Entre la edad mítica y el año crítico: el Bicentenario de América Central [1]

Between the mythical age and the critical year: the Bicentennial of Central America

Entre a idade mítica e o ano crítico: o Bicentenário da América Centra

Ricardo Melgar Bao

 

Año símbolo, año mítico, año histórico es del Bicentenario republicano centroamericano. En general, toda cronología o fecha conmemorativa, presente en los discursos políticos y académicos según nuestra tradición occidental, conlleva cierta fetichización de los años-símbolo, así como una práctica ritualizada del tiempo circular encapsulada en nuestro calendario lineal. Sin embargo, en América Central, coexisten bajo tensión, el remozado calendario cívico y moderno de factura criolla y el calendario maya. La Independencia es un hito y objeto ritual patriótico para los criollos, no para los pueblos originarios.


Imagen 1. https://www.cultura10.org/maya/calendario

El Bicentenario de la Independencia en el imaginario social urbano, se recrea como edad mítica. Al decir de un historiador francés, el estudio de tal edad, «constituye un acercamiento particular, pero privilegiado, a las concepciones del tiempo, de la historia y de las sociedades ideales» (Le Goff, 1991: 11). Edad mítica de un proceso fundacional moderno, que idealizó la República y la soberanía y que a dos siglos de distancia suscita críticas y desencantos; también la recreación del ideal. Recordemos que el tiempo del calendario es «totalmente social», además de «objeto científico» y «objeto cultural» (ibíd.: 184).

En esta ocasión, los países de América Central están involucrados por tener en sus respectivas agendas la conmemoración del Bicentenario de la Independencia. Sin embargo, debemos abordar una cuestión previa antes de decidir si nos sumamos a su ceremonialización cívica. En tal dirección recuperamos una aguda advertencia enunciada por Martin Heidegger en 1955: «¿Pero es la celebración ya por ello una celebración conmemorativa (Gedenkfeier)? Una celebración conmemorativa exige que pensemos (denken)» (2002: 1). Es decir que problematicemos, interroguemos y reflexionemos de manera meditada, fundada, diferenciada del pensar instrumental, acumulativo y de circunstancias. El proceso y acto de pensar la cosa pública se complica, cuando aquel está enrarecido por las lábiles visiones oficiales y las interesadas reinterpretaciones del acontecimiento fundacional de las repúblicas centroamericanas. Una aproximación a las retóricas oficiales y aún a las enunciadas desde los claustros académicos, salvo honrosas excepciones, carecen de sentido crítico y de una perspectiva regional. La explicación de la presencia de tales lastres del pensar, escribir y decir públicamente, tiene mucho que ver con  el contexto en que solemos participar en los rituales cívicos que orientan la trama conmemorativa. Le concedemos razón al filósofo existencialista alemán cuando tomando distancia observa el hecho ritual:

No nos hagamos ilusiones. Todos nosotros, incluso aquellos que, por así decirlo, son profesionales del pensar, todos somos, con mucha frecuencia, pobres de pensamiento (gedanken-arm); estamos todos con demasiada facilidad faltos de pensamiento (gedanken-los). La falta de pensamiento es un huésped inquietante que en el mundo de hoy entra y sale de todas partes. Porque hoy en día se toma noticia de todo por el camino más rápido y económico y se olvida en el mismo instante con la misma rapidez. Así un acto público sigue a otro. Las celebraciones conmemorativas son cada vez más pobres de pensamiento. Celebración conmemorativa (Gedenfeier) y falta de pensamiento (Gedankenlosigkeit) se encuentra y concuerdan plenamente (ibíd.: 17).

 

Si la geografía histórica nos subraya la existencia de un territorio cultural mayor al considerado por las cinco repúblicas centroamericanas, la pregunta que emerge es si el ritual conmemorativo, tiene algo de lastre, en la medida en que frena un mayor y más fecundo acercamiento con Panamá y Belice –países que se hallan fuera de la conmemoración cívica-, en el presente y afectan la posibilidad de modelar consensualmente un nuevo proyecto de futuro unionista. Si en el imaginario y en la división político territorial centroamericana, sus fronteras están recortadas, en la vida cotidiana, las prácticas y redes transfronterizas van gradualmente avanzando a favor de otra integración, o mejor dicho, de otra unidad social y étnicamente heterogénea erigida sobre bases libertarias, justicieras y democráticas. 

El bicentenario de la Independencia de América Central no escapará a ello, según se comienza a percibir a través de los preparativos de sus alicaídas comisiones institucionales y sus balbuceantes retóricas. Frente a este proceso, la intelectualidad regional y la que siendo de fuera está interesada en la cuestión centroamericana -desde nuestras distintas claves generacionales e ideológicas-  no podíamos prescindir ni del ritual ni del símbolo, aunque nuestro deseo sea el de proponer una lectura crítica, o como dice el filósofo de Heidelberg, un fundado ejercicio del «pensar meditativo».

En esa dirección realizaremos una especie de diálogo con las ideas de los protagonistas de la Independencia; las formuladas con motivo de su Primer Centenario y los decires de sus actuales gobernantes, responsables de llevar adelante y a su precarizado modo, los fastos del bicentenario. Hechos, ideas, actores, instituciones y agrupaciones inciden en la trama  conmemorativa. Memoria, olvido e imaginario tejen sus sentidos e inciden en su realización. 

