura y afectividad en el discurso audiovisual: Cinematografía de lo grotesco en el film Caídos del cielo de Francisco Lombardi”, ambos eventos realizados en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM. Ha publicado "Persona o los rostros del espíritu en agonía", ensayo sobre el cine de Ingmar Bergman en la revista Tiempos de Historia y Cultura. Ha sido integrante del elenco del Teatro Universitario de San Marcos, con el cual ha participado en diversos montajes. Actualmente, lleva a cabo el proyecto AEROPLANO Radio por internet y cursa, en la U.P.G. de Ciencias Sociales de la UNMSM, la Maestría en Antropología.

[2] De aquí en adelante, en párrafos en cursivas va el testimonio de Julio César Vega, autor de Adiós, Guernica.

[3] Cita extraída del film documental Morir en Madrid (1962) de Frédéric Rossif.

[4] Se refiere a la foto del grupo de niños, que terminó como portada del libro. Ver en www.editorialcasatomada.com/index.php?id=46

[5] Cita extraída del documental Morir en Madrid (1962), de Frédéric Rossif.

[6] En los barrios populares de Perú, “pichanga” quiere decir jugar al fútbol en la calle.

 

Cómo citar este artículo:

GUTIÉRREZ SUÁREZ, Gustavo E., (2013) “A propósito de “Adiós, Guernica””, Pacarina del Sur [En línea], año 4, núm. 14, enero-marzo, 2013. ISSN: 2007-2309. Consultado el

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=609&catid=5