... ¡Y se los tragó el Chaco!”: El pozo, de Augusto Céspedes (metáfora de una “guerra estúpida” entre Bolivia y Paraguay)

Analizamos el conflicto conocido como Guerra del Chaco a través de la obre del escritor Augusto Céspedes. Mostramos la relación existente entre la geografía, los antecedentes históricos de la Guerra del Chaco, y la Guerra misma, con la compleja configuración poética del relato del narrador-autor, por cuanto producto de un gran escritor. Sin olvidar, por ello, que con esto Augusto Céspedes testimonia metafóricamente lo absurda, por no decir estúpida, que fue esta confrontación de dos pueblos que se han venido desangrando desde la Colonia.

Palabras clave: El pozo, El Chaco, Bolivia, Paraguay, Guerra estúpida

¡Se los tragó la selva! dice la frase final de La vorágine
de José Eustasio Rivera. La exclamación es algo más
que la lápida de Arturo Cova y sus compañeros
:
podría ser el comentario a un largo siglo
de novelas latinoamericanas
:
se los tragó la montaña, se los tragó la pampa,
se los tragó la mina, se los tragó el río
.
Carlos Fuentes,
La nueva novela hispanoamericana

Enciende el cigarrillo, hermano muerto,
en las Pálidas llamas de este infierno
.
Augusto Céspedes
“Terciana Muda”

 

Resulta fundamental de señalar de entrada que el 27 de abril del 2009, 74 años después de finalizada la Guerra del Chaco (1932-1935), los presidentes Evo Morales de Bolivia y Fernando Lugo de Paraguay firmaron en Buenos Aires el acuerdo definitivo de límites territoriales del Chaco Boreal. El acto se realizó en la Casa Rosada, en presencia de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, previa aceptación por parte de sus respectivos cancilleres del “Acta de cumplimiento y ejecución” del Tratado de paz, amistad y límites entre Bolivia y Paraguay de 1938. Hecho histórico que se convierte en la memoria final de la demarcación de la frontera entre ambos países, dando por cumplido con ello el tratado de paz.[1]


http://www.paises-america.com


http://www.visitinglatinamerica.com

Siendo esto así, que mejor homenaje para festejar que este tratado, que analizar “El pozo”, cuento de uno de los mejores escritores bolivianos, Augusto Céspedes (1904-1997), conocido por sus amigos con el sobrenombre del “Chueco”, a quien Augusto Rosa Bastos, el excelente escritor paraguayo, admiró por su libro de cuentos: Sangre de Mestizos, al cual pertenece el texto aquí en estudio, por considerarlo “una joya insuperable de la literatura de posguerra”.[2] Mas este homenaje se amplifica aún más cuando se tiene presente, por un lado, que Céspedes configuró algunos de los mejores escritos del periodismo nacional boliviano, los cuales fueron reunidos en sus Crónicas Heroicas de una Guerra Estúpida (1975), y por otro, que, tanto este como Roa Bastos, cada uno desde su país natal, relatarán, como dice Eduardo Galeano, “la patética epopeya”. Al respecto, este fundamental crítico argentino escribió:

Están en guerra Bolivia y el Paraguay. Los dos pueblos más pobres de América del Sur, lo que no tienen mar, los más vencidos y despojados, se aniquilan mutuamente por un pedazo de mapa. Escondidas entre los pliegues de ambas banderas, la Standard Oil Company y la Royal Dutch Shell disputan el posible petróleo del Chaco. Metidos en la guerra, paraguayos y bolivianos están obligados a odiarse en nombre de una tierra que no aman, que nadie ama: el Chaco es un desierto gris, habitado por espinas y serpientes, sin un pájaro cantor ni una huella de gente. Todo tiene sed en este mundo de espanto. Las mariposas se apiñan, desesperadas, sobre las pocas gotas de agua. Los bolivianos vienen de la heladera al horno: han sido arrancados de las cumbres de los Andes y arrojados a estos calcinados matorrales. Aquí mueren de bala, pero más mueren de sed…[3]

Mas justamente todo lo anterior nos conduce, inevitablemente, como requisito previo a la comprensión del cuento, a tener que dar una breve reseña de los que fue la Guerra del Chaco y sus posibles antecedentes, así como aclarar algunas referencias geográficas.

