Políticas habitacionales y dictadura sanitaria en los conventillos de Buenos Aires

Gabriela Rodríguez Alquicira

Universidad Nacional Autónoma de México

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Recibido: 04-07-2020
Aceptado: 15-11-2020

 

 

En la transición del XIX al XX, Buenos Aires fue el escenario de cambios sociales definidos por ideologías que influenciaron en el desarrollo de políticas de intervención del contexto urbano, muchas de ellas fueron planteadas desde el modelo de experiencias europeas, pero aplicadas a la complejidad de realidades diferentes. Es el momento del desarrollo de distintos procesos como: la integración al capitalismo mundial, el fortalecimiento de un Estado liberal oligárquico, la renovación del sistema de producción con la búsqueda por construir una economía agroexportadora, la terciarización del trabajo y los cambios sociales determinados por la inmigración, el exterminio de la población originaria y la acentuación de las desigualdades sociales.

En este contexto, este artículo analiza los efectos sociales de la epidemia de fiebre amarilla de 1871, que tuvo su epicentro en la ciudad de Buenos Aires y cambió por completo su estructura, organización e ideas relacionadas con un espacio urbano que no contaba con una infraestructura adecuada, desprovista de hábitos de higiene y con una evidente contaminación ambiental. Es un momento de profundo caos y miedo, evidenciado en la movilidad poblacional de las clases altas que huyeron de la enfermedad desalojando sus antiguas casonas ubicadas en el centro de la ciudad, específicamente de San Telmo, la Boca y Barracas; y se trasladaron a la zona norte para conformar barrios como: la Recoleta y Belgrano. No obstante, las viviendas desocupadas por estos sectores se transforman entonces en espacios para casas de ocupación colectiva que se convirtieron en objeto de políticas habitacionales de una dictadura sanitaria. De esta manera, frente al desconocimiento, en estos momentos, de que la transmisión de la enfermedad se producía por el mosquito Aedes aegypti, los sectores pobres que habitaron las casas de vecindad fueron los principales focos de interés e intervención por atribuirles a ellos los contagios. Es por ello, que uno de los efectos de la enfermedad fue una conjunción de medidas que atentaron a sus precarios espacios de vivienda a través de políticas habitacionales que son retomadas aquí.

La ruta para abordar las doctrinas que adoptó el Estado con relación a estos espacios será a través de los procesos de legitimación de las instituciones que ejercían coerción en sus habitantes en nombre de la higiene y el control de enfermedades. Por lo anterior, resulta indispensable profundizar en la idea de la sociedad argentina dentro de un contexto urbano que se enfrentaba a problemáticas relacionadas con el crecimiento demográfico, la demanda de espacios para vivienda, un mercado de trabajo inestable, el desarrollo de epidemias, enfermedades y el aumento de la población en pobreza y marginalidad.

El período de interés abarca desde 1871, año en el que se produjo la epidemia, hasta 1907, fecha en la que se desarrolló la huelga de inquilinos de mayores dimensiones en la ciudad de Buenos Aires. Se realiza, primero, la construcción de las condiciones políticas y económicas que caracterizaron a este período, haciendo énfasis en las instituciones y los actores que influyeron en la construcción de las políticas habitacionales justificadas por el desarrollo de otras enfermedades y epidemias que afectaron a la población, en general, y la importancia de la concepción de la medicina y su institucionalización. Posteriormente, se realiza un análisis de los conventillos, a través de su origen, características, ubicación, conformación de sus habitantes y problemáticas. Por último, se señalan los procesos y las políticas higienistas que se usaron en estos lugares de vivienda, con el interés especial en analizar las afectaciones, la aplicación de la persecución y la coerción.

En los años de la epidemia de 1871, transcurría el gobierno de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874). Eran tiempos de la conformación del Estado oligárquico que sentaba sus bases liberales de construir “civilización” y erradicar la “barbarie”. La expresión de las ideas políticas de esta época se manifestaba en la ciudad con una política abierta y receptiva de inmigrantes europeos; proceso que situó a Buenos Aires como un espacio de llegada, tránsito y asentamiento. Su expansión era evidente, su trazo colonial inhabilitado para el resguardo de los números crecientes de la población, esto se manifiesta en la ausencia de una política habitacional para los barrios centrales que no se enfocara en la construcción de viviendas y en mantener en condiciones deficientes las casas de vecindad utilizadas como conventillos en evidente deterioro, incapacitadas para la recepción del crecimiento poblacional producto de la inmigración extranjera, el aumento de la clase trabajadora y la migración del campo a la ciudad. Pero, sobre todo, las condiciones de ineficiencia de infraestructura urbana que también estuviera habilitada para el incremento de habitantes y los altos niveles de contaminación del el Riachuelo con residuos industriales.

