Rafael Ojeda

 

2020 será un año para el olvido. Quizá podamos entenderlo como una suerte de anticipo de ese infierno o de estadio trascendental de expurgación que nos está enseñando algo más sobre la fragilidad de la vida humana. El contexto infausto de pandemia por el Covid-19 ha atiborrado una suma de pérdidas y dejado espacios vacíos que han acumulado dolor tras dolor. De ahí que la partida de Ricardo Melgar Bao haya dejado un vacío insalvable, sobre todo por su inconmensurabilidad intelectual, su latinoamericanismo y su complementario compromiso político y teórico. Pero también por su postura ligada a los sectores menos visibles y desfavorecidos de Indoamérica. Ricardo dedicó muchos de sus libros y artículos a trazar la dimensión histórica y sociopolítica de Indoamérica; pero también a interpretar el Perú desde México, un país tradicionalmente análogo a nuestro Perú.

Las noticias inesperadas en el transcurso de los meses que ha durado esta pandemia, asustan; muchas veces uno intenta no creer en ellas y asumimos una suerte de insensata eternidad. Por lo que, cuando en la mañana del 10 de agosto de 2020 me llegó un mensaje de Alberto Villagómez con la nota necrológica sobre la partida de Ricardo, no lo quería creer. Me cuesta trabajo aceptar las noticias trágicas, sobre todo acerca de personas con las que he podido coincidir, y de alguna manera trabajar durante los últimos años.

Con Ricardo coincidíamos en muchas cosas: los lugares comunes en los que ambos habíamos estado, nuestras convergencias intelectuales y los amigos que compartimos. Tal vez todo esto me había llevado a “conocerlo” antes de que Alberto me lo presentara en persona, y desde allí yo pasara a convertirme en un cercano colaborador de la revista Pacarina del Sur, publicación gestionada y editada por Ricardo Melgar Bao y dirigida por Alberto Villagómez.

Alguna vez, Horacio Quiroga esbozó la idea de que aquellas experiencias personales y circunstancias en las que los sujetos en sus tránsitos personales se cruzan, era convergente a la manera en que las bolas de billar se bifurcan sobre la mesa de juego.

La cartografía de mis encuentros con Ricardo es al mismo tiempo imaginaria y real, pues se forjó en la suerte de encuentros aleatorios. Aunque mi fragil memoria lo dificulta, procuraré reconstruir una historia sobre los viajes y los textos que he escrito que me acercaron a la obra de Ricardo, pero también a su amistad.

Me remontaré a los años 2004 y 2005, en los que publiqué en el diario El Peruano, dos artículos sobre José Carlos Mariátegui titulados “Mariátegui hoy” y “Mariátegui ante la posmodernidad” que escribí tras mi primera estancia en París en el año 2001. Hasta entonces, el autor de los 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana era alguien al que me había acercado con cierto recelo.

Recibí algunos comentarios auspiciosos sobre mis primeros escritos mariateguistas y la oferta del editor de un boletín denominado Tatuajes de publicar en él todos los textos que yo había escrito sobre Mariátegui; los cuales para entonces ya eran como seis. A estos se sumaron otros más que publiqué en la revista Wayra, editada en Suecia.[1] Estos textos me dieron la pautas para buscar ampliarlos y convertirlos en un libro que aún permanece inédito.

Hacia el 2004, cuando buscaba textos que hablaran de la actualidad del pensamiento de Mariátegui, desde la línea filosófica que me interesaba, me encontré un libro que se titulaba Vigencia de Mariátegui (1995) de Francis Guibal. Este libro había ocupado el segundo lugar en un concurso celebrado por el Centenario del nacimiento de Mariátegui. Este libro me llevó hacia otro publicado en la serie del mismo concurso, y que había ocupado el tercer lugar: Mariátegui, Indoamérica y la crisis de Occidente (1995), de Ricardo Melgar Bao (1995). Puedo decir que, aunque ambos libros no contenían mucho de lo que yo buscaba en aquellos años, pero ese fue mi primer acercamiento a la obra de Ricardo.

No sé por qué, asumí, desde entonces, que Ricardo era mexicano. Quizá porque olvidé que conocía el libro que antes he mencionado, o tal vez porque mis intereses se habían volcado hacia el estudio del concepto “subalternidad” a raiz de mi lectura al artículo de Antonio Gramsci incluido en Cuadernos de Cárcel.

Fui ahondando sobre la subalternidad a través de las discusiones desarrolladas por el Grupo de Estudios Subalternos sudasiático y el libro de Lombardi Satriani. A la vez que en América Latina emergieron nuevas lecturas sobre este concepto; por ejemplo, en los novísimos desarrollos del Grupo de Estudios Subalternos de América Latina, pero también en los dos tomos de El movimiento obrero latinoamericano. Historia de una clase subalterna de Ricardo Melgar (1988).[2]

Fue en ese contexto en el que asistí al IX Encuentro del Corredor de las Ideas, realizado en Paraguay (2008), gracias a la invitación de Hugo Biagini, director del CECIES, en Argentina. En dicho evento yo participaría exponiendo sobre la entrada sobre el concepto “subalterno” que había escrito para el Diccionario del Pensamiento Alternativo (Biagini y Roig, 2008). En algunas conversaciones con Hugo al respecto de este evento me preguntó si conocía a Ricardo Melgar Bao. Yo le contesté que no, pero que era un mexicano al que había leído parcialmente. Fue Hugo quien me dijo que Ricardo era un peruano exiliado en México.

Escribo esto porque quiero resaltar esa suerte de caminos compartidos y convergencias que, desde mis intereses intelectuales, pudieron acercarme a Ricardo. No recuerdo qué año habría sido, pero gracias a la gestión de Alberto Villagómez, finalmente pude conocerlo en persona. No recuerdo si fue antes de que existiera Pacarina del Sur o después, pero desde entonces celebré los encuentros que sostuvimos. Ya fueran en la casa de Alberto Villagómez o en algún evento en la Casa Museo José Carlos Mariátegui o en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, mi alma mater y en cuya Facultad de letras alguna vez presenté el libro de Ricardo Vivir el exilio en la ciudad, 1928. V.R. Haya de la Torre y J.A. Mella (Melgar, 2013).[3]

Con el banner de la presentación del libro Vivir el exilio en la ciudad, 1928. V.R. Haya de la Torre y J.A. Mella
Imagen 1. Con el banner de la presentación del libro Vivir el exilio en la ciudad, 1928. V.R. Haya de la Torre y J.A. Mella, UNMSM, Lima, 21 de marzo de 2014. Jorge Sarmiento Llamosas, Ricardo Melgar Bao y Carmen Castilla.
Fuente: Alberto Villagómez.

Presentación del libro Vivir el exilio en la ciudad, 1928. V.R. Haya de la Torre y J.A. Mella
Imágenes 2, 3 y 4. Presentación del libro Vivir el exilio en la ciudad, 1928. V.R. Haya de la Torre y J.A. Mella y entrega a Ricardo Melgar de la “Medalla al mérito académico” de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM, Lima, 21 de marzo de 2014.
Rafael Ojeda, Raimundo Prado, Ricardo Melgar y Jorge Sarmiento Llamosas.
Fuente: Alberto Villagómez.

Almuerzo posterior a la presentación del libro Vivir el exilio en la ciudad, 1928. V.R. Haya de la Torre y J.A. Mella, Club Ancash, Lima, 21 de marzo de 2014
Imagen 5. Almuerzo posterior a la presentación del libro Vivir el exilio en la ciudad, 1928. V.R. Haya de la Torre y J.A. Mella, Club Ancash, Lima, 21 de marzo de 2014.
De izquierda a derecha: Carmen Castilla, Ricardo Melgar, Aurelio Silva, Jorge Sarmiento Llamosas, Raimundo Prado, Eliana Novoa y Manuel Ojeda.
Fuente: Alberto Villagómez.

Otro encuentro azaroso que nos hizo coincidir fue en 2012, en París, cuando recalé para recoger un premio en la Maison de l’Amérique Latine, en un evento organizado por el Centre Culturel Péruvien (CECUPE)[4] y algunos amigos peruanos. Durante mi estadía en Francia me invitaron a participar en un evento que versaba sobre cultura peruana organizado por Image Culture de París, y del que también participó Melgar Bao vía Skype. La disertación de Ricardo fue sobre un grupo de intelectuales socialistas peruanos de los años setentas, conocidos como “los Zorros”.

Durante las últimas visitas de Ricardo a Lima casi no lo pude ver, debido a que mis obligaciones laborales y mis tiempos casi nunca coincidían con los eventos en los que él participaba. Me perdí su nombramiento como doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle (La Cantuta) en 2019. Pero lo pude ver, lamentablemente por última vez, durante la celebración del décimo aniversario de la revista de pensamiento crítico latinoamericano Pacarina del Sur, efectuada en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos ese mismo año.

Realmente es una lástima que la posibilidad de sostener nuevos encuentros se haya terminado. Ahora que hago esta suerte de balance intelectual y de descripción de nuestros encuentros, pienso en lo genial que fueron aquellas circuntancias que nos llevaron a coincidir. Compartimos el estudio sobre José Carlos Mariátegui y algunos otros autores de la Generación del Centenario, pero también gracias a Ricardo se publicaron de manera prolija algunos de mis textos en Pacarina del Sur.[5]

Sus amigos sabíamos que durante los últimos años Ricardo batalló contra un cáncer que no había podido derrotar, pero que no melló su prolífica pluma ni compromiso como antropólogo, productor y gestor cultural, tampoco su calidez humana. Al menos no hasta aquella mañana del 10 de agosto, cuando me llegó aquella trágica noticia que decía: “Las palabras quedan cortas para expresar nuestro dolor por tan sentía pérdida”. Y era verdad, las palabras siempre quedarán cortas para abarcar toda la generosidad, inconmensurabilidad intelectual y el gran legado de Ricardo Melgar Bao. Descansa en paz.

 

Notas:

[1] [N. E.]: Véase: Ojeda, 2006 y 2008.

[2] [N. E.]: Una segunda edición se publicaría en México en dos tomos, por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Alianza Editorial Mexicana en 1990.

[3] [N. E.]: Este libro fue reimpreso en 2013 como: Haya de la Torre y Julio Antonio Mella en México. El exilio y sus querellas. Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini

[4] [N. E.]: fundado el 10 de abril de 1986 en París, Francia.

[5] [N. E.]: Véase: Ojeada, R. 2010, 2011, 2013, 2014a, 2014b y 2015.  

 

Referencias bibliográficas: