Perla Jaimes Navarro

 

El pasado 10 de mayo de 2021 nos reunimos virtualmente con el Dr. Enrique Amayo Zevallos, miembro del Consejo Consultivo Internacional de Pacarina del Sur. El propósito era conversar sobre su relación personal y académica con Ricardo Melgar Bao, fundador y editor de esta revista, en el marco del homenaje que publicamos en este número especial. Sin embargo, el Dr. Amayo superó nuestras expectativas y nos habló también de su trayectoria de vida e intelectual, fuertemente entrelazada con las vicisitudes de Nuestra América a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Sirva esta entrevista como testimonio de vida y de una amistad construida a través de casualidades e intereses compartidos.

 

Perla Jaimes (PJ): Antes de iniciar, nos gustaría que les contara a los lectores un poco acerca de usted: dónde nació, su formación académica, su proceso de migración a Brasil y el inicio de su contacto con Ricardo Melgar Bao.

Enrique Amayo (EA): Yo nací en una ciudad de origen prehispánico y anterior a los incas, que se llama Cajamarca. Esta ciudad queda en los Andes, bien al norte, cerca de la frontera con Ecuador y es una ciudad rodeada de volcanes. Eso genera que aquí haya agua muy caliente en todas partes, eso no es casualidad. Porque ahí el Inca tenía su Palacio de Invierno.

Cajamarca en la historia del Perú es lo que fue la Ciudad de México en relación a Hernán Cortés. En la Ciudad de México agarraron al último rey azteca. En Cajamarca fue donde destruyeron y mataron al último Inca, a Atahualpa, porque él estaba en su Palacio de Invierno descansando, cuando sorpresivamente apareció Pizarro, lo capturó y esta captura marcó la historia del país de una forma determinante. Porque el Inca para intentar salvarse –como descubrió que ellos adoraban el oro y él sabía que estos lugares tenían inmensas cantidades de oro– ofreció por su rescate, para que lo dejaran vivo, llenar el cuarto donde estaba prisionero dos veces con plata y una vez con oro si lo dejaban vivo. Yo soy de esa ciudad y he medido con mucho cuidado el tamaño de ese cuarto. Cuando hice el cálculo, eran aproximadamente 82 toneladas de oro y 164 toneladas de plata, lo que significaba billones de dólares.

Hice un trabajo sobre lo que significó ese rescate en relación al origen del mito de riqueza material más importante, que es el mito de El Dorado.[1] En verdad, cuando Atahualpa ofreció ese rescate, sin imaginárselo comenzó a dar origen al mito de El Dorado, porque la cantidad fue tan fabulosa. Pero en algún momento él descubrió que de cualquier manera lo iban a matar. Entonces pidió que el oro y plata que estaba llegando de todos lugares de su reino no llegara más y que lo escondieran. Y así surgió el mito de buscar el tesoro del Inca, y hasta hoy gente de todo el mundo que va a mi ciudad a buscarlo. Es una ciudad llena de huecos, porque en todas partes están buscándolo todavía y no solamente allí, sino en los alrededores.

Otro detalle: Cajamarca continúa siendo riquísima en oro. Hoy tiene la mina de oro más grande de América Latina y la cuarta más grande del mundo y tiene cinco minas más que podrían entrar a producir, pero el pueblo de la región se ha levantado porque no sé si usted sabe, pero trabajar con metales preciosos –ustedes [refiriéndose a México] son gigantescos productores de plata– y el oro necesita más agua que la plata para ser explotado. Toda esta ciudad, por ejemplo, y casi todas las ciudades de los alrededores no tienen agua. Entonces la ciudad y sus alrededores se levantaron para que no se abran más minas, porque necesitan agua. De lo contrario, esta región podría ser el primer productor mundial de oro en este momento si se abrieran todas las minas. Y es tremendo el hecho de que teniendo hoy una mina que es importante mundialmente en oro, esta sea una de las regiones más pobres, más miserables del país. Eso, por ejemplo, es lo que explica por qué hoy hace un mes ha sido una sorpresa el hecho de que un profesor desconocido, tomando como símbolo un lápiz y que es justamente de esta región, hoy sea el candidato más fuerte a presidente de la República. Él viene de estas regiones extremamente pobres, no porque les falte riqueza, sino porque es explotada de una manera muy brutal. Yo soy entonces de esa ciudad, en la que se originó que el mito de El Dorado iniciara en el Perú y que fuera creciendo conforme avanzaban los españoles. Ya en el Cusco encontraron Coricancha, que era un palacio cubierto de oro; así, sucesivamente, apareció la idea. Hasta hoy buscan todos los años en el sur del Perú, en la frontera con Bolivia y con Brasil, el Paititi, que es en la lengua indígena lo que sería la Ciudad de Oro, o sea el origen del mito de El Dorado. Bueno, ahí nací yo. En esta ciudad, en este territorio.

Ahora, en relación a la formación académica, yo he hecho todos los niveles que existen. O sea, desde el bachillerato hasta el posdoctorado. Yo hice mi bachillerato en el Perú, en una universidad entonces muy importante. Hoy probablemente el Perú tiene el peor sistema universitario –o uno de los peores– de América Latina porque desde que entró el presidente Fujimori las instituciones públicas comenzaron a ser privatizadas.

En el tiempo que estudié en Perú todavía era diferente. El Perú no vivía solo del pasado de tener el orgullo de ser el lugar donde en 1551, el 12 de mayo, se fundara la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la más antigua de América.

Le cuento que el virreinato del Perú y el de Nueva España hicieron una especie de competición, porque cinco meses después, en septiembre de 1551, fue fundada la que hoy es la Universidad Nacional Autónoma de México. En ese tiempo quien daba la bula era el Papa. El 12 de mayo fue San Marcos de Lima, y no sé cuál fue el nombre de origen católico de lo que es hoy la Universidad Nacional Autónoma de México. Pero mientras que la Universidad Nacional Autónoma de México es –como veremos después– en este momento la segunda más importante de América Latina, la Universidad de San Marcos no está probablemente entre las primeras quinientas.

Es un desastre lo que pasó en el sistema universitario público del Perú después de Fujimori. Pero me formé en otros tiempos, y en una universidad dedicada a la agricultura que se llama Universidad Nacional Agraria La Molina, pero que de forma excepcional había organizado una facultad de Economía y Ciencias Sociales que tenía un Departamento de Sociología donde pasaron por allí gentes que marcaron la historia del Perú en el siglo XX, en Ciencias Sociales. Por ejemplo, José María Arguedas. Él se suicidó en la sala donde él trabajaba y porque yo era el profesor más jovencito –en 1969 inicié mi carrera académica allí– y como él estaba escribiendo su novela El zorro de arriba y el zorro de abajo en Chile, dijo “Ay, como Enrique no tiene oficina, que se quede aquí”. Y yo me quedé en la que era la oficina de él y allí él se suicidaría el 2 de diciembre de 1969, cuando ya había comenzado mi carrera académica.

También en La Molina, por ejemplo, estuvo el gran sociólogo Aníbal Quijano, muy reconocido nacionalmente por su concepto de colonialidad, como el resto oscuro de la modernidad a nivel mundial. A su vez, el gran lingüista Alfredo Torero y así una auténtica élite en el tiempo en que yo estudié. Terminé el año 1969 y La Molina tenía cuadros técnicos.

En 1968 hubo un Golpe Militar en el Perú, de Velasco Alvarado. Pero fue un Golpe Militar de izquierda, por ejemplo, liberó a todos los presos políticos, había relaciones diplomáticas con todos los países comunistas y se declaró como de la Tercera Vía que organizaría la idea de una sociedad con un socialismo participativo. Y así fue, un régimen militar que hizo una Reforma Agraria muy radical. Como la Universidad Agraria La Molina tenía muchos cuadros técnicos, como economistas y muchos ingenieros agrónomos, fue fundamental para esa Reforma Agraria y a nosotros prácticamente nos obligaron a trabajar con el gobierno.

Yo pasé a trabajar con el gobierno, pero formaba parte de la izquierda. No del Partido Comunista y no de los vinculados a la Revolución Cubana que apoyaban totalmente a la revolución de Velasco Alvarado, sino a grupos de izquierda nacionales que desconfiaban del gobierno por su verticalidad militar. El problema era la cuestión de la verticalidad militar, todo tenía que hacerse de arriba para abajo, todo tenía que obedecerse. La crítica era que eso no era democrático y que podría generar problemas.

Yo trabajé para el gobierno, pero siempre con ese espíritu crítico. De cualquier manera, como no tenían cuadros, a mi muy jovencito –a los veintiséis años– me ofrecieron ser el Jefe de la Reforma Agraria del Sur del Perú, la más complicada del país. Con sede en el Cusco, donde Hugo Blanco había tenido toda su organización: “¡Dios del cielo!”. Dije que no, porque me sentía absolutamente incapaz. Pero trabajé en organización de cooperativas, porque ellos querían organizar y organizaron cooperativas de producción, expropiaron a los grandes propietarios, especialmente productores de azúcar y algodón en la costa del Perú, que eran grandes exportadores.

Desafortunadamente, por la verticalidad esas organizaciones no fueron un éxito. Pero así fue, yo el año 1971 vivía siempre en esa contradicción de que el gobierno hacía mucha apertura a la gente de izquierda, pero era muy vertical, por lo que decidí irme al exterior.

Conseguí una pequeña beca para ir a Noruega, a un centro de investigaciones muy importante, que es el Instituto de Investigación Para la Paz de Oslo, Noruega (PRIO Institute)[2] y me aceptaron como investigador junior. Fue una experiencia extremamente interesante y estando allí dije “me voy a quedar por aquí, pero no en Noruega”, porque es difícil hablar noruego. Podía irme tanto a Suecia como a todos los países escandinavos, pero finalmente me fui a Inglaterra y fui aceptado en la Universidad de Liverpool, donde hice mi maestría.

Después, Eric Hobsbawm, el gran historiador marxista del Birkbeck College de la Universidad de Londres, que era muy amigo de Aníbal Quijano y tenía intereses específicos por el Perú, me aceptó como su alumno. El gran historiador inglés del marxismo me aceptó como su alumno, así como aceptó a varios peruanos y latinoamericanos también. Fui entonces a la Universidad de Londres, al Birkbeck College a hacer mi doctorado y ahí anduve tres años, haciendo mi doctorado.

Llegó el momento en que tenía que hacer trabajo de campo y en ese periodo, como la biblioteca de la Universidad de Londres que yo usaba, que era de la London School of Economics, quedaba frente al lugar de la emisión en lenguas extranjeras de la BBC, donde se transmitía en sesenta y nueve idiomas, entre ellos español y portugués. Y le cuento por qué es anecdótico: mientras que la comida inglesa es terrible, en el restaurante universitario yo sufrí una decepción terrible con las comidas, cruzando la calle, en el restaurante de la BBC donde cocinaban para sesenta y nueve países, la comida era totalmente diferente. Como había de tantos países, varios nos hacíamos pasar como si fuéramos corresponsales y de tanto almorzar conocí a una señorita brasileña que se llamaba Genny Cemin Acevedo y que trabajaba en la sección brasileña de la BBC, que es mi esposa.

Esa es la razón fundamental de por qué fui finalmente a Brasil, pero no es exclusivamente por haberme casado con una brasileña, sino que en el Perú hubo cambios drásticos a partir de que murió Velasco Alvarado. El militar más de izquierda murió, hasta hoy dicen que fue a consecuencia de un atentado que hicieron contra él, pero sí tuvo un problema en la pierna. Murió y vino otro miliar que derechizó y finalmente abrió a elecciones y el corrompido presidente Fernando Belaúnde Terry, que había sido un negociante que regaló el petróleo en 1968, ganó las elecciones en 1980. Fue en ese año que apareció un grupito que entonces nadie sabía exactamente qué era, que se llamaba Sendero Luminoso “por el camino de José Carlos Mariátegui”.[3] Casi inmediatamente que subió Belaúnde al poder apareció Sendero Luminoso y su trabajo fue terrible y extraordinario.

Yo terminé mi doctorado en 1985 no en Londres, a donde no pude regresar porque la situación económica en Inglaterra era terrible. En 1976 migré al Perú con mi esposa y tuvimos dos niños, pero conseguí una invitación de la Universidad de Pittsburg como investigador en el Centro de Estudios Latinoamericanos, que es muy interesante y muy importante porque ahí funciona la LASA –Latin American Studies Association–, que es la asociación de latinoamericanistas más importante del mundo. Tuve la suerte de ir ahí, me aceptaron y estuve un año. Después, como tuve un buen desempeño como investigador, me aceptaron como alumno de doctorado, que terminé en 1985. Con mi esposa y mis niños, a partir de entonces establecimos vínculos cada vez más estrechos con Estados Unidos. El primer idioma de mis hijos es el inglés y es una de las razones por las cuales ellos terminaron casándose con gente de este país y por qué ahora que soy viejo y jubilado estoy viviendo en San Diego, California.

En 1985 era imposible conseguir trabajo en el Perú. El país estaba arrasado por la guerra interna con Sendero Luminoso. Guerra extremamente violenta, como veremos después, por el número de muertos y por la destrucción tremenda generada por Sendero. Por eso, y porque mi esposa hacía ya quince años que vivía en el exterior y quería regresar a vivir cerca de su familia fuimos a Brasil, lo cual fue extraordinario porque llegamos el año de la redemocratización en Brasil.

En relación con lo que me preguntó en algún momento, si yo había vivido el periodo y la experiencia de dictadura militar en Brasil, no. No la viví directamente en Brasil, indirectamente la viví en Londres por dos razones. La primera: en la casa de estudiantes universitarios donde yo vivía había varios mexicanos. Uno de ellos, una gran amiga mía, era nieta del presidente más conocido de México, llamado Lázaro Cárdenas. Allí vivía ella y nos hicimos muy amigos. Ella es Salazar Cárdenas, porque su padre Salazar fue un actor muy importante que se casó con su mamá, la hija del general Cárdenas. Ahí en esa casa muy grande de estudiantes vivían varios brasileños, entre ellos, el que más me marcó era un chico homosexual. Él comenzó a enfermarse y yo le pregunté qué le pasaba y me contó: “es que tengo que ir a la Embajada de Brasil, porque nosotros todos los años tenemos que renovar nuestro pasaporte y hay una alta posibilidad de que no me renueven el pasaporte. Y si no me renuevan el pasaporte, estoy fregado”. Desafortunadamente, en ese periodo yo salí de allí porque había conocido a mi esposa y nos fuimos a estar juntos en otro lugar y no sé qué pasó con él.

Varios amigos de mi esposa me contaron que necesitaron resolver problemas y al ir a la Embajada les dijeron “oiga, la Embajada no es para resolver problemas de brasileños, nosotros estamos aquí para hacer negocios”. Ese era el clima, pero yo lo sentí por fuera, no dentro de Brasil.

Yo llegué a Brasil en 1985, el año de la redemocratización, que fue un periodo desafortunadamente corto, no eterno. Pero fue un periodo extraordinario en la medida en que el país parecía que finalmente le haría caso al gran libro de 1941 de un judío alemán que se refugió en Brasil llamado Stefan Zweig, llamado Brasil, país del futuro. Parecía que finalmente llegaba el futuro para Brasil cosa que, como sabemos hoy, una vez más se frustró. Pero en ese periodo se abrió, por ejemplo, el sistema universitario y específicamente el sistema universitario del Estado de Sao Paulo, que es realmente de excelencia. En ese momento se recibía con facilidad a gentes que venían del exterior con altas calificaciones académicas, lo cual era mi caso porque yo tenía un PhD. Y así, con mucha facilidad entré al sistema del Estado de Sao Paulo.

Yo trabajé en la Universidad del Estado de Sao Paulo por veintiocho años y simultáneamente fui por diez años investigador asociado en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Sao Paulo. Al terminar ese periodo de trabajo simultaneo, hice mi posdoctorado, que en Brasil se llama Livre Docência.

[En el posdoctorado en Brasil] uno hace investigación por sí mismo consultando a pares o reúne un conjunto de investigaciones y las presenta a un grupo de personas para que juzguen su trabajo. Yo escogí el segundo camino, junté un grupo de investigaciones, las presenté y el presidente del grupo que calificaba era el entonces presidente de la Sociedad Brasileña del Progreso de la Ciencia, el profesor Aziz Ab’Saber. Tengo el título de Libre Docente desde el año 1997. O sea, todos los niveles académicos los cumplí, he tenido muchos alumnos de maestría y doctorado, entre ellos una profesora mexicana llamada Martha Lozano, que hizo su doctorado conmigo.

En tanto que la vida académica florecía en el Brasil de esos años, lo contrario sucedía en el Perú. A partir del año 1990 Fujimori, que fue rector de mi universidad, de La Molina, cuando fue electo se trasformó en un auténtico monstruo. Odiaba a las universidades públicas y abrió la puerta a universidades privadas e hizo una cosa terrible, porque él quería privatizar las universidades públicas: juntó en un mismo centro de decisiones las universidades públicas y las privadas. Hasta antes de él, así como es hasta hoy en Brasil, las universidades públicas tienen un ente, las privadas otro y no tienen nada que hacer entre ellas. Así era en el Perú hasta que surgió Fujimori.

Ilustración de la portada de Rupay. Violencia política en el Perú 1980-1985 
Imagen 1. Guerra interna.
Ilustración de la portada de Rupay. Violencia política en el Perú 1980-1985 (2016), novela gráfica de Jesús Cossio, Luis Rossel y Alfredo Villar, imagen diseñada por Lucho Rossell.
Cortesía de uso para Pacarina del Sur.

Otra de las razones de la infelicidad es que la guerra interna entró en la universidad. La Universidad de San Marcos dejó de funcionar por casi un año porque Sendero Luminoso controlaba gran parte de las universidades públicas, que se transformaron en centros de lucha contra lo que ellos denominaban la burguesía. Claro, fue una cosa atroz: 70 mil muertos a consecuencia de esta guerra, en su mayoría campesinos. Sendero decía que luchaba por ellos, la inmensa mayoría fueron campesinos y dentro de ellos casi la mitad constituida por mujeres, viejos y niños. Las mujeres, pobrecitas, siempre se quedaban atrás protegiendo a sus hijos o a sus padres. Por eso fueron de las más sacrificadas en esta terrible guerra donde Sendero quería cruzar un río de sangre y hasta un millón de muertos para lograr la victoria. Pero eso se lo contaré después, porque con Ricardo hicimos un libro sobre Sendero Luminoso.[4] Pero en 1988, año en que se publicó en portugués, todavía no se sabía exactamente qué era Sendero. Nosotros hicimos el libro –en realidad yo fui el de la idea–, y aquí ya entro a decirle cómo conocí a Ricardo.

En 1984 estaba terminando mi doctorado en Pittsburg y llega un profesor de origen cubano muy simpático diciéndome: “Oye, estaba en un congreso de la LASA y asistí a una mesa redonda sobre Sendero Luminoso y un tal Melgar presentó un trabajo muy interesante. No sé si quieres leerlo”. “Ya, pues”, le dije. Me lo dio y lo leí y así descubrí quién era Ricardo. No lo había conocido personalmente ni había tomado contacto con él, pero en ese periodo es que yo viajé a Lima y un día, estando con mi familia, estaba un primo mío y me dice: “¿Tú conoces a Ricardo Melgar?” “No”, le digo. “Mira, yo lo conozco –me dice– porque ya tú sabes que yo viví en Huánuco”. Huánuco es una ciudad muy linda, en la Alta Amazonía del Perú. Muy chiquita, pero muy linda. Cuando un español de origen judío llamado Antonio de León Pinelo llegó ahí en el siglo XVII y quedó tan impresionado por la belleza del agua y los bosques, escribió un libro que, en mi opinión, es el origen del realismo fantástico, que se llama El Paraíso en el Nuevo Mundo,[5] porque él pasó a creer que el paraíso en el Nuevo Mundo estaba aquí y en esos lugares. En ese lugarcito de Huánuco, no sé cómo Ricardo estaba estudiando el colegio secundario y ahí conoció a mi primo. Así, por esas casualidades lo conocí y se reforzó mi interés por conocerlo personalmente.

De izquierda a derecha: Enrique Amayo, Hilda Tísoc, Genny Cemin y Ricardo Melgar, Cuernavaca, 1999
Imagen 2. De izquierda a derecha: Enrique Amayo, Hilda Tísoc, Genny Cemin y Ricardo Melgar, Cuernavaca, 1999.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.

Cuando estaba en Brasil, trabajando en la universidad pública, dije: “Bueno, hay que hacer investigación”. Y me encontré con el texto de Ricardo y dije: “interesante sería publicarlo en Brasil para que se sepa qué es Sendero Luminoso”. Aparecían algunas noticias por ahí de la guerra interna del Perú, “vamos a hacer un libro serio”. Y así fue como entré en contacto con Ricardo, pidiéndole que me permitiera pasar al portugués su texto. Entré en contacto con otros también, fue un volumen de varios, como Nelson Manrique, Alberto Flores Galindo –que tiene un libro que ganó un Premio Casa de las Américas, Buscando un inca– y unos investigadores ingleses, un tal Lewis Taylor, que había estudiado conmigo en la Universidad de Liverpool y que preguntándole terminé haciéndolo investigador con Cajamarca y el Perú y después fue director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de Liverpool. Otro, un francés que ha sido conocido en México, llamado Henri Favre. Otro antropólogo peruano conocido, llamado Rodrigo Montoya. Los invité [a todos] e hicimos un conjunto de trabajos, todos sobre Sendero Luminoso y publicamos el libro en 1988.

El libro tenía un interés: intentar entender qué era Sendero. En ese momento no estábamos en contra, como estoy yo total y absolutamente ahora, porque todavía no se sabía lo que era. Las cosas se hicieron brutales a partir de 1990, ya eran absolutamente brutales los ríos de sangre. Pero en 1988 no. Yo justamente fui en 1990 al Perú, estaba paseando por un lugar que tiene muchas librerías y de pronto veo una revista portuguesa, que ya no se pública más, llamada Visão donde tenían en la portada una foto de mi libro sobre Sendero Luminoso. Tuve miedo, porque en el libro yo no estaba a favor ni en contra, solo quería entender. Pero Sendero no aceptaba gente que estuviera en terceras posiciones, el asunto era conmigo o contra mí. Me pasé por todas las librerías, compré todas las revistas y las quemé. Había ido creciendo el tema del miedo y al final los resultados: tenemos un museo dedicado a la paz y a la no violencia y a explicar este periodo. Un extraordinario museo que queda en Lima, donde la parte de abajo es oscura y conforme uno va subiendo, de pronto llega a la luz cuando este movimiento tan oscuro pasó, ojalá definitivamente, a la historia. Fue muy, muy violento, mató a 70 mil personas en un país que hoy tiene 33 millones y entonces tenía 25 o 26 y de unas formas muy violentas.

Entonces hicimos el libro y como consecuencia de eso comenzamos a tener relaciones más estrechas con Ricardo. Por ejemplo, no sé si fue el año 1989 o 1990 que nos encontramos en Lima y yo lo invité a que fuera conmigo a Trujillo, que es la tercera ciudad del Perú. Trujillo es una ciudad extremamente importante en la historia del mundo andino en general, porque fue el centro de los mochicas y los chimús. Los mochicas fueron una gran civilización de navegantes y los chimús también. Ellos construyeron la ciudad marítima más grande que existe en el continente americano prehispánico: Chan Chan. En su momento cumbre en el siglo XI, tenía casi 200 mil habitantes, es una ciudad marítima inmensa y eso está en Trujillo. Además, junto a Trujillo está un lugar, que es donde los primeros hombres de la historia peruana vivieron hace 15 mil años. Los arqueólogos que exploraron este cementerio encontraron unas piedras que no tenían idea cuál era la razón de que tuvieran piedras tan especiales allí y de pronto un investigador norteamericano llega ahí un día muy temprano, a las seis de la mañana y ve que los pescadores de hoy estaban usando exactamente el mismo tipo de piedra para quitarle las escamas a los pescados. Quince mil años después.

Después Ricardo comenzó a invitarme a los coloquios de literatura y antropología José María Arguedas. Muchas veces me invitó, junto con Francisco Amezcua, debido al hecho de haber conocido personalmente a Arguedas. Yo sé que una de las grandes frustraciones de Ricardo fue no conocerlo personalmente. Yo lo conocí tan personalmente que me había dejado su oficina, donde él se suicidó. Tuve el triste “privilegio” de ser uno de los que cargó su cajón cuando fue enterrado, fue una conmoción nacional. Una de las razones por la cual me invitaron mucho fue porque yo podía dar testimonio de muchas cosas que él había hecho, porque era mi jefe en el Departamento de Sociología y antes había sido mi profesor, lo conocía desde hacía muchos años. Y cada vez que yo estaba en México Ricardo me invitaba a quedarme en su casa y ahí tenía una gran biblioteca. Él me dio un gran ejemplo porque esa biblioteca la dio de regalo a una universidad y yo cuando me jubilé hice lo mismo que Ricardo, regalé mi biblioteca a la Universidad de Integración Latinoamericana que queda en el sur de Brasil, en un lugar bellísimo que se llama Foz do Iguaçu.

Ricardo Melgar Bao en 2019
Imagen 3. Ricardo Melgar Bao en 2019 (Archivo familiar Melgar Tísoc) y algunos anaqueles del Fondo Ricardo Melgar Bao, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Fuente: Pacarina del Sur.

Y así hemos tenido una relación bastante estrecha. Ahora, con su gran proyecto, que es la revista Pacarina del Sur, mi relación fue muy indirecta, porque él me contó cuando comenzó, pero todavía nos escribíamos cartas, porque el sistema de internet estaba en pañales. Entonces mi intervención fue muy pequeña, solamente decirle “¡qué extraordinario!”. Y él me honró invitándome a ser parte del Consejo Consultivo Internacional, lo cual a mí me posibilitó publicar algunos artículos relacionados con las cosas que he trabajado. Siempre he trabajado con dos cabezas: una en el pasado, a veces muy remoto como el de mi último libro y hasta muy presente, que son las relaciones internacionales.

Ricardo también me invitó, junto con su gran amigo el filósofo Leopoldo Zea, a hacer un libro sobre geopolítica latinoamericana, que fue publicado por el Fondo de Cultura Económica.[6] Ahí publiqué un artículo, fue la primera vez que comencé a trabajar en serio el Pacífico, que se llama “Proyecciones andinas en el Pacífico”. Nuestras colaboraciones han sido más indirectas que directas por la distancia, nos hemos encontrado en muchos congresos, él ha visitado varias veces Lima. Lo vi por última vez en 2016 y ya no más, hasta nuestra última correspondencia. Muy intensa, porque cuando él estuvo enfermo [de Covid] yo también estaba muy mal. Hace catorce meses yo creí que me iba a pasar lo que terriblemente le pasó a él, pero me he ido recuperando, felizmente.

 

PJ: Cuando ustedes establecen contacto, previo a la publicación del libro sobre el análisis social y político de Sendero Luminoso, ¿cómo fue ese primer contacto? ¿Fue por vía epistolar o telefónica?

EA: Fue por vía epistolar que me puse en contacto con él. Y de pronto me dijo: “oye, va a haber un congreso en Brasil y hay un amigo que está viajando allá, te voy a mandar con él mi artículo”. Y así fue, un mexicano, no recuerdo su nombre, me trajo el artículo y lo traduje, esto fue por el año 1988. Así comenzaron mis contactos, pero las cosas se hacían por correo, por encargo, por avión, autobús, en fin. Esas eran las formas normales de contacto por las cuales nos conocimos. El teléfono era muy caro. Solo en los últimos tiempos, claro, el correo electrónico simplificó todo.

 

PJ: Usted mencionó su relación con José María Arguedas y también comentó que para Ricardo era una especie de frustración el no haberlo conocido. ¿Ustedes conversaron en algún momento sobre sus respectivos pareceres en cuanto a Arguedas?

EA: Claro, tanto que hicimos un viaje especial. Esa vez que yo lo invité para ir a Trujillo, como Trujillo queda muy cerca de Chimbote, que es un puerto, y como la última novela de José María Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo tiene como su centro a Chimbote, pues le dije: “Oye, mi sobrina me da un carro y vámonos a Chimbote a hacer el recorrido de Arguedas”. Los lugares por los cuales había estado Arguedas y algunas gentes que él había conocido mientras vivió en Chimbote. Estuvimos tres días siguiendo todos esos pasos y fue una experiencia extremamente interesante.

Una de nuestras experiencias, un poco traumáticas ocurrió cuando nos fuimos a visitar el prostíbulo, que todavía existía y salió un grupo de bandidos que controlaban el lugar. Nosotros queríamos ver, porque Arguedas hacía una descripción de las cosas. Estábamos acompañados por unos periodistas, no íbamos nosotros para ver si eso funcionaba ni buscábamos una experiencia directa [risas]. Íbamos con la idea de hacer investigación y salió un grupo de gente que nos asustó. Si no estuviéramos con los periodistas, específicamente con un periodista que conocía y que los tranquilizó, porque estaban armados. Creo que tal vez estaban guardando drogas y ya no funcionaba exactamente como prostíbulo.

Él también tenía una especie de frustración porque no había conocido íntimamente a Aníbal Quijano, que yo se lo presenté junto a Paco Amezcua allá en Lima y establecieron una relación que yo sé fue muy buena. Aníbal estuvo un periodo en México como refugiado del Perú porque Velasco Alvarado expulsó a un grupo de sociólogos y anduvo en la UNAM hasta que regresó definitivamente al Perú en el año 1990 o 1991, me parece.

Ricardo Melgar Bao en 2011 y el mundo arguediano
Imagen 4. Ricardo Melgar Bao en 2011 y el mundo arguediano.
Fuente: Pacarina del Sur.

 

Notas:

[1] Véase: Amayo Zevallos, E. (2010). “Oro del Perú: del cuarto del rescate al mito de El Dorado. Pacarina del Sur [en línea], 2(5). Disponible en: http://pacarinadelsur.com/home/mar-del-sur/160-oro-del-peru-del-cuarto-del-rescate-al-mito-de-el-dorado

[2] https://www.prio.org/

[3] El lema oficial es “Por el sendero luminoso de Mariátegui”.

[4] São Paulo: Edições Vértice, 1988.

[5] Véase: De León Pinelo, A. (1943). El Paraíso en el Nuevo Mundo. Raúl Porras Barrenechea.

[6] Véase: Geopolítica de América Latina y el Caribe (1999). IPGH/UNESCO/Fondo de Cultura Económica.