El hispanoamericanismo visto por la prensa española. Los casos de La Época y El Imparcial
Hispano-Americanism seen by the Spanish press. The cases of La Época and El Imparcial
O hispanoamericanismo visto pela imprensa espanhola. Casos de La Época e El Imparcial
Alfredo Rajo Serventich[1]
RECIBIDO: 22-11-2016 APROBADO: 21-12-2016
Resumen
Resumen: Durante los años 1885-1901, desde los periódicos El Imparcial y La Época, representativos de las dos tendencias políticas que se disputaron el gobierno en el periodo de la Restauración, el tema hispanoamericano no ocupa un lugar preferencial, salvo en circunstancias muy especiales, como las fiestas del Cuarto Centenario o el Congreso Hispanoamericano de 1900, concentrándose sobre todo en información de tipo oficial. El presente trabajo aborda las percepciones sobre España en América del Sur, con imágenes periodísticas sobre lo español y lo americano, las reflexiones fini y principio seculares sobre la nación y la patria. Asimismo se pondera el sustrato económico de lo anterior.
Palabras clave: Hispanoamericanismo, prensa escrita española, percepciones sobre la nación.
Abstract
Abtract: During the years 1885-1901, from the newspapers El Imparcial and La Época, representatives of the two political tendencies that were disputed by the government in the period of the Restoration, the Hispanic American affaires do not have a crucial place, except under very special circumstances, such as the celebrations of the fourth Centenary or the Hispano-American Congress in 1900, focusing mainly on information of the official kind. The current work deals with Spain´s image in South America, with journalistic opinions of the Spanish and the American issues, the final reflections and secular principles on the nation and the homeland. Likewise the economic substrate of the above is pondered.
Keywords: Hispanoamericanism, Spanish printed press, perceptions about the nation.
Resumo
Resumo: Durante os anos 1885-1901, a partir dos jornais El Imparcial e La Epoca, representando as duas tendências políticas que os governos jogados no período da Restauração, a questão hispano-americana não ocupa uma preferencial, exceto no lugar circunstâncias muito especiais tais como as celebrações quarto centenário ou o Congresso Hispano-americana de 1900, centrado principalmente na informação de taxa oficial. Este artigo aborda as percepções da Espanha na América do Sul, com imagens jornalísticas nos, as reflexões fini espanhóis e norte-americanos princípio secular sobre a nação ea pátria. É também pondera substrato económico do acima é também pondera.
Palavras-chave: hispano-americanismo, imprensa espanhola, as percepções da nação.
Durante los años 1885-1901, desde los periódicos El Imparcial y La Época, representativos de las dos tendencias políticas que se disputaron el gobierno en el periodo de la Restauración, el tema hispanoamericano no ocupa un lugar preferencial, salvo en circunstancias muy especiales, como las fiestas del Cuarto Centenario o el Congreso Hispanoamericano de 1900, concentrándose sobre todo en información de tipo oficial.
El contexto de la situación descrita es que Madrid, ciudad que albergaba a las publicaciones mencionadas, contaba con una población de 500 mil habitantes. Por otra parte, el analfabetismo en España alcanzaba el 72 por ciento, porcentaje que constituía un tercio mayor que la media europea. En este país, de 17 millones de habitantes, los lectores potenciales de periódicos ascendían a cinco millones. De ello, se desprende que tales lectores formaban parte de una elite cultural.[2]
No obstante, el desarrollo de la prensa en España en el siglo XIX, marca claros tintes capitalistas que enmarcaban considerables producciones de la prensa periódica. En la década de los ochenta, el tiraje diario de El Imparcial era de 40772 ejemplares. La Época alcanzaba los 2012 por 1898, en cambio, El primero habría alcanzado los 80 mil, aunque presumía 140 mil. Es de destacar que La Época, era considerada el órgano de la gran burguesía y aristocracia, ambas de ideología conservadoras[3]
Otro aspecto señalado por el catedrático Adolfo Posada, ya en el siglo XX, era que la prensa española expresaba los “climas de opinión”, los cuales estaban entretejidos por tres factores, narradora de acontecimientos, abogada de una causa concreta y la imprecisa, representada por el partido en turno en el poder.[4]
María José Ruiz Acosta representa una gráfica de la evolución de las publicaciones en el periodo 1878-1913. En el comienzo de este lapso las publicaciones registradas eran 1136 ante las 308 de carácter periódico. Cuatro años después, en 1882, eran 1136 y 917, respectivamente. Para 1900, año del Congreso Hispanoamericano la distancia se acorta: 1347 publicaciones frente a 1200. En 1913 se igualan en 1980.[5]
El tema que convoca a esta publicación es el hispanoamericanismo visto por la prensa española. Es menester, en consecuencia, incursionar en el terreno de las definiciones de esta dimensión identitaria, por parte de la elite intelectual, escritora y lectora de la prensa periódica.