La epidemia de fiebre amarilla tuvo repercusiones sociales muy importantes que determinaron la partida de 30. 000 personas de Buenos Aires y la muerte de 13 mil personas (Armus, 2000, pág. 508). Los cambios que ocurrirán a través de este acontecimiento se concibieron en lo que Diego Armus llama “(…) el descubrimiento de la enfermedad como un problema social” (2000, pág. 509), esta forma de proyectar la problemática significó un reordenamiento de las medidas para combatirlas.

En esta tendencia de la nueva concepción de la enfermedad se toman como modelo de referencia las experiencias de ciudades europeas que se enfrentaron anteriormente a epidemias. En el campo de la medicina surge la influencia de dos ideas vinculadas a los padecimientos en las ciudades industriales: los miasmas, como el origen de las enfermedades y la higiene como la estrategia para su erradicación. Sandra Caponi (2002) elabora un rastreo de la construcción ideológica de estos preceptos y ubica sus inicios desde el siglo XVIII, cuando la Academia de Francia realiza investigaciones acerca de los orígenes de las epidemias y se enfatiza en la exploración de los espacios y su intervención sanitaria. Posteriormente, en el mismo siglo, se continúa con el interés por la intromisión de los mismos, por lo que los cementerios y el traslado de los cuerpos relacionan la propagación de las epidemias con la teoría del aire mefítico. Por último, señala la transformación de los hospitales como nuevos lugares de observación, investigación y enseñanza de la medicina. Estos sucesos marcan los cambios destacados por Caponi para poder comprender la teoría higienista desde tres hechos: la medicalización de los hospitales, la influencia del positivismo en la aplicación de técnicas estadísticas como método para descubrir el origen de enfermedades y la purificación del aire como exigencia para su erradicación.

Estas teorías miasmáticas e higienistas tendrán una importante influencia en el desarrollo de la medicina en Buenos Aires, pero también, en las nuevas estrategias de planeación urbana influenciada por la búsqueda de combatir enfermedades y epidemias. En este sentido, se reconoce la autoridad de médicos higienistas que intercedieron, sobre todo a partir de 1880, mediante la exploración de los espacios, la elaboración de propuestas y las políticas de intervención sanitaria.

Por estos años se desarrollaban procesos importantes que buscarían y facilitarían la aplicación de las políticas higienistas. Con el gobierno de Julio A. Roca (1880-1886), continúan los proyectos de consolidación de una nación moderna, con los principios de “civilización” y “progreso”. La aplicación de estas ideas se verá reflejada en la ciudad con la búsqueda de una disposición hacia la modernidad en la que desentonaban las poblaciones indígenas y negras. En este contexto se plantea la necesidad de “europeizar” para “civilizar”. Este proyecto se expresó en la aplicación de políticas y reformas para erradicar ciertas formas de vida, como lo que sucedió con el exterminio de la población originaria que dejó la ocupación militar al territorio indígena. Se planteaban políticas de inmigración que generaron grandes afluencias de europeos. De acuerdo con Ezequiel Adamovsky (2012) entre 1869 a 1895 la población aumentó de 1.800.000 a casi cuatro millones de habitantes, una gran cantidad de ellos optaron por la ciudad como lugar para desempeñar labores en el sector de la manufactura, transporte, comercio, construcción y servicios.

Buenos Aires comienza a experimentar cambios importantes, relacionados con el incremento de las actividades industriales, la expansión territorial y el surgimiento de barrios ocupados por proletarios urbanos. Héctor Ciapuscio (2017) reconoce que a partir de 1890 comenzaron a existir dificultades de adaptación a la economía agraria, por esta razón, la ocupación de obreros extranjeros aumentó en un 60% en Buenos Aires, sin contar que la ciudad no contaba con las condiciones óptimas para su recepción.

