Identidades étnicas en acción: la etnicidad en las relaciones interculturales entre los triquis y el Estado-Nación

El siguiente artículo desarrolla algunos comentarios sobre la forma que adquieren las relaciones interculturales cuando el Estado-nación promueve la subordinación y exclusión de los pueblos indígenas a través de la enseñanza de un discurso educativo que busca desvalorizar las culturas no occidentales. Se presenta en un ejemplo de cómo la respuesta a esto es la forma en que la etnicidad se desarrolla para hacer frente a este embate del Estado.

Palabras clave: Etnicidad, marginación, interculturalidad, triquis, reconocimiento

 

Introducción

En las fechas en que se escribe el presente texto, está teniendo lugar una situación de injusticia y condena mundial, la masacre del pueblo triqui por parte de sicarios apoyados por el gobierno federal. La masacre implica la muerte de miembros de la comunidad triqui así como miembros de la sociedad civil que solidariamente apoyaban a este pueblo. Pero además la masacre se ejecuta también cuando se evita que los habitantes del pueblo de San Juan Copala, en Oaxaca, reciban ayuda en forma de alimentos y medicamentos que les permita satisfacer sus necesidades inmediatas de alimentación y salud. De igual manera, cuando se impide el acceso a los medios de comunicación para evitar que difundan noticias de la situación de los habitantes en estos momentos para aislar, marginar, ocultar y excluir este suceso de los acontecimientos nacionales, se contribuye a la masacre. Con ese tipo de ataques se busca impedir la organización política del pueblo triqui y sobre todo se busca destruir de manera tajante el ejercicio y futura consolidación de la autonomía que la comunidad de San Juan Copala había construido.

Este ejercicio surge como una reflexión derivada de una investigación que se viene realizando acerca de las identidades étnicas de dos grupos de indígenas en contexto de migrantes urbanos, los kichwas de Otavalo, Ecuador y los triquis de Oaxaca, México. En este caso, el presente artículo se enfoca en la comunidad triqui específicamente. Pretende señalar en una primera parte la manera en que el Estado a través de narraciones históricas oficiales que dan forma al discurso educativo de la historia, nos va formando ideas y formas de explicar el mundo que nos llevan a colocarnos en una posición de superioridad con respecto a otros grupos sociales, desde la cual se ve a los indígenas en un nivel de inferioridad. Colocados en esa situación se critica su organización, su cosmovisión y sobre todo se justifican las prácticas de racismo, exclusión y subordinación de que son objeto. En la segunda parte comentaremos brevemente algunos aspectos de la historia del pueblo triqui enfatizando su lucha contra la subordinación en diferentes momentos. En la tercera parte se pretende reflexionar sobre cómo los comentarios desarrollados en los dos apartados previos son un reflejo de las relaciones interculturales que se desarrollan en México. Finalmente se hablará cómo en las circunstancias actuales se desarrolla la etnicidad de la comunidad triqui como una forma de resistencia al discurso histórico y el embate del Estado.

 

Buscando entre la historia

Para poder entender la manera en que el discurso educativo de la historia se lleva a cabo tomaremos como referentes el relato histórico de tres momentos de la historia nacional que han sido fuertemente anclados en el imaginario colectivo de los habitantes de este país. El periodo mesoamericano, la conquista y la formación del Estado liberal nacional.

 

Mesoamérica

En un primer momento el argumento del discurso educativo en el periodo mesoamericano consiste en considerar a los mexicas como el pueblo fundador de esta nación. Desde esta lógica se han construido y promovido discursos que señalan a este pueblo como el pueblo elegido, el pueblo que a través de estratégicos combates logró imponerse a los otros pueblos, el pueblo que estableció una cosmovisión desde la cual se narra la historia de lo que pasó en Mesoamérica. Desde este relato histórico los mexicas se consideran el pueblo más organizado, sus gobernantes son los más sabios, y su sociedad  es la más justa. Se les considera los constructores de monumentales edificios y formas de explicar el mundo que los lleva a ser vistos como el grupo más avanzado del periodo mesoamericano. Con este comentario no pretendemos desconocer el aporte cultural de los mexicas en la región, sino resaltar que esto lleva implícita una estrategia de acción política, por parte del Estado, que consiste en desconocer la participación de otras comunidades que han formado parte de esta nación desde tiempos antiguos. Es decir la creación de esta nación es sustentada por la unidad y no por la diferencia.