Dicho en breve, la región central sudamericana conocida como Gran Chaco se divide de norte a sur en tres regiones: Chaco Boreal, Chaco Central y Chaco Austral. El primero ubicado básicamente entre Bolivia y Paraguay (véase apéndice), y los otros dos, en Argentina.


http://www.nssl.noaa.gov

El área disputada por ambos países poseía una extensión de aproximadamente 455,000 km², la cual, hasta fines de la década de los treinta, había permanecido en su mayoría casi despoblada y sin explorar. Tanto así, que apenas en 1931, el General ruso Belaieff, investigador y explorador que estaba al servicio del gobierno de Paraguay, descubrió el lago que allí existe, al cual los indios llamaban Laguna Pitiantuta, y que los bolivianos nombraron durante la Guerra del Chaco como Laguna Chuquisaca, nombre con el que se le conoce actualmente.

De hecho, esa región está cubierta por matorrales copiosos y árboles como el quebracho, y el potencial para la agricultura tradicional es muy pobre, ya que la mayor parte del año el clima es caliente y seco. Además, es sede de una impresionante variedad de serpientes venenosas e insectos portadores de enfermedades. De aquí que el agua dulce sea sumamente escasa en sus zonas centrales, razón por la cual los pocos pozos y lagos en la región adoptaron una importancia central estratégica en las campañas de la guerra.


La Guerra del Chaco http://www.laguia2000.com

Sin embargo, durante el invierno hay una temporada de lluvia de corta duración, en la que los pocos caminos, que son senderos polvorientos durante la mayor parte del año, se convierten en ciénagas intransitables. Todo este puede constatarse al leer el texto aquí en estudio.

Ahora bien, las controversias sobre la soberanía del Chaco Boreal comenzaron con la ambigüedad con la que la Corona España trazó los límites administrativos en su imperio colonial. Esto tendría sus consecuencias desde la independencia del Paraguay en 1811, pues casi de inmediato se hicieron sentir las presiones portuguesas por anexarse el territorio de la nueva república. A raíz de esto, el nuevo gobierno paraguayo comenzó de inmediato la construcción de fortalezas sobre el río Paraguay para contener el avance de los bandeirantes, mercenarios al servicio de la corona de Portugal.

Por su parte, Bolivia, desde su independencia en 1825, intentó hacer valer su derecho a partir del criterio del uti possidetis iure de 1810. Sin embargo España también había otorgado en tiempos coloniales jurisdicción al cabildo de Asunción del Paraguay en la región hasta los ríos Parapetí y Yaurú, por lo que evidentemente se traslapaban los reclamos bolivianos y paraguayos en la región.


Laguna Chuquisaca o Laguna Pitiantuta.  http://www.geocities.com

Posteriormente, los dos bandos beligerantes tuvieron una serie de conflictos, donde ambos sufrieron grandes pérdidas. El primero de ellos se presentó al finalizar la Guerra de la Triple Alianza en 1870. Paraguay reclamaba como límite noroccidental en el Chaco Boreal el del Yaurú o, en el caso mínimo, al río Negro que desembocaba aguas arriba de la Bahía Negra, que eran los límites del Virreinato del Río de la Plata con el Brasil Portugués a inicios del siglo XIX. Para esto, durante esta guerra (1865-1870), Paraguay perdió un tercio del territorio, al enfrentarse a las fuerzas aliadas de Brasil, Argentina y Uruguay. Finalizada la guerra de la Triple Alianza, Paraguay y Argentina acordaron someter la disputa del territorio chaqueño boreal a arbitraje, con propósito de evitar un reinicio de las hostilidades. Fue elegido árbitro el entonces presidente de los Estados Unidos, quien el 23 de noviembre de 1878 falló a favor de Paraguay. Sin embargo, de inmediato Bolivia anunció su desacuerdo con el fallo, iniciándose así una larga batalla diplomática.

El segundo de ellos fue la Guerra del Pacífico (1879-1883) entre Perú, Chile y Bolivia, en la que este perdió su litoral y el acceso al Océano Pacífico. Después de ceder el territorio a Chile, Bolivia buscó un acceso al océano. El río Paraguay, que linda con el Chaco al este, es un río profundo y accesible a barcos que navegan el océano. Mas, para obtener completo acceso al mismo, necesitaba apoderarse del Chaco. El único problema era que los paraguayos habían llegado primero. Lo poco de ocupación y explotación que se había logrado en el Chaco fue llevada a cabo por Paraguay durante la década de los años veinte. Hacia esas fechas llegó a Asunción un grupo de inmigrantes menonitas a los que el gobierno paraguayo otorgó en 1928 territorios para colonizar en plena región chaqueña; de manera que la ocupación civil también daba inicio. Además, los paraguayos administraban algunas operaciones de tala de árboles, y habían construido locomotoras de trocha angosta hasta áreas centrales del Chaco Boreal para enviar los troncos al río Paraguay.

Finalmente, tras la Guerra del Acre, Bolivia firmó con Brasil el Tratado de Petrópolis (1903). En tal tratado, el primero cedía el territorio del Acre al segundo, y éste reconocía que el Chaco Boreal era una posesión boliviana.

Pero aquí no acaba todo, desde mediados del siglo XIX y principios del siglo XX se firmaron varios tratados entre Paraguay y Bolivia, en los que la mediación de otros países limítrofes buscó evitar el conflicto armado. Sin embargo, ninguno de ellos cobró efectos duraderos, ya que no lograron armonizar los intereses de ambos firmantes.


Proyectos de tratados. http://generalyegros.com

Paralelamente a las conversaciones diplomáticas, Bolivia comenzó en 1905 a asentar pequeños destacamentos, llamados “fortines”, en la zona disputada del Chaco, siguiendo la margen norte del río Pilcomayo, y por otro lado hacia el río Paraguay, buscando control de las escasas fuentes de agua dulce del Chaco. La reacción paraguaya se hizo esperar, entre otras razones, por la inestable situación del país. Sujeto desde 1904 a una sucesión de golpes de estado, revoluciones y guerras civiles, las cuestiones territoriales ocuparon un segundo plano respecto al ordenamiento institucional. Con todo, durante la década de los años 1920, Bolivia y Paraguay fortificaron sus fuerzas armadas.

Entre 1927 y 1928, técnicos de la compañía estadounidense Standard Oil, con sede central en Nueva Jersey, descubrieron petróleo en la zona occidental del Chaco, en las estribaciones andinas. Comenzó a sospecharse que los yacimientos se extendían hacia el este, ya en territorio paraguayo, donde los derechos de exploración eran propiedad de la Royal Dutch Shell, compañía holandesa. Mas con esto volvió a cobrar importancia el tema de la salida al mar de Bolivia, dado que, de no contar con ella, la única manera de exportar el crudo sería a través de la Argentina. De manera que si Bolivia contaba con una salida (aunque fuese indirecta) al Atlántico, el control de la exportación del petróleo quedaba en sus manos y en las norteamericanas, en detrimento de los intereses británicos y de sus aliados en el establecimiento argentino.


Soldados Paraguayos


Soldados Bolivianos
http://peru005.googlepages.com/0133.htm

En 1931, en Bolivia resultó electo Daniel Salamanca, partidario de un nacionalismo orgulloso y agresivo, ansioso de sepultar en el olvido el poco brillante pasado militar de su patria, mientras que en Paraguay, el presidente Eusebio Ayala tuvo que adoptar una posición firme por presión de sus mandos militares. De tal forma que hacia fines de 1931 empezó una carrera armamentística entre los dos países. Para esto, En 1928, tropas paraguayas tomaron el fortín boliviano Vanguardia, matando a seis soldados, mediante violenta acción de caballería. Después de incendiar el fortín se retiraron. La reacción boliviana no se dejó esperar. Tomaron, en represalia, el fortín paraguayo Boquerón, en represalia. La Sociedad de Naciones declaró a Paraguay “país agresor”, obligándole a reconstruir el fortín boliviano, a cambio del abandono de Boquerón por la parte boliviana.

De manera que para julio de 1932 se inician los conflictos armados entre los dos países, conocida como la Guerra del Chaco, si bien Paraguay declara la guerra a Bolivia hasta el 10 de mayo de 1933. Las hostilidades continúan hasta 1935,

Durante el conflicto se dieron muchas batallas sangrientas, entre las que vale la pena mencionar la de Boquerón, la de Aguarica, la de Alihuatá, de Campo Jordán, de Campo Grande, de Nanawa, de la Cañada Strongest, la de El Carmen, la del Kilómetro 7, la de Picuiba, la de Carandaití, la de Villamontes, entre otras. Y entre estas, la más heroica fue del Fortín Boquerón, en el que una decena de mal armados combatientes bolivianos, al mando del Coronel Manuel Marzana, resiste durante meses el ataque del Ejército Paraguayo liderado por el Coronel Félix Estigarribia.


Héctor Barrero Quintanilla (centro) Héroe del Chaco muerto en fortín Bullo el 10 de agosto de 1933,
incorporado en el regimiento 111 quinta  compañía de ametralladoras, quedaron sus restos
en el campo de batalla cubiertos con la sangre tricolor.
http://www.editorialbitacora.com/armagedon/chaco/chaco.htm

Cabe señalar al respecto que Augusto Céspedes[4] estuvo en el frente gran parte de la contienda como corresponsal del Universal, de donde saldrán los artículos de sus Crónicas Heroicas de una Guerra Estúpida (Céspedes, 1975).

Sin embargo, en el cuento de Céspedes, “El pozo” (1936), si bien varios de los personajes participan en algunas de dichas batallas, estas nunca aparecen de manera directa. De hecho, estos terminan en el hospital y pasan a formar parte de las líneas de zapadores, es decir, de aquellos que se encargan de abrir caminos, zanjas, puentes, etc., en el cual participa el propio narrador y escritor del Diario: Miguel Navajo. Con todo, las fechas manifestadas aquí, dejan entrever que detrás de ellas están presentes dichas contiendas, aunque de manera siempre de manera indirecta. Si bien esto se complementa con algunas de las pocas alusiones que hace al respecto los propios personajes al conversa entre ellos, o en los comentarios directos que expresa el narrador.

Mas para entender mejor todo lo anterior, vale la pena dar una breve síntesis de lo que allí acontece. Para ello retomaremos lo que nos dice al respecto uno de los críticos que han hablado del cuento, lo cual nos permitirá ver hasta dónde se ha llegado en su lectura y si es posible agregar algún aspecto novedoso. Me refiero concretamente a Helio Vera, importante escritor, periodista, abogado y profesor universitario paraguayo. He aquí lo que nos menciona:

El cuento “El Pozo” [. . .] es la reproducción del supuesto diario del suboficial boliviano Miguel Navajas, internado en el hospital de Tarairí, con avitaminosis beribérica. Narrado en primera persona, es Navajas quien relata, día a día, la historia de la excavación de un pozo. El relato se desarrolla a lo largo de casi todo 1933. Sobre la tormenta del odio, la sed es el personaje omnipresente, silencioso y letal, alimentada por el calor, fantasma transparente volcado de bruces sobre el monte. La sed es el mismo tormento que abruma a bolivianos y paraguayos, esta vez oprimiendo a un pequeño destacamento de zapadores, al Norte de Platanillos. El hallazgo es un pozo, abierto quién sabe cuándo ni por quién. La orden es profundizar sus cinco metros hasta llegar al líquido vital. Los zapadores cavan, día a día, y el pozo se va ahondando. El hallazgo de barro despierta un soplo de esperanza. Pero más abajo sólo hay más tierra seca. Tierra, tierra, espesa tierra que aprieta sus puños con la muda cohesión que la asfixia. Veinte metros. Treinta metros. El pozo niega el agua, pero va adquiriendo sobre ellos una personalidad inquietante, imponiendo su vasta y oscura presencia que se dirige verticalmente hacia las ignotas entrañas del planeta. Cuarenta metros. Los hombres son cada vez menos hombres y más gusanos, encerrados en la sombría caverna. En el pozo no hay guerra, ni tampoco hay vida: sólo una oscuridad percutida por los golpes de pico. No hay día ni noche, y sólo un perímetro redondo donde los zapadores arañan el vientre del monstruo. En algún momento, la profundidad comienza a producir delirios. Cuarenta y cinco metros. El agua se repliega hacia el centro ígneo del planeta, escurriéndose de los desesperados zapadores. ¿Qué importa ahora la guerra? El único mundo es este sitio, cilíndrico, negro, mudo. Los hombres se desmayan, víctimas de la asfixia. Su realidad ya no es la superficie, donde está ocurriendo una guerra, sino ese extraño pozo, cuya tierra se va apoderando de ellos, cubriéndolos de pies a cabeza En siete meses de trabajo y delirio, no se ha logrado encontrar nada. El pozo es irrefutablemente estéril. Y aquí comienza una comedia de equivocaciones. Los paraguayos, al recibir la noticia de que el enemigo tenía un pozo, atacan rabiosamente, para apoderarse de él. Hay un combate. Trece muertos, en total, para ambos bandos. Cinco horas de combate por un pozo vacío. Muertes inútiles, sin sentido, por una excavación igualmente inútil, pero que ha adquirido consistencia metafísica, apoderando de la conciencia de todos. Pero ahora que se ha confirmado su sequedad, el pozo servirá para algo: de sepultura. Los cadáveres son arrojados al fondo. Y, sobre ellos, se ordena echar tierra, para tapar el agujero. Terrible símbolo de esta guerra, cuyos protagonistas son la sed y el calor, el sufrimiento y el delirio, mucho más que las disputas de los hombres sobre mapas y coordenadas. La tierra termina devorando a combatientes de ambos ejércitos, en la quietud irremediable de la muerte. Al final, uno parece que no está leyendo el diario del suboficial Navajas, sino la burlona relación de un pozo, cuyo único ojo mira inútilmente al cielo.[5]


