Cuando José Carlos Mariátegui retorna al Perú, en marzo de 1923, después de haber vivido intensamente la efervescencia social europea, encuentra en Lima -según él mismo lo manifiesta- un proletariado que carece de un aparato de prensa propio, de calidad y con filiación ideológica que le permite seguir el curso de los movimientos sociales europeos. En cambio, las agencias de información reaccionarias trataban de desorientar y desalentar al proletariado, desacreditando a los partidos y a los hombres de la revolución. En el plano universitario, los maestros conservadores y burgueses continuaban manteniendo el monopolio ideológico en la universidad y eran incapaces de apasionarse por las ideas de transformación que agitaban el mundo. Por último, faltaban grupos socialistas y sindicalistas -dueños de instrumentos de cultura popular- que motivaran al pueblo por el estudio de la crisis y que estuvieran al día con la nueva literatura revolucionaria surgida en la Post Guerra.

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