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El resultado de la conquista

Un segundo momento tiene que ver con el proceso de la conquista, después de 500 años de haber tenido lugar dicho proceso y de haber sido dominados por los españoles, parece que todavía seguimos conservando algunos elementos que en ese momento se desarrollaron y que, a pesar de haber pasado tanto tiempo, hoy continúan teniendo trascendencia social.

¿Qué aprendimos de la conquista? Parece que lo que nos ha enseñado el discurso educativo promovido por el Estado, son una serie de referentes inexactos que nos llevaron a asumir una práctica de subordinación, estigmatización y exclusión hacia los diferentes grupos sociales que integran este país.

Si consideramos lo que algunos autores postulan acerca de que fueron los mismos indígenas, de diferentes grupos los que ganaron la lucha contra los mexicas, entonces tenemos que reconocer que la enseñanza errónea que adquirimos fue aceptar que fueron los españoles los que vencieron al pueblo mexica. Con ello no queremos decir que no haya existido una dominación e imposición de elementos españoles o hispanización, en los años posteriores al proceso mencionado, solamente queremos señalar que el proceso de la enseñanza-aprendizaje mantuvo un enfoque distorsionado y que al aceptarlo asumimos una visión equivocada del proceso histórico que nos lleva a aceptar la idea de relación vencedor/vencido que se transforma en superior/inferior y en la que se promueve la valoración negativa del vencido y la valoración positiva del vencedor. Carlos Montemayor menciona que “la conquista no se redujo a las armas: entró en lo profundo de la cultura. Con la educación elemental y la castellanización se propusieron hacer más dóciles a estos pueblos y provocarles la admiración por la cultura española.[2]

A manera de ejemplo podemos mencionar  que algunos de los argumentos utilizados para justificar la invasión y la posterior dominación indígena, se sustentaron en la idea de que los indios no tenían alma, y por ello podían ser explotados y esclavizados. Con esto quiero comentar que al reflexionar sobre esa propuesta encontramos que además de legitimar dichas acciones también se favoreció el desarrollo de un referente mental en donde al relacionar el alma con su contenedor o sea el cuerpo y por lo tanto el color de la piel que es la característica externa más inmediata de ese contenedor, la sociedad colonial se estructuró a partir de las caracterizaciones físicas de las personas, de manera que los grupos blancos estaban ubicados en la cima de la estructura social, la cual estaba sostenida por otros grupos con fenotipos raciales diferentes, que en el caso de México fueron los indígenas y los negros.

Es ese orden de ideas lo que lleva a considerar que la situación de diferencia de los indígenas obliga a colocarlos en un nivel de inferioridad con respecto a los blancos, puesto que al no tener alma y no pertenecer al reino de dios, se les ve como pobres, en el sentido de que carecen de algo, y que necesitan ayuda, sobre todo de los blancos, para tener lo que les falta. Como todo buen cristiano el sentido del deber incluye el de ayudarlos a tener lo que les falta, esto es cristianizarse y occidentalizarse es decir se pretende que sean como los blancos. Con ello se pretende que se encarrilen  para evitar que se salgan del corral o que se descarrilen. Es así que desde esa lógica se les mira como incapaces de pensar en términos occidentales y de organizarse solos. Por si esto no fuera suficiente, la visión de inferioridad que de ellos se tiene, permite justificar la explotación y subordinación de que son objeto. De esta manera notamos que la promoción y difusión de este tipo de ideas, se lleva a cabo a través de un relato histórico manipulado y de herramientas eficaces como el discurso religioso.

