Venezuela - Estados Unidos: Factores Geopolíticos de la Confrontación

Venezuela-United States: Geopolitical Factors of Confrontation

Venezuela-USA: fatores geopolíticos do confronto

José Miguel Candia [1]

RECIBIDO: 09-05-2014 ACEPTADO: 16-06-2014

 

Marco general del conflicto

La relación bilateral entre Venezuela y los Estados Unidos ocupa, en el espacio de las políticas regionales, un lugar inusual si se lo estudia a la luz de los antecedentes de ambas naciones, desde que se formalizó el reconocimiento mutuo y se establecieron relaciones diplomáticas, hasta nuestros días. Hay que remontarse a las peores épocas de la guerra fría para encontrar cierto paralelismo. Alcanza con mencionar algunos casos especialmente dolorosos para los países de la región, recordemos la prepotencia y el hostigamiento contra  Guatemala en épocas del presidente Jacobo Arbenz, el bloqueo e intento de invasión contra el régimen revolucionario cubano, la intervención militar a la República Dominicana en 1965 o las maniobras de sabotaje y descarada desestabilización del gobierno del presidente Allende en Chile durante el período 1970-73. En este mismo tono de conspiración y sabotaje se manejó el Departamento de Estado contra la Nicaragua sandinista de principios de los ochenta.

En el marco de la disputa Este-Oeste resultaban comprensibles las maniobras de cerco diplomático, restricción del comercio y todas las formas, más o menos encubiertas, de espionaje y presión de carácter militar. Desde esta perspectiva puede resultar un tanto fuera de tiempos la virulencia discursiva y las manifestaciones de desconfianza mutua que alimentan la relación bilateral desde que en enero de 1999, asumió el gobierno de su país el presidente Hugo Chávez.

Para hacer comprensible el tema se requiere una aproximación que incluya distintas variables. Por un fenómeno de resonancia mediática las expresiones discursivas ocupan un lugar relevante, desde los años setenta no se escuchaba un tono tan frontalmente “anti-yanky” como el que acostumbra a usar el régimen chavista.  Aunque los gobiernos estadounidenses han actualizado la retórica oficial para referirse a sus enemigos, el Departamento de Estado y la comunidad de inteligencia del gobierno norteamericano, suelen incluir conceptos que recuerdan los años más duros de la política exterior norteamericana. Al referirse a Venezuela, lo hacen en términos que, usualmente estaban reservados para descalificar al gobierno cubano o fundamentar preocupaciones en materia de seguridad y producción de armamentos con regímenes que para Estados Unidos son – o fueron en otro momento - francamente hostiles (Irak, Afganistán, Corea del Norte, Irán)


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En principio hay que señalar que el referente ideológico de la revolución bolivariana es la exaltación del legado político de los héroes de la independencia, en particular del prócer Simón Bolívar. El añadido posterior del enunciado acerca del “socialismo del siglo XXI” no pasa, por el momento, de ser una consigna destinada a englobar el conjunto de las políticas sociales del gobierno y enfatizar la distribución equitativa de los ingresos.

Las definiciones referidas a los programas públicos resultan relativamente similares en los gobiernos de Evo Morales, José Mujica, Dilma Rousseff, Cristina Kirchner, Rafael Correa y Nicolás Maduro y sobre este aspecto, es oportuno señalar, que en ninguno de los casos nacionales mencionados, se propone el abandono de la economía de mercado, la supresión de la propiedad privada o la estatización de las actividades económicas sustantivas. Tal vez los aspectos de mayor disenso entre los postulados neoliberales que promueven las potencias industrializadas y los organismos financieros internacionales, y las políticas de gobierno que impulsan los nuevos regímenes progresistas, radica en el manejo de algunos instrumentos clave en materia de administración de ciertos aspectos macroeconómicos. Entre otras variables, la crítica conservadora golpea con especial dureza, sobre las decisiones que se toman con respecto a cuestiones como: fijación de precios “controlados” para los productos y servicios básicos, incremento del gasto público,  expansión de la seguridad social y  defensa del empleo y del poder adquisitivo del salario. Existe, sin dudas, cierta heterodoxia en la administración de estas variables macro-económicas, aspectos ultra-sensibles para el credo neoliberal que se expandió a partir de 1990.