La Fortaleza de Boquerón. Fortín y trincheras. http://hispanismo.org/hispanoamerica

Indudablemente, lo que Vera nos menciona tiene un enorme carácter poético, que continúa las líneas del propio Céspedes. Sin embargo, hay muchas cosas que se dejan de percibir desde esta perspectiva que vale la pena hacer notar.

De entrada, el narrador relata, desde le presente, su estado actual: lleva 50 días recluido en el Hospital de Tarairí, como si estuviera frente a nosotros y nos explicara la situación en la que se encuentra, así como el tiempo que estuvo en campana: 2 años y medio, con lo que se coligue que nos encontramos a principios de 1935. A partir de aquí nos aclara que, a pesar de tener avitaminosis beribérica (falta de vitamina B1, que trae como consecuencia parálisis, pérdida de reflejos e insuficiencia cardiaca), de haber recibido una balazo en las costillas el año anterior (1934), y del acceso de paludismo dos años más atrás (1933) —si bien esto se menciona al final del texto—, no ha podido lograr que los médicos lo liberen y lo envíen de regreso a su ciudad natal: La Paz. Dada la situación, se aburre y como no tiene nada que leer “durante las cálidas horas de este infierno”, se pone a releer su Diario.

Cabe señalar, entre paréntesis, que es muy curioso que este en dicho hospital, puesto que, según se sabe, allí se da el “Milagro de Tarairí”, el cual posteriormente incluso será llevado a la pantalla grande, que sostiene que el pueblo fue masacrado por los pilas, es decir, por los paraguayos o guaranís, al decir del narrador, dejando en ruinas la iglesia, en la cual se encontraba un Cristo que no sufrió ningún daño, a pesar del ataque de las ametralladoras y los bombardeos.

Mas es a partir de aquí que las cosas se complican, puesto que nos comenta a renglón seguido que “enhebrando páginas distintas, he exprimido de ese Diario la historia de un pozo que está ahora en poder de los paraguayos”, puesto que con ello, no sólo nos indica el motivo de la narración, el pozo, sino que además, se convierte en “compilador” de su propio texto y, a su vez en escritor del mismo, rompiendo con la primer imagen de que él nos estaba relatando las cosas de manera oral y desde el presente.


En los campos de Boqueron: soldado boliviano del regimiento constituido por estudiantes al
mando del Mayor Lairana que fue totalmente diezmado en el camino de Boqueron a Yucra,
durante una sorpresa, en diez minutos de combate, pereciendo 250 estudiantes.
http://foro.loquo.com

Pero las cosas se complican todavía más en el siguiente párrafo, ya que dice: “Para mí ese pozo es siempre nuestro, acaso por lo mucho que nos hizo agonizar. En su contorno y en su fondo se escenificó un drama terrible en dos actos: el primero en la perforación y el segundo en la cima. Ved lo que dicen esas páginas”, pues es ahora evidente que no se trata de un texto realista, por cuanto no refleja, ni la realidad, ni el sentido de la misma, como muchos críticos mencionan, como tampoco se trata de un cuento epistolar, en el sentido tradicional del término, ya que el diario fue espulgado y se nos muestran sólo partes de él. Pero no sólo eso, sino que nos involucra como lectores, informándonos de manera indirecta que tendremos que dejar de ser lectores pasivos, como supuestamente debíamos serlo al leer las obras del siglo XIX y principios del XX, es decir, dejándonos llevar por la supuesta realidad que allí se nos mostraba, para convertirnos en lectores activos, puesto que habrá que rellenar las “lagunas” que su Diario nos sugiera. Para esto, no está de más observa que veamos y no que oigamos o leamos lo que su texto nos expresa y representa.