Una de las principales problemáticas a las que se enfrentaría la población de Buenos Aires fue la vivienda. La situación de los espacios para habitar estuvo definida por la desigualdad social, las actividades económicas, las condiciones de marginalidad de los inmigrantes y los sectores bonaerenses urbanos en condición de pobreza.

En estos momentos se contaba con dos modalidades de vivienda para cubrir la necesidad de los sectores excluidos. Por un lado, la ciudad tenía edificaciones construidas desde el siglo XVIII y habitadas anteriormente por los sectores coloniales de la clase alta. La desocupación de las familias oligárquicas que habitaban estas viviendas de las áreas centrales coincidió con el proyecto de modernización y se debió principalmente a la llegada de inmigrantes en condiciones de miseria a este nuevo sector de la ciudad (Delgadillo, 2011, pág. 149). Otra de las razones por las que aumentó fue el ya mencionado trasladó de la élite de las partes centrales a la zona norte de Buenos Aires.

Los movimientos de la élite bonaerense hicieron surgir la principal modalidad de viviendas de inquilinato para los sectores en pobreza que serán conocidas como conventillos. Jorge Ramos (2005) destaca dos modalidades de conventillos: una de ellas corresponde a la adaptación de viejos caserones deteriorados y la otra es producto de la especulación urbana que aprovechó la coyuntura del crecimiento demográfico para construir habitaciones utilizando el diseño de las viviendas colectivas de inquilinato. Los antecedentes de este tipo de viviendas corresponden al modelo de los corrales sevillanos que disponían múltiples habitaciones alrededor de un patio central y con servicios comunes.

Conventillo de 1903
Conventillo de 1903

Imagen 1. Conventillo de 1903. Fuente: Museo Virtual del Centenario Argentino.

Los conventillos en Buenos Aires mantuvieron el modelo de vivienda precaria tugurizada habitada por familias de inmigrantes, proletarios urbanos, negros y trabajadores informales: prostitutas, lavanderas, servidoras domésticas, mendigos y comerciantes. Se componían por cuartos de alquiler en las que existían condiciones de hacinamiento; en algunos casos, “(…) no era extraño encontrar a 6 o 7 hombres solteros ocupando una misma pieza con sólo 2 o 3 camas o habitaciones con familias de 6 miembros más algunos parientes o paisanos alojados transitoriamente” (Ramos, 2005, págs. 19-20). Estas habitaciones tenían deficiencia de luz, poca ventilación y permanecían en condiciones deterioradas. Estaban ordenadas alrededor de un patio central de uso común en el que se desarrollaban actividades cotidianas. Las viviendas colectivas contaban con servicios comunes, sobre todo de servicios sanitarios, de lavaderos y de patios. Su precariedad no correspondía con los altos costos de su arrendamiento: “La renta de una pieza que en 1870 era de 4 pesos oro, 20 años después había subido a 8” (ibid., pág. 21). Ernesto M. Pastrana (2010), reconoce algunos factores que incidieron en esta situación: uno de ellos es el aumento de la demanda, la libertad de los arrendatarios por establecer los precios de alquiler, frágiles regulaciones del Estado y la reforma en los servicios públicos e infraestructura que se estaba construyendo en las últimas décadas del siglo XIX.

La ubicación de los conventillos en la zona céntrica se explica por la modificación de los antiguos caserones que se transformarían en viviendas colectivas. Para el caso de las nuevas construcciones destinadas al mismo fin su disposición estuvo más pensada a la cercanía de los lugares de trabajo. De esta manera, los principales estuvieron localizados en la zona céntrica: por el sur, en San Telmo, Concepción, Boca y Barracas; por el oeste, en la Piedad y Balvanera; por el norte, San Nicolás y Socorro (Ramos, 2005, pág. 27).

Fueron viviendas colectivas que expresaron las problemáticas de una ciudad inmersa en un proceso prolongado de integración al mercado mundial como economía agroexportadora y con una industria precaria que ya representaba grandes costos sociales. Espacios habitacionales que mostraron condiciones de trabajo inestable, el reforzamiento de una élite bonaerense que aprovechó las pocas regulaciones del Estado argentino para construir un mercado privado de la vivienda y la conformación de conflictos sociales de una gran cantidad de población en condición de pobreza. Su extensión y crecimiento, como lugares en los que se desarrollaron formas de vida, de aquí la importancia que adquirieron como espacios de convivencia entre distintas culturas, en los que se conjuntaron y construyeron proyectos políticos y solidarios: como la huelga de inquilinos de 1907.

Para analizar cómo surgen y son aplicadas las políticas higienistas en los conventillos se plantearán dos vías: el de la situación social de sus habitantes a través de la construcción de estigmas vinculados a las enfermedades y el de las políticas aplicadas a la ciudad que surgen de las élites de poder para la aplicación de planes, proyectos e ideologías enfocadas a la salud pública y social que afectan directamente a los conventillos.

El primer punto se explica a partir de los problemas estructurales que tenían estas viviendas. Como ya se mencionó, fueron edificios en condiciones de deterioro, falta de mantenimiento, hacinamiento y poca higiene. También tuvieron problemas de servicios básicos como la disponibilidad de agua y cloacas: “En 1904, si bien el 91% de estas casas ya contaba con agua corriente, el 23% carecía de baño” (Pastrana, Bellardi, & Di Francesco, 2010, pág. 316).

El segundo punto, está enfocado a las políticas y relacionado con lo que Diego Armus (2007) analiza respecto a una ideología urbana constituida por los principios del progreso, multitud, orden y bienestar. En un contexto de metrópoli moderna se exigía una reforma social en donde la higiene sería determinante para prevenir los problemas colectivos del ambiente urbano. Este es el momento en el que surgen los higienistas, un grupo de especialistas médicos y urbanistas que se convirtieron en funcionarios del Estado argentino y que tuvieron una influencia directa en la formulación de políticas de control social, la evaluación de los espacios de la ciudad y su planeación, con el fin de construir una ciudad moderna e higiénica. Su afianzamiento se desarrolló en medio de epidemias y enfermedades que aquejaban a los habitantes de Buenos Aires, como la fiebre amarilla, viruela, cólera, sarampión y tuberculosis. Simultáneamente, se desarrollaba un proceso de institucionalización de la medicina a través de la medicalización de la población, la promoción de hábitos de higiene, el impulso por el mejoramiento de la infraestructura urbana, la ampliación de los servicios sanitarios, la intervención directa en los espacios y las campañas de vacunación con el fin de prevenir y erradicar dichas enfermedades.

Los principios del higienismo surgen en las ciudades industriales de Europa, principalmente en Francia, durante el Siglo XIX, con científicos como Louis René Villermé (1782-1863) y algunos otros higienistas franceses, que erigieron las teorías miasmáticas, intervención de espacios y ambientes libres de miasmas; además, vincularon el desarrollo de las epidemias con la insalubridad y las condiciones precarias de vida, en particular las de las viviendas de los obreros que habitaron las ciudades. Estas formas de concebir el origen de las enfermedades y sus métodos para evitarlas tuvieron impacto en algunos países latinoamericanos como: Brasil, México, Ecuador, Chile y Uruguay.

Entre los más reconocidos higienistas argentinos se encuentran Guillermo Rawson (1821-1890), médico que señalaba la importancia de los pobres como trasmisores de enfermedades, justamente por sus condiciones de vida en hacinamiento (Ciafardo, 1990, págs. 155-156). Otro médico higienista con notable influencia fue Emilio Coni (1855-1928), fundador de la Liga Argentina contra la Tuberculosis en 1901, sus preocupaciones estuvieron concentradas en la inspección de las condiciones higiénicas de viviendas y la emisión de medidas para su desinfección (Recalde, 1994, pág. 45). El último de los higienistas influyentes de la época fue Samuel Gache (1859-1907), quien consideraba que los conventillos porteños eran un peligro para la salud pública por ser espacios donde se “incubaban las enfermedades”, y añadió una valoración de corte moral sobre ellos, considerándolos “lupanares” donde “todos los sentimientos se corrompen” (Armus, 2007, pág. 202). Estos personajes tuvieron una importante influencia para la categorización de los conventillos dentro del cuerpo social a intervenir, pero, además, fueron los responsables de las medidas que se tomaron con afectaciones directas en sus habitantes, durante estos años, en las políticas urbanísticas y también en su labor de promoción de sus ideas a través de conferencias, campañas informativas, prensa y publicación en revistas científicas.

El furor sanitario, de Eduardo Wilde
El furor sanitario, de Eduardo Wilde

Imagen 2. “El furor sanitario”, de Eduardo Wilde.
Fuente: Caras y Caretas (Buenos Aires), año II, núm. 56, 28-10-1899.