 

El Sur también existe

Si en el espacio de confrontación que generan las diferencias surgidas por la aplicación de algunas medidas de gobierno, las críticas y cuestionamientos al “populismo” parecen salvarse por la vía diplomática - o ser resueltas con reclamos relativamente amistosos cuando se afecta el patrimonio de alguna empresa extranjera - es necesario indagar en el ámbito regional, la fuente de preocupación del gobierno estadounidense. Y en efecto, hay tendencias en la economía mundial y de manera particular, en el papel cada vez más dinámico de los países del “Sur”,  que pueden alterar las grandes líneas estratégicas que la política exterior estadounidense se ha fijado para los próximos años. Sobre este tema conviene revisar algunos indicadores para comprender, en plenitud, la virulencia que adquirió  el conflicto entre los Estados Unidos y el gobierno de la revolución bolivariana, con Hugo Chávez desde enero de 1999 y  bajo la jefatura de Nicolás Maduro a partir de marzo de 2013.

Se cuenta con datos que confirman la creciente presencia de las economías del “Sur” en el mercado mundial y la relevancia de algunos de los países de la región por ser productores – y reservas estratégicas de primer orden – de los denominados recursos naturales no renovables: petróleo, carbón, cobre, estaño, oro y litio, entre otros minerales. El reporte del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) del año 2013 señala que en el período comprendido entre 1980 y 2010 las naciones del hemisferio sur incrementaron su participación en el comercio internacional del 25 % al 47 % y en el producto bruto mundial del 33% al 45 % (PNUD, 2013). Las cifras son reveladoras de la inocultable presencia de las economías emergentes, tanto en el comercio entre países como en la generación de bienes y servicios. Un comportamiento similar se observa en las relaciones sur-sur, el citado reporte del PNUD menciona que entre los años 1990 y 2011 el comercio entre estados de este hemisferio se expandió del ocho al 27%.

Confirmando los indicadores que se citan en el párrafo anterior, la Organización Mundial de Comercio (OMC) hizo público, en su informe del año pasado, utilizando bases estadísticas del 2012, que en el rubro de las exportaciones registradas en el mercado mundial, las economías del sur participaron con el 47% de las transacciones y ocuparon el 42% del total de las importaciones. Un dato que es importante consignar es la composición cualitativa de estas transacciones, si bien los productos primarios con escaso valor agregado, siguen ocupando un lugar relevante – los denominados commodities – también ha crecido la presencia de bienes manufacturados y de servicios con un nivel aceptable de elaboración tecnológica, algunos de ellos vinculados a las llamadas “nuevas tecnologías” de la información. Este emergente, no desplaza el papel sustantivo que juegan en las exportaciones productos como el petróleo en el caso venezolano, la minería y el gas para Bolivia, el trigo y la carne de res en las exportaciones uruguayas y la soya y otros bienes del campo en Argentina (Rubio, 2013). Sin embargo, para identificar las tendencias dominantes en el comercio norte-sur y valorar con exactitud su dinámica,  es necesario mantener un monitoreo permanente sobre el proceso de diversificación de las exportaciones de los países del hemisferio sur, en particular del bloque político-económico del cual forma parte Venezuela.

 

Los Acuerdos Sub-regionales. La lucha por una nueva hegemonía

Una ponderación adecuada de los factores que se mencionan en el párrafo precedente, permite dimensionar la naturaleza del conflicto que nubla las relaciones entre el gobierno de la revolución bolivariana y los Estados Unidos. En esta línea el factor Mercosur-UNASUR es uno de ejes de mayor preocupación y discordia entre ambas naciones (Melgar, 2013). La diplomacia norteamericana puede tolerar, de mala gana, que el Presidente Chávez suba a la tribuna de la Asamblea General de las Naciones Unidas y manifieste que en ese estrado - por el cual acababa de pasar el mandatario George W. Bush - todavía “huele a azufre…” pero no mide con la misma vara, las barreras arancelarias con las cuales el régimen chavista protege los bienes manufacturados que genera su propia planta industrial, ni la venta de petróleo subsidiado a Cuba y a los socios del Mercosur o el envío de brigadas médicas y el establecimiento de una línea de créditos blandos para Bolivia y Ecuador.

El activismo anti-yanqui de la diplomacia chavista en el denominado “Gran Caribe” es otro motivo de irritación para los ideólogos que establecen los lineamientos estratégicos de la política exterior norteamericana para esa región. El pasado 30 de abril, el gobierno del Presidente Maduro logró un triunfo diplomático de notable alcance para el futuro de las relaciones entre los países insulares y continentales, que forman parte de esa zona del continente. Durante la reunión de la VI Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe efectuada en la ciudad de Mérida, capital del Estado mexicano de Yucatán, se trató y aprobó una declaración de apoyo al gobierno venezolano. Por la relevancia del pronunciamiento, es oportuno citar parte del documento de 27 puntos, votado por los mandatarios asistentes a la reunión. Entre otras definiciones, los firmantes manifestaron que:”Expresamos nuestra solidaridad con el pueblo y el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela ante los actos de violencia ocurridos en este hermano país […] Reiteramos el compromiso irrestricto con la preservación del orden democrático, el estado de derecho, el respeto de los derechos humanos, libertades fundamentales y en este sentido apoyamos el diálogo amplio participativo, promovido por el gobierno constitucional con los actores políticos y sectores de la sociedad con el acompañamiento de Unasur y del Vaticano”.


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El Canciller de Venezuela, Elías Jaua, dejó constancia del reconocimiento de su gobierno a la declaración de apoyo. En sus propias palabras:”Queremos agradecer a todos los Estados miembros de la AEC, los 25 Estados que conforman el Caribe insular y continental, por haber incluido en la declaración final la solidaridad con el pueblo y el gobierno de Venezuela ante actos de violencia ocurridos…” (Castillo y Rivera, 2014).

Con los elementos señalados, es posible identificar los campos de confrontación que separan a Estados Unidos y Venezuela, y afirmar que los argumentos más reiterados por el Departamento de Estado y la prensa conservadora, tanto venezolana como extranjera - de la cual la cadena CNN constituye la nave insignia de la calumnia y el golpismo - son en realidad, las banderas ideológicas detrás de las cuales se encubren los verdaderos objetivos de la ofensiva antichavista. La escalada de hostigamiento contra el gobierno del Presidente Maduro, de particular virulencia desde febrero pasado, está destinada a cumplir con dos propósitos fundamentales de la política exterior norteamericana: debilitar al régimen bolivariano y desarticular las alianzas regionales que promueven la defensa de las economías latinoamericanas y la búsqueda de una mayor autonomía ante los organismos financieros internacionales. La diplomacia estadounidense sabe que un Mercosur sin el soporte energético y político de Venezuela es un área económica endeble  y que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) y la UNASUR, sin el respaldo del régimen bolivariano, difícilmente podrá subsistir más allá de los enunciados solidarios y de la retórica antiimperialista (Bruckmann, 2012).

Toda la batería de argumentaciones teóricas de la derecha continental, apuntan a  un hipotético resurgir del “populismo latinoamericano”  y  la sospecha infundada del restablecimiento de políticas proteccionistas acompañadas por el bloqueo a las inversiones extranjeras directas. En este sentido, y con el propósito declarado de impedir el crecimiento del Mercosur y los convenios sub-regionales enfrentados a las políticas expansionistas del gran capital transnacional, la diplomacia estadounidense promueve la conocida estrategia de los contrapesos regionales. Este es el propósito encubierto de la Alianza del Pacífico, integrada por México, Colombia, Perú y Chile, el gobierno de Estados Unidos, aunque actuó como promotor encubierto del acuerdo, no integra formalmente la Alianza. (Ielpi Boyero, 2014). En esta misma lógica, la banca norteamericana y las compañías exportadoras, llevan adelante la promoción de acuerdos bilaterales de libre comercio con países de la región, en particular con naciones del Cono Sur. Es como abrir fisuras en los flancos del acuerdo macro que representa el Mercosur y al mismo tiempo, diluir los efectos que puedan tener los documentos que sustentan la convocatoria a conformar la Celac (Kennedy, 2011).

Como parte relevante del replanteo estratégico de Estados Unidos se encuentra la propuesta de consolidar un ambicioso convenio de libre comercio con un grupo de países de la cuenca del Pacífico. Se trata del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por su sigla en inglés) suscrito por once países: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. En la actualidad se procura incorporar a Japón y Corea del Sur, con lo cual el TPP se convertiría en el bloque comercial más grande del mundo, pese a que China no forma parte del mismo.


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Hay otro competidor extra-continental, además de Europa, que no da tregua a  la política exterior estadounidense. La expansión de China en el ámbito internacional es un dato abrumador, la más que notoria presencia  de las empresas de ese país en áreas estratégicas como la generación de energía, la minería y el transporte ferrocarrilero, la venta de insumos industriales y nuevas tecnologías junto a un comercio creciente de bienes y servicios, generan un amplio espacio de turbulencias para el ingreso de productos y servicios de origen norteamericano. También en este sentido un Mercosur debilitado estaría obligado a resignar parte de los acuerdos ya suscritos con empresas chinas y perder a un gran consumidor de alimentos, el caso de la soya suele ser el más ilustrativo, pero no es el único. China arrastra un déficit crónico en el rubro alimentario y es, por lo tanto, un eterno demandante de carne de pollo y puerco, además de semillas de girasol y lino.

La confrontación del gobierno chavista con los huéspedes de la Casa Blanca adquiere, desde la perspectiva que estamos comentando, una dimensión más amplia y toca fibras sensibles vinculadas al manejo futuro de los recursos naturales no renovables. Las diferencias se enmarcan en un contexto de conflicto regional donde están en disputa al menos cinco aspectos sustantivos para el futuro de la economía mundial: 1. Petróleo, Venezuela es, según la fuente que se consulte, la primera o segunda reserva mundial de hidrocarburos; 2. Minería, en países como Bolivia, Ecuador y Perú se encuentran los yacimientos de oro, plata, hierro y litio más importantes del mundo y la posible aplicación de las técnicas de explotación a “cielo abierto” es motivo de un enconado debate en esos países; 3. Alimentos, algunas economías de la región están especialmente dotadas para ser las proveedoras de cereales, carne, leche, frutas, soya y hortalizas además de las semillas de uso industrial como girasol y lino. En este rubro Estados Unidos no quiere perder influencia en los países que exportan la comida que falta en otras zonas del planeta y que es motivo de verdaderas catástrofes humanitarias; 4.  Agua dulce, el control de las reservas de un bien de esta naturaleza es clave hasta tanto no se haya resuelto la obtención de este producto por otras vías que no sean los ríos, manantiales o cascadas (Bruzzone, 2006). Una de las mayores reservas de agua dulce del mundo se encuentra en el llamado “hito de las tres fronteras” (Argentina, Brasil y Paraguay); 5. Biodiversidad, en este tema es necesario romper con la imagen, un tanto bucólica, que se maneja en cierta literatura. No se trata solo de conservar el paisaje y defender la fauna y flora de áreas geográficas expuestas al avance de las actividades extractivas y detener la deforestación de zonas boscosas o selváticas. El objetivo de largo plazo de las grandes corporaciones productoras de alimentos, es impulsar la cría de animales y la siembra de ciertos cultivos aptos para el consumo humano en regiones de clima sub-tropical a partir de la difusión de semillas transgénicas.

Aislar al gobierno del Presidente Maduro y cercar a Venezuela, es un objetivo medular de la política exterior estadounidense y de las corporaciones transnacionales que se disputan el control de los mercados. La ofensiva mediática y callejera que arrancó en febrero pasado tenía un objetivo primario que debía alcanzarse en el mediano plazo: generar una situación de ingobernabilidad interna que forzara al régimen de Nicolás Maduro a formular un llamado anticipado  a elecciones. En el marco de un proceso electoral obtenido por la fuerza  sería viable la imposición de un candidato de la oposición conservadora, Henrique Capriles o Leopoldo López se dibujaban como triunfadores de un proceso que debía culminar en la desarticulación del andamiaje institucional montado por el chavismo.

Bajo las coordenadas tejidas desde Estados Unidos y con la base política de la oposición interna, la escalada contra el Presidente Maduro adquiere otra dimensión. Venezuela debe  prepararse para contener la maniobra desestabilizadora y defender su soberanía y las conquistas sociales y económicas logradas por la revolución bolivariana que inició el Comandante Hugo Chávez en 1999.

¿En qué contexto internacional si sitúa la estrategia que en forma de pinza pretende aislar a Venezuela? Puede ser un marco geopolítico definido por una nueva “bipolaridad” (¿China-Estados Unidos?; ¿Rusia-Estados Unidos?; ¿BRICS-Estados Unidos?) o acaso sea la expresión más cruda de un referente “unipolar” contra el cual todas las esperanzas de construir algo distinto resulten inútiles. Otras lecturas prefieren caracterizar la actual correlación de fuerzas como una estructura “multipolar”, con diversos ejes de poder regional a partir de los cuales se incuban nuevas hegemonías. Lo que parece estar fuera de toda duda, es que se está en presencia de una nueva distribución del poder a escala planetaria.

Desde la perspectiva del trabajo de conceptualización de las nuevas relaciones internacionales, el debate sigue abierto, y tardará algunos años en tomar rumbos más definidos. Mientras tanto, América Latina tiene por delante el enorme desafío de conservar los logros de unidad regional alcanzados y defender las banderas de la revolución bolivariana que flamean en Venezuela y cobijan las esperanzas de millones de latinoamericanos, que también las sienten propias. Este es el mayor compromiso para el Presidente Maduro y para todos los que se identifican con los objetivos de soberanía, progreso y justicia social.                            



Notas:

[1] Sociólogo por la Universidad de Buenos Aires; Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM; Colaborador de las Revistas Nueva Sociedad; Problemas del Desarrollo; Estudios Latinoamericanos; Trayectorias; Iztapalapa; Pacarina del Sur. Co-autor de diversos libros: Ser Migrante latinoamericano, ser pobre, trabajar precariamente (UAM-Antrhopos, 2012); Capital, Trabajo y Nueva Organización Obrera (UANL- Porrúa, 2012); De Golpe, (Fundación Rosa Luxemburgo-Para Leer en Libertad, 2013).

 

Bibliografía:

Bruckmann, Mónica (2012), “UNASUR: Una estrategia regional para la gestión soberana de los recursos naturales”; ALAI, 11 de diciembre, Buenos Aires

Bruzzone, Elsa (2006), “El agua potable. Nuevo recurso estratégico del siglo XXI: el caso particular del acuífero guaraní”; Realidad Económica Nro. 204, IADE, 29 de agosto, Buenos Aires

Castillo, Miriam y Carolina Rivera (2014), “Respaldan países del Caribe al Gobierno de Maduro”, Milenio, 30 de abril, México

Ielpi Boyero, Julio C. (2014), “La Alianza del Pacífico como nuevo actor regional”, en Revista Densidades, No. 15, mayo (versión electrónica), Buenos Aires

Kennedy, Paul (2011), “¿Hemos entrado en una nueva era?”; El País, 3 de noviembre, Madrid

Melgar, Ricardo (2013), “Los caminos de la utopía: memoria, identidad y futuro en UNASUR”; Revista Pacarina del Sur, Nro. 17, octubre-diciembre, www.pacarinadelsur.com, (consulta, 21 de febrero de 2014)

PNUD (2013), Informe sobre el desarrollo humano, “El ascenso del Sur: Progreso humano en un mundo diverso”, Nueva York

Rubio, Enrique (2013), El nuevo mundo, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo.

 

Cómo citar este artículo:

CANDIA, José Miguel, (2014) “Venezuela - Estados Unidos: Factores Geopolíticos de la Confrontación”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 20, julio-septiembre, 2014. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 18 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=990&catid=9