 

 

Entre los orígenes republicanos y el primer Centenario

Una de las reformas borbónicas emanadas desde España hacia sus colonias de ultramar consistió en una nueva división político- territorial la cual intentó ser sometida a un control  más vertical. En América del Sur se constituyeron los virreinatos de Río de la Plata y de Nueva Granada, los cuales le recortaron territorios, ingresos, fueros y facultades al Virreinato del Perú. En el Virreinato de la Nueva España la creación de un mando militar único de las provincias del Norte poseído de fueros especiales le restó autoridad al poder virreinal con sede en la Ciudad de México. En 1786, la Capitanía General de Guatemala fue dividida en cinco intendencias: Chiapas, Guatemala, San Salvador, Comayagua y León.

En tiempos de la ocupación militar napoleónica del Reino de España y la ulterior creación de las Cortes de Cádiz se creó una atmósfera ideológica favorable a la descolonización tanto en América Central como en las Antillas Mayores y América del Sur. Derivado de ello vino una saga de levantamientos: San Salvador, en noviembre de 1811 y en 1814;  Nicaragua, en diciembre de 1811; Honduras, en 1812;  Guatemala (Conspiración de Belén), 1813 (Larde, 1953: 8).


Imagen 2. http://artecentroamericaxlej.blogspot.com/2016/05/luis-vergara-ahumada.html

Comenzando la siguiente década, vino un proceso de polarización entre los partidarios de la república federal de América Central y los adherentes a su anexión al Imperio mexicano. Uno y otro bando participó de querellas  y retóricas encontradas hasta  marzo de 1823, mes  en que Iturbide abdicó del poder. Tras las ruinas del efímero Imperio aparecieron las bases contradictorias del republicanismo mexicano entre su vertiente liberal y conservadora.

El Acta de Independencia suscrita por criollos un 15 de septiembre de 1821, El Decreto promulgado por el Congreso unionista del 19 de julio de 1823,[2]  y la Constitución aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente de Centro América un 22 de noviembre de 1824, se sentaron los primeros fundamentos ideológico-políticos de su corriente unionista bajo molde federal de tanta trascendencia histórica:

Artículo 1o. El pueblo de la República Federal de Centro América es soberano e Independiente. Artículo 2o. Es esencialmente soberano y su primer objeto la conservación de la libertad, igualdad, seguridad y propiedad […] Artículo 6o. La federación se compone actualmente de cinco estados que son: Costarrica [sic], Nicaragua, Honduras, el Salvador y Guatemala, La provincia de Chiapas se tendrá por estado de la federación cuando libremente se una.[3]

 

El ideal unionista centroamericano resintió los lastres propios de sus regiones escasamente unidas y cuyas economías dependían de su articulación al mercado internacional a través de los capitalistas europeos o estadounidenses. En tal contexto, las oligarquías regionales no podían suscribir el ideal unionista, optando por hostigar o combatir a sus adalides, sea bajo mascaradas liberales o conservadoras. La guerra civil de 1829 signó el primer capítulo de una historia recurrente y parecida. De igual manera, el gobierno y las empresas  estadounidenses con intereses en la región, al igual que sus pares europeos, minaron o combatieron a los gobiernos unionistas así como adscritos a dicha filiación aspiraban a llegar al poder.

Las biografías de los dirigentes unionistas muestran de manera descarnada su lucha inconclusa contra la balcanización centroamericana. José Martí, refiriéndose al ideal unionista y a la figura de Francisco Morazán quien fuese mandado aniquilar por sus enemigos sentenció de manera magistral e iluminadora: 

La política de las rivalidades venció a la política de la unión; la vanidad de los Estados fue más poderosa que la unión bienhechora. Morazán fue muerto y la unión se deshizo, demostrando una vez más que las ideas, aunque sean buenas, no se imponen ni por la fuerza de las armas, ni por la fuerza del genio. Hay que esperar que hayan penetrado en las muchedumbres (Martí, 1963: 96).

 

Muchos episodios históricos merecían ser revisitados, pero por sus particularidades y extensión, los dejaremos fuera. Sin embargo, rescataremos una línea de continuidad existente entre la fase unionista auroral de su vida independiente y la conmemoración de su primer Centenario. Se sustenta cómo la voluntad anticolonial frente a España se transfiguró en antiimperialista frente al intervencionismo estadounidense. Manuel Sáenz Cordero en 1917 publicó un artículo en el que subrayó el potencial geopolítico istmeño. Cuatro años más tarde fue reproducido en Repertorio Americano, la más importante revista centroamericana. El autor mencionó que tal potencial descansaba en su privilegiada configuración ístmica entre el Pacífico y el Atlántico. En el siglo XVI atrajo la mirada de conquistadores y cronistas coloniales sobre sus posibilidades de construcción de corredores interoceánicos. Preocupación acorde con los inicios del mercado mundial y la expansión colonial en el mundo. Agregó que estas ideas aparecieron sueltas o desarrolladas en  Balboa en 1513 en Panamá, González Dávila en 1521 en Nicaragua y  Cortés en 1525.[4]

Antonio López de Santa Anna
Imagen 3. Antonio López de Santa Anna. https://storage.buzzsprout.com

Iniciado el ciclo republicano los unionistas istmeños no fueron ajenos a la idea de un canal interoceánico siempre y cuando fuese compatible con los intereses de sus pueblos. Ejemplo de lo anterior, fue la iniciativa de la Federación de Centro América de comisionar a José Batres Montúfar -ingeniero y escritor guatemalteco- y a John Baily ingeniero naval inglés,  de realizar un estudio acerca de un posible canal vía Nicaragua en 1837 (Burns, 1991: 161).  No hubo apoyos financieros ya que la Federación tuvo ingresos muy magros y tal iniciativa fracasó. Un año más tarde, la Federación entro en crisis terminal con la escisión de los gobiernos de Nicaragua, Costa Rica y Honduras (Vázquez, 2011: 266). Sin embargo, producto de las amenazas e intervenciones de las potencias extranjeras, se gesta una respuesta defensiva el Pacto de Unión Provisional de los Estados de Centro América. Fue elaborado, suscrito y aprobado en San Salvador un 7 de Noviembre de 1889. En su artículo 2º se precisó su carácter:

La unión á que se contrae la declaratoria anterior tiene el carácter de preliminar ó provisional para la Unión definitiva de los Estados, y sus efectos se limitarán por ahora á unificar su Representación exterior, á fin de que sean tratados y reconocidos como una sola entidad ante las demás Naciones, y á unificar también los intereses administrativos generales de Centro-América.