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Según Isidro Sepúlveda, el Hispanoamericanismo puede definirse como un movimiento en pos de la articulación de una comunidad trasnacional. Ésta estaría sustentada en la identidad cultural, mismo idioma, religión, historia, costumbres o usos sociales. En consecuencia, forja una comunidad imaginada bajo la primogenitura española con repúblicas americanas, de ahí el apelativo de Madre Patria.[6] Por lo demás, para el mismo autor “el sueño de la Madre Patria no fue pródigo en logros tangibles, sino utilizado para un auditorio nacional (español)”[7]
Sepúlveda plantea como debilidades conclusivas del hispanoamericanismo, las tardanzas de los nacionalismos culturales en devenir, en nacionalismos políticos. Esto se puede interpretar en la irrupción de un nacionalismo quijotesco en el 98 o la irrupción del nacionalismo protofascista español, de los veinte en adelante.[8]
En una perspectiva comparada del hispanoamericanismo, en otro orden, el de la socialidad académica, Palmira Vélez aporta elementos concluyentes. El latinoamericanismo (la autora lo entrecomilla) y el hispanismo norteamericanosse interesan en una historiografía política e institucional sobre el Imperio español. Los estudios al respeto de los indígenas y primeros pobladores del continente americano, están a cargo de los americanismos francés y alemán. En el caso español, con respecto a los Congresos Internacionales de Americanistas, la autora es contundente: desde 1875 hasta 1936, España organiza solamente tres congresos. Vélez comenta en estas instancias internacionales, la relativa marginalidad historiográfica internacional en la cual incursionaba España. Además, la autora explica que los Congresos no exaltaban el Imperio español, aunque no alimentaban la leyenda negra hispánica. Resalta que la materia prima de los Congresos, temas antropológicos y arqueológicos, lingüísticos y precolombinas, no eran trabajados de manera mayoritaria por americanistas españoles.[9]
La pregunta que surge es cómo esa significación del Imperio español no está inmersa, con diversas gradaciones según las posturas políticas, en el imaginario nacional español de la época.
En palabras de Sepúlveda, el papel de la nación se delimita como un hecho consolidado y socialmente asumido. Las circunstancias para tal estado de cosas son el creciente estímulo nacionalizador, la centralización del sistema de enseñanza, la integración paulatina de un mercado y economía nacionales y la consolidación de una prensa local de repercusiones nacionales.[10]
Este nacionalismo expresado por sectores emergentes de la opinión pública tiene sus detonantes. Para importantes expresiones políticas como el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), la idea nacional emerge en la segunda mitad del siglo XIX con el debate sobre el anticolonialismo español en El Caribe y la percepción de guerra impopular “en la que solo mueren los pobres”[11]
Sobre un frente de este conflicto, la guerra de Cuba, Leopoldo Alas “Clarín” escribe un conjunto de artículos que tienen como sustrato los problemas del pueblo trabajador español, los ricos y demás beneficiarios del conflicto, distancia entre soldados y oficiales, Iglesia patriotera, papel de los periódicos, en su mayoría belicistas.[12]
Un crisol de posturas políticas, emergen tras el evento. Una de ellas, la de Emilio Castelar, quien afirma: “Entreguemos a los hijos de ambas Antillas toda la parte del gobierno que pueda corresponderles en la democracia más amplia, sin detrimento de la integridad nacional”. Integridad de la comunidad imaginaria hispanoamericana, unidad indestructible de España y América, son algunas definiciones que aparecen al calor del conflicto.[13]
Lissorgues comenta que las posiciones contra la guerra fueron sustentadas por los republicanos federales comandados por Francisco Pi y Margall, así como por el PSOE y partidos obreros y anarquistas.[14] Al respecto, retoma a Pablo Iglesias:
La conclusión que se impone, y que podría explicar el olvido ulterior, es que las campañas lanzadas contra la guerra desde El Socialista, de Madrid, o La Lucha de Clases, de Bilbao, no encontraron eco suficiente en el país.[15]
Al decir de Lissorgues, todos los artículos de Pablo Iglesias, los de Unamuno y otros que vienen sin firma, fijan causas reales: lucha de intereses entre la burguesía cubana y la burguesía americana.[16] En todo caso, según el autor citado, todas las expresiones periodísticas adolecen de un profundo desconocimiento del Partido Revolucionario Cubano y de José Martí.
Para el momento de la crisis terminal del sistema colonial español se aprecian, además del corte comercial de las publicaciones periódicas un cambio en los contenidos. Las editoriales se concentran más en cuestiones políticas, sociales o económicas. En el marco de 1898, El Imparcial dedica secciones a analizar los partes bélicos de la guerra de Cuba.[17]
Como se ha mencionado, el periodismo de empresa, es fruto del tiempo y periodo que se ha referido. A fines del siglo XIX, Unamuno y Maeztu dan por terminada la época del «periódico evangelizador y confirman la aparición en la prensa del “factor y system”.[18]
María Dolores Saiz sostiene que en los años finales del siglo XIX y comienzos del XX, los periódicos de empresa, prevalecen sobre los de partido que inician un proceso de decadencia irreversible.[19]
Según la citada autora, alcanzan buenas tiradas La Correspondencia de España, El Imparcial, El Liberal y Heraldo de Madrid, mientras que La Época, El Nacional, El País, El Globo, El Progreso, entre otros, no logran trascender los resultados de los primeros tiempos.[20]
Una pregunta es cómo ubica la elite intelectual española el 98. Al parecer fue un golpe a la conciencia colectiva que tendría dos derroteros: la europeización de lo español y cierto ensimismamiento que compartirían durante décadas:
Pero los hombres del 98 pronto dieron un cambio de rumbo: Tras una etapa de euforia europeísta, el conocimiento más profundo e íntimo de los valores nacionales auténticos les llevó a valorar mejor lo que antes despreciaban. La reorganización material de España y la europeización les parecieron enseguida remedios parciales para el mal nacional. Remedios parciales e inadecuados. Así comienzan a ver en el “espíritu europeo” el mal del materialismo y del racionalismo. Su espiritualismo, antimaterialismo y antirracionalismo les llevó a acentuar los valores espirituales patrios frente a los europeos. “Hay que iberizar a Europa”, clamará Miguel de Unamuno.[21]
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A partir de la revisión de El Imparcial y La Época se infiere que el interés internacional de España estaba ubicado en las relaciones con los otros países europeos. El diferendo con Alemania al respecto de las Islas Carolinas ocupa un lugar destacado en la prensa de la época. Otras preocupaciones que se expresan en la prensa tienen que ver con la relación más conveniente, para los intereses de España, con Francia o Inglaterra. Al parecer los republicanos españoles tendrían cierta predilección por Francia y su república conservadora en el periodo referido. Algo que, con cierta frecuencia, critica el periódico La Época, muy inclinado al político conservador Francisco Silvela. Los sectores inclinados al libre comercio esperan mucho de Inglaterra. Cuando España llega a la coyuntura de 1898, las preocupaciones giran en torno a Estados Unidos, las opiniones de la prensa de Europa Occidental y las actitudes de los gobiernos europeos, con cierta zozobra, evidentemente.
En el plano interior, Enríquez del Árbol esboza “la imposibilidad de avance en un régimen político bipartidista de oligarquía y caciquismo, el rechazo de las masas desmoralizadas y el azaroso discurrir de un catolicismo confundido.”[22] Éste sería el sustrato que da pie a ingentes creaciones periodísticas.
Como se ha expresado, Cuba y los cubanos ocupan un lugar destacado, aunque la percepción del insurgente está muy imbuida en la tónica de la barbarie. Con respecto a América Latina, las notas son exiguas. No obstante, la percepción es que son representativas de la manera cómo abordaba la prensa escrita a Latinoamérica y de alguna manera, se podría extrapolar como veían los pueblos de la península los temas americanos.
Percepción sobre España en América del Sur
En 1885, se detecta cierto énfasis de la prensa española por destacar una variación de los gobiernos y ciertos sectores sociales de América del Sur, con relación a la manera como los pueblos latinoamericanos ponderaban sus festividades de la Independencia.
Al decir de María Fabiola Di Mare, a punto de concluir el siglo XIX, el espíritu de modernización de la clase intelectual hispanoamericana había llevado a las jóvenes generaciones intelectuales a contribuir a la forja de una conciencia de la nación marcada por buenas costumbres, racionalidad, paz, entre otros valores.[23] Esto se refleja en la mayor moderación de las imágenes de España en América.
Esta ética aparece también en segmentos de la prensa española, como es el caso de un artículo denominado “En la América del Sur”, publicado por La Época, la cual destaca ciertos sentimientos en torno a España:
Todos convienen en que los sentimientos de afecto y consideración hacia España, su antigua madre patria, se desarrolla más y más fuertemente cada día que pasa en todas aquellas Repúblicas.[24]
Una de las claves para entender esta circunstancia de afecto creciente a España es la propia elaboración de este país acerca de su imagen benevolente. Vinculado a ello, Sepúlveda asevera:
Además de las apelaciones a la búsqueda de la verdad histórica ya fuera mediante una sistemática labor historiográfica o como un ensayo de dignificación y exculpación, la campaña contra la leyenda negra fue llevada a cabo por otros medios. Uno de los más prolíficos por la facilidad con que podía ser manejado y por la segura respuesta social que despertaba, era la comparación entre los métodos colonizadores de España, las otras potencias europeas y Estados Unidos.[25]
Este último caso, según Sepúlveda, arrojaba para España una imagen benevolente que ensalzaba una falta de racismo frente a Estados Unidos, en un intento por echar para atrás la noción de debilidad del mundo hispano con respecto al anglosajón.[26]
La comunidad lingüística iberoamericana es resaltada por este segmento del periodismo español, a la vez que se destaca la participación popular en los ejercicios de exaltación patriótica:
Tanto las clases más elevadas como el pueblo comprende que todos los que hablamos en uno y otro hemisferio la lengua de Cervantes, somos hermanos, y que un solo sentimiento y un solo interés debe unirnos a todos en estrecho vínculo como a individuos de una misma noble familia.
Últimamente se ha demostrado bien a las claras esa fraternal simpatía con motivo de las fiestas que algunos de aquellos Estados han celebrado para conmemorar el aniversario de su independencia.[27]
La nota hace referencia que en Chile tuvo lugar un acto patriótico, al respecto de la independencia el 18 de septiembre. Se hace mención la presencia del representante español, junto con todo el cuerpo diplomático, en la república andina, la realización de una fiesta cívica que incluye un Tedeum en la catedral, banquete en el Palacio de la Moneda y una representación de gala en el teatro municipal. Los espacios de sociabilidad, se infiere a partir de esta nota, se recrean a partir de una convivencia de la Iglesia y el poder político, con ciertos sectores aristocráticos de la sociedad chilena.
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La intención explícita es hacer tabula rasa del pasado colonial, socavar la interpretación liberal de los trescientos años de oscurantismo para arribar a un horizonte de comunidad:
Ni en discursos ni en brindis hubo la menor alusión a la época de la dominación española, limitándose todos a ensalzar la prosperidad y el engrandecimiento del país.
En el teatro se cantó el nuevo himno nacional, y luego la ópera II Trovatore: en dicho himno se han suprimido algunas estrofas que en el antiguo se referían a España con lo cual Chile, su ilustrado Presidente y su Gobierno, dan alto testimonio de su cultura, de su tacto diplomático y de su sincera estimación hacia nosotros.[28]
La misma nota hace referencia a Guatemala, brinda una descripción sobre las nuevas reglas de la diplomacia que iban campeando por esos años, que denotan un esfuerzo de la diplomacia española y algunas repúblicas latinoamericanas de recomponer las relaciones, sobre todo en el terreno de los símbolos que podían ser discordantes, como son los de la lucha por la Independencia:
En Guatemala [...] la colonia española [...] celebró anticipadamente una reunión, en la que se acordó por unanimidad que el día de la fiesta de Guatemala, todas las casas de españoles ostentasen, en cada una de sus ventanas, dos elegantes banderas de gran tamaño, una española, y otra guatemalteca, [...].
Tan pronto como el Gobierno de la República y la municipalidad de la ciudad de Guatemala tuvieron conocimiento de tan caballerosa determinación, dispusieron que todos los edificios públicos y los de las calles que había de recorrer la comitiva oficial, fuesen engalanados con banderas, escudos, gallardetes y otros trofeos, mitad guatemaltecos y mitad españoles.