Con estos comentarios me interesa señalar que lo que aprendimos de la conquista es que los que se asemejan o acaso se parecen, tanto física como culturalmente, a los blancos son considerados superiores a partir de la idea de que poseen alma-razón y además son vencedores.

 

El Estado liberal.

En el recuento de las ideas mencionadas falta hablar de un grupo que se colocaba entre los blancos, y los indígenas y negros, son los mestizos, que al no ser ni blancos ni indígenas o negros, estaban en medio de ambos niveles, y quienes poseían las características fenotípicas de los segundos y adquirieron el bagaje cultural de los primeros. Con la adquisición de esa cosmovisión, el mestizo se contempla así mismo como semejante al blanco, si bien reconoce diferencias en el color de piel, se siente casi igual al blanco sobre todo porque piensa, ve y explica el mundo como lo hace el blanco. Es esta forma de entender al mestizo lo que lleva a considerarlo como el prototipo ideal de habitante del estado que se crea con la independencia. El mestizo se promueve entonces como el habitante y el gobernante sobre el que se construirá la nación que empieza a formarse, a este respecto dice Federico Navarrete que “los gobernantes mexicanos, en su mayoría criollos y luego mestizos, hispanoparlantes y con una cultura occidental, decidieron que la suya era la única cultura y la única identidad étnica que debía existir en la nación mexicana”.[3] Así durante doscientos años se ha promovido el mestizaje como el proceso que dio lugar a la nación mexicana y la cultura mestiza como la forma de organización que debe procurarse. Si a lo anterior le sumamos que el elemento central promovido en el discurso del estado moderno es la igualdad, a partir de ese discurso se considera que todos los habitantes de este país son o deben ser mestizos y por lo tanto se critica aquellos elementos físicos o culturales que no son como los del mestizo porque atacan la propuesta de la unidad nacional y generan diferencia social.

Algunas ideas de Álvaro Bello plantean que con la constitución del Estado nacional—liberal  y la lógica civilización-barbarie en América Latina se dio lugar a la política de exclusión, discriminación y marginación de las comunidades indígenas. La subordinación y exclusión se expresó en la falta, la ausencia o la anulación de derechos sobre sus bienes. Para otros grupos carentes de tierras la expansión del Estado-nación implicó la incorporación forzada y violenta, al conjunto de la sociedad nacional pero claro, de manera subordinada. Todo este proceso de subordinación indígena se disfrazó con la idea de que “la supresión de derechos indígenas perseguía la igualdad”.[4]

Dentro de este marco de pensamiento las comunidades indígenas y las propuestas de reconocimiento a la diversidad cultural empiezan a ser estigmatizadas desde el discurso educativo caracterizándolas como malas, incivilizadas, incongruentes, peyorativas y una serie de adjetivos mayormente de connotación negativa, en tanto se salen de aquellos límites impuestos por la idea de la nación mexicana.

De esta manera cerramos este apartado señalando que el discurso histórico educativo promovido por el Estado y que se ha construido a través de narraciones históricas, que se ha conformado a partir de creencias sobre lo que debe ser la unidad e identidad nacional, es el sustento de las prácticas de discriminación, subordinación y exclusión que muchos grupos étnicos viven hoy, en los inicios del siglo XXI en México. Un ejemplo de la manera en que estos últimos procesos tienen lugar es el caso de lo que ha pasado y pasa con el pueblo triqui.

 

Breve relación histórica del pueblo Triqui.

Aunque no hay certeza del origen de este grupo, si existen algunos elementos que nos permiten reconocer que los triquis tienen un proceso ancestral de habitar la región que hoy se conoce como la zona triqui, localizada en la parte noroccidental del estado de Oaxaca, colindando con el estado de Guerrero. El trabajo de los investigadores Swadesh y  Longrand[5] sobre la lengua Mixteca y el Otomange nos permiten comentar que a partir del análisis lingüístico podemos encontrar que la  lengua triqui tiene cuando menos algunos milenios de antigüedad y evidentemente también sus hablantes.