Bajo estas tendencias higienistas se desarrollaron las primeras políticas que intervinieron en los espacios de vivienda, pensadas bajo el ideal del barrio higiénico. Los primeros indicios de este modelo de vivienda higiénica se generaron discursos alarmistas que promovían la atención en las viviendas de los sectores populares urbanos. De esta manera, los conventillos se convirtieron en lugares de intervención importantes porque fueron considerados “focos insalubres” en los que predominaban “habitaciones insanas y sobrepobladas” (Armus, 2007, pág. 201). Esta idea de la vivienda higienizada es justificada discursivamente de acuerdo a tres planteamientos propuestos por Sandra Caponi (2002): 1) la vinculación de microbiología, el higienismo y el aerismo; 2) el recurso de la estadística para justificar los índices de mortalidad en ciertos sectores que evidenciaban la desigualdad social y 3) las preocupaciones salubristas y jurídicas de controlar y moralizar las conductas de los sectores populares. Las propuestas anteriores son las evidencias perfectas para comprender cómo se construyen y justifican los estigmas de los sectores poblacionales que evidentemente mantenían una condición de pobreza y que habitaron los conventillos.

De esta manera, se fueron normalizando y aplicando las políticas higienistas y acciones salubristas planificadas por médicos funcionarios que dieron origen a la llamada “dictadura sanitaria”, a través de la participación de las instituciones de Estado que legitimaron medidas, intervenciones e imposiciones reglamentadas. A partir de 1880 se activa una reforma sanitaria institucional que modifica el Consejo de Higiene en Departamento Nacional de Higiene. Además, se crean instituciones como la Administración Sanitaria y Asistencia Pública. Estos organismos se encargarán del control y regulación de las medidas emprendidas por los higienistas (Di Liscia, 2011, pág. 418).

Las acciones directas se llevaron a cabo a través de agrupaciones como la Comisión de Higiene, encargadas de las inspecciones de aseo e higiene realizadas por inspectores municipales, pero también, por agentes policiacos que se encargaron de revisar e imponer multas, desinfecciones y emitir órdenes de desalojo (Pita, 2016, pág. 16). De esta manera, se erigieron dinámicas de intervención que comenzaron por visitadores domiciliarios intermitentes, encargados de la revisión de los barrios proletarios, bajo la justificación de la higienización y la erradicación de las enfermedades o la prevención de las epidemias. Además, se impuso un sistema de denuncias vecinales que utilizaron a la higiene como recurso político bajo argumentos sustentados en el juicio y el prejuicio para la intervención de ciertos espacios categorizados como “focos de infección” (ibid., pág. 21).

Para el caso de los conventillos, las inspecciones sanitarias, desinfecciones, el hostigamiento policiaco y las amenazas de desalojo fueron prácticas constantes. Existieron campañas de desprestigio y construcción de estigmas hacia estos lugares, fortalecidos precisamente por identificarse como lugares de origen y propagación de enfermedades. Los higienistas argentinos concentraron su atención en ellos por representar, según Guillermo Rawson, un peligro sanitario para las clases altas, debido a su condición como “fétidas pocilgas sin ventilación y renovación del aire en los que se cultivaban las enfermedades” (Caponi, 2002, pág. 171). Esta imagen construida y difundida demostraba un estigma evidente hacia la población en pobreza, sin responsabilizar directamente en las campañas de desprestigio a las condiciones estructurales y físicas de los conventillos que dependían de las élites bonaerenses como propietarios de estos lugares. Las primeras legislaciones fueron incluidas en el Reglamento Oficial para conventillos, decretado con el objetivo de regular las condiciones de estos espacios que se produjeron posteriormente a la epidemia de 1871. Entre las exigencias se incluyeron una reducción en la cantidad de personas por habitación arrendada de 3 a 4 personas, el blanqueamiento de paredes, la ventilación de las piezas y la instalación de sanitarios (Pastrana, Bellardi, & Di Francesco, 2010, pág. 316). El incumplimiento por parte de los propietarios fue posible debido a la desregulación institucional que existía en estos momentos para el tema de vivienda.

Se activaron, también, otras formas institucionales de intervención en los barrios y conventillos, relacionadas con el proceso de medicalización de la población: las campañas de vacunación. Al respecto, las aportaciones de María Silvia Di Liscia (2011) son fundamentales para comprender que las intromisiones higienistas estaban profundamente relacionadas con el control e intervención de los cuerpos y con una tendencia al aislamiento, limpieza, ordenamiento y vacunación (Di Liscia, 2011, pág. 410). Los procesos que se desarrollaron en torno a la aplicación de la vacuna antivariólica fueron la máxima expresión de la diligencia de estas políticas en los sectores populares. La obligatoriedad que se decretó respecto a su aplicación a partir de 1886, evidenció un sistema ineficiente para cubrir a la población de la ciudad.

Vacunación en un conventillo durante la epidemia de viruela
Vacunación en un conventillo durante la epidemia de viruela

Imagen 3. Vacunación en un conventillo durante la epidemia de viruela.
Fuente: www.infobae.com

Por otro lado, las acciones en torno a las aplicaciones obligatorias de la vacuna involucraron campañas de convencimiento, imposición y resistencia. En su momento, fue axiomática la coerción y la represión que se ejerció en los sectores poblacionales que se negaban a ser vacunados. Es por este motivo que se emprendieron nuevas intervenciones policiacas en los espacios de vivienda y la imposición de multas (Armus, 2007, pág. 527). Estas formas de expresión de la obligatoriedad demostraron el afianzamiento de un sistema coercitivo que no solamente pretendió medicalizar a la población a través de la represión, sino también el emprendimiento de acciones directas para modificar y erradicar formas de vida de los sectores en pobreza, puesto que se les responsabilizaba de ser los transmisores de enfermedades. La vacunación masiva de la población de los conventillos fue uno de los objetivos más claros de los higienistas.

Tanto para el caso de las inspecciones sanitarias, como para las campañas de vacunación se produjeron procesos de resistencia por parte de los habitantes de conventillos. Como ya se mencionó anteriormente, estos lugares fueron más que espacios de vivienda, porque en ellos se consolidaron relaciones comunitarias y solidarias que lograron construir una oposición a los acontecimientos producidos por la persecución del higienismo. La máxima expresión de esta organización vecinal lograda en estos espacios se manifestó a través de uno de los movimientos de resistencia más importantes de inicios de siglo XX.

La huelga de inquilinos de 1907 surge como un movimiento de habitantes del conventillo Los Cuatro Diques, ubicado en la calle Ituzaingó 279 del barrio de la Boca. Sus antecedentes se construyen desde 1905, con la creación de la “liga contra los alquileres”; estaba conformada por la Federación Obrera Regional Argentina y el Partido Socialista. Este movimiento previo ya buscaba una rebaja en los costos de alquiler. Posteriormente, la organización consolidó una alianza con sindicatos y asociaciones obreras que conformaron el “El Comité Federal para la rebaja de alquileres e impuestos” (Yujnovsky, 1974, pág. 344).

La movilización de 1907 tuvo una duración de tres meses, logró la adherencia de 500 conventillos más en la participación. Sus principales demandas fueron: la reducción del 30% del costo de alquiler, una mejora en las condiciones de las habitaciones y en la infraestructura sanitaria y la eliminación del sistema represivo en sus espacios de vivienda (Ramos, 2005, pág. 27). Este acontecimiento puso en evidencia las problemáticas que aquejaban los años de intervención autoritaria y hostigamiento de los sectores populares. Fue un movimiento organizado principalmente por mujeres y representó las primeras formas de explotación de un sector inmobiliario que aprovechó las demandas de la vivienda para construir un mercado con beneficios para los propietarios y sustentado en espacios contenedores de graves problemáticas que nunca fueron prioridad para el Estado.

 

Conclusiones

Las epidemias que aquejaron la población a inicios del siglo XX fueron determinantes para la reorganización de las ciudades latinoamericanas y la restructuración del orden social. La influencia del higienismo y la función política de los médicos construyó nuevas maneras de explicar los orígenes de las enfermedades y también los métodos para erradicarlas. La búsqueda de los espacios propagadores de miasmas se convirtió en una labor indispensable para el combate a las epidemias.

Fue así como los conventillos se transformaron en los lugares con mayor responsabilidad de propagación de enfermedades. Este cambio en realidad significó la justificación de labores de intervención y aplicación de medidas autoritarias que atentaron profundamente a su población. No existió un cuestionamiento de las pocas o nulas regulaciones del Estado argentino para enfrentar las necesidades de la vivienda en Buenos Aires y para reglamentar o hacer efectivas buenas condiciones salubres en las viviendas de inquilinato.

La influencia del higienismo en las políticas urbanas responsabilizó directamente a los conventillos por ser espacios de origen y transmisión de las enfermedades.  Esta situación justificó la intervención en su vida cotidiana y más adelante una intervención en los cuerpos de quien los habitaba. Fueron los inicios de la estigmatización de la pobreza y sus formas de vida.

Los preceptos higienistas sentarán las bases para construir los proyectos de modernidad, por lo tanto, también forjarán aquellos elementos “indeseables” para la ciudad y sus espacios. Los conocimientos científicos de la medicina sobre el origen y la propagación de enfermedades evolucionaron con el transcurso de los años, pero las ideas alrededor de la pobreza y sus espacios para habitar, no. Todavía, en diferentes experiencias se ha responsabilizado a la población que habita los espacios de pobreza por no encajar con los proyectos de ciudades modernas, pero también por ser el motivo de insalubridad, enfermedad y delincuencia. En los discursos de las políticas de estado que han buscado desaparecerlos sin solucionar los problemas del déficit de vivienda, todavía se utilizan, hasta la actualidad, argumentos higienistas para justificar su intervención.

 

Referencias bibliográficas:

  • Adamovsky, E. (2012). Historia de las clases populares en la Argentina. Desde 1880 hasta 2003. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
  • Armus, D. (2000). El descubrimiento de la enfermedad como problema social. En M. Lobato (Ed.), Nueva Historia Argentina. Tomo V: El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916) (págs. 507-551). Buenos Aires: Sudamericana.
  • Armus, D. (2007). La ciudad impura: salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950. Buenos Aires: Edhasa.
  • Caponi, S. (2002). Miasmas, microbios y conventillos. Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y la Ciencia [en línea], 54(1), 155-182. Recuperado el 1 de julio de 2020, de http://asclepio.revistas.csic.es/index.php/asclepio/article/view/124/123
  • Ciafardo, E. O. (1990). Caridad y control social. Las sociedades de beneficencia en la ciudad de Buenos Aires, 1880-1920 [Tesis de Maestría]. México: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
  • Ciapuscio, H. (2017). Los gobiernos liberales y el inmigrante europeo (1853-1930). Buenos Aires: Eudeba. Universidad de Buenos Aires.
  • Delgadillo, V. (2011). Patrimonio histórico y tugurios. Las políticas habitacionales y de recuperación de los centros históricos de Buenos Aires, Ciudad de México y Quito. México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
  • Di Liscia, M. S. (2011). Marcados en la piel: vacunación y viruela en Argentina (1870-1910). Ciência & Saúde Coletiva [en línea], 16(2), 409-422. doi:https://doi.org/10.1590/S1413-81232011000200005
  • Pastrana, E. M., Bellardi, M., & Di Francesco, V. (2010). Hábitats de la pobreza. En A. E. Lattes (Ed.), Dinámica de una ciudad: Buenos Aires 1810-2010 (págs. 310-349). Buenos Aires: Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires/Dirección General de Estadística y Censos.
  • Pita, V. (2016). Fiebre amarilla, habitaciones colectivas y disputas por derechos. Buenos Aires, 1871. En A. Andujar, L. Caruso, F. Gutiérrez, S. Palermo, V. Pita, & C. Schettini (Edits.), Vivir con lo justo. Estudios de historia social del trabajo en perspectiva de género. Argentina, siglos XIX y XX (págs. 15-36). Rosario: Prohistoria.
  • Ramos, J. (2005). Inquilinatos: luces y sombras del habitar porteño. En D. Schávelzon (Ed.), Los conventillos en Buenos Aires. La Casa Mínima un estudio arqueológico (págs. 9-36). Buenos Aires: Ediciones Turísticas.
  • Recalde, H. (1994). Vida popular y salud en Buenos Aires (1990-1930), vol. 1. Buenos Aires: Biblioteca Política Argentina. Centro Editor de América Latina.
  • Yujnovsky, O. (1974). Políticas de vivienda en la ciudad de Buenos Aires. Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, 14(54), 327-372.

 

Cómo citar este artículo: