Memorias en pugna: La lucha armada en los seriados de televisión del siglo XXI (el caso chileno)

Wrestling memories: Armed struggle in the 21st century television series (the Chilean case)

Memórias em confronto: A luta armada nas séries de televisão do século XXI (o caso chileno)

Alberto Torres Díaz

Universidad Nacional Autónoma de México

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Recibido: 21-08-2020
Aceptado: 15-10-2020

 

 

Introducción

El tema que presento hace parte de un proyecto doctoral que indaga en los imaginarios guerrilleros de los años 60 a los 80 en América Latina para tratar de ubicar allí las huellas o trazas[1] de “lo indígena”. Al constatar el ascendente número de producciones de televisión (TV), documentales y de ficción, que bordan en derredor o se proponen –con mayor o menor éxito– acometer directamente sujetos y problemáticas comunes tanto a sus tramas e intereses como a los míos, el abordaje de estas producciones se me ha tornado insoslayable.[2] En esa línea, el presente acercamiento se moverá entre las coordenadas definidas por hallazgos como las dos primeras temporadas de Prófugos (Pablo Larraín, HBO, 2011), la novela testimonial El gran rescate (Palma Salamanca, 1997), el seriado documental Chile, las imágenes prohibidas (de la TV “pública” Chilevisión, 2013) y la estela periodístico-mediática de un caso judicial que implica la criminalización de ciertos ex militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) –a cargo de los sistemas judiciales de Chile, México y Francia– tanto en las fantásticas historias inventadas para las series, como en la realidad efectiva y operante, sea en los procesos penales abiertos en su contra, o en las versiones ficcionales que difunden y popularizan las tramas y personajes de la TV.

Cabe aclarar que la criminalización subrayada líneas arriba, será leída aquí en un sentido múltiple, polisémico: por un lado como construcción mediática de una narrativa que naturaliza y da por supuesto el paso a la “delincuencia común” de quienes integraron las filas de organizaciones revolucionarias desde los años 70 hasta bien entrados los 90, al menos en el caso chileno de lejos más allá de la desintegración del “campo socialista”; por otra parte, como el efectivo tránsito de quienes tuvieron que salir de la clandestinidad y, en ocasiones, de una “doble vida” que les exigía alternar aparentes desempeños cívicos normales en medio de cotidianidades represivas, con participaciones secretas en apoyo de organizaciones político-militares de inspiración socialista; o bien, sucesivos cambios de personalidad a través de varios países en los cuales hubo quien pudo prolongar la militancia revolucionaria,[3] u otras veces en estancias prolongadas que tenían entre sus objetivos cerrar su participación en organizaciones y procesos que declinaban, al tiempo de evadir las reacciones, más vengativas que justicieras, de los aparatos de un Estado que continuaría marcado durante mucho tiempo por el pinochetismo, y, en la medida de lo posible, recuperar o reinventarse una vida pública.

Enfatizo que el centro de mi atención está en los imaginarios de las guerrillas, en aras de prevenir y atenuar sorpresas ante el espacio ciertamente breve, aunque revelador, de lo indígena, hecho que obedece tanto al carácter fragmentario del presente artículo, como a la irresistible atracción –de muy largo aliento- que produjeron en militancias y juventudes de todo el mundo corrientes políticas y de pensamiento, procesos de transformación y sus actores, sacando momentáneamente de foco las alternativas e, incluso, las coincidencias entre las resistencias de los pueblos indios y de las organizaciones revolucionarias armadas.

Salamanca capturado en 1992
Salamanca capturado en 1992

Imagen 1. Salamanca capturado en 1992. Fuente: BBC News. www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-46606255

 

Transiciones (esbozando un marco de referencia teórico-contextual)

Si repensáramos paradigmas perdidos –con apariencia de irrecuperables, ocultos o sepultados bajo claroscuros de procesos aludidos de maneras simplistas, como el “mestizaje”, acotado por Guillermo Bonfil Batalla (1987) como un proceso biológico y no cultural[4]–, el ejercicio podría resultar particularmente rico al recuperar la conflictiva diversidad de experiencias larvadas tras la denominación de transiciones políticas. Habría que ponderar, entonces, tanto la presencia de subalternidades –la indígena para nuestros fines aquí–, como la de un amplio panorama contextual: el sistema-mundo configurado por la Guerra fría, por los sujetos-actores enfrentados y las “alternativas civilizatorias” enarboladas desde cada bando en ese conflicto bipolar (capitalismo de libre mercado vs. socialismo en tránsito al comunismo).[5] De tal suerte tendríamos, por una parte, la transición como proceso para avanzar del socialismo al comunismo (retomado y elaborado teóricamente en Cuba) (Yera, s/f; 2007), y en contrapartida, la transición que se supuso (a partir también de 1988-1989) un tránsito obligado para superar Estados autoritarios –dictaduras militares, por principio aunque no solo, pues junto al Plebiscito en Chile y la “caída del sistema” electoral que marca la entrada de México en la órbita más crudamente neoliberal, se produjeron la invasión de Panamá por EE.UU. y la derrota electoral del sandinismo en Nicaragua, en un cuadro latinoamericano enmarcado globalmente por la simbólica caída del muro de Berlín- y alcanzar el estatus de inefables democracias: en el colmo del buen tino, es decir, en el otro extremo, los “aciertos” vendidos como soluciones mágicas y realizaciones naturalizadas, con pragmatismo justificador, han pasado por acatar el dictado de los organismos financieros internacionales, la sumisión resignada a ser su “alumno ejemplar”, hasta llegar a convertirse en “el modelo” y encarnar la paradigmática concertación chilena.[6]

Valga, empero, una digresión para ejemplificar el progresivo borramiento de la disidencia socialista que –mal que bien- confrontó al sistema capitalista e hizo de contén a un proyecto colonial-imperialista que Ignacio Ramonet desentraña (vinculado al creciente poder fundado en los abusivos usos propagandísticos de los mass media) como “dictadura de pensamiento único”, al tiempo que la autodisolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) abría un compás globalista unipolar propicio para deslegitimar, reducir y desterrar hasta el recuerdo del contrincante derrotado, reprimido y reducido, pero a la postre no exterminado.

Por su parte, la campaña propagandística del Instituto Nacional Electoral (INE) mexicano llamaba, aún a finales de 2019, a tramitar la credencial para votar[7] con un eslogan cuando menos polisémico: “Yo me identifico con la democracia”. Fuera del nulo margen de maniobra para un ciudadano promedio (empobrecido económica, cultural: políticamente) que pretenda acceder a servicios tan básicos como los bancarios y para ello se le exija una identificación oficial, la ufana identidad democrática cancelaba la posibilidad de que existieran preferencias, simpatías o convicciones políticas distintas de la muy incierta “democracia” aludida en la publicidad del INE. De paso, se revela una utopía reaccionaria que niega lugar a quien se identifique con otras prácticas de gestión y reproducción comunitaria de la vida (Gutiérrez & Salazar Lohman, 2015), como las preservadas por multitud de pueblos originarios, o las adaptaciones locales que se han propuesto reivindicar y concretar los postulados del socialismo y el comunismo.

Si bien los supuestos de sintonía y homogeneidad promovidos por el INE eluden la conflictividad –requisito impuesto por la brevedad de cualquier anuncio–, sí convergen con dispositivos mediático-narrativos como las series de TV estilo Prófugos que, al participar de empeños hegemónicos –tanto nacionales de Estado, como trasnacionales de clase–, contribuyen a constituir/consolidar imaginarios sociales inmediatistas, esquivos de complejidades, de personajes o de pasajes históricos no ajustados al orden del discurso predominante-mayoritario-avasallante: ideológico.[8] Convenientemente el INE olvida –elude y escamotea su propia historia reciente– los cuestionamientos a sus sistemas de conteo y preconteo, en el extremo denunciados como “robo de la elección presidencial” en 2006, proceso muy similar al de 1988; las declaraciones racistas y clasistas de su secretario presidente, Lorenzo Córdova (al menos las filtradas en 2015),  o su aval a candidaturas “independientes” documentadamente fraudulentas, en concreto las de Margarita Zavala, esposa del expresidente Felipe Calderón (2006-2012), y de El Bronco, gobernador del estado de Nuevo León antes y después de la más reciente justa presidencial, en 2018.[9]

En amplia sintonía, la ingeniería narrativa global, en plena manufactura de consensos, hermana la ideología condensada en la propaganda del INE mexicano con tramas como la de Prófugos que, obviamente, no mencionarán las intrigas y disputas que esconde la propiedad de medios como Chilevisión,[10] ni menos aún las atrocidades “indecibles” de los regímenes dictatoriales latinoamericanos, coordinados como hace tiempo comenzaron a revelar investigaciones imprescindibles entre las que podemos mencionar las que resguarda el Archivo Gregorio Selser, las múltiples publicaciones de Stella Calloni para denunciar la Operación Cóndor, pacto criminal (Guarenas, Venezuela, El perro y la rana, 2016), o bien, documentales cinematográficos como La Flaca Alejandra (1994) y Calle Santa Fe  (2007), de Carmen Castillo Echeverría.[11] El trabajo de Castillo, compañera de Miguel Enríquez, líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), es crucial por las múltiples articulaciones (adyacentes, concomitantes, latentes) que establece, y entre las cuales, sin ánimo de agotarlas, mencionaré, pensando en Calle Santa Fe, la documentación audiovisual de “acciones de [recuperación y] redistribución” de comida realizadas por el MIR en barriadas pobres (La Victoria o Villa Francia, por ejemplo, en 1984), hecho que, al tiempo de desautorizar homologaciones abusivas, a las que más adelante me referiré –utilizando el ejemplo del “Discurso de Caracas…” (Bolaño, 1999).

También y más importante, exhibe una tradición común de “propaganda armada” que remite al modus operandi del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), de Uruguay, o al Ejército Revolucionario del Pueblo-Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT-ERP) argentino, y al propio tiempo, resalta la pertinencia de abocar esfuerzos a desentrañar la teatralidad de la guerrilla,[12] susceptible de la re-elaboración tanto literaria, de la pluma de Daniel Chavarría, en Don Sendic de Chamangá (2013), para el caso tupamaro, que del documental Swift (1971) de Raymundo Gleyzer, para el ERP.

Con regulaciones ciertamente laxas y difusiones no siempre consentidas por creadores y productores, o en definitiva a través de la posmoderna piratería, la difusión y popularización de estas series televisivas va cobrando fuerza entre amplios sectores de las “clases medias” latinoamericanas (más o menos ilustradas), con capacidad tanto económica como técnica para acceder y ser atraídas por tales contenidos, es decir, con gustos, imaginarios e ideologías también similares, marcadas por objetivos de homosintonización y construcción de consensos. Tras las expectativas publicitarias en torno a su difusión local[13] y global por canales formales (HBO, Amazon Prime, Netflix), estas producciones han ampliado su circulación a través de sitios y soportes de acceso supuestamente irrestricto (YouTube, Vimeo).