En consecuencia, la Representación Diplomática tendrá efecto en lo sucesivo en nombre de la República de Centro-América; y los funcionarios que hayan de servirla serán designados por el Ejecutivo Nacional entre los ciudadanos de cada uno de los Estados, adoptándose al efecto el sistema de sorteo y el de turno para esa designación, á fin de que se distribuyan dichos empleos sin preferencia alguna de origen (Pacto de Unión…, 1899).

 

La reaparición de acuerdos intergubernamentales, movimientos y organizaciones unionistas se realizó en torno al proceso conmemorativo del Primer Centenario de la Independencia.  Tres hitos relevantes merecen ser evocados. El primero fue la celebración del Pacto de Unión de Centroamérica. Celebrado en San José de Costa Rica el 19 de enero de 1921:

Los gobiernos de las Repúblicas de Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica, estimando como un alto deber patriótico llevar a cabo, en cuanto es posible, la reconstrucción de la República Federal de Centro América, mediante bases de justicia y de igualdad que garanticen la paz, mantengan la armonía entre los Estados, aseguren los beneficios de la libertad y promuevan el progreso y bienestar general, han tenido a bien celebrar un Tratado de Unión que llene ese fin (Herrarte, 1957: 209).

 

Quedó fuera de este pacto Nicaragua lo cual fue muy lamentable, pero existían razones de fondo para ello. Nicaragua estaba intervenida política y militarmente por los Estados Unidos desde hacía varios años, contando con la complicidad de las facciones conservadoras nativas. El apoyo conservador a la ocupación militar descansaba en el recorte de derechos al Partido Liberal, su histórico oponente (Baker, 1966).

De otro lado merece mencionarse la creación del Partido Comunista Centroamericano, el cual operó entre los años de 1924 a 1925. Este ramal de la Internacional Comunista no tiene parangón en su seno. Nos referimos a su carácter regional compuesto por siete secciones, incluida Belice. Citaremos las primeras de sus bases programáticas:

1) Este era fundado en Guatemala y estaría constituido por obreros, campesinos y soldados; 2) Tendría 6 secciones, por cada uno de los países centroamericanos más Belice, dependiendo de un Comité Central Ejecutivo; 3) Lucharía por el establecimiento del Socialismo; 4) Esto se lograría por medio de la conquista del poder y la implantación de la dictadura del proletariado; 5) Apoyaría las actividades emancipadoras de otros grupos obreros; 6) Lucharía por su inscripción en la Tercera Internacional; 7) Adoptaba la bandera comunista; 8) Tendría como día festivo el 7 de Noviembre, aniversario de la revolución Bolchevique; 9) Realizaría propaganda y agitación de masas por medio de la prensa, mítines y círculos familiares, apoyando las luchas reivindicativas 10) Fundaría un periódico, El Comunista; 11) Estaría dirigido por un Comité Central Ejecutivo, pudiendo ser sus miembros electos en sesión plenaria; 12) Los Comités de partido de cada una de las 6 secciones debían de rendir informes mensuales; 13) Cada año se celebraría un Congreso general, en el que se discutirían las tesis presentadas por cada sección (Taracena, 2010).


Imagen 4. www.el19digital.com

La represión de que fue objeto desarticuló su organización dando paso con el tiempo a sus adscripciones nacionales. Fue un experimento político breve, del cual rescato el hecho de incorporar a Belice a su concepción unionista.  Luego vino la gesta insurgente de César Augusto Sandino en defensa de la soberanía nacional de Nicaragua que atrajo solidariamente a la mayor parte de la intelectualidad de los países de la región, así como a las organizaciones sindicales.

Iniciada la Guerra Fría reapareció bajo sus signos una lógica integracionista inducida y cautelada por los estadounidenses. Bajo ese horizonte se funda en 1951 la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA), con la participación de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. En 1954 se produjo el derrocamiento del gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala auspiciado por los Estados Unidos y la ODECA, por impulsar reformas desarrollistas, permitir la participación ciudadana de corrientes de izquierda nacionales o extranjeras en condición de exilio. El gobierno dictatorial golpista de Castillo Armas fue acompañado de una febril campaña anticomunista regional y continental, así como de una política etnocida.

El año de 1960 la ODECA creó el Mercado Común Centroamericano (MCCA) con el propósito de conformar su unión aduanera. El asociacionismo burgués tuvo expresiones mucho más duras, propias de la Guerra Fría como el Central American Defense Council (Condeca), fundado el año de 1966, como entidad subalterna al Comando Sur estadounidense. Su camino unionista fue también accidentado y no tan amplio ni consensuado como esperaba el Pentágono y las élites regionales pro yanquis.  Sus estados miembros fundadores fueron Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua. Costa Rica y Panamá recibieron el estatus de observador. Panamá aceptó el estatus de observador, pero se opuso a la presión de los Estados Unidos para actualizar su estatus a miembro pleno; Costa Rica rechazó la membresía en cualquier nivel. CONDECA estaba estrechamente vinculada al Comando Sur de los Estados Unidos. Las representaciones militares de cuatro países de la región, participaron activamente en su fundación: Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua. Costa Rica y Panamá quedaron como observadores. El gobierno de Omar Torrijos se opuso al cambio de Panamá a país miembro y Costa Rica rehusó la membresía ofrecida. se recibieron el estatus de observador. Panamá aceptó el estatus de observador, pero se opuso a la presión de los Estados Unidos para actualizar su estatus a miembro pleno; Costa Rica rechazó la membresía en cualquier nivel. CONDECA estaba estrechamente vinculada al Comando Sur de los Estados Unidos. Quedó inactiva con el paso de los años pero gravita la posibilidad de su reactivación bajo una nueva faz. 


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En 1993 la ODECA se transfiguró a través del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) (Hernández, 2000). Una visión edulcorada de la integración neoliberal, la denominada «seguridad democrática» y la «globalización sin pobreza» ha sido cuestionada por la dura realidad. Se trata de un vehículo interestatal proclive a los intereses estadounidenses que merece ser estudiado.

Reflexionar sobre América Central nos lleva a recordar su contradictorio vínculo de trayectoria y destino con México. A casi doscientos años de la escisión de Chiapas de América Central el tejido de proximidad étnico cultural maya que continúa siendo transfronterizo. Recuérdese que entre los años de 1980 y 1982, como consecuencia del curso genocida que tomó la guerra interna en Guatemala,  unos 80 mil mayas cruzaron la frontera mexicana en calidad de refugiados y constituyeron campamentos según sus particulares adscripciones étnicas y dialectales en el sureste del país receptor. La respuesta mexicana fue la de relanzar un nuevo proyecto de integración debido a lo prolongada que parecía ser la guerra. A partir de enero de 1994, el gobierno mexicano confrontado militarmente con la guerrilla del EZLN de base cultural maya, decidió impulsar un programa de relocalización de los asentamientos de refugiados que quedasen alejados del hinterland de acción de la guerrilla mexicana. De otro lado, la propia dirección del EZLN enarboló un contradictorio discurso y política: asumir los símbolos patrios enmarcados en una retórica abiertamente nacionalista, y por el otro, permitir que las comunidades mayas Chol, Tzeltal y Tzotzil reprodujeran sus usos y costumbres. Lo anterior no medró en el accionar de las redes solidarias mexicanas con los refugiados guatemaltecos y las propias guerrillas. Corrientes de la izquierda mexicana realizaron relevantes actividades de apoyo a las guerrillas salvadoreñas y nicaragüenses, así como hacia los grupos de exiliados de esos países centroamericanos.

Los ideales unionistas centroamericanos han tenido accidentada historia encontrándose en la actualidad en repliegue. Vísperas del Bicentenario siguen siendo hostigados por las élites nacionales de doble faz, que al mismo tiempo que se someten a los designios estadounidenses, despliegan hacia los pueblos vecinos, sus nacionalismos infecundos y divisionistas.


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De espaldas a los pueblos y a su memoria histórica

Una somera revisión de los cinco escenarios nacionales de la región puede iluminar la problemática regional. Es notoria la reiterada crisis política y estatal por los embates de corrupción, narcotráfico, impunidad y autoritarismo que, con diverso grado, afectan a todas las repúblicas istmeñas, aspectos que han acentuado las presiones de los organismos internacionales. Cuatro países muestran, más allá de sus diferencias de grado,  acusados rasgos de un acentuado desequilibrio económico, ambiental y socio-cultural  entre sus regiones: Guatemala, El Salvador, Honduras  y Nicaragua. Tres de ellos, se han convertido en países expulsores de fuerza de trabajo por su bancarrota ocupacional y salarial, violencia multiforme e inseguridad: Honduras, El Salvador y Guatemala. Así las cosas, el Bicentenario deja abierta las inquietantes preguntas: ¿se trata de experimentos republicanos fallidos?  En perspectiva  ¿existen fuerzas sociales de raigambre popular que puedan intentar revertir los órdenes existentes o por lo menos contenerlos y morigerarlos? Veamos sumariamente cada cuadro nacional.

Honduras camina hacia el bicentenario en medio de una crisis sin precedentes con los niveles de desigualdad y pobreza más altos de América Central, una tasa de homicidios que la ubica entre los países con mayor violencia en el mundo y un flujo migratorio imparable con dirección al territorio estadounidense. Las pandillas (Mara Salvatrucha y Barrio 18), las mafias de narcotraficantes y las propias fuerzas de seguridad han sembrado de homicidios y violencia la sociedad hondureña (Pradilla, 2017). Frente a este drama,  observamos la disociación existente entre su clase política y las urgencias del pueblo.

A pesar de esta realidad ominosa la ceremonialización conmemorativa de 200 años de vida republicana se llevará a cabo. Bajo tales circunstancias en Honduras se constituyó la Comisión del Bicentenario el 14 de septiembre de 2017, bajo el padrinazgo del presidente Juan Orlando Hernández. La integra un elenco compuesto por funcionarios del poder ejecutivo y de otras instancias de gobierno, además de algunos representantes de entidades académicas, deportivas, de medios de comunicación y ONG’s. El énfasis puesto por dicha Comisión en incentivar la labor de historiar el proceso independentista en los 298 municipios [5]es ilusoria porque su cuerpo académico nacional es bastante limitado en número, experiencia investigativa y recursos. Además, tal orientación temática es aislacionista considerando su enfoque localista frente a un acontecimiento que trascendió las fronteras hondureñas. Sin embargo, las expectativas que despertará en dichos municipios se encuentran en consonancia con un clima favorable a su empoderamiento tratando de revertir el excesivo centralismo gubernamental existente. Nasry Tito, el actual alcalde capitalino se ha erigido en portavoz de esta justa demanda descentralista.[6] Es posible que una nueva sensibilidad local se esté gestando de cara al Bicentenario.

En El Salvador, la crisis política se agrava en perspectiva. Nada bueno augura en el presente inmediato, tampoco para el 2021. El país está hundido en escándalos gubernamentales de corrupción, lavado de dinero y apropiación ilícita de recursos a favor de intereses particulares y de ARENA partido de extrema derecha. Mauricio Funes, todavía al frente del poder ejecutivo hizo público el Informe de Operaciones Sospechosas (ROS) elaborado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos que involucraba a Francisco Flores -su  antecesor en el cargo- por festinar 10 millones de dólares que el gobierno de Taiwan donó para atención de los damnificados del terremoto de 2001. El dinero fue transferido a través del Centro de Estudios Políticos “Antonio Rodríguez Porth” y el Banco Cuscatlán y fue utilizado para financiar la campaña electoral de ARENA en 2004 (Arpas, 2019). Flores fue sometido a investigación, procesado judicialmente y confinado en prisión. El fiscal general Douglas Meléndez, en fecha reciente y víspera de cesar en su cargo le fincó un cargo de responsabilidad al expresidente Funes por infidencia, al hacer público un informe confidencial (Marroquín, 2014).

Nicaragua se acerca al Bicentenario sumido en una  cada vez más grave crisis política. Daniel Ortega, quien llegó al poder tras una reelección en la que fue el único candidato presidencial, viene llenando las cárceles de opositores políticos, dirigentes y activistas estudiantiles, así como de los movimientos sociales que continúa su fase ascendente. En el curso de los dos últimos años, el aparato de fuerza institucional y paramilitar al servicio del gobierno de Ortega, ha acrecentado a ritmo acelerado su faz represiva y autoritaria. Muchos intelectuales habían iniciado su marcha al exilio a partir del año 2009, incluidos varios cuadros del FSLN.

El denominado orteguismo devino en burguesía burocrática apelando a la lógica de expropiación de los bienes de Somoza y sus colaboradores. Ortega y su grupo de interés terminaron por abandonar los ideales y el programa auroral del FSLN.  Se dedicaron a obtener  beneficios personales procedentes de licitaciones de obras públicas discrecionales y amañadas así como o de concesiones especiales de inversión y operación empresarial. Los beneficiarios del desvío y apropiación de parte del erario público, son los responsables de  prácticas represivas. Ellos se amparan en el ejercicio autoritario del poder político y en el amparo brindado por un poder judicial servil y corrupto.

En Guatemala, una saga de episodios nada gratos se han sucedido de manera creciente, deteriorando las instituciones públicas y las relaciones intraestatales entre los diversos poderes. Han sido documentados actos de grave corrupción e impunidad gubernamental, así como alarmantes excesos autoritarios de Jimmy Morales  los cuales llegarán pronto a su fin.   

En Nicaragua, Reyna Rueda, la alcaldesa de Managua,  en sesión extraordinaria realizada a mediados de enero del año en curso, a la que asistió una variopinta gama de invitados, declarar al 2019 año del bicentenario de la ciudad se recordó que un 24 de marzo de 1819 el Rey Fernando Séptimo de España le concedió el título de Leal Villa de Managua (Morales, 2019). Un aire filohispanista de cuño criollo se observa en dicha retórica. Una iniciativa tan apresurada a dos meses de la fecha fundacional, revela o falta de conocimiento histórico o desmemoria lastiman aún más su imagen pública. Rueda ha venido jugando un papel secundario frente a Fidel Moreno, secretario general de la alcaldía. Moreno ha detentado ese cargo desde 2009 y es un cuadro político muy cercano a Daniel Ortega y su esposa, destacando por dotes de organizador y orquestador de acciones punitivas contra los movimientos sociales de oposición (Vásquez, 2017). Frente a las grandes decisiones de gestión municipal, es sabido, que, por su dependencia, cuerpos diplomáticos radicados en el país, altos mandos de la Policía Nacional, deportistas, artistas nicaragüenses e invitados especiales.

El contexto, es decir, la trama económica y política centroamericana limita y orienta las actividades a desarrollar acerca del Bicentenario de la Independencia.  A dos años de conmemorarse el nacimiento de las repúblicas centroamericanas, se constata la apatía popular en las cinco repúblicas. A lo anterior se aúna el hecho de que los pueblos originarios y las comunidades de afrodescendientes continúan siendo los convidados de piedra. Para las élites criollo-mestizas los “indígenas” y los “negros”, son los marginados y negados, los despojados de sus tierras y derechos. Ellos, llegarán a la conmemoración republicana en calidad de estigmatizados, reprimidos, insertos en una nueva fase de resistencia étnica. 

No existen garantías políticas de que los hoy actuales mandatarios serán los responsables de iniciar los preparativos para los Bicentenarios: nada garantiza que se mantengan hasta el 2021 en sus respectivos ejercicios gubernamentales. El reelecto presidente de Honduras para el periodo 2017-2022, Juan Orlando Hernández Alvarado, abanderado por el derechista Partido Nacional, sigue enredado en temas de corrupción y saqueo de recursos del Seguro Social para su propio beneficio, así como en acusaciones sobre su inactividad ante los numerosos asesinatos de dirigentes ambientalistas.[7] Los hondureños no olvidan que durante su primer mandato, solo en el año 2016, fueron asesinados 14 activistas defensores del medio ambiente.[8]

Jimmy Morales, el mandatario guatemalteco concluirá su mandato en junio. Se ha visto envuelto en una seria crisis moral y política de la que es responsable; los poderes del Estado se han confrontado y acusado a la luz pública evidenciando la existencia de grupos de interés corruptos. Su desatinado y reaccionario autoritarismo favoreció el empoderamiento coyuntural de las Fuerzas Armadas y la reactivación de una ideología negacionista sobre  las responsabilidades y costos de una prolongada  Guerra Interna que costó más de trescientas mil víctimas. En junio, tras la salida de Morales, se convocará a elecciones presidenciales. Morales sin los beneficios de la inmunidad presidencial será sometido a juicio al igual que sus más cercanos colaboradores y familiares. El informe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CIGIG) ha sido contundente y políticamente demoledor (Goldman, 2019).

El mismo mes, concluirá el mandato de Salvador Sánchez Cerén en El Salvador, figura representativa del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Su gestión gubernamental ha suscitado muchos desencantos en la sociedad civil. A las bandas delictivas y la violencia social, se suma la escasez de empleo y  la desigualdad social. La participación creciente de migrantes salvadoreños en las caravanas centroamericanas ha despertado las iras y amenazas de Donald Trump. La última encuesta de opinión sobre su imagen presidencial evidencia una sensible contracción. De cara al inminente proceso electoral es posible que los votantes den un giro neoconservador, es decir, un voto de castigo al FMLN.[9]

Daniel Ortega ha ingresado a una riesgosa fase de aislamiento internacional. Al perder legitimidad popular  viene apelando  a la censura en los medios y a la represión de las manifestaciones de protesta social recurriendo a las fuerzas armadas y policiales, así como a los grupos paramilitares. Ha bloqueado la visita de una comisión parlamentaria europea en vísperas de la reunión oficial de ministros de relaciones exteriores de la Unión Europea (Navas, 2019). La respuesta del gobierno dictatorial de Ortega no tardó en llegar al bloquear el ingreso de la misión de la Unión Europea a Nicaragua.[10]

Diferente es el caso de Carlos Alvarado Quesada, presidente de Costa Rica del Partido Acción Ciudadana que ejercerá su mandato durante el periodo 2018-2022. Llegó al poder por vía electoral con una masiva votación del orden del 60 por ciento. Es muy poco tiempo  para emitir un juicio. Lo cierto es que tendrá que afrontar grandes retos. La austeridad en el gasto público no incidirá de manera sustantiva en la atención de las urgencias nacionales de realización de infraestructura vial, modernización y ampliación de los servicios de salud pública, protección de medio ambiente y atención al remozamiento del flujo migratorio nicaragüense por razones de exilio político. En lo que compete al Bicentenario costarricense en octubre de 2018 se integró la Comisión Nacional de Conmemoraciones Históricas, la cual debe presentarle al gobierno una propuesta de plan de trabajo para el 2021. Algunos indicios indican que su mirada será muy endógena y culturalmente muy criolla, no obstante que un atisbo de reflexión historiográfica está presente en las academias y en la sociedad civil.

En general en la región centroamericana se observa que los gobiernos siguen una orientación ideológica parecida. Se ha olvidado que en el año 1821 todos ellos, en conjunto, compartieron juntos el proceso de Independencia de España. Ese carácter supranacional del proceso histórico se plasmó en aquel tiempo en un proyecto unionista y federal que debiera ser considerado hoy día para buscar salidas a la dramática y fragmentada situación que viven sus pueblos.

El 15 de noviembre de 2018 durante la celebración de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, los mandatarios de Guatemala y Costa Rica consideraron realizar alguna actividad conjunta de cara al Bicentenario.[11] Sin embargo, la predominancia de sus respectivos prismas nacionales, sugiere que la conmemoración, a lo más que pueda aspirar, es a cumplir la función de pretexto para promover algunas iniciativas económicas de carácter bilateral o multilateral de servicios, transportes, flujos mercantiles y mercados propios de una frágil integración de cuño neoliberal. Se olvidan también de que quienes participaron en las actividades conmemorativas del primer centenario reivindicaron la fraternidad y el deseo de unidad de los pueblos centroamericanos. Las miradas y los magros esfuerzos de los gobiernos de turno y de las comisiones, se dirigen únicamente a sus trayectorias nacionales, prescindiendo de toda realización intergubernamental.

Las urgencias de gobierno vienen de su pérdida de legitimidad y base social, proyectándose en otra dirección al contradictorio legado republicano. Los preparativos presidenciales para participar de esas celebraciones carecen de capacidad de convocatoria popular. La maltratada y empobrecida realidad regional suscita preocupantes manifestaciones de corrupción, violencia, flujos migratorios y movimientos sociales. Se vienen cribando muchos desencantos sobre los gobiernos, independientemente de sus adscripciones partidarias e ideológicas. La juventud de extracción popular en los países de la región se siente despojada de horizonte de futuro.

El drama de América Central ha trascendido sus fronteras regionales a través de la ascendente problemática de la desigualdad, la pobreza, la violencia y la migración. Otros hechos, redondean tan crítico panorama. Los gobiernos de Guatemala y Honduras  decidieron suspender las visitas de la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad de la ONU, y el gobierno de Nicaragua dio por concluidas las inspecciones de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. En los tres casos, los informes elaborados por estos organismos acerca de la corrupción gubernamental y de los derechos humanos han sido desfavorables.[12]

 

Desde los márgenes: cierre de palabras

El proceso y declaratoria de la Independencia Centroamericana fue unitario, federalista y republicano. Su signo histórico más relevante fue anticolonial. A partir de entonces, la unidad y la escisión, así como la lucha anticolonial y antiimperialista acompañaron la  accidentada existencia de las cinco repúblicas. La geopolítica en el decurso de la historia regional, revela los ejes de continuidad y las transfiguraciones de los países que tuvieron y tienen incidencia en su vida y su futuro. Estados Unidos, Inglaterra, México y China en los últimos años, evidencian la vulnerabilidad y dependencia de los países de América Central.

La articulación geopolítica de América  Central con México y los Estados Unidos es de larga data, y ha sido motivo a lo largo del siglo XX y hasta el presente, punto de convergencia y disputa. Bajo la coordenada neoliberal  el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) en México lanzó un ambicioso proyecto de integración, modernización y desarrollo turístico denominado Mundo Maya atrayendo a su propuesta a los gobernantes centroamericanos (SRE, 1991: 58).  El levantamiento del EZLN del 1º de enero de 1994, la crisis económica y el cambio de gobierno sepultó temporalmente tal iniciativa. Al subir Vicente Fox el candidato del PAN, entidad de derecha al gobierno de México, durante su primera gira a los países centroamericanos realizada en septiembre del año 2000 anunció por vez primera el Plan Puebla Panamá. En marzo de 2001 Fox dio a conocer oficialmente dicho Plan. Propuso una nueva propuesta de integración y seguridad hemisférica vinculada a la cuestión energética denominada Plan Puebla Panamá. [13] En 2014 con motivo de la alarmante crisis de los niños centroamericanos migrantes a los Estados Unidos, la administración Obama diseñó un programa de contención denominado Plan de la Alianza para la Prosperidad del Triángulo del Norte (PAPTN), dirigido hacia tres países expulsores: Guatemala, El Salvador y Honduras:

Para alcanzar el objetivo del Plan, se cuenta con cuatro ejes: dinamizar el sector productivo, desarrollar el capital humano, mejorar la seguridad ciudadana y el acceso a la justicia, y fortalecer las instituciones.

El plan busca reducir los niveles de migración en los países del triángulo norte (Guatemala, El Salvador y Honduras) por medio de acciones interinstitucionales que brinden mayores oportunidades económicas a la población.[14]

 

Dicho Plan, en su breve y accidentada existencia, se ha manejado discrecional respecto a sus fondos y obras. En 2016 la mitad de los recursos financieros de ayuda estadounidense pasaron a ser administrados por la Central American Regional Security Iniciative (CARSI). Esta entidad los destinó a la construcción de cárceles y la constitución de cuerpos represivos de élite denominados Transnational Anti-Gang (TAG), los cuales dependen a su vez de la National Gang Intelligence Center (NGIC), entidad constituida por el FBI en 2005. [15] El efecto social de esta controvertida ayuda es grave, considerando que impulsó la criminalización de la sociedad, afectando principalmente a los asentamientos de pueblos originarios y a los campesinos que se resistían a vender o perder sus tierras.

Lo anterior se refrenda con mayor hondura y alarma, si recordamos que en octubre de 2018  la primera gran caravana de 10 mil migrantes que fueron de Honduras hacia Estados Unidos cruzando parte del territorio centroamericano, ingresaron en territorio mexicano en  octubre de 2018, rompiendo el dique de contención policial. De manera paralela se incrementó la vigilancia policial y militar estadounidense en su franja fronteriza con México (Cortés, 2018). Nuevas caravanas trinacionales de migrantes se encuentran en proceso de organización. Esta modalidad migratoria les permite a sus integrantes protegerse de las constantes prácticas de extorsión y violación de derechos humanos cometidos por las mafias del crimen organizado y los diferentes cuerpos policiales y militares mexicanos.

Los más recientes acuerdos bilaterales de contención migratoria centroamericana celebrados entre el gobierno de Donald Trump y el de Andrés López Obrador, representan una versión mejorada de la propuesta de Obama. Esos acuerdos se derivan de la anuencia de los gobernantes anteriores tanto de Guatemala, como de El Salvador y Honduras que por sus características, como veremos más adelante, no parecen augurar un panorama alentador. El analista Rodolfo Cortés Calderón piensa que esta iniciativa bilateral  se asemeja a un Plan Marshall: pero se equivoca. En América Central no existe un parque industrial a reconstituir, ni una capacitación y experiencia laboral previa, ni una infraestructura vial y mercantil que les brinde a sus actividades productivas el acceso a un mercado interior y exterior abierto. La desigualdad existente en dicha región y la ausencia de ofertas de empleo regular y salarios aceptables potencian la fuga de la fuerza de trabajo.

Sin embargo, el panorama ocupacional y social no es muy diferente en el sureste mexicano, el cual integraría la franja fronteriza con Guatemala y Belice. Se habla de un financiamiento del orden de los 36 mil millones. López Obrador ha ofrecido una ayuda de 7 mil millones a Honduras, El Salvador y Guatemala, mientras que el gobierno estadounidense ha destinado una ayuda de 25 mil millones de dólares al sureste de México. A reserva de que el gobierno mexicano logre frenar la injerencia estadounidense y consiga  implementar un proyecto interdisciplinario modelado por profesionales ambientalistas capaces de realizar una modernización respetuosa tanto de la biodiversidad como de los derechos de los pueblos originarios, la propuesta podría convertirse en un fracaso.  El resultado sería una punta más del iceberg del proyecto de contención y modernización capitalista neoliberal el cual implicará muy serios costos.

Pensar América Central nos ha llevado a poner entre paréntesis el propio lugar de nuestra enunciación: México, lo cual ha sido beneficioso. Mirarse en otro espejo permite abrir nuevas interrogantes y preocupaciones.

Cerraré con un giro esperanzador. Pienso ahora en la fuente inagotable de creatividad y resistencia de los pueblos centroamericanos, así como en su legado republicano que sigue vivo a pesar de la ofensiva neoliberal y los costos de sus dictaduras y malos gobiernos.

El proceso de reeespacialización está en curso difuminando viejas fronteras e imágenes nacionales y unionistas desgastadas. Otra integración es ineludible. Belice se acerca día con día más, Panamá al retomar la ampliación de la carretera panamericana ensanchará sus vínculos con los países istmeños y sudamericanos. Una integración regional puede reactualizar su ideario republicano popular y darle un nuevo formato más incluyente al tomar en consideración, la real heterogeneidad etnocultural de la región. A esta tradición republicana tampoco le es ajena la idea de soberanía ni la legitimidad de los derechos colectivos. En esa dirección, suscribo la caracterización propuesta por Hugo Biagini sobre las particularidades del republicanismo. Sin lugar a dudas, se trata de una alternativa tanto al liberalismo como al neoliberalismo:

A diferencia de la ideología liberal, el republicanismo se halla más centrado en el ciudadano que en el individuo, en el bien común que, en el interés personal, en los electores que en los consumidores; constituye una apuesta mayor por la deliberación, la participación igualitaria y la ausencia de dominación, en tanto valores superiores a los de la libertad negativa, entendida como falta de restricciones y de interferencias para desenvolverse (Biagini, 2019).

 

Notas:

[1] Agradezco las sugerencias y correcciones de Marcela Dávalos López y Alfonso Homero Valladares.

[2] “Que la Independencia del Gobierno español ha sido y es necesaria en las circunstancias de aquella nación y las de toda la América: que era y es justa en sí misma y esencialmente conforme a los derechos sagrados de la naturaleza: que la demandaban imperiosamente las luces del siglo, las necesidades del Nuevo Mundo y todos los más caros intereses de los pueblos que lo habitan. Que la naturaleza misma resiste la dependencia de esta parte del globo separada por un Océano inmenso de la que fue su metrópoli, y con la cual le es  imposible mantener la inmediata y frecuente comunicación, indispensable entre los pueblos que forman un solo Estado. Que la experiencia de más de trescientos años manifestó a la América que su felicidad era del todo incompatible con la nulidad a que la reducía la triste condición de colonia de una pequeña parte de la Europa”. Decreto de Independencia Absoluta de las Provincias del Centro de América de 19 de julio de 1823.

[3] Constitución de la República Federal de Centroamérica, 22 de noviembre de 1824. Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. www.juridicas.unam.mx, consultado el 23 de septiembre de 2018.

[4] “Canales Interoceánicos de Centro América”. Repertorio Americano (San José), núm.23, 15 de julio de 1920.

[5] “Comisión nacional del bicentenario”. La Tribuna (Tegucigalpa), 15 de septiembre de 2018: www.latribuna.hn/2018/09/15/comision-nacional-del-bicentenario, consultada el 30-11-2018.

[6] “Nasry Tito Asfura: ‘No hay concesión, el agua la va a manejar la municipalidad’”. El Heraldo (Tegucigalpa), 7 de enero de 2019: www.elheraldo.hn/pais/1247844-466/no-hay-concesion-el-agua-la-va-a-manejar-la-municipalidad, consultada el 11-01-2019.

[7] “Honduras: el país más peligroso del mundo para el activismo ambiental”. www.globalwitness.org, 31 de enero de 2017, consultado el 22-09-2018.

[8] “América Latina, letal para activistas ambientales: ONG Global Witness”. El Sol del Centro (Aguascalientes), 25 de julio de 2018.

[9] “Gobierno Sánchez Cerén es el peor evaluado en El Salvador, según sondeo”. El Nuevo Diario (Managua), 11 de enero de 2019.

[10] “Régimen orteguista acelera las sanciones de la Unión Europea”. La Prensa (Managua), 20 de enero de 2019.

[11] “Presidentes de Costa Rica y Guatemala acuerdan explorar vías para el comercio marítimo”. El Economista (en línea), 16 de noviembre de 2018.

[12] “Se acerca el bicentenario, ¿qué celebramos?”. Radio  Progreso (Honduras), 3 de septiembre de 2018.

[13] “…el Plan Puebla Panamá (PPP) representa uno de los proyectos de modernización neoliberal y apertura global para integrar el sur-sureste de México, como una región de libre tránsito de mercancías entre las tres principales regiones económicas del mundo: Norteamérica, El sureste asiático (China, Japón y los Tigres del Pacífico) y la Unión Europea. Uno de sus aspectos más importantes es el papel que se le asigna a las zonas de reserva ecológica como parte de un desarrollo industrial regional sustentable, lo que implica una seria amenaza a la biodiversidad” (Preciado y Villaruel, 2006: 26).

[14] “¿Qué es el plan de alianza para la prosperidad?”.  https://www.pronacom.gt/proyectos/plan_de_la_alianza_para_la_prosperidad_del_triangulo_norte/que_es_el_plan_de_alianza_para_la_prosperidad, consultado el 14 de septiembre de 2018.

[15] Véase la página oficial del FBI: https://www.fbi.gov/investigate, consultado el 12-12-2018.

 

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Cómo citar este artículo:

MELGAR BAO, Ricardo, (2019) “Entre la edad mítica y el año crítico: el Bicentenario de América Central”, Pacarina del Sur [En línea], año 10, núm. 39, abril-junio, 2019. ISSN: 2007-2309

Consultado el Viernes, 19 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1757&catid=14