La visibilidad actual de la sociedad civil cubana: ¿Mayor protagonismo o mayor atención analítica?

El presente trabajo, realiza, una primera aproximación al estado del arte sobre el tema de la sociedad civil en Cuba, abordando, específicamente, algunas variables y puntos de encuentro en los análisis y propuestas metodológicas elaboradas por algunos autores cubanos. En una segunda parte, se reflexiona, a partir de lo anterior, sobre de la visibilidad que adquiere la sociedad civil en Cuba, después de la década de los noventa.

Palabras clave: sociedad civil, Estado, mercado, Cuba

 

Introducción

El papel del Estado en Cuba, así como en América Latina, se modificó en la década de los noventa a raíz de profundas transformaciones políticas y económicas ocurridas a nivel mundial. En este texto no nos remontaremos a la instalación del Estado socialista cubano y sus reformas en los 20 años que siguieron a su consolidación. Más bien, nos enfocaremos en la última etapa de cambios, que inicia a mediados de la década de los ochenta, con el proceso de Rectificación de Errores y con las posteriores modificaciones en el Estado socialista, como marco para entender las relaciones entre éste y la sociedad civil cubana. Por otra parte, revisaremos las transformaciones de la economía a partir de la desaparición del principal socio comercial de Cuba, pues a partir de ese momento, las reformas referentes al ámbito económico se dirigieron en un primer esfuerzo a la reinserción internacional en el mercado capitalista y la reactivación de la economía a través del impulso de actividades económicas que permitieran a la isla articularse con empresas extranjeras de América Latina y Europa, principalmente. La tercera y principal dimensión en que nos concentraremos es en la sociedad. En ella se configuran nuevas relaciones que expresan los cambios nacionales que si bien son resultado de la influencia de procesos a largo plazo con la instalación del proyecto socialista, también reflejan el impacto de la transformación del mismo. De esta manera, el surgimiento de nuevos actores, de nuevas formas de relacionarse con el trabajo y del nuevo papel del Estado, necesariamente generarán cambios en la sociedad civil socialista[2] expresados en nuevas organizaciones con nuevos y antiguos actores -como la iglesia, por ejemplo- y en las organizaciones existentes que han cambiado sus objetivos dirigiéndolos a las nuevas necesidades enfrentadas durante el Periodo Especial.

Así, revisaremos como la relación Estado, mercado y sociedad civil se ha reconfigurado, generándose de esta manera una mayor visibilidad de una dimensión sobre otra. En este sentido, el Estado ha mantenido centralidad pero se ha replegado en algunas funciones que cumplía dentro del mercado para resolver las necesidades de consumo de la población, entregando mayor presencia al mercado y, con ello, permitiendo en la sociedad el ingreso de otras lógicas, a las lógicas de una nueva forma de consumir. Por otra parte, la sociedad civil también se ocupará de los problemas de la población relacionados, por ejemplo, con el consumo y el abastecimiento de medicinas, por ello, las relaciones entre estas tres dimensiones se modificarán, pues la sociedad civil se ocupará de los problemas que el Estado no es capaz de resolver. El mismo Estado, generará las medidas para que las organizaciones que comienzan a constituirse en la década de los noventa, se ocupen de estos asuntos. Además, en los intersticios entre la sociedad civil, el Estado y el mercado, aparecerán las redes de economía informal, que como una instancia de organización, representan otra forma de asociatividad importante  que no hay que perder de vista y que tiene lógicas de acercamiento y alejamiento con el Estado. Esto no quiere decir que la sociedad civil socialista carezca de protagonismo o visibilidad a lo largo del proceso revolucionario, sino que la atención política y académica se ocupa nuevamente de ella.

 

Sociedad civil en Cuba: aproximaciones al debate


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Los estudios sobre la sociedad civil en Cuba han sido desarrollados a partir de la década de los noventa en el contexto del debate sobre la importancia de la sociedad civil para el derrumbe del socialismo real y de los procesos democratizadores en Europa y América Latina. Sin duda, este debate sobre el papel de la sociedad civil en la transición de regímenes autoritarios hacia regímenes democráticos ha tratado de instalarse en Cuba por parte de organizaciones de disidentes y sobre todo, por grupos de opositores al régimen instalados en Estados Unidos, y por el mismo gobierno norteamericano. A partir de esto, reconocidos académicos cubanos se han dedicado a discutir sobre la viabilidad o no de la aplicación de la noción de sociedad civil en Cuba. Actualmente, la utilización o aceptación de modelos europeos para analizar el tema de la sociedad civil, siguen presentes en la aproximación a la temática. La discusión aún continua, quizá porque se sigue pensando que el papel de la sociedad civil cubana debería ser impulsar un proceso de democratización del régimen o por que la asociatividad empieza a dar signos de cambio, que comienzan a ser estudiados. Sin embargo, la sociedad civil no debe ser leída en términos coyunturales sino más bien, debe ser mirada como un espacio en el que se gestan cambios sociales y políticos a mediano y largo plazo, es decir, en donde se expresan complejas relaciones sociales y políticas que podrían generar cambios en las futuras formas de organización en Cuba.

El ingreso de la idea de sociedad civil a Cuba estuvo vinculado, principalmente al proceso de reestructuración en la isla iniciado en el año 1986 y a las expectativas mundiales del cambio político interno después de la caída de la Unión Soviética. Por un lado, se estableció el debate en torno a la utilidad del concepto en el contexto cubano y por el otro se cuestionó su uso a partir de la idea de sus virtudes democratizadoras, pues en su constante intento por intervenir en la política cubana, Estados Unidos y grupos de disidentes cuestionaron la existencia de la sociedad civil en la isla y enarbolaron su construcción e impulso con fines democráticos. Así se comenzó a hablar de sociedad civil en varios frentes, y sobre todo el debate se centró, por algún tiempo, en discusiones ideológicas y dogmáticas que se fundamentaban centralmente en colocarse frente a la concepción liberal de la sociedad civil y por ende, adoptarla o rechazarla.

El debate sobre la noción sociedad civil, comenzó en Cuba a partir de 1994, cuando se iniciaron discusiones referidas al tema en la Cátedra de Estudios Marxistas “Julio A. Mella”, la cual estaba dirigida en ese momento por la Dra. Isabel Monal, y con la publicación Mirar a Cuba, de Rafael Hernández (1993) quien superó los primeros debates sobre esta temática y proporcionó algunas claves para avanzar en el análisis y recuperar la utilidad del concepto en una sociedad cubana que se estaba transformando.

Jorge Acanda realiza un tratamiento especial en La recepción de Gramsci y la discusión acerca de la sociedad civil en Cuba, respecto a la historia sobre el ingreso y el tratamiento inicial del concepto sociedad civil en el país y sobre las tres voces de debate en relación al tema entre los años 1993 y 2001 -fecha en que es publicado ese texto-.  Respecto al debate, establece dos etapas, la primera, hasta 1994, en la que la interpretación de mayor impacto fue la liberal clásica y que se utilizó como instrumento de la disidencia para cuestionar el régimen político y evocar la necesidad del impulso y desarrollo de una sociedad civil con virtudes democráticas; en la segunda etapa, un grupo de intelectuales rechazó la utilización de la noción liberal y propuso la utilización de la interpretación gramsciana sobre el tema; además se integraron al análisis dos ejes de discusión –contenido y sentido-.[3] En una etapa posterior,  superadas las temáticas que habían marcado el debate en los años noventa, comienzan a desarrollarse nuevos estudios con otras formas de interpretación sobre la sociedad civil cubana[4] su caracterización[5] naturaleza y sus posibles funciones.[6] En estudios más recientes por ejemplo, el tema de la autonomía y la interacción con el Estado, está siendo discutido en el plano académico a través de nuevas propuestas metodológicas,[7] y no solo desde fronteras ideológicas.

Algunos problemas que Jorge Acanda ha identificado para el estudio sobre la sociedad civil, serían, por una parte, la problemática política, y por la otra la teórica. Respecto a la primera, señala que el debate político sobre el uso o no de la noción, representa un problema en el análisis y en la discriminación sobre que discusiones atañen a lo estrictamente académico, puesto que la discusión teórica sobre el tema podría basarse en un argumento ideológico. En este punto, podemos identificar una cuestión que resulta relevante: pues en el debate a nivel ideológico se puede reconocer también una aceptación o no del término en dos sentidos: como ajeno, relacionado a una realidad diferente y basado en referentes eurocéntricos, o como algo propio -relacionado con la identidad-. La segunda problemática se centra en que la dificultad teórica giraba en torno a las ambigüedades en el contenido de la noción misma. Estos dos problemas, le dieron cuerpo a un debate que en primera instancia, negó la utilización de esta noción por considerarla como un instrumento para el desmantelamiento del socialismo, pero que posteriormente fue incorporada desde distintas visiones teóricas desde las que actualmente se está trabajando.

A partir de lo anterior, debemos decir que la utilización de la noción de sociedad civil, de sus características y los elementos que la conforman es determinada por los actores sociales que la utilicen; en este sentido, ya se ha señalado en varios trabajos que este factor contribuye a que existan ambigüedades conceptuales.

Desde la visión oficial, emanada desde algunos documentos publicados por el  Partido Comunista, la sociedad civil tiene el carácter de socialista, tema al que nos referiremos más adelante.

Por otra parte, se ha utilizado la noción de sociedad civil desde la interpretación liberal, sobre todo por los llamados grupos disidentes, quienes han generado algunos documentos que enfatizan en el tema de la autonomía y de la función democratizadora de la sociedad civil. El problema al que nos enfrentamos al utilizar la noción liberal en la discusión es que se omite el carácter socialista de la sociedad y, por ende, se ignora el proceso revolucionario en su totalidad, al querer encajar una noción que corresponde a otra realidad. Un importante referente en esta reflexión, proviene, como lo indican Oxhorn (2001) y Acanda (2008), de la iglesia, desde donde se elabora el documento Reconstruir a la sociedad civil. Un proyecto para Cuba, escrito por Dagoberto Valdés y Luis Enrique Estrella (1994), quienes construyen una propuesta desde la Doctrina Social de la Iglesia. Este documento[8] propone la reconstitución del estado de derecho; la defensa y protección del bien común por un estado sostenido en el poder tripartito: ejecutivo, legislativo y judicial. Los agentes del cambio serán a las personas, la familia, las organizaciones intermedias y el Estado. Plantea, asimismo, que para el funcionamiento del proyecto deben generarse ciertas articulaciones entre los actores. En este sentido, la sociedad civil y el Estado deberán articularse por medio de la subsidiaridad y la solidaridad. Las funciones de la sociedad civil se desarrollarían en tres niveles: en el primero; apoyar y colaborar, en el segundo, funcionar como grupos de presión y crítica y en el tercero, controlar al Estado en su función primaria de proteger el bien común fundado en el Estado de derecho.


Creación del CDR: www.cubadebate.cu

Definida como "los grupos naturales, las iglesias, los clubes deportivos, las asociaciones culturales, sindicales y profesionales", tendrá como finalidad, a través del "pluralismo y la autogestión" la función de desarrollar la "subjetividad y la economía sostenible". Las labores de la sociedad civil, en las lógicas operativas, constarán el fomento de espacios informales de participación; impulsar el desarrollo de cooperativas campesinas y talleres, entre otros.[9]

En la revista Cuba Socialista, editada por el Partido Comunista Cubano, existe un claro ejemplo sobre el tema de la sociedad civil y su abordaje de acuerdo a las dos problemáticas antes citadas. Uno de los artículos aborda el tema del surgimiento y desarrollo del concepto y otro, la utilización del mismo como estrategia contrarrevolucionaria. El autor, en este sentido, parte aclarando que sus reflexiones tienen esta doble intención. El análisis teórico por un lado, pero también la defensa ideológica al sostener el carácter socialista de la sociedad civil, la que “expresa la esencia de nuestro sistema  político”, por ello, aquellos que conforman la sociedad civil son: “(…)  nuestras potentes organizaciones de masas (CTC, CDR, FMC, ANAP, FEU, FEEM e incluso los pioneros ), las sociales , que como es sabido agrupan entre otros a los combatientes de la Revolución, a economistas,  juristas, periodistas, artistas y escritores, etc., así como otras ONGs que actúan dentro de la legalidad  y no pretenden socavar el sistema económico, político y social  libremente escogido por nuestro pueblo, a la vez que aun cuando tienen su personalidad propia e incluso su lenguaje específico, junto al Estado revolucionario persiguen el objetivo común de construir el socialismo”.[10]

En este argumento, funciona como eje central la defensa del proyecto socialista por parte tanto del Estado como de los integrantes de la sociedad civil. La interacción entre ellos, se da entonces en estos términos y dentro de los marcos de la inclusión dentro de la nación. Se establece además, una distinción entre una y otra esfera, definiendo que a cada una de ellas le corresponde una tarea a cumplir. Adicionalmente, se señala la idea de la fortaleza tanto del Estado como de la sociedad civil en defensa del proyecto, lo cual excluye todo aquello que se presente como una “fuerza opositora”. En cierto sentido, se establece en alguna medida la idea de “autonomía” de la sociedad civil respecto al Estado, indicando que cada una tiene sus instituciones, funciones, pero en un marco de actividad común.[11]

En otro lugar se encuentra el análisis académico, que está siendo desarrollado desde ya varios años por investigadores cubanos dentro y fuera de la isla, y que ha contribuido a entender a la sociedad civil a partir de marcos teóricos y metodológicos que trascienden el análisis basado únicamente en la postura ideológica. Para algunos, la discusión sobre la existencia o no de la sociedad civil, a partir del criterio de la autonomía, se supera al asumir a la sociedad civil como parte del proyecto socialista, y explicar que la emergencia de nuevas organizaciones está influida por factores económicos, políticos y sociales que inciden en la transformación de la sociedad.

Una revisión crítica de la noción liberal de la sociedad civil es realizada por realiza Jorge quien recupera la noción de sociedad civil desarrollada por Gramsci, frontera teórica desde la cual discutirá el tema. Identifica, de esta forma, a la sociedad civil con “los espacios de socialización pública, de transmisión de códigos y valores, de formación de hábitos culturales y patrones de conducta, de interacción ideológica donde se reproduce cierto tipo de relaciones sociales”.[12]

Los factores como el mercado, la democracia política y el Estado, que son considerados en el análisis sobre el tema, no son centrales para el análisis de Haroldo Dilla, quien señala que la sociedad civil es “un tejido social formado por una multiplicidad de unidades auto constituidas territorial o funcionalmente, heterogéneas en sus composiciones sociales y metas, que coexisten en escenarios de conflictos, negociaciones y acuerdos, y resisten colectivamente la subordinación al Estado, al mismo tiempo que demandan inclusión en las estructuras políticas existentes.”[13]

A diferencia de esa visión, Cecilia Bobes, entiende a la sociedad civil como una “comunidad moral, como un ámbito de la conciencia estructurada, como una red de comprensiones que existen en forma de un código simbólico que proporciona los criterios centrales de inclusión y aceptación y represión desde la misma sociedad civil”.[14] Desde esta visión es posible pensar a la sociedad civil a partir de la noción de ciudadanía y de los códigos de inclusión-exclusión que se generan a partir de ella. A partir de estos criterios de análisis, se podrían identificar a los actores que constituyen a la sociedad civil y que son legitimados socialmente a partir de estas lógicas o códigos culturales. Además, la autora coloca a la sociedad civil como “una esfera de solidaridad”. En este sentido, analiza la “narrativa” que define a la sociedad civil y que es utilizada por la misma para sumar o excluir miembros. De esta manera, en la primera república se definiría un código de ciudadanía en los contornos de las ideas de la modernización, el progreso y la civilización y con ello un discurso de inclusión. Por otra parte, se constituiría un contra discurso de reivindicación de los excluidos. Con la Revolución cubana se reconfiguraría el código, en el que, según la autora, se cancela la autonomía de la sociedad civil, debido a la nuevas relaciones entre Estado y sociedad civil ocurridas por el nuevo diseño institucional, la transformación del régimen político, la estatización de la economía, entre otros factores. A su vez, el código simbólico se transformaría, redefiniéndose los criterios de inclusión-exclusión. En este discurso, la sociedad civil y el Estado se acercan casi hasta fusionarse. En este proceso, el discurso y las lógicas inclusivas de la sociedad civil revolucionaria se modifican hacia la década de los ochenta, cuando se genera un contra discurso de parte de intelectuales y asociaciones culturales.[15]

Esta perspectiva permite mirar a la sociedad civil como productora-receptora de los códigos hegemónicos del Estado, pero a la vez como un espacio en el que la sociedad civil no es configurada por el Estado, aunque sí intervenida. De esta manera, también se puede explicar una sociedad civil que se transforma a lo largo de la historia, pero que si se constituye desde la conformación del Estado-Nación. Esta idea difiere de posturas como la de Alberto Olvera (1999), que al reflexionar sobre la sociedad civil en América Latina, plantea que la forma en que se configura el Estado-Nación, no permitiría reconocer la existencia de la sociedad civil.


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Visiones y puntos de encuentro en el análisis

El estudio y análisis sobre la sociedad civil obliga a reflexionar sobre otras dimensiones que deben ser explicadas para entender con más claridad a que se refieren los autores cuando utilizan esta noción. Acanda (2001), por ejemplo señala que es necesario considerar el análisis de dimensiones tales como el Estado, el poder, el régimen político, la democracia, la dominación.

Algunas de las dimensiones aludidas para la comprensión de este tema, son abordadas en los diferentes trabajos que se han realizado sobre el tema en la isla. En ellos podemos identificar puntos de encuentro desde visiones diferentes, es decir, dimensiones que son utilizadas en los distintos análisis pero que son tratadas desde diferentes posturas teóricas y políticas. En los laberintos que los autores enfrentan para resolver la aplicación de la noción de la sociedad civil, nos encontramos con varias interpretaciones que intentan dar sentido a la noción de sociedad civil y a su existencia en la actualidad a partir de la lectura de las dimensiones centrales que comparten todas:

a)      La discusión sobre el tema de la autonomía de la sociedad frente al Estado;[16]

b)     la relación entre Estado y sociedad civil

c)      la dialéctica de poder entre el Estado y la sociedad civil;[17]

d)     el análisis de los actores que participan en este espacio heterogéneo;[18]

e)      las funciones que desempeña la sociedad civil después de la reestructuración del Estado en la década de los noventa;

f)      el tema de la hegemonía;[19]

g)     las tensiones que articulan la relación entre Estado, mercado y sociedad civil,[20]

h)     la ciudadanía (Armony, Bobes) el régimen político (Rodríguez, Bobes, Armony) entre otras temáticas relacionadas.

En las siguientes páginas, abordaré algunas de estas temáticas, a partir de la lectura de algunos de los autores que han desarrollado sus ideas en torno a estas ideas.

 

Sobre las relaciones Estado y sociedad civil

El análisis respecto al tema de la relación entre Estado y sociedad civil tiene su punto de origen en la definición que de ella se realice. Atendiendo a las dos problemáticas que señala Jorge Acanda (la política y la teórica) existen diversas formas de abordar este tema. A grandes rasgos, se identifican dos posturas que plantean lo siguiente: (a) por un lado, la que establece la separación entre Estado y sociedad civil a partir, fundamentalmente de la autonomía de la sociedad civil respecto al Estado, es decir, la visión liberal; (b) la visión gramsciana que plantea que hay una relación orgánica entre estas dos esferas.


Segundo Congreso Campesino: www.cubagob.cu
Una de las primeras interpretaciones y aplicaciones de la noción de sociedad civil a la realidad cubana en la década de los noventa, fue realizada por Rafael Hernández, quien planteó la existencia de la sociedad socialista cubana y dio tratamiento al tema en tres apartados de su texto Mirar a Cuba. En una primera parte, desarrolló algunas aclaraciones teóricas respecto a: (a) la cuestión de la relación Estado sociedad civil; (b) la diferencia entre sociedad civil y sociedad política; (c) la sociedad civil como esfera de lo político; (d) la sociedad civil en la actualidad como espacio de tensiones.[21] La reflexión, hechas estas aclaraciones, se centra en el tema de la sociedad civil en el socialismo, estableciendo, de acuerdo al tema que nos ocupa, que la diferenciación entre Estado y sociedad civil o los rasgos que distinguen a una esfera de otra no necesariamente deben ser leídos como “factores de un conflicto irreconciliables” y enfatiza que no hay una división entre la sociedad civil y el Estado argumentando que  “el socialismo no se manifiesta en un régimen político y en un discurso ideológico, ni se despliega orgánicamente si no tiene sus raíces en la s.c.”.[22] Indica, entonces, que la sociedad civil sostiene al poder revolucionario y, por ello, el concepto debe ser recuperado para analizar los problemas de la isla. Aunque reconoce que las relaciones entre ambas esferas se habrían modificado a partir de los problemas económicos que enfrentan tanto la sociedad como el Estado en la década de los noventa, y a los resultados en las relaciones sociales por los cambios introducidos en la economía, es decir, por la transformación del socialismo que puede ser explicada a partir de procesos tales como la descentralización del Estado que se convierte en regulador de la economía, con un sistema empresarial mixto y un ajuste monetario; y la extensión de la cooperativización y la autogestión en la agricultura y otros sectores. El balance que realiza es, así, el de un escenario que abrirá las puertas a una nueva relación entre el Estado y una sociedad civil en donde el primero “deberá reformular las bases del consenso”.[23]

Jorge Acanda, a partir de la crítica a la noción liberal de la sociedad civil y su utilización ideológica, así como en la identificación de las ambigüedades que se generan en torno al concepto, propone un análisis de la sociedad civil cubana a partir de la interpretación de Antonio Gramsci  y su  teoría de la hegemonía, que permitirá entender la relación orgánica entre sociedad civil y sociedad política; y comprender la relación de interpenetración y exclusión que se desarrolla entre el Estado y la sociedad civil, al indicar que “Determinadas estructuras del Estado forman parte de la sociedad civil, y a su vez, ciertas estructuras de la sociedad civil forman parte del Estado.”[24]

Desde otra frontera, Ariel Armony realiza una propuesta que intenta superar el análisis centrado en la discusión en torno al régimen político, la existencia o no de la sociedad civil en función de su autonomía y de la relación con el Estado. En su lugar, el autor propone un modelo analítico (desde el cual sea posible entender la interacción entre los actores colectivos y estatales) centrado en la interacción Estado-sociedad civil desde las dimensiones del Estado y las estructuras de la sociedad civil. Los elementos claves de su análisis, son cinco, a saber: (1) el multicentrismo, las contradicciones y tensiones presentes en la relación Estado-sociedad civil; (2) la dinámica sobre la cual se cierran y se abren espacios sociales a partir de las políticas de Estado; (3) el proceso de diferenciación e interpenetración en la relación Estado y sociedad civil; (4) las tendencias hacia la cohesión y fragmentación en la sociedad civil; (5) los cambios hacia adentro del Estado y en la formas de poder dentro de la sociedad civil.[25] Sostiene que la “interacción recíproca e interpenetración” entre ellos puede entenderse analizando las dimensiones administrativa (generación de políticas públicas), simbólica (sostenimiento del proyecto nacional) y coercitiva del Estado (control de la ciudadanía y de la oposición). En esta relación, la sociedad civil debe ser analizada de acuerdo a tres variables: base socioeconómica, capacidad organizativa y de movilización, y, horizontalidad.[26] La interacción entre estas dimensiones generaría, como resultado de la suma en el primer nivel,[27] mayor poder del Estado sobre la sociedad civil. En la segunda relación, el poder coercitivo del Estado, limitaría la organización de la sociedad civil, pero a la vez terminaría limitando el poder del Estado; en el tercer aspecto, referente al resultado en la combinación entre el poder simbólico del Estado y la horizontalidad de la sociedad civil, estaríamos en presencia de una situación positiva para ambos, pues el poder simbólico del Estado se ve fortalecido en su proyecto defensivo ante la amenaza estadounidense , lo que permite la cohesión de la sociedad civil, la que podría utilizar esos recursos simbólicos transformándolos para su propio provecho.

Vinculada al análisis de las relaciones entre estado y sociedad civil se encuentra la discusión en torno al tema de la autonomía respecto al Estado. Las reflexiones que expresan la preocupación sobre ésta, no pretenden en ningún sentido definir la existencia o no de la sociedad civil cubana a partir de esta variable, sino entender en qué medida ésta existe o ha existido en la interacción entre las dimensiones estatal y social. Es relevante, por ejemplo, en función del análisis sobre la dimensión coercitiva del Estado, pues su poder coercitivo no solo puede limitar la existencia de organizaciones autónomas, sino que la acción del Estado, al incentivarlas, buscar regularlas y someterlas en caso de que buscaran mayor autonomía. La preocupación se relaciona además con los temas de la generación de espacios de mayor participación que pueden ser impulsados desde la misma sociedad civil y con las perspectivas sobre las funciones que cumple o cumplirá en el futuro.


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Las relaciones entre Estado y sociedad civil son entendidas por Cecilia Bobes, a partir de la dimensión simbólica de la ciudadanía y de los ejes inclusión y exclusión en varios trabajos.[28] Su propuesta analítica se sustenta centralmente en que la sociedad civil debe ser estudiada a partir de la variable ciudadanía, pues es en este ámbito en el que la dicotomía inclusión-exclusión se torna relevante para establecer las relaciones entre aquélla y el Estado pero, sobre todo, permite hacer lectura de los grados de autonomía a los que pueden acceder las organizaciones civiles cubanas. De esta manera, el tema de la autonomía es abordado a partir del análisis y estudio de dos dimensiones de la ciudadanía, una procedimental y la otra simbólica, espacios en las que se construyen procesos tanto de inclusión como de exclusión de pertenencia o no a la sociedad civil. La autora propone estudiar la sociedad civil “especificando sus diferentes dimensiones: institucional-organizacional, informal asociativo y simbólico cultural”.[29] Establece en su análisis la relación entre sociedad civil y ciudadanía “ya que en los derechos ciudadanos (de expresión, reunión y asociación específicamente) descansan en gran medida, las posibilidades de autonomía y de empoderamiento de la sociedad civil”. Por otro lado, también señala que la relación opinión pública y sociedad civil debe ser estudiada para poder comprender el ámbito informal en el que se tejen las relaciones. El código simbólico prevaleciente en la sociedad cubana hasta la década de los noventa, habría anulado el tema de la autonomía. Posteriormente, durante la década de los noventa se generaría una reconfiguración en el código de inclusión-exclusión de la sociedad civil, que se alejaría del discurso político e integraría como positiva la lógica de éxito económico. Las transformaciones económicas serían un factor importante, entonces para una inicial autonomía de la sociedad civil que se expresa en las nuevas organizaciones sociales.[30]

De esta manera, para entender las relaciones entre sociedad civil y Estado, considero que es necesario no solamente atender las dimensiones que tanto Armony como Bobes recuperan. Considero que en este espacio heterogéneo también debemos atender otros temas con mayor profundidad, que se refieren justamente al análisis de la sociedad civil en sí. En donde habría que evaluar si es que la dimensión de horizontalidad, por ejemplo, incluye a su vez lógicas autoritarias o relaciones jerárquicas generadas desde los códigos o herencias culturales y que bien podrían estar expresadas en ese patrón inclusión-exclusión al que alude Bobes. Estas aproximaciones, nos invitan a estudiar nuevos aspectos que, relacionados con las temáticas revisadas, nos permitirían entender a la sociedad civil no sólo a través del análisis del Estado y las relaciones o interacciones con éste, sino estudiar su particularidad con mayor profundidad.

 

Sobre el mercado y la sociedad civil.

En estos estudios, en términos generales, se hace alusión a los problemas del poder, el régimen político, la ciudadanía, las relaciones Estado y sociedad civil, la participación. Por su parte, la dimensión mercado es leída principalmente a través de los efectos de la crisis y las reformas estructurales, las nuevas relaciones económicas que surgen con la participación de nuevos actores económicos  y sus efectos en la relación estado-sociedad civil.

Aunque para Cecilia Bobes, no es un elemento central en su análisis, pues la sociedad civil se entiende a partir de los referentes simbólicos constituidos desde la lógica estatal, el mercado si juega un papel importante después de la década de los noventa. En la primera etapa revolucionaria, de reconfiguración del código inclusión-exclusión, la ausencia del mercado y la preeminencia estatal en lo social, afectarán la autonomía de la sociedad civil. Posteriormente, las transformaciones económicas con el Periodo Especial, generarían cambios en los estratos sociales, y por ende, la diferenciación, lo cual a su vez, permitiría mayor autonomía. En ese sentido, la “reaparición” de la propiedad privada y de la economía mixta, generaría diversidad en la sociedad civil cubana. Por otra parte, la transformación en la visión sobre el valor del trabajo, el salario, la despenalización de la tenencia de dólares, la aparición de empresas mixtas y de pequeños propietarios generaran modificaciones sociales importantes en la narrativa y el patrón inclusión-exclusión.[31] Es decir, los efectos de la reforma económica, reflejados en la diferenciación social, han modificado también a la sociedad civil. No obstante, existen otros agentes que la han transformado, como por ejemplo, el Estado, quien ha “delegado funciones” en ella, o que más bien a trasladado responsabilidades sociales que antes había asumido. En uno de los aspectos importantes, la autora, sostiene que la autonomía será afectada directamente por la monopolización de la economía por parte del Estado, pues: “En ausencia del funcionamiento de leyes de mercado y la propiedad privada y de organizaciones representativas de grupos e intereses diversos, la lógica estatal absorbió y monopolizó la lógica de la esfera social haciéndola casi desaparecer de la esfera pública”.[32]

En otro sentido y de acuerdo a Ariel Armony, el proyecto ofensivo-económico del Estado estaría generando la atomización de la sociedad civil. La serie de reformas económicas que hasta hoy día se han generado, han transformado la estructura social creando desigualdades y con ello erosionado los lazos de horizontalidad de la sociedad. La cohesión de la sociedad civil cubana, de esta manera estaría siendo afectada, y por ende, el Estado se estaría enfrentando al problema de la reconfiguración de la hegemonía socialista. En otro sentido, también entiende que la reforma económica afectaría a los sectores más fieles a la revolución y fortalecería a los sectores vinculados a la economía más dinámica, por ejemplo a aquella vinculada con empresas extranjeras, como el turismo.[33]

Jorge Acanda, por su parte, considera que las transformaciones de la sociedad civil no están vinculadas solamente con la crisis y la reestructuración económica, así como en a los  cambios en las funciones del Estado y la emergencia de nuevos actores. Para él, son más relevantes las transformaciones sociales a lo largo del proceso revolucionario, las cuales han generado una sociedad más diversa y plural, con un nivel educacional más alto, consideración que comparten Dilla y Oxhorn.[34] Sin embargo, expresa una preocupación importante relacionada con la propiedad privada y los valores egoístas,[35] que de igual manera erosionarían las lógicas de solidaridad instaladas en la sociedad.

La interacción entre Estado-mercado-mercado-sociedad civil, apunta Dilla, se transforma con las reformas económicas de la década de los noventa, momento a partir del cual comienzan a generarse procesos de integración de extranjeros que interactúan con la sociedad y que pueden convertirse en "sectores con una alta capacidad de producción ideológico cultural". Pero lo más relevante es que plantea que las relaciones entre Estado y sociedad civil se regulan por las dinámicas de este mercado mundial en el que se ha reinsertado Cuba después de los noventa al indicar que " no debemos olvidar que la reforma económica implica la reestructuración gradual de la alianza tradicional entre la clase política revolucionaria y los sectores populares (con la consiguiente «modernización» de sus principios articuladores) en beneficio de una nueva relación con el bloque tecnocrático empresarial." La relación del Estado con este mercado, o  esta nueva relación con los empresarios capitalistas define y "alienta la emergencia de aquellos actores de la sociedad civil cuyas opciones programáticas conducen inexorablemente a la restauración capitalista.".[36]


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De este modo, es fundamental la importancia y profundidad de los cambios económicos y de la nueva composición empresarial, por ejemplo, que no sólo crea diferenciación económica en la sociedad, sino que también crea jerarquías entre el “patrón” extranjero y el empleado nacional. La conflictividad con el mercado no se ha expresado aún, en buena medida gracias a la integración de la población a las lógicas de la economía mixta y del acceso al consumo a través de diversos medios como la remesa, el trabajo por cuenta propia, la economía informal y el mercado negro. Vinculado a esto, se debe integrar la comprensión de la emergencia de nuevos actores,[37] lo cual nos da algunas claves para reflexionar sobre la reconfiguración de las relaciones construidas  en el espacio asociativo. En otro sentido, la reestructuración de la sociedad en términos de Mayra Espina Prieto (2003), permite entender mejor algunas la composición de la sociedad civil cubana, pues si partimos de esta idea, estaríamos en presencia de actores de la sociedad con intereses diversos y diferenciados en la actualidad. Por ello, nos parece que la asociatividad alcanza espacios que están más allá del control del Estado. Un ejemplo de esto se encuentra en la capacidad de asociación de la sociedad para responder en la etapa más fuerte de crisis dentro del Periodo Especial.

Por cierto, los efectos de la crisis y de las reformas económicas, así como el ingreso de las empresas extranjeras al escenario cubano, configurarán además acciones/estrategias desde la sociedad que se expresan en la creación de redes para la subsistencia y la consecución como por ejemplo, de medicamentos, hecho, por cierto, condicionado por el férreo bloqueo estadounidense. Estas formas de organización y asociatividad que tratan de resolver los problemas cotidianos de la sociedad están fuera de los marcos de lo que es entendido como sociedad civil (o en palabras de Bobes, se encuentran en el espacio asociativo infomal-ilegal) pues no son organizaciones reconocidas como tales. Lo relevante, es que estas redes sí son transversales a las organizaciones de la sociedad civil, y que pueden influir en la que la reconfiguración del código, integrando en él las nuevas lógicas del mercado.

 

Sociedad civil cubana, espacio heterogéneo


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Partiendo del supuesto de la existencia de la sociedad civil en Cuba, existe un acuerdo, entre los autores  sobre quiénes son los actores que participan de este espacio. No obstante, en las tipologías hay diferencias que vale la pena señalar, pues la investigación de la asociatividad y de las relaciones de estos movimientos y organizaciones con Estado dan algunos elementos para entender como estas relaciones se han reconfigurado a partir de la década de los noventa.

Desde la interpretación de Jorge Acanda, la pertenencia a la sociedad civil está en aquellos espacios en los que se producen y reproducen los correlatos de la hegemonía, así: “Una estructura como el mercado capitalista, instituciones como la escuela, las universidades, las asociaciones profesionales y religiosas, las organizaciones comunales y laborales, los medios de difusión masiva, las publicaciones culturales y académicas, forman parte de la sociedad civil”.[38]

Las organizaciones sociales que pertenecen a la sociedad civil cubana, según Haroldo Dilla, deben cumplir al menos con tres requisitos: tener una estabilidad organizativa, afinidad con el proyecto socialista y un carácter nacional, además de lograr cierto impacto social en el entorno en donde desarrollan sus actividades.[39] Cecilia Bobes considera de mayor importancia la definición de una sociedad civil desde la lógica de la aceptación o los marcos de legitimación social de las organizaciones.

A partir de la definición y de los marcos analíticos sobre cómo abordar el tema de la sociedad civil en Cuba, Dilla y Oxhorn elaboran una tipología de los grupos sociales que pertenecerían a la sociedad civil y sus características. Entre estos se encuentran las asociaciones fraternales, culturales y deportivas; las organizaciones sociales de masas; las iglesias y congregaciones religiosas; las organizaciones no gubernamentales de desarrollo; los centros de investigaciones y publicaciones académicas; los movimientos comunitarios; los grupos disidentes; las cooperativas; y los nuevos acores económicos En este grupo sin embargo, realiza las diferenciaciones pertinentes respecto a organizaciones consolidadas como parte de la sociedad civil, actores emergentes y la problemática inclusión de los grupos de disidentes dentro del concepto. Aborda, asimismo, la evolución de nuevas organizaciones considerando las tendencias hacia la autonomía, como en los movimientos comunitarios.[40] Las organizaciones de masas, no presentarían tendencias a la autonomización ni contradicciones frente al Estado, pero las organizaciones más recientes, como las ONG si estarían desarrollando “un discurso de autodefinición” Desde su perspectiva, Bobes expresa que en el espacio asociativo también se expresan diversas organizaciones con grados organizativos diferenciados y con visibilidad social diferente. Lo relevante, en este sentido, estaría relacionado justamente con la dimensión de la autonomía, pues plantea que estas asociaciones estarían más alejadas del Estado.[41] A diferencia de Dilla y Oxhorn que cuestionan la influencia y la presencia de los grupos disidentes a nivel nacional, para Bobes, las organizaciones, por ejemplo de derechos humanos, serían integradas como asociaciones informales-ilegales dentro de la sociedad civil.

En otros estudios realizados más recientemente, Berges, señala que la sociedad civil está constituida o definida por "aquello que aglutinaría a movimientos sociales, organizaciones diversas y en su contexto a las ONG". Las organizaciones no gubernamentales no son presentadas como entidades de acción contraria al gobierno, sino como espacios de colaboración que surgen para paliar los efectos de la crisis desatada en la década de los noventa, así como para incrementar la "acción participativa".[42] Respecto a su constitución, la autora plantea que éstas tienen el carácter de complementarias al gobierno y que pueden cumplir sus funciones gracias a tres factores: "el carácter complementario del proyecto, el nivel educacional y  la cultura política de la ciudadanía". De esta manera, las ONG son instancias de carácter voluntario "sin fines lucrativos y creadas nacionalmente o internacionalmente con apego a la ley", expresan un tipo de organización social dentro de la sociedad civil cubana, que no tienen fines subversivos ni desestabilizadores para el régimen, ni se entienden como organizaciones definidas por exclusión a lo gubernamental, sino como espacios de colaboración al proyecto socialista. Junto con esta idea, se argumenta que su existencia se enfrenta centralmente a los intentos de cooptación por parte de grupos desestabilizadores del régimen. Finalmente, hace un balance sobre su existencia, rescatando en primer lugar, su importancia como espacio de alternativas para la solución de problemas sociales, de participación popular y comunitaria, de estrechamiento de las relaciones sociales; a crear nuevas formas de interacción con el Estado; de búsqueda de financiamiento para el desarrollo nacional.[43]

Además, indica que "El Registro de Asociaciones del Ministerio de Justicia reporta una cifra que asciende a más de mil sociedades u organizaciones inscritas, con focos de acción, carácter y alcance diversos ya sean científicas, técnicas, culturales, religiosas, de aficionados, de solidaridad, logias que, con nivel de autonomía,  son expresiones institucionales de la sociedad civil cubana.", pero no menciona en lo concreto alguna organización o un grupo de organizaciones no gubernamentales que estén trabajando, ni los tipos de proyectos en los que colaboran, provocando así una generalización y por tanto una idea de homogeneidad respecto a ellas. Por otro lado, alude a la emergencia e importancia  de nuevos movimientos religiosos:

"El reactivamiento y recuperación religiosas en la Isla nos remite a uno de los segmentos que se dinamizan en nuestra sociedad civil. Particularmente iglesias evangélicas y organizaciones ecuménicas se involucran  en acciones que van desde la atención a ancianos hasta programas comunitarios y participación en el análisis de la realidad actual. Han jugado un importante papel en el establecimiento de lazos de solidaridad entre sectores norteamericanos y el pueblo cubano.[44] Organizaciones ecuménicas e incluso iglesias son contrapartes de ONG internacionales y algunas ejercen funciones en ese sentido”[45]

Haroldo Dilla, reconoce a estas organizaciones como Organizaciones no Gubernamentales de Desarrollo. A diferencia de la cifra entregada por Berges, para Dilla, las organizaciones de este tipo no sobrepasarían las dos docenas y se caracterizarían por una estrecha relación con el Estado, hipotecando así su real autonomía. Las funciones de estas organizaciones que Berges presenta a grandes rasgos, son más detalladas por Dilla, quien expresa que su aporte más significativo son las relaciones establecidas con ONGs internacionales y los beneficios para el impulso de proyectos dirigidos a la "energía alternativa, desarrollo comunitario, medio ambiente,, la educación popular, promoción de la mujer y desarrollo institucional.", y quien como la autora, reconoce que estas organizaciones apuestan por el proyecto socialista y por ende no adhieren a proyectos desestabilizadores.[46]


www.cadenagramonte.cu
Las organizaciones de disidentes, cuentan con algunos medios para la visibilidad de su existencia. Una de las herramientas fundamentales es la creación de páginas de internet en las que se presentan propuestas para la creación y la sumatoria de organizaciones con intenciones democratizadoras. Una instancia que agrupa las organizaciones con tales objetivos es la Asamblea para promover la Sociedad Civil en Cuba, que a través de una página en Internet, presenta una propuesta sobre las funciones de las organizaciones sociales cubanas que tengan como fin fundamental, la democratización en la isla.[47] Aquí encontramos además una variedad de documentos que entregan información a partir de los objetivos de las organizaciones de disidentes: la defensa de los derechos humanos a partir de la promoción de las ideas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; la promoción de la lectura libre, la demanda por la democracia, en la autonomía de las organizaciones sindicales, etc. En esta publicación, sin embargo, no hay una distinción entre las organizaciones denominadas sociedad civil y la sociedad política, pues en ella se incluyen partidos políticos de diferente carácter. Esto se explica porque en la presentación, se hace énfasis en el objetivo:

“Por ello, los animadores de la sociedad civil dentro de la Isla son, además de activistas cívicos, propulsores de un cambio que comienza a partir de la mentalidad del individuo hasta alcanzar la sociedad en su conjunto. Al proponer un ejercicio de la ciudadanía alejado de los rígidos patrones dictatoriales e ideológicos del gobierno, estos individuos le están brindando a la población un anticipo de lo que pudiera ser la vida bajo un sistema democrático.”[48]

Por otra parte, en un trabajo de investigación desarrollado por la Fundación Canandiense para las Américas, Alberto Álvarez García (2004)[49] clasifica a estas organizaciones de acuerdo a sus objetivos en 10 grupos: Frentes Opositores, Partidos, Organizaciones Políticas y Derechos Humanos Asociaciones de Periodistas Independientes Bibliotecas Independientes Asociaciones Independientes de Estudios Sociales, Científicas, Artísticas y Culturales Cooperativas de Producción Agrícola y Organizaciones Rurales Organizaciones Médicas y del Área de la Salud Organizaciones Sindicales y del Área Laboral Organizaciones de Defensa del Medio Ambiente Organizaciones de Mujeres. Respecto a este documento, queremos indicar que su extensión e identificación de numerosas organizaciones sociales de diverso carácter, da la impresión de que estamos frente a la presencia de una fuerte fuente de contra hegemonía, que estaría trabajando en la construcción de redes y espacios para la apertura democrática en la isla. Sin embargo, este catálogo no documenta ni comprueba el real impacto de estas organizaciones a nivel social, pues en realidad deja ver que las organizaciones están representadas por individuos que tienen objetivos específicos y que no agrupan a más de 15 personas dentro de las mismas. Probablemente el registro sirva, en alguna medida para identificar en un futuro, la posible aparición de una fuerza alternativa al régimen político en un escenario distinto de apertura de espacios para la participación y exposición de diversidad de ideas dentro del socialismo.

En cuanto a estas organizaciones, Hernández (2002) y Dilla y Oxhorn (2001) cuestionan su real impacto en la sociedad cubana, pues tanto las organizaciones de derechos humanos, como los grupos disidentes y la Iglesia probablemente tengan menor influencia que la religiosidad popular que no es católica sino que tiene sus raíces en la religión yoruba “Las religiones cubanas de origen africano más extendidas representan, en el nivel de la sociedad civil, una red de relaciones y movilización social más importante que la de una Iglesia católica”.[50] Sin embargo, en las tipologías todos los autores consideran a este tipo de organizaciones, enfatizando sobre su debilidad o real impacto social, pues en la cultura popular existen lógicas que tienen mayor presencia y que sugieren mayor potencialidad para la asociatividad.

Los movimientos barriales son experiencias que si bien son impulsadas desde el Estado a través de personas que tienen labores dentro de los municipios, pueden considerarse como espacios de asociatividad que obedecen también a reglas socioculturales propias de los barrios.[51]

La heterogeneidad social que en Cuba se ha desarrollado en los últimos 20 años, se empieza a reflejar en una diversidad de formas asociativas que se desarrollan en la década de los noventa, sobre todo frente a la crisis y posterior Periodo Especial. En este contexto la sociedad tiende a organizarse en distintos frentes para resolver los problemas de transporte, abastecimiento de productos alimentarios, de medicinas y otros tantos artículos de uso familiar. Independiente de las acciones dirigidas por el partido para la movilización social en función del Plan Alimentario y de la movilización de la población a partir de la dirección estatal, se activaron, por una parte las redes de solidaridad que operaron en toda la isla, es decir, se activaron mecanismos de reciprocidad entre miembros de los barrios y las familias, aunque también, comenzaron a operar otro tipo de relaciones más jerárquicas. La nueva estratificación social, contiene en si misma nuevas formas de organización para enfrentar problemas cotidianos que están relacionados con el acceso a este nuevo mercado de divisas. En este sentido, se despliegan redes familiares y sociales de colaboración que giran en torno a este problema.

De esta manera, la heterogeneidad social, expresa diferentes intereses expresados, por ejemplo, por actores emergentes de la sociedad que se organizan en función de lógicas de acceso al consumo y resuelven sus problemas desde las fronteras cada vez más de lo privado, a partir de sus redes de informalidad, que en el espacio público. Es decir, estamos ante una sociedad que se está individualizando, que actúa en los marcos del acceso a bienes básicos y suntuarios que ofrece el mercado nacional y los turistas extranjeros. En cierta medida, el Estado, no se encuentra frente a formas de organización contra hegemónicas que se configuren a partir de la crisis, sino frente a proyectos individuales de acceso a mayores ingresos.

Los grupos de disidentes a interior de la isla se han encontrado ante el desafío de luchar contra una democracia que se encuentra estructurada desde los barrios. Probablemente la democracia socialista no será derrotada por la idea de la democracia liberal mientras el Estado controle los impactos de las constantes reformas económicas sobre la sociedad, pues es el conflicto con el mercado, la profundización de la desigualdad podría desencadenar un conflicto mayor con el Estado.

 

Reflexión final: sobre la visibilidad histórica de la sociedad civil


Federación de Mujeres Cubanas. www.mabelpozo.wordpress.com
En América Latina, muchos análisis sobre la sociedad civil están orientados a estudiarla y entenderla en el marco de los procesos democratizadores que comienzan en la década de los ochenta, siguiendo la emergencia de otros actores en la década de los noventa y a inicios de este siglo. Eso expresa la preocupación de la academia por el protagonismo que la sociedad civil ha cobrado en las últimas décadas, hecho que permite la elaboración de estudios que registran su visibilidad e importancia. Hay algunos autores que ya se han preocupado por estudiar estos procesos en perspectiva histórica, añadiendo a sus explicaciones variables que permiten entender la presencia o ausencia de la sociedad civil a lo largo de la historia de los países latinoamericanos.[52] Respecto a este tema, Gómez Leyton[53] señala que la visibilidad histórica del Estado, el mercado o la sociedad civil, está condicionada por, el protagonismo que cumplen cada una de las esferas en diferentes momentos históricos, es decir, por su rol histórico, pero también por un excesivo análisis académico sobre el Estado en América Latina desde la ciencia política y la sociología.

La actual atención académica por la asociatividad en Cuba está caracterizada por la importancia político-ideológica del concepto para los diversos actores que la utilizan o analizan, pero sin duda, su importancia también se debe a la explosión asociativa registrada durante los primeros años de los noventa;[54] al desarrollo de movimientos comunitarios y religiosos que comienzan a ser estudiados y al reconocimiento de organizaciones sociales que igual que las organizaciones de masas desempeñan un papel fundamental dentro de la sociedad.

Así, algunos estudios sobre la sociedad civil en Cuba, se han concentrado más en el surgimiento y desarrollo actual de organizaciones de diverso carácter y movimientos comunitarios y religiosos; así como en la construcción de una tipología que incluye a las organizaciones que emergen en la década de los sesenta.[55] Sin embargo, el debate sobre la noción sociedad civil ha estado acompañado, en algunos análisis, por una reflexión sobre el papel de organizaciones sociales a lo largo del siglo XX.[56]

Algunas ideas respecto a la presencia de la sociedad civil antes y durante la revolución son expuestas por Acanda quien reconoce una sociedad civil que ha tenido un grado de protagonismo diferenciado de acuerdo a las relaciones que se han establecido con el Estado. Al respecto, distingue tres etapas, dentro de la revolución, en la transformación de la sociedad civil. La primera, con el triunfo revolucionario, de desaparición y autodisolución de muchas asociaciones, así como de la explosión de nuevas organizaciones que contaban con alto grado de participación y de autogestión; en esta etapa, habrá una clara visibilidad de la sociedad civil socialista sobre la visibilidad del Estado; en la segunda etapa, que comienza en la década de los setenta, el Estado cobrará mayor presencia y con ello una visibilidad mayor sobre la sociedad civil. Así:

“Si en los años sesenta la sociedad civil se expandió extraordinariamente y asumió muchas funciones típicas del Estado-gobierno, en las décadas del setenta y ochenta ocurrió un proceso inverso, y las instituciones estatal-gubernamentales asumieron muchas funciones de la sociedad civil. Era una sociedad civil muy comprimida, muy limitada. De hecho, las organizaciones de masas (CDR, FMC, CTC, entre otras) se convirtieron en una continuación del Estado gobierno.”[57]

La tercera etapa, en la década de los noventa, comenzará con la emergencia de nuevas asociaciones civiles registradas en la primera mitad de la década. Haroldo Dilla, indica que para el año 1993 se registraron aproximadamente dos mil organizaciones no gubernamentales.[58]

Por otra parte, otros autores han llamado la atención respecto al papel de la iglesia en el impulso de la asociatividad durante los siglos XIX y XX.[59] En la actualidad, la iglesia como espacio de impulso de la asociatividad cobra mayor presencia con la emergencia de nuevas organizaciones que vinculadas con instituciones de financiamiento externo, apoyan para la resolución de problemas sociales generados desde la crisis. Al respecto y sobre la presencia de la iglesia en la sociedad cubana, el reverendo García Franco, realiza una breve revisión sobre el papel de la religión en la atención a los problemas sociales. De acuerdo a Franco, existen tres tendencias religiosas importantes en Cuba: la Iglesia Católico-Romana, las Logias Masónicas y los Juegos Abakuá. Son, ellas junto con otras influencias religiosas (como las Iglesias Anglicana, Bautista y Presbiteriana) quienes atendieron problemas relacionados con la pobreza a lo largo del siglo XX. Después del triunfo de la revolución, aparecerán en el escenario cubano nuevas instituciones religiosas que colaboran con el proyecto revolucionario, por ejemplo, en “el trabajo voluntario en diferentes planes sociales gubernamentales y en la producción” Las transformaciones constitucionales en la década de los noventa, sumadas al acercamiento anterior que el gobierno tiene con las iglesias, darán mayor espacio y visibilidad a la labor de la iglesia dentro de la sociedad. Este nuevo contexto permite la emergencia de nuevas organizaciones de la iglesia e instituciones ecuménicas que desde sus fronteras, trabajan en dos dimensiones: (a) asistencial y (b) en el apoyo para el desarrollo comunitario.[60]

Considerando estos trabajos de investigación, estimo que el enriquecimiento sobre el análisis de la asociatividad en Cuba, debe enfocarse en mirar el accionar de diversos actores emergentes en distintos momentos de su historia, en el papel que han cumplido en la transformación de la sociedad, y el papel que han cumplido para mantener códigos culturales que han servido para su composición. Dimensiones como la clase, la raza, el género, la religiosidad, serían útiles para entender la sociedad civil no solamente en la coyuntura histórica con la emergencia de nuevos actores, con la explosión de la asociatividad de la década de los noventa, sino a lo largo de la historia cubana, y más allá de la intervención del Estado o del impacto del mercado, como únicos o predominantes elementos en el análisis, pues sabemos que experiencias asociativas de finales de siglo XIX contenían, efectivamente estos elementos como ejes de articulación identitaria.  Además, a partir de estas dimensiones se podría comprender, en efecto, la defensa de distintos proyectos que han surgido desde la sociedad. La visibilidad que actualmente los investigadores le han entregado a la sociedad civil, debería servir no solo para comprenderla en la actualidad, sino para entender las tendencias de desarrollo que ha tenido a lo largo de su historia.

Adicionalmente, en el análisis sobre la sociedad civil, debemos considerar la interacción entre las tres dimensiones para comprender a la sociedad civil no en sí misma, pero tampoco sólo desde su interrelación con el Estado, ni como un resultado mecánico de los problemas generados por el mercado. Más bien, considero que debe entenderse a través de una serie de factores socioeconómicos y culturales que la configuran y que evidentemente están relacionados con la forma en cómo se construyeron los Estados-nación latinoamericanos, y en cómo el capitalismo (y el socialismo) ha sido enfrentado o apoyado por la sociedad. En este sentido, las organizaciones de la sociedad civil deben ser entendidas como organizaciones constituidas por grupos de personas que comparten identidades de clase, etnia o género, a lo largo de la historia.

Finalmente, la visibilidad de las dimensiones Estado y mercado, es, en efecto, mayor que la de la sociedad civil en Cuba, debido al rol protagónico que tienen ambas esferas actualmente, sin embargo, esto no quiere decir que en la sociedad no se estén configurando procesos que entreguen mayor protagonismo a una sociedad civil más  autónoma respecto al Estado. La emergencia de nuevas organizaciones y la reconfiguración de las existentes entregan, sin duda, nueva visibilidad a la sociedad civil, que está bajo la sombra aún del protagonismo del Estado y del mercado.

 


Notas:

[1] Estudiante del Doctorado en Procesos Sociales y políticos en América Latina. Licenciada en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. En la actualidad es asistente de investigación y editora de la Revista América Latina del Doctorado PROSPAL de la Escuela Latinoamericana de Estudios de Postgrado de la Universidad ARCIS, Chile.

[2] Este concepto será abordado en la aproximación teórica sobre el tema.

[3] Acanda, 2002: 320

[4] Hernández, 1999; Acanda, 2001; Bobes, Armony, 2005

[5] Dilla, 2001, 2005

[6] Dilla, 2001; Armony, 2005

[7] Armony, 2005;  Bobes, 2002

[8] A diferencia de los folletos elaborados (en donde existen propuestas de apertura democrática y de desarrollo de objetivos muy específicos que se dirigen centralmente a la apertura de espacios políticos de participación ciudadana, en donde el papel fundamental de la sociedad civil es impulsar procesos democratizadores) en esta propuesta se plantea una refundación del orden social, en el que estaremos en presencia de un nuevo estado y una sociedad con funciones y objetivos radicalmente diferentes a los establecidos por el socialismo. La protección de la propiedad privada expresa la idea de la visión liberal de la sociedad civil, así como la recuperación de las "organizaciones intermedias", que son analizadas por Hegel (Cohen y Arato, 2001).

[9] Valdés, 1994: 61

[10] Véase: www.cubasocialista.cu/texto/cs0241.htm

[11] Ídem.

[12] Acanda, 2005:139

[13] Dilla y Oxhorn, 2001:172

[14] Bobes, 2002:227

[15] Ibid, 233-239

[16] Bobes, 2005a

[17] Armony, 2005

[18] Dilla y Oxhorn, 2001; Dilla, Fernández y Castro, 1997

[19] Acanda, 2001; Armony, 2005

[20] Dilla y Oxhorn, 2001

[21] Hernández, 2002: 54

[22] Ibíd, 2002: 55-56

[23] op. cit: 115-116

[24] Acanda, 2005: 139

[25] Armony, 2005: 24

[26] Ibíd., 2005: 24-25

[27] Dimensión administrativa del Estado-base socioeconómica de la sociedad civil

[28] Bobes, 2000; 2002; 2005a; 2005b

[29] Bobes, 2005: 68

[30] Bobes, 2002: 240-243

[31] Ibíd., 2002: 233-240-241

[32] Bobes, 2002: 233

[33] Armony, 2005: 30

[34] Dilla y Oxhorn, 2001: 161-162

[35] Acanda, 2008:11-12

[36] Ibíd., 2001: 173-174

[37] Trabajadores por cuenta propia, ubepecistas, trabajadores en actividades turísticas, trabajadores informales

[38] Acanda, 2005: 139

[39] Dilla y Oxhorn, 2001:171

[40] Ibíd., 2001:163-169

[41] Bobes, 2005a, 71-74

[42] Berges, 2001:9

[43] Ibíd., 2001:10

[44] véase las Caravanas de los Pastores por la Paz y la batalla por el regreso de Elián

[45] Berges, 2001: 10-12

[46] Dilla, 2001: 166-167

[47] Véase: www.asambleasociedadcivilcuba.info/

[48] Ídem.

[49] Véase: www.cubasource.org/pdf/organizations_s.pdf

[50] op. Cit. 99-100

[51] Dilla, 1997

[52] Olvera, 1999

[53] 2008-2009: 10-12

[54] Dilla y Oxhorn, 2001

[55] Dilla y Oxhorn, 2001; Dilla, 2005; Berges, 2008; Hernández, 1993

[56] Acanda, 2008; Bobes, 2002; García, 2005; Crahan, 2005

[57] Acanda, 2008:10

[58] Dilla, 2005: 42

[59] Crahan, 2005; García, 2005

[60] García, 2005:323-329

 

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