Los Anales del Mar Dulce. Las imágenes protohistóricas del Río de La Plata y su proyección en las fuentes tempranas[1]

Daniel Omar de Lucia

Instituto Superior Joaquín V. González, Argentina

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Recibido: 27-05-2019
Aceptado: 15-06-2019

 

 

¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camalotes de la corriente zaina.

Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.
Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.

Jorge Luis Borges. Fundación mítica de Buenos Aires (fragmento).

 

Alegoría del viaje de Américo Vespucio
Imagen 1. Alegoría del viaje de Américo Vespucio. https://imgs.globovision.com

El presente es un modesto trabajo realizado, en su momento, para ser presentado como ponencia en unas jornadas de historia en una casa de estudios superiores y también para hacer utilizado como material interno de una catedra de Historia de América prehispánica y colonial. En él se abordan temas que vienen siendo objeto de interés por numerosos investigadores en trabajos de largo aliento. Incluso algunos que se han dado a conocer después de la presentación de este trabajo como ponencia hace tres años, coincidente con el quinto centenario del descubrimiento oficial del Río de la Plata. Su edición en formato de articulo intenta ser un aporte para analizar las primeras etapas del proceso de la formación del espacio colonial en el espacio rioplatense-paraguayo. La temprana producción de imágenes y representaciones de dicha presión presentes en mapas, crónicas de viajes, relatos, mitos, etc. Una invitación a apreciar un modesto jalón en la evolución del estado de la cuestión en los campos temáticos ante dichos.

 

Un nuevo mundo en imágenes

Hace 500 años que se produjo el descubrimiento oficial del Río de la Plata durante el célebre y trágico viaje de Juan Díaz Solís. En las páginas siguientes intentaremos analizar la construcción de imágenes sobre el Río de la Plata como región en las fuentes escritas durante las primeras etapas de su exploración hasta el establecimiento de los primeros asientos europeos permanentes y su proyección en fuentes más tardías. Tomaremos como ejes ordenadores de nuestro trabajo los siguientes elementos: a) viajes-mapas; b) naufragios y cautivos; c) horizontes legendarios-entradas.

La controversia historiográfica hizo que el estuario del Plata contara con muchos descubrimientos y aspirantes a descubridores: 1501-1502 por Américo Vespucio y Gonzalo Coelho; Juan Díaz de Solís (1508, 1512); Esteban Froes (1514) y Juan Díaz de Solís (1516). Como se sabe, la historia oficial hispana consignó al viaje en que Solís encontró la muerte como la fecha oficial del descubrimiento. Hoy por hoy los expertos parecen inclinarse mayormente por considerar el primer arribo europeo registrado a las costas del Plata el viaje de Vespucio-Coelho de 1501-1502 e identificar el río Jordán, mencionado en las relaciones del florentino, con el Río de la Plata y el Pináculo Detentio, mencionado en sus relaciones con el Cerro de Montevideo (Levillier, América la bien llamada, vol. II, 1948, págs. 3-52). El viaje de Solís de 1508, según parece, no llegó hasta el Río de la Plata y el de 1512, ha quedado demostrado que definitivamente no se realizó. La llegada en 1514 de la expedición de Froes a un río situado en 35 grados de latitud sur al que denominó Santa Marta y exploró, sí parece referirse a una visita al Río de la Plata. Es imposible separar la controversia sobre el momento de las primeras exploraciones del estuario y su representación en los mapas sobre las nuevas tierras. Como señala Crone (1956, pág. 116), los ríos fueron una de las referencias espaciales más centrales a la hora de organizar el espacio en los mapas que intentaban representar regiones hasta hace poco ignotas. Analicemos cómo los toponímicos propuestos para denominar el río y la región que estaba inserto fueron evolucionando en las crónicas y mapas hasta terminar de delinear una imagen autónoma de la que históricamente se conocerá como la Región del Plata dentro del contexto del relevamiento y exploración de América del sur.

La primera representación de la región del estuario del Plata en los mapas europeos la presenta como una prolongación difusa e indivisa de la costa brasileña explorada por los portugueses. La costa de Brasil visitada por Américo Vespucio en 1499 y por Vicente Yánez Pinzón en enero de 1500; por Diego Lepe, en febrero de ese mismo año y por Pedro Álvarez Cabral en abril. Cabral denominó al territorio donde desembarcó como Tierra de la Santa Cruz. En los mapas de Cantino (1502), King Hamy (1504), Maiollo (1504) Caveiro, Kuntsman (1506) y Contarini (1506), la Tierra de la Santa Cruz es el nombre que denomina a toda la costa de Brasil hasta su límite indefinido hacia el sur. Toponímicos como “Canerio”, “Río Gordan” o “Iordan” se repetirán en las distintas cartas incluyendo la famosa de Waldesmuller que conmina por primera vez el nombre de América para el nuevo continente (Furlong, 1958, págs. 17-33). El Río Gordan parece haber denominado a la vez un río cercano a la actual Río de Janeiro y el río de anchura desusada que Vespucio menciona a los 35 grados de latitud y que sería el Río de la Plata. La costa de Brasil al sur del territorio ocupado por los portugueses fue visitada desde los primeros años del siglo XVI por marinos de distintos orígenes. El famoso viaje de Vespucio de 1501 habría reconocido la costa hasta la Patagonia. En 1504 el francés Binot Paulmier de Gonnevile desembarcó en Santa Catalina (Brasil) lugar que en los años siguientes estará íntimamente ligado a las expediciones que se dirigían al Río de la Plata.

Planisferio de Cantini 1502. Obsérvese la imagen incompleta de la costa Atlántica de América del Sur
Imagen 2. Planisferio de Cantini 1502. Obsérvese la imagen incompleta de la costa Atlántica de América del Sur. https://upload.wikimedia.org

En 1512 Solís capitula con el rey la realización de un viaje a la costa de América del Sur para delimitar los territorios con los portugueses según la línea de Tordesillas, pero el viaje se suspende para no estorbar las negociaciones con los lusitanos. En 1513, Núñez de Balboa descubre el Océano Pacifico. A partir de ahí comienza la búsqueda del paso interoceánico. Este será uno de los objetivos del diferido viaje de Solís que al fin emprende rumbo en 1515. Solís recorrió la costa de Brasil y se abasteció en Santa Catalina. Luego recorrió la costa sur de Brasil y la actual costa uruguaya hasta dar con la boca del estuario del Plata y con la Isla de Lobos. Internándose en ese amplio estuario de agua dulce recorre su margen derecha hasta cerca del delta del Paraná. Este último hecho es el que al día de hoy le sigue confiriendo un interés de magnitud a la expedición de Solís en1516 ya que el arribo de Vespucio en 1501-1502 no había incluido una exploración del estuario. Situación a la que sí se alude en las relaciones del viaje de Froes aunque de una manera un poco vaga. Como se sabe, Solís y un grupo de sus hombres murió en medio de una escaramuza con los indios charrúas. De vuelta a España una de las carabelas naufragó en Santa Catalina. Lo que quedó de este descubrimiento oficial del Río de la Plata fue un conocimiento más acabado de la costa al sur de los dominios portugueses y el estuario del Plata como una referencia espacial ordenadora de estas tierras. A poco de llegar a la península, la noticia del malogrado viaje de Solís, una escueta referencia a esta expedición fue incluida en la primera edición de las Décadas del Nuevo Mundo de Pedro Mártir de Anglería publicado en Alcalá en 1516 (De Anglería, 1944, págs. 292-293). Hernando de Magallanes, que recorrerá el estuario, bordeando la costa oriental, buscando el paso al Pacifico, denominó Río de Solís al actual Río de la Plata (1519). En los mapas de la época la región comenzaría a autonomizarse de la Tierra de Santa Cruz/Brasil. En el croquis de Pigafetta (cronista de la expedición de Magallanes), aparece la denominación “Tierras de Solís” que se mantendrá durante varios años. Poco después la denominación vuelve a aparecer en el más completo y preciso mapa de Elcano (1523) donde se ve el río Paraná y Paraguay con su respectivo nombre como desembocando en el estuario. En el mapa de Elcano, igual que en varios mapas lusitanos, el estuario aparece representado, pero sin nombre. En el caso de las cartas portuguesas esto se debería, presumiblemente, por no querer denominarlo con el nombre de un explorador español en el marco de las controversias territoriales entre ambos reinos. En los primeros años de la década de 1520-1530 se tienen referencias de posibles viajes al Río de la Plata. Entre ellos la del portugués Cristóvão Jacques, que habría llegado en 1521. En 1526 la expedición española de Loaysa, rumbo a la especiera, pasó por las costas de plata.

