La apachería mexicana y los ranqueles argentinos vistos desde una óptica comparativa: la contradicción civilización versus barbarie como forma de discurso político durante el siglo XIX

The Mexican Apachery and the Argentine Ranchels seen from a comparative perspective: the contradiction civilization versus barbarism as a form of political discourse during the 19th century

A apacheria mexicana e os ranqueles argentinos vistos de uma perspectiva comparativa: a civilização da contradição versus a barbárie como uma forma de discurso político durante o século XIX

Martha Eugenia Delfín Guillaumin

 

Durante la primera mitad del siglo XIX, México y Argentina[1] iniciaron sus respectivos procesos de conformación de estado nación luego de haberse emancipado de España. En el caso mexicano se trataba de un antiguo virreinato que le había sido sumamente preciado a la Corona española, puesto que de él se extrajeron durante tres siglos los metales preciosos y había servido como puente para unir, a través de la Nao de China, las posesiones ultramarinas españolas en el Pacífico con la Metrópoli. Contaba con una superficie de  4’429,000 kilómetros cuadrados que se extendían desde la Alta California hasta los límites con la Capitanía General de Guatemala (Vázquez, 1997: 11; 1981: 818).[2] En cuanto a Argentina, si bien el Virreinato del Río de la Plata se había instaurado apenas en 1776, éste significaba un territorio sumamente valioso desde el punto de vista estratégico ya que formaba parte de la frontera hispana con la portuguesa, conectaba la Audiencia de Charcas, Alto Perú, a través del Tucumán con las provincias[3] cordilleranas, que hasta ese momento habían estado fuertemente vinculadas con la Capitanía General de Chile, y por la vía fluvial resultaba un magnífico medio para vincular el Alto Perú y el Paraguay con la costa atlántica en la desembocadura del Río de la Plata, cuyo puerto, la ciudad de Buenos Aires se había convertido en un gran emporio (Halperin, 1980: 34).[4] La extensión de este virreinato incluía desde La Paz (Alto Perú), pasando por Charcas, el Tucumán, Paraguay, Uruguay, hasta la línea de frontera sur que se extendía horizontalmente entre Mendoza, Córdoba y Buenos Aires.[5]

Reiner Gamboa
Imagen 1. © Reiner Gamboa.
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El virreinato de la Nueva España se había conformado territorialmente sobre dos áreas culturales claramente diferenciadas: a) En el centro, sur y sureste (Mesoamérica) se trataba de comunidades humanas que, en el momento de la conquista, se habían caracterizado por ser un conjunto de pueblos agricultores de tiempo completo, con grandes centros urbanos, un complejo sistema religioso, manifestaciones artísticas de particular belleza, organizados en sociedades sumamente estratificadas que compartían desde hacía siglos un cúmulo de elementos culturales dentro de la trilogía: comercio, guerra, tributo (Cfr. Bernal, 1981: 133). Entre estas manifestaciones culturales se distinguen los llamados códices prehispánicos, a los que se les ha llegado a considerar sistemas de escritura; la exquisitez del arte plumario, la belleza de su cerámica, la orfebrería y la escultura en piedra. La diversidad lingüística particularizaba a estos conjuntos humanos. b) En el norte (Aridoamérica),[6] los pueblos seminómadas, nombrados por los españoles como los chichimecas,[7] dedicados a la caza y a la recolección, se habían distinguido de sus vecinos agricultores de tiempo completo por un modo de vida muy diferente que, sin embargo, no les privaba de un sentido religioso muy profundo y un vínculo con el territorio muy particular. Entre estos grupos chichimecas se encontraban los cazcanes, los guamares, los zacatecos, los pames y los guachichiles, por mencionar sólo algunos (Powell, 1984: 49).  Asimismo, se hallaban pequeñas comunidades de agricultores (Oasisamérica). Por las características de sus construcciones, “arquitectura de condominio” en los cañones, los españoles los nombraron como indios Pueblo.[8] Ellos defendieron su territorio de los ataques de los indios cazadores recolectores, quienes les robaban periódicamente sus cosechas, así como sus mujeres y niños. Entre este conjunto de depredadores se encontraban los apaches, quienes, para el momento de la conquista del centro de México, tenían ya por lo menos tres siglos de haberse asentado en las actuales entidades de Arizona y Nuevo México, Estados Unidos, provenientes del noroeste de Canadá.[9] Durante el período virreinal, particularmente a lo largo del siglo XVIII, a pesar del avance de los españoles hacia el norte de la Nueva España a base del sistema de misiones, los presidios y poblados defensivos, los reales de minas y las haciendas agrícola-ganaderas[10], los apaches se mantuvieron en calidad de indios enemigos y sus entradas llegaron hasta Durango.[11] Fueron varias las estrategias llevadas a cabo para tratar de dominarlos, las cuales incluyeron -casi siempre dentro de una política defensiva de los españoles-: el sistema de raciones, y la cooperación de los indios amigos o auxiliares.