Helicóptero del gran rescate
Helicóptero del gran rescate

Imagen 2. Helicóptero del gran rescate. Fuente: elDesconcierto.cl.
www.eldesconcierto.cl/2018/12/30/escape-en-los-cielos-22-anos-despues-de-la-operacion-que-rescato-a-cuatro-frentistas-de-la-carcel-de-alta-seguridad

 

Conocimiento que no es conocido… (tramas problemáticas)

Si extendemos la digresión en busca de contrapesos a campañas propagandísticas como la del Estado mexicano, es posible oponer a sus dispendiosas inversiones la efectividad de una ácida crítica humorística patente y popularizada al enfilar baterías contra los efectos de la transición realmente existente que, en el caso cubano, retiró ayudas sociales y se asemejó más a un viejo capitalismo en “renovación” que a un arribo al comunismo. La parodia “Mana Mana Cubano”,[14] realización del humor como componente revolucionario, critica las medidas económicas que experimentó la isla en una suerte de transición tardía. Esa misma línea de crítica a dogmatismos y reducciones abusivas se amplía cualitativa y cuantitativamente a través de narrativas, canales, expresiones, lenguajes, soportes…, más aún, de síntesis: compactación, cápsula, dispositivo raudo, efímero, efectivo por su recuperación de la lógica de “muerde y huye”.

Vale entonces referir el denso nexo que conecta las producciones para radio (“Hasta cuándo”), los audiovisuales y las canciones de Peter Capusotto (en particular, el contraste entre el personaje Micky Vainilla y las parodias de Bombita Rodríguez)[15] con animaciones como Nadie pasea al Bobby,[16] todo un fenómeno mediático hipervisualizado (visto cientos de miles de veces) en YouTube e Instagram. La serie de dibujos animados de Alexis Moyano exhibe, por una parte, la existencia de un contrapunto a la TV en una época en la cual abundantes jóvenes confieren estatuto de documento y fuente histórica veraz a seriados televisivos como Narcos o Narcos México. Por otro lado, el humor es punto de inflexión en la crítica a la ortodoxia comunista, personificada en el Bobby, un perro que esgrime, aun sin provocación, las más manidas fórmulas “comunistas”; esta teatralización de “comunismo” recalcitrante y fuera de lugar trasciende fronteras y ofrece la oportunidad de reír ante lugares comunes reiterados hasta el hartazgo aún después de la autodisolución de la URSS, y marca un contraste con el tono grave, aterrado de Palma Salamanca al censurar (criticar “seriamente”) ciertas ritualidades militantes, como la reiteración actual de consignas que pueden constituir lugares estéticos de sintonía para quienes no tuvieron otra alternativa de interlocución ni en dictadura ni en concertación.[17]

En suma, la capacidad de circulación, amén del ajuste y corrección autocrítica del conocimiento teóricamente sustentado –con o sin aspiraciones cientificistas-, incumbe de lleno al actual quehacer sociológico/cientista social, mismo que puede y bien haría en mirarse en espejos como los de blogueros, realizadores de animación y, en general, creadores a los cuales, por inercia, asimilaríamos a una vaga tradición artística cuyo quehacer valdría más precisar en el ámbito de una estética no idealista.[18]

En contrapartida, la injerencia de narrativas mediáticas con auspicios empresariales en la institución de imaginarios sociales se hace patente al analizar un elemento cultural tan operante como la lengua. Así, la ideología dominante es capaz de multiplicar la miseria humana más funcional a su reproducción que, traducida, se concreta en espectáculos televisivos que determinan la mutación de prejuicios en estigmas, como muestra, precisamente, un trabajo sobre las “Actitudes lingüísticas en México…”: “En la calificación negativa hacia Perú incide […] un fenómeno de tipo mediático: la saga de programas televisivos dentro del género del reality show, de amplia difusión en América Latina, conducidos por la peruana radicada en México Laura Bozzo…” En contraste, entre las causas posibles “de la alta estima hacia Chile y su variante dialectal”, el estudio detecta “tres fenómenos de corte mediático”: 1) el profuso manejo noticioso “del rescate, entre agosto y octubre de 2010, de los mineros atrapados en la mina San José, en el desierto de Atacama”; 2) “[l]a impresión favorable hacia la expresión y la persona del muy conocido conductor de televisión ‘Don Francisco’, […] una de las personas más mencionadas dentro de las entrevistas (solo por detrás de Laura Bozzo)”, y 3) “[e]n menor medida, la aceptación y el gusto por la serie infantil de televisión 31 Minutos” (Morett, 2014, pág. 886 y 922).

Además de circular masivamente y concretar una crítica sensiblemente sustentada –desmarcada de la extenuante racionalidad cartesiana (poniendo de paso en crisis el autoritarismo elitista de las ultraespecializadas profesionalizaciones liberales y su productivismo casi subrepticio de tan selectivo), la masificación democratizante, posibilitada por nuevas redes y tecnologías de la información y la comunicación (TIC), increpa la hegemonía de la televisión, al tiempo que la superabundancia de las pantallas chicas impone una reconfiguración en los controles, los usufructos y las potencialidades libertarias de las producciones narrativas, audiovisuales, de memoria e historia, instituyentes de sociabilidades, de empoderamiento y reconstitución de tejidos sociales aptos y, eventualmente, sincronizados para una organización y gestión de la vida distinta y por ello mejor –aunque más no sea— que las disciplinadas y rendidas a las “lógicas” del capital.

Así, al abundar en la vida, articulaciones, desgarraduras y suturas de Ricardo Palma Salamanca,[19] es posible advertir el proceso en desarrollo de una nueva metamorfosis que encamina al exmilitante del FPMR devenido prófugo (tanto de una prisión como del país natal) a un presente de consagración iconoclasta, mezcla de poeta maldito formalmente refugiado en Francia, posmoderno tardío que, cual libro abierto, se ofrece para un ejercicio de lectura simultánea de A) la historia verídica, sus declaraciones periodísticas y las de sus detractores, a la par de B) sus memorias literarias, las de un pasado tremendo del cual comenzó a dar cuenta pública mediante dos obras, la primera inmediatamente después de su gran rescate, luego con una “historia novelada del Frente Patriótico Manuel Rodríguez”, una amalgama que será prolongada en C) las narrativas de comerciales versiones mediáticas, distopías e imaginarios sociales formalizados y proyectados por series de TV tipo Prófugos.

Portada y contra de El gran rescate, distribuido en México hacia 1998
Portada y contra de El gran rescate, distribuido en México hacia 1998

Imagen 3. Portada y contra de El gran rescate, distribuido en México hacia 1998.
Archivo del autor.

 

Ficciones envenenadas (trama del seriado)

A través de la imagen y la narrativa –creadas a posteriori, más dominantes en la actualidad– sobre los protagonismos en la Segunda Guerra Mundial (héroes, víctimas, tiranos y libertadores), es factible hacerse una idea sobre las incrementadas potencialidades para la ingeniería de consensos en la era digital, de superabundancia noticiosa y reblandecimiento de “la verdad”, paradójico fenómeno viabilizado por la –muy goebbeliana- hiper-reproducción en pantallas de diversos tamaños. En ese sentido, la trama narrativa y la sucesiva reconfiguración geo-estratégica del mundo, iniciada con la transmisión en vivo de los “atentados terroristas”, el 11 de septiembre de 2001, constituye un ejemplo reciente y bien ilustrativo.

Los procesos de articulación entre arte e industria, con paradigmáticos casos en nuestra América (como el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica, ICAIC), impelen a la incorporación –en reflexiones, investigaciones y análisis– de la inteligencia artificial, la big data o la economía de la información y la comunicación, fenómenos aparejados al tardo-capitalismo y su lógica cultural, marcada también por caracteres neoliberales.

El encuentro, pues, de las industrias cultural y cinematográfica con lógicas, tácticas y estrategias de guerra puede acercarnos a un modelo interpretativo basado en el develamiento de toda una industria en la reescritura de la historia, con un pilar en los que Pedro Salmerón (2015) denunciaba, hace ya un lustro como (dando cuenta, además, de un fenómeno en auge, multifuncional y reeditado a través de conglomerados mediáticos: prensa escrita, radiofónica, televisiva y en internet, industria editorial e incluso cinematográfica, que encumbran, multiplican y magnifican la voz de esos— Falsificadores de la historia.

Una muestra de tales prácticas —con las complejidades propias de la historia, la cultura, la dinámica socio-política y la dimensión estética— puede observarse para Chile en la escritura y las producciones para TV de Jorge Baradit, militante del Partido Comunista, autor de la Historia secreta de Chile, trilogía editorial que le abrió las puertas de Chilevisión, mediante programa homónimo, y de SYNCO, una ucronía mediante la cual “reescribe la historia del Golpe militar en 1973” convirtiendo a “Pinochet en un ‘héroe del pueblo’” (Rojas M., 2008).[20]

En Prófugos un exguerrillero[21] y un represor de la dictadura encabezada por Augusto Pinochet (11-09-1973/11-03-1990) se reencuentran, como personajes secundarios, al servicio de un cártel familiar del narcotráfico. Ambientada entre 2011 y 2014, durante la primera presidencia de Sebastián Piñera (2011-2014/2018-2022), la historia alude a eventos como las movilizaciones estudiantiles que cobraron vigor y resonancia internacional a partir de una huelga iniciada el 2 de junio de 2011, así como a vanas promesas de un multimillonario que, en campaña por la presidencia, afirma que va a deshacerse de sus empresas, mas ya con la jefatura del Estado falta –entre muchos- a esos compromisos. Amén del descreimiento, acendrado en la descendencia femenina del exrevolucionario, no casualmente identificado con el apellido Salamanca, desapego y desencanto son mensajes poderosos que tienden a generalizarse en las mayorías sociales de esta sesgada narrativa, es decir, mensajes/discursos que se apoderan de unas mayorías sociales ausentes en el relato, o bien, que cuando aparecen son presentadas como testigos mudos de la tremenda corrupción que aqueja a todo tipo y nivel de funcionarios estatales, actuales y pretéritos (ministras de Estado o ministros de culto; lideresas del narcotráfico o fiscales policíacos; carniceros contrainsurgentes, o su contraparte, los ex militantes revolucionarios), al punto de forzar, en circunstancias ficcionales, obviamente, la dimisión del presidente.

Un paroxismo de la memoria –gestado por la tensión dramática del momento en que Moreno tortura al Cacho Aguilera, líder del cártel rival, mientras Salamanca recuerda el suplicio propio y de sus antiguos compañeros a manos del mismo verdugo– fuerza una nueva confrontación entre los añejos rivales, que  vuelve a saldarse en favor de la impunidad, cuando el exmilitante izquierdista, asediado tanto físicamente por un padecimiento pulmonar, como en lo emocional, reiterando el lema “sin perdón ni olvido”, muere a manos del congruente y fiel devoto de la tortura.