Mapa de Waldseemüller (1507), basado en la información de los viajes de Américo Vespucio. Es la primera carta donde aparece el nombre de América
Imagen 3. Mapa de Waldseemüller (1507), basado en la información de los viajes de Américo Vespucio. Es la primera carta donde aparece el nombre de América. https://www.ign.es

Atlas de Miller (1519). Obsérvese las desembocaduras del Amazonas y del Río de la Plata
Imagen 4. Atlas de Miller (1519). Obsérvese las desembocaduras del Amazonas y del Río de la Plata. www.reddit.com

Sin duda, con la expedición de Gaboto en 1527 se produce un importante punto de inflexión en la delimitación/representación de la región. La expedición de Gaboto no solo hizo un relevamiento de la costa oriental del estuario y del Río Paraná-Paraguay, sino que también incluyó la fundación de pequeños fuertes, poblaciones, interacciones y conflictos con las etnias locales y una serie de intentos de “entradas en la tierra”. Por otro lado, las fuentes ligadas a esta expedición (carta de Luis Ramírez) y a la de Diego de Moguer, contramaestre de una de las carabelas de Solís en 1516, expedición con la que enlazó en 1529, sentaron los elementos básicos de un cierto imaginario legendario de la conquista en el Río de la Plata. Contemporánea a esta expedición es la publicación del mapa de Diego Ribero (1529) que refleja claramente los aportes hechos por la expedición de Magallanes-Elcano. El planisferio de Ribero reproduce de manera bastante precisa la costa de la Patagonia hasta el Estrecho de Magallanes. En lo concerniente al Plata muestra el estuario con los dos afluentes principales que corren en dirección norte-sur. La región es denominada Tierra de Solís y aparece como una región delimitada entre la Tierra de Brasil y la Tierra de los Patagones. La vuelta de Caboto a España en 1530 comenzará a difundir la denominación Río de la Plata con la cual el navegante veneciano había denominado al río que los indígenas llamaban “Paraná Guazú”, Vespucio había denominado “Jordán”, Solís “Mar dulce” y Magallanes “Río de Solís”. En 1531-1532 el portugués Martín de Souza ingresa en el Río de la Plata perdiendo una de sus naves cerca de Maldonado. Esta expedición, de la que se conserva su Diario de Navegación, no carente de cierto interés, exploró hasta el delta del Paraná (Laguarda Trías, 1957, págs. 118-170).[2] Se trató de un intento frustrado de establecer un asentamiento portugués en el estuario.

Croquis de Pigafetta (1520). Obsérvese la mención a la Tierra de Solís
Imagen 5. Croquis de Pigafetta (1520). Obsérvese la mención a la Tierra de Solís. www.wdl.org

Mapa de Sebastián Elcano (1523). Obsérvese la representación del Paraná y el Uruguay
Imagen 6. Mapa de Sebastián Elcano (1523). Obsérvese la representación del Paraná y el Uruguay

 

La expedición de Mendoza y el fin de la protohistoria del Plata

El mapamundi Agnese y un mapa catalán menos conocido serán los primeros mapas que incluirán el nombre de Río de la Plata (Levillier, 1948, págs. 42-43). Ambos publicados en 1536 el año en el cual Pedro de Mendoza llegaría al Plata para colonizar el estuario. La expedición de Pedro de Mendoza fue enviada para fortalecer la presencia española al sur de Brasil y explorar el territorio al interior. Se trató de una armada de 16 barcos, con un fuerte contingente humano y muchos recursos necesarios para establecer una colonia. La expedición estuvo atravesada por conflictos serios desde la travesía en alta mar. Mendoza reconoció la boca del Río de la Plata y recorrió la costa oriental hasta la isla de San Gabriel donde había estado el asiento de Gaboto. Luego decidió hacer un establecimiento en la otra banda del río según Ruiz Díaz de Guzmán para evitar deserciones en dirección de Brasil. Fundó el fuerte-población de Santa María de los Buenos Aires junto al Riachuelo de los navíos. En Buenos Aires la cosa fue para mal. El hambre y los ataques de los querandíes fomentaron el descontento. Los lugartenientes de Mendoza, Ayolas e Irala, establecieron puertos río arriba, Corpus Christi cerca de la laguna Coronda, y en el alto Paraguay en el asentamiento conocido como puerto de Nuestra Señora de la Candelaria. Mendoza enfermó y mal enquistado con su gente, parte para Europa y muere en el viaje. La política de los lugartenientes se va inclinando al establecimiento río arriba donde se habían entablado relaciones aceptables con algunas etnias indígenas. Con los carios guaraníes de la costa este del Paraguay, por ejemplo. Finalmente, Ayolas morirá a manos de los indios Payaguas de vuelta de una expedición que había llegado hasta los Andes orientales. Luego de un conflicto entre capitanes, Irala es elegido capitán general por el voto de los soldados. Ordena despoblar Buenos Aires y reunir a todo el contingente, incluyendo los restos de una expedición genovesa que había naufragado junto al Riachuelo, cerca del poblado cario de Lambaré, que luego sería la ciudad de Asunción. El eje de la colonización de esta parte de América del Sur pasaría al Paraguay a más de mil kilómetros del estuario del Plata. La llegada del nuevo Adelantado Núñez Cabeza de Vaca en 1542 y el conflicto que mantendría con Irala y su gente sería el episodio que cerraría todo un ciclo en la colonización de la región.

Planisferio de Diego Ribero (1529)
Imagen 7. Planisferio de Diego Ribero (1529). https://upload.wikimedia.org

El planisferio de Agnese (1536). Primer mapa donde aparece el nombre del Río de la Plata
Imagen 8. El planisferio de Agnese (1536). Primer mapa donde aparece el nombre del Río de la Plata. https://es.wikipedia.org

 

La memoria de náufragos y cautivos

Los relatos de naufragios y de españoles conviviendo con los indios en calidad de refugiados o cautivos (o ambas cosas) representan todo un clásico de las crónicas de la conquista a lo largo del continente. Siendo quizás las dos obras paradigmáticas, de ese tipo, Naufragios y Comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, sobre su periplo de náufrago entre La Florida y Nuevo México, y sus exploraciones y vicisitudes como malogrado Adelantado del Río de la Plata; y Los viajes de Hans Standen sobre la historia de aquel alemán que participó de la colonización portuguesa de Brasil y fue cautivo de los indios tupinambas. Los relatos de náufragos y europeos que pasaron años viviendo, libres o en cautividad, con los indios es más representativo de la historia de la exploración y conquista de aquellas regiones de América que por tiempo dilatado fueron fronteras abiertas, de ocupación incompleta y con una marcada separación espacial entre el espacio ocupado por los europeos y el ocupado por los pueblos autóctonos. La formación temprana del espacio colonial portugués en Brasil, tan íntimamente relacionado con el caso que estudiamos acá, representa numerosos casos testigos de estas experiencias. Las crónicas de la exploración de la costa Atlántica al sur del Brasil hasta el Río de la Plata y por las riberas de los ríos de la cuenca están también bastante pobladas de relatos de náufragos. Remitiéndonos al periodo que nos ocupa, contabilizamos los siguientes relatos de náufragos y estadías de españoles entre los indios: a) Francisco del Puerto, grumete de la expedición de Solís criado por los charrúas; b) un grupo de sobrevivientes de Solís recogidos por la expedición de Cristóvão Jacques al sur de Brasil en 1521; c) La expedición de los portugueses de San Vicente junto a Alejo García y otros náufragos de la expedición de Solís hasta los contrafuertes andinos; d) un grupo de náufragos de la bahía de los patos que informó a Acuña capitán de la nave San Gabriel de la expedición de García Jofre de Loaísa sobre las características de la región; e) el portugués Jorge Gómez que informó en Pernambuco a Gaboto sobre el Río de la Plata en donde se había instalado luego de llegar con la expedición de Cristóvão Jacques; f) Melchor Pérez y Enrique Montes náufragos de la expedición de Solís recogidos por Gaboto; g) españoles amotinados de la nave San Gabriel, de la expedición de Loaísa, que habían preferido quedarse entre los indios a volver a España encontrados por Gaboto en 1527; h) Diego García y la alusión en sus Memorias de un español que había vivido quince años entre los indios del Paraguay; i) Juan de Justes y Héctor Acuña cautivos de la expedición de Gaboto entre los indios agacés; j) el adolescente “calderoncillo” que fue prisionero de los timbúes; k) Ruiz García y parte del contingente de Gaboto viviendo en alianza entre los indios de San Vicente y luego rescatados por Gonzalo de Mendoza; l) Los sobrevivientes de la expedición de Gaboto rescatados por Alonso Cabrera que ayudaron a los franciscanos que venían con Cabrera a establecer una misión en Santa Catalina y luego fueron guías de Alvar Núñez Cabeza de Vaca camino a Asunción. En las crónicas de los exploradores y en los relatos posteriores el náufrago/cautivo suele ser el portador de un saber poder. Un baqueano de la geografía conjetural de la tierra virgen, un “lengua” conocedor de los idiomas autóctonos y alguien que ha adquirido la suficiente experiencia como para ser un mediador cultural con los nativos. Fernández de Oviedo en su Historia General… traza el siguiente cuadro del portugués Acuña, miembro de la expedición de Gaboto, que había vivido años entre los indios agaces:

A este cristiano Etor le tenían los indios do estaba, en mucho, porque era valiente hombre de su persona, e aun nandabales a palos algunas veces; y este procuró que hiciesen paces los indios donde él estaba, con los españoles, e los indios no lo querían hacer; antes, de enojados, echaron el arcabuz que es dicho en el fuego, para lo partir y hacer pedazos para rescate y repartirse entre sí; el arcabuz estaba cargado, y como se calentó, reventó por muchas partes con grande estruendo, y lastimó muchos indios circundantes (Fernández de Oviedo, 1959, pág. 378).

