Capitalismo, migración y tortura

Capitalism, Migration and Torture

O capitalismo, Migração e tortura

Carlos Oliva Mendoza[1]

Recibido: 20-03-2014 Aprobado: 01-04-2014

 

El objetivo de este escrito es mostrar algunos datos que, a partir de los informes sobre secuestro de migrantes presentados en 2009 y 2011, generó la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en México. (CNHD, 2009 y 2011). Los datos que extraigo de dichos informes tratan de ser pensados en una situación, o contexto, de neo-barbarie que se ha desatado en el mundo durante las últimas décadas. Por neo-barbarie entiendo el desplazamiento definitivo de la idea de barbarie versus civilización en las últimas décadas del siglo XX occidental, esto es, del siglo dominado por el neoimperialismo norteamericano y las guerras y desequilibrios europeos. En este sentido, si la idea de barbarie se utilizó para estigmatizar poblaciones que no entraban en los esquemas civilizatorios de Europa y los Estados Unidos de América; tras el intento romántico-ilustrado de mantener dicho esquema, el desarrollo de las políticas del mundo ha llevado a una ruptura de aquél par de supuestos contrarios. Una ruptura que ya era claramente anunciada por Walter Benjamin al recordar la simbiosis entre cultura y barbarie. (Benjamin, 2003).

Al quedar rota aquella metáfora en la que cómodamente cabalgó la racionalidad ilustrada y colonial, se ha impuesto, en vez de la analogía entre brutalidad e irracionalidad como muestras de barbarie, una esfera de neo-barbarie donde privan el desdén, la indiferencia o la impotencia frente a las formas de irracionalidad y brutalidad que se manifiestan y potencian en la vida cotidiana. (Echeverría, 2006). 

Más allá de los pactos institucionales y mediáticos que las esferas de poder –siempre pretendiéndose herederas de la Ilustración– deben de mantener, por ejemplo el funcionamiento de la Naciones Unidas y sus ramificaciones, el Consejo Mundial de Seguridad, las cortes internacionales, las periódicas reuniones de los países desarrollados –ricos–o los diversos esquemas constitucionales dentro de cada nación, lo cierto es que ante la llamada amenazada de la “seguridad pública”, la apología de la democracia como única forma viable de gobierno y el fundamentalismo en torno a la idea mercantil de libertad –we fight for freedom- todas las formas institucionales son sistemáticamente vulneradas. (Echeverría, 2010b). A partir de un complejo y no transparente contubernio entre los gobiernos establecidos, la corrupción institucional, el crimen organizado y los monopolios económicos internacionales, que gira en torno al incuestionable privilegio político de la acumulación de capital, los pactos civilizatorios son constantemente derogados.


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En este contexto, es sólo un movimiento retórico el pensar y sostener la idea decimonónica de una capa de civilidad que iría reprimiendo o integrando los márgenes de barbarie mundial; por el contrario, ante la falta de un polo ilustrado, como ingenuamente se pretendió después del siglo de las luces, lo que hoy campea es una forma neobarbárica que tiene su principal manifestación en la indiferencia cotidiana frente al destino del otro o de la otra, aquél o aquélla con la que no nos relacionamos de manera estrechamente directa. Imre Kertesz lo sintetizaba así:

Podría objetarse que el exterminio de seres humanos no es precisamente un invento moderno; pero la eliminación continua de seres humanos, practicada durante años y décadas y de forma sistemática convertida así en sistema mientras transcurren a su lado la vida normal y cotidiana, la educación de los hijos, los paseos amorosos, la hora del médico, las ambiciones profesionales y otros deseos, los anhelos civiles, las melancolías crepusculares, el crecimiento, los éxitos o los fracasos, etcétera, esto sumado al hecho de habituarse a la situación, de acostumbrarse al miedo, junto con la resignación, la indiferencia y hasta el aburrimiento, es un invento nuevo e inclusive muy reciente. Lo nuevo en él es, para ser concreto, lo siguiente: está aceptado. (Kertész, 1999: 42).

En cierto sentido, es justo esta situación de normalidad lo que ha llevado al ejercicio de la violencia a una esfera de radicalidad muy diferente: la violencia que se ejerce sin un punto moral o pseudomoral de referencia; se ejerce esencialmente supeditada al margen de ganancia y sobrevivencia inmediata. Esto mismo causaría la indiferencia brutal en la que vivimos, al no tener, en muchos sentidos, una comunidad de referencia, no es posible desatar un campo semántico moral, pseudomoral o, incluso, inmoral. Ni siquiera la hipocresía, el cinismo o el delirio parecen tener lugar en las formas de violencia que enfrentan las sociedades capitalistas. A falta de profundidad todo acontece con velocidad, todo se transporta, y frente a un shock, inmediatamente, acontece otro y se mediatiza. Esta es la esfera en que se desenvuelve una sociedad crecientemente a-moral. Etimológicamente, podríamos decir, sin morada, sin un espacio o un tiempo que no sea el tiempo y el espacio subyacente y determinante de la acumulación y circulación de capitales, en sus respectivas mercancías, dentro de las cuales tienen un lugar privilegiado las mercancías que genera la violencia, la destrucción y la aniquilación de los otros, las otras y las formas naturales.

 

II

Desde mi punto de vista, específicamente habrá que enmarcar este tipo de nueva barbarie, sistemáticamente brutal y apologéticamente mediática, en cuatro hechos: la caída del muro de Berlín y con esto el fin de la llamada guerra fría (Echeverría, 1995); la Guerra del Golfo Pérsico, desatada en agosto de 1990, con la invasión de 34 países liderados por los Estados Unidos de América y que tuvo como fin, desde el punto de vista Norteamericano, expulsar al ejército iraquí del Estado de Kuwait; el conflicto étnico y político conocido como la Guerra de Yugoeslavia o de los Balcanes; y, finalmente, la crisis mundial del sistema capitalista, fundamentalmente, de su modelo financiero y crediticio, que se desata en Estados Unidos en 2008, a raíz del colapso de su cuarto banco de inversión, Lehman Brothers, y que pone en marcha la quiebra del esquema de capital crediticio desde entonces hasta la fecha.


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            Inmediatamente, pienso, se podrán objetar dos cosas. En primer lugar, ¿qué tienen que ver estos hechos con el problema de la migración y la tortura de migrantes en México? En segundo, ¿por qué estos acontecimientos, diversos y, al parecer, inconmensurables, tienen que enmarcar el conflicto migratorio que se agudiza en la primera década dentro de México? Quiero responder brevemente a estas preguntas que presupongo.

Si bien puedo traer a colación otros fenómenos, algunos de ellos muchos más relevantes en varios aspectos presentes –como el desmantelamiento de los estados nacionales y la instauración de políticas neoliberales; la llamada Guerra antiterrorista; las masacres en África; el fin de la Guerra en Centro América; el establecimiento mundial de pandillas criminales, cárteles del narcotráfico o sofisticados grupos de crimen organizado, del que según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC por sus siglas en inglés), la principal fuente de ganancia es el tráfico de drogas, seguido de la trata de personas y sucesivamente el tráfico ilícito de migrantes, armas de fuego y recursos naturales (UNODC, 2010); la emergencia de nuevas potencias mundiales, encabezadas por la República China; o, simplemente, la llamada guerra contra el narcotráfico que declara en 2006 el expresidente Felipe Calderón en México– me parece que dichos fenómenos, entre muchos otros, se engloban dentro de aristas que marcan el desarrollo del capitalismo contemporáneo y que muestran, con mayor claridad, los cuatro hechos señalados.

En este sentido, puede decirse, en primer lugar, que con la caída simbólica, y paulatinamente hiperreal, del Muro de Berlín y de los países socialistas, se da el desmantelamiento del llamado bloque comunista que impacta una de las últimas formas del capitalismo industrial –el capitalismo armamentista o bélico- y conlleva el necesario aceleramiento del capitalismo financiero y tecnológico. (Echeverría, 2010; Karatani, 2010). La renta de la tierra, el problema de la soberanía y la explotación de los recurso naturales es claramente sustituida por la renta tecnológica; y el establecimiento de ganancias extraordinarias desplaza la configuración clásica del capital donde, lo central, es la ganancia ordinaria que se genera en la explotación de los recursos naturales y la fuerza de trabajo. En segundo lugar, y esto se ejemplifica en la guerra que pretende resguardar la soberanía de Kuwait, los países capitalistas ven, en el colapso del bloque comunista y socialista, el colapso de un capitalismo de Estado que hizo implosión interna. La crisis, a la distancia, parece tan obvia que es casi una consecuencia natural el número de conflictos bélicos que se desatan. Envueltos en la retórica de la democracia y la libertad, estratégicamente se dirigen a aquellas zonas donde deben de resguardarse los recursos naturales elementales para sostener al capitalismo y para seguir generando ganancias extraordinarias a partir de la renta tecnológica; (aunado a lo anterior, siempre, en la reconstrucción de las naciones devastadas, hay un respiro de inversión para que se ejerza capitalismo industrial y mercantil y para que se drenen los fondos a los países “desarrollados”). Este tipo de intervención neoimperial, en pro de una evanescente soberanía popular, tiene un punto claro de origen en la Guerra del Golfo y continúa hasta nuestros días. En tercer lugar, la Guerra de los Balcanes del último decenio del siglo XX muestra la permanencia de conflictos étnicos, que se combinan con un espectro político y económico y que desatan guerras raciales de exterminio en el autonombrado centro de la civilización occidental. Finalmente, este conflicto, resultado en parte del agotamiento del modelo de guerra que se negoció a partir de la segunda guerra mundial –la Guerra fría- ha incubado no sólo la crisis civilizatoria y bélica actual sino que, en el 2008, mostró que el famoso paradigma macroeconómico sufría de una crisis de la misma dimensión. Con la caída del mercado crediticio norteamericano, se mostró que todas las economías capitalistas del mundo estaban sostenidas en una aparente –ni de lejos real– proceso de acumulación de riqueza, lo cual ha desfondado a las economías europeas, en primer lugar, y ha impuesto una nueva hegemonía. (Hardt, 2000; Negri 2008; Hobsbawm, 2008) Esta hegemonía es controlada, ahora, por Alemania y Francia pero amenaza, prácticamente cada día, con sucumbir ante el poder financiero de China y la reconfiguración mundial que implantarán las llamadas economías emergentes.


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            En este sentido es que los cuatro fenómenos no sólo me parecen paradigmáticos, sino ejemplares, del tipo de crisis civilizatoria que se desata en el mundo contemporáneo en la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI. Aunado a lo anterior, son fenómenos que, en su acción paradigmática y ejemplar, se degradan en prácticamente todo el planeta y dan una explicación a fenómenos tan específicos como la llamada guerra contra el crimen organizado o los conflictos de migración que se exacerban en el mundo contemporáneo. 

En este contexto es que quiero referir los datos más relevantes de los informes de la Comisión de Derechos Humanos y, posteriormente, señalar tan sólo cuatro casos de migrantes torturados para acentuar su racionalidad dentro de la folia del sistema capitalista.

 

III

Según el reloj de crecimiento de la población mundial, en el mes de junio de este año, 2013, la cifra de seres humanos alcanza casi los  7 mil cien millones de habitantes (US, 2013), de estos, calcula el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 214 millones son migrantes y de ellos poco menos del 20%, 40 millones, son migrantes indocumentados (CNDH, 2011);. El asunto, visto desde esta perspectiva, parece menor. Como si se comparara la muerte por accidentes automovilísticos con las muertes por ataques terroristas. El problema pues no reside propiamente en los porcentajes. Aunque el fenómeno se agravaría notablemente si consideramos junto a la población migrante otro tipo de poblaciones desterradas, por ejemplo, hacia finales de 2012, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), registró 45.2 millones de desplazados. El principal motivo del destierro es la guerra, de ahí que el 55% de la población refugiada provenga de Afganistán, Somalia, Irak, Siria y Sudán. (La Jornada, 2013).

            Si no enfocamos el asunto desde una perspectiva planetaria, podemos ver cómo esos datos se magnifican si vemos en qué regiones se intensifica la migración. El informede la Comisión Nacional para los Derechos Humanos de 2011 señala que son tres los principales países hacia donde migra la población: Estados Unidos, Rusia y Alemania. Y tres los países con mayor número de migrantes: México, India y China. “El principal corredor migratorio”, consigna el informe de la CNDH, es el de México-Estados Unidos. El último dato sobre las estadísticas de flujo que aporta la Comisión es preocupante en sí mismo. La Subsecretaría de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación (SEGOB), en México, señala que ingresan anualmente a ese país 150 mil migrantes indocumentados, pero los organismos de la sociedad civil reportan que la cifra es de 400 mil. Esto es, la diferencia es de más del 150% entre una estimación y la otra. (CNDH, 2011: 5).[2]

            Al pasar a una serie de datos que podrían presuponerse como causales del proceso migratorio entre América latina y los Estados Unidos, el informe consigna que según el estudio Panorama social de América Latina, 2010, que realizará la División de Desarrollo Social y la División de Estadísticas y Proyecciones Económicas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL):

en 2009, América Latina y el Caribe experimentaron una caída del 3% en el producto interno bruto por habitante. La contracción afectó particularmente a El Salvador, Honduras y Paraguay. En ese mismo año, la incidencia de la pobreza alcanzó a un 33.1% de la población de la región, incluido un 13.3% en condiciones de pobreza extrema o indigencia. (CNDH, 2011: 6).

Como es claro, a esta dimensión económica del problema migratorio, sin duda central, deben de añadirse muchos otros factores políticos, sociales y culturales para comprender tanto las causas como el por qué de las regiones específicas donde acontece la migración. No me detengo en este punto, porque el objetivo de este texto es recalcar que el conflicto específico de la migración en México revela una forma, distorsionada, de acumulación de capital en la cual la tortura no opera como un elemento irracional. Para tal objetivo, es importante el informede 2009 y la investigación que la Comisión realiza durante los meses de septiembre de 2008 a febrero de 2009 con el fin de tener una idea de los procedimientos de tortura y las ganancias que se generan.[3] En los meses de la investigación, la Comisión registra haber conocido 198 casos de secuestro de migrantes, lo que implica un promedio de 33 eventos al mes, prácticamente un evento al día. Sin embargo, ésta es sólo la información directa que obtuvo del encuentro con 198 migrantes que fueron secuestrados, pues la información que aporta sobre el número de víctimas de secuestro es muy diferente. La Comisión estima lo siguiente: “el número de migrantes que fueron víctimas de privación de su libertad fue de 9,758 personas, es decir, más de 1,600 secuestros por mes”. (CNDH, 2011: 12). El escrito hace la siguiente proyección para “subrayar la dimensión de la problemática del secuestro de migrantes”: “tomando en cuenta las cifras recabadas en seis meses, el número de eventos de secuestro por año podría llegar a ser de alrededor de 400 y la cifra de víctimas podría ser de 18 mil al año. (CNDH, 2009: 11)


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Si pensamos simplemente que cada “evento de secuestro” al año conlleva finalmente un número de víctimas de 18 mil personas, bien podemos imaginar que el promedio de secuestrados en cada evento sea de entre 40 y 50 personas. En este sentido, cabe recordar que estos informestienen como telón de fondo la llamada guerra contra el narcotráfico que declaró el expresidente de México Felipe Calderón y una inusitada y compleja rearticulación del crimen organizado en el que se ha documentado, paulatinamente, la participación de esferas gubernamentales. Precisamente el informede 2011, en el que se acentúa por parte de las víctimas la participación de policías y cuerpos de justicia en diversas fases del proceso de privación de su libertad,  se debe al hecho de haber encontrado, en agosto de 2010, a 72 migrantes asesinados en el estado mexicano de Tamaulipas.

            No se trata, pues, ni de eventos aislados ni de hechos fortuitos; por el contrario, como señala el informede la Comisión, de los 9,758 casos, 9,194 fueron “plagiados por bandas organizadas; 35 por autoridades; y 56 por delincuentes y autoridades”. (CNDH, 2009: 14). Y:

De acuerdo con la información obtenida, el monto de rescate que se pide a las víctimas va, en general, de 1,500 a 5,000 dólares. El promedio de los montos exigidos a las víctimas en esta investigación es de 2,500 dólares por persona. Así, de los 9,758 casos de víctimas identificadas, los secuestradores habrían obtenido un beneficio ilícito de aproximadamente 25 millones de dólares. (CNDH, 2012: 5)

Sumado a estos datos que muestran la gravedad del problema, los informesterminan con una serie de testimonios de las víctimas del secuestro, en los que se ponen de manifiesto tanto los procedimientos de tortura, la negligencia en las investigaciones y, en algunos casos, el contubernio entre los grupos de delincuencia y las autoridades locales y federales. Me interesa, en este contexto, destacar algo que no ha sido hasta la fecha señalado puntualmente, ¿por qué se ejerce un tipo de violencia tan brutal y deshumanizada en los secuestros?

            Entiendo que la pregunta puede tener múltiples respuestas, que van desde problemas estructurales en los que la violencia pende de juicios que llegan a volverse relativos, por ejemplo cuando uno atiende a la vivencia cotidiana de los infantes que crecen en esos ámbitos de violencia extrema; hasta las respuestas individuales, de corte, por ejemplo, psicológico. En medio de todas, quisiera señalar una muy particular, la idea de que la violencia tiene un objetivo muy claro para la obtención de ganancias y que, para alcanzar dicho fin, es fundamental la reactivación de lazos afectivos entre las comunidades de partida y destino del migrante. Esta idea, no sólo explica en parte el tipo de violencia y tortura que se ejerce, sino que nos permite explicar otros elementos sumamente complejos; por ejemplo:

  • a partir de los testimonios recabados, destaca la recurrencia del migrante. En varios casos, y aún después de ser secuestrados, vuelven a intentar cruzar el territorio mexicano para llegar a Estados Unidos.
  • Se recaban testimonios de migrantes que fueron secuestrados y que comienzan, después de varias experiencias, a colaborar de alguna forma con los grupos de secuestradores o con los migrantes, para auxiliarlos en el trayecto.
  • Destacan, en los relatos, la repetición constante de golpes, castigos, ejecuciones y violaciones. La permanente ruptura entre espacios públicos y privados, especialmente, en torno al cuerpo de la víctima de secuestro.
  • Se acentúa en varios relatos el estado alcoholizado o drogado de las y los vigilantes de la o el secuestrado y, en ocasiones, la obligación que la o el secuestrado tiene de beber alcohol, consumir drogas o llevar a cabo los castigos o violaciones de otros y otras secuestradas.
  • Finalmente, en varios testimonios, se recoge la experiencia de estar secuestrado por un grupo profesionalizado. En este sentido, se comenta la diversidad de las nacionalidades en relación a sus funciones o el tipo de lugares de confinamiento. Así, se relata, por ejemplo, cómo junto al espacio del secuestro se pueden encontrar aparatos, altamente sofisticados, para entablar la comunicación en inglés con los familiares que pagarán por el rescate del secuestro.

Voy a señalar sólo cuatro casos al respecto. Secuestro ocurrido en la localidad de Bocas, Municipio de San Luis Potosí, México. Narra un menor migrante hondureño:


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Durante ese tiempo dormía en el suelo y sólo me daban de comer una vez al día tortillas duras y un pedacito de pollo viejo, en el lugar nos cuidaban continuamente cinco personas que consumían coca y bebían cerveza todo el día, había más personas secuestradas. Los secuestradores mataron al salvadoreño porque no pagó el rescate, le dijeron que hablara con su familia por última vez, y el lunes en la tarde lo subieron a la camioneta y ya no volvió… me amenazaron con la nueve milímetros para que no escapara y hacer presión para que los familiares pagaran el rescate. (CNDH, 2009: 37)

Segundo caso. Salvadoreña de 32 años, no se da otra información:

Ese, al que golpearon, me violó. Me violó el 26 de noviembre de 2009. Me llevó al cementerio, por Tierra Blanca, y me violó, junto con otros dos. Mientras ellos me violaban, su mujer me golpeaba la cara con los pies. Me pegaron con la palma del machete hasta que creyeron que estaba muerta.  Me dejaron ahí, hasta que unas personas me ayudaron y regresé a mi país. En junio de este año decidí volverlo a intentar. Pero me detuvieron en Huehuetán y luego me trajeron a la estación. (CNDH, 2011: 87)

Tercer caso. No se da otra información, sólo se consigna el testimonio:

Nos trasladaban en camionetas. Cuando llegamos, en el área de la sala, se encontraba un hombre joven, con acento norteño, moreno, que dijo que era de Chihuahua. Ese manejaba una computadora en la que, dijo, tenía acceso a toda la  información, había un aparato para mandar fax y hablaba mucho en inglés, tanto por teléfono como en la computadora. Dijo que él podía acceder a toda la información de cualquier país, incluso a uno le dijo que su hermano está en Estados Unidos y que ha estado dos veces en prisión. (CNDH, 2011: 105)

Cuarto caso. Sólo se consigna el testimonio y presento aquí sólo fragmentos:

No importa lo que me hicieron. Pero lo que le hicieron a todas esas mujeres, eso duele más. Eran diecisiete. Diecisiete mujeres que regresaban cada noche más tristes, más heridas, golpeadas. Yo no voy a olvidar nunca lo que vi. Tengo miedo de que ahora que vienen los de migración por mí, me vean los otros policías. Los policías municipales estaban del lado de los delincuentes. Pasaban todos los días y, pues, les daban yo me imagino que una cuota, porque, digo yo, si no, pues los policías nos hubieran ayudado a salir, y nada. No hicieron nada. […]

Estuve diecisiete días secuestrado. Diario entraban entre tres y cinco personas  nuevas. A los que no pagaban el rescate se los llevaban pa ́ fuera, a que, decían estos desgraciados, vieran las estrellas de cerca. Todos los días sueño que me matan, así, que sus tablas me rompen el corazón. Es que nos paraban frente a la pared, con las palmas recargadas y las piernas bien abiertas y entonces, con una tabla gorda, se ponían a pegarnos hasta que caíamos de rodillas, llorando. Aquí todos, en algún momento, nos quebramos. Ya ni nos daba pena llorar, éramos como perros aullando, como animales, pues. […] Nos dejaban ahí tirados, en medio de la oscuridad y el olor a podrido. También sueño  con el olor a podrido. (CNDH, 2011: 76-77).

Todas estas relaciones de las víctimas nos indican, más que casos individuales y patológicos o los juicios que se desprenden de las ideas decimonónicas sobre las regiones bárbaras e incivilizadas, la compleja estructuración de una violencia que tiene fines prácticos y que se traduce en un objetivo elemental, poner a funcionar lo que se ha llamado, sin eufemismo alguno, la industria del secuestro.

 

IV

Al comienzo de este escrito, llamé la atención sobre una serie de hechos que pueden dar cierto sentido a lo que pasa en el mundo actual. Me he referido al fin de la división ideológica y bipolar del mundo entre el bloque socialista y el espacio del capitalismo; al desencadenamiento de guerras que ponen en control de los recursos naturales a las potencias económicas del mundo contemporáneo; a la persistencia de guerras étnico políticas en el seno de Europa y en muchas regiones del mundo; y, finalmente, al colapso del sistema financiero y crediticio del capitalismo. Bajo estas directrices, el capitalismo ha entrado en una fase de descontrol inédita. (De Sousa, 2003; Wallerstein, 2006). No sólo ha conculcado los principios soberanos, por mandatos de orden económico, sino que ha desatado una serie de guerras que tienen como objetivo el resguardo de sus poblaciones contra lo que llaman la “amenaza terrorista”. Se trata, en cierto sentido, de regresiones feudales que tienen como objetivo la permanencia de determinadas identidades retóricas que presuponen ideas universales y el mantenimiento de políticas económicas que tienden, contra la propia ley de acumulación y reinversión del capital, a esquemas de atesoramiento y monopolio de la riqueza.


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El caso de la criminalidad mundial y particularmente la industria del secuestro es un claro ejemplo de todo lo anterior. Se trata de formas que operan a partir de una serie de herramientas y procedimientos tecnológicos del capital en los que se encuentra subsumido el proceso de gobierno y la libertad individual. Las instituciones son ineficientes frente a un modelo criminal que, por decir lo menos, permea muchas esferas de poder y genera ganancias para las mismas estructuras de poder. Respecto a la libertad individual, en este caso, es conculcada al entrar el migrante en un proceso mercantil perverso y distorsionado. Su vida es la mercancía que pone a funcionar la red de circulación de esa mercancía; debe de pagar el rescate para, eventualmente, ser liberado.

Mayor perversión se suma –al hecho de ser considerado ya no solamente una mercancía por la capacidad de la fuerza laboral individualizada, sino simplemente por lo que debería de ser la posibilidad de tránsito por el mundo– si nos percatamos que, para que la mercancía que el capitalismo ve en el migrante genere ganancias, debe de reactivar un retorno enfermo a la antigua idea de comunidad. (Marx, 2005). Los procedimientos brutales y salvajes de tortura hacen que en el lugar a donde el migrante se dirige o del que procede reactualicen el recuerdo de su vida comunitaria. A través de la atávica tortura se comunica no sólo el peligro del o de la migrante y las vejaciones que sufre, sino, en realidad, se comunica la pérdida factual de todo sentido comunitario. ¿Quiénes y por qué  pueden lastimar a otro ser humano así? Es entonces cuando, precisamente en un intento de permanencia de la vida comunitaria, se activa la empresa, se consigue el dinero y se hace, como muestran los testimonios, la transferencia bancaria. Si la o el migrante no logra poner en juego la máquina dineraria, ejemplarmente se le sacrifica. En este microuniverso, que debe de estar sucediendo en prácticamente cada país, en este mismo momento, se muestra con claridad una de las formas de la fase actual del capitalismo: el enloquecimiento de un sistema financiero de acumulación absurdo que, en su folia de pervivencia, echa mano de los terrores míticos y de las formas de degradación de lo humano para poder reactivar su sistema mercantil.   



Notas:

[1] Doctor en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. El presente trabajo es parte del proyecto de investigación “Teoría crítica en Latinoamérica” (PIFFyL 2013 002).

[2] Gran parte de las organizaciones de la sociedad civil se encuentran agrupadas tanto en la Red del Registro Nacional de Agresiones  a Migrantes, como en la Dimensión Pastoral de la Movilidad Humada de la Conferencia del Episcopado Mexicano.

[3] Las conclusiones alcanzadas en el informe son las siguientes: “Siempre a partir de los testimonios de migrantes, mediante el análisis de la información se detectó que:

  • El secuestro de migrantes es frecuente e incluso cotidiano en diferentes lugares del país.
  • Las condiciones del cautiverio son particularmente inhumanas y que en la mayoría de los casos se da a los plagiados un trato en extremo cruel, inhumano y degradante.
  • En algunos de los casos los migrantes proporcionan indicios que sugieren la participación o colusión de autoridades de los tres órdenes de gobierno.
  • Los casos de secuestro se quedan, en su mayoría, impunes, incluso cuando las autoridades tienen conocimiento del delito.
  • La mayor parte de los migrantes víctimas de secuestro no presentan las denuncias correspondientes por temor a represalias en contra de ellos o de sus familiares, por desconfianza respecto a las autoridades y de los eventuales resultados de la denuncia, por la dificultad que para ellos implica acudir ante las instancias de procuración de justicia y por la prioridad que representa para los migrantes llegar a su destino o, en todo caso, regresar a su lugar de origen. (CNDH, 2009: 11).

 

Bibliografía

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Cómo citar este artículo:

OLIVA MENDOZA, Carlos, (2014) “Capitalismo, migración y tortura”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 19, abril-junio, 2014. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Martes, 10 de Diciembre de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=947&catid=5