El mes de julio de 1837 transcurría dentro de una difícil normalidad en Santa Fe de Nuevo México. Desde 1831 los navajos habían atacado amplias zonas del departamento, pero varias campañas punitivas, llevadas a cabo entre 1836 y 1837 gracias a la energía del gobernador y comandante militar Albino Pérez, habían disminuido el ímpetu de las incursiones de esos indios bárbaros (González de la Vara, 2000: 225).[12]

 

Por otra parte, la línea de frontera con los grupos indómitos que incluían apaches y comanches[13] en las postrimerías del virreinato se mantuvo vigente al iniciarse la etapa independiente. Ya para el siglo XIX los apaches se distinguían en chiricahuas (gileños y mogollones) y mezcaleros, quienes ocupaban los estados de Nuevo México, Arizona, Sonora, Chihuahua y Coahuila (González y León, 2000: 170).[14] Es decir, esta vasta región formaba su territorio socio cultural, económico y ritual. Luego de 1848, los asaltos apaches a los poblados no indios continuaron en el norte de la República Mexicana hasta las campañas militares que los eliminaron del panorama étnico nacional.[15]

En el Virreinato del Río de la Plata se había perfilado también una frontera interior. No obstante, se suponía que las posesiones españolas llegaban hasta Tierra del Fuego, debajo de la línea que vinculaba las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Buenos Aires se hallaban los grupos de cazadores recolectores que no se habían dejado domeñar desde bien iniciado el período colonial. A la llegada de los españoles, el poblamiento de la actual Argentina se dio en varias vertientes: por el litoral con la primera y segunda fundación de Buenos Aires, en 1536 y 1580 respectivamente. Las entradas desde el Uruguay, vía Paraguay, a las actuales provincias de Formosa, Santiago del Estero, Misiones y Santa Fe. Desde el Virreinato del Perú bajando en dos líneas que irían por uno y otro lado de la Cordillera de los Andes, una bajando por la Audiencia de Charcas, Alto Perú, hacia la Gobernación de Tucumán siguiendo el corredor natural hacia Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza, y otra que iría por la vertiente occidental de la Cordillera que conectaría la Capitanía General de Chile con la región de Cuyo (actuales provincias de San Juan, Mendoza y San Luis), creando un vínculo ya para fines del siglo XVI con el puerto de Buenos Aires vía Córdoba.[16]


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En lo que se refiere a los grupos indígenas que habitaban el territorio argentino a la llegada de los españoles, tenemos que la parte del centro oeste y noroeste se hallaba integrada al Tawantinsuyu[17], eran pueblos agricultores que fueron sometidos durante la segunda mitad del siglo XV por el Inca, así que cuando Francisco Pizarro eliminó a Atahualpa se produjo un verdadero efecto dominó en la región del Collasuyo por el cual en dos décadas quedaron absorbidos los territorios de ambos lados de la Cordillera: por la vertiente occidental hasta el río Maule, frontera con los araucanos [mapuches] (Chile),  y por la vertiente oriental hasta el Valle de Huentota en la región de Cuyo, frontera con los puelches chiquiyanes (Argentina)[18]. Tanto los araucanos como los puelches chiquiyanes se dedicaban a la caza y recolección, además, practicaban la economía de pillaje, realizaban malocas o malones, es decir, incursiones depredadoras para asaltar a los poblados de los indios agricultores y robarles sus cosechas, mujeres y niños.[19] Obviamente, las distintas parcialidades araucanas [mapuches] podían tener enfrentamientos o malocas entre sí (picunches, pehuenches o huilliches serían ejemplos de estas divisiones al interior del grupo araucano o mapuche), y por su parte los puelches atacaban a otros grupos cazadores vecinos de la parte oriental de la cordillera. Es decir, existían rivalidades interétnicas desde antes de la llegada de los españoles, ésta sería luego aprovechada para crear la división entre indios amigos e indios enemigos. Por otra parte, los araucanos, por el contacto con el Tawantinsuyu empezaron a sembrar la papa, sin embargo, la agricultura siempre fue una actividad secundaria en este tipo de sociedades cazadoras-recolectoras. Durante el período colonial e independiente los indios araucanos realizaban el trueque de las bellas mantas producidas por sus mujeres por el ganado obtenido en los malones realizados en las estancias de los españoles del lado este de la cordillera. Esta actividad económica (el trueque) sería parte importante de su forma de vida.[20] Asimismo, en el territorio argentino había otros grupos cazadores recolectores, por ejemplo, los querandíes de Buenos Aires, los pehuenches del Neuquén, los tehuelches  de la Patagonia, los indios de la Pampa[21], los puelches serranos del Tandil.[22] Más al sur se hallaban los grupos cazadores de la Isla Grande de Tierra del Fuego, los selk’nam mejor conocidos como onas. Al norte se hallaban los grupos de horticultores como los guaraníes, los chiriguanos, y también pueblos cazadores como los del Chaco, particularmente, los guaicurú.[23]

En particular, para este escrito nos abocaremos al estudio de los ranqueles, grupo étnico ubicado al sur de Córdoba que desde el siglo XVIII hasta su posterior desaparición, como consecuencia de la Campaña del Desierto, la campaña militar de exterminio encabezada por el general Julio Argentino Roca, en 1879, se había mantenido libre de toda sujeción por parte de los gobiernos colonial e independiente. Los ranqueles fueron resultado del fenómeno socio cultural conocido como araucanización de la Pampa y la Patagonia argentinas. Es decir, se conformaron como una unidad étnica diferenciada resultado de dicho proceso.