 

Sin duda, de estos relatos el más conocido es el de la expedición de Alejo García, junto a portugueses enviados por el capitán general de San Vicente y un contingente de indios, en busca de la Sierra de La Plata. Esta referencia evoca el conocimiento diferido entre los indígenas tupinamba de la existencia de un reino metalífero en el oeste. La expedición de Alejo García y sus hombres atravesó la selva, pasando por el Chaco Boreal y llegando hasta las cercanías de Cochabamba donde consiguió recoger oro y plata en cantidad. Alejo García murió en una escaramuza con los indios de regreso a la costa de Brasil. Quedó como principal legado de esta experiencia el conocimiento de la Senda de San Vicente que será durante el periodo colonial la ruta obligada para comunicar la costa de Brasil con el Chaco Paraguayo y los Andes. Queremos llamar la atención sobre otro episodio protagonizado por españoles conviviendo con los indios y quizás con una mayor significación que la expedición de Alejo García. Durante la expedición de Gaboto, este último envió al capitán Ruiz García con 40 hombres y un bergantín hacia la costa de Brasil en busca de alimentos. Este contingente se estableció en la costa brasileña cerca de San Vicente, manteniendo relaciones amistosas con portugueses y con los indios locales. Vivieron dos años cultivando la tierra e intercambiando alimentos con los indios. Luego entraron en conflicto con un hacendado portugués que intentó apoderarse de sus tierras. El capitán general lusitano les exigió que juraran fidelidad a la corona portuguesa a lo que los castellanos se negaron. En ese entonces llegaron corsarios franceses a los que los españoles coparon su navío haciéndose de pertrechos. En alianza con indios amigos, atacaron San Vicente y la saquearon. Luego se retiraron ochenta leguas al sur que entendían que eran dominios del rey de Castilla. En 1538 la expedición de Gonzalo de Mendoza los rescató. La experiencia de estos españoles en San Vicente es casi como un antecedente de la alianza hispano guaraní que dará origen a la sociedad mestiza del Paraguay. Este episodio que Ruy Díaz de Guzmán define como primera guerra entre “cristianos” en Indias puede ser leído de otra forma (Díaz de Guzmán, 1969, págs. 99-102). Como inscripto en la alianza étnica entre un contingente de conquistadores y una parcialidad indígena contra enemigos comunes. Alianza que tenía frondosos antecedentes en la conquista de las áreas nucleares. Pero que, en estas fronteras abiertas y selváticas, habitadas por sociedades prehispánicas menos complejas que las que habitaban en las áreas nucleares, tomo otros rasgos. Los náufragos y cautivos de las primeras expediciones españolas al sur del Brasil solían integrarse a la sociedad indígena; formaban familias interraciales; ayudaron a difundir los relatos que magnificaban las noticias semilegendarias sobre tesoros metalíferos y a veces accedían a posiciones de liderazgo entre los indígenas. En relación a esto último podemos citar el ejemplo de Juan Ramallo, un portugués casado con la hija de un reyezuelo guayana, y convertido en señor de una comunidad mestiza cercana a San Pablo (Lezama, 2008, págs. 1-26).[3]

Indios del Río de la Plata en las ilustraciones de la crónica de Schmidel. Una alteridad ficticia
Imagen 9. Indios del Río de la Plata en las ilustraciones de la crónica de Schmidel. Una alteridad ficticia

 

Horizontes legendarios y entradas en la tierra

Como sucedió a lo largo de todo el continente las fuentes de la conquista del Río de la Plata también reflejan la expansión de un imaginario legendario sobre las tierras ignotas a ocupar. Las leyendas sobre las tierras míticas llenas de riqueza eran ávidamente recogidas por los exploradores y sus ecos llegaban del otro lado del mar incitando a nuevos conquistadores. Las expediciones de Gaboto y la de Mendoza fueron el punto de partida de una serie de historias y relatos que conforman el imaginario legendario del Plata temprano-colonial. En ese sentido, hubiera que distinguir entre relatos puntuales reflejados en las crónicas de referencias que terminarán constituyendo horizontes legendarios de cierta vigencia. A nuestro juicio, la leyenda de Lucía Miranda, asociada a la expedición de Gaboto se inscribe en el primer grupo. Es un típico relato romántico y épico que contrapone los valores españoles a la barbarie indígena (Operé, 2001, págs. 235-239). Aunque no hubiera que pasar por alto que aborda una imagen de cierta recurrencia en las fuentes históricas que es la de los cautivos de los indios como ya explicábamos más arriba. Lo mismo podemos decir el relato de La Maldonada, ambientado en la hambruna de la primera Buenos Aires, y que une el carácter dramático de la empresa conquistadora con el típico cuento de prodigios. Podríamos incluir en este cúmulo de relatos difusos las menciones a animales fantásticos y animales prodigiosos en distintos cronistas de época (Fernández Oviedo, Ulrico Schmidel, Del Barco Centenera, etc.).

El suplicio de Lucía Miranda, según el pintor santafesino Jorge Baños
Imagen 10. El suplicio de Lucía Miranda, según el pintor santafesino Jorge Baños. http://puertogaboto.blogspot.com

En cuanto a los horizontes legendarios la expedición de Gaboto, será claramente un punto de partida importante de la conformación de imágenes y relatos de mayor vigencia. Pero es bueno aclarar que el propio Gaboto puede haber escuchado en Europa mitos sobre reinos auríferos perdidos en el interior del continente. Ya el viaje portugués de Nuño y Cristóbal Haro a la costa de Brasil en 1508 había dado a conocer en Europa la noticia de indios que recogían piezas de plata y oro en un país perdido que estaba en dirección al poniente. Relato que también conocía Solís cuando marchó en su malogrado viaje de 1516 (De Gandía, 1931, págs. 153-154). Entendemos que lo antedicho no le quita importancia a las noticias recogidas por Gaboto con los recuerdos de los indios y los compañeros de Alejo García sobre el Tahuantinsuyo (El Rey Blanco). Sin duda es este el momento en el cual el horizonte mítico terminará de constituirse en acicate para la búsqueda de las geografías conjeturales de esta parte del imperio español. El relato recogido en la carta de Luis Ramírez fechada en la costa del río Uruguay en 1528 marca un hito en la consolidación de las tierras argentíferas que daría nombre al país que nacería tres siglos después. La expedición de Alejo García fue la primera entrada profunda de la costa Atlántica hacia el oeste protagonizada por europeos con concurso indígena. Pero las migraciones de tupis y guaraníes en dirección a las zonas boscosas como el Chaco y el Mato Grosso y los faldeos orientales de los Andes (búsqueda de Yvi Maraei o la mítica tierra sin mal) no eran nuevas. Se venían produciendo desde fines del siglo XV, chocando con la presencia incaica en el altiplano oriental. Tenemos registros de varias de estas migraciones durante las primeras décadas de la presencia europea en esta parte de América del Sur.

Durante la expedición de Pedro de Mendoza las entradas que irán en buscar la Sierra de la Plata y la tierra del rey blanco comienzan a relacionarse con las noticias que habían llegado a Europa de la conquista, aun inacabada del Perú, por Pizarro (De Herrera y Tordesillas, 1730, págs. 219-221). El horizonte geográfico mítico ya no era un espacio tan sin fin. La leyenda del Rey Blanco/Sierra de La Plata comenzará a perder vitalidad en la medida que se termine de conformar el espacio hispano colonial en esta parte del continente, aunque dejará sentir sus ecos en relatos que circularán en los siglos siguientes (País de Paititi, Candire). También su versión andino/patagónica sintetizada en el mito de la aurea Ciudad de los Cesares, originada en el recuerdo mítico de la entrada del capitán Francisco César en 1528, servirá para perpetuar su eco en el tiempo largo (Morales, 1944). No es un hecho menor que las principales versiones escritas sobre estos relatos provengan de un cronista de principios del siglo XVII como el asunceño Ruy Díaz de Guzmán y su vívida y exhaustiva recopilación de recuerdos diferidos de la época de la conquista.