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En cuanto a elementos históricos, algunos historiadores hablan de la posibilidad de que sean originarios del lugar que habitan, mientras que otros sugieren que llegaron de otros lados, esto hace también miles de años. En este ejercicio retomamos la idea propuesta por Manuel Martínez Gracida quien menciona que “después de una batalla con el rey que se acampaba en las montañas de Tlaxiaco, en el siglo XIII, huyeron hacia las montañas de Copala”.[6] Esta situación lleva a Cesar Huerta  a suponer que los triquis formaban parte de los grupos mixtecos que al enfrentar los cacicazgos fueron desplazados hacia las partes de la sierra en donde se establecieron.[7] En la revisión de algunos relatos de la historia oral encontramos que hay algunos elementos que apoyan esta propuesta, como lo muestra Díaz, al mencionar que “Santiago González Principal de Chicahuaxtla, cuenta que los triquis vivieron en Monte Alban -que es una ciudad Mixteca-, pero un día un grupo de Guerreros desobedeció al señor de esa ciudad y como castigo fueron expulsados y obligados a emigrar hacia el oeste, donde fundaron inicialmente el pueblo de Nochixtlán, siguiendo Teposcolula, y por último Tlaxiaco. La constante acechanza de los mixtecos los obligó a desplazarse hacia el sureste, continuaron rumbo a la parte baja de la costa oaxaqueña, Teponaxtla hasta Amuzgos. Pero ese lugar estaba infestado de animales ponzoñosos y había poca comida, por lo que tuvieron que buscar refugio en lugares más altos, donde establecieron sus tres centros más importantes Chicahuaxtla, Itunyoso y Copala”.[8] Algunos historiadores como Manuel Martínez Gracida, mencionan que para el siglo XV los pueblos mixtecos y sus vecinos triquis sufrieron el embate del imperialismo azteca. Parece que éste logró vencer a los triquis y hasta exigirles el pago de algunos tributos, así es como plantea que los triquis estuvieron dominados un tiempo por los aztecas.

Lo importante de los comentarios vertidos sobre este periodo es que por un lado podemos señalar que se les reconoce como parte de los grupos que habitaban esa región. Por otro lado notamos que debido a que enfrentan los cacicazgos en diferentes momentos, fueron desplazados hacia las partes altas de la sierra. Este último comentario nos lleva a pensar en las posibles causas que los obligan a enfrentar los cacicazgos, y que pueden ser lo injusto del tributo y el interés de domúsminio, es decir notamos que los triquis no aceptan ser dominados ni explotados.

Con la llegada de los españoles y durante el periodo colonial los triquis pasan por varios momentos en los que tienen que enfrentar situaciones de despojo de sus tierras. Es importante mencionar que durante la colonia algunas comunidades indígenas  pudieron conservar sus tierras. Recordemos que la Corona a través de la República de indios establece leyes que separan a los indígenas de los criollos y españoles, creando los pueblos de indios a los cuales favorecía con la conservación o la dotación de tierras de cultivo, esta distribución de tierras forma parte de las leyes que protegen a los indígenas. Sabemos que la Corona promovía esa protección para garantizar la existencia de mano de obra puesto que para explotarlos era necesario cuidarlos debido a las muertes por epidemias y otras guerras que tuvieron lugar después de la conquista y durante todo el periodo colonial. Los triquis son uno de los grupos que se ven beneficiados con el reconocimiento de sus tierras por parte de la Corona, pero es esa misma tierra la que les fue arrebatada durante el resto del periodo colonial. Hay algunos relatos[9] que muestran cómo durante ese tiempo fueron padeciendo el constante despojo de sus tierras por lo que denuncian y esperan la restitución de las tierras usurpadas y el fin de los despojos, manteniendo el reclamo de una justicia que nunca llega.

De manera que cientos de años después cuando la lucha por la independencia tiene lugar, los triquis se suman a las rebeliones que buscan destruir el sistema de explotación que existía en ese momento y que los españoles habían impuesto. Francisco López Bárcenas menciona que durante la guerra de independencia los triquis son uno de los grupos que participan en la lucha al lado de los caudillos insurgentes, esperando que al terminar la guerra pudieran recuperar sus tierras y tener mejores condiciones de vida. Sin embargo la llegada de la independencia y la creación de un nuevo país no trae de vuelta las tierras arrebatadas, pero si trae un cambio administrativo y  de poder. De manera que ante la previsible continuidad de esas injusticias son los triquis también quienes se levantan contra el nuevo gobierno una vez que se logra la independencia.[10]

Si relacionamos el comentario mencionado con las ideas planteadas en el apartado anterior sobre la importancia de los ideales de unidad e igualdad en la conformación del Estado moderno, encontramos que la sublevación de los triquis adquiere una forma de agresión y confrontación contra ese Estado nacional recién formado, razón por la cual son reprimidos por el ejército federal y los triquis se ven obligados a responder formando lo que se conoce como la guerrilla triqui en un periodo que abarca de 1832 hasta 1851 aproximadamente.

Una vez vencidos los dirigentes y consolidado el Estado nación, la explotación y despojo de tierras en la región triqui continuo  hasta el siglo XX. La introducción de café en la zona produjo un ingreso que atrajo el interés de los grupos mestizos y ladinos que buscaron la manera de quedarse con el beneficio económico de ese producto, apoyados por los gobernantes en turno y los militares que vigilaban la zona. Algunas de las estrategias que promovieron los grupos de acaparadores mestizos y el gobierno federal a través del ejército, fue el enfrentamiento entre los mismos miembros de la comunidad triqui y el abastecimiento ilegal de armas, provocando con ello muertes, rivalidades y divisiones al interior del grupo. De manera que a los intereses por tierras y recursos se le agregan otros de carácter político-organizacional que provocan confrontaciones entre los triquis y favorece a los grupos de mestizos y al Estado federal.[11]

Tenemos entonces que para la segunda mitad del siglo XX los triquis que continúan padeciendo situaciones de explotación, engaño y despojo de sus tierras, sufren además agresiones sistemáticas por parte de los grupos de mestizos y el ejército federal que se ensañan[12] con esta comunidad indígena. De manera entonces que para hacer frente a esa situación de explotación sistemática los triquis vuelven a la lucha pero ahora mediante la movilización social a través de la creación de organizaciones políticas como son El Club en los años 70, El MULT[13] en los años 80, el MULTI[14] en los años 90 y el Municipio Autónomo de San Juan Copala en 2007. La formación de estas organizaciones responde al interés de la comunidad por organizarse políticamente y adquirir herramientas que les ayuden en su lucha por satisfacer sus demandas. La razón de que se hayan formado diferentes organizaciones tiene que ver con la desarticulación que el Estado fue haciendo de cada una a través de asesinatos a dirigentes así como la infiltración y la cooptación por medio de partidos políticos al servicio del Estado.


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Es así, dentro de este contexto de despojo, explotación, represión y organización social para enfrentar los abusos del poder y el despojo, que queremos pasar a comentar la forma que adquieren las relaciones interculturales entre el Estado y las comunidades indígenas en México.

 

Relaciones interculturales. Los triquis y el Estado-nacional.

Lo primero que tenemos que entender es que a principios del siglo XXI la realidad étnica, cultural y social de nuestro país es más diversa. Contrariamente a lo que se proponía respecto a que las culturas indígenas y los grupos étnicos tenderían a desaparecer con imposición y la homogeneización de la cultura mestiza, lo que ha ocurrido es que las expresiones culturales se han diversificado a partir de de la persistencia de elementos culturales y étnicos en el territorio nacional.

También es cierto que a pesar de estas diferencias sigue existiendo una política de homogenización por parte del gobierno federal que promueve constantemente, a través de los medios de comunicación masiva, la idea de la identidad y la unidad nacional del pueblo mestizo. Al mismo tiempo el discurso utilizado en la historia escolar y al que hemos denominado discurso educativo promueve y legitima la condición de subordinados que los indígenas deben tener con respecto a los mestizos. Desde la visión de la cultura mestiza se promueve el señalamiento, la estigmatización, la discriminación y el dominio hacia los sectores indígenas, de forma que las relaciones interétnicas en el país se construyen y manifiestan a partir de una relación dominante-dominado.