[...] El orador terminó con los gritos de: “Guatemaltecos, ¡viva España!” “Españoles ¡viva Guatemala independiente y libre![29]
Al año siguiente, El Imparcial, que reflejaba una visión generosa con respecto a los sectores liberales de la Restauración, entre ellos los de la izquierda dinástica, sostiene posturas similares con respecto a las percepciones antedichas. En un artículo que lleva por nombre “España en el Ecuador” expresa tal circunstancia en el hecho que “Pasaron ya, por fortuna los tiempos aquellos en que el nombre de España y la calidad de ciudadano español eran mirados en América como símbolos de conquista y tiranía.”[30] El tratamiento editorial del periódico es muy indicativo al respecto del tema de la civilización, con menciones al costo social de los europeos en la conquista, con el recurso retórico de “ríos de sangre”. Además, recalca el texto, el papel exclusivo de España como descubridora y exploradora.
Sin mencionar acontecimientos de la en ese entonces historia reciente como el bombardeo de Valparaíso o las acciones sobre Perú, la fuente asevera que:
Chile, Perú y Bolivia, en los últimos años, y el Ecuador recientemente se han reconciliado con la madre patria cantando al par que nosotros nuestras glorias, deplorando con nosotros nuestras desdichas y contribuyendo al remedio de nuestras catástrofes.[31]
Llama la atención la visión de comunes catástrofes, la cual aparece tempranamente en este bosquejo editorial y sobre todo la idea de comunidad ante ella. Luego, trae a colación alguna muestra del periodismo ecuatoriano:
En nuestras relaciones diplomáticas –dice El Progreso periódico ecuatoriano- España debe ocupar el primer lugar; España, la gloriosa conquistadora de estas ásperas y gigantescas montañas; España, colonizadora de las vastas tierras del continente que más obstáculos ha ofrecido al trabajo humano.[32]
Resalta una imagen del valor y los emprendimientos de los conquistadores europeos sobre la naturaleza inhóspita. A la vez, emerge otra concepción del ser del dominio que, como señalara Sepúlveda con anterioridad, transita España del papel de dominio paternal al de hermana mayor:
Si en días de gloria y embriaguez de libertad insultamos a la generosa nación que nos trajo la cruz, las letras y las ciencias, con la sangre latina, hoy que los desengaños de la independencia nos encuentran más tolerantes y discretos, España debe ser, no sólo la madre de los heroicos tiempos de la conquista, la gobernadora de esos oscuros pero fecundos tiempos de la colonia; sea ante todo la hermana mayor; la nación libre que, puesta a la cabeza de sus hijas americanas ha de presidir tal vez los destinos de una confederación peligrosa fundada en las tradiciones de raza y en comunes glorias y aspiraciones.[33]
Un recurso socorrido es exaltar la grandeza de los gobernantes precolombinos, la narrativa tendiente a romantizar la búsqueda de los metales preciosos y la naturaleza salvaje de lo americano dominado por la invención del heroísmo medieval, transpolado en los ideales de la Ilustración:
[...] Aquí en esta patria de Hualnacápac y Atahualpa –soberanos del imperio más grande los indígenas americanos,- Francisco Pizarro y Diego de Almagro combatieron con las inclemencias de una naturaleza salvaje, cuando iban en demanda de la soñada Tierra del Oro. Por estas cordilleras y bosques avanzó Alvarado, coronando así uno de los viajes más fabulosos de la historia; Gonzalo Pizarro forzó el paso hacia el Amazona y padeció esos quebrantos que lo hicieron menos afortunado y más héroe; Orellana se lanzó por el Marañón sobre una tabla, verificando una de las audacias más locas del heroísmo español ¡Cómo borrar de nuestra historia las huellas castellanas! Las cordilleras rotas, las tierras subyugadas, la barbarie vencida, nos recuerdan a esa nación, fuerte en la lucha, constante en las labores de la paz, y amante de la Ilustración.[34]
El manejo retórico que antecede la Nueva Edad Media de los años veinte del siguiente siglo, propicia un espíritu unionista en el que resalta el concepto de raza y recluye a lo patológico otras formas de concebir el ser latinoamericano:
La unión de España y sus Américas debe ser el hecho que en la actualidad prepare la preponderancia de nuestra raza y nos aparte de esta exclusión egoísta en que vivimos estas personalidades enfermas de la América latina.
Y esto ha de mostrar también que las naciones de linaje castellano, si riñen un día como caballeros, como tales olvidan sus agravios, mostrando así la grandeza y lealtad de esos gallardos justadores de la Edad Media, a quienes sí los oscurece la afrenta y les mueve la venganza, la generosidad les junta con el abrazo de lidiadores honrados. Hoy, pasados algunos años de casa aparte, quién no exclamará este lado de los mares: “¡Viva España![35]
Percepción sobre lo español y lo americano
Para 1891, desde La Época, se redacta una nota que vislumbra la concepción que tiene este periódico conservador sobre algunos acontecimientos latinoamericanos, además del comportamiento social de los pueblos. Agitación perpetua, carácter de los pueblos, raza española en ambos márgenes del Atlántico apegada a la tradición idiosincrática, necesidad de personificación del poder, expresadas en los caudillos, síntesis entre la influencia de la forma de gobierno estadounidenses y una cultura basada en reglas ancestrales, son algunos de los elementos con los que el diario pretende explicar las circunstancias presentes en el Chile de Balmaceda:
Mas prescindiendo de los hechos últimos, y elevándonos a la investigación de las causas que motivan la agitación perpetua en que viven las Repúblicas americanas de origen español, sálenos al punto al encuentro la contradicción que existe entre el carácter de los pueblos que habitan aquellas comarcas y la forma por ellos elegida para su régimen y gobierno.[36]
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El recurso aquí es notorio: el liberalismo radical y popular no va con la naturaleza costumbrista de estos pueblos. Tales expresiones irían contra los dictados culturales del hispanoamericanismo conservador del periódico La Época.
La tradición emerge entonces como un todo envolvente de lo americano imbuido por la cultura española. El misoneísmo es entonces, para el conservadurismo un modelo a seguir. Las convenciones conservadoras contra la cultura popular son recurrentes.
Ha sido y es la raza española tan apegada a la tradición, que ni todo el impulso de los tiempos modernos, removedores como ningunos otros de las instituciones pasadas, han podido desarraigar de nuestras costumbres, el sedimento que en ellas ha dejado la corriente transformadora de los siglos. Más no son estas costumbres hijas del capricho, sino consecuencia natural y legítima de nuestro modo de ser, que coincide en lo esencial con la índole de los pueblos meridionales.
El barroquismo y sus ideales mostrativos permiten el esbozo de esos pueblos temerosos que necesitan las imágenes de lo sagrado para dar coherencia a su vida. Un ideal anti intelectual pareciera ser la clave de la nueva convivencia deseada:
Domina en nosotros –y, al decir nosotros, nos referimos a la raza latina en general- la viveza de la fantasía sobre las arideces de la razón: todas nuestras ideas toman el ropaje del símbolo. Nuestro entendimiento apenas si percibe las ideas abstractas. En religión necesitamos la imagen. El pueblo español no percibe los atributos de la Divinidad si no los ve y toca encarnados en las formas plásticas derivadas del antropomorfismo pagano. El culto delirante de los aragoneses a la Virgen del Pilar, como la veneración que en las ciudades y aldeas españolas se tributa a las diferentes advocaciones de Cristo o de la Virgen, prueban evidentemente esta necesidad que siente nuestra raza de las presentaciones materiales de las más abstractas ideas.[37]
La imagen de lo foráneo estadounidense es confrontada y bárbaros son sus designios. La reciente publicación de Ariel (1900) de José Enrique Rodó provee los recursos para el pensamiento antimoderno:
Lo que sucede en religión acontece en política. La idea del poder necesita de la regia pompa, del brillo del Trono y de los resplandores de la Corona. Cuando filósofos o ideólogos han logrado en nuestra vieja Europa, con sus predicaciones y paradojas, el triunfo de los ideales republicanos, bien pronto han sido derrotados éstos por tiranos, caudillos o dictadores apoyados frenéticamente por las muchedumbres, que cedían en sus movimientos irreflexivos a esta aspiración latente de las razas meridionales.[38]
Y Emmanuel Kant es parafraseado por el periódico conservador español. La agitación perpetua y no la paz parecen denotar la personificación de los cesarismos, parodias del poder de los reyes, además:
[...] A esta condición de raza responde también lo que sucede con las Repúblicas americanas. Existe allí una flagrante contradicción entre la forma republicana debida sin duda a la influencia que sobre todo el Continente ejercen los Estados Unidos, y el anhelo, acaso no razonado, de los pueblos americanos de personificar el poder en un dictador, convirtiendo así al régimen republicano en una parodia de la Monarquía.
Las luchas enconadas y sostenidas en Venezuela por Páez y Falcón, y las revueltas de que fueron principales promovedores Moragas y Guzmán Blanco, y en el Perú los desastrosos sucesos en que intervinieron los generales Balta, Pardo y el dictador Gutiérrez, así como los recientes desórdenes de Buenos Aires y la última guerra de Chile, revelan cuán es la causa principal de la agitación perpetua en que viven aquellos pueblos.
[...] Esa República [Chile] del mismo modo que todas las del Sur, llevan, como suele decirse, la serpiente en el seno. Sus desventuras nacen de no haber encontrado aún, acaso por no haber salido del periodo de gestación, la fórmula de armonía entre su índole, sus costumbres y sus orígenes y su forma propia de Gobierno.
Un siglo de rudas experiencias viene demostrando que no son los moldes republicanos los más adecuados para fundir en ellos las definitivas nacionalidades americanas, y menos si no tienen el contrapeso de las ideas conservadoras en su doble carácter religioso y político, las cuales pueden enfrentar lo mismo a las muchedumbres alborotadas que a los hombres que rigen los Estados.[39]
Finalmente, el proyecto de dominación neocolonial localiza en el banquillo de los acusados a los caudillismos sin sustento racial y costumbrista que el hispanismo conservador pretenderá sentenciar.
Contradicciones entre la elite española por fondos provenientes de América Latina
Es un hecho relativamente conocido el enfrentamiento en la comunidad española de México al respecto de divergencias en torno a los fondos recaudados para las más diversas actividades. En concreto, la cuantía del efectivo percibido para armar a la marina de guerra española, suscitaron una serie de suspicacias en torno al manejo de tales fondos. Un aspecto que llama la atención en torno a los intereses de esta investigación, es el tratamiento que brinda El Imparcial, en torno a un donativo considerable procedente desde México. Con el sugerente título de “Quejas de patriotas”, el diario reproduce párrafos de un comunicado que residentes españoles en México han dirigido a El Correo Español, influyente diario de esta comunidad.
En primer lugar, se vislumbra una sublimación del patriotismo ejemplificado en las donaciones: “Rasgo tan meritorio y tan español, reclamaba de todos nosotros gratitud y respeto. Ese dinero era y es la ofrenda más noble que en el altar de la nación podía presentarse”. Altar, patria y dinero son muchas veces entidades difíciles de conciliar, sin embargo, la intencionalidad del periodista que la escribió, parece ubicar a la gente del dinero en México y América Latina en una de esas pretendidas alturas, a la que brinde realce una efectiva rendición de cuentas en torno a qué hacer con los recursos económicos aportados. La nota introduce determinada sospecha acerca de los armadores beneficiados:
El motivo principal [de las quejas] es el de haber los delegados en Madrid de la junta central dispuesto de los fondos recaudados hasta aquí, para encargar la construcción de un barco de guerra en proyecto a la casa Noriega y Vea-Murgía.
