Gabriela Mistral, latinoamericanista

El presente artículo es un acercamiento al trabajo que, como escritora y docente, Gabriela Mistral realizó en pro de la defensa del continente Latinoamericano. El periodo aquí estudiado se concentra en los inicios de la década de 1920 y se circunscribe, básicamente, a su actuación intelectual desde México, sobre todo a partir de las colaboraciones que realizo en algunas revistas culturales de la época

Palabras clave: Vasconcelismo, revistas culturales, intelectuales, latinoamericanismo

 

Te damos una escuela en un país que no es el tuyo
para que aprendas que las distancias son mentira y
que son apariencia las líneas rojas de un mapa.
[1]

Preliminares

Gabriela Mistral... ¿Qué no se ha dicho acerca de esta mujer? Para iniciar una posible respuesta me apoyo en lo que Peter Earle ha escrito: “En torno a Gabriela Mistral los contextos críticos apenas existen  [...] ha sufrido el elogio indisciplinado de muchos críticos e historiadores. “Las obras que todos admiran son las que nadie examina”, dijo Anatole France  [...].”[2] Pese a que el artículo de Earle tiene varios años de distancia, creo que la afirmación sigue vigente; pero cierto es también que los estudios en torno a Mistral han seguido avante y ocupan no sólo la esfera de los estudios literarios, incluso, de unos años para acá, de los llamados estudios de género[3].

Las líneas que a continuación presentaré, a pesar de que navegan entre planteamientos de una y otra disciplina, se basan sobre todo en una parte de la historia de México y por lo tanto no están exentas de la relación visible u opaca que, siguiendo a Certeau, sostiene con otros estudios.[4]

En primer lugar me propongo poner en relieve las implicaciones que, en el terreno de ciertas prácticas culturales, tuvo el trabajo que Mistral llevó a cabo en México a partir de 1922, una vez que aceptó la invitación que José Vasconcelos le hiciera para colaborar en el proyecto educativo de la posrevolución. Se trata pues, de mirar el rescate y la re- creación que hizo de temas como el latinoamericanismo y el de la cierta deontología docente e incluso intelectual. Pero además es importante mirar estas creaciones sin soslayar una circunstancia particular de producción: su condición de extranjera por elección. Pensemos que, en los inicios de 1920, ser mujer y maestra de infantes formaba parte de ciertas convenciones de la cultura que no hacían sino extender la “naturaleza maternal” al terreno educativo.

Con respecto a su condición de extranjera, ésta no la convirtió en una mujer marginal. Al contrario, cuando llegó a México, su figura de mujer de letras, como veremos más adelante, formaba parte de los referentes de la intelectualidad oficial mexicana.

 

Mistral y las Revistas Mexicanas.


“¡Al fin llegaste a México! ¡Salud gentil hermana!/ De ti tenemos todos la más grata memoria/ pues eres la Sibila de una noble victoria / y orgullo de la tierra latino americana”. Este fragmento de poema fue uno de los recibimientos que en México tuvo Gabriela Mistral, cuando llegó arribó a Veracruz el 20 de julio de 1922. Enrique González Martínez,[5] Ministro de México en Chile, fungió como enlace para la llegada de la poeta a este país. Aunque uno de los contactos también fue Antonio Caso.[6]

Poeta y docente, Gabriela Mistral llega a tierra mexicana para unirse a la causa vasconcelista. Llegó a educar en un país donde el modo de hablar de los habitantes de Tlacotalpan le recordaba su propio acento.[7] Tierra recién conocida pero que hacía rato, formaba parte de sus referentes de habitante de Sudamérica. Tierra que la abrigó con palabras, paisajes y gente y que muy pronto, (incluso antes de su llegada) le otorgó un gran estatus, al darle su nombre a una de las tantas bibliotecas y escuelas inauguradas en el periodo vasconcelista.[8] De acuerdo  a Mario Schneider:

Una comitiva constituida por Jaime Torres Bodet, Julio Jiménez Rueda, Bernardo Ortiz de Montellano y Palma Guillén le dio oficialmente la bienvenida. A su arribo, acompañada de la escultora Laura Rodig y de la profesora Amantina Ruiz, se alojó en el Hotel Imperial [...].[9]

Mistral había escrito, en abril de 1921, acerca del ministro mexicano en Chile: “Y tenemos entre nosotros para honra y alegría de la ciudad que lo hospeda, a Enrique González Martínez, el alto poeta, el comentador profundo de todas las artes y el traductor mejor de habla castellana que ha tenido la lengua francesa.” (Ibidem)

Ideas, anhelos, historia y contexto conformaron la política cultural posrevolucionaria. El ejercicio cultural latinoamericano estuvo conformado con la escritura, las ideas, los viajes y los cargos públicos. Además, “los actos de pensar, escribir, crear y representar enmarcaban un espíritu patriota que enlazaba de manera más estrecha las relaciones entre el Estado y el intelectual.”[10]

El término “ciudad letrada” de Ángel Rama, puede apoyarnos para pensar en el inicio de la década del veinte como la continuación de la ciudad-país-continente- letrada-escrituraria. Es decir, como aquella construcción de un imaginario cultural y artístico en manos de un grupo específico: los intelectuales, grupo que de una u otra forma mantuvo nexos con el poder.

Cuando Mistral arriba a la ciudad de México, no está por demás mencionarlo, es recibida exclusivamente por niñas:

[…] El grupo de niñas que acaba de recibirla en la Estación de San Lázaro y que después de acompañarla al hotel donde se hospeda desfiló ante ella cantándole una canción, tan fresca tan ingenua, tan fragante, que si se lograra tangibilizarla tomaría la forma de otro ramo de rosas.[11]

En marzo de 1922 apareció en México la revista El Libro y el Pueblo, un año después que su hermana, El Maestro. Revista de Cultura Nacional. La primera fue el órgano de publicidad del Departamento de Bibliotecas de la SEP y su director era Jaime Torres Bodet. Tanto en El Maestro, pero quizá de manera más evidente en El Libro y el Pueblo podemos observar claramente cómo se cumple el planteamiento que Sarlo y Altamirano han hecho con respecto a la función de de las revistas literarias:[12]


Mencionamos a la revista literaria como una de las redes de la crítica. En realidad habrá que hablar más genéricamente de revistas “intelectuales” o “culturales”, es decir de publicaciones periódicas deliberadamente producidas para generar opiniones (ideológicas, estéticas, literarias, etc.) dentro del campo intelectual y cuya área de resonancia sólo cubre sectores más o menos restringidos de los consumidores de obras literarias.[13]

El buen recibimiento que Mistral tuvo en México encuentra su razón en cierta campaña para promoverla; campaña presente en El libro y el Pueblo que, en el número 4 de junio de 1922, a la par que difundía la Revista Costarricense, aprovechaba para reproducir la Nota Editorial de la misma:

Nos cuesta trabajo dominar el impulso de comentar el gesto del Gobierno Mexicano, que, cuando casi todos los pueblos gastan las horas (que la providencia puso en sus manos para llenarlas de luz) esterilizando el alma de sus hombres- en mezquinas y torpes especulaciones de barro; alza los brazos para mostrar al mundo, en un supremo esfuerzo de redención, al niño, como símbolo de paz y fuente de luz.[14]

El artículo es finalizado con la presentación de una iniciativa para recaudar fondos, pues en caso de que Mistral aceptara visitar Costa Rica, “se le pueda recibir dignamente”. En el mismo número, pero en la sección literaria, es reproducida una carta de la poeta en la que responde a la nota mencionada:

Sigo con cariño y admiración los progresos muy grandes – de la Escuela Costarricense: No la he olvidado: dije que le mandaran mis Rondas de Niños. Parece que no las ha recibido. Van esos cantos de madres. Se los envío porque pienso que toda revista de educación se hace para maestros y padres. No sé cómo agradecerle esa reproducción infinita de mi Oración de la Maestra. Gracias por haberla hecho llegar a todos los corazones. Pido a usted amigo, si lo cree conveniente, que algún músico de su país, haga música sencilla  y tierna a las menos malas de esas canciones. Aquí ya la tienen. Yo quiero que lleguen a las mujeres  para quienes las he escrito, yo aspiro a que siquiera un niño se duerma arrullado por la ternura que en ellos puse, (ternura no belleza). Saludo a usted y a sus compañeros de su noble labor, cariñosamente G. Mistral.[15]

En un número anterior, El Libro y El Pueblo se refirió a la poeta con las siguientes palabras: “Gabriela Mistral está entre nosotros”.

El libro y El Pueblo” cumple un gratísimo deber al saludarla en estas líneas ella que ha aplicado el más grande amor de su vida a frecuentar los libros y conversar noblemente con el pueblo. Su poesía es fundamental, su nobleza es gallarda, su cariño por México es acendrado. Un poco del alma suya va en estos poemas que como galardón supremo rindamos a los lectores para que sean leídos con amor y contados con entusiasmo.[16]

Con respecto a su estancia en México, Quezada afirma: “Será México, también, el país que le revelará en su mayor intensidad otra de sus bravas pasiones: la masa indígena o las netas indignidades vueltas conciencia viva de la raza.”[17]

Tres serían, básicamente, las cuestiones que llamaron su atención como mujer de letras e incluso de política, asuntos que además se fueron consolidando durante su estancia en México, a partir de 1921. La cuestión femenina, el problema de la educación, y el indigenismo.

Bien vale la pena decir que estos temas fueron una especie de hilo conductor en su trabajo. Como profesora rural en Chile, creó la primera escuela rural para peones en Coquimbo. Mientras tanto, en junio de 1922, una seria crisis estudiantil paraliza a la Universidad de Chile al que Mistral no se mantuvo ajena. De acuerdo a Jaime Quezada,

El conflicto pudo haber dejado indiferente a Gabriela Mistral que por esos días se embarcaba (en el Orcoma) con destino a México, “donde ninguna mujer es más querida que usted”, como le decía su invitante el Secretario de  Educación Pública. José Vasconcelos. Sin embargo, la pasión y los sentidos de la maestra chilena estaban todavía aquí [refiriéndose a Chile].[18]

Fueron también los escritores que compartían el proyecto vasconcelista quienes coincidían en asumir la labor educativa como un trabajo de difusión e instrucción de la cultura, labor que quedó estrechamente unida al ejercicio cristiano de ayuda  y entrega a la causa de la cultura. Fue precisamente Gabriela Mistral quien le escribe a Vasconcelos, a propósito de la lectura que hizo de El Maestro:

Como es bueno mostrar el bien que se realiza solamente para que el milagro se multiplique, es preciso que ustedes la envíen a todas partes. Mandándola a los semanarios populares de América, enseñarán a muchos periodistas inescrupulosos a hacer una revista para el pueblo [...] Le pido que a ser posible, la manden a nuestras escuelas secundarias y sobre todo a las normales. (El Maestro, Revista de Cultura Nacional, octubre 1921: 57).

En la contraportada del número tres apareció un exhorto de la misma poeta en el que planteaba la necesidad de servir como un deber religioso, como un deber en el que no cabía el cuestionamiento porque éste debería ser una práctica “natural” a todo ser humano.

Toda naturaleza es un anhelo de servicio [...]/ Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú; dónde hay un error que enmendar, enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú. El servir no es faena sólo de seres inferiores. Dios que da el fruto y la luz sirve. Pudiera llamársele así: el que sirve. / Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?[19]

El Maestro fue la continuación de la tradición de defensa continental con el plus de que ésta se unía al nacionalismo posrevolucionario. Por ello,  las palabras de Mistral publicadas en 1922 y que pertenecen a su famoso texto “el Grito”, son una clara muestra de esta defensa:

Dirijamos toda actividad como una flecha hacia el futuro ineludible: a América Española una, unificada por dos cosas estupendas: la lengua que te dio Dios y el dolor que le da el Norte. ¡América y sólo América!”

¡Qué embriaguez semejante futuro, qué hermosura, qué reinado vasto para la libertad y las excelencias mayores!.[20]


Nos enfrentamos, desde este discurso,  a una parte del proceso de legitimación de la cultura modelo, que resultaba ser la cultura latina. Este proceso se facilitó por la necesidad de pertenencia de Latinoamérica a un pasado no precisamente tortuoso ni vergonzante; una necesidad de entrar al escenario de la historia para refutar la mayoría de acciones y pensamientos de la “raza” aparecida de facto: la anglosajona.


Institución letrada y autoridad

Es importante retomar lo que Certeau planteó acerca de la institución histórica, que bien puede extenderse a la institución académica:

De esta relación entre una institución social y la definición de un saber[...] parece la figura de lo que se ha llamado un “despolitización” del sabio por la que hay que entender[...]la fundación de un “cuerpo” en el interior de una sociedad en la que las instituciones “políticas”, eruditas y “eclesiásticas” se especializan recíprocamente [...]

Este modelo originario se encuentra, a partir de entonces, por todas partes.

También se multiplica bajo la forma de subgrupos o de escuelas.[21]

Es bien claro que el grupo que le dio cabida al trabajo de Mistral era aquel que representaba al gobierno mexicano y que como parte del afán de reconstrucción nacional y de posicionamiento en el continente latinoamericano, elaboró sobre todo por mano de Vasconcelos, lo que Steiner ha llamado un “programa mesiánico de liberación social.” El “principio de esperanza”, que Steiner retoma de Bloch, parecía tener vigencia en aquellos años 20 y por lo tanto era el motor para que desde un espacio geográfico, que no era el centro: Latinoamérica (contrariamente a Europa)[22], cobraran vida los ecos de la educación liberal. Fundándose así el correlato entre mejor escuela- mejor sociedad, al que también hace alusión Steiner.[23] El siguiente fragmento de la Carta que Mistral le escribe a Vasconcelos en 1921 ilustra claramente este planteamiento:

Mi respetado rector i compañero/ He recibido su Revista El maestro, i quiero i debo        felicitarlo por ella, útil sencilla i sana de la primera a la última página. He de confesarle que tengo la antipatía de las publicaciones pedagógicas. Son generalmente una mezcla de estadística i de artículos de un tecnicismo árido y torpe.

La crisis de los maestros es crisis espiritual: preparación científica no suele faltarles, les faltan ideales, sensibilidad i evangelismo (perdone la palabra).[24]

Si de acuerdo a Certeau, la práctica del relato se halla en concomitancia con las prácticas culturales y si todo relato es un viaje, en el caso de la escritura de Mistral, podemos decir que al tiempo que defendía una deontología docente, también elaboraba un doble juego con respecto al viaje a través del relato. Sus escritos son pues, el “vaciado” de las sensaciones, reflexiones que le producen estar fuera de Chile.

Acaso por ello buscó con cierto afán asegurarse de que sus palabras hallarían un puente idóneo para lograr el cometido que, como un desdoblamiento de cierta ideología, se transformó en anhelo acérrimo de muchos intelectuales. Me refiero a que como Steiner lo ha planteado, “ [...] el lema jacobino de que la escuela era el templo y el foro moral de la persona libre marca la secularización de un contrato utópico, en última instancia religioso, entre la realidad del hombre y sus potencialidades.”[25]

Este afán deliberación lo hallamos en el exhorto que hace a los maestros, en El Grito:

Maestro: Enseña en tu clase ensueño de Bolívar, el vidente primero. Clávalo en el alma de tus discípulos con agudo garfio de convencimiento. Divulga la América, su Bello, su Sarmiento, su Lastarria, su Martí. No seas un ebrio dela Europa, un embriagado de lo lejano, por lejano extraño, y además caduco, de hermosa caduquez fatal.


Dos décadas más tarde, Mistral siguió bregando, a través de los viajes y de la escritura, por la defensa de cierta identidad para Latinoamérica. El discurso, “La faena de nuestra América”[26], pronunciado en 1946 es un ejemplo de cierto viraje en su manera de concebir la relación entre Estados Unidos y Latinoamérica. El tiempo había hecho su labor de cambio. La poeta se asume, entonces,  como una autoridad que puede hablar en y con el país del norte. Los años, los viajes, la vida misma justificaban que hiciera el llamado a que Estados Unidos “comprendiera” a Latinoamérica.

No soy una patriota ni una panamericanista que se endroga con las grandezas del continente. Me lo conozco casi entero, desde Canadá hasta Tierra del Fuego; he comido en las mejores y las peores mesas; tengo esparcida en la propia carne una especie de limo continental. Y me atrevo a decir, sin miedo de parecer un fenómeno, que la miseria de Centro América me importa tanto como la del indio   fueguino y que la desnudez del negro de cualquier canto del trópico me quema como a los tropicales mismos.[27]

La actuación de Mistral, bien podemos pensarla como el periplo para bregar por la reconstrucción, particularmente desde las practicas letradas, de la identidad latinoamericana. Mistral, poeta, maestra, escritora, icono que, como parte del capital cultural latinoamericano, debiéramos rescatar como a tantos otros pensadores para que, precisamente, dejen de ser reducidos a imágenes  asociadas solamente con el nombre de una calle perdida, por cierto, de alguna ciudad o provincia latinoamericana.

 


Notas:

[1] Gabriela Mistral.

[2] Earle, 1980:14

[3] Como un ejemplo se puede consultar: Fiol-Matta, Lici, “`Raras´ por mandato: la maestra, lo queer y el estado en Gabriela Mistral”, en  Debate Feminista, año 15, Volumen 29, abril 2004.

[4] Cfr. Certeau, 1997: 41

[5] La buena recepción de los escritores mexicanos fuera del territorio nacional no fue suficiente para preferir estar en Europa y no en Sudamérica, como en el caso de González Martínez. Circunstancia que no impidió que los circuitos intelectuales siguieran fortaleciéndose ya a través de fiestas literarias como la ofrecida a este escritor en Argentina  por la revista Nosotros. Julio Noé, director de la publicación pronunció: “Alzo la copa en nombre de todos por vos, señor por México, hermana nuestra por todos los que en ella sienten como sentimos nosotros y por todos los que en América, no han olvidado el sueño de Bolívar.” González  Martínez respondió: “De cualquier misión que aquí se me haya confiado ninguna podrá enorgullecerme como la de sentirme portador de un mensaje espiritual [...]”. “Fiesta literaria a González Martínez”, en El Universal, 5 de julio de 1922, primera plana.

[6] Cfr. Schneider, 1991: 6

[7]Luis Mario Schneider, cita: “[...] en la plática tenida con Rodríguez Beltrán díjole la poetisa que al comenzar a hablar con él lo había creído chileno por su acento, y es que los tlacotalpeños tienen igual entonación que los chilenos”. Schneider, Luis Mario. Gabriela Mistral, itinerario veracruzano, México, Universidad veracruzana, 1991,  p.7.

[8] A pesar del buen recibimiento por una buena parte del sector oficial, resulta importante tomar en cuenta la manera en que Gabriela Mistral fue “descrita” por un corresponsal cuando ésta arribó a la Ciudad de México. Para el periodista la presencia física de la chilena rompía el canon de lo que “físicamente” debía ser una mujer. “Gabriela Mistral tiene una fisonomía interesante. Al no ser la súbita iluminación de su sonrisa y la sencilla suavidad de su mirada, las líneas de su rostro se nos antojarían poco femeninos. Sin embargo ella nos da la impresión de la mujer en todo lo que habla. Una mujer excepcional si queréis, pero en fin una unidad femenina ennoblecida por el sentimiento puro y el pensar virtuoso.”Gabriela Mistral llegó ayer a México”, El Universal, 22 de julio de 1922, segunda plana. Negritas nuestras.

[9] Schneider, 5

[10] Bernal Alanís, 2002: 234

[11] “Gabriela Mistral llegó ayer a México,” en El Universal, 22 de julio de 1922. Primera plana de la segunda sección

[12] aunque en este caso se extrapola a las revistas culturales

[13] Altamirano y Sarlo, 1995:96

[14] El Libro y el Pueblo, junio  de 1922: 53

[15] Ibidem

[16] El Libro y el Pueblo, junio 1922:50

[17] Quezada, 1995:12

[18] Ibidem

[19] El Maestro, Revista de Cultura Nacional, diciembre 1922: contraportada

[20] El Maestro, Revista de Cultura Nacional, septiembre de 1921: 436

[21] Certeau, op.cit.37

[22] Es interesante prestar atención a la búsqueda y seducción que ciertos intelectuales europeos emprendieron hacia Latinoamérica luego de la primera guerra mundial. Un ejemplo lo hallo en los escritos publicados en la revista El Maestro. Se trata del “Manifiesto a los intelectuales y estudiantes de América Latina”, escrito por Anatole France y Henri Barbusse:

“Con fervorosa esperanza nos dirigimos a la magnífica falange de escritores, artistas y estudiantes que anhelan renovar los valores morales sociológicos y estéticos de los jóvenes pueblos de la América Latina. Al mismo tiempo que les enviamos nuestro saludo fraternal, como trabajadores del pensamiento, queremos expresarles lo que de ellos esperamos, para servir mejor, conjuntamente a la obra enaltecedora de estimular una revolución en los espíritus, conforme a los ideales que ya alborean en la nueva conciencia de la humanidad.” France, Anatole y Barbusse Henri. “Manifiesto a los intelectuales y estudiantes de América Latina”, en El Maestro, Revista de Cultura Nacional México, no. 3, junio de 1921 p. 253.

[23] Steiner hace un recuento de las creencias  en torno a las que durante algún tiempo estuvieron vigentes en el mundo occidental las “certezas” de un desarrollo y crecimiento cultural. Estas creencias sin embargo pronto se vieron desvanecidas tomando forma de desencanto y desesperanza. Hechos emblemáticos para esta situación fueron las dos guerras mundiales. Steiner, George, “En una poscultura”,  En el castillo de Barba Azul. Aproximación a un nuevo concepto de cultura. España, Gedisa, 1991 (Grupo: Ciencias Sociales/ Subgrupo Filosofía). Para la referencia en el cuerpo del texto véase páginas 97 y 98.

[24] El Maestro, Revista de Cultura Nacional, octubre de 1921: 57

[25] Cfr. Steiner: 101

[26] De acuerdo a Jaime Quezada el discurso fue publicado originalmente en la revista Política y Espíritu, en Santiago de Chile en septiembre de 1946.

El  discurso fue pronunciado en la sesión extraordinaria del Consejo Directivo de la Unión Panamericana, celebrada en honor de la propia Mistral.

[27] Cfr. Quezada: 155-156

 

Bibliografía:

Altamirano, Carlos y Sarlo, Beatriz (1995),  Literatura/ Sociedad, Buenos Aires, Hachette.

Certeau, Michel de (1997), “La operación histórica” en Perus, Françoise (compiladora), Historia y literatura, México, Instituto Mora, (Antologías universitarias).

Earle, Peter, (1980) “Gabriela Mistral: los contextos críticos”, en Gabriela Mistral, (Introducción de Mirella Servodidio y Marcela Codduo), México, Centro de Investigaciones Lingüístico-Literarias/ Instituto de Investigaciones Humanísticas/ Universidad Veracruzana.

Quezada, Jaime (1995), (selección, prologo y notas). Gabriela Mistral, escritos políticos, Chile, F.C.E. (Tierra Firme).

Schneider, Luis Mario (1991), Gabriela Mistral, itinerario veracruzano, México, Universidad Veracruzana, 1991.

Steiner, George, (1991), “En una poscultura”,  En el castillo de Barba Azul. Aproximación a un nuevo concepto de cultura. España, Gedisa, (Grupo: Ciencias Sociales/ Subgrupo Filosofía).

 

Hemerografía

Mistral Gabriela. “Carta a Vasconcelos”, en El Maestro, Revista de Cultura Nacional, México, octubre de 192.

_____  “Sin título”, en El Maestro, Revista de Cultura Nacional, México, no. 3. diciembre de 1922, contraportada.

_________ “El grito”, en El Maestro, Revista de Cultura Nacional, México, nos. 5 y 6, septiembre de 1921.

“Una carta de Gabriela Mistral a José Vasconcelos”, en El Maestro, Revista de Cultura Nacional, México, no. 1, octubre de 1921.

Gabriela Mistral está entre nosotros”,  en El Libro y el Pueblo, México, no. 2, junio 1922.

“La Escuela Costarricense”, en El Libro y el Pueblo, México, no. 4, junio de 1922.

Bernal Alanís, Tomás, “Entre la historia y la literatura, el imaginario revolucionario”, en Tema y variaciones de literatura, mito historia y literatura, No. 18, México, UAM-A, 2002.

 

Diarios

El Universal, México, 22 de julio de 1922.