En el caso que nos enfocamos, Francisco López Bárcenas plantea[15] que los mecanismos y las herramientas de penetración y dominación que se desarrollaron en la zona triqui fueron a través de las siguientes instituciones y prácticas:

a) La iglesia Católica.

b) El Instituto lingüístico de Verano

c) Instituto Nacional Indigenista

d) Obtención de mano de obra barata y acaparamiento de los productos que siembran.

Ante esto, entendemos que la formación de una organización política como el Club o el MULT responde a una estrategia de lucha para hacer frente a la situación de dominio y explotación de que son objeto por parte del Estado y los demás sectores de la sociedad. Las relevancias de estos tipos de organización es que además de ser indígenas, muestran la apropiación de elementos culturales o políticos del grupo dominante para que, con las mismas herramientas de participación política que el Estado propone, se demande la solución a sus problemas.

Las demandas del Club en su momento fueron: El pueblo elegirá democráticamente a sus autoridades; La unificación en los barrios; Se marcarán definitivamente los linderos de las tierras comunales en base a los documentos existentes; Se formarán cooperativas para comercializar el café y el plátano para evitar el acaparamiento de estos productos y que los beneficios fueran para toda la comunidad. Mientras que las demandas del MULT fueron: Alto a la represión en contra del pueblo Triqui; Libertad incondicional a los presos políticos; Salida de la partida militar en la región; Ejecución de las resoluciones presidenciales que amparan las tierras comunales.

Lo que notamos en estos puntos es que los triquis realizan demandas de justicia, legalidad y de conservación de recursos. Ahora bien, es necesario resaltar que los triquis que luchaban, en un primer momento, para defender sus tierras y recursos naturales han llegado a la actualidad con una lucha que se extiende hasta el reconocimiento de su identidad y el respeto a sus derechos como ciudadanos, de ahí que amparados en el derecho que la ley otorga de elegir su propia forma de gobierno, durante el pasado primero de enero de 2007, 20 de las 36 comunidades triquis decidieron formar el municipio autónomo de San Juan Copala.

La historia del pueblo triqui relata que San Juan Copala tenía la categoría de Municipio pero ésta le fue arrebata en 1948. Dice Francisco López Bárcenas que el argumento que el Estado utilizó para esta acción fue que en el municipio no había autoridad, que aumentaban las pugnas sangrientas y los desórdenes y que por eso se cometían diversos delitos. De manera que años después ante la propuesta indígena de creación del municipio autónomo los argumentos del Estado siguen siendo los mismos demostrando con ello que el reconocimiento del “municipio no era la causa de los problemas, sino el abandono gubernamental, que se mantuvo a pesar de que se suprimieron los municipios triquis”.[16] Con esto entendemos que a la relación intercultural mencionada se deben agregar procesos y mecanismos que reflejan una sutil pero efectiva exclusión social.

 

Etnicidad.

Para los comentarios que haremos a continuación nos basamos en una propuesta realizada por Miguel Bartolomé de acuerdo con su perspectiva sobre la etnicidad, en la que considera que “cuando la identidad de un grupo étnico se configura orgánicamente como expresión de un proyecto social, cultural y/o político que supone la afirmación de lo propio en clara confrontación con lo alterno, nos encontramos en presencia de la etnicidad. La etnicidad se manifiesta entonces como la expresión y afirmación protagónica de una identidad étnica específica”.[17] Desde esta lógica podemos decir que, después de lo expuesto en este ejercicio, entendemos que la participación del pueblo triqui a lo largo de la historia ha sido una expresión de su etnicidad, es decir la lucha por defender sus territorios en confrontación con los grupos dominantes que les quieren quitar sus territorios, los lleva a reafirmar su identidad a través de la organización política, y con ello hacen manifiesta su etnicidad como acción política. La misma organización social que los lleva a formar grupos políticos es reflejo de su etnicidad en el entendido que son proyectos que buscan afirmar al grupo mediante el logro de demandas que permitan darle continuidad a la expresión étnica del mismo. Por lo que si relacionamos este ejemplo con la acción política que otros grupos étnicos están desarrollando, tanto en el ámbito rural como en el urbano y en distintos estados del país, se puede decir que la organización de  las diferentes comunidades étnicas no son sino formas de etnicidad que dan respuesta a la actitud que el Estado mantiene con ellos. De esta manera las relaciones interculturales que tienen lugar en este espacio se enmarcan en una lucha continua entre Estado-nación y sus habitantes.