El ataque de los timbúes a Corpus Christi en la Crónica de Schmidel
Imagen 11. El ataque de los timbúes a Corpus Christi en la Crónica de Schmidel. www.revisionistas.com.ar

En cambio, fuentes tempranas, debidas a la pluma de un testigo directo de los hechos que relata, cómo la relación de Hernán Ribera y la crónica de Ulrico Schmidel de la expedición de Mendoza y la fundación de Asunción remiten a otro horizonte mítico, profusamente desparramado por toda América, pero que no tendrá la misma vigencia de tiempo largo en la memoria de la región. Schmidel relata su participación en una entrada desde el Paraguay en dirección al Mato Grosso comandada por Hernando de Ribera. El relato comienza describiendo el país de los indios Xarajes y como el “rey” de esos indios le entregó como presente a los españoles oro y plata, minerales que decía haber adquirido en guerra con las mujeres guerreras que vivían más al norte. Como era de esperarse los españoles decidieron conocer ese país:

Entonces marchamos hacia las sobredichas amazonas; esas mujeres con un solo pecho y viene a sus maridos tres o cuatro veces en el año, y si ella se embaraza por el hombre y nace un varón, lo manda ella a casa del marido, pero si es una niña, la guardan con ellas, y le queman el pecho derecho para que este no pueda crecer; el por qué le queman el pecho es para que puedan usar sus armas, los arcos, contra sus enemigos; pues ellas hacen la guerra contra sus enemigos y son mujeres guerreras. Viven estas mujeres amazonas en una isla y está rodeada la isla en todo su derredor por el río y es una isla grande. Si se quiere viajar hacia allá, hay que llegarse a ella en canoas. En esta isla las amazonas no tienen oro ni plata, sino en Tierra Firme, que es en la tierra donde viven los maridos; allí tienen gran riqueza y es una gran nación y un gran rey quese llamaría Iñis, como había indicado después el ortues (Schmidel, 1962, pág. 305).[4]

 

Aparte del relato de Schmidel contamos con la declaración que sobre este viaje hizo el propio Hernando de Rivera ante un oidor en Asunción en 1545. El texto de la relación de Rivera fue incluido por Núñez Cabeza de Vaca en su Naufragios y comentarios. El relato de Rivera, más sobrio que el del bávaro, describe a estas poblaciones femeninas “que es gente de guerra y temida”, poseen mucho oro y plata y casas revestidas de esos metales. El centro de su reino es un templo solar construido en un lago. Son gobernadas por una reina y se juntan carnalmente en determinadas épocas del año con indios de tribus cercanas. Al igual que en el relato de Schmidel crían a las mujeres y no así los varones. Pero Rivera no las llama amazonas ni dice que se amputan un seno para lanzar flechas con más facilidad. Vecinas a estas mujeres hacia el noroeste:

hay otras muchas poblaciones y muy grandes de indios; hay pueblos tan grandes, que en un día no pueden atravesar de un cabo a otro, y que toda es gente que posee mucho metal blanco y amarillo, y con ello se sirven en sus casas, y que toda es gente vestida; y para ir allí podían ir muy presto, y todo por tierra muy poblada (Núñez Cabeza de Vaca, 2003, pág. 292).

 

Los párrafos precedentes parecen ser una noticia diferida referente a las ciudades del incario así como la alusión de la isla en un río probablemente aluda a la isla del sol y su templo de las vírgenes incaicas en el Lago Titicaca.[5] En la versión más “europeizada” de Schmidel, las ñustas incas se han convertido en un remedo americano de las amazonas de la antigüedad clásica. Tal la versión rioplatense-paraguaya del típico relato americano de las mujeres guerreras que incluyó entre sus cultores a Colón, Vázquez de Coronado, Walter Raleigh, Hernán Cortés, el cronista Gaspar de Carvajal, etc.

Guerreras amazonas de la crónica de Brasil de André Thevet
Imagen 12. Guerreras amazonas de la crónica de Brasil de André Thevet  https://upload.wikimedia.org

 

Entradas y retornos de la costa al Paraguay

La llegada de Alvar Núñez Cabeza de Vaca como nuevo Adelantado a Asunción, marcó un punto de inflexión en la historia de la colonización española iniciada en Buenos Aires y luego desplazada a la costa del Paraguay. Como se sabe, Núñez Cabeza de Vaca chocará con el liderazgo de Irala y luego de algunos intentos de convivencia será depuesto por los asunceños y enviado prisionero a España. La crónica de Núñez relata varias entradas en la zona del Chaco y al norte del Paraguay conducidas por él mismo, más las protagonizadas por su rival Irala o la ya mencionada de Hernando Ribera. Pero hay otro tipo de travesía que se relata en Naufragios y comentarios que queríamos analizar. Nos referimos al viaje realizado por tierra por el adelantado y su gente desde la costa de Brasil a la altura de Santa Catalina hasta llegar a Asunción.

El relato del Adelantado refleja toda una forma de concebir el espacio rioplatense-paraguayo en formación desde la perspectiva de un contingente llegado desde Europa. Llegado a Santa Catalina toma contacto con los franciscanos que había dejado la expedición auxiliar de Cabrera a la gente del puerto del Buen Aire y que junto con sobrevientas de la expedición de Gaboto habían formado una misión entre los indios. Manda a Felipe Cáceres en una carabela a tomar información de lo que pasaba en la ciudad fundada por Mendoza. Este vuelve con unos pocos sobrevivientes que quedaban del fuerte despoblado y con un resumen de noticias referentes al establecimiento de los españoles en Asunción. Entonces Alvar Núñez decide marchar por tierra, con ayuda de los baqueanos cristianos e indios, para llegar por tierra a Asunción. En la crónica del viaje Alvar Núñez describe cómo va atravesando distintas regiones pobladas por etnias cazadoras recolectoras en algunos casos y en otras de agricultores. El paisaje va cambiando y hay que atravesar por sierras, florestas y ríos difícil de vadear. Menciona el Adelantado cómo él y su grupo son, por lo general, bien recibidos por los indios que en los últimos años se han familiarizado con la presencia de europeos. De estos indígenas toman “bastimentos” y nunca pasan hambre. Señala la sorpresa de los indios ante los desconocidos caballos. Llegando a zona habitadas por la “generación de guaranis” se comienza a percibir un patrón cultural más homogéneo: “…toda la gente de los pueblos siembra maíz y cazabi y otros semillas, y batatas de tres maneras: blancas y amarillas y coloradas, muy gruesas y sabrosas, y crían patos y gallinas, y sacan mucha miel de los árboles de lo hueco de ellos” (Naufragios y comentarios, pág. 158). El relato no descuida la descripción de la vegetación y demás aspectos de la biodiversidad local. Llegando al río Iguazú los españoles descubren los saltos de agua que los impresionan (cataratas del Iguazú) y cargan sus canoas para sortearlos. El texto describe las características de estas vías fluviales, en particular del Paraná, señalando las dificultades que implica navegarlas. Los últimos tramos se hacen llevando a varios convalecientes, producto de la rudeza de la expedición, en canoas especialmente preparadas para ese fin. Poco antes de llegar al Paraguay hispano la expedición se topa con un español que les informó de la muerte de Ayolas. El último tramo del viaje también contó con la ayuda de los indios comarcanos hasta llegar a Asunción donde se sorprendieron que al fin después de tanto tiempo llegara una expedición desde España (Naufragios y comentarios, págs. 166-168). Alvar Núñez presentó sus poderes a Irala y comenzó el contradictorio proceso que concluiría con su deposición violenta.

Los guaraníes carios según el ilustrador europeo de la Cronica Schmidell
Imagen 13. Los guaraníes carios según el ilustrador europeo de la Cronica Schmidell.  http://historiasdelparaguay.blogspot.com

Festín caníbal según el ilustrador europeo de las aventuras de Hans Standen
Imagen 14. Festín caníbal según el ilustrador europeo de las aventuras de Hans Standen.  https://upload.wikimedia.org

Queremos contraponer este relato de la entrada por vía terrestre de Núñez Cabeza de Vaca desde Santa Catalina a Asunción con otro relato que describe una travesía semejante, pero en sentido contrario. En su crónica Ulrico Schmidel cuenta que recibió en ese perdido punto selvático que era Asunción una carta de España que requería su regreso a Europa. Luego de conseguir permiso de Irala el lansquenete bávaro se dispuso a iniciar el camino por tierra hasta el puerto lusitano de San Vicente donde, según había informado un viajero proveniente de ese destino, había atracado recientemente una carabela. Schmidel dice que Irala, en merito a sus servicios en Asunción, le facilitó 20 indios carios para que lo acompañaran en calidad de cargadores. Navegando en canoas por el Paraná y luego caminando, Ulrico y su comitiva marcharon hacia la costa brasileña, encontrándose con otros españoles y portugueses que iban en el mismo sentido. Eran bien recibidos en tierras de carios y otras parcialidades guaraníes que estaban en amistad con los españoles. Luego entraron en la tierra de los tupis que para Schmidel constituía una verdadera frontera cultural. Don Ulrico no ahorra epítetos para describir en tonos negros a los clásicos adversarios de los guaraníes carios aliados a los españoles: “Estos tupis no tienen otro solas que guerrear, comer y beber y estar borrachos día y noche y bailar y es un pueblo orgulloso, soberbio y altanero; y hacen vino de trigo turco; así quedan borrachos de este vino como allá afuera alguien que quisiera quedar borracho del mejor vino” (Schmidel, 1962, pág. 324). Luego de describir varios encuentros violentos con los tupis, en los que él y su gente se salvaron por poco de morir, el atribulado alemán cuenta como arribo al pueblo de indios y cristianos mandado por nuestro ya conocido Juan Ramallo. Constata que este sujeto se había convertido en una especie de reyezuelo independiente del rey de Portugal que gobernaba un señorío mestizo basado en el maloqueo de indios. Ramallo le aseguro a Schmidel que hace cuarenta años que vivía en esas tierras y no se sentía súbdito del rey de Portugal ni de nadie. Schmidel confiesa que sintió más recelo habitando en los dominios de Ramallo que entre los indios sin presencia de europeos. Finalmente, el bávaro y su comitiva llegaron al puerto de San Vicente al que describe como una floreciente colonia azucarera. Desde allí se embarcó a Europa (págs. 325-326).

Lo interesante de ambos relatos contenidos en las crónicas de Núñez Cabeza de Vaca y Schmidel es la descripción del ancho espacio de frontera móvil entre los dominios lusitanos y españoles como una ruta que había comenzado a ser transitada sentando un tipo de patrón al respecto. Se trata de un mundo ruralizado con pluralidad de presencias nativas. Con una relativa permeabilidad para aquellos europeos que quisieran transitarlo o incorporarse a la vida de las comunidades indígenas. También para las alianzas étnicas entre grupos nativos y exógenos que caracterizan al hinterland rural del sur de Brasil durante todo el periodo colonial y cuyo primer antecedente remite a la experiencia de Alejo García y sus compañeros. En los años que mediarán entre el ciclo que se cerró con la fundación de Asunción y el que comenzará con la fundación de Santa Fe (1573) y Buenos Aires (1580), la ruta terrestre desde la costa Atlántica del actual Brasil volverá a ser usada por distintos grupos humanos que buscaron llegar al Paraguay hispano-mestizo. En 1553 transitaron a pie y con canoas el mismo camino que había recorrido Cabeza de Vaca los sobrevivientes de la expedición del malogrado adelantado Juan Sanabria. Luego de sobrevivir a naufragios, ataques de piratas y otros males este contingente, con fuerte presencia femenina, decidió abandonar la precaria población que habían fundado en la costa brasileña y liderados por la “Adelantada” Mencía Calderón, viuda de Sanabria, emprendieron el largo camino hasta la Asunción de Irala para ayudar a “blanquear” un poco al Paraguay mestizo con un aporte ontogenético de mujeres europeas. En 1556, siguiendo la misma ruta de las entradas llegó, proveniente de Brasil, un pequeño grupo de españoles y portugueses liderados por el lusitano Cipion Goes que introdujeron en Asunción un toro y siete vacas marcando el inicio de la ganadería bovina en la región (Díaz de Guzmán, 1969, págs. 205-210).

Una carabela de la expedición de Juan Sanabria en las ilustraciones de las crónicas de Hans Staden
Imagen 15. Una carabela de la expedición de Juan Sanabria en las ilustraciones de las crónicas de Hans Staden. https://argentina-kultur.com

 

Historias tempranas del Río de la Plata

En el periodo que media entre la expedición de Mendoza y la fundación de Asunción y el proceso de fundación de Santa Fe-Buenos Aires por Garay el Río de la Plata, mirado desde Europa siguió siendo un territorio nebuloso. Aparte de la crónica de Schmidel (1554) y la de Cabeza de Vaca (1555), algunas crónicas de autores que no visitaron la región incluyeron algunas noticias sobre el Río de la Plata. En la Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552), Las Casas resume unas pocas e imprecisas noticias sobre la región diciendo que es un territorio que viene siendo ocupado por algunos españoles desde comienzos de la tercera década del siglo XVI. Fray Bartolomé no menciona ningún capitán, ni ningún poblado, pero dice que en el Consejo de Indias se han leído relatos que describen muchas crueldades con los indígenas. Una descripción de crueles represalias en pueblos de indios que no quisieron abastecer a los codiciosos españoles quizá refleje una diferida noticia de algún levantamiento de indios en los primeros años de vida de Asunción (De las Casas, 1985, págs. 121-122). Fernández de Oviedo (redactado hasta la muerte del autor en 1557) y López de Gómara (1552) ofrecen algunas noticias un poco más interesantes aunque imprecisas sobre el Río de la Plata. López de Gómara resume algunas vagas referencias sobre las exploraciones españolas (posible viaje de Vespucio, viajes de Solís en 1512 y 1516, menciones breves a las expediciones de Gaboto y Mendoza), algunas referencias a las etnias locales y a la fauna del lugar (López de Gómara, 1941, págs. 208-211). Fernández de Oviedo presenta un cuadro más completo de los contactos ibéricos con la región hasta tiempos de Núñez Cabeza de Vaca. Este cronista afirma haber conversado, para escribir sus obras, con varios hidalgos que participaron de las expediciones al Río de la Plata. Entre ellos Alonso de Santa Cruz que participó de la expedición de Gaboto, fue colaborador del Consejo de Indias y autor del Islario general de todas las islas del mundo (redactado poco antes de 1550), que incluye un mapa de la cuenca del plata bastante preciso para la época (Fernández de Oviedo, 1959, págs. 355-386).

El mapa del Río de la Plata del Islario General de todas las Islas del mundo por Alonso de Santa Cruz (c.1550)
Imagen 16. El mapa del Río de la Plata del Islario General de todas las Islas del mundo por Alonso de Santa Cruz (c.1550). www.researchgate.net

En las décadas que siguieron a la fundación de la segunda Santa María de Buenos Aires, contemporánea al ciclo de fundación de ciudades en el NOA, Cuyo y el litoral las crónicas terminarán por tratar una imagen más completa de esta parte de los dominios españoles. En 1601 Antonio Herrera y Tordesillas, cronista mayor de Indias, da a conocer Descripción de las Indias Occidentales, en donde le dedica varios pasajes a la región del Plata. Luego de mencionar su descubrimiento por Solís en “1515” se detiene más en reseñar la expedición de Gaboto, su larga estadía en la región, su frondosa travesía por la cuenca del Plata y su intento de “entrada” a la tierra acicateada por el horizonte argentífero:

Halló plata entre los indios de aquellas comarcas. Porque en las guerras, que estos indios tenían con los de Perú la tomaron; i de aquí fe dijo río de la plata, porque antes fe llamaba río de Solís. Estas provincias fe juntan con las de Brasil, por la línea de demarcación: no tienen por parte ninguna límites determinados, fino por la cofta que cae a la mar del norte, i entrada del Río de la Plata, del que ha tomado el nombre la tierra i eftara la boca de efte río, como mil ifeficientas leguas del puerto de San Lucar de Barrameda (De Herrera y Tordesillas, 1730, pág. 52).

 

Luego el cronista hace una descripción de partes extensas de la región incluyendo los puertos de Buenos Aires y de Asunción y una descripción general de la cuenca del Plata. Señala que se piensa que muchos ríos bajan desde el norte desde “la vertiente de los Andes” y de Charcas y Cuzco para converger en la “laguna de los Xaraxes”, que es hasta donde parece que se podía seguir el curso de los afluentes del Plata hacia el norte. También especula con la posible unión de los afluentes del Plata con el Amazonas y la Laguna del Dorado (pág. 53). Como se, ve la información que recoge Herrera y Tordesillas alterna conocimientos más precisos con “geografía conjetural”.

Mapa de Willem Janszoon Blaeu (1631) donde aparece la laguna de los xarajes
Imagen 17. Mapa de Willem Janszoon Blaeu (1631) donde aparece la laguna de los xarajes. https://i.pinimg.com

Los dos primeros intentos de escribir una historia de cierto aliento de la conquista del Río de la Plata por cronistas indianos, insertos en la realidad del espacio colonial del sur del imperio español, son de principios del siglo XVII. En 1602 Martín del Barco Centenera da a conocer en Lisboa su poema histórico La Argentina. En 1612, en la ciudad de Charcas, Ruy Díaz de Guzmán da a conocer La Argentina, anales del descubrimiento, población y conquista del Río de la Plata. A los efectos de nuestro trabajo nos interesa analizar la forma en que ambos autores buscan establecer una filiación espacio/temporal de la ocupación del flanco sud occidental de los dominios españoles en el siglo XVI. Para eso haremos un análisis detallado de la forma en que en las dos obras intentan definir un marco regional y el proceso histórico desde el descubrimiento por los europeos hasta el cierre de la primera etapa de proceso colonizador con la fundación de Asunción y la posterior revuelta de Irala contra Núñez Cabeza de Vaca.

Ruy Díaz Guzmán fue un mestizo asunceño, nieto de Irala y emparentado también con el adelantado Alvar Núñez. Nació en 1559 y fue parte de la generación de mancebos de la tierra que participó en la fundación de las ciudades del litoral y el NOA en el último cuarto del siglo XVI. Participó de la fundación de Villa Rica del Espíritu Santo y en la represión de la revuelta de los hidalgos de Santa Fe en 1580. Estuvo presente en la fundación de Salta en 1582 para luego pasar a la Guayra (Mato Grosso) donde refundó la ciudad de Santiago de Jerez. En los siguientes años ocuparía distintos cargos en Santiago del Estero, Santa Fe y Charcas. En esta última ciudad comenzó a leer a los cronistas de la conquista de Perú. Entre 1606 y 1612 escribió su crónica de la conquista del Río de la Plata y Paraguay hasta la fundación de Santa Fe en 1573.

La Argentina de Ruy Díaz comienza estableciendo una filiación de la conquista del Río de la Plata-Paraguay partiendo de varias generaciones atrás en su linaje. La primera referencia es a un “re bisabuelo” suyo que participó de la conquista de las islas Canarias. A partir de ahí el relato se traslada América señalando el descubrimiento de Brasil (Expedición de Pinzón y de Vespucio al que no le atribuye el descubrimiento del estuario) como un antecedente de la exploración del Río de la Plata. Díaz de Guzmán le atribuye a Solís el descubrimiento en 1512 y no menciona su muerte a mano de los charrúas. Luego relata el viaje de Magallanes al estrecho y la denominación de Río de Solís al Plata por obra de este marino portugués al servicio del rey de Castilla. De esta manera la secuencia del descubrimiento es: Vespucio-costa de Brasil/Solís descubrimiento y exploración del Estuario del Plata/Magallanes descubrimiento del estrecho (Capítulo I) Los siguientes capítulos son de descripción geográfica: capitulo II: descripción general de la región; capitulo III: descripción del estuario del Plata por la costa oriental y la cuenca; capitulo IV: descripción del estuario desde la costa occidental y una mirada general sobre parte de la campaña bonaerense y lista de poblados y zonas ocupadas hasta la Audiencia de Charcas. En el capítulo II Ruy Díaz desarrolla la caracterización de la región del Plata como un espacio intermedio entre Brasil y la Patagonia. En relación al primer espacio menciona el episodio de la entrada de Alvar Núñez desde la costa de Brasil y en relación a la Patagonia menciona la mítica entrada de Francisco César en busca de la Sierra de La Plata. No obstante, otro vínculo regional fuerte es con la región brasileña de la cual hace una descripción etnográfica detallada hasta el Paraguay. En el capítulo III la descripción de las costas uruguayas y litoraleñas (Atlántico/estuario/Río Uruguay/Paraná) es bastante completa e incluye una mención a la fundación de Corrientes. El capítulo IV describe la costa occidental del río y la existencia de Santa María de los Buenos Aires como un puerto riesgoso con el reparo del Riachuelo. Mirada sobre los nómadas querandíes (“De Cabo Blanco hasta el Río de las Conchas”) reducidos a los vecinos porteños y también de los indios litoraleños “traidores”: timbúes, caraes. Alusión a la primera fundación y a la multiplicación de las vacas y caballos cimarrones (“Cabo Blanco hasta Fuerte Gaboto”). Luego describe los ríos Lujan y Arrecifes. Menciona Santa Fe y la vinculación geográfica con el NOA a través del río Salado que llega a Santiago del Estero. Menciona los indios encomendados a la jurisdicción de Córdoba y las ciudades que existen hasta el sur de la Audiencia de Charcas en la frontera de los chiriguanos y hasta una mención de la población del Concepción del Bermejo como una avanzada paraguaya sobre el Chaco. El resto de los capítulos hasta el fin del libro incluyen: a) la entrada Alejo García (Capítulo V); b) la expedición de Gaboto (capítulos VI a IX); c) la expedición de Pedro de Mendoza hasta el despoblamiento de Buenos Aires (capítulos X a XVI); d) El proceso de fundación de Asunción y el gobierno de Irala basado en la alianza hispano guaraní. El Libro II se ocupa de la llegada de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, el periodo de coexistencia entre Irala y el nuevo adelantado y la deposición y expulsión de este último (Díaz de Guzmán, págs. 143-212).

Portada de Historia Argentina… de Ruiz Díaz Guzmán. Edición de la Colección De Angelis 1836
Imagen 18. Portada de Historia Argentina… de Ruiz Díaz Guzmán. Edición de la Colección De Angelis 1836

Martín del Barco Centenera fue un clérigo extremeño que llegó al Río de la Plata en 1573 durante el adelantazgo de Ortiz de Zarate. Vivió un tiempo en el efímero poblado de San Salvador fundado por dicho adelantado en el actual territorio uruguayo. Participó como misionero en varias expediciones en la región de la Guayra y residió un tiempo en Asunción. A la muerte de Ortiz de Zarate pasó a Chuquisaca ocupando cargos eclesiásticos importantes en la jurisdicción de la Audiencia de Charcas (capellán, vicario, comisario de la inquisición) y participando de los primeros concilios de la iglesia de Lima. Todos los años que pasó en el Altiplano siguió vinculado al medio asunceño y a sus facciones políticas. En 1590 fue expulsado de su cargo de inquisidor en Chuquisaca acusado de abuso de poder, ebriedad y libertinaje. Pasó a Asunción y luego a Buenos Aires donde ocupó la sede diocesana vacante para luego ser designado procurador de esa ciudad ante las cortes. Con ese cargo regresó a Europa en 1598. Se estableció en Lisboa, en ese entonces parte de la monarquía hispana, y ahí dio a conocer su poema sobre la historia de la conquista del Río de la Plata, Paraguay y regiones aledañas. Murió en la capital lusitana en 1605.

La Argentina de Del Barco Centenera es un poema farragoso de muy relativos valores literarios. El esquema histórico-legendario (tiempo/espacio), del canto I, en la que el extremeño busca inscribir la conquista del Río de la Plata es mucho más ambicioso que el que trazaba Ruy Díaz de Guzmán. Fray Martín parte de bien atrás… desde el diluvio universal y la descendencia europea de Noé a través de su hijo Jafet y su nieto Tubal, supuesto antepasado mítico de los pueblos ibéricos. Dentro de este esquema, de filiación veterotestamentaria de la prehistoria española, le atribuye a Extremadura, como su patria chica, un rol relevante en la historia de la península anterior a la conquista romana. Según el fraile indiano los primitivos habitantes de la comarca de Trujillo habrían guerreado contra salvajes primitivos “caribes” de la península que habrían escapado a América haciendo escala en las Islas Afortunadas y en la Atlántida de Platón. Según este monje con vocación de antropólogo avant la letre los “caribes” expulsados de España serían los antepasados de los tupi-guaraníes (inserción de la leyenda indígena de los hermanos Tupi y Guaraní). Los descendientes de esta pareja de hermanos se expandieron por toda la cuenca del Plata mezclándose con muchos pueblos y tribus. Del Barco menciona una serie de etnias de todo el cono sur y mezcla calchines con “Mahomas y maures”. Sostiene que de estas mezclas y uniones nacieron los feroces chiriguanos y su raid expansivo hacia la cordillera donde el frío andino y los incas le pusieron freno. Este clérigo de inserción altoperuana menciona la conquista del Perú por el trujillano Pizarro, paisano de fray Martín, y la guerra de los chiriguanos contra los conquistadores extremeños que, según su esquema legendario, habían expulsado a sus antepasados de su tierra ancestral en la península. Recién acá la crónica empieza a relatar la exploración del Río de la Plata mencionando la búsqueda del paso interoceánico por Magallanes. Luego relata la llegada de Solís en “quinientos y trece años”, su exploración del estuario hasta el Paraná y su muerte a manos de Timbúes en vez de los Charrúas. Fray Martín pasa un poco rápido la expedición de Gaboto y luego menciona con un poco más de detalle la de “Pedro de Guadiz” (Pedro de Mendoza) que “después de haber de roma malvenido” reclamo “el gobierno argentino”. El Canto II incluye una detallada descripción geográfica de la cuenca del Plata tomando como ejes el estuario y los cursos fluviales y sus accidentes (cabos, angosturas, zonas de remolinos, zonas de islas, distancias de un poblado a otro, etc.). Fiel a su estilo de remembranzas herodotianas el arcediano no se priva de comparar el Paraná con el Nilo. Luego avanza hacia un relato breve sobre la fundación de Asunción y las características particulares de aquel “Paraíso de Mahoma” (mestizaje, poligamia). Concluye este canto con algunas referencias más a las poblaciones aborígenes y con una descripción bastante detallada de parte de la animalia regional. Especialmente los ofidios, peces (dorados, mendis, pacus) y algunas especies de aves: “paves y avestruces muy valientes y falcones de gran brío”. Con marco en el predicho escenario físico geográfico el canto III del poema continúa desarrollando un cuadro de la biodiversidad de la región más detallado aun que el que esboza Ruy Díaz de Guzmán en su crónica. Este cuadro se detiene, con particular interés, en las especies que pudieran resultar más exóticas para sus lectores europeos: papagayos, “Yurumi” (oso hormiguero), “Micuren” (un carnívoro pequeño como una bolsa semejante a la de los marsupiales), “Eyra” (una variedad de conejos locales), “Curiyu” (culebra), etc. También se ocupa de las plagas (ratones, langostas) y hasta de algunos animales mitológicos regionales como el carbunclo. Sigue luego con la descripción de las etnias aborígenes y los vínculos, pacíficos o violentos, que han entablado con los españoles. El Canto IV desarrolla todo el relato de la expedición de Mendoza, la frustrada colonización de Buenos Aires, las entradas río arriba bajo el liderazgo de Ayolas, la fundación de Asunción, el ascenso al poder de Irala y los conflictos y demás episodios que se sucedieron hasta la expulsión de Cabeza de Vaca (Del Barco Centenera, 1969, págs. 61-75). Este clérigo, acusado de libertino, no se priva de hacer alguna apreciaciones moralizantes sobre la poligamia hispano-indígena de la temprana Asunción: “O lastima de ver muy lastimera, que de aquestas mancebas los hermanos, a todos los que están amancebados, les llaman hoy en día sus cuñados” (pág. 72). Práctica que, con cierta indulgencia, termina considerando una especie de mal necesario.

 Portada de Argentina… de Del Barco Centenera
Imagen 19. Portada de Argentina… de Del Barco Centenera.  https://archive.org

A la hora de confrontar estos dos relatos surgen con fuerza los siguientes elementos. Ambas son, claro está, visiones del proceso de conquista del Río de la Plata-Paraguay solidarias con los puntos de vista de la elite colonial regional temprana. No obstante, la de Ruy Díaz de Guzmán es una versión más “hispano-criolla” de la conquista regional como hazaña de la primera generación de conquistadores españoles que fueron los padres y abuelos de los “mancebos de la tierra” como el propio Díaz de Guzmán. En cambio, la versión de Del Barco Centenera tiene un tono más “indiano”. Representando más el punto de vista de los españoles en ultramar que no habían cortado los lazos con el viejo mundo ni tenían raíces en el nuevo. Situación que remeda la del propio Barco Centenera que llegó a estas tierras como parte de la segunda generación de colonizadores y que luego de años de servicio en Indias regresó a la península. Desde esa perspectiva la reivindicación del orden hispano criollo local existente a comienzos del siglo XVII es más clara y sin fisuras en Ruy Díaz de Guzmán. Eso se nota en el tratamiento de la figura de Irala. Ruy Díaz de Guzmán no ensalza abiertamente la rebelión contra Núñez Cabeza de Vaca, el conflicto más serio entre conquistadores-corona de la primera etapa de la colonización, pero considera al segundo gobierno de su abuelo Irala, nacido de esa rebeldía, como un hecho fundante de la sociedad colonial asunceña como piedra angular de la región. No sucede lo mismo con Del Barco Centenera cuya mirada sobre la primera Asunción hispano-indígena y sus peculiaridades es menos laudatoria. Sin dejar de reconocerle algunos méritos a Irala lo muestra como un ambicioso tirano y un cruel perseguidor de los colonos leales a Núñez Cabeza de Vaca.

En lo concerniente al temprano contacto hispano con la región, la crónica de Ruiz Díaz se inscribe en una perspectiva tiempo-espacio más nuevomundista. Con la sola mención de la conquista de las Canarias por el bisabuelo del autor como referencia europea anterior a 1492. En esa perspectiva se inscribe la secuencia descubrimiento de Brasil/Río de la Plata/Patagonia. Aunque con lagunas de información, se trata en lo fundamental de un relato histórico. En cambio, el relato del clérigo extremeño se inscribe en una perspectiva tiempo-espacio universalista y con elementos legendarios. De ahí la secuencia: diluvio universal/población de Europa-Iberia/origen europeo-extremeño de los “caribes” tupi-guaraní/conquista de la región y nuevo combate entre extremeños y “caribes” como drama histórico situado en el origen de la colonización regional. Luego de todo este frondoso relato comienza la más escueta información que brinda fray Martín sobre la exploración y conquista de la región en el siglo XVI. No es casual que sea Ruy Díaz de Guzmán el que recoge dos de los relatos legendarios de la conquista con más sabor local: La leyenda de Lucía Miranda y La Maldonada. Estas dos perspectivas terminan construyendo dos imágenes diferentes de la inserción espacial de la región. En ambos autores la presencia del espacio asunceño/ paraguayo y del espacio de la Audiencia de Charcas/Perú son ordenadores espaciales de primer orden. Pero es un poco más marcada la filiación peruanocentrista de Del Barco Centenera que incluso la proyecta hasta tiempos precolombinos cuando dice que las tierras frías del Incario fueron el límite a la expansión chiriguana. Tampoco se priva de describir con lujo de detalles episodios propiamente andinos como la lucha de Pizarro y Almagro y la represión del estado de Wilcabamba por el Virrey Toledo. El relato de Ruy Díaz es un poco más paraguayocentrista y delimita a la región del Paraguay-Río de la Plata como una entidad con personalidad propia inserta en una serie de limes móviles: Chaco/-Tucumán-Charcas, Paraguay/Brasil o abiertos: el espacio patagónico. El cronista asunceño describe episodios de las guerras civiles del Perú o de la colonización del Tucumán pero siempre, como el mismo lo señala, como procesos laterales a la colonización del Paraguay y el Río de la Plata.[6] En Del Barco Centenera, en cambio, la región aparece atravesada por una red de poblaciones que en el relato del arcediano juegan un rol más central en la articulación de un espacio colonial consolidado: Paraguay-Litoral-Río de la Plata/Tucumán/ Charcas-Perú. En ambos casos se reconoce a la segunda Buenos Aires fundada por Garay en 1580 como un ordenador regional importante pero este rasgo también aparece un poco más marcado en Del Barco Centenera. En ambos autores los dominios lusitanos en Brasil no son presentados como un territorio extraño al espacio hispano ya que escriben durante el periodo en que ambas coronas estuvieron unidas (1580-1640). Pero es llamativo que Del Barco Centenera relate una serie de episodios tardíos más locales del Brasil portugués por oposición a la poca centralidad que le concede a la relación con Brasil en los episodios tempranos de la exploración y conquista del Río de la Plata-Paraguay. Mientras describe las “entradas” desde el Paraná y el Paraguay al Perú su interés por las entradas por tierra desde la costa de Brasil a Asunción es mínimo. Para del Barco Centenera, la primera vía de acceso desde Europa al Río de Plata-Paraguay fue la fluvial. Contrasta la elección del arcediano con la importancia que le concede Ruy Díaz de Guzmán a las “entradas” desde la costa brasileña. Para el fraile indiano la costa de Brasil adquiere más importancias en los años posteriores a la consolidación del poder de Irala en Asunción. Por último, el mayor detenimiento de Del Barco Centenera en la descripción de la biodiversidad y otros aspectos del paisaje geográfico regional parecen responder a la necesidad de familiar a sus lectores europeos con el medio físico ultramarino. Es probable que el poema de Del Barco Centenera haya sido consultado por Antonio Herrera y Tordesillas para la redacción de su Historia general de los hechos de los castellanos en las islas i tierra firme del mar océano (1601-1615) y quizás también por Antonio Vázquez Espinoza para su Compendio de las Indias Occidentales (c.1629). Lo cita Joannes de Laet (Descripción general de la gobernación o provincia del Río de La Plata, cualidades de su aire y de su tierra, 1994), historiador de las Compañías de las Indias occidentales, en su Mundo Nuevo o Descripción de las Indias Occidentales, publicada en Amberes en 1640.

 Portada de Historia General… de Antonio Torres y Tordesillas
Imagen 20. Portada de Historia General… de Antonio Torres y Tordesillas

 

Conclusiones

En el proceso de reconocimiento de la costa Atlántica sudamericana las primeras imágenes del estuario del Plata y la región que lo circunda fueron objeto de una paulatina autonomización de lo que al principio fue concebido como un espacio indiferenciado. La Tierra de la Santa Cruz, como los lusitanos denominaron a la saliente sudamericana, tuvo limites imprecisos en las crónicas y los mapas de los primeros años del siglo XVI cuando la interpretación de los descubrimientos de los viajeros por los cartógrafos buscaba delimitar el espacio de lo que se empezaba a revelar como un nuevo continente. Independientemente de la no coincidencia entre el descubrimiento “oficial” y lo que hoy se considera el primer viaje europeo registrado en el periodo 1502-1516 el Río Jordán es poco más que una referencia en los mapas y las crónicas del periodo. No es un dato menor que el proceso de autonomización de esta imagen fuera consecuencia de contactos producidos luego del descubrimiento hispano del Océano Pacifico en 1513 y las consecuencias que este hecho tuvo en las estrategias de exploración llevadas adelantes por las coronas ibéricas. Las expediciones que terminarían de reconocer y explorar el estuario y la cuenca del Plata iban en la búsqueda del paso interoceánico. En eso reside la importancia de los viajes de Solís y Magallanes en la imagen que los tratados y mapas de la década de 1520-1530 fueron trazando de la “Tierra y el Río de Solís”, como una región con características y contornos propios entre la Tierra de Santa cruz/Brasil y la Tierra de los Patagones.

América en el planisferio de Münster (1532)
Imagen 21. América en el planisferio de Münster (1532). http://www.helmink.com

A nuestro entender, la expedición de Gaboto reviste una centralidad básica en la construcción de la imagen del Río de la Plata y su cuenca como una región con un perfil más definido para los saberes de la época. Los elementos básicos sobre los que se basa la conclusión anterior residen en que la experiencia de Gaboto-Diego García y sus hombres entre 1527-1529 incluye: a) la exploración del Uruguay y el Paraná-Paraguay; b) los primeros intentos efímeros de establecer asentamientos españoles en la región; c) la primera relación de cierta entidad con las etnias aborígenes locales; d) las primeras entradas hispanas a la tierra con el solo antecedente de la entrada hispano-indígena de Alejo García; e) la expansión de todo un imaginario legendario regional organizado alrededor de un horizonte mítico concreto (la Sierra de la Plata) que jugara un rol de acicate para los intentos futuros de colonización. En ese sentido, el proceso que se iniciará con la malograda expedición de Pedro de Mendoza es hijo directo de la experiencia de 1527-1529.

El proceso que abarca la malograda fundación del puerto de Santa María del Buenos Aires, la fundación de Asunción por Ayolas-Irala y el frustrado adelantazgo de Alvar Núñez Cabeza de Vaca marcan el fin de la “protohistoria” del Río de la Plata. Pero, a nuestro juicio, no significó un punto de arribo en la formación de un espacio colonial sólido y espacialmente articulado, si no el nacimiento de una sociedad mestiza, con un inestable predominio europeo, separada por fronteras móviles abiertas de los otros espacios coloniales que lentamente se iban formando en la región. Es paradójico que sean las crónicas de la expedición de Pedro de Mendoza (Schmidel) las primeras que nos ofrezcan información concreta sobre la costa bonaerense del Río de la Plata que a la postre tendrá que esperar más de cuatro décadas para volver a recuperar la centralidad en el proceso de colonización regional. En el mismo orden se inscribe la percepción de las dos entradas posibles (terrestre desde la costa de Brasil, fluvial por la cuenca del Plata-Paraná-Paraguay) hacia la mediterránea y aislada Asunción en las décadas siguientes. Todos estos elementos no pueden dejar de relacionarse con las imprecisas imágenes de la región del Plata que se reflejan en la obra de algunos cronistas europeos de mediados del siglo XVI.

En su versión regional rioplatense-paraguaya, la experiencia de los náufragos y cautivos se ha volcado en una serie de noticias y relatos fragmentarios que constituyen tanto una parte de la información y conocimientos sobre estas tierras que manejaron los exploradores y viajeros como una referencia que dejó huella en las crónicas sobre la región que se redactaron a mediano plazo. Este tipo de memoria persistente es producto de formas concretas en que fue adoptando la exploración europea de estas tierras. Queremos llamar la atención que en las dos décadas que median entre el viaje de Solís y el proceso que se inicia con la expedición de Pedro de Mendoza nunca pasaron más de tres o cuatro años sin que una pequeña expedición buscara la costa de América del Sur en ese espacio indefinido donde terminaban los dominios lusitanos y comenzaban los dominios castellanos. Las experiencias de los naufragios y la cohabitación con los indios fueron situaciones relativamente reversibles y siempre encontraron quien las convirtiera en noticias frescas. En las tempranas fronteras móviles de los dominios ibéricos y lusitanos del sudeste sudamericano, la experiencia del náufrago y/o del español o lusitano que eligió voluntariamente vivir entre los indios es numéricamente más representativo que el tipo del relato del cautivo involuntario de los “caribes que comen carne humana” que, como vimos, también tuvo sus versiones regionales. El “cristiano” que residió, de manera más o menos voluntaria, entre los naturales es un personaje social con un perfil diferenciado. Un detentador de un saber/poder de cierta magnitud en el proceso de la conquista y un difusor de noticias sobre regiones semimíticas que retroalimentaban la voluntad de “entrar” en la tierra como una huida hacia adelante. A nuestro juicio, el aspecto más relevante de estas experiencias/relatos lo constituye la experiencia de alianzas ibero-indígenas en las entradas o en conflictos que enfrentaban a bloques de autóctonos-forasteros enfrentados entre sí como antecedentes de la sociedad hispano indígena del primer Paraguay. Si quisiéramos ser más ambiciosos sería tentador considerar, incluso, estas experiencias como antecedentes de las alianzas étnicas y formas de sincretismo cultural que caracterizaran al mundo rural de los bandeirantes y aun las experiencias de interacción entre cimarrones africanos y etnias indígenas en las fronteras móviles del Brasil colonial. Por otro lado, las fuentes sobre el particular indican que no solo el patrón de las la relaciones entre europeos e indígenas era relativamente versátil, sino que ese fenómeno también se correspondía, parcialmente, con las relaciones entre distintos grupos de europeos que se encontraban en las nuevas tierras (españoles, lusitanos, franceses, etc.).

En el periodo 1573-1580, durante los adelantazgos de Ortiz de Zarate y Garay, se terminará de constituir el eje del espacio colonial paraguayo-rioplatense y su vinculación con la red de ciudades hispanas que estaban consolidando en el NOA como periferias del territorio de la Audiencia de Charcas. No debe pasarse por alto que el mismo año que Garay fundó la segunda Buenos Aires se diera la coincidencia que las coronas castellana y lusitana comenzarán un proceso de unión que duraría seis décadas. Es a principios del siglo XVII en esta sociedad colonial periférica, de fronteras móviles y discontinuas donde surgirán los primeros intentos de escribir una historia regional que excediera la crónica de viajes. A nuestro juicio, la historia del Río de la Plata-Paraguay en la versión “hispano-mestiza” de Ruy Díaz y en su versión “indiana” de Del Barco Centenera constituyen dos formas distintas de concebir la formación del espacio colonial y de sus relaciones inter regionales. Ambas versiones contemplan como una pieza angular los episodios del periodo protohistórico de la presencia europea en el Río de la Plata. Pero la versión “hispano-mestiza” presenta una vocación mayor por presentar a la sociedad colonial local como una hija directa de la experiencia precaria/móvil/hispano-indígena de las primeras décadas de presencia europea en la cuenca del Plata. En cambio, la versión “indiana” tendía a construir una imagen en donde el Río de la Plata-Paraguay es un anexo del mundo colonial andino donde se produjeron los principales episodios de la conquista mirados desde el viejo mundo y donde se establecerían las sedes del poder colonial más importantes del sub continente. Creemos que en tiempo largo es esta última imagen la que adquirió mayor centralidad en la versión que el poder colonial fue construyendo de la historia de la colonización de la cuenca del Plata.

Mapa de América del Sur de Theodore Bry (1592
Imagen 22. Mapa de América del Sur de Theodore Bry (1592). https://cdn.shopify.com

 

Notas:

[1] El presente trabajo fue presentado en las VI Jornadas Los Terciarios hacen Historia del ISP Joaquín V. González (Buenos Aires), septiembre de 2016.

[2] En el mismo número de la revista, más información sobre la expedición de López de Sousa.

[3] El trabajo de Lezama junto con De Gandía (1946), constituyen las aproximaciones más interesantes al tema de los naufragios y cautivos en la exploración y conquista de esta parte de América.

[4] En todas las citas textuales se respetó la grafía original.

[5] Las crónicas del siglo XVI denominan Laguna de los Xarajes a la parte del Pantanal, un humedal anegadizo situado en el Mato Grosso, ocupando parte del territorio de Bolivia, Brasil y Paraguay. El Pantanal es una llanura aluvial aledaña a los Andes orientales donde confluyen varios ríos. El topónimo Xarajes alude a la etnia de aborígenes que habitaban la región: Xarajes o Jarajes. Actualmente se los denomina guatos. Eran un grupo nómada de lengua Macro-ye. Vivian en las riberas del río Paraguay y en las lagunas cercanas.

[6] Ver, por ejemplo, cómo presentó el cronista asunceño los conflictos en la región del Tucumán en tiempos de Francisco Aguirre en: Díaz de Guzmán, 1969, págs. 252-24.

 

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Cómo citar este artículo:

DE LUCIA, Daniel Omar, (2019) “Los Anales del Mar Dulce. Las imágenes protohistóricas del Río de La Plata y su proyección en las fuentes tempranas”, Pacarina del Sur [En línea], año 10, núm. 40, julio-septiembre, 2019. ISSN: 2007-2309

Consultado el Jueves, 18 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1772&catid=5