Durante el siglo XVII y XVIII se dio el referido Proceso de Araucanización de la Pampa y Patagonia argentinas. Esto significó que los araucanos (mapuches) del lado chileno cruzaron la cordillera para cazar los animales cimarrones que se había reproducido en la llanura del lado argentino, en el puelmapu (“tierra o territorio del este” de la Cordillera de los Andes). Estos animales (vacas, toros, caballos, yeguas) eran descendientes de los que habían sido abandonados por los españoles cuando fracasó la primera fundación de Buenos Aires (1536-1538). Al principio, los cazaban con lanzas, flechas y boleadoras, tanto los grupos locales como los del lado chileno que se cruzaban; luego, no sólo fueron parte de su dieta o para aprovechar sus cueros curtidos como vestido o construir sus tolderías, de esta forma, se apropiaron culturalmente del caballo y se volvieron magníficos jinetes.[24] La presión ejercida por la presencia española en el lado chileno también fue uno de los factores que aceleraron este proceso. Asimismo, del lado pampeano argentino se conseguía la sal (Salinas Grandes), con la cual se procesaban las carnes y los cueros de los animales sacrificados y se elaboraba el charqui (especie de machaca). El Proceso de Araucanización significó una nueva configuración de los grupos étnicos del lado argentino, ya sea a nivel de alianzas locales e intercordilleranas, la formación de nuevas etnias como la de los ranqueles del sur de Córdoba, la permanente hostilidad interétnica para el caso de otros, y, en particular, el predominio de la lengua araucana (mapuche) sobre el resto de los grupos originales. Autores, como José Bengoa, sugieren que el cruce de la cordillera hacia el lado este formaba parte de un ritual de paso masculino que otorgaba prestigio a los hombres y que formaba parte de un “acto y un rito masculino de larga data” para el siglo XIX. Así, “el viaje al puelmapu para los mapuches del siglo XIX era parte de un ritual de iniciación de los jóvenes guerreros”, al entrar a la pubertad, al mundo adulto, se accedía al status de guerrero o weicháfe (Bengoa, 1987). En el puelmapu se vincularían con distintos grupos de parentesco y aliados, allí se mantendría el sentido de la reciprocidad interétnica al realizarse las malocas o malones (asaltos a poblados y estancias de ganado). El viaje al puelmapu no sólo tendría significados económicos (caza de animales, sal) o militares (desplazamiento por presencia española en la Araucanía), sino culturales (ritual de iniciación de los jóvenes guerreros, reciprocidad,[25] alianzas militares interétnicas por los vínculos de parentesco intercordillerano) (Bello, ob. cit.: 2-5).

Mujeres apache cocinando, 1903. Foto de Edward S. Curtis
Imagen 3. Mujeres apache cocinando, 1903. Foto de Edward S. Curtis.
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En el transcurso de la segunda mitad del siglo XVIII, el gobierno español cambió sus tácticas guerreras para enfrentarse a estos indios rebeldes. Las Reformas Borbónicas se aplicaron en ambos virreinatos, no sólo se transformó el territorio creándose las Provincias Internas (norte de México) y luego el sistema de intendencias (México y Argentina), sino que se procuró una táctica bélica ofensiva para enfrentar a los indios insumisos del norte de México como serían los apaches, y a los del sur argentino, entre ellos distinguimos a los ranqueles. Para el caso mexicano se incluyen las instrucciones giradas por el virrey conde de Gálvez (1785-1786) al comandante general de las Provincias internas, Jacobo Ugarte Loyola, para combatir y controlar a los apaches:

Debería hacerse la guerra a los apaches sin tregua buscándolos en sus rancherías.

Se le debía dar preferencia al empleo del personal en las operaciones dejando por la paz las escoltas, correos impertinentes, ordenanzas no necesarias y custodias particulares.

Se le debía dar mayor atención a la defensa del ganado (Martínez, 1983: 75-76).

 

Según Martínez Caraza, “una de las instrucciones principales era la de fomentar con maña las desavenencias y pleitos entre las diferentes tribus de indios, pero principalmente entre las parcialidades de una misma nación india, e incrementar el odio que tenían las tribus del norte con los apaches”. Asimismo, comenta que se autorizaba la práctica del comercio con los indios, es decir, “peleterías indias por ganado, carne seca, piloncillo, maíz, tabaco, aguardiente, fusiles y municiones, ropa, etcétera”. En las instrucciones del virrey se incluía la de fomentar el consumo de bebidas alcohólicas entre los indígenas: “inclinarlos al uso de aguardiente y mezcal, con objeto de granjearse su voluntad, descubrir sus más profundos secretos, adormecerlos para que atacaran con menor intensidad y constituirles una necesidad que los obligara a reconocer la dependencia de los españoles (ibídem: 77).”

Con respecto a los tratados de paz realizados con los indios rebeldes, lo mismo en México que en Argentina incluían el sistema de raciones. Al iniciarse el proceso de independencia, los avances en cuanto a alianzas y convenios de paz con los indios recién efectuados se perdieron. Eso explica el posterior comportamiento de estos indios en contra de los gobiernos independientes mexicano y argentino, máxime, si se considera que el sistema de raciones se descontinuó por un tiempo.

La vuelta del malón, 1892
Imagen 4. “La vuelta del malón”, 1892. ©Ángel Della Valle
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En las primeras décadas del siglo XIX, tanto México como Argentina, una vez emancipados del yugo colonial, iniciaron sus proyectos de conformación de estados nacionales. Los modelos políticos que se distinguieron serían los de corte centralista y federalista que con el tiempo devinieron en conservadores y liberales para el caso mexicano, y en federalistas y unitarios para el argentino. Las contradicciones de estas dos corrientes afectarían el curso de las relaciones con los grupos indígenas alzados del norte de México y de las llamadas Fronteras Interiores de la Argentina en la parte sur limítrofe con la Pampa y la Patagonia. Los intentos para reducirlos fueron múltiples, llámense colonias militares al norte de México (Nieto, 2002)[26] o la Línea de Alsina, una trinchera que pretendía proteger a la provincia de Buenos Aires de los malones y que para ser construida ocupó la mano de obra de los gauchos argentinos.[27] Se volvió a recurrir al sistema de raciones y la opinión pública, instigada por la prensa,[28] apoyó la medida de terminar con el “problema indio” porque provocaba un gran gasto al erario. Es decir, la sociedad en su conjunto, particularmente los más cercanos a la zona de conflicto, vieron con alivio las medidas adoptadas en las últimas décadas del siglo XIX para resolver esa situación:

“Derrota de apaches. Esta terrible tribu salvaje, ha recibido una nueva y sangrienta derrota que se comunica en este telegrama a la secretaría de Guerra: [...] ‘Ciudadano Secretario de Guerra: El 26 a la madrugada fue batida la banda de ‘Ju’ En el bosque de San Diego. Habiendo muerto 36 indios y tomado 10 prisioneros. Se les quitaron 50 bestias. El resto de la banda se dispersó por la Sierra Madre y ya se les persigue tenazmente. O. Fuero.’ [...]

“Vemos con gusto que ha habido perseverancia en la persecución a los bárbaros y exitamos (sic) al general Fuero a no desmayar y al gobierno a proveerlo de todo género de recursos, a fin de poner fin a esas horribles depredaciones que impiden la colonización y explotación de nuestros ricos estados de la frontera. El Monitor Republicano, 7 de junio de 1882” (González y León, ob. cit.: 197).

Invasión y secuestro, 1994
Imagen 5. “Invasión y secuestro”, 1994. ©Virginia Rivera
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Por otra parte, habría que considerar las presencias financieras extranjeras que dentro de la fase del capitalismo colonialista del siglo XIX había volteado la mirada sobre México y Argentina, es decir, los intereses económicos de las compañías estadounidenses y británicas que una vez resueltos los inconvenientes que significaron las luchas partidarias en México y Argentina, se instalaron en ambos países con el beneplácito de los gobiernos locales. La construcción de las líneas férreas (Scalabrini, 1971)[29] era labor imprescindible para conectar los mercados: México-Estados Unidos de Norteamérica, Argentina-Puerto de Buenos Aires-barcos frigoríficos-Inglaterra. ¿Quiénes significaban un estorbo para esta tarea? Los indios rebeldes del norte de México y los del sur argentino. La limpieza se llevó a cabo de tal forma que este “problema indio” terminó por resolverse. La intención de poblar este desierto, extirpar la barbarie para permitir la entrada de la civilización a través de los migrantes europeos que traerían todas las bondades de la misma, fueron temas discutidos por los políticos mexicanos y argentinos durante el siglo XIX. Los siguientes ejemplos resultan adecuados para apreciar cómo eran mirados estos indios del norte en México y del sur argentino:

Importante remate judicial por W. Paunero. Estancia del Buen Pastor, con magníficos montes y aguadas de vertientes a 24 leguas al norte de San Luis. Uno de los mejores establecimientos inmediato a San Francisco, libre de indios. Y otras propiedades en esta capital a inmediaciones de la estación del ferrocarril trasandino. El Constitucional, Mendoza, Argentina, 12 de febrero de 1878 (Delfín, 2001: 14).

 

Monseñor Cagliero, director de la congregación salesiana establecida en nuestro territorio con benéficos fines, parte con destino a Roma... Conduce consigo aquel prelado siete indios, cinco de ellos hombres y dos mujeres, pertenecientes estas dos últimas y uno de aquellos a la raza patagónica. Los cuatro restantes son de las tribus de Tierra del Fuego. Todos estos indígenas han sido instruidos y llevados a la vida civilizada...Todos los indígenas serán exhibidos en la exposición de Génova, siendo presentados primero al Papa.[30]

 

Querido viejo: hoy remito por diligencia un cajón que harás recoger lo más pronto posible pues el agente de ella no sabe la clase de mercancías que envío. Creo que no pasará mucho tiempo sin que consiga los huesos de toda la familia Catriel. Ya tengo el cráneo del célebre Cipriano y el esqueleto completo de su mujer, y ahora parece que el hermano menor no vivirá mucho tiempo, pues ha sido el jefe de la actual sublevación, habiéndose rendido anteayer. La cabeza de Catriel sigue conmigo, hace un rato que la revisé pero, aunque la he limpiado un poco, sigue siempre con mal olor. Me acompañará al Tandil porque no quiero separarme de esta joya, la que me es bastante envidiada.[31]

 

(...) En Diciembre último tuvo lugar en el Estado de Chihuahua una irrupción de bárbaros; procedentes de las reservaciones americanas, acaudilladas por el indio Victorio. Esos salvajes cometieron sus acostumbradas depredaciones en los pueblos y ranchos que tocaron; y perseguidos tenazmente por fuerzas federales y auxiliares de los Estados de Chihuahua y Coahuila, fueron estrechados de tal modo, que se les obligó a abandonar nuestro territorio, quedando restablecida la tranquilidad pública en la región invadida.[32]

 

De nuevo la guerra contra los salvajes viene a ocupar la atención del gobierno, ayer hemos publicado diversos partes oficiales que prueban cómo ciertas poblaciones de los estados de Chihuahua y Durango tienen que sufrir todavía mucho, por la guerra constante, tenaz y sin cuartel que los bárbaros hacen a todo lo que toca a la civilización (...) se advierte que ya tanto las fuerzas del gobierno general, como las tropas de los gobiernos de los estados, toman mayor empeño en hacer la guerra a los enemigos de la civilización. Nos complace ver cómo se buscan a los mayores grupos o tribus y cómo se les combate hasta exterminarlos, como deber ser, supuesto que por parte de ellos parece que se ha jurado guerra sin tregua, guerra sin cuartel a toda la población, a toda ciudad, que sólo por ser civilizada, es enemiga mortal de esos desdichados, cuya única bandera es la matanza y el pillaje.[33]

 

Este discurso no era privativo de los gobiernos mexicanos y argentinos del siglo XIX, vale la pena incluir el siguiente texto para observar el punto de vista estadounidense en la lucha contra el indio indómito de las praderas “De los 3,700,000 búfalos destruidos entre 1872 y 1874, sólo 150,000 fueron matados por indios. Cuando un grupo de tejanos consternados le preguntaron al General (Philip) Sheridan si no debería hacerse algo para detener a los cazadores blancos y la matanza comercial de búfalos, él respondió: "Que maten, desuellen y vendan hasta que el búfalo haya sido exterminado, pues es la única manera de producir una paz duradera y permitir el avance de la civilización” (Brown, 2004).[34]

¿Qué opinaba la gente de todo esto? Pocos fueron los que se animaron a dar alguna opinión favorable, particularmente en la segunda mitad del siglo XIX, en el caso argentino se encuentra la figura de Lucio V. Mansilla quien no creía que la aniquilación fuera el remedio para el “problema indio”.


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Pero, ¿qué pensaron los indios de toda esta situación? Se proporcionan los siguientes textos para ejemplificar este particular:

Nací en las llanuras donde el viento soplaba libre y no había nada que detuviera la luz del sol. Nací donde no había cercados. Vivía en paz cuando la gente comenzó a hablar mal de mí. Ahora quiero saber quién ordenó mi arresto. Le rezaba a la luz y a la oscuridad, a Dios y al sol, que me dejaran vivir en paz con mi familia. (Palabras de Goyathlay (Geronimo) de los Apaches Chiricahua, 1885) (Ibídem).[35]

Ustedes creen que se han hecho dueños de nuestra tierra y no es cierto. La única manera es andar descalzos.[36]

 

En octubre de 2003 se celebró un Congreso Indígena en la ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Allí se propuso cambiar el nombre de la ciudad de Rauch, en la misma entidad, por el de Arbolito. El general Rauch, durante la Campaña del desierto de 1879, calificaba de anarquistas a los ranqueles y decía que para ahorrar balas mejor degollaba a los indios. El indio ranquel llamado Arbolito fue quien lo mató:

Creemos que generosamente la población de esa ciudad pondrá término al nombre del genocida de los ranqueles y hará justicia a la historia. Empecemos también nosotros a borrar las tristes imágenes que llevan durante generaciones nuestros compatriotas, los indios. El reciente Congreso Indígena de La Plata aprobó la conformación de un Consejo de Ancianos que tendrá a su cargo las negociaciones con las autoridades para la dignidad futura de esos habitantes originarios (Bayer, ob., cit.).

 

A manera de conclusiones

Considero que las guerras de exterminio contra los apaches y ranqueles, específicamente durante la segunda mitad del siglo XIX, transformaron el territorio ritual y económico del norte de México y el de la Pampa y Patagonia argentinas debido a una presión económica del imperialismo estadounidense y británico, es decir, se destruyó un concepto de territorio y se creó otro sobre bases materiales marcadas por el capitalismo. Se pasa de un sentido eminentemente ritual del espacio a un significado de la tierra como propiedad privada.

El discurso civilización versus barbarie imperante a lo largo del siglo XIX que fuera el instrumento a nivel ideológico que evidenciaba la laicización de la política, de la filosofía, la vida cotidiana y las nuevas formas económicas se convirtió en el recurso más efectivo para implantar una nueva manera de concebir el mundo en un sentido material con las reglas económicas en juego: liberalismo económico y propiedad privada. En el proceso de desarticulación y rearticulación de las relaciones sociales preexistentes se torna necesario codificar no sólo el territorio sino también las personas: de razas se pasa a la noción de ciudadanos como un progreso del pasado salvaje al futuro civilizado.

 

Notas:

[1] Se emplearán los términos México, Argentina, mexicano, argentino para señalar de manera práctica el territorio que es el marco espacial de este estudio. Obviamente para el caso mexicano, se debe distinguir la superficie que México tenía antes de 1848. En cuanto a Argentina, se debe identificar la extensión territorial que ésta tenía antes de la Campaña del desierto de 1879 realizada por el general Julio Argentino Roca.

[2] Este dato se refiere a la extensión de la Nueva España en 1804, antes del Tratado Adams-Onís de 1819 por medio del cual España perdió su dominio sobre la Florida. En 1837, luego de los Tratados de Velasco, Texas se separó de México. En febrero de 1848 (firma del Tratado Guadalupe Hidalgo), la República Mexicana fue despojada de 2’400,000 kilómetros cuadrados después de haber perdido la Guerra contra Estados Unidos.

[3] “Provincia” es el modo que se prefiere en Argentina para referirse a lo que en México se usa como “Estado” de la República. Este término se empleaba desde la época colonial tanto en México como en Argentina, pero desde el triunfo liberal en la República Mexicana se impuso el término “Estado” que es el que se ha venido utilizando hasta la fecha.

[4] El autor ofrece un análisis sobre el auge comercial y político del puerto de Buenos Aires.

[5] Véase: Konetzke, 1985: 272; Malamud, 1992: 704-717 y Lynch, 1983 (en particular el capítulo 3, “Revolución contra el Río de la Plata”, pp. 104-144). Enseguida de la Guerra de Independencia se crearon las Provincias Unidas del Sur que incluían a gran parte del antiguo virreinato (salvo el Alto Perú), sin embargo, luego de la separación de Uruguay y Paraguay, es que Argentina empieza perfilar sus límites: por el norte desde Jujuy, Salta, Tucumán siguiendo la Cordillera de los Andes hasta Mendoza; hacia el este abarcando las provincias limítrofes con Paraguay, Brasil y Uruguay como Santiago del Estero, Santa Fe y Buenos Aires; y una frontera sur que unía en línea horizontal a las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza.

[6] Actualmente se distingue para el área estadounidense al Sur y Suroeste (South and Sothwest) en donde se hallaban comunidades de indios cazadores recolectores. Se hace esta aclaración para advertir al lector que Aridoamérica, como la nombrara Paul Kirhhoff, se refiere a la forma que en  México se prefiere para distinguir esta área cultural.

[7] Powell (1984) aclara el significado del término chichimeca, es decir, “perro sucio e incivil” que los españoles aprendieron de los pueblos conquistados por las huestes de Hernán Cortés en el área mesoamericana y con el que se referían a los grupos de cazadores recolectores del norte (p. 48). Sin embargo, en su sentido geográfico denomina como Gran Chichimeca a “la tierra de guerra del siglo XVI, situada entre las dos Sierras Madres y en principio, al sur de una línea trazada entre Durango y Saltillo. En esta zona ocurrió la mayor parte de la lucha, y fue allí donde se determinó la política española para la frontera. “Gran Chichimeca” y “Chichimeca” eran términos más generales (incluían a todas las tierras del norte y a todos los pueblos nómadas)” (pp. 243-244). Se ha puesto en negrita por nuestra parte para señalar esta particularidad.

[8] Para una reconstrucción de esta cultura puede consultarse a Weber (2000), Capítulo I. “Mundos aparte”, pp. 31-51 y capítulo V. “Explotación, disputa y rebelión”, pp. 181-216.

[9] Los apaches y los navajos pertenecían al grupo atapascano del noroeste canadiense. Su migración hacia el sur inició alrededor del año 1000 de nuestra era: “Varios autores sostienen que la emigración de los apaches al sur, hacia los territorios que más tarde se denominarían Colorado y Nuevo México, puede establecerse entre el año 1000 y 1600 d. C.” (Rodríguez, 1998: 86).

[10] Sobre esta forma de avance puede revisarse a Florescano (1973: 43-76) y Powell (ob. cit.), cap. VIII, “Presidios y poblados defensivos”, pp. 149-164.

[11] Véase: Casarrubias (1963), en particular el capítulo XV: “Insurrección del indio Rafael”, pp. 159-170 y Vázquez (2002), artículo periodístico acerca del indio Rafael “destacado apache que sembraba el terror en tierras duranguenses con métodos que más tarde adoptaron quienes se dedicaron a la guerrilla”.

[12] Este autor proporciona una definición de las campañas contra los indios en Nuevo México: “La lógica de la guerra contra los indios bárbaros preveía la participación de los milicianos en dos tipos de acciones: las partidas y las campañas. Las partidas se organizaban en el momento en que se sabía de alguna incursión indígena con los vecinos que estuvieran listos. Su labor era evitar que los bárbaros huyeran con el ganado o con los cautivos que hubieran logrado robar de alguna comunidad. La duración de las partidas era de unos cuantos días en los que rara vez se entablaba combate. Las campañas, por el contrario, involucraban un número mayor de milicianos, requerían de cierta organización y se desarrollaban en el curso de tres semanas a dos meses... El único pago que recibían era una parte del botín que lograran arrebatar a los indios” (p. 248). Nótese cómo el autor utiliza el término indios “bárbaros”.

[13] Comanches o shoshones (Weber, 1988: 132). Según Martha Rodríguez (1998: 89), este grupo habitaba hacia 1700 “en las montañas Rocosas en los estados de Kansas y Colorado. Los españoles los encontraron más tarde en Nuevo México y, a mediados del mismo siglo, se trasladaron hacia las praderas de Texas. Hacia 1750, su presencia en Texas era recurrente”.

[14] En Tejas y Coahuila se distinguía además la parcialidad de los apaches lipanes. Para este particular véase Rodríguez (1995), cap. 2: “Los Lipanes: Apaches del Desierto”, pp. 55-73.

[15] Sobre este último punto pueden consultarse las obras ya citadas de Martha Rodríguez. Asimismo, puede revisarse a González y León (1981: 18-19): “De 1831 a 1856 impusieron tal reino de terror que casi lograron despoblar la región septentrional de Sonora. Para la década de 1850 los apaches amenazaban ya el interior del estado; se tenía la impresión de que Sonora no progresaría mientras los apaches siguieran merodeando a sus anchas”.

[16] En Canal Feijoo (1967), véase en particular: “Viaje al Río de La Plata” de Ulrico Schmidel, pp. 5-14 y “descripción de las Indias” de fray Reginaldo de Lizárraga, pp. 21-40; Ramos Pérez, Demetrio, Capítulo II “La conquista”, II.6.6 “Diego de Rojas a Tucumán”, pp. 186-188, y Mijares, Lucio y Ángel Sánz Tapia, Capítulo III “El desarrollo histórico de las regiones”,  III.2.7 “El Río de La Plata”, pp. 506-510, ambos capítulos en Lucena, 1992; en Rodríguez Agüero (2003), las autoras reflexionan sobre la doble fundación de Mendoza, Provincia de Cuyo, en marzo de 1561 y 28 de marzo de 1562 respectivamente, debido a las diferencias políticas entre el bando de García Hurtado de Mendoza y el de Francisco de Villagra.

[17] Tawantinsuyu es el nombre que recibía el imperio inca al momento de la llegada de Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Comprendía desde el sur de Colombia (provincia de Pasto) hasta el río Maule en Chile y, por el otro lado de la Cordillera de los Andes, pasando por el Collao y el Tucumán, hasta Mendoza, Argentina. Tenía una extensión de 4,300 kilómetros cuya superficie era de casi un millón de kilómetros cuadrados, y de 8 a 15 millones de habitantes. Tenía como eje la Cordillera de los Andes. Se dividía en Chinchasuyu, Condesuyo, Collasuyo y Antisuyo (Conrad y Demarest, 1990: 107-109; Stingl, 1990: 47-48).

[18] En el noroeste argentino quedaron sin ser reducidos los calchaquíes, pertenecientes a la familia diaguita. Si bien éstos habían sido conquistados por el Inca, luego se resistieron a la presencia española. A mediados del siglo XVII fueron dominados finalmente por los españoles lo cual derivó en su posterior desaparición como grupo étnico (Cfr. Lorandi, 1997: 229-297.

[19] El tema del cautiverio y de las cautivas es una constante que, inclusive, se vuelve parte de la cultura norteña mexicana y del centro-sur argentino durante el siglo XIX, considérese para este particular el caso de Lola Casanova y Coyote Iguana en Sonora, o La cautiva de Esteban Echeverría en la Argentina decimonónica. Véase: Operé, 2001 y Delfín, 2003.

[20] Para este particular puede revisarse a Bello (2000). En este artículo, el autor analiza el rol de la mujer mapuche en la elaboración de las mantas y el sistema de trueque de los araucanos del lado chileno con sus amigos y paisanos del lado oriental de la cordillera. Las mantas formaron parte importante de los objetos de intercambio.

[21] Pampa o bamba quiere decir llanura en quechua (Santa Cruz, 1995: 174 y 343). Juan de Garay, hacia 1581, luego de la segunda fundación de Buenos Aires, realizó una excursión a tierra adentro. En ella identificó un grupo indígena de cazadores recolectores a los que llamó pampas por vivir en esa gran llanura (Muñiz, 1931: 65-66).

[22] Sierra del Tandil en la actual provincia de Buenos Aires.

[23] Para un panorama general de los grupos indígenas argentinos en el momento del contacto con los europeos puede consultarse Tarragó (2000).

[24] Sobre el concepto de “Proceso de Araucanización de la Pampa y Patagonia argentinas” y la apropiación del caballo véase: Delfín, 1991: 117-122.

[25] Un ejemplo de reciprocidad entre los indios de ambos lados de la cordillera la podemos encontrar en la costumbre descrita por Lucio V. Mansilla (1993: 460-463), llamada “dar y pedir con vuelta”.

[26] Véase en particular el capítulo 3, “The Indian incursions”. Esta autora analiza la creación de las colonias militares al norte del territorio mexicano luego de la guerra de 1847 desde una doble vertiente: como escudo protector contra posibles incursiones extranjeras (filibusterismo, expansionismo estadounidense) y como línea de defensa contra las entradas de los indios rebeldes (comanches y apaches).

[27] Adolfo Alsina, fue ministro de guerra durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, así en 1875-1876 ideó y llevó a efecto la construcción de una línea de trincheras, fortines, pueblos y la “extensión de las sementeras” para arrebatar territorio a los indios, realizando una “cruzada contra los salvajes”, según expresó ante el Congreso en 1877, puesto que se debía “conseguir que los moradores del desierto acepten, por el rigor o por la templanza, los beneficios que la civilización les ofrece” (Laría, 1979: 88).

[28] Para este particular puede revisarse a Escobar (1993). El autor ofrece las principales noticias acerca del indio en la prensa mexicana decimonónica, en particular, se aprecia el lenguaje con el que la mayoría de los periódicos se refieren a los salvajes y bárbaros indios del norte de México. En el caso argentino se empleaba un lenguaje similar para referirse a los indios indómitos de la Pampa y la Patagonia: “Dominamos al salvaje, y esas ricas tierras, entregadas al cultivo de la agricultura, al asiento de las colonias, a la crianza del ganado, con el andar de los tiempos serán centros de poblaciones cultas y civilizadas, que contribuirán a dar mayor suma de riqueza y de fortaleza a la familia argentina”. El Constitucional, diario mendocino, 31 de diciembre de 1878, citado en Delfín, 2001: 14.

[29] En esta obra el autor narra cómo la construcción del ferrocarril, que inicialmente fuera una empresa argentina, se perdió en manos de los intereses británicos.

[30] Diario Los Andes, Mendoza Argentina, julio de 1892.

[31] Acerca de esta carta el mismo artículo menciona que: “Occidental y cristiano, el perito [Moreno] habla que lleva "mercancías”. Aunque llevaba esos restos al museo, hubiera podido emplear otro idioma, es como si llevara restos de animales antediluvianos” (Bayer, 2003).

[32] Diario de los Debates, 9a. Legislatura Constitucional de la Unión, tomo 4, págs. 25-32, 1° de abril de 1880 (cit. Cárdenas, 2001: 572).

[33]El Monitor Republicano reporta y alaba la guerra contra los apaches, 1882” (cit. González León, ob. cit., p. 277).

[34] Según este artículo, “el General Sheridan también es reconocido como el autor de la vergonzosa frase: Los únicos Indios buenos que he conocido estaban muertos".

[35] (Ibídem)

[36] Palabras de un cacique tehuelche citadas por Casini y Polli, 1989: 3.

 

Bibliografía, fuentes electrónicas y archivo:

Archivo General de la Nación (AGN), México

Colección Fotográfica de Indios de los Estados Fronterizos de México y Estados Unidos (Apaches). (290)

Fecha: 1890-1900

Volumen y soporte: 112 fotografías

Compilador: Filiberto Urbina Cornejo

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Cómo citar este artículo:

DELFÍN GUILLAUMIN, Martha Eugenia, (2018) “La apachería mexicana y los ranqueles argentinos vistos desde una óptica comparativa: la contradicción civilización versus barbarie como forma de discurso político durante el siglo XIX”, Pacarina del Sur [En línea], año 9, núm. 35, abril-junio, 2018. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 18 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1613&catid=6