Cuando Fals Borda recibió la Orden Gerardo Molina, en septiembre de 2002, refiriéndose al maestro que le daba su nombre, planteó la “dualidad entre el intelectual y el político” como “problemática”, en relación con el devenir de la universidad colombiana, sujeto a vaivenes “cíclicos” de énfasis en la acción, en unos períodos, y de aislamiento de la realidad social, al convertirse en tecnócratas y apolíticos, en otros. En ese momento anunciaba la llegada de un ciclo, que superaría o sintetizaría los anteriores, expresado en la figura del “equilibrio vivencial que tenía el Maestro Molina entre el intelectual y el político”. (Fals Borda, 2003: 139) Orientación que se pondría en dirección del largo proceso acreditado por él a través de la adopción de la Investigación Acción Participativa (IAP); pues en ella se produce la confluencia de una teoría y metodología académicas con el movimiento práctico de las comunidades y de los pueblos. Si bien la investigación en este caso no obedece a un compromiso político directo con una organización política, como es la crítica que subyace al carácter problemático de esa dualidad, si lo es desde el punto de vista de los fines implícitos en ese tipo de búsquedas.

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