Creen los comunicantes que los señores Castelar, marqués de Comillas y Suárez Guanes, que son los delegados aludidos, debieron, antes de adoptar semejante resolución, llenar algunas más formalidades que la de consultar por telégrafo a D. Telésforo García, máxime cuando se hallaba en Madrid D. Antonio Basagoiti, presidente de la junta central de Méjico, y patriota que ha dado más de veinte mil duros para la suscrición [sic].¡Nadie, como el Sr. Basagoiti, para conocer el espíritu y los deseos de aquellos industriales, comerciantes y hasta obreros que separan de sus ganancias, o de su jornal, parte considerable, con la cual auxiliar a su madre España![40]
El interés por resaltar la personalidad de Basagoiti es evidente. Sobre todo, a través de cierto positivismo latente que recuerdan aquel “Evangelio de los industriales” de Saint Simón, que precisamente habla de clases productivas y ociosas, encontrándose las primeras entre las citadas por el autor de la nota. La duda que se presenta es al respecto de Basagoiti, figura económicamente poderosa aunque de menor monta, en ese aspecto, que Bruno Zaldo u otros capitalistas “indianos”, pero políticamente influyente a través de todo un estilo de dirigir las empresas, además de sus aptitudes como promotor de actividades financieras.
Sobre lo nacional y la patria
En el contexto de la última etapa de la guerra de Independencia de Cuba, el gobierno español en esta isla reivindica su patriotismo español, lo cual no sería una gran novedad periodística y mucho menos un aporte histórico. Para los alcances de este trabajo, el “Manifiesto del gobierno insular”, encabezado de la nota de El Imparcial, retoma un conjunto de concepciones sobre los problemas de lo español y de la patria, que pueden servir de sustento discursivo sobre la postura de una generación sobre estos temas que llegarían a debatirse con gran intensidad a partir, precisamente, de 1898, año en que se escribe la nota.
La condición de lo español emerge como nacionalidad a la vez que como condición política “Todos somos cubanos, todos somos peninsulares, porque todos somos españoles.
El vínculo de unión está en la igualdad de la condición pública y en la mutua confianza.[41]
En los mismos días, este auge del discurso patriótico va acompañado de la denigración de lo norteamericano. Y a la par que las acciones de hostilidad, va surgiendo una tipología de pueblo, que irá tomando fuerza a partir de la percepción hispana del estadounidense, como “pueblo de mercaderes” contra “pueblo de honor y vergüenza”, a modo de autoalabanza, que pronto permeará el discurso hispanoamericano, con la impronta, como se ha mencionado, del arielismo.[42]
En el mes siguiente, hay una actitud de alerta por parte del mismo periódico, que sin abandonar el lenguaje del patriotismo, previene sobre acciones de violencia contra norteamericanos en España, que quizá por el tono de los escritos periodísticos, podría haberse exaltado. Al respecto del virtual bloqueo naval que se presenta en Cuba, a través de la movilización de buques de guerra norteamericanos, y algún europeo, en la nota que lleva por nombre “El bloqueo”, El Imparcial pretende matizar la situación:
Nada contra un escudo de estrellas, nada contra las personas que entre nosotros le representan; pues aparte ya de las relaciones políticas abonan tales miramientos y respetos, nobles ideas de la hospitalidad castellana. Tanto se muestra la hidalguía respetando 20 a un enemigo, como entrando en pelea uno contra 20.
Contando con la mesura y el patriotismo de los españoles debe el gobierno proceder muy luego a la resolución del problema que de un modo tangible y material han planteado los norteamericanos, bloqueando a Cuba y deteniendo la visible corriente de presentaciones que notábamos los días pasados.
[...] Muéstrese por consiguiente nuestra justificación a Europa, imitando la conducta de Carlos III, que al tiempo de mover guerra a los ingleses puso muy grande empeño en redactar un manifiesto, “porque –decía- tanto importa al cuerpo la victoria como al alma la razón”.
[...] Nos hallamos sin que a nadie pueda ocultársela bloqueados; bloqueados el honor militar de nuestras armas y los prestigios todos de nuestra bandera, y cuéntese que no hablamos de los intereses, porque éstos los hemos hace tiempo abandonado para cuidarnos no más que del aspecto puramente moral que la contienda entraña para nosotros.[43]
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Mientras tanto, El Imparcial reproduce ciertas posturas de la prensa francesa, las cuales con un lenguaje matizado, van colocando a España en un terreno definido por la razón, a la vez que se observa cierta preocupación de un rechazo con mucho comedimiento verbal hacia el gobierno de la nación norteamericana.[44]
Por esos días, la comunidad española residente en Argentina, emite un comunicado en el cual responde a los requerimientos de guerra españoles en el conflicto de su agonizante mundo colonial, a la vez que se percibe cierta mística iberoamericanista por parte de ese núcleo de residentes. Se toman previsiones económicas para solventar la guerra, además de que se exponen planes estratégicos, por ende, de largo plazo. [45]
Los encuadres periodísticos, por lo menos de las fuentes antes mencionadas no son pródigos en resaltar la labor de las Juntas patrióticas españolas en América. Al parecer, hay cierta selectividad en la información que se ofrece. De la misma manera en que se brindó atención a la Junta de Buenos Aires, recientemente citada, unos años antes aparece una breve descripción de una aportación hecha por la Junta Patriótica de Veracruz. Entre otros, tres aspectos llaman la atención: que se señale la Junta de Veracruz por sobre la de la Ciudad de México, que llegó a nuclear importantes personajes del Casino Español en dicha ciudad, el monto de la donación que asciende a 19420 pesos y las firmas que se responsabilizan del envío: Juan Miguel Sancho y A. Román Zaldo, miembro de una de las familias económicamente más destacadas en México, ambos accionistas del Banco Mercantil de Veracruz.[46]
Finalmente, en la navidad de 1898, a modo de reflexión sobre el año que está terminando, el periódico El Imparcial recrea uno de los instrumentos de combate cultural más empleados en la época, el de la contradicción entre los pueblos sajones y los latinos. En esta ocasión, en el artículo de “Ingleses y yanquis”, el elemento histórico distintivo de los hispanoamericanos, es el origen político y religioso común:
Obsérvase que las dos naciones (Inglaterra y Estados Unidos) se inspiran en los mismos sentimientos generales de política y legislación y que una separación de más de cien años los ha dejado, a ambos, en todas las cosas esenciales, dominados por idénticos principios, directores y fundamentales.
[...] Las influencias que trabajan para aproximarnos [a los hispanoamericanos] no son únicamente las del lenguaje, el parentesco, la literatura, la ley y la historia, por poderosos que sean estos factores que entre nosotros existen con exclusión de las demás grandes naciones del mundo. Hay otro elementos resultante en parte de todos los anteriores y más poderoso que cada uno de ellos; y es que partimos del mismo punto en todo lo relativo a la política y a la religión, a lo social, o lo moral; y aunque no siempre podamos llegar a la misma conclusión, nuestros procedimientos lógicos y los principios de donde procedemos son idénticos.[47]
A manera de reflexión final
El papel de las celebraciones durante los años 1885-1901, desde los periódicos El Imparcial y La Época, representativos de las dos tendencias políticas que se disputaron el gobierno en el periodo de la Restauración, el tema hispanoamericano no ocupa un lugar preferencial, salvo en circunstancias muy especiales, como las fiestas del Cuarto Centenario o el Congreso Hispanoamericano de 1900, concentrándose sobre todo en información de tipo oficial.
El interés internacional de España estaba ubicado en las relaciones con los otros países europeos. Al parecer los republicanos españoles tendrían cierta predilección por Francia y su república conservadora en el periodo referido. Cuba y los cubanos ocupan un lugar destacado, aunque la percepción del insurgente está muy imbuida en la tónica de la barbarie.
En este periodo finisecular destaca una percepción de España en América del Sur marcada por la presencia de las colonias migrantes en las festividades de la Independencia. Ciertos pilares discursivos de los periódicos de Madrid resaltan. La comunidad lingüística iberoamericana es resaltada por un segmento del periodismo español, a la vez que se destaca la participación popular en los ejercicios de exaltación patriótica.
Hay un trastoque de la figura del español que invadió las tierras americanas, del espíritu del hidalgo que se había asociado con la conquista y la tiranía. Hoy, la comunidad trasnacional de cultura, lengua y fe, parece asociarse con el progreso material de algunas naciones latinoamericanas.
El tratamiento de La Época se dirige básicamente a enarbolar los valores de la tradición, costumbres, fuerza civilizadora de la conquista, mientras que desde El Imparcial, el énfasis parece estar determinado en nuevas formas de convivencia encaminadas a la sublimación de lo fraternal entre España y las naciones latinoamericanas.
Notas:
[1] Universidad Intercultural Indígena de Michoacán.
[2] LuIs Núñez Ladevéze, “La prensa española ante la crisis del 98”, http://www.fundacionfaes.org/file_upload/publication/pdf/20130426135354la-prensa-espanola-en-la-crisis-del-98.pdf p. 245.
[3] Ibídem, página 247.
[4] María José Ruiz Acosta, “Opinión pública” y Prensa Española en los siglos XIX y XX, https://idus.us.es/xmlui/bitstream/handle/11441/24707/art_16.pdf?sequence=1, páginas 430-431.
[5] Ibídem, página 443.
[6] Isidro Sepúlveda, El sueño de la Madre Patria. Hispanoamericanismo y nacionalismo, Madrid, Marcial Pons, 2005, página13.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem, página 32.
[9] Vélez, Palmira, “Política e historiografía. El americanismo español hasta 1936, Revista de Indias, 2008, volumen LXVIII, número 243, 241-268, página 256.
[10] Sepúlveda op.cit., página 45.
[11] Ibídem, página 51.
[12] Yvan Lissorgues , “España ante la guerra colonial de 1895 a 1898 : Leopoldo Alas (Clarín), periodista, y el problema cubano”, http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/espana-ante-la-guerra-colonial-de-1895-a-1898-leopoldo-alas-clarin-periodista-y-el-problema-cubano/html/b5c63b96-749f-449d-8f78-2f18568179e7_12.html, página 47.
[13] Ibídem. página 49.
[14] Ibídem, página 52.
[15] Ibídem, página 52.
[16] Ibídem, página 52.
[17] Historia y Comunicación Social ISSN: 1137-0734, 1998, número 3, 195-200, página195.La prensa madrileña en torno a 1898’, MARIA DOLORES SAIZ, página 195
[18] Ibídem, página 196.
[19] Ibídem, página 196.
[20] Ibídem, página 196.
[21]www.hispanoteca.eu/Literatura%20espa%C3%B1ola/Generaci%C3%B3n%20del%2098/La%20generaci%C3%B3n%20de%201898.htm, La generación de 1898, Justo Fernández López.
[22] Enríquez del Árbol, Eduardo, “Las Injusticias sociales en la prensa masónica de fines del siglo XIX: El Boletín de Procedimientos del Gran Oriente Ibérico”, REHMLAC. Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña, volumen 7, número 1, mayo-noviembre, 2015, páginas 87-103, Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica, página 88.
[23] Di Mare, María Fabiola, “Discursos sobre el sentimiento en la prensa a fines del siglo XIX. Un estudio desde la revista venezolana El Cojo Ilustrado”, Quórum Académico, volumen 12, número 1, enero-junio, 2015, páginas 32-44, Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela, página 33.
[24] La Época, jueves 29 de octubre de 1885, página 2.
[25] Isidro Sepúlveda Muñoz, Comunidad cultural e hispanoamericanismo 1885-1936, Madrid, UNED, 1994, página 240.
[26] Ibídem.
[27] La Época, op.cit, página 2.
[28] Ibídem, página 2.
[29] Ibídem, página 2.
[30] El Imparcial, 29 de enero de 1886, página 1.
[31] Ibídem, página1.
[32] Ibídem.
[33] Ibídem.
[34] Ibídem.
[35] Ibídem, página1.
[36] La Época, 1 de septiembre de 1891, págna 1. Al respecto de este problema de la idiosincrasia latinoamericana y española, según mi criterio tiende sus raíces en el conservadurismo doctrinario español del siglo XIX. Una definición de Antonio Aparisi y Guijarro, citada por Antonio Rivera, es elocuente: “El genio español, sostenía Aparisi, siempre va detrás de un rey una cruz”. Antonio Rivera García, “La reacción católica. El pecado original y la constitución tradicionalista en la España del siglo XIX” páginas 17-42, en Francisco Colom y Ángel Rivero (eds.), El altar y el trono. Ensayos sobre el catolicismo político iberoamericano, Anthropos-Universidad Nacional de Colombia, 2006, página 19.
El aspecto del pesimismo latinoamericano de fines del XIX es abordado por Francisco Colom. “Tampoco las repúblicas hispanoamericanas disponían a finales del siglo XIX de mayores razones para el optimismo. Frente a los grandiosos destinos augurados por la independencia, la percepción finisecular de su trayectoria histórica reflejaba más bien una sensación de fracaso y de malversación de las energías políticas invertidas”. Francisco Colom, “El hispanismo reaccionario, Catolicismo y nacionalismo en la tradición antiliberal española”, páginas. 43-82, en Francisco Colom y Ángel Rivero (eds.), El altar y el trono. Ensayos sobre el catolicismo político iberoamericano, Anthropos-Universidad Nacional de Colombia, 2006, página 53.
[37] Ibídem.
[38] Ibídem.
[39] Ibídem.
[40] El Imparcial, 3 de enero de 1898, página 1.
[41] Tomado de la Gaceta por El Imparcial, 24 de enero de 1898, página 1.
[42] El Imparcial, 27 de enero de 1898, página 1.
[43] El Imparcial, 8 de febrero de 1898, página 1.
[44] Notas reproducidas en El Imparcial, 10 de marzo de 1898, página 2: París 9.- Dice el Eco de París que se va restableciendo la calma sobre el incidente hispano-americano.
Le Gaulois ha celebrado una entrevista con el Sr. Cridler, que se encuentra actualmente en París quien desmiente que haya recibido el encargo de comprar buques y expresa el deseo de que no se turbe la paz entre España y los Estados Unidos.
Le Temps juzga que lanzarse a una guerra hoy en los Estados Unidos sería funesta para la civilización, y espera del buen sentido y de la lealtad de españoles y americanos que sabrán ahogar sus sentimientos. Quizá un poco mal redactado
Zurich 9.- La nueva Gaceta dice que España no ha dado el menor motivo para provocar un conflicto que, de ocurrir, descansaría sobre frívolos pretextos.
Viena 9.- La Nueva Prensa considera que España ha dado a los Estados Unidos todas las satisfacciones compatibles con el honor nacional, y que la actitud de los Estados Unidos es en un todo diferente a la del gobierno español.
[45] “Desde la Argentina”, Representa un esfuerzo muy grande el haber enviado 2.000 voluntarios a Cuba, costear un crucero de 1.775 toneladas, contribuir con 15 000 pesetas a la suscripción para los soldados heridos y enfermos procedentes de Ultramar y girar telegráficamente, como lo hemos hecho, 3 600 000 francos para la suscripción nacional iniciada por nuestra augusta Soberana; pero queda todavía algo más importante que hacer: Rehacer la patria.
[...] propenderemos a consolidar la Asociación para que sobreviva a todos los tiempos y podamos en cualquier momento acudir al llamamiento de España; deseamos estrechar los lazos de amistad que nos unen a los americanos de nuestra raza, que nuestro registro de socios sea el índice de los españoles residentes en este país; poder repatriar a todos los compatriotas desvalidos que, hallándose en precario estado de salud y de fortuna, quieran ir a morir a la tierra que les vio nacer; [...], y sobre todo, acumular fuerzas para difundir en estos países de América el conocimiento de lo que es España, de las riquezas que atesora en su suelo, de los progresos que realiza, llevar a cabo manifestaciones de carácter artístico y literario que revelan la facundia intelectual del pueblo español, estrechar los vínculos de raza y llegar a ser un muro de contención contra los avances de nuestros tradicionales enemigos.” La Época, 1º de octubre de 1898, página 1.
[46] La Época, Madrid, 4 de enero de 1900, página 1.
[47] El Imparcial, 25 de diciembre de 1898, página 1. Al respecto del catolicismo, como bandera del hispanoamericanismo del siglo XIX en adelante, de ser una religión original de esclavos que llevaría un mensaje liberador para todo el mundo, en el caso ibérico fue un instrumento exclusivista para sustentar un determinado proyecto de dominación. En palabras de Francisco Colom, “..., aunque el catolicismo se presenta como una fe universal, su naturaleza ha sido moldeada por factores socioeconómicos y políticos concretos”.
Bibliografía:
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La Época, periódico publicado en Madrid.
El Imparcial, periódico publicado en Madrid.
Cómo citar este artículo:RAJO SERVENTICH, Alfredo, (2017) “El hispanoamericanismo visto por la prensa española. Los casos de La Época y El Imparcial”, Pacarina del Sur [En línea], año 8, núm. 30, enero-marzo, 2017. ISSN: 2007-2309.
Consultado el Martes, 5 de Noviembre de 2024.Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1432&catid=5