Es evidente que todo esto resulta sumamente impactante para un cuento boliviano y latinoamericano escrito, digamos, en 1935 y publicado en 1936, puesto que esto no sólo lo acerca a los narradores más modernos de la época, es decir, a Joyce y a Proust, entre otros, sino que obliga a leer la Guerra del Chaco de otra manera muy distinta: no se trata de ver los acontecimientos que ocurrieron durante la misma, es decir, de leer una crónica de los hechos, sino a contemplar una metáfora de esa heroica guerra estúpida que estaba por terminar, si consideramos al narrador que lo relata, o que ya había concluido, si tomamos en cuenta al escritor Miguel Navajo, que los escribe posteriormente, de acuerdo con los designios del autor, es decir, de Augusto Céspedes.


Están bien uniformados y no fueron requisados por la tropa, tal vez por escasez de tiempo, porque
debía seguirse adelante en persecución del enemigo o por el peligro, pues cayeron en “campo de nadie”
mientras se disputaba el terreno que tantos muertos y heridos costó a ambos combatientes. [. . .].
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Pasemos pues, con esta visión a ver lo que el Diario nos presenta. Y allí también encontramos muestras de esta forma poética de configurar el texto, pues, si seguimos las fechas y los comentarios que allí aparecen, además de lo limitados de algunos de ellos, puesto que se reduce a uno o dos líneas, tal el caso del comentario del 29 de junio: “Hoy se ha desmayado Chacón y ha salido, izado en una lúgubre ascensión de ahorcado”, en un caso no siguen la linealidad necesaria en este tipo de textos, puesto que primero aparece el 20 de febrero, con dos líneas, y después el 18 de este mismo mes, con dos líneas también. Pero no sólo eso, sino que el texto está dividido en tres partes, señalas por romanos, si bien la primera no aparece en cuanto tal. Así, esta correspondería a la explicación primera del narrador-autor de febrero de 1936, a dos párrafos del Diario que, además de no tener fecha, corresponden a dos momentos temporales distintos: a saber, el primero entre septiembre y noviembre de 1932, y el segundo a diciembre de 1932 o enero de 1933, y al periodo  que va del 17 de enero al 2 marzo de 1933; la segunda, que va del 2 de marzo, repitiendo la última fecha, al 1 de octubre; mientras que la tercera sólo tiene una fecha: el 7 de diciembre, cuando se encuentra en el Hospital Platanillos, con un acceso de paludismo, lugar cercano adonde comienza la primera parte del Diario, si bien durante el transcurso del tiempo se van moviendo cada vez más hacia el norte.

Pero aquí vale la pena hacer otro paréntesis, puesto que nos ayudará a confirma nuestra idea de que se trata de una metáfora viva. Resulta que el lugar donde comienza y termina este texto, Platanillos, tiene un valor simbólico bastante interesante: como se sabe, la Heliconia rostrata o patujú es la flor nacional de Bolivia, a la cual también se le conoce con los nombres de ave del paraíso, muela de langosta o platanillo, flor que tiene por característica protegen las fuentes de agua, a sabiendas que en el cuento lo que hay todo el tiempo es exceso de calor y falta de agua, además de que son los Colibríes los que polinizan a las especies rojas, amarillas, rosas y naranjas (¿los bolivianos?), en tanto que los murciélagos quienes los hacen con las verdes (¿los paraguayos?). Y esto justamente nos da una posible explicación al hecho de que termine (o inicie) en el hospital de Tarairí, lugar donde el Cristo, a pesar de estar crucificado, no sufre ningún dado, tal como le acontece a él como narrador, ya que esto le permite escribir esta historia, desdoblándose en primero en creador del Diario, después en narrador, posteriormente en “compilador” mismo, y finalmente en autor del texto que leemos.[6] Por supuesto, esta metáfora, de ser revisada con el cuidado que se merece, seguramente nos llevaría a encontrar muchas nuevas significaciones y, sin duda, mucho más profundas, tanto social como culturalmente, puesto que también se podría leer como la de un país pueblo que, pesar de haber sido sacrificado tantas veces, sigue adelante en busca de su bienestar.

Pero hay otro detalle que termina de confirmar lo dicho. Si el que narra es un simple suboficial boliviano que se dedica a formar parte del grupo de los zapadores, ¿cómo es posible que escriba de manera en forma tan poética? Escuchemos y veamos lo que escribe, por ejemplo, el 25 de enero:

Otra vez el calor. Otra vez este flamear invisible, seco, que se pega a los cuerpos. Me parece que debería abrirse una ventana en alguna parte para que entrase el aire. El cielo es una enorme piedra debajo de la que está encerrado el sol. [. . .]

El suelo, sin la cohesión de la humedad, asciende como la muerte blanca envolviendo los troncos con su abrazo de polvo, empañando la red de sombra deshilachada por el ancho torrente del sol. La refracción solar hace vibrar en ondas el aire sobre el perfil del pajonal próximo, tieso y pálido como un cadáver.

Postrados, distensos, permanecemos invadidos por el sopor de la fiebre cotidiana, sumidos en el tibio desmayo que aserrucha el chirrido de las cigarras, interminable como el tiempo. El calor, fantasma transparente volcado de bruces sobre el monte, ronca en el clamor de las cigarras. Estos insectos pueblan todo el bosque donde extienden su taller invisible y misterioso con millones de ruedecillas, martinetes y sirenas cuyo funcionamiento aturde la atmósfera en leguas y leguas.[7]


Fortín Arce. Un herido paraguayo de Saavedra evacuado a retaguardia y muerto en la Sanidad.
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Pero demos un último paso y pasemos someramente a ver lo que allí está aconteciendo. Y allí observamos que se trata una vez más de una metáfora viva, pues al ir siguiendo el absurdo de la vida de los personajes, que se decían a cavar un pozo sin sentido, que al final la única utilidad que tendrá será la de servirles de tumba, se percibe con gran claridad que el autor-narrador, y por tanto el escritor, quiere darnos a entender, como lo hace Mariano Azuela, en Los de abajo, que finalmente la Guerra del Chaco no fue realmente un guerra, puesto que así como estos caminan en círculo para termina donde empezaron, si bien ahora muertos, sin haber sabido jamás que fue y para qué sirvió la Revolución mexicana, aquellos batallaban una batalla tras otra, casi siempre en el mismo lugar, y más que luchar por el terreno del que iban finalmente a ser despojados, en el caso de los bolivianos, o de aquellos que iba a obtener un gran terregal, los paraguayos, todos lo hacían más bien, primero, en búsqueda de agua para poder sobrevivir, y después, ya simplemente por simple inercia, puesto que ni el supuesto petróleo del que iban en pos los grandes poderes imperialistas existía. Como dice el propio Miguel Navajo el día 7 de diciembre, fecha en que se combate en Boquerón, batalla en la que se cambia la posición de los bolivianos de la ofensiva a la defensiva, y en la que el Diario se termina:

A las 6 de la mañana se rasgó el monte, mordido por las ametralladoras. [. . .]

Armé con los sucios fusiles a mis zapadores y los desplegué en línea de tiradores. [. . .] Dos ráfagas de ametralladoras abrieron grietas de hachazos en el palobobo. Creció el tiroteo de los pilas y se oía en medio de las detonaciones su alarido salvaje, concentrándose la furia del ataque sobre el pozo. Pero nosotros no cedíamos un metro, defendiéndolo ¡COMO SI REALMENTE TUVIESE AGUA!

Los cañonazos partieron la tierra, las ráfagas de metralla hendieron cráneos y pechos, pero no abandonamos el pozo, en cinco horas de combate.

A las 12 se hizo un silencio vibrante. Los pilas se habían ido. Entonces recogimos los muertos. Los pilas habían dejado cinco y entre los ocho nuestros estaban el Cosñi, Pedraza, Irusta y Chacón, con los pechos desnudos, mostrando los dientes siempre cubiertos de tierra. [. . .]