La hija de Salamanca es inicialmente raptada por el cártel adversario, hecho del cual sobrevive tras diversas vejaciones, incluida la sexual. Rescatada por el grupo del padre permanecerá entre los prófugos y, consumida por las ansias de venganza, incrementadas luego de la muerte del padre, volverá con ellos hasta perderse en el uso y abuso de drogas, poco antes de ser asesinada, también ella, por Moreno, el verdugo de los Salamanca.

Amén del tratamiento específico del tema guerrillero, los indígenas aparecen en un rol casi paisajístico, si bien punible, al colaborar en la huida de los perseguidos a instancias de una cómplice circunstancial, en la primera temporada; o bien, como guías-mentores de un redivivo cabeza del clan narcotraficante de los Ferragut, que en la segunda temporada se revela no solo con vida –luego de haber fingido su muerte y funeral, incluso ante su esposa e hijos– sino como hábil estructurador de un nuevo emporio que produce y distribuye heroína, desde la siembra de amapola en terrenos facilitados por su relación con los indígenas, hasta su comercialización bajo la fachada de figurillas artesanales que reproducen estructuras arquitectónicas, pero más importante aún que las dotes shamánicas de Freddy Ferragut (personaje que guarda ecos de la saga literaria del mexicano Carlos Castaneda y, más, de propuestas escénicas, narrativas y de teatralidades implementadas por el chileno Alejandro Jodorowsky), la red de colusiones que le permite simular su muerte y coordinar el rescate de su lugarteniente –el torturador otrora militar Moreno, quien será evadido de la prisión a través de un helicóptero, junto a otros dos integrantes del cártel Ferragut-, llega a la primera línea que rodea, asesora y decide junto al mandatario nacional, un círculo de clase tanto partidario como de relaciones amistosas, comercial-empresariales y de parentesco.

 

Pugna

La memoria, proyectada a través de las múltiples pantallas chicas que pueblan-invaden los humanos tiempos modernos, puede llegar a nosotros regurgitada por el avasallante aparato mediático posmoderno. Lo cierto es que esa memoria construye vastos entramados con profusión de recursos de todo tipo: al conjuntar narrativas ágiles, guionistas avezados con tanta experiencia como información y, aún, con guías efectivamente probadas sobre el terreno (manuales de guerra y contrainsurgencia que han venido perfeccionándose en una agresiva lógica ascendente (López y Rivas, 2015)), lo mismo que efectos especiales o realidades virtuales aumentadas, es capaz de adquirir visos de verosimilitud mayores que lo reportado por periodistas e informadores como el acontecer noticioso cotidiano, así como las generalmente austeras recreaciones testimoniales más cercanas a la veracidad del protagonismo (idealmente autocríticas mas no arrojadas al tobogán del arrepentimiento), escritas a contracorriente, en rudas condiciones de dificultad atravesadas por traumas y secuelas tanto físicas y emocionales como psicosociales (Beristain, 2011). Aun pecando de optimismo y suponiendo que abunden aciertos de maestría y genialidad en la creación escrita, cinematográfica o audiovisual de sobrevivientes, estudiosos y artistas que velen por el equilibrio recién mencionado, a los retos de producción y realización habrán de añadirse nuevos y abundantes obstáculos a la hora de la distribución.

Más allá de la administración de la mentira y las medias verdades, aconsejada en los manuales estadounidenses de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y sus equivalentes occidentales, la tozuda realidad obliga a no omitir –del análisis, la mirada y el radar- los esfuerzos denodados que desde México realizó un ministro de Seguridad Pública (Genaro García Luna) para dar vida cinematográfica a montajes judiciales, antes de entregar, en 2011, abundante dinero público a Televisa (empresa mediática de propiedad privada) para “realizar una serie televisiva que exaltara la labor de la Policía Federal, tan cuestionada en esos años por los excesos cometidos” en la guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón.[22]

Cartel de búsqueda de Palma Salamanca por la PDI chilena
Cartel de búsqueda de Palma Salamanca por la PDI chilena

Imagen 4. Cartel de búsqueda de Palma Salamanca por la PDI chilena. Fuente: diario La Tercera.
https://www.latercera.com/reportajes/noticia/los-desconocidos-encuentros-la-red-palma-salamanca-paris/396243

 

Memoria: ¿para qué?

Como ejercicio social,[23] la memoria está sometida a disputas que, por vía mediática de la circulación masiva, ofrecen una muy política lectura de despolitización y supervivencia, salvaje o reducida a obediencia abyecta (más degradante en tanto consciente de las consecuencias de un destino predeterminado por patronos, Estados, religiones, empresas o emporios trasnacionales). Esta versión suele recurrir a equiparaciones de larga data que apuntan a enemigos a modo, al tiempo de buscar incidir en la desactivación de cualquier tentativa de organización y hasta de eventuales inquietudes por un pasado político nacional que, traducido en las pantallas, aparece plagado de delincuentes entre los cuales, si acaso se osa incluir a militares golpistas y represores o burócratas de toda laya, vinculados a fechorías de ambiciosos empresarios corruptos, se les procura la preservación del “cuello blanco”, la jerarquía superior de la “autoría intelectual” y, a lo sumo, se les equipara con los verdaderos ladrones, traidores, traficantes y terroristas, en una degradación ética similar, igualmente deleznable y socialmente reprobable.

Frente a esa lectura existe por lo menos otra,[24] una más reivindicativa de la participación política activa, legítima y tenaz como lo demanda la configuración de sociedades en arduo y prolongado proceso de liberación anticolonial, raramente terso o materializado y sostenido a través de vías cívicas y pacíficas, con frecuencia inoperantes, más indispensables en el éxito ejemplarizante y la centralidad de las metrópolis. Cabe entonces cuestionar, en clave de provocación: si los asesinatos, desapariciones forzadas, torturas y todo tipo de tratos crueles, inhumanos y degradantes, a la par del auge en la impunidad de diversos agentes del Estado no hicieron otra cosa que crecer exponencialmente, con víctimas también en su mayoría ajenas a reivindicaciones y militancias políticas, ¿hubiera valido la pena abrazar las reivindicaciones de décadas pasadas y, en luchas políticas-politizantes, aun proscritas-descertificadas de cánones, transformar las estructuras sociales en algo menos injusto?

Tanto dictadura neoliberal como democracia neoliberal, o la represiva seguridad de la posmoderna concertación chilena, comprometida en el reparto, armonización y ejercicio de un poder particularmente sanguinario, si bien generalizado mucho más allá del Cono Sur,[25] por la vía de regímenes cívico-militares de vergonzante celebridad, impelían a la juventud –de manera destacada y no exclusiva– a las más diversas formas de lucha y resistencia.

Entre quienes no hacían escuela cosmopolita, sea mediante financiamientos familiares, pretextando un nomadismo como boga juvenil, o a través de proverbiales y acaso extintas solidaridades, abundantes muchachas, niños incluso, dedicaban sus vidas al aprendizaje y puesta en práctica de “operaciones” insospechadas, asombrosas, espectaculares, dramáticas y más, de mucha teatralidad, rompiendo con frecuencia lógicas distintas o comunes a diestra y siniestra, es decir, a los estados terroristas articulados bajo la égida del hegemón norteño, mas también a los “hermanos mayores” del campo socialista (la agónica URSS, la desconcertante China o la isla caribeña a 90 millas de Estados Unidos), lo mismo que a sus epígonos menores, congregados en partidos comunistas fuertemente imbuidos en seguidismos, anquilosamientos y uno que otro achaque senil.

Mientras el éxito de Roberto Bolaño comenzaba a gestarse, un año antes de que recibiera el premio Rómulo Gallegos por sus detectives salvajes,[26] en México la cadena de tiendas Sanborns se aprestaba a distribuir como Best seller la novela El gran rescate, narración testimonial de otro chileno en la que el autor-protagonista, Ricardo Palma Salamanca, daba cuenta de un escape asistido con el que, junto a tres presos más, había burlado los sistemas de máxima seguridad carcelaria, baluarte de una dictadura pinochetista no del todo extinguida.

Captura de pantalla del sitio web de Chilevisión que anuncia el seriado documental Guerrilleros. La historia tras el fusil
Captura de pantalla del sitio web de Chilevisión que anuncia el seriado documental Guerrilleros. La historia tras el fusil

Imagen 5. Captura de pantalla del sitio web de Chilevisión que anuncia el seriado documental Guerrilleros. La historia tras el fusil. Fuente: www.chilevision.cl/guerrilleros

 

Ruptura y genealogía (la dimensión estética en Palma Salamanca)

La comprensión de expresiones libertarias que articulan política y arte en praxis estéticas más amplias traza una noción común y lugar de interlocución en el que convergen la dimensión estética (Híjar, 2013), la Didáctica de la liberación (Camnitzer, 2008) y plásticos de vanguardia argentinos, de los que abrevaría el grupo Cine Liberación. Pese a los traumáticos traspiés del EGP en Argentina y el ELN en Bolivia, agrupaciones impulsadas por Ernesto Che Guevara, tras el asesinato en calidad de prisionero del guerrillero heróico la vía armada no dejó de ser una opción ni se clausuraron sus apoyaturas más obvias. En consonancia,[27] intelectuales y artistas atizaron desde sus campos las llamas de un fuego que, con su luz y calor, seguiría amenazando con incendiar la región:

… así como la imagen del Che sería incorporada por el máximo exponente del arte político de los años sesenta, Ricardo Carpani, a su gráfica política, en esos años [67-68] su figura se constituyó también en un referente para un sector de la vanguardia plástica en el marco de la búsqueda de una nueva estética donde confluyeran el arte y la política. Esto se expresa, a mediados de 1968, en el manifiesto leído por plásticos de vanguardia de la ciudad de Rosario al interrumpir una conferencia de Jorge Romero Brest, director del Centro de Artes Visuales del principal motor institucional de la experimentación durante la década, el Instituto Di Tella: “...declaramos que la vida del Che Guevara y la acción de los estudiantes franceses son obras de arte mayores que la mayoría de las paparruchadas colgadas en los miles de museos del mundo [...] Mueran todas las instituciones, viva el arte de la Revolución”. También con motivo del primer aniversario, un grupo de plásticos de vanguardia organizó una acción particular: intentaron, sin suerte, teñir las aguas de las fuentes de las principales plazas porteñas de color rojo, en alusión a la sangre derramada del líder guerrillero (Mestman, 1999, pág. 54).[28]

 

A su turno, Luis Camnitzer articularía su Didáctica de la liberación arriesgando “la idea de que las operaciones de los Tupamaros constituían una forma válida de arte”, y abundaría, a la postre, sobre su “clasificación de las operaciones tupamaras como actividades artísticas” aclarando que “no es casual ni reciente”, pues data de 1969, cuando la presentó en una reunión con estudiantes y profesores de la Escuela de Bellas Artes, “sugiriendo que la presencia de la guerrilla urbana tal cual estaba siendo desarrollada por los Tupamaros, con una componente creativa de alto nivel, tenía una importancia suficiente como para obligar a una revisión profunda del plan de estudios” (Camnitzer, 2008, pág. 15). Y agregaría que, tiempo después:

extremé mi posición y me referí a la guerrilla tupamara como la única contribución estética latinoamericana a la historia del arte. Sentía que los Tupamaros demostraban que era posible utilizar la creatividad artística para afectar las estructuras sociales y políticas. El sistema de referencia utilizado era claramente ajeno al del arte tradicional, pero las operaciones del grupo se manifestaban a través de expresiones que al mismo tiempo que contribuían a un cambio estructural total también tenían una gran densidad de contenido estético. Por primera vez un mensaje estético era entendible como tal y sin ayuda del contexto artístico dado por la galería o el museo (Camnitzer, 2008, págs. 26-27).

 

En un ciclo tardío, más de un cuarto de siglo después de las consideraciones sobre el Che y el MLN-T, una parte de la militancia del chileno FPMR se aprestaba a liberar de la prisión a otros de sus integrantes que resistían desde las entrañas mismas del represor centro disciplinario,[29] acción que por sí misma ratificaría el valor “de expresiones que al mismo tiempo que contribuían a un cambio estructural total también tenían una gran densidad de contenido estético”, mientras uno de sus protagonistas, Ricardo Palma Salamanca, no perdería la oportunidad de consignarla en una obra literaria. En dicho relato, las alusiones al arte son una constante, v. gr., en las reflexiones asidas a través de las cartas de los presos:

Querida Madre:

Va tiempo ya que no te veo, he perdido la cuenta desde aquella mañana que no me despedí de ti y tomé la simple determinación de hacerme un fantasma, de recorrer las calles haciéndome el que no soy yo, creyendo ser otro, jugando a las intuiciones poéticas, descreyendo de mí mismo, cargando una pistola para defender a ese otro yo que surgía de mí y que era producto del tiempo en que me tocó, con muchos otros, nacer. / Con esto no quiero que creas que somos una simple proposición de la historia. Hay algo de nosotros y en nosotros que tiende a repetirse como una constante en el tiempo, como un fémur que contiene todas las disconformidades de esta realidad, y según las condiciones en que se nace toma una forma diferente para su expresión. Madre, ¿acaso el arte no es eso mismo? El arte no como una simple técnica sino como una impertinente forma de rebeldía ante lo que ya venía dado, a lo que de por sí venía determinado por otros. / En nuestro caso es lo mismo, nuestro arte también nace del aburrimiento y de la insoportabilidad de lo (que) hay ante nosotros. Una revolución es eso también o el intento de ella… (Palma Salamanca, 1998, pág. 26).[30]

Seudo-Salamanca y Moreno en Prófugos
Seudo-Salamanca y Moreno en Prófugos

Imagen 6. Seudo-Salamanca y Moreno en Prófugos.
Fuente: www.imdb.com/title/tt1941928/mediaviewer/rm463201280

 

Al recordar el empecinamiento resistente, cotidianizado, integrado a indispensable armadura, Palma Salamanca detalla el boicot ante la farsa orquestada para informarle su sentencia:

 

Manuela:

Hace unos días nos condenaron, fue todo muy rápido. […] Íbamos dos, yo y otro preso procesado por la misma causa, […] me di cuenta de que todo esto era para ellos y para los que nos esperaban una gran ceremonia. Un ritual donde se justificaba su autoridad. / Salimos de la cárcel en el interior del vehículo de traslado. […] Naturalmente no tiene ninguna ventana y es totalmente oscura. Pero tiene una característica que se repite en todos los espacios de este encierro como un rezo cristiano. Te ven sin poder ver tú al que te observa. […] Aunque no haya nadie detrás, pero el ojo ya está instalado, el ojo de tu vigilante no está en él sino permanece en ti mismo, en tus movimientos, en tus diálogos internos hay una pupila extraña como un parásito viviendo de tus intimidades. […] Caminamos serenos en medio de todo el mundo, conscientes de su potente farsa, de su espectáculo inclaudicable para cualquier orden social. ¿Qué importan las transformaciones cuando una cultura se sostiene en la producción de temor? […] Esperamos la constitución del espectáculo solemne y a la vez ridículo de la condena. / Al cabo de treinta minutos llegó una señora mayor acompañada de otra de más o menos la misma edad. En sus brazos traía otro lote de cuadernos empastados. Entraron con seguridad […]. / En toda la sala se olía a institución, un aroma característico de los hospitales y las cárceles. Ahí estaba el par de ancianas encargadas de minimizar en gran medida nuestras posibilidades de existencia legal. / Una de ellas, la más vieja, le dice a uno de los guardias levantando lentamente la cabeza y mirando alternadamente con y sin sus anteojos: "¿Ellos son los reos?". / -Sí magistrado -le responde el guardia. / -Bueno, que se levanten -ordena ella. / El guardia se dirigió hacia nosotros y nos ordenó que nos levantásemos. Yo y mi compañero nos miramos, riéndonos del guardia, nos reímos de ella y ambos le respondimos que no queríamos levantarnos, que procediera con aquello que tenía que decir. / La señora se enfurece. Dice que somos unos irrespetuosos, que nos merecemos la condena, estamos frente a la ley y nadie puede burlarse de la ley sin pagar las consecuencias, todo esto dicho entre salivazos y un acento irreconocible. / La anciana estaba como un perro rabioso, incontrolable y peligroso. / Los guardias miraban con ojos expectantes alrededor de la mesa donde se sentaba la señora. Su acompañante fingía no darse por enterada de la situación, pero también comenzaba a descontrolarse. Hacía movimientos extraños y le nacían indescriptibles muecas. / Uno de los guardias se acercó a ella diciéndole que se tranquilizara. Nosotros seguíamos sentados, dispuestos a seguir igual; quizá lo hacíamos de aburrimiento y no le otorgábamos ninguna importancia al hecho. No había una actitud premeditada detrás de todo. No reptaba la seriedad ideológica tras nuestra apariencia, tan sólo no queríamos pararnos delante de esa anciana para satisfacer el ansia de su espectáculo. / La vieja se calló y sacó un cuaderno con dos copias, eran las condenas. Se paró mirándonos y comenzó a leerlas, su rostro estaba ajado y al leer sus arrugas se acentuaban, su cara era una gran pasa parlante. / Todos callaron cuando comenzó la lectura [...]. / Pero en ese momento mi compañero la interrumpe preguntándole si va a leer toda la resolución. / -¿Pero, por qué? -pregunta ella, sorprendida. / Mi compañero le dice que mejor se ahorre el tiempo porque no la vamos a escuchar, que nos pase sus papeles y termine el trámite. / -¡Esto es inadmisible! -grita ella al borde del desmayo- ¡Ustedes no pueden restringir mi labor! / -Y usted no puede obligarnos a aburrirnos con sus palabras -contesté yo. / Ella suspiró con desengaño y pidió un vaso de agua, jadeaba como una fiera herida y sangrante al borde del sacrificio, luego nos dijo que el tribunal había resuelto dictar sentencia para ambos, lo cual significaba que estábamos condenados a presidio perpetuo. Cuando dijo esto le nació una singular sonrisa... después de todo, esa era su venganza. Le hubiera gustado vernos ardiendo en la hoguera o que nos destrozaran con cuatro poderosos caballos tirando de nuestras extremidades. Pero aquello de perecer tras las rejas, dinamitados por el tiempo, no era algo que le viniera mal a su sentimiento de odio. […] El viaje de vuelta fue tan rutinario como el inicial, sirenas, guardias armados, caras de nerviosismo, gente mirando, cosas que ya he visto antes. […] El significado y el peso de las condenas varía dependiendo de quien la asuma. He visto gente que llora por sug condena, otorgándole una seriedad demasiado pesada, y eso es porque no existió una relación auténtica entre éstos y "el crimen" cometido o la falta realizada, posibilitando la inoculación de la culpa como un germen que los va demoliendo. / Cuando llegamos a la celda le pregunté a mi compañero cómo se sentía y me respondió que igual que siempre desde que está encerrado. Y es cierto, el tiempo no importa cuando te lo distribuye otro fuera de ti mismo... (Palma Salamanca, 1998, págs. 94-97).[31]

Salamanca en Francia, 2019
Salamanca en Francia, 2019

Imagen 7. Salamanca en Francia, 2019. Fuente: diario La Tercera.
https://www.latercera.com/politica/noticia/canciller-abordo-par-frances-posible-extradicion-palma-salamanca-le-subrayado-chile-las-instituciones-funcionan/248158

 

Conclusiones

Al indagar en los contenidos de las series de TV, esos vehículos narrativos que hoy por hoy están dinamizando la memoria y actualizando la percepción de fenómenos y sujetos difíciles de asir, proscritos, huidizos, complejos y no exentos de atractivo para la manipulación (bienintencionada o perversa), es preciso advertir tanto apegos como falseos a las versiones primarias que, en ciertas coyunturas, se disponen a ofrecer y ha sido posible recoger en distintos soportes y tipos de documentos. Tal cotejo permitiría discernir en qué medida el discurso testimonial coincide o se distancia de elaboraciones académicas (sociológicas, historiográficas…). Cabe prever que, finalmente, la confrontación de todas esas expresiones y formalizaciones –artísticas, testimoniales o históricas- habrá de exponerse a juicios y prejuicios del manido “sentido común”, es decir, a una opinión pública muy poco desprendida de atavismos y determinaciones impuestas por la propiedad (privada) de quien las patrocina.

En la búsqueda de reconstituir, descifrar y recuperar percepciones y formulaciones de lo indígena en los imaginarios guerrilleros latinoamericanos, las fuentes narrativas son de primer orden, constatación que aconseja e impele –a la hora de investigar- a considerar nuevas formalizaciones de esas narrativas, de modo que, así como novelas y testimonios colmaron la demanda de relatos que explicaran así los comportamientos autoritarios como los subversivos y aun los del común, en la actualidad una alternativa novedosa (en particular por sus capacidades de profusión-hipervisualización) de aquellos soportes de memoria la constituyen las series que, originalmente diseñadas para la TV, son seguidas por medio de aplicaciones, canales o sitios accesibles vía internet, a través de las diversas y abundantes “pantallas chicas”.

La pugna –para no variar desigual y combinada, con una peor parte: de lo austero a lo paupérrimo– entre industrias audiovisuales trasnacionales que han absorbido y no se limitan al cine, e iniciativas “independientes”, “alternativas” y en fin, signadas por convicciones de independencia y autonomía (cuando menos creativa), comienza a arrojar saldos positivos para la opción no cooptada y acotada al credo totalitario del mercado. Adicionalmente, las grietas que potencialmente pueden descubrirse en la era digital y las TIC impelen sin piedad a replantear estancamientos de la cultura libresca, y una huella indeleble, a hierro candente habrá de legar para la posteridad la pandemia generada por el COVID-19, cuestión –abierta- muy sensible en las dinámicas escolares, académicas.

Las escasas huellas de lo indígena encontradas aparecen en las ficciones, no en los documentales, eso sí, representando el papel que el capitalismo en general, y el tardío en particular, les ha asignado, es decir, cabalmente arraigado a preconceptos y estigmas que racismos y clasismos les han asignado en imaginarios aún (acentuadamente en la era de la virtualidad) fundados y operantes a partir de prejuicios,[32] más que de conocimientos consistentes, fundados y estructurados desde una o varias disciplinas.

El cuestionamiento radical, empero, comienza a surgir en un gesto simbólico de negación: “no existen”, dicen académicos que cuestionan las narrativas del eurocentrismo (Pierre Gaussens (2014)), o de los cárteles de la droga (Oswaldo Zavala (2018)). Emerge en Colombia una producción para redes como Whatts app o Telegram que, reciclando material periodístico de todo tipo y siguiendo la línea de investigación del abogado y periodista Daniel Mendoza Leal, recrea y denuncia la carrera delictiva de Un genocida innombrable, a través de capítulos semanales de menos de diez minutos cada uno. Los primeros episodios de Matarife se han acompañado, además, de videoconferencias multidisciplinarias y una vasta campaña propagandística con entrevistas en las que Mendoza Leal ha llegado a asumir que la confrontación (informativa e ideológico-política) con Uribe Vélez puede costarle la vida. Considero que este experimento puede marcar la pauta para resignificar y funcionalizar la efectividad de los efímeros humorísticos hipervisualizados, reseñados al inicio del presente trabajo, es decir, hacer síntesis provechosa del conocimiento acumulado para, amén de los formatos breves, combinar ritmo vertiginoso y condensación informativa, trascender el humor catártico y plantearse tanto nuevas narrativas como el largo aliento (50 capítulos en el caso de Matarife) a través de producciones que increpen y establezcan efectivos contrapuntos a las narrativas del poder.[33]

El enlace entre las historias del FPMR, de Ricardo Palma Salamanca, y de una juventud militante chilena contemporánea suya con lo indígena, finalmente, lo ofrecerá el grupo guerrillero Lautaro, con cuyos militantes presos Salamanca editó “una revista literaria que se llamaba Incesto”, y a quienes aún guarda estima:

Los lautaristas eran unos tipos a los que yo encontraba muy raros. Aunque la matriz mental era muy parecida a la de los comunistas, siempre tuvieron una fractura con los discursos ideológicos tradicionales. Eran igual de autoritarios que cualquiera, pero tenían mucha influencia del estructuralismo francés. Quizás fuera porque Guillermo Ossandón (fundador del movimiento) era sociólogo, además de muy borracho, y un hombre bastante astuto. Tenían cosas novedosas: por ejemplo, hablaban de la sexualidad, lo que jamás osó hacer la cultura comunista, que se fundaba en la moral revolucionaria (Fernández, 2019).[34]

 

Salamanca, de 21 años al participar en el ajusticiamiento de Jaime Guzmán (1 de abril de 1991), fue detenido en 92 y condenado a prisión perpetua, pero su gran rescate, el 30 de diciembre de 1996 frustró la condena. “Cada vez que alguien menciona este suceso, exclama: ‘Una fuga de película’,” afirma uno de sus entrevistadores, Patricio Fernández (2019).

Hasta 2019 “nunca ha[bía] dado entrevistas. Su figura quedó detenida en el tiempo. ‘Todos los que conocí, se acercan al que fui en el año 1990’, le recuerda a Fernández en su conversación. Vivió 20 años, en el exclusivo y cosmopolita San Miguel de Allende, Guanajuato –escenario elegido por Gonzalo Martré para los capítulos culminantes de la mejor novela del 68 mexicano: Los símbolos transparentes (1978)-, a donde llegó junto a su pareja, Miska Brzovic “y una guagua [bebé] de ocho meses, gestada en plena fuga. En ese pueblo también se radicó Raúl Escobar Poblete, más conocido como el comandante Emilio…” (Fernández, 2019).

El 9 de junio de 2017 Escobar Poblete, fue detenido por, supuestamente, hacer parte de una banda de secuestradores. “Para todos los efectos, formamos parte de un mismo paquete. Si se develaba quién era, caíamos con él. Por eso teníamos la esperanza de que lo hubieran pillado con cocaína o algo por el estilo, de modo que quedara como un asunto local y pudiéramos regresar a nuestra casa”, relata Salamanca a Fernández.

Según el entrevistador, Palma Salamanca considera “de pocas luces y más bien básico” a Escobar Poblete, con quien no tenía “ningún tipo de relación desde hace años” (Fernández, 2019). Lo cierto es el permanente rechazo a las acusaciones en contra suya y de los integrantes de su paquete: “Su involucramiento en esa trama es una construcción mediática sin ningún asidero. ‘La derecha mexicana es muy poderosa en este lugar [añade Salamanca] y le sirvió de argumento para justificar todo lo que había sucedido ahí. Son muchísimos los secuestros sin resolver [desaparición forzada de personas, incluso en masa]. Obviamente nos relacionan a nosotros porque tenemos un pasado común, y un pasado chileno que calza muy bien con esa historia’” (Fernández, 2019).

Por las dudas, Patricio Fernández subraya: “Palma Salamanca niega absolutamente cualquier relación con actividades ilícitas del tipo que sea desde […] 1996. La sola idea de volver a la cárcel, una pesadilla que no consigue sacarse de la cabeza, lo habría llevado a actuar siempre con mucho cuidado”, y añade un deslinde, entre los salvos y lúcidos y quienes, en plena juventud, compartieron y labraron una forma de vida junto a Salamanca: “Entre sus amigos de generación hay artistas, empresarios exitosos, ejecutivos de prestigio y muy bien pagados. No pocos de ellos pudieron ser El Negro, pero circunstancias muy concretas los salvaron o alcanzaron a tener la lucidez que le faltó a él cuando se encontró frente a encrucijadas determinantes” (Fernández, 2019).[35]

No obstante, Salamanca sí hace explícita la forma de vida que, como imposición, se le ofrecía a su generación, y la herramienta (o contraviolencia, alternativa última) con que se escribía claramente para la historia el no querer ser gobernados de esa forma[36]: “La experiencia de mi generación provino de la violencia absoluta por parte del Estado, de modo que para mí fue una reacción natural. No tenía cuestionamientos severos acerca de su utilización en un proceso político determinado. Descontextualizarla es un gran error, porque los que participamos de aquella experiencia no éramos personas violentas. La violencia era una herramienta, pero no lo que uno quería como forma de vida.” En la misma entrevista agrega: “Mi militancia no se fundó desde la frustración y el dolor familiar. Lo mío tenía que ver más bien con un contexto generacional. Estábamos todos metidos y era muy divertido, muy emocionante”.

Adicionalmente, así como la reivindicación de responsabilidad, decisión y gozo individual en la elección revolucionaria de Palma Salamanca, hay que explicitar una necesidad de “tratar” lo emocional de manera no menos militante, sin necesidad de esperar triunfos o –menos- tomas de poder, así como de desdramatizar o, por el contrario, de dramatizar radicalmente, auxiliados de herramientas como el sicodrama, con participación plena del sentido en que se encaminan narración y un proyecto, deslindando por fin y del todo la participación-acción política de religiosos fanatismos sacrificiales (por más de izquierda que sean). De allí la prevalencia vital implícita en El gran rescate, enmascarada tras el reiterado tratamiento de la muerte que puebla todo el relato, revelado y resuelto en favor del empeño por colectivizar –necesariamente en un lugar incompatible con la cárcel- una vida digna y decorosa con los compañeros sometidos a un encierro infernal, al deshumanizante presidio, siempre campo enemigo y escenario de mayor ensañamiento con la vida de los militantes comunistas, puesta allí en condiciones de extrema vulnerabilidad.[37]

La comprensión de los orígenes y la conjunción de herramientas y elementos (estéticos, históricos, políticos, artísticos, narrativos, tecnológicos) confluyentes en la re-invención de un país o una región –Chile, Latinoamérica- y su memoria reciente sobre procesos traumáticos –la violencia política y los terrorismos de Estado, de los 70 a nuestros días- tiene un horizonte fecundo si, desprejuiciadamente, asume el reto de indagar en las visiones del otro a partir de las más recientes representaciones montadas-escenificadas en los seriados de televisión. Conviene, pues, asumir que esa “bestia magnífica”, el poder, a más de recuperar presencias, acciones y legados de sus adversarios, oponentes o cuestionadores, cuenta también con capacidades más que suficientes para reelaborar ideales minando, extraviando o pervirtiendo sus móviles y objetivos. En otras palabras, el enemigo también piensa y, entre sus abundantes recursos, cuenta con estéticas complejas que afectan la sensibilidad e incluso, como señala Diego Sztulwark, ha sido capaz de emprender una ofensiva sensible en la que el capital invertido para el control y la anticipación del deseo ha superado los costos mismos de producción de mercancías.[38]

 

Notas:

[1] Retomo el sugerente planteamiento sobre las “trazas” de Luis Duno-Gotberg y Forrest Hylton, en su “Huellas de lo real. testimonio y cine de la delincuencia en Venezuela y Colombia” (2008).

[2] Destacan en México Crónica de castas (2014, ficción, 9 capítulos), coproducción Ojo de hacha-Canal 11, o el seriado documental Clandestino (2018, 13 capítulos), Canal 44 de la Universidad de Guadalajara. En agosto de 2015 se estrenó el “programa de reportajes” (o “programa de investigación periodística de Chilevisión”) que, en cinco capítulos, reconstruye la historia del FPMR. Ver: Corral (2015) y Tevitos Cinéfilos (2015). En mayo de 2019 Sputnik Mundo informaba la adaptación en marcha para un seriado de TV de la novela Las Cenizas del Cóndor (Fernando Butazzoni, Planeta, 2014), para ayudar “a que el tema sea masivo” (Sputnik, 2019).

[3] Abundan ejemplos en este sentido, desde los venezolanos Alí Gómez García (Falsas, maliciosas y escandalosas reflexiones de un ñángara, Caracas, El perro y la rana, 2012) y Orlando Araujo (Viaje a Sandino, Caracas, El perro y la rana, 2010), pasando por los argentinos, entre quienes se incluye y de quienes da sumaria cuenta en sus Memorias Enrique Gorriarán Merlo (2003), o los propios chilenos, como expone Cristián Pérez (2013) en “Compañeros, a las armas: combatientes chilenos en Centroamérica (1979-1989)”.

[4] Al deslindar desindianización de mestizaje, Bonfil subraya: “este último es un fenómeno biológico y el empleo del término para referirse a situaciones de otra naturaleza, el ‘mestizaje cultural’, por ejemplo, lleva el riesgo de introducir una visión equivocada e improcedente para entender procesos no biológicos, como los que ocurren en las culturas de grupos diferentes que entran en contacto en un contexto de dominación colonial” (1987, pág. 42).

[5] Cabe apuntar que la transición, leída desde un prisma revolucionario, socialista, (sin embargo) se mueve. A contrapelo, en El huracán rojo Alejandro Horowicz ofrece, para y desde nuestro ámbito americano, una consistente lectura de las revoluciones europeas de 1789 a 1917. Al presentar la investigación de Horowicz, Diego Sztulwark recupera el tránsito complejo (con disensos al interior del “partido de dos”) a través del cual Engels elucida que “el problema político esencial de la revolución en Europa se juega en torno a la transición entre democracia y socialismo”, de donde la tarea principal sería “romper el cerco montado alrededor de la ‘democracia pura’ o blindada, cuyo objetivo principal es impedir al proletariado revolucionario formar una mayoría”; ante ese reto Engels propondrá una combinación nueva “entre democracia revolucionaria y cuestión militar”. En tanto, en palabras del propio Horowicz, “Marx reelabora su propia lectura anterior del Estado ‘Boa constrictor’ y pasa a defender la flamante experiencia del Estado-Comuna como novedoso instrumento histórico”. Así, será ahora Marx quien atisbe —agrega Sztulwark— en “la forma política específica popular, la primera experiencia exitosa de la combinación de doble poder y constitución de mayoría: […] forma eficaz de combate –estrategia militar proletaria– y de gobierno –moderna dictadura del proletariado…” (Sztulwark, 2019c). Cursivas mías.

[6] Cabe atender contra-versiones como la de Patricio Bañados, locutor decano y “el rostro principal y fundamental para que la franja del NO” fijara un límite a la dictadura en el plebiscito de 1988. Entrevistado por Víctor Hugo Ortega y a consulta sobre el “estallido social en Chile”, iniciado en octubre de 2019, Bañados recuerda: “la gran traición se produjo después de la elección de Patricio Aylwin. Hay que recordar que Aylwin, a dos años de estar en la presidencia, dijo: ‘la transición ha terminado’. Eso está en los libros, no lo estoy inventando yo. Había senadores designados por Pinochet, comandantes en jefe de las fuerzas armadas y carabineros inamovibles, y él consideraba la transición terminada.” Insiste en que “no es una anécdota banal”, pues los recién llegados eran “gente que llevaba 17 años fuera de los cargos públicos del poder, de los conciliábulos, de los corredores de palacio”, y eso explicaría el “funesto matrimonio entre el gran empresariado y la política, entre el gran financiamiento y la política” (Ortega, 2020).

[7] Es el documento oficial de identidad en un país con un padrón de prácticamente 90 millones de ciudadanos habilitados para ejercer el derecho al sufragio. En su Lista Nominal el INE afirma considerar a “todos aquellos ciudadanos que solicitaron su inscripción al Padrón y cuentan ya con su Credencial para Votar con fotografía vigente”, y ofrece la cifra de “89,839,959 Ciudadanos Registrados con Corte al 27 de septiembre de 2019” (INE, s/f).

[8] También de aquí la necesidad de “Historificar la memoria” –exhorto tenaz de Alberto Híjar- para descubrir, precisamente, personajes, tramas y pasajes enteros secuestrados, desaparecidos en vastos operativos de Estado que, obviamente, contemplan la implementación del terrorismo.

[9] Por las implicaciones y limitaciones de espacio y tiempo no abordaré aquí los conflictos del INE con las “prácticas sociales que sostienen la organización política de las localidades rurales en el sur de México…”, y que Pierre Gaussens propone denominar y conceptualizar como “sistemas comunitarios de gobierno”, en una perspectiva crítica de los “usos y costumbres” que cobraron auge durante la turbia negociación del Estado mexicano con el EZLN, tras la irrupción pública de la guerrilla indígena el 1 de enero de 1994.

[10] Wikipedia consigna el inicio de transmisiones de ChileVisión, “canal de televisión abierta […] de propiedad privada”, el 4 de noviembre de 1960; fundado por la Universidad de Chile, también fue llamado “Corporación de Televisión de la Universidad de Chile, Canal 6”, con una frecuencia temporal entre el 16 de junio y el 9 de septiembre de 1973, “fecha en que la Universidad de Chile recuperó el Canal 9”, a solo dos días del golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende. La televisora “fue controlada por la Universidad de Chile hasta finales de 1993”, cuando fue cedida en “comodato por 25 años al Grupo Cisneros, de origen venezolano y controladores de la cadena Venevisión; ese año, su nombre fue cambiado a Chilevisión. En 2000 pasó a manos de Claxson Interactive Group, a inicios de 2005 al futuro presidente de Chile Sebastián Piñera a través de su empresa Bancard, hasta que en 2010 pasó a ser controlada por Turner Broadcasting System” (Consulta: 21-09-19).

[11] A las relaciones entre regímenes cívico-militares latinoamericanos, más amplias de lo que señalan las evidencias de la Operación Cóndor, cabe sumar los vínculos metodológico-represivos que es posible establecer entre Argentina, Guatemala y Chile, como evidencian La memoria en donde ardía, novela de Miguel Bonasso (1992) y Putas y guerrilleras, trabajo periodístico-testimonial de Miriam Lewin y Olga Wornat (2014) para el caso argentino; “Centros de detención adecuados”, investigación sobre Guatemala de Manolo E. Vela Castañeda (s/f), y múltiples documentos sobre Chile, acá en particular La Flaca Alejandra, utilizados para elaborar el presente artículo. Empero, los esfuerzos en contrapartida también abundan: la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR), que agrupó, precisamente, al MLN-T, el ERP-PRT y el MIR, además, del Ejército de Liberación Nacional boliviano, en lo que Marco A. Sandoval (2016) considera una agrupación de “… internacionalistas del Che Guevara”. La propia biografía de Fernando Butazzoni ejemplifica: “… en su juventud perteneció al grupo guerrillero Movimiento de Liberación Nacional de Uruguay, luego participó como artillero de la Revolución Cubana y peleó contra el dictador nicaragüense Anastasio Somoza (1974-1979) como parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional.” (Sputnik, 2019).

[12] Ver: Geirola, G. (2000). Destaca el capítulo IV: “Teatralidad de la guerrilla: De Loyola al Che Guevara”, aunque todo el trabajo de Geirola es provocador y acuciante.

[13] Para sus protagonistas, “la primera serie de HBO hecha en Chile” representaba “una vitrina internacional” destinada a un numeroso público sin “demasiadas referencias previas del trabajo televisivo en el país”. Naturalmente ajenos a cualquier referencia, alusión o inquietud sobre el conocimiento de la historia o el acontecer político chileno, los actores sí contaban con información sobre los telespectadores nacionales y regionales: “‘Nos van a ver como 5 millones de personas’, cuantifica [Néstor] Cantillana. ‘Yo creo que te quedas corto, es mucho más…’, corrige [Luis] Gnecco. ‘Muucho más, las teleseries chilenas las ven como 3 millones de televidentes’, tercia [Francisco] Reyes” (Vergara, 2010).

[14] Datado el 15 de mayo de 2011, aparece en el canal de YouTube de Ariel Araujo con la referencia: “Videos Posted by Cubanos y Cubanas Los mejores en la Cama Mana Mana Cubano…”. A la fecha figura solo con 3 mil 56 vistas (Araujo, 2011). En tanto, el humor revolucionario ha sido teorizado, entre otros, por Ricardo Melgar Bao y Alberto Híjar (2006).

[15] Quizá más conocido por otro personaje, la psicoanalítica Violencia Rivas, Capusotto crea también a Micky Vainilla, un prototípico civilista de extremo centro a cuyos brillantes proyectos empresariales o altruistas les asoma, inevitablemente, “el elemento” fascista, en tanto que Bombita Rodríguez, “el Palito Ortega montonero”, prodiga canciones apologéticas de la lucha armada, el marxismo y la izquierda radical (ver el álbum Ritmo, amor y Materialismo Dialéctico, en Spotify. Vale además no dejar de citar la referencia a Capusotto en el episodio “15 ‘Odisea 2001’”, de la serie “Es necesario ser arbitrario para hacer cualquier cosa”, conversaciones entre Diego Sztulwark y León Rozitchner, donde el primero recuerda, hacia el minuto 05:50: “El otro día te mostré un programa de radio de un tipo que se llama Capusotto, que se llama ‘Hasta cuándo’ y te morías de risa, y decías ‘hay más inteligencia acá que en todos estos encuentros de intelectuales y …’, qué se yo.” (Sztulwark, 2015). Su relevancia se desplegará y comprenderá mejor al considerar la totalidad de mi investigación. Ante las limitaciones propias del presente trabajo, cabe apuntar que la tendencia spinocista impulsada por Rozitchner se prolonga en la filosofía política consolidada en estudios y textos de Sztulwark, puntualmente en La ofensiva sensible (2019a). Esta escuela de “filosofía como forma de vida” se articulará a mi fundamento teórico-conceptual contrapunteada, vinculada y hasta fusionada con la lucha por la estética –una teoría de la sensibilidad desde la militancia-, a través, por ejemplo, de los que llamo lugares sensibles/estéticos de interlocución, como el abierto en el tiempo y espacio latinoamericanos, marcados a fuego por la militancia socialista armada, ciertamente, y más aún, por el rigor en crítica y teoría. En otros términos, el clandestinaje militante no obstó (no ha sido más óbice –aunque nunca pierda su peso específico— que propulsor) para un ejercicio autocrítico capaz de consolidar una teoría y, a su vez, de ubicar, delimitar, paradójicamente, hablar y hacer explícitos – aunque no necesariamente nominados, certificados, disciplinares y disciplinados—tanto yerros como aciertos de las prácticas, proyecciones y expectativas políticas, así grupales como estatales, nacionales o globales. Dicho sea de paso, Rozitchner tiene también una articulación cinematográfica con mi trabajo a través del fragmento de su Moral burguesa y Revolución que acompaña, como voz en off, un monólogo del protagonista en la película de Tomás Gutiérrez Alea Memorias del subdesarrollo.

[16] Informal y consuetudinariamente, la serie de Alexis Moyano ha sido bautizada como El perro comunista; afamado y popularizado al menos en Argentina a través de camisetas, pijamas y otros artículos de uso cotidiano, su acceso a YouTube se registra el 8 de mayo de 2017, y en algo más de dos años cuenta 683 mil 767 visualizaciones (Moyano, 2017).

[17] Al recordar Patricio Fernández: “También tocabas guitarra ¿Música de protestas?”, Salamanca parece desbordado en la respuesta: “Nooo. Para mí toda esa cultura era deprimente. No soportaba las peñas ni toda esa cultura del dolor y la amargura. Nunca me vestí como ellos ni utilicé esos bolsos de lana. Jamás. Era más rockero y, por esa época, comencé a escuchar mucho jazz” (Fernández, 2019).

[18] No está de más hacer énfasis en la vitalidad de la estética y el dinamismo que ésta puede imprimir a su “objeto”, vale decir –para los fines del presente trabajo-, temas-problemas como los seriados, la violencia política y sus memorias en nuestra América. En un riquísimo debate, abierto en torno a la serie colombiana El Matarife, producción periodístico documental que repasa el prontuario criminal del expresidente Álvaro Uribe. En torno al tercer capítulo, “Esquirlas sociopáticas”, se organizó la videoconferencia “Sociopatía Institucional ¿Estamos gobernados por un estado sociópata?” donde (hacia el minuto 36:50) Víctor de Currea-Lugo plantea: “¿hasta qué punto […] los debates éticos se nos vuelven un problema estético?: y lo estoy diciendo en el sentido de que hay una estética que se coloca sobre la mesa y terminamos repitiendo a Platón, ¿no?: ‘lo bueno es lo bello y lo bello es lo bueno’. Entonces, sobre la base del discurso de una estética determinada se validan o no unas prácticas éticas determinadas, y eso es terriblemente peligroso…” (Matarife, 2020). Asimismo, en cuanto a la sociopatía o la patologización de sociedades enteras en nuestra América, muy pertinente es recuperar el planteamiento sobre los “costos psicoculturales” del terrorismo, acertadamente expuestos por Ricardo Melgar, quien partía de entender éste como una “táctica aleatoria del terror [que] supone la construcción del miedo paralizante en el imaginario del enemigo”; táctica requerida a su vez de “la eficacia simbólica de una usualmente sorpresiva acción aniquiladora ejemplar y/o una potencial amenaza de exterminio”. En fin, “práctica [que], sin lugar a dudas, es más recurrente desde el campo contrainsurgente que desde el propio accionar guerrillero…” (Melgar Bao, 2007). Cursivas mías.

[19] Entre los apoyos explícitos a los Palma-Brzovic destaca “El sociólogo y Premio Nacional de Humanidades”, Tomás Moulián – como destacó la prensa chilena-, quien grabó un video en el cual “subrayó que ‘no hay condiciones para un juicio justo’, […] y que ‘escapar de la cárcel es un hecho que debiera ser respetado’. El testimonio de Moulián resultó “clave para que Francia les concediera el asilo político”. La decisión de respaldo, nada superficial, implica aclarar que “el asesinato de Guzmán no tiene justificación. Sí lo tenía el asesinato, el magnicidio de Pinochet. […] “Era intentar ajusticiar al principal responsable de los crímenes de la dictadura militar, […] hay un justificativo ético en intentarlo”. Empero, Moulián explica: “me interesaba hablar del contexto en el cual se realizó el ajusticiamiento”, y describe el rol de Gúzmán: “Él es el principal ideólogo de la dictadura, artífice de la Constitución del ’80 y firme partidario de una dictadura larga; incluso se enfrenta a Manuel Contreras, porque le parece que las actividades de la DINA no generan condiciones para una dictadura larga” (Minay, 2018).

[20] Rehabilitado el carnicero Pinochet en la alocada ficción de Baradit, su antagonista es abocado a construir “el ciberbolivarismo sobre bases ideológicas dementes” (Amazon.com, s/f), de modo que Salvador Allende se afianza, implementa y pervierte el verídico proyecto “SYNCO (también conocido como Cybersyn), ideado por el británico Stafford Beer en los años ’70, y que buscaba una interconexión similar a lo que hoy es la internet” (Rojas M., 2008). La máquina orweliana se convertirá, obviamente, en omnipresente “espíritu mecánico del Chile socialista. Proyecto que fortalece las comunicaciones y los sistemas de vigilancia a través de una red cibernética que optimiza el manejo del Estado y la economía”, mientras “su funcionamiento, kilómetros bajo tierra, esconde una realidad misteriosa y oscura.” (Guajardo, 2018).

[21] “[Francisco] Reyes interpreta a Oscar Salamanca, un revolucionario trasnochado que vio como [sic] sus utopías quedaron sepultadas en los 70 y hoy, a sus 57 años y gravemente enfermo, decide aceptar la oferta de involucrarse en una operación de tráfico de drogas para darle un sustento económico a su hija…” (Vergara, 2010).

[22] Esa Policía Federal mutó en la actual Guardia Nacional aunque, con frecuencia, se le da por desaparecida (Gallegos, 2018).

[23] “Halbwachs nos indica que el andamiaje mental con el que percibimos una experiencia siempre se trata de un acontecimiento social en sí mismo, pues todo cuanto podemos experimentar se basa en los conocimientos que nos han sido dados en nuestra interacción social” (García Aguilar & García Ancira, 2018).

[24] Destaca otra, la abierta por la polémica entre el "No matarás”, de Óscar del Barco y el "Vivirás materno" de León Rozitchner, desarrollada entre 2004 y 2006 (aunque no hay solo dos partes en la disputa, Del Barco y Rozitchner, éstas son las que han resultado más fecundas para mi investigación más amplia). Valgan algunas notas para hacer explícito: A) que el resto de participantes y reflexiones suponen mucho interés y apertura de perspectivas para el debate en sí, su expansión latinoamericana y mi trabajo investigativo; B) que entre las nuevas aristas descuella la implicación de generaciones jóvenes, entre cuyos aportes a la creación de espacios de interlocución llegan a articular como respuesta el documental cinematográfico Los rubios. C) Que por más anticipatorio y revelador que pueda descubrirse, no hay que perder de vista las especificidades argentinas, a la par de ir avanzando en develar equivalencias, contrapuntos y apuestas de interpretación propias de otras experiencias históricas nacionales. D) Que la "polémica" nace amputada por aseveraciones como: “Habrá quienes digan que mi razonamiento, pero este no es un razonamiento sino una constrición […]. Yo parto del principio del ‘no matar’ y trato de sacar las conclusiones que ese principio implica” (gesto que, a decir de Alberto Parisí, podría tornar el “No matarás” un discurso fundamentalista "de la culpa y la condena"). Asimismo, el escrito de respuesta al "Vivirás materno" muestra sobre todo determinación de cierre y rechazo. Aun así, más allá de la cerrazón y el mea culpa virulento, la amargura y tabla rasa acentúan la condición de víctima del propio Del Barco. Esta paradójica condición (no buscada o anhelada) atañe –en el horizonte desde el que la miro y le procuro actualización operativa para el presente- a un amplio espectro que va de las mujeres sometidas a torturas y abusos policiales en Atenco, México (2006), a una gruesa franja de militantes Organizaciones Político-Militares latinoamericanas, sometidos o no a desaparición forzada, lo mismo que a los cientos de miles de asesinados y "desaparecidos" en la muy reciente "guerra contra el narcotráfico", y la continuada abolición –por cuenta neoliberal- de vestigios sobrevivientes, incluso en la memoria, de garantías y resguardos, otrora derechos consagrados, al menos en el papel. E) Roque Dalton ofrece una compleja aproximación al tema, no solo por las peculiares y similares circunstancias de su asesinato (como en las condenadas acciones del EGP dirigidas por Jorge Masetti: a manos de compañeros de organización guerrillera y revolucionaria) y la condición, también de víctima, desde la cual su familia sigue reivindicando el esclarecimiento de su paradero y el enjuiciamiento de sus verdugos; pero más todavía, cuando Dalton pensaba, desde Lenin y por dicho de Otto René Castillo, en los porcentajes para vida y para muerte desde los cuales se enfrentaba la decisión de participar en la guerrilla, aún antes de iniciar los 70 (Otto es torturado y desaparecido, junto a Nora Paiz, en marzo de 67). Pienso en la pregunta poética, más que retórica –recuérdese que "Nadie va a la montaña a buscar gloria", pues: “En el fondo nadie elabora su poesía por la gloria”- que buscaba desromantizar el camino a la guerrilla, poética que merece reevaluarse a la luz de revelaciones recientes sobre las experiencias del EGP, el ELN y todo guevarismo vivo en Latinoamérica: “Pero ¿quién puede saber anticipadamente lo que tendrá eficacia real en la historia?”, reza la daltoniana pregunta de marras, que interpela a todas las resistencias más o menos reprimidas, y progresivamente acotadas por los estrechos márgenes neoliberales... (Rozitchner & Del Barco, 2010).

[25] A propósito de la “colaboración” contrainsurgente Argentina-Guatemala en los años 70 y 80, véanse los trabajos de Laura Yanina Sala (2018) y Julieta Rostica (2013).

[26] En línea con las tablas rasas, Bolaño afirma: “… en gran medida todo lo que he escrito es una carta de amor o de despedida a mi propia generación, los que nacimos en la década del cincuenta y los que escogimos en un momento dado el ejercicio de la milicia, en este caso sería más correcto decir la militancia, y entregamos lo poco que teníamos, lo mucho que teníamos, que era nuestra juventud, a una causa que creímos la más generosa de las causas del mundo y que en cierta forma lo era, pero que en la realidad no lo era. De más está decir que luchamos a brazo partido, pero tuvimos jefes corruptos, líderes cobardes, un aparato de propaganda que era peor que una leprosería, luchamos por partidos que de haber vencido nos habrían enviado de inmediato a un campo de trabajos forzados, luchamos y pusimos toda nuestra generosidad en un ideal que hacía más de cincuenta años que estaba muerto, y algunos lo sabíamos, y cómo no lo íbamos a saber si habíamos leído a Trotski o éramos trotskistas, pero igual lo hicimos, porque fuimos estúpidos y generosos, como son los jóvenes, que todo lo entregan y no piden nada a cambio, y ahora de esos jóvenes ya no queda nada, los que no murieron en Bolivia murieron en Argentina o en Perú, y los que sobrevivieron se fueron a morir a Chile o a México, y a los que no mataron allí los mataron después en Nicaragua, en Colombia, en El Salvador. Toda Latinoamérica está sembrada con los huesos de estos jóvenes olvidados” (Bolaño, 1999).

[27] Considerando el tema desde el punto de vista del apoyo cubano a la “gestación y desarrollo” del EGP guatemalteco, Mario Vázquez y Fabián Campos aportan elementos para repensar “afirmaciones genéricas sobre la disminución de su apoyo a las guerrillas latinoamericanas tras la muerte del ‘Che’ Guevara. Como afirma Tanya Harmer, siguiendo a Michael Erisman, el esfuerzo que emprendió Fidel Castro desde finales de los sesenta por sacar a Cuba de su aislamiento no significó reemplazar el ‘mesianismo revolucionario’ por el pragmatismo diplomático, pues una y otra tendencia siguieron orientando la política exterior cubana” (Vázquez Olivera & Campos Hernández, 2019, pág. 89).

[28] El texto de Mariano Mestman “La hora de los hornos, el peronismo y la imagen del Che”, originalmente publicado en el sitio DOCA (http://www.docacine.com.ar/articulos/metsman02.htm), fue retomado de allí y publicado en La Haine (https://www.lahaine.org/mundo.php/video-la-hora-de-los), el 31 de diciembre de 2017.

[29] En la multialudida entrevista con Patricio Fernández, Palma Salamanca recuerda: “Caí a los 21. Me pasé cuatro años y 10 meses en diferentes cárceles, donde se ensañaron conmigo…”, y responde al “¿quiénes?” que le inquiere su entrevistador:Bueno, Gendarmería, en tanto encargados de cuidar la cárcel. Pero también la Justicia. El juez Alfredo Pfeiffer me escupió dos veces. Me amarraba con cadenas de pies y manos a la silla mientras me interrogaba. Era un nazi. Cuando llegué a la Penitenciaría me tuvo 28 días incomunicado y luego me ingresaron al sector de los enfermos mentales, con quienes estuve tres meses. Eso de convivir con locos es una experiencia muy inusual. Hay cero higiene, se mean, se cagan. No existe interlocución posible. Después me llevaron a la galería de los estafadores y finalmente a la Calle 5, donde estaban los presos políticos de la época. Con ellos podías relacionarte de otra forma, pero no pasó ni un mes cuando Pfeiffer ordenó trasladarme a la cárcel de San Miguel. Ahí dio instrucciones de aislarme en la Torre 1, en el último piso, como Rapunzel, por seis meses. Solo me dejaban salir una hora al día. Gendarmería tuvo que pedirle al ministro que levantara el castigo, porque nunca habían prolongado por tanto tiempo algo así” (Fernández, 2019).

[30] En otro pasaje, hacia el final del libro, se lee: “El miedo a lo inteligible, a lo desconocido, de antemano nos exige solemnidad, pide de nosotros una cuota de creación, de arte absurdo y desplegado a la orilla da una playa. Pues bien, lo que dice Emilio, lo que dijo mientras lo escuchaban, es el ropaje adquirido por el arte, una forma intencionada por una historia particular” (Palma Salamanca, 1998, pág. 164).

[31] Gustavo Geirola recuerda que, en el fascismo, el signo cumple una función cuando menos doble: “a) genera –como pantalla- un velamiento de la reserva de poder que hasta puede ser inexistente; en efecto, si pensamos en el dispositivo panóptico de Bentham –del que Michel Foucault tanto nos ha hablado en Surveiller et punir y en La verdad y las formas jurídicas- apreciamos que no es necesaria la presencia efectiva del ojo vigilante, sino tan sólo su postulación como estando-ya-allí; de modo parecido, Freud también lo había planteado en su segunda tópica por medio del concepto de superyó, como ojo funcionando en todo momento para controlar al sujeto; b) el signo muestra el poder como emanando de ese lugar ocultado, de esa ‘otra escena’, o mejor retroescena. No hay fascismo sin escenografía, sin una maquinaria en la retroescena; no hay fascismo sin veladuras. En ese espacio reservado se ubicará la maquinaria teatral: la tecnología de la represión” (Geirola, 2000, pág. 39).

Ambas “instancias del signo” serán de gran utilidad al investigar “una teatralidad generalizada y fascistizada” en cuyo marco “la guerrilla tendrá que articular un repliegue interno (ya que no hay afuera, porque […] el espacio ritual impone una mirada convergente hacia la posición del representante representativo en disputa), mediante la apertura de un espacio clandestino resultado de una dialéctica específica entre el ser y la máscara social” (idem.). Cursivas mías.

[32] “Si la existencia de un escenario supone la ilusión de una teatralidad restringida a la escena, la aparición de un edificio para ser/hacer ‘teatro’ implica la negación de la teatralidad social generalizada, como construcción de máscaras históricas a partir de las cuales se fija una posición en la escala del prestigio social y de la división del trabajo (que el edificio, por otra parte, impone cotizando diferentemente sus lugares de observación)”, explica Geirola (2000, pág. 42). “La naturalización o reificación de los lugares de la audiencia en ‘la realidad’ de la sala”, exime “de cuestionar los roles sociales como máscaras producidas por una teatralidad determinada de configuración del poder y de la producción, de la distribución de los poderes y de los usufructos de los bienes”. Más directamente: “… lo que es teatro, está dentro de la sala; lo que resta, es la vida histórica no teatralizada, naturalmente histórica; y dentro de la sala, los que actúan por su sacrificio y martirio de santos en el escenario y los que –dinero de por medio- gozan (por el mecanismo que fuere, identificatorio o no) en ‘la realidad’, pretendiendo no confundirse con la ficción y desconociendo en sí, en el núcleo de su subjetividad clasista, étnica, o sexual, la emergencia de la máscara y el proceso de una historia en la que ellos podrían, si la vivieran críticamente, realizar los cambios políticos y las transformaciones culturales que creyesen convenientes. Al naturalizarse y generalizarse la teatralidad, sólo el teatro permite, por un repliegue interno, una distancia controlable entre la máscara y la identidad. Se genera así ese imaginario de la totalidad que el burgués -dice León Rozitchner (Moral burguesa, 22)- ‘acepta como propia, [realizando] dentro de ella un movimiento de diferenciación personal’, por medio de procedimientos xenofóbicos, clasistas, homofóbicos, etc.” (idem.).

[33] De acotarse –estrecha, profilácticamente: de amputarse y esterilizarse- la estética a una fórmula simplista, premoderna como la que puede sugerir la alusión de Víctor de Currea a Platón (Matarife, 2020), muy posiblemente se incurriría en la justificación de “basurizaciones”, “limpiezas sociales”, “humor” superficial u otra expresión vernácula de lo que recientemente hemos comenzado entender y sistematizar bajo la denominación de aporofobia, es decir “odio o miedo al pobre”, una concepción ideal tan cargada como el racismo, el clasismo o el machismo de tabúes, negación, y oscilante en el amplio espectro que media entre sentimientos y sensaciones como el odio y el miedo. Sin embargo, los planteamientos de De Currea se revelarán algo más que empáticos, a pesar de los términos de su enunciación y, contextualizados, ofrecerán un ejemplo que ha de constituir un lugar de interlocución: “el problema de alguien no es que sea negro, es que sea pobre; el problema de un musulmán no es que sea musulmán: si eres un jeque de Arabia Saudita te van a recibir lo más de bien, y si eres Obama, aunque seas negro te van a recibir bien. Entonces, lo que quiero decir es que hay unas construcciones que son profundamente dinámicas, resbaladizas y perversas, porque además parten de los pre-juicios, los juicios previos que ha elaborado la persona…” (Matarife, 2020).

[34] A propósito de estas declaraciones de Salamanca a Fernández, vale considerar el señalamiento de Geirola en torno a “la ausencia de una estética desligada de los encuadres religiosos de la revolución”, un talón de Aquiles en el guevarismo, donde “el cuerpo se vive en su proyección meramente instrumental”. De suerte que “la sexualidad y el sexo, cuya referencia es casi nula en los textos del Che y de la militancia comunista en general, aparecerán reciclados en el plano religioso y, de modo ‘estructural’, ligados a una determinada conceptualización de la acción revolucionaria basada en la flagelación del cuerpo, el renunciamiento y la postergación de la bienaventuranza para un tiempo posterior, un más allá del triunfo contra el pecado y hasta de la vida misma, para abrir el espacio de la Muerte como una recompensa de heroísmo, de fama y de gloria.” (Geirola, 2000, pág. 103).

[35] Al extender el ejercicio de memoria, recuerda que en la Cárcel de Alta Seguridad (CAS) “había dos tipos de allanamiento: los normales […] y otros en que llegaban las fuerzas antimotines que lo destrozaban todo”. Estas últimas solían llegar: “tipo tres de la mañana, cuando te encuentras en el sueño más profundo. Te despertaban con los cañones de las ametralladoras en la cabeza. Esa imagen de un tipo armado hasta los dientes apareciendo en mitad de la noche la conservo hasta hoy. En una oportunidad me castigaron un mes, porque no me dejé revisar el ano”. Nuevamente, la nota del entrevistador es fértil caldo de cultivo ideológico: “Cuando habla de la cárcel, retira la vista con disimulo; es posible adivinar que lo quiebra su recuerdo, pero no lo muestra, porque elude cualquier gesto que invite a la conmiseración. Ricardo Palma sabe que no tiene derecho a dar pena” (Fernández, 2019). Cursivas mías.

[36] “El arte de no ser de tal modo gobernado”, en clave foucaultiana: “… yo diría que la crítica es el movimiento por el cual el sujeto se atribuye el derecho de interrogar a la verdad acerca de sus efectos de poder, y al poder acerca de sus discursos de verdad; pues bien, la crítica será el arte de la inservidumbre voluntaria, el de la indocilidad reflexiva. La crítica tendría esencialmente por función la desujeción en el juego de lo que se podría denominar, con una palabra, la política de la verdad” (Foucault, 1995).

[37] Un personaje fantástico inspirado en “su amigo Mauricio Arenas Bejas, al que le decían ‘El Lobo’ y que murió de cáncer en Argentina” (Fernández, 2019), expresa: “finalmente uno se muere solo, la muerte quizá sea lo más individual, pero cómo me hubiera gustado ver la cara de algún conocido y no haber partido con tristeza. Dónde estuvieron, ya no me importa, pero en ese momento sí. Sabía que iba a morir, la enfermera se paseaba junto a mí como un ave carroñera con la única intención de acelerar mi extinción para desocupar la sucia cama. La muerte ahuyenta hasta las más hermosas palabras, hasta los más grandes y pomposos principios. La muerte es la palabra absoluta...” (Palma Salamanca, 1998, pág. 69).

[38] “… hay una relación directa entre acumulación de capital y gobierno del deseo, es decir, orientación del deseo y de la vida a realizar sus expectativas, sus aspiraciones, sus horizontes en el consumo de las mercancías.” Ver: La ofensiva sensible (2019a) y La potencia de existir, la filosofía como forma de vida, seminario dictado por Diego Sztulwark (2019b) en el Salón de Honor de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Santiago de Chile, entre el 11 y el 16 de noviembre de 2019.

 

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Cómo citar este artículo:

TORRES DÍAZ, Alberto, (2021) “Memorias en pugna: La lucha armada en los seriados de televisión del siglo XXI (el caso chileno)”, Pacarina del Sur [En línea], año 12, núm. 45, octubre-diciembre, 2020. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1930&catid=9