Apoyados en algunas ideas de Rodolfo Stavenhagen podemos decir que la lucha de los grupos étnicos no es un fenómeno reciente sino que ha formado parte de la constitución misma de los Estados nación y que muchas veces la lucha por el reconocimiento va acompañado de conflictos violentos. Sobre todo porque esta situación presenta una contraparte que consiste en las acciones de los grupos dominantes por conservar su poder, sus privilegios o extender su hegemonía. De aquí entonces que podemos referirnos a las luchas por el reconocimiento cultural y la identidad étnica como conflictos étnicos. Así aunque generalmente se habla de estos conflictos como interétnicos vemos que en la realidad se expresan como la lucha entre grupos étnicos y el Estado nacional, pues como menciona el mismo autor “Casi siempre se trata de enfrentamientos entre grupos étnicos movilizados políticamente y un Estado existente”.[18]

Ahora bien ¿Cuáles son los mecanismos que el Estado utiliza para continuar con su labor de imponerse sobre otras formas de organización social? Por una parte continua ejerciendo la violencia que debido a que en ocasiones es disfrazada ha sido denominada guerra de baja intensidad. A través de grupos paramilitares y en ocasiones con la participación abierta del ejército federal, realiza ataques, asesinatos y destrucción en las comunidades indígenas. Por otra parte continúa promoviendo el discurso  educativo de la historia en la que se hace alusión a la condición de subalterno que tienen estos pueblos. Se apoya además en imágenes (discursivas o gráficas) que los hacen parecer inferiores y que se difunden a través de los medios masivos de comunicación.

Un ejemplo representativo de esto último es, cuando los conductores de programas de radio y televisión, en su papel de actores principales se consideran con autoridad para descalificar los elementos culturales de los grupos étnicos del país, hacen aclaraciones de que los idiomas indígenas no son idiomas sino dialectos, se burlan de los vestidos, los bailes y algunas prácticas tradicionales. Otro ejemplo es que en las telenovelas, programas de gran audiencia en el territorio nacional, la participación de los indígenas es básicamente decorativa pues son considerados para dar realismo a la escenografía o cuando excepcionalmente, tienen alguna participación en la historia narrada solamente es como sirvientes. Con ello aprendemos que los indígenas son revoltosos, son ignorantes y tienen un valor menor que los mestizos.

De esta manera la idea de lo que representa ser indígena en México está sostenida en una abierta práctica de dominación, subordinación, exclusión y marginación social desde las que se construyen las relaciones interculturales que a partir de lo expuesto pasan entonces a dar forma a los conflictos interculturales.

Así enmarcadas en una relación de conflicto con el Estado las luchas de los pueblos indígenas por el respeto a su cultura, a su identidad, a sus territorios son presentadas a la sociedad como actos violentos, como trasgresiones al orden establecido justificando así el ataque mediático y de facto que se les hace, reforzando “la invisibilidad de los pueblos y organizaciones indígenas y el ocultamiento sistemático de sus aportes al desarrollo nacional”.[19]

Ante esto la acción organizada de los grupos étnicos demuestra que no es a través de la violencia que se busca la solución a los conflictos sino a través de la acción política y la organización social. Para muestra un botón, uno de los aspectos importantes de la lucha del pueblo triqui es que es en el ámbito urbano donde ha tenido mayores resultados, sin  uso de armas ni de acciones violentas, sino mediante acciones colectivas como denuncias públicas, marchas y plantones que los llevan a ejercer presión para ser escuchados y que sus demandas sean solucionadas.

Con ello han demostrando que la etnicidad de los pueblos indígenas no se limita a manifestarse en espacios marginados del territorio nacional, que los blancos-mestizos no son los únicos con derecho a actuar en las zonas urbanas y que los pueblos indígenas de México continúan luchando por romper con el aislamiento, la marginación y la exclusión social de que han sido objeto.

Finalmente la lucha de los pueblos indígenas en la ciudad también abre la posibilidad de entender las relaciones interculturales de una manera opuesta a como se han venido construyendo es decir como procesos de respeto e inclusión y sobre todo de reconocimiento a la diversidad cultural que esta nación tiene.

 


Notas:

[1] Estudiante de Doctorado en el posgrado de Estudios Latinoamericanos de la UNAM. El presente artículo forma parte de la investigación doctoral titulada “Globalización e Identidades étnicas en Movimiento en América Latina: Los migrantes Triquis y Kichwas de Otavalo en el D.F., un estudio comparativo”.

[2] Montemayor 2008: 39

[3] Navarrete, 2008: 63

[4] Bello, 2004: 49-50

[5] Swadesh, 1960; Longracre, 1957

[6] Huerta, 1981

[7] Ibíd. p.30

[8] Díaz, 2007

[9] García, 1997

[10] López, 2009

[11] Francisco López Bárcenas menciona en el libro citado que la división interna fue la estrategia del estado para desarticular la lucha organizada del pueblo triqui, desde los años posteriores a la independencia. Sin embargo en este artículo consideramos que esa misma estrategia y ese mismo objetivo es lo que sustenta la lucha interna y el clima de violencia que impera en la zona.

[12] A este respecto véase el trabajo de Gutierre Tibón que describe la historia del teniente Palos y el consecuente bombardeo sobre la población. TIBÓN, Gutierre. Pinotepa nacional. Mixtecos, negros y triques. UNAM, México 1961.

[13] Movimiento de Unificación y Lucha Triqui

[14] Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente

[15] López, 1986

[16] López, 2009:303

[17] Bartolomé, 1997:62

[18] Stavenhagen 200: 7-8

[19] Navarrete, Op.cit, p.175

 

Bibliografía:

Bartolomé, Miguel Alberto, Gente de costumbre y gente de razón, México, Siglo XXI editores, 1997

Bello, Alvaro, Etnicidad y ciudadanía en América Latina. Chile. CEPAL-ONU, 2004

díaz Sarabia, Epifanio, Ni Zi Shan Ma Chuma a. Los Triquis de San Juan Copala. Breve historia y vida. México. MC editores, 2007

García Alcaraz, Agustín, Tinujei. Los triquis de Copala. México. CIESAS, 1997

Tibón, Gutierre, Pinotepa nacional. Mixtecos, negros y triques. México. UNAM,  1961

Huerta Ríos, Cesar, Organización sociopolítica de una minoría nacional: los Triquis de Oaxaca. México. INI, 1981

Longrand, Robert, “Proto-Mixtecan” en International Journal of American Linguistic, vol.23, No. 4, 1957

López Bárcenas, Francisco, Los triquis: un pueblo heroico. México. Universidad Autónoma de Chapingo, 1986

__________, San Juan Copala: dominación política y resistencia popular. De las rebeliones de Hilarión a la formación del municipio autónomo. México. UAM-MC editores, 2009

Montemayor, Carlos, Los pueblos indios de México. Evolución histórica de su concepto y realidad social, México. Ediciones Debolsillo, 2008

Navarrete, Federico, Las relaciones interétnicas en México, México, UNAM, 2008

Stavenhagen, Rodolfo, Conflictos étnicos y Estado nacional, México, Siglo XXI editores, 2000

Swadesh, Morris, “the Oto-Manguean Hypotesis and Macro-Mixtecan” en International Journal of American Linguistic, vol. 26, No. 79, 1960.