Arrastrados los trece cadáveres hasta el borde fueron pausadamente empujados al hueco, donde vencidos por la gravedad daban un lento volteo y desaparecían, engullidos por la sombra. [. . .].[8]

Esto se termina de anudar en el Diario del 4 de septiembre: “¿Acabará esto algún día?. . . Ya no se cava para encontrar agua, sino por cumplir un designio fatal, un propósito inescrutable. Los días de mis soldados se insumen en la vorágine de la concavidad luctuosa que les lleva ciegos, por delante de su esotérico crecimiento sordo, atornillándoles a la tierra”.[9] De manera que así como la selva se traga a Cova y a sus acompañantes, así como la bola camina sin sentido hasta morir en manos de los federales, los cavadores de pozo finalmente son tragados por el Chaco, dejando a una Bolivia y a un Paraguay que todavía hoy recienten un pasado histórico tan cruel y despiadado como el que han venido vivido a través de los siglos.

 


Notas:

[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_del_Chaco

[2] “Entrevista a Roa Bastos: ‘Palabras de un hombre de América’”, en www.nuevoperiodismopuntocom.blogspot.com/2008/04/entrevista-augusto-roa-bastos-ii.html

[3] Galeano, 1986:113-114.

[4] (Cochabamba, 1904 - La Paz, 1997). Narrador, cronista y ensayista boliviano cuya obra, a pesar de su carácter imaginativo y a veces satírico, profundiza en la realidad histórica de su país. Ha sido catalogado como uno de los escritores de la etapa de "la revolución latinoamericana", como J. Vasconcelos y M. L. Guzmán. / Estudió derecho y en 1934 participó en la guerra del Chaco. Fue diputado y embajador y publicó su primer libro en 1936, Sangre de mestizos, un clásico del cuento donde expone las claves de su narrativa: el equilibrio entre la sátira hiperbólica, la concisión, el absurdo que emana de la propia realidad y la mordaz crítica social, pues describió las fuertes diferencias raciales radicalizadas por la guerra. / En uno de sus cuentos antológicos, El diputado mudo, desarrolla una prosa desmesurada que anticipa el realismo mágico que aún no había surgido en América, a través de la cual describe los mecanismos del gobierno de su país: dos diputados (uno locuaz y el otro mustio) le sirven para mostrar cómo opera el Parlamento de su país. El pozo, uno de sus cuentos más célebres, refiere un episodio de la guerra del Chaco: es uno de los relatos más conocidos de la literatura boliviana y de América Latina en general, por su parquedad y tragedia mesurada, y está escrito en forma de diario.

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/cespedes_augusto.htm

[5] Helio Vera, “Cuentos del Chaco”, en:

www.heliovera.com/heliovera.php?id=cuentoschaco&pagina=8&emp=56

[6] Algo similar, si bien con las complicaciones del caso, acontece en El Periquillo Sarniento, de Fernández de Lizardi. Véase al respecto: Francisco Xavier Solé Zapatero, “El diálogo entre el fin de una época y el inicio de otra. Historia y ficción en El Periquillo Sarniento”, de José Joaquín Fernández de Lizardi”, en Memorias del Simposio “Hacia el Bicentenario de las Independencia Antiguo Estado de México”, Facultad de Humanidades y Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de México, El Colegio Mexiquense, A.C., y Gobierno del Estado de México, Toluca, México, 2007, pp. 141-150 (en CD). ISBN: 970-757-016-4.

[7] Céspedes, 2004

[8] Ídem.

[9] Ídem.

 

Bibliografía:

  • Céspedes, Augusto (2004), “El pozo”, en Sangre de mestizos, Relatos de la Guerra del Chaco, Montevideo, Uruguay, Capibara Editorial. [http://www.tierralejana.com/docs/po zo.htm]
  • __________, (1975), Crónicas heroicas de una guerra estúpida, Chile, Librería Editorial Juventud.
  • Galeano, Eduardo (1986), “La guerra del Chaco”, en Memoria del fuego, 3. El siglo del viento, Editorial Siglo XXI.

 

[div2 class="highlight1"]Cómo citar este artículo:

SOLÉ ZAPATERO Francisco Xavier, (2012) “... ¡Y se los tragó el Chaco!”: El pozo, de Augusto Céspedes (metáfora de una “guerra estúpida” entre Bolivia y Paraguay)”, Pacarina del Sur [En línea], año 3, núm. 12, julio-septiembre, 2012. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=493&catid=9[/div2]