Sexo, sexo y más sexo. Reseña del libro S=EX2 La ciencia del sexo

Hilario Topete Lara[1]

 

Uno camina por la calle, se detiene frente al aparador de una librería, o bien puede ingresar a ella y en un estante o sobre una mesa encontrarse con él: en su portada de color gris plata resalta lo que sugiere un cerebro y por encima de él, lo que parece una fórmula de física en letras blancas enmarcadas en un rectángulo rojo con la expresión alfanumérica S=EX2. Cualquier curioso queda cautivado y quizá no sabrá por qué, aunque a fuerza de sinceridad puede admitir que la razón es la sugerente combinación que anuncia o promete SEXO; el atrapado al acercarse podrá enterarse de que el contenido tras la portada versa sobre La ciencia del sexo. El lector está enganchado y más lo estará si recurre al índice: Sexo, sexo, sexo y más sexo prometido en dieciocho capítulos y un epílogo; sin embargo, quien haya leído a su autor, Pere Estupinyá, en su obra previa El ladrón de cerebros, intuye que se trata de otro título atractivo para un ejercicio ensayístico -y crítico- más de divulgación de la ciencia. La seducción quizá, y por otro lado -y aún sin tener el libro en nuestras manos-, la ha logrado el diseñador del cerebro al centro de la portada: los lóbulos, como en un diseño subliminal, no lo son; se trata de líneas cuya simpleza y distribución, al ser observadas detenidamente nos desvelan formas humanas realizando prácticas homosexuales, zoofílicas, fetichistas, prácticas sadomasoquistas  y, entre otros más, tribadismos.


            El autor nuevamente ha exorcisado el lenguaje técnico y purista de la ciencia para adentrarse en los recovecos del S=EX2 y de la sexualidad, aunque decidió no preferir esta precisa palabra sexualógica útil para comprender -filológicamente hablando- mucho más allá de caracteres sexuales primarios y secundarios -es decir, de la anatomía y fisiología sexuales- para acceder a las notas significativas que dirigen el contenido hacia aspectos legales, éticos, culturales y sociales, por citar sólo algunos. Y claro, hay que decirlo, aunque conceptualmente no haya distanciado sexo de sexualidad, ni sexología de  sexualogía la raíz filológica de la palabra sexo que utiliza, implica un campo interdisciplinario en el que son requeridas la psicología, la primatología, la axiología, la endocrinología, la genética, la politica, la pedagogía y otras ciencias y disciplinas científicas más.

            La ciencia de sexo no es sólo una exposición erudita y bien documentada en torno de la sexualidad en la que han sido incorporadas noticias provenientes de revistas científicas  en las que han publicado investigadores de diversas universidades e institutos especializados en estudios de respuesta sexual humana (RSH), estructura y función sexual y psicológica, toda vez que se concibe al ser humano como una unidad biopsicosocial; no, es mucho más. Se trata, además, de una obra en la que el autor está dentro luego de pasar por vivencias personales obtenidas en experimentos en los que participó como "conejillo de indias" (pruebas con plestimógrafo, sesiones BDSM, entre otras) y luego de obtener testimonios de primera mano de los propios investigadores a los que hace referencia; datos y testimonios que no se encuentran, incluso, en los artículos referidos; está dentro además como participante en congresos y prácticas de investigación, difusión y divulgación de la sexualidad. De esto, aprovecha una y cien veces su conocimiento empírico y su capacidad reflexiva tanto para cuestionar a las ciencias estudiosas del sexo como a las políticas públicas e institucionales en relación con el tema, a la vez que proponer sugerentes hipótesis, como corresponde a un ensayo en su acepción más clásica.

            Pere Estupinyá, más conocido como "El ladrón de cerebros", mote homónimo de uno de sus libros más recientes, es un científico en toda la extensión de la palabra. El abandono que hiciera de su doctorado en genética le permitió dedicarse a leer ciencia libremente y adicionar sus intereses científicos a su formación química y bioquímica. Su curiosidad acuciosa lo lleva a permanecer con una duda epistemológica constante tanto en torno de sus ideas como de las de los otros; también lo traslada a una permanente actualización científica. Por ello, viajar entre las páginas de S=EX2 es garantía del inicio de un periplo en el piléago de datos empíricos recientes (algunos de ellos primicias de terceros) en torno de procesos y beneficios de la masturbación, el uso de juguetes eróticos, la eyaculación, el respeto y la tolerancia hacia las orientaciones y preferencias sexuales diferentes de la heterosexualidad y muchos otros temas más; a la vez, es una travesía por la importancia que revisten el sexo y la sexualidad en nuestra vida toda, desvelándonos a cada instante procesos internos (hormonales, psíquicos) y comportamientos que nos llevan a establecer gustos, preferencias, amores  o deseos.

            La formación bioquímica del autor le permite un manejo experto de cualquier tema relacionado con endorfinas, opiáceos, proteínas y otras sustancias orgánicas o producidas en laboratorios. Así, es posible entender de mitos y realidades en torno de la yohimbine, del apego postorgásmico, la proximidad entre el placer y el dolor o el efecto coadyuvante de la paroxetina en el tratamiento de algunas parafilias. La formación genética de Estupiñyá, por otro lado, nos coloca en un escaparate envidiable para vislumbrar la importancia de las hormonas en la determinación del sexo biológico y los "errores" del DNA en la vida intrauterina; sin embargo, hay que resaltarlo, así como demuestra contundentemente "que son las hormonas y no los genes los que en última instancia dirigen el desarrollo de la sexualidad" (390), puede reconocer que la "identidad de género está entre los oídos, no entre las piernas" (394). Al respecto habría que destacar una idea de suma importancia en relación con la preferencia y la orientación sexuales toda vez que la primera es una decisión personal, voluntariosa, en tanto que la segunda está estrechamente relacionada con la genética y el funcionamiento endocrino; sobre esta idea, vinculada con la feminización de cerebros masculinos y la masculinización de cerebros femeninos debidas a la exposición de testosterona o estrógenos durante la vida intrauterina, defiende un cierto determinismo biológico de la homosexualidad y la transexualidad, por citar sólo dos casos.

            El conductismo de Pavlov y del radical Skinner son puestos a prueba: "El ladrón de cerebros" nos recuerda que el  llamado procedimiento Ludovico que nos presentó Stanley Kubrick en Naranja mecánica[2] no es muy fiel a la realidad; que aunque el condicionamiento clásico sí puede matizar nuestra sexualidad, nunca la determina plenamente. Las repulsiones ocasionadas mediante el condicionamiento clásico suelen ser menos intensas y duraderas que las del condicionamiento operativo (26): la búsqueda del placer por medios diferentes del dolor es más generalizada que por los repulsivos y desagradables, aunque ambas son propias de la naturaleza humana y pueden convivir con diferentes intensidades en un mismo individuo: los opiáceos naturales, las dopaminas, no se producen de una misma y sola manera; así, por este camino nos lleva de la mano a comprender el bondage, el sadomasoquismo, el orgasmo durante una violación y prácticas extremas de asfixia sexual cuyos episodios de anoxia pueden desembocar en la muerte (336-385). 

            Las fantasías sexuales, frecuentes en ambos sexos son contempladas en la dimensión que cualquier sexuálogo les reconocería: son comunes, frecuentes e inevitables. Cualquier intento de suprimirlas, nos diría apoyándose en Laura Sánchez Sánchez de la Universidad de Almería, solo las reforzaría (361-363); luego, si la fantasía no se torna en obsesión, si no afecta al fantaseador en sus relaciones laborales e interpersonales, suelen ser un ingrediente erótico que puede enriquecer la sexualidad personal, en pareja o en grupo, y no hay motivo de preocupación y/o culpa en ello.

            Algunas de las preocupaciones epistemológicas de Pere Estupinyá son las de generalización y la probabilidad. Su texto abunda en estadísticas. Porcentajes aquende y allende nos aproximan a un sector de la metodología de trabajo de los psicólogos clínicos, de los psicólogos sociales y los sociólogos estudiosos de la sexualidad[3]. Confía en el número pero nunca lo considera un absoluto; desconfía de los estudios sesgados, sin control y con escasa rigurosidad en la selección de variables pero los acepta como indicios; evita las extrapolaciones y las generalizaciones a partir de una experiencia, pero las utiliza para contrastar con investigaciones poco confiables o para confirmar estudios que le antecedieron; por esa vía, a guisa de ejemplo, se opone tanto a las terapias asertivas como a la certeza de que la atracción de cuerpo femenino está relacionada con la proporción 0.7 a uno entre la cadera y la cintura, toda vez que sólo sería aplicable a la sociedad norteamericana (Andreae, 2004). En cualquier caso, el número, aunque no analizado en su totalidad, es un actor de primera línea. No podría ser de otra manera para un estudio que poco, casi nada, recurrió a las técnicas y metodologías cualitativas, consecuentemente, algunos estudiosos de la sexualidad en el sector de la antropología, extrañarán las etnografías en torno de la sexualidad que no aparecen siquiera a guisa de contraste, no se diga para reforzar la estadística o para matizar o poner en tela de duda: el fantasma de la cultura como agente modelador, aunque se asoma frecuentemente, no aparece como componente protagonista en la entidad biopsicosocial estudiada; así, por ejemplo, La vida sexual de los salvajes (malinowski, 1975), Adolescencia sexo y cultura en Samoa (Mead, 1990), y Etnología de la Alcoba (Dibie, 1989) brillan por su ausencia, tanto como las referencias a las escatologías de El Marqués de Sade o Apolinaire (1988), el erotismo británico en La Perla (1978) y Fanny Hill (Cleland, 2007), el ruso en Grushenka (1978), el prehispánico en Sahagún (2003) y, entre muchos más, se extraña la obra inconclusa de Michel Foucault (2008).

            "El ladrón de cerebros", en su calidad ensayística, penetra constantemente en recovecos donde La ciencia del sexo no ha puesto su atención o donde ha carecido de rigor. Tratándose de un tema que por centurias ha sido tabú para diversas sociedades occidentales, no duda en atribuir los vacíos -las omisiones al menos- a los propios prejuicios de los investigadores. En el primer caso destaca la escasa profundidad y número de estudios sobre sexualidad en accidentados que sufren de espina bífida (296-304) o la relación dolor-placer (345), prácticas de sexo anal (294), la posible relación orgasmo vaginal-orgasmo por estimulación prestancia (167) o la transexualidad (396-400), entre otros temas sometidos a análisis. En el segundo destacan los estudios encaminados a distanciar -o a anular la distancia entre orgasmo-placer-beneficios corporales obtenidos mediante coitos o masturbaciones (153-154) o los cuestionables estudios de Stuart Brody en relación con la forma de caminar y el orgasmo vaginal o clitorideano (151).

            Como quiera que sea, y con las ausencias que me he permitido lamentar, S=EX2. La ciencia del Sexo puede ser un excelente auxiliar en cualquier programa sexualógico y de antropología sexual. La seriedad y la accesibilidad de su contenido están fuera de toda duda y el lector se encargará de enjuiciar las propuestas ensayísticas o las hipótesis que va sembrando capítulo tras capítulo.

Notas:

 

[1] Estupinyá, Pere (2013). S=EX2 La ciencia del sexo. Debate, México, 481 pp. ISBN 978-607-311-613-8. 11 figs, (b/n) Introducción, cuerpo de texto, epílogo y agradecimientos.

[2] Aclaración: la referencia al Ludovico y a Naranja mecánica, no es de Estupinyá, sino mía.

[3] El uso de sólo la estadística descriptiva de porcentajes, sin recurrencia a otras medidas de tendencia central o a estadística analítica es, quizá una de las pocas debilidades que pueden encontrarse en la obra de referencia.

 

Bibliografía:

________ Grushenka. Tres veces mujer (1978), Tusquets, Barcelona, 232 pp.

________ La perla (1978) (I y II tt.). Polen, Madrid.

ANDREAE,  Simone. La anatomía del deseo, México, Planeta, 322 pp.

APOLLINAIRE, Guillaume (1988). Las once mil vergas, Laertes, Barcelona,180 pp.

CLELAND, John (2007). Fanny Hill. Alianza, Madrid, 320 pp.

DIBIE, Pascal (1989). Etnología de la alcoba. El dormitorio y la gran aventura del reposo de los hombres, Gedisa, Barcelona, 232 pp.

FOUCAULT, Michel (2008). Historia de la sexualidad1: la voluntad del saber, Buenos aires, Siglo XXI, 152 pp.

MALINOWSKI, Bronislav (1975). La vida sexual de los salvajes del noroeste de la Melanesia, Madrid, Ediciones Morata, 495 pp.

MEAD, Margaret (1990). Adolescencia, sexo y cultura en Samoa, Paidos Ibérica, Barcelona, 312 pp.

SAHAGÚN, Fray Bernardino de (2003) (Vol. I). Historia general de las cosas de la Nueva España, Dastin, Madrid, 609 pp.

 

Cómo citar este artículo:

TOPETE LARA, Hilario, (2016) “Sexo, sexo y más sexo. Reseña del libro S=EX2 La ciencia del sexo”, Pacarina del Sur [En línea], año 7, núm. 27, abril-junio, 2016. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Sábado, 20 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1304&catid=12