América Latina: Recomposición hegemónica y resistencia emancipatoria

Latin America: hegemonic recomposition and emancipatory resistance

América Latina: Reconstrução resistência hegemónica e emancipatória

Nayar López Castellanos[1]

Recibido: 01-02-2016 Aprobado: 23-02-2016

 

El contexto regional

Las actuales resistencias latinocaribeñas al sistema capitalista, en su versión neoliberal, no son resultado exclusivo de lo sucedido en las últimas dos décadas, tomando como punto de partida el levantamiento zapatista de 1994 en México, por un lado, y la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela en 1998, por el otro, sino también como parte de una larga historia de luchas y resistencias emprendidas por los pueblos de la región para alcanzar una plena emancipación.

Además de la revolución cubana, primera ruptura contra-hegemónica en la región, destaca la profundidad de las transformaciones sociales, económicas y políticas que se han dado en Venezuela, Bolivia y Ecuador, partiendo de la realización de congresos constituyentes que refundaron el Estado, estableciendo puentes hacia un tipo de socialismo, el cual, pese a sus contradicciones, representa un cambio sustancial en un sentido histórico. Tales casos específicos contrastan con los llevados a cabo en países como Brasil, Uruguay y hasta hace poco tiempo Argentina, hoy en día de nueva cuenta sumida en el carril del neoliberalismo bajo el gobierno de Macri.

Con todo y sus diferencias, estos procesos han repercutido en la hegemonía estadounidense por la desarticulación de algunas cadenas económicas de la globalización neoliberal que históricamente han estado bajo su control, sobre todo a partir de políticas de nacionalización, rearticulación de las dinámicas del comercio regional y creación de nuevas empresas estatales, o recuperación de las privatizadas, como sucedió en Argentina. Aunado a ello, el ámbito de mayor impacto radica en el impulso de las relaciones sur-sur, a partir de las cuales se ha dado paso a una inversión sin precedentes de países como China, Rusia e Irán, o la participación de Brasil en el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

Tanto en países de cambios radicales, como en los de nivel moderado, las viejas oligarquías han perdido el control de los aparatos de Estado, privilegios, acceso a recursos y mecanismos de sus históricamente ilimitadas tasas de ganancia y acumulación que tenían gracias al control del poder político, el monopolio de la violencia del Estado y el ejercicio de una corrupción sistémica. En Venezuela, la oligarquía ha utilizado todas las estrategias posibles para desestabilizar el proceso conocido como revolución bolivariana. Lo mismo un golpe de Estado, que una guerra económica, boicots electorales o las llamadas “guarimbas”, y, últimamente, las acciones concertadas de paramilitares colombianos y el crimen organizado, que han provocado la muerte de decenas de personas y la profundización de la incidencia delictiva como métodos clandestinos y violentos de desestabilización del gobierno. Junto a los propios errores del chavismo, esta estrategia se tradujo en la derrota oficial sufrida en las elecciones legislativas de diciembre de 2015, con las que la derecha se hizo del control absoluto de la Asamblea Nacional.


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En este contexto, resulta preciso reflexionar sobre estos procesos para tener mayor claridad no sólo del momento que vive la región, sino también de la complejidad y el alcance de la contraofensiva hegemónica, apoyada abiertamente por Washington, principal desafío que tienen las resistencias emancipatorias latinocaribeñas.

 

La transformación política en la región

La democracia liberal o representativa se encuentra en una profunda crisis, como lo demuestran diversos diagnósticos sobre su práctica y hechos concretos en diferentes latitudes del ámbito planetario. Mayores niveles de abstencionismo, pérdida de credibilidad de los partidos entre los electores, altos niveles de corrupción en las clases políticas tradicionales, incluso en agrupamientos y gobiernos de izquierda, emergencia de nuevos actores políticos e indefinición y asepsia ideológicas, son algunos rasgos característicos de la crisis de este sistema de representación política. Durante los primeros años del siglo XXI, la democracia representativa ha dejado de cumplir con sus objetivos de dominación por dos grandes razones: el nivel de legitimidad ya no alcanza para imponer un eficiente sistema de hegemonía, y amplios sectores de la sociedad resultan cada vez más demandantes y combativos.


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Frente a esta realidad, destaca una de las experiencias a nivel mundial con mayor avance en una práctica alternativa de democracia: la impulsada en la República Bolivariana de Venezuela, aún en medio de las graves tensiones ocasionadas por una oposición que no respeta el marco jurídico y la constitucionalidad vigente, y a pesar de una campaña mediática permanente en contra de los gobiernos chavistas. Avalada por fundaciones como el Centro Carter y observadores europeos presentes en los numerosos comicios celebrados desde 1998, la estructura electoral del país sudamericano, que incluye el voto electrónico en todas las etapas del proceso, rebasa por mucho las consideradas como modelo de democracia, entre ellas, la estadounidense o la española. James Carter señala (2012):

Aunque el ex presidente expresó su desacuerdo con la política de Hugo Chávez, afirmó que en 2006 ganó los comicios de una manera totalmente honesta. “De hecho, de las 92 elecciones que hemos monitoreado, yo diría que el proceso electoral en Venezuela es el mejor del mundo”, señaló Carter. Según él, la mayor ventaja del sistema venezolano es el hecho de que sea totalmente automático, lo que facilita la verificación de los resultados de las elecciones.[2]

En esta transición venezolana hacia formas avanzadas de la democracia, más allá del voto, se constituye en un eslabón esencial el poder comunal que Hugo Chávez impulsó con tanto ímpetu, y que vislumbró como la principal garantía de continuidad de la revolución bolivariana. Formalmente constituidas y funcionando, se contabilizan para fines de marzo de 2015, 1,026 comunas y 44,415 Consejos Comunales, una forma de organización y poder popular que va creciendo como uno de los pilares fundamentales del chavismo pero, sobre todo, como la construcción de una estructura política de participación directa y protagónica de los ciudadanos que intervienen en su entorno político, económico, social y cultural. Desde el Ministerio del Poder Popular para las Comunas y los Movimientos Sociales, se canalizan recursos, apoyos y programas que nutren la labor comunal, en manos de la gente que debate y decide sobre el destino de esos recursos. (http://www.mpcomunas.gob.ve/el-ministerio/)

Por ejemplo, de acuerdo al boletín N° 3, Comuna o Nada, del Ministerio del Poder Popular para esta área, la Comuna Socialista Alicia Benítez, ubicada en el Estado de Miranda y fundada el 23 de noviembre de 2013, está integrada por 22 consejos comunales y atiende a 16 mil familias. Esta comuna posee tres empresas de producción: 1. Empresa de Propiedad Social Directa de Gas: manejada a través de la autogestión. 2. Empresa de Propiedad Social Directa de Transporte: cuenta con 6 unidades que cubren diversas rutas que permiten fortalecer las existentes y cubrir la demanda, además de contar con una ruta especial directa a los centros hospitalarios. Su sistema es por autogestión. 3. Empresa de Propiedad Social Indirecta de Producción de Chocolate: busca rescatar valores y tradiciones culturales de la comunidad a través del cacao.

Estas nuevas estructuras son la base de instituciones propias que reconfiguran el significado y la práctica de la política, y buscan ajustarla a valores olvidados en casi toda la región: la ética, la honestidad, la transparencia, la equidad de género, la convicción de que los cargos públicos son una responsabilidad y no una oportunidad de enriquecimiento personal o de grupo, códigos que guían las prácticas de los gobiernos autónomos entre los mayas-zapatistas en México. En este caso, ícono de la lucha planetaria contra el neoliberalismo a nivel mundial, destaca el principio esencial de gobierno denominado mandar obedeciendo, que se expresa en los siguientes principios derivados: 1. Servir y no servirse. 2. Representar y no suplantar. 3. Construir y no destruir. 4. Obedecer y no mandar. 5. Proponer y no imponer. 6. Convencer y no vencer. 7. Bajar y no subir. (Gilberto López y Rivas, 2013). Además, la concepción democrática del mundo zapatista sigue una lógica integral de la democracia, que rebasa los límites procedimentales del modelo representativo.


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Esta nueva visión de la política, que se encuentra en la construcción y el fortalecimiento del poder popular, incluye un cambio conceptual de la democracia que se expresa en la adopción de mecanismos propios del modelo participativo y en la superación de la vertiente meramente representativa. La existencia de la revocación del mandato, la elección de las autoridades por medio de asambleas comunales, el principio de la rotación de esas mismas autoridades y la rendición de cuentas, la participación equitativa y visible de mujeres y jóvenes, representa una renovada concepción de la democracia que modifica sustancialmente los valores de la política, según el clásico sistema de representación en occidente. Para Miguel Mazzeo (2014):

El poder popular hace posible la utopía libertaria y no a la inversa. Porque el poder popular es la forma que asume la tendencia presente hacia la sociedad futura. Esta utopía, así emplazada, deja de ser simétrica, uniforme, hipertradicional, dirigida de manera centralizada, deja de ser orden externo y comienza a ser una construcción alimentada por la calidad de los vínculos sociales y por el mito revolucionario de los que quieren cambiar el presente de opresión e injusticia y construir un futuro de libertad e igualdad. (p.110)

La transformación y evolución del modelo democrático no puede entenderse sin una plena y directa participación popular, sin mecanismos reales y tangibles en los que la misma sociedad no sólo sea protagonista de un desarrollo justo y equitativo sino en el que el poder político se ejerza bajo una perspectiva colectiva de dimensión nacional. Esto es lo que se busca construir en Venezuela y Bolivia, en experiencias regionales de alcance mundial, como las de los zapatistas y el MST en Brasil, entre otras tantas, coadyuvando a la edificación de otra democracia posible, desde estas dos vías o esferas del ejercicio del poder popular, como la principal garantía de continuidad para estos procesos de transformación, lo que también explica las ofensivas del imperio, en la medida en que valoran el peligro que representan para sus intereses los pueblos empoderados.

 

Alcances y desafíos de la integración latinoamericana

Desde que Bolívar planteó la importancia estratégica de la integración en el contexto de las independencias latinoamericanas, la región no había alcanzado el nivel y los espacios de organización existentes. Y es que nuestra historia económica ha estado marcada por la llamada división internacional del trabajo, plataforma del capitalismo mundial, en la que América Latina siempre ha sido proveedora de recursos naturales y mano de obra para las metrópolis.

El camino ha sido difícil. Ni siquiera la etapa de la industrialización que experimentaron algunas naciones a mediados del siglo XX logró romper con esta relación de dependencia estructural. Por ello, resultan trascendentales los esfuerzos que se han hecho por modificar este orden de cosas desde que inicia la oleada de gobiernos progresistas y revolucionarios en la región, en 1998.

Uno de los principales legados que dejó Hugo Chávez, es la construcción de estructuras fundamentales para la unidad e integración de América Latina y el Caribe, bajo los parámetros históricos de la Patria Grande. Destacan la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Además, Banco del Sur, Petrosur, PetroCaribe y, en el terreno ideológico-político de los medios informativos, Telesur.

En esta misma dirección se encuentran los mecanismos de cooperación económica y acuerdos comerciales bajo la perspectiva sur-sur. El fortalecimiento del Mercosur, la iniciativa del BRICS, los acuerdos bilaterales con otras naciones, como Irán, las grandes inversiones de China y ahora Rusia en la región latinoamericana, y en particular en Cuba, la compra de armamento a Rusia por parte de Venezuela, representan una recomposición geopolítica y geoeconómica de carácter estratégico que debilita la tradicional hegemonía estadounidense en el ámbito continental, fortaleciendo al mismo tiempo la capacidad soberana de las naciones que han optado por este camino.

Pero el proyecto de integración actual que se encuentra a la vanguardia en la región, y tal vez a nivel mundial, es el ALBA-TCP, ya con una década de existencia, pues ha marcado una diferencia fundamental frente a los intereses del capital: se concibe para disminuir las asimetrías entre países, promueve el desarrollo social, sobre todo en salud y educación, impulsa la cultura y consolida la idea de la unidad latinoamericana y caribeña. El ALBA-TCP en ocasiones se interpreta de forma errónea o dolosa. No es un simple mecanismo de trueque o intercambio de petróleo por médicos, como se da en particular entre Cuba y Venezuela, sino un acuerdo que los países miembros consideran necesario para alcanzar la justicia social y el desarrollo económico.

Frente a esta vertiente emancipadora de la integración latinoamericana y caribeña, aparece un nuevo intento de imponer el ALCA a través de un mecanismo creado desde Washington para mantener su hegemonía neoliberal: la Alianza del Pacífico. Conformada por México, Colombia, Perú y Chile, constituye un espacio para garantizar en América Latina las relaciones económicas y comerciales bajo los parámetros neoliberales, con lo que sólo se profundizan los niveles de pobreza y desigualdad en estos países.

De igual forma, la Alianza del Pacífico pretende sabotear la otra visión de la integración latinoamericana, la soberanista y emancipadora, y profundizar la división del subcontinente en dos grandes bloques, utilizando esta estructura fundamentalmente comercial para consolidar incondicionalidades políticas, y mantener bajo su control a gobiernos proclives a los intereses estadounidenses como son los de México y Colombia, además de los centroamericanos, Panamá, Guatemala y Honduras, que buscan incorporarse a este mecanismo. Aunado a ello, aparece ahora el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), impuesto por Estados Unidos, con el cual se busca cerrar la pinza neoliberal en la región y el crecimiento de la presencia económica de China.


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Recomposición hegemónica y perspectivas de la resistencia emancipatoria

La recomposición de las oligarquías latinoamericanas constituye una realidad de considerable importancia para entender la coyuntura actual de la región, y lograr dimensionar los desafíos para los proyectos de transformación en marcha.

La derecha no sólo ha continuado con sus tradicionales formas de agresión y desestabilización, como los golpes de Estado (Venezuela 2002, Honduras 2009 y Paraguay 2012), sino que ahora se producen ofensivas en los combates de calle, que ha incorporado a su repertorio táctico, una mayor e intensa manipulación mediática, sabotajes económicos para desprestigiar a los gobiernos progresistas, ampliación en el número de bases militares e instalación de nuevos centros de operación y espionaje estadounidenses.

Estamos presenciando campañas cada vez más sólidas y coordinadas por las oligarquías, incluso a nivel internacional y con el respaldo abierto de Estados Unidos, que tienen como principal objetivo crear la idea de que las alternativas de transformación no son más que proyectos populistas trasnochados, de tendencia dictatorial, que perjudican las perspectivas regionales del libre comercio y que se caracterizan por coartar la libertad de expresión, violar los derechos humanos y reducir los mecanismos de la democracia. Esto es, las derechas latinoamericanas acusan a las izquierdas en el gobierno de todo aquello que históricamente las ha identificado, y sobran los ejemplos.

A pesar de las contradicciones y la persistencia de prácticas de corrupción y de la continuidad de políticas extractivistas, los avances sociales y las políticas redistributivas de los proyectos alternativos están a la vista, reconocidos desde múltiples ópticas a nivel mundial. Los procesos de integración han avanzado y están dando resultados alentadores guiados por la idea de la Patria Grande, mismos que enfrentan a la derecha internacional organizada y a la intervención permanente de Estados Unidos.

En este sentido, no sólo está en juego el futuro y la consolidación de los diversos procesos de transformación, sino también la propia estabilidad regional y el fortalecimiento de los mecanismos de integración. Las fuerzas progresistas y revolucionarias latinocaribeñas deberán profundizar la construcción del poder popular en todas sus estructuras comunales y regionales, la participación creciente de los de abajo en el poder, y sobre todo, resolver la contradicción madre tierra–extractivismo transnacional, como la garantía más significativa para que continúen las políticas que prioricen el desarrollo social y el intercambio solidario entre pueblos y gobiernos. Para Mabel Thwaites y Hernán Ouviña (2014),

…se trata de que cada una de esas resistencias, devengan mecanismos de ruptura y focos de contrapoder, que aporten al fortalecimiento de una visión estratégica global y reimpulsen, al mismo tiempo, aquellas exigencias y demandas parciales, desde una perspectiva emancipatoria y contra-hegemónica. Esta dinámica de combinar las luchas por las reformas con el horizonte estratégico de la revolución, se constituye en el eje directriz para modificar la correlación de fuerzas en favor de las clases subalternas. La articulación consciente de las luchas apunta a que se vayan abriendo brechas que impugnen los mecanismos de integración capitalista y prefiguren espacios emancipatorios, convirtiendo así, en la senda gramsciana, el futuro en presente. (p.77)

También resulta necesario que estos proyectos emancipatorios promuevan un debate sistemático en torno a la perspectiva del desarrollo económico, ubicando los parámetros históricos de la región. Ello implica, en primera instancia, valorar el lugar de América Latina en la división internacional del trabajo, como exportadora de materias primas y mano de obra, y romper estas viejas y renovadas dependencias económicas. Las estructuras extractivistas (o el llamado neo-extractivismo progresista) no fortalece un camino propio y soberano, ni la posibilidad de una integración necesaria para alcanzar la autosuficiencia económica y el fin de las asimetrías entre los países de la región. Es evidente que en el mediano plazo no resulta tan sencillo, ni se puede en lo inmediato, decretar el fin de este modelo de producción, y por eso mismo es tan importante el debate que genere alternativas viables. Aún y con la recuperación del Estado como actor central de la economía, la dependencia sigue siendo una realidad en la medida en que no se diversifiquen las áreas productivas y persista el carácter mono-exportador de muchos países de la región.


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Pero también hay que señalar que ese modelo neo-extractivista, con todo y sus contradicciones, es el que ha permitido en Venezuela, Bolivia y Ecuador una redistribución social de las ganancias como nunca se había dado en estos países, y que ha reducido la pobreza a mínimos históricos.

Así, los debates actuales en torno a neo-desarrollismo, anticapitalismo, pos-neoliberalismo y socialismo, en realidad demuestran la ausencia de un consenso para alcanzar ese equilibrio entre independencia económica y justicia social, bajo un contexto de emancipación frente a las hegemonías imperiales. Dice Fernando Martínez Heredia (2015):

Le hemos quitado el traspatio al imperialismo. Ya se acabó su panamericanismo, de él solo queda un cascarón vacío. El edificio secular del poder de los Estados Unidos sobre este continente se va a caer, pero no se caerá solo: hay que derribarlo. Los pueblos que se liberan a sí mismos y liberan a sus países aprenden a manejar la geopolítica, en vez de ser manejados por ella. La geopolítica es una ciencia de medir correlaciones de fuerza, conocer intereses en juego y actuar de acuerdo a los que es posible. (p.7)

En la medida en que los proyectos políticos de estas diversas izquierdas ahonden en las transformaciones sociales, contando con el apoyo, la participación activa y la vigilancia de sus pueblos, así como el avance y la consolidación de los socialismos latinocaribeños, la pretendida restauración hegemónica seguirá encontrando una resistencia emancipatoria capaz de defender las conquistas alcanzadas.

En el actual debate sobre el llamado fin de ciclo progresista, que se desarrolla desde diversas posturas de la izquierda latinoamericana, es necesario valorar, en primera instancia, que el término progresista limita en cierta medida los alcances de los procesos de transformación revolucionaria y emancipatoria, porque finalmente su sentido ideológico resulta en cierto sentido ambiguo e impreciso, pues hasta la denominación puede ser atribuida a ciertos sectores de la derecha.

¿Fin del ciclo de transformación en América Latina? De ninguna forma, aunque es verdad que atraviesa por una coyuntura política y económica marcada por una renovada ofensiva del imperio y las oligarquías, la caída de los precios de algunas materias primas y, claro, los ataques mediáticos de la derecha y sus avances electorales. Además, contrario a calificar estos procesos como revoluciones pasivas, destacamos su carácter proactivo que coadyuva en la edificación de otro tipo de democracia basada en formas de poder popular.

El alcance de la resistencia emancipatoria depende de la capacidad de fortalecer la integración regional, a pesar de la adversidad económica internacional. Como lo planteaba el presidente Chávez, la integración latinoamericana debe ser la punta de lanza de una nueva etapa planetaria que dé lugar a la multipolaridad bajo la dinámica de las relaciones sur-sur, en la que no existan más imperios, metrópolis ni mecanismos financieros expoliadores.

El pensamiento crítico en América Latina y el Caribe tendrá que seguir abriéndose paso a nuevas concepciones de socialismo y a formas diversas de construcción de poder popular, tomando en cuenta la crisis de las luchas institucionales, partidarias y sectoriales. Habrá que mantener el debate con un enfoque propositivo y constructivo, de suficiente nivel y respeto a posiciones críticas que permitan consolidar la ofensiva en la batalla de las ideas frente a una violenta estrategia de recomposición hegemónica del imperialismo y sus asociados locales.

 

Notas:

[1] Versión modificada de mi ponencia América Latina, una región en conflicto. Alcances y desafíos de los procesos de recomposición hegemónica y las resistencias emancipatorias, presentada en el XXX Congreso de ALAS celebrado en Costa Rica en diciembre de 2015.

[2] http://actualidad.rt.com/actualidad/view/54145-jimmy-carter-sistema-electoral-venezolano-mejor-mundo

 

Bibliografía:

  • Atilio Boron, (2014), América Latina en la geopolítica del imperialismo. México: UNAM.
  • Claudio Katz, (2008), El Rediseño de América Latina. ALCA, MERCOSUR y ALBA. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.
  • Fernando Martínez Heredia (2015). “Entorno geopolítico latinoamericano y posición de Cuba”, en Archipiélago, no. 88. México: CIALC-UNAM.
  • Gilberto López y Rivas (2013). “Apuntes del curso ‘La libertad según l@s zapatistas’”. La Jornada, 31-08-2013. www.jornada.unam.mx/2013/08/30/opinion/019a1pol
  • Gilberto Valdés Gutiérrez, (2009), Posneoliberalismo y movimientos antisistémicos. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.
  • Guadalupe Acevedo López y Adrián Sotelo Valencia, (coordinadores) (2004), Reestructuración económica y desarrollo en América Latina. México: UNAM-S.XXI.
  • Mabel Thwaites Rey (editora) (2012). El Estado en América Latina: continuidades y rupturas. Santiago de Chile: Arcis-CLACSO.
  • Miguel Mazzeo (2014). Introducción al Poder Popular. El sueño de una cosa. Chile: Tiempo Robado Ediciones.

 

Cómo citar este artículo:

LÓPEZ CASTELLANOS, Nayar, (2016) “América Latina: Recomposición hegemónica y resistencia emancipatoria”, Pacarina del Sur [En línea], año 7, núm. 27, abril-junio, 2016. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1283&catid=14