Arrieros y acémilas en la literatura popular andina

A Manka Senqa, Ninabambina y Petizo, mulas y
manso caballito de mis recuerdos infantiles.

Manka Senqa[2] y Ninabambina[3] y petizo[4] dos mulas y un caballo que no se borran de mis recuerdos infantiles. Con ellos recuerdo las piaras de acémilas que nos trasladaban desde las ciudades hacia distintas direcciones para convivir con los pueblos de las étnias de Ancco Ayllu[5] y Chungui en la provincia de La Mar y que nos permitió recorrer junto a los arrieros por la selva del Río Apurímac en el departamento de Ayacucho y la provincia de Chincheros en el de Apurímac.

[inset image="images/stories/pacarina/0021.jpg" imgwidth="300" side="right" title="" width="300"]Arrieros de la Amazonía peruana en el año 2003[/inset]Manka Senqa era una de esas mulas menuda, “mañosa”, “engreída”, “jovial” de un color bayo claro con el hocico negro por el que recibió el nombre de Manka Senqa en alusión al color negro de la base de las ollas causada por la leña de los fogones de los hogares rurales. Según los campesinos entendidos, era la alegría de la recua de acémilas. Exigía mucha atención. Se le debía dar primero el forraje porque sino excretaba en el de los demás, o simplemente los pisoteaba. Para tratar con él se debía conocer su “genio” y sus “mañas” y hacer de este un animal dócil, como lo hacía su “dueño y amigo personal”[6] mi hermano. Por eso en los viajes largos con más de una piara de acémilas se le ponía el cencerro para que anuncie nuestro paso en los lugares estrechos de los caminos entre las montañas de Ayacucho.

Ninabambina era una mula muy alta, corpulenta, tolerante y muy leal. Cuidaba, con actitud humana, de su propietario, mi padre[7]. Su fama acrecentó cuando en la selva peruana de Wayna Ozambre, mi padre había enfermado de gravedad, Ninabambina, junto con una perrita Diamela, viajó tres días para “avisar” de la emergencia. Al llegar a casa dio cascazos en el suelo y emprendió retorno hacia su dueño. Mi madre entendió el “mensaje” viajó con la mula otros tres días y encontraron a mi padre delicado afectado por una grave enfermedad y pudieron atenderlo hasta sanarlo. Gratitud por el que nunca se olvida a Ninabambina y Diamela. Viajaron cruzando el río Apurímac y zonas de bosques donde abundan los pumas predadores de equinos y caninos.

Petizo, en cambio, era un caballo muy dócil, alazanado y especializado en el traslado de niños con quienes congeniaba y aguantaba sus travesuras. Era la madrina de las recuas y piaras de acémilas en los largos viajes.

Hazañas como éstas y las vicisitudes pasadas por los arrieros y viajeros han generado un sinnúmero de relatos que se narran entre arrieros, criadores, ganaderos y viajeros, en las pascanas, tambos o lugares de descanso y pernocte de los arrieros y “postillones”[8] y de las tertulias en casa, en torno al fogón hogareño de los que nos ocuparemos en esta oportunidad.

El ensayo da cuenta de la literatura popular andina inspirada en tales vicisitudes de los transportistas que utilizan los caminos de herradura para arriar sus acémilas o conducir tropas de ganado en distintas direcciones. Relatos que han sido registrados por el autor o tomados de otros autores que han compilado relatos y los han publicado. La memoria colectiva todavía guarda estos recuerdos pese a que paulatinamente va desapareciendo el arrieraje como actividad económica.

 

1. Los arrieros

El vocablo arriero tiene muchas acepciones. En genérico se designa al que se dedica al transporte utilizando acémilas. En el Perú este término tiene muchas otras acepciones: tropero[9], llamero[10], wamanguino[11], lipuku[12], viajante[13], negociante[14]. Es un oficio que ha caracterizado y ocupado, y aún ocupa, a diversos pueblos y que parte de su simbología identitaria sigue siendo el arrieraje. Este sector poblacional tiene un modo de vida trashumante porque parte del año están fuera del hogar recorriendo diferentes pueblos con itinerario estacional que asocia ciclos productivos con festivo rituales. El arriero, puede tener un sistema parental que tolera la poliginia porque aparte de la esposa en el lugar de origen, pueden tener hijos con parejas de otros lugares[15]. La esposa y las otras parejas no se conocen pero sí los hijos, porque cuando tienen capacidad de viaje acompañan a sus padres en sus travesías.

[inset image="images/stories/pacarina/0022.jpg" imgwidth="250" side="left" title="" width="250"][/inset]La Dra. Olga Fernández Latour de Botas (2000), estudiosa argentina, en un encuentro del Se­minario Internacional sobre Tropeirismo en Bom Je­sús, Río Grande del Sur, Brasil, ha presentado un interesante trabajo sobre las significaciones y usos espaciales que tienen los términos de arriero, tropero en latinoamérica, con los que compartimos. En Perú existe el arrieraje y también el tropero y junto a ellos el llamero. El arriero es el transportista que utilizando acémilas traslada equipajes, carga y personas de un lugar de origen a otro de destino; es genérico. El tro­pero, es el que traslada de un lugar a otro ganado de todo tipo por cami­nos especiales y muchas veces utilizando horas en las noches para no ser perturbado ni perturbar a los otros transportistas durante el día. El día sol es utilizado para pastar el ganado. El traslado es lento para evitar que los animales pierdan el peso.

En el Perú el arrieraje, como hemos señalado en los foros anteriores, se establece con la llegada de los españoles, anteriormente la mensajería oficial estaba a cargo de los Chaski[16] y el transporte de productos era a través de llamas utilizadas como acémilas, para cuyo efecto se había construido una red vial de más de 25000 km de caminos troncales y secundarios comunicaba los principales centros administrativos del Tawantinsuyo y que, en parte, se con­serva hasta la actualidad[17]. La explotación de las minas de plata en Potosí, fomentó el desarrollo del arrieraje y una estrategia de crianza de equinos en Argen­tina en la segunda mitad del siglo XVI y desde el siglo XVII[18] a través de mulas entre Lima, Potosí, Buenos Aires y lugares intermedios y aledaños, longitudinales y transversales, inicialmente utilizando el antiguo camino de los incas.

El uso de mulas para el transporte generó un mercado de ferias anuales de ganado equino y vacuno que se irradian desde Argentina, principalmente de Salta[19], en distintas direcciones y aún se conservan en el Perú asociado al arrieraje asociado y el comercio en las zonas donde aún no han llegado las carreteras, como es el caso de la ceja de selva, selva y sierra. Aparte de que en diferentes etapas las acémilas de los comerciantes arrieros fueron utilizados para conflictos sociales que van desde el bandolerismo social, movimientos internos y guerras[20].

 

2. La literatura Oral

La literatura oral andina es extensa, engloba mitos, leyendas, cuentos, paremias, refranes, poemas, canciones y otros relatos creados por el pueblo, no tienen autor identificado, son plásticos y susceptibles a modificaciones por adaptaciones, recreaciones, reinterpretaciones, que son transmitidos mediante la oralidad y, al mismo tiempo, pautan el comportamiento no solo de los arrieros sino también de la población etnocampesina de los Andes peruanos. La mitología en cualquiera de sus formas tiene contenido formativo porque es medio de socialización y normativo porque regula el comportamiento social y por consiguiente es también medio de sanción social.

La literatura oral que presentamos corresponde a ciclos míticos diversos de los arrieros con las deidades tutelares (Apu y Wamani); los lugares encantados (lagunas, montañas, quebradas); las devociones y santificaciones populares; los bandoleros y cuatreros, los relatos de recreación, chanza y esparcimiento; y, los del entorno familiar.

 

1. Los arrieros y las deidades tutelares andinas

La cosmovisión andina concibe el mundo como una unidad entre la naturaleza y la humanidad; se percibe, al mismo tiempo, como Natural y Sagrada y es considerada como fuente de vida y última morada del hombre. Como Naturaleza prodiga al hombre de los medios de subsistencia que permitirá su existencia: los recursos naturales; y, como elemento sagrado “cría a la humanidad” y asume cualidad maternal, por eso es denominado “Pachamama”[21] o Madre Naturaleza. El mundo, el cielo con sus elementos, las montañas, las lagunas, la tierra, las aves, etc. son profanos y sagrados. Útiles como recursos y materia de culto y rituales. La alusión a los elementos de la naturaleza en la literatura oral es recurrente principalmente de los considerados como los de objeto y escenarios de culto como el Apu o Wamani, la Mamaqocha[22], el Amaru[23], entre otros. La trama de los relatos tienen componente axiológico porque refieren aspectos de valores morales, cognitivos y funcionales que norman y forman la vida social. Los relatos previenen, testimonian, sancionan, estimulan, premian, por eso las deidades panteístas locales como los Apu-Wamani benefician a los desvalidos y más pobres y sancionan de diversas maneras a los transgresores que faltan el respeto a la Pachamama.

Algunos de los relatos que hemos registrado son:

 

- El Wamani y el arriero

Este es un relato muy difundido en los Andes, trata de dos hermanos socio-económicamente opuestos. El mayor rico, explotador y sedentario y el menor laborioso, respetuoso y arriero. Cuentan que el arriero cuando trajinaba con una recura de acémilas, al caer la tarde acampó en un paraje solitario entre las montañas, ubicándose para pernoctar en una cueva. Antes de conciliar el sueño, cuando el arriero mascaba la sagrada hoja de coca (Erithroxylon cocae), previo pago a la Pachamama, escucho que los Wamani moradores de los cerros conversaban entre sí. Uno le decía al otro “¿Qué le vamos a dar a este nuestro hijo?, yo le daré ceniza”. El otro le respondía “yo le daré carbón” y el tercero agregaba “y yo harina de maíz”. Cuando despertó al día siguiente, pensaba en su “sueño” y, de pronto, vio entre su carga tres atados conteniendo ceniza, carbón y harina que los tomó con cariño y se llevó en la espalda y arriando la recua de acémilas continuó viaje hacia su hogar. A medida que se acercaba a casa su equipaje iba pesando más y más. Cuando llegó a la puerta de su casa se deshizo de su carga y constató que se habían convertido en oro, plata y cobre. Riqueza que le permitió incrementar su ganado y sus cultivos. Así revertió su pobreza con riqueza.

[inset image="images/stories/pacarina/0023.jpg" imgwidth="300" side="right" title="" width="300"]Puerta de entrada del Señor Wamani disturbado por la Iglesia Católica en Ayacucho, Perú[/inset]El hermano ma­yor egoísta y sin senti­miento comunal, rico y avaro, viendo la prosperi­dad del arriero, su her­mano, le obligó a confe­sarle ¿Que había hecho para prospe­rar? El arriero se vio obligado a noti­ciarle de lo ocurrido. Ante la noticia, el her­mano, avaro y codi­cioso, fingiendo viajar llegó al mismo lugar, acampó en la misma cueva y cuando trataba de conciliar el sueño escu­chó conversar a los Apu Wamani, quie­nes acor­daron darle los mismos elementos que al her­mano menor. Al día si­guiente, el hermano del arriero encontró y cargó lo que habían dejado las deida­des y retornaba a su hogar; empero los pe­rros le ladraban, su esposa e hijos, al verlo, le lanza­ron piedras, sus vecinos lo ahuyentaban mien­tras él trataba de decirles era el esposo, padre y ve­cino. Cuando se dio cuenta le había crecido cuer­nos, cola y el rostro se le había transformado en el de un ciervo. El avaro murió. Se dieron cuenta que era el hermano avaro porque tenía como piel el poncho que le había tejido su esposa.

 

- La laguna de Ullucupata

Este es un relato con una lección de experiencia vivida. En 1963 cuando viajaba con unos arrieros desde las selvas peruanas hacia la sierra en el distrito de Chungui (Ayacucho, Perú), llegamos a la localidad de Ullucupata que tenía una hermosa laguna. Ésta se veía quieta y azulina a las tres de la tarde con límpido sol. El camino bordeaba la laguna e incitaba sentir esa maravilla y al mismo tiempo de acariciarla. En estas circunstancias recogí una piedra plana y cuando me disponía a lanzarla sobre el espejo de agua para ver cuantos rebotes podía dar, los arrieros mayores me llamaron la atención y me advirtieron que no haga semejante cosa. Empero, yo, por contradecirlos lancé la piedra y vi la furia en sus rostros y escuchaba preocupado la frase “machayman, machayman” (“a la cueva, a la cueva”). Todos, humanos y acémilas, aceleraron el paso para llegar pronto a la cueva donde acamparíamos. A medida que íbamos avanzando, el cielo azulino y limpio se iba nublando y oscureciendo antes de tiempo, mientras la suave brisa de la laguna se iba convirtiendo en viento. Cuando llegamos a la cueva iniciaba la garúa acompañada de vientos. Descargamos las acémilas y nos cobijábamos dentro de la cueva y el viento azotaba horizontalmente dentro de la cueva y la lluvia con granizada menuda nos daba con fuerza en nuestros rostros, como si nos castigara. Los campesinos luego de proliferar sus ásperas y justas llamadas de atención, iban calmándose, mascando la sagrada hoja de coca. La lluvia pasó, muchas cargas se mojaron y el día dio paso a la noche.

Es en estas circunstancias cuando les pedí disculpas, los campesinos se tranquilizaron mascando la sagrada hoja de Coca y recordaron historias de la laguna encantada. Los arrieros, guardaban respeto a la laguna que según la tradición oral estaba en sus profundidades morada por un enorme toro de oro enlazado con una cuerda de oro y que al lazar la piedra había perturbado su tranquilidad y por eso había oscurecido el cielo, enviado los vientos, la lluvia y la granizada que nos obligó descansar en la cueva antes de culminar la jornada de viaje. Por mi actitud los arrieros perdieron un cuarto de día de jornada.

La laguna es sagrada, por eso se le llama Mama Qocha, tiene su ciclo y por si sola puede moverse con oleadas en las que los niños se bañan y los adultos lavan sus ropas utilizando detergentes vegetales como la taqsana. Tiene sus momentos de quietud y en este no se le debe de ofender porque puede molestarse. Lo que hice fue precisamente esto, faltarle el respeto lanzándole una piedra. Las consecuencias fueron horribles.

 

- El granizo

Las lluvias, los vientos, las heladas, las granizadas en sus diversas formas expresan el estado de ánimo de la naturaleza y corresponde al trato que el hombre tiene con ella. Entre los pueblos andi­nos el hombre dialoga y trata con la naturaleza a diferencia de la sociedad occidental en el que el hombre lucha con la naturaleza para dominarla o someterla. Los relatos que registramos evidencian estas relaciones y tratos de los pueblos andinos con la naturaleza y es frecuente recoger relatos en los que las deidades andinas son arrieros que tienen como sus acémilas a las vicuñas, vizcachas, alpacas, zorros, ciervos, zorrinos y otros animales silvestres a quienes como los humanos dicen le hacen sus fies­tas, sus marcas y señales por eso, ocasionalmente, los arrieros pueden encontrar animales silvestres adorna­dos con cintas de colores.

El relato registrado por Condori-Gow (1982) que a continuación reproducimos está asociado al granizo y como éste asume rol humano para mantener a su madre y en momentos el papel de arriero. El relato dice:

“Un comerciante de Camara dicen que estaba por una cumbre. En una pampa, en un rincón de piedra, vivía una mujer. Allí llegó el Camara. “Escóndete, Mis hijos te podrían hondear”, dijo la mujer y lo tapó con un tinajón.

Cuando estaba escondido el granizo entró tronando:

“Estoy trayendo maíz, trigo estoy trayendo, pero también estoy trayendo cargados en las mulas”, dijo el granizo.

Cuando los hijos del granizo detonaron tres veces, él llegó como un arriero.

La viejita tenía de lo mejor en su casa, dicen. Papa, chuño, moraya[24], huevos, trigo, maíz, habas. También había reunido muchos animales: maíz y a golpear las chacras detonando.

De allí dicen que también trajo a la gente arreándola como a llamas y mulas. ¡Qué de veces el granizo está matando a la gente! Su espíritu trae después de matarla. Y la gente va llegando con papas, moraya y maíz cargados en mula. Lo mejor lleva.

La madre del granizo es la nieve.”

En este caso, el granizo aparece como abastecedor de productos a una anciana asumiendo el papel de arriero que transporta productos agrícolas y ganaderos en sus espaldas y en acémilas (llamas y mulas) y refiere a que a veces puede matar a la gente y llevarse lo mejor de los productos. En este caso, implícitamente, se entiende que esta actitud la asume cuando hay desequilibrios en la normativa humana. Lo que muestra es la identidad humano-naturaleza y la transmutabilidad que existe entre ambos.

 

- Apachita o Saywa Rumi

[inset image="images/stories/pacarina/0024.jpg" imgwidth="250" side="right" title="" width="250"]Apachita o Saywa Rumi y Cruces del Camino en Salcabamba, Huancavelica[/inset]Las Apachita[25] o Saywa Rumi[26] ubicados en las cumbres de los cerros por cuyas abras pasan los caminos por donde transitan los viajeros y los arrieros para entrar dee un valle, una cuenca o una hoya a otras. Según se dice “La fatiga del viaje, el cansancio es aviso misterioso de que no debe irse más allá sin ofrendar a la “apachito”. El indio que lo siente y no le envía nada agradable a aquel espíritu coge una piedrecilla redonda del camino y comienza a frotarse el cuerpo con ella, a desperezar sus miembros fatigosos después de la fricción y arrojar la piedra portadora de sus fatigas, entre el montón de las otras sobre que se yergue el símbolo del cristianismo. Se dice que las hierbas absorben el cansancio el cansancio (...) se hace aún más evidente cuando practican esta misma operación con los animales que se les han rendido y, sobre todo, cuando materializan la intención del culto no por medio de una ofrenda, porque estos transeúntes precisamente no la tienen, sino por las piedrecillas que recogen del camino, las llevan consigo un regular trecho y los arrojan como ofrenda a la “apachito” (Castro Pozo 1979: 149-150).

[inset image="images/stories/pacarina/0025.jpg" imgwidth="300" side="left" title="" width="300"]Apachita en la Comunidad Campesina de Cancha Cancha, Ayacucho.[/inset]Las apachitos se localizan en las cumbres, se practica en todo el sistema de montañas de los Andes que comprende a los países andinos de Perú, Ecuador, Bolivia y Argentina. Félix Coluciio (1990) registra información en Argentina y lo mismo Claudia Forgiani y Norberto Pellicero. Los arrieros que entregan sus ofrendas aseguran que no tienen contratiempos durante sus viajes.

Tapuna[27] es un Wamani regional de la provincia de La Mar en el departamento de Ayacucho, protector de los pueblos Iquicha[28], junto a esta deidad se localiza el abra del mismo nombre donde existe una Apachita en la que los viajeros que penetraban a la ceja de selva del valle formado por el río Apurímac, se hincaban y depositaban sus ofrendas para pedir protección y “preguntar” al señor Wamani ¿cómo le iría en su viaje? El Wamani, morador del Tapuna, a través del sabor, posición y forma[29] de las hojas sagradas de Coca les respondía y pronosticaba el éxito o fracaso del viaje. Con la masificación del uso del transporte motorizado esta práctica ahora ha sido asumido por los camioneros.

Empero, los montículos de piedra, las Cruces de los Caminos, las hornacinas en los que se depositan las ofrendas continúan operando. Los conductores de camiones, los pocos arrieros que transitan por la zona y los lugareños continúan todavía considerando al cerro como deidad tutelar.

 

- Rocas Sagradas

Entre los componentes sagrados de las creencias andinas se ubican también un conjunto de rocas que por su forma, tamaño, color los pobladores y arrieros le reconocen atributos sagrados. Uno de éstos es el pronóstico de un viaje.

En el valle del Mantaro, departamento de Junín, existen varias rocas sagradas y uno de ellos Chapina Wanka[30] está asociado a los viajeros y los arrieros. Tiene 17 metros de diámetro en su parte superior a donde se puede subir escalando con dificultad una altura de, aproximadamente, cuatro metros.

Los arrieros y viajeros antes de emprender un viaje “consultan a la roca” para saber si tendrán éxito, para lo cual arrojan sobre la roca desde la vera del camino (aproximadamente treinta metros), tres piedras juntas. Si las piedras caen y quedan agrupados sobre la gran roca, entonces el éxito será seguro; pero si alguna de las piedras cae a tierra el éxito será relativo. Sí caen dos piedras fuera de la superficie de la roca no se recomienda el viaje; y, si caen fuera de la superficie las tres piedras no se debe de viajar.

[inset image="images/stories/pacarina/0026.jpg" imgwidth="300" side="left" title="" width="300"][/inset]Es decir, puede observarse que existe un contenido esotérico del acto, pero siempre está asociado a rituales previos realizados antes de arrojar las piedras. Se masca la sagrada hoja de Coca y deposita las ofrendas debajo de la piedra.

Rocas sagradas como Chapina Wanka son frecuentes en los pueblos y los caminos de los Andes peruanos. Pero no todas las rocas sagradas están en los caminos y están asociadas a las prácticas de los arrieros. Por lo general existen otras que están lejos de los caminos y de los arrieros, se les identifican como rocas encantadas y se prohíbe en unos casos acercarse y en otros es motivo de peregrinaciones y rituales.

 

- El Wamani como arriero y tropero

[inset image="images/stories/pacarina/0027.jpg" imgwidth="300" side="right" title="" width="300"][/inset]Así como los negociantes arrieros viajan no solamente conduciendo acémilas, se cuenta también que el Señor Wamani tiene su “ganado” y sus tropas de animales a los que conduce como cualquier arriero y tropero. Conduce sus recuas trasladando sus rique­zas de un lugar a otro. “Sus gallinitas son las perdices, sus caballitos son los venados y las vi­cuñas, sus vaquitas son los ciervos” con los que carga sus bienes especialmente el oro.

El señor Wamani posee sus propios hatos ganaderos conformado por los animales silvestres. Los indígenas le llaman el “ganado del se­ñor”[31] a los zorros, zorrinos, pumas, vicuñas, guanacos, ciervos, venados, perdi­ces, patos silves­tres, etc. Cuando recoge sus “cose­chas” y productos de extrac­ción minera, vegetal o animal, los tras­porta en éstos animales que hacen de acémi­las. Según relatan, trasladan en piaras, algunos tienen cencerros, indumentaria de cabalgadura muy fina “tejidos con oro y plata”.

En muchos relatos los arrieros aducen haberse encontrado con el señor Wamani y sus “acémilas” conduciendo su tropa de ganado. Por eso es que el señor Wamani no solamente es arriero sino también es tropero. César Pérez (1985) y César Toro (1990) recogen mitos alusivos a estos acontecimientos. Por eso se cuenta de cómo arrieros encontraron o se encontraron con animalitos silvestres extraviados con sus atuendos, sus cargas (muchas veces de oro) e inclusive se dice que tienen sus marcas y señales con cintas. Los arrieros más pobres y que han tenido comportamientos solidarios, comunitarios, cultivadores de la reciprocidad andinas son los que se “han encontrado” con estos animales y consideran un “regalo del Señor Wamani”.

 

2.2. Lugares de protección de los arrieros

A lo largo de las rutas de los arrieros se encuentran lugares de riesgo y protección. Estos centros se identifican los “lugares peligrosos”[32] para los transeúntes por la orografía accidentada, los lugares de pantanos, lugares de frecuentes operaciones de asaltantes, cuatreros y abigeos, desfiladeros con abismos a uno o ambos lados de los caminos.

Estos riesgos que afectan a los arrieros ha generado una basta gama de relatos y la creación de sistemas de protección panteísta y cristianos conservando, a veces, procesos de paralelismo religioso. Se acude a la protección de la Pachamama, a los espíritus de las montañas y también al santoral católico ligado asociados a los viajeros, el ganado, principalmente San Antonio considerado Patrón de los viajeros, San marcos Patrón de los ovinos, San Valentín de los equinos, Santiago Apóstol de los vacunos y camélidos, San Lucas que ayuda al amansamiento de equinos y vacunos.

A lo largo de los caminos se identifican estos lugares sagrados y protectores con los montículos de piedras, cruces y otros elementos. En nuestro caso son, junto con las Saywa Rumi, las Rocas Sagradas y los ríos, las “almitas del purgatorio”, el santoral católico re-creado desde la cosmovisión de los arrieros, las devociones populares y hasta los cementerios.

Cuando los viajes son largos los arrieros acampan donde les cae la noche después de cada jornada. Estos lugares de hospedaje ocasionales son variados: tambos, casas, carpas, cuevas, locales preestablecidos, capillas, cementerios y campo abierto. En todos los caminos y lugares, la presencia de ladrones, asaltantes y accidentes son latentes. La necesidad de prevenirlos ha generado un sistema saberes, creencias y rituales preventivos para evitar o resarcir daños. Entre estas creencias identificamos almas, capitallas, lugares rituales como ejemplificamos a continuación.

 

- Las almitas protectoras de los viajeros.

Los arrieros donde les cae la deben de suspender la jornada. Como se ha señalado los lugares de descanso y pernocte son diversos. Entre éstos están los cementerios identificados como lugares sacro-tenebrosos, ahí descansan los fallecidos y para los lugareños es un lugar de culto, de temor, respeto y ritual. Un lugareño no puede osar a introducirse en las noches. Sin embargo, para los arrieros y viajeros es un lugar seguro porque las “almitas se encargan de custodiar a los viajeros”, sus aperos, sus acémilas y ellos en gratitud dejan su ofrenda: sagrada hoja de coca, gotas de aguardiente asperjado en las cuatro direcciones de los puntos cardinales. Pernoctar en la capilla o en el atrio de la misma, del cementerio, es despreocupante.

En Cajamarca, Mercedes Marcel G., recogió un relato sobre almitas que cuidaban a los viajeros. El relato dice:

“Un día desos, unos viajeros viajaban y viajaban y lo traiban bien cargados a sus animales, y venían descansando y así se tardaban en el camino, pidieron posada y los señores de una casa aceptaron; lo acomodaron sus animales en el potrero y sus cosas junto a los viajeros.

Pero, para esto, los que dieron la posada, eran ladrones y sólo aceptaron con el interés de robarles sus animales.

Cuando ya sintieron que los viajeros ya estaban dormidos, los ladrones salieron despacito a robar las mulas, pero al entrar al potrero, vieron alrededor una cantidad de gente con palos y látigos que les gritaban “¡ladrones; ladrones!”, y por más que quisieron entrar no pudieron porque recibían palos y latigazos.

Cuando se vieron perdidos, decidieron avisar a los dueños, engañándoles que habían escuchado ruido y al salir habían visto a unos hombres queriendo robar sus animales, pero que bastante gente lo defendía. Pero los dueños no se sorprendieron y les contestaron alegres “Nosotros dormimos tranquilos porque somos devotos de las Almitas y ellas nos cuidan a nosotros y a nuestros animales y cosas. Así que no nos preocupamos porque nos cuidan muy bien”.

Así cogieron sus cosas, alistaron sus mulas y siguieron su camino confiando en las almitas” (Mires 1988).

Existen muchos relatos sobre las almitas, es el caso que me ha sido relatado por Amparo Orrego que nos relata como las almitas del purgatorio protegían a los arrieros que viajaban de Ayacucho a Huancayo. El relato dice:

“Los arrieros que unían Ayacucho con Huancayo debían pasar por el camino de Waqoto donde el camino era angosto y frecuentemente caían al barranco las acémilas. Los viajeros tenían miedo este tramo porque cada vez desbarrancaba un animal. Sin embrago, había un arriero que pasaba sin temor y nunca tenía accidente alguno a pesar de tener mayor cantidad de acémilas y pocos peones.

Al coincidir los arrieros en una pasacana o tambo para descansar luego de una jornada de viaje durante las tertulias nocturnas, mientras cuidaban sus acémilas, conversaban entre sí y preguntaron al arriