La invasión yanqui de 1914 al Puerto de Veracruz, una reseña histórica

The Yankee invasion of 1914 to the port of Veracruz, an historical review

A invasão ianque de 1914, o porto de Veracruz, uma revisão histórica

Martha Eugenia Delfín Guillaumin

Recibido: 13-09-2014 Aceptado: 01-10-2014

 

Al entrar a las calles de Guerrero, Carlos Cruz, Juan Soto y Cortés –es decir, a la zona de tolerancia del Puerto-, los invasores fueron acosados por las prostitutas. La más famosa fue América, quien se plantó una canana y, trepada en las azoteas, se puso a matar gringos. (Martínez Baracs, 1982: 38)

 

Este tema, la invasión yanqui de 1914 al Puerto de Veracruz, me interesa primordialmente puesto que, aunque me crié en el norte del país, mi familia es de origen veracruzano, específicamente de Alvarado y Xalapa, y las historias del puerto las escuchaba desde niña dándome mucha risa, en ese entonces, lo del nombre que le pusieron a uno de los conflictos bélicos a los que se enfrentaron los porteños contra los franceses en 1838 comandados por el contraalmirante Charles Baudin. Me refiero a la Guerra de los Pasteles, la primera intervención gala iniciada en abril de ese año, agudizada en noviembre, y finalizada en marzo de 1839, tiempo durante el cual Antonio López de Santa Anna, nombrado comandante de Veracruz para su defensa, perdería parte de una pierna en una de los enfrentamientos y luego, cuando fue presidente de la República Mexicana en múltiples ocasiones, se le llamaría el 15 uñas por lo delincuente que era. Tal parece que el mes de abril les gustaba a los gobiernos invasores de nuestro país. Digo lo del mes de abril porque en 1914, los marinos estadounidenses hicieron su entrada e invadieron militarmente al Puerto de Veracruz.

            La obra con la que pretendo elaborar esta reseña histórica reflexiva es un libro recientemente publicado para conmemorar la defensa de esta ciudad portuaria: De la intervención diplomática a la invasión armada: México frente a Estados Unidos durante 1914 editado por la SEP, la SEGOB, la Secretaría de Marina (SEMAR), el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) y el Gobierno del Estado de Veracruz, en marzo de este año 2014.

            En dicho texto participan diversos autores, particularmente investigadores que pertenecen al Departamento de Historia, Unidad de Historia y Cultura Naval de la Secretaría de Marina, aunque el prólogo lo hace Patricia Galeana, directora general del INEHRM y la introducción la ofrece el coordinador del posgrado de Historia de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Federico Lazarín Miranda. Pero antes de reflexionar acerca de los capítulos de este libro para tratar de dilucidar a quién dan los autores el papel protagónico de la lucha emancipadora, es decir, a quiénes se reconoce su participación histórica en la defensa de Veracruz en abril de 1914, qué fines políticos tiene este libro, el discurso oficial, la memoria colectiva, las fuentes consultadas, entre otras cosas, creo que es conveniente aportar una semblanza histórica breve, la cual cito a continuación:

Febrero de 1913: Decena Trágica, asesinato de Francisco I. Madero, inicio del gobierno de Victoriano Huerta.

Abril de 1914: Invasión de la marina yanqui del Puerto de Veracruz.

Julio de 1914: Renuncia de Huerta a la presidencia. Inicio del gobierno constitucionalista encabezado por Venustiano Carranza.

Conferencias de Niágara Falls, diplomáticos de Argentina, Brasil y Chile (ABC).

Noviembre de 1914: Salida de los marinos yanquis invasores del Puerto de Veracruz.

Si bien este libro forma parte de un discurso histórico oficial, no debe perderse de vista que los diversos autores, incluyendo obviamente a los que pertenecen a la SEMAR, utilizan términos como invasión o le otorgan un rol preponderante a los ciudadanos civiles que participaron en la defensa del puerto, e, incluso, fueron muertos durante los enfrentamientos. Precisamente, uno de los últimos capítulos es el que se titula “La defensa civil” y en éste se advierte el deseo de otorgar su lugar relevante a los involucrados de los que se ofrecen listas con los nombres de los que se han podido identificar hasta la fecha, porque muchos otros fueron enterrados o incinerados argumentando los marinos yanquis que era para evitar las epidemias.

            Por otra parte, los autores han realizado su pesquisa consultando diversos archivos nacionales y extranjeros, por ejemplo, el Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, el Archivo Histórico de la Secretaría de Marina-Armada de México, el Archivo Histórico Genaro Estada de la Secretaría de Relaciones Exteriores, el Archivo General de la Nación, aparte de los National Archives of Washington, D.C., Estados Unidos, y el Archiv des Auswärtigen Amtes, de Bonn, Alemania. En cuanto a fuentes hemerográficas revisaron periódicos mexicanos, españoles, alemanes y estadounidenses como Excélsior, El Universal, El País (mexicanos), ABC de España, el Kölnische Zeitung (alemán),  The New York Times, The Washington Post, ambos estadounidenses, y el anarquista Regeneración.

            Asimismo, utilizaron los textos de autores renombrados como Friedrich Katz, Alicia Mayer, Berta Ulloa, Isidro Fabela, Gastón García Cantú, Alicia Salmerón, Andrea Martínez Baracs, e incluso el de Edith O’Shaughnessy, esposa de un diplomático estadounidense en el Veracruz de 1914. Otro autor utilizado, testigo de la trama, fue Justino N. Palomares, con su obra La invasión yanqui en 1914. Salvo el de O’Shaughnessy, todos los otros recién nombrados han sido fuertes críticos de la invasión yanqui de 1914 y del entonces presidente Woodrow Wilson.

            Para matizar esta reseña reflexiva me permito citar primero a Palomares, es decir, algunos fragmentos de su libro en el que narra la segunda invasión yanqui del 21 de abril al 23 de noviembre de 1914:

Al presentarse la fuerza invasora en la esquina de Morelos y Emparan, fue recibida por la descarga de un pequeño grupo de voluntarios comandados por el teniente coronel Manuel Contreras, los que pecho a tierra esperaban a la fuerza enemiga en la esquina de Independencia y Emparan. Desde ese momento los invasores rompieron el fuego, cubriendo con sus disparos de fusilaría y ametralladoras toda la trayectoria de las calles que dominaban, y aunque de manera muy débil e intermitente, por falta de jefes y oficiales federales, el fuego continuó incesante.

Cerca de las cinco de la tarde, una fuerza del Utah avanzó sobre la Aduana, acribillando a balazos el caserío comprendido entre el hotel México y el hotel Oriente, desde donde algunos individuos vestidos de paisanos denodadamente trataban de detener su avance, disparándoles con rifles y pistolas. Estos residentes de Veracruz, con un valor a toda prueba, al fin lograron rechazar a la fuerza invasora, en tanto buscaban otros puntos más estratégicos.

[…] ¿Quiénes eran los defensores de la Escuela Naval? ¿Por qué los hombres rubios retrocedían espantados? Desde que se esparció con la velocidad del rayo la noticia de la invasión y desde antes de que se iniciara la lucha en las bocacalles de la ciudad, los estudiantes del edificio aludido (que se negaron a acompañar al flamante general Mass en su huida) formaron trincheras con ropas de cama, colchones y muebles de sus dormitorios, se posesionaron de las azoteas y ventanas de su edificio y, al par que aquellos niños héroes de Chapultepec, se aprestaron a la lucha; no les importaba que en ella murieran si cumplían con un deber, y con su actitud daban a las muchedumbres un alto ejemplo de civismo y de grandeza.

Unas cuantas docenas de muchachos hacían morder el polvo a mil quinientos yanquis y hubieran obligado a diez mil, si el caso se presentara, que al fin era mucho su valor y extrema su ira contra los infames ladrones de pueblos. (Palomares, 1940: 32 y ss.)



            Como De la intervención diplomática a la invasión armada: México frente a Estados Unidos durante 1914 es un libro muy vasto, sin imágenes por cierto, salvo en la portada y la contraportada, pero de 454 páginas, me parece mejor dar ejemplos de esta posición institucional, académica profesional y, presumo, personal, que se entrevé en los autores de esta obra cuyos capítulos son los siguientes:

 

  1. De Díaz a Madero. México encendido

Omar Samuel Palacios Aponte

 

  1. La dictadura huertista y sus políticas navales

Josimar Daniel Rangel González

Mario Oscar Flores López

 

  1. La difícil relación bilateral: México intervenido

Leticia Rivera Cabrieles

José Herón Pedro Couto

 

  1. El incidente de Tampico y los primeros planes de la invasión

Leticia Rivera Cabrieles

José Herón Pedro Couto

 

  1. El desembarco y la ocupación del puerto de Veracruz

Leticia Rivera Cabrieles

José Herón Pedro Couto

 

  1. En defensa de la patria: el caso de la Escuela Naval Militar

Leticia Rivera Cabrieles

José Herón Pedro Couto

 

  1. La defensa civil

María Eugenia Rodríguez Ávila

 

  1. Carranza, los Estados Unidos y la evacuación de Veracruz

Ángel Amador Martínez

 

            Si bien en el prólogo del libro la doctora Patricia Galeana ofrece una semblanza de cada capítulo, creo oportuno, como ya lo mencioné, citar algunos fragmentos capitulares para mostrar la manera en la que los respectivos autores ofrecen sus datos y consideraciones al respecto.

            En el primer capítulo se analiza en especial el propósito que tanto Porfirio Díaz como Francisco I. Madero, respectivamente, tuvieron por modernizar a la marina armada y, asimismo, fortalecer el comercio marítimo, lo que a su juicio redundaría en un mayor desarrollo para la Nación. Al describir los sucesos acaecidos durante la Decena Trágica en febrero de 1913 que dio fin a la vida del presidente Madero, se contempla el papel nefasto desempeñado por el embajador Henry Lane Wilson, que apoyó al desequilibrado general Victoriano Huerta en su golpe de Estado.

Manifestarse a favor de la disolución del movimiento de la revolución e instaurar su gobierno democratizador desde las instituciones porfirianas le proporcionaron poco margen de error al presidente Madero. Las presiones diplomáticas, las tensiones sociales y la crítica severa de la prensa hacia el primer mandatario, convirtieron al régimen maderista por demás complicado; así, en medio del caos que él mismo desató con la rebelión de 1910, Madero se vio imposibilitado para restaurar la paz y el orden en la nación y para llevar a cabo sus reformas políticas, en la que se tenía en cuenta la reorganización de las fuerzas armadas. (Palacios Aponte, 2014: 61)

En el segundo capítulo, que versa sobre la dictadura huertista y las políticas navales, se aprecia nuevamente el énfasis que se hace sobre la historia de la marina mexicana considerando que la fundación formal de la Secretaría de Marina – Armada de México se da en 1941 ya que antes, particularmente en 1914, era el Departamento de Marina que estaba subordinado a la Secretaría de Estado y al Despacho de Guerra y Marina. En este apartado aparece esta información que trata acerca del uso del petróleo, como combustible, en los albores de la primera gran guerra mundial:

…la administración huertista trató de implementar varios cambios en los métodos para obtener recursos. El primero fue la promoción de medidas como la de gravar la exportación de distintos productos, tales como el oro, las bebidas alcohólicas y el petróleo, del que cabe mencionar se convertiría en una fuente rica de capitales, ya que la Primera Guerra Mundial lo convirtió en un recurso estratégico de primer orden para las flotas de las potencias en guerra. Así, por ejemplo, en julio de 1913, Winston Churchill, el primer lord del Almirantazgo británico, anunció que la flota real utilizaría petróleo en vez de carbón; se suponía que la compañía anglo-mexicana El Águila surtiría en su mayor parte las necesidades británicas. (Rangel González y Flores López, 2014: 71)

Leticia Rivera Cabrieles y José Herón Pedro Couto, en el capítulo 3, “La difícil relación bilateral: México intervenido”, analizan las relaciones gubernamentales internacionales adversas entre el usurpador Huerta y el presidente estadounidense Wilson, quien, con el pretexto de que en Tampico se había ofendido a ochos marinos estadounidenses y el próximo arribo del carguero alemán Ipiranga con un cargamento de armas, dispuso la invasión el Puerto de Veracruz en abril de 1914.

Más tarde, los conflictos internos que ocurrieron durante el gobierno de Madero, condujeron a una incisiva injerencia de Washington que contribuyó al golpe de Estado y magnicidio del presidente mexicano en febrero de 1913. Finalmente durante el gobierno del presidente Woodrow Wilson, éste se negó rotundamente a reconocer el mandato de Huerta con el argumento de que el presidente mexicano representaba todo lo malo de Latinoamérica, además de que lo responsabilizaba de la tragedia del 22 de febrero [el asesinato de Madero y Pino Suárez]. A pesar de que Wilson enarboló la bandera de “no intervención”, lo hizo finalmente y de la manera más burda, ya que para inicios de 1914, la relación entre ambos países se había estancado, encontrando en el incidente de Tampico, el pretexto para la invasión. (2014: 195)

Estos mismos investigadores son autores de los capítulos 4, 5 y 6 de este libro del que hago la reseña. Me permito citar algunos fragmentos de ellos para brindar una vista de sus datos y reflexiones al respecto, es decir, sobre las asimétricas relaciones de los servicios de inteligencia de México y los Estados Unidos; la forma siniestra en la que el presidente Woodrow Wilson ordenó con total impunidad la invasión del Puerto de Veracruz; la tradición ultrajosa de invasión armada que desde la primera mitad del siglo XIX ha asolado a México por parte del gobierno estadounidense y sus intereses políticos y económicos imperialistas;  la toma de la Escuela Naval como un trofeo de guerra y que había sido defendida por los cadetes adolescentes y jóvenes, que llegó a incluir pareceres al respecto por parte del obrero, escritor y en ese momento corresponsal del semanario Collier’s, The National Weekly, Jack London[i] que cubría las noticias con sus reportajes sobre la invasión estadounidense de 1914 y que a pesar de ser simpatizante con la causa revolucionaria mexicana por su postura socialista, llegó a escribir con cierto tono sarcástico, según Rangel González y Flores López, sobre la defensa de la Escuela Naval por esos púberes. Lo que para Adriana Díaz Enciso es una contradicción tumultuosa de sus pareceres políticos hacia México.

Una muestra de las asimétricas relaciones entre México y Estados Unidos fue la muy diferente dimensión de los servicios de inteligencia de ambos países en esa época. Desde el inicio de la Revolución mexicana, los Estados Unidos, además de su inmensa embajada en la Ciudad de México y su extenso cuerpo consular, mantuvo innumerables agencias de inteligencia que desarrollaron labores de espionaje en México. Estas agencias incluían el Departamento de Inteligencia Militar, el FBI, el Departamento del Tesoro y otras de menor importancia. Frecuentemente los miembros de esas representaciones tuvieron éxito al incluir en sus nóminas a altos funcionarios mexicanos y, así, fueron informados confidencialmente de todo lo que estaba sucediendo en México. (2014: 222)

Al terminar su discurso [el 20 de abril de 1914 frente al Congreso], expresó que las medidas propuestas podían ser proyectadas pacíficamente. Pero en caso de que el conflicto armado llegara a ocurrir, se debería combatir al general  Huerta y a los que lo siguieran. Las palabras de Wilson fueron recibidas con una ovación cerrada. A pesar de ello, hubo críticas como la del senador republicano Henry Cabot Lodge quien opinó que los agravios mexicanos eran demasiado endebles para apoyar una intervención armada. Un argumento que también se dejó sentir con mucha insistencia fue la tesis cada vez más generalizada, de que Wilson quería la guerra contra un individuo llamado Victoriano Huerta por un odio personal. (2014: 248)

Lo ocurrido el 21 y 22 de abril de 1914 en el puerto de Veracruz fue consecuencia de una conjugación de factores que se combinaron para perpetrar una vez más una invasión injusta. El imperialismo, la integración económica de México a Estados Unidos, la inestabilidad interna del país por la guerra civil, fueron parte de la causa; a ella se sumó la concepción moral del presidente Wilson y los intereses económicos de sus hombres de empresa, lo cual era el reflejo de una doctrina elaborada por más de un siglo. Todos ellos fueron factores determinantes en la invasión.

Este conflicto vino a cerrar la última etapa que Estados Unidos había emprendido para consolidar de forma definitiva su poderío continental. Las invasiones de Haití, Santo Domingo, Cuba y Nicaragua fueron un ejemplo flagrante. Además, la invasión a México fue una muestra del impresionante poderío naval que había adquirido Estados Unidos, pero también fue la prueba más vistosa, después de la guerra de 1846-1848, de la forma violenta como intervenía en los asuntos mexicanos, ultrajando no sólo la soberanía nacional, sino también el derecho de México a conducir su propio destino. (2014: 304)

Los norteamericanos se mostraron admirados del heroísmo de los cadetes de la Escuela Naval, nunca creyeron que unos jóvenes, casi niños, lucharan con gran denuedo por defender el punto más expuesto a los disparos de la artillería de sus barcos. El respeto que tenían, se  tradujo en el hecho de que dejaron el edificio en el mismo estado en que resultó después del combate. Para ellos, la toma de la Escuela Naval fue su más preciado trofeo de guerra.

Casi todo el exterior del inmueble estaba señalado por las bombas disparadas por los barcos de guerra, con especial énfasis del Prairie, que fue el que dejó apuntando sobre la Escuela Naval sus formidables bocas de fuego. (2014: 344)

Otro relato, de Jack London, un tanto sarcástico, sobre el ataque de artillería, dice: Solamente hombres muy tontos o muy temerarios, carentes por completo de conocimientos sobre los armamentos modernos, pudieron haber disparado sobre nuestros marines y marineros desde la Escuela Naval. Allí cerca, estaba el Chester. Cuando dispararon por primera vez contra nuestros hombres, el Chester entró en acción durante cinco caldeados minutos. Ningún contribuyente americano que hubiera visto la manera como los proyectiles del  Chester destrozaron las ventanas de los pisos superiores, volvería a protestar por el dinero invertido los últimos años en prácticas de tiro. (2014: 345)

Portada del número de mayo de 1914, de semanario estadunidense Collier’s, The National Weekly que envió a Jack London al puerto de Veracruz.
Portada del número de mayo de 1914, de semanario estadunidense Collier’s, The National Weekly que envió a Jack London al puerto de Veracruz.

María Eugenia Rodríguez Ávila es la autora del séptimo capítulo, “La defensa civil”, y proporciona una semblanza muy interesante sobre la participación de los lugareños civiles en la defensa del puerto veracruzano contra la invasión yanqui. El arrojo y la manera con que se enfrentaron dichos ciudadanos dan fe de su entereza patriótica. Utilizando la información que brindan las fuentes hemerográficas y las obras de autores como Andrea Martínez Baracs o Gastón García Cantú hacen comentarios acerca de los defensores civiles que incluyen obreros del muelle y la aduana, vendedores, carpinteros, civiles apostados en las azoteas, visitantes de otras lugares cercanos, presos de San Juan de Ulúa, las prostitutas que para mí se asemejan a Bola de Sebo, el personaje de Guy de Maupassant en su escrito que versa sobre la guerra franco prusiana de 1870 – 1871, una prostituta que demostraba verdadero valor y coraje en la defensa de su país frente a los invasores germanos.

También reflexiona sobre los extranjeros, particularmente los españoles, que radicaban en el puerto veracruzano y que se sumaron a la lucha para defenderla contra la intervención yanqui, así como sobre el papel loable de los miembros de la Cruz Roja Española y de la Cruz Blanca Neutral para atender a los heridos.

 

MUERTOS Y HERIDOS EL DÍA 23

Apolinar Mata, civil: Eligio Mectelo, italiano; Luis Carmona, Mercedes Colín, Félix Bautista, Félix Artega, civiles y otros ignorados.

El número de bajas por nuestra parte, ascendieron a 230, entre muertos y heridos; los del enemigo pasaron de ochocientos, cantidad que se supo por la revista que pasaron a sus tropas después de los combates. (2014: 409)

El capítulo 8, escrito por Ángel Amador Martínez, versa sobre la manera como se logró la salida de los invasores estadounidenses del puerto de Veracruz en noviembre de 1914. Particularmente señala el fracaso de las conferencias de Niágara Falls con las que el presidente estadounidense intentó solucionar las diferencias con México solicitando la ayuda de diplomáticos de Argentina, Brasil y Chile (ABC), pero que no condujeron a nada por la ausencia de los representantes del general Huerta y de los constitucionalistas encabezados por Venustiano Carranza. Apunta que la solución se dio luego de la batalla de Zacatecas el 23 de junio  de 1914 en la que ganaron las fuerzas constitucionalistas contra las tropas huertistas que provocó la renuncia de Huerta a la presidencia que había usurpado tras el asesinato de Madero.

Después de la invasión norteamericana, en abril de 1914, los habitantes del puerto de Veracruz fueron sometidos a una administración bajo el mando estadounidense. Por un lapso de siete meses, México sufrió la violación de su soberanía y el gobierno estadounidense intimidó al general Victoriano Huerta para que renunciara a la presidencia; los norteamericanos lograron izar su bandera en el puerto, y bajo las órdenes de proclamas y reglamentos, el pueblo jarocho soportó las nuevas disposiciones, entre ellas, el respeto laboral de los empleados mexicanos que trabajaban prestando sus servicios administrativos en el puerto. Los norteamericanos implementaron una ley marcial y un gobierno civil bajo el mando de las fuerzas de ocupación, para así mantener el control del puerto. (Amador Martínez, 2014: 437)

Para concluir este escrito me permito observar que quienes revisen este libro, De la intervención diplomática a la invasión armada: México frente a Estados Unidos durante 1914, podrán encontrar elementos para hacer una reflexión sobre cómo intervienen los Estados Unidos contra los gobiernos presidenciales de Díaz, Madero y Huerta por diversos motivos políticos y económicos. En este sentido se manifiesta igualmente la competencia estadounidense con otras naciones como Alemania y Gran Bretaña por el petróleo mexicano. Asimismo, la información y análisis del frustrado arribo del carguero Ipiranga con el cargamento de armas que había encargado Huerta, considerando el papel de la naviera alemana en ese asunto porque supuestamente no eran las suyas de las flotas prohibidas por el gobierno estadounidense. El conflicto orquestado en Tampico y la falta de diplomacia con la insolente propuesta de hacer salvas sólo a la bandera yanqui. Las opiniones de Justino N. Palomaresexpresadas en su obra citada en varios capítulos del libro acerca de los marines yanquis y sus groserías como el hacer gritar hurra a los presos mexicanos en San Juan de Ulúa en honor al presidente Wilson.

            Afortunadamente no fueron censurados en la obra los fragmentos que me permití incluir en esta reseña. En fin, es un texto que acumula información para continuar meditando sobre nuestra historia, la real, la imaginaria, la oficial, la diplomática, la política, la económica, la del pueblo, la de los intelectuales, la de todos…



Notas:

[i] “Jack London fue corresponsal de guerra en el puerto de Veracruz,” Periódico La Jornada, sábado 25 de enero de 2014, p. 6, http://www.jornada.unam.mx/2014/01/25/cultura/a06n1cul  (Consultado el 6 de septiembre de 2014).

 

Fuentes consultadas:

AAVV, De la intervención diplomática a la invasión armada: México frente a Estados Unidos durante 1914, SEP, SEGOB, SEMAR, INEHRM, Gobierno del Estado de Veracruz, 2014.

Díaz Enciso, Adriana, “Jack London: Reportero de guerra en Veracruz”, http://www.milenio.com/cultura/Jack-London-Reportero-guerra-Veracruz-Adriana_Diaz_Enciso-Laberinto_0_292170795.html (Consultado el 6 de septiembre de 2014).

“Jack London fue corresponsal de guerra en el puerto de Veracruz,” Periódico La Jornada, sábado 25 de enero de 2014, p. 6,

http://www.jornada.unam.mx/2014/01/25/cultura/a06n1cul  (Consultado el 6 de septiembre de 2014).

Martínez Baracs, Andrea, La intervención norteamericana. Veracruz, 1914, Colección Memoria y olvido: Imágenes de México Nº XI, México, SEP-Martín Casillas Editores, 1982.

Palomares, Justino N., La invasión yanqui en 1914, Prólogo de Juan Sánchez Azcona, México, sin pie de imprenta, 1940.

 

Cómo citar este artículo:

DELFÍN GUILLAUMIN, Martha Eugenia, (2014) “La invasión yanqui de 1914 al Puerto de Veracruz, una reseña histórica”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 21, octubre-diciembre, 2014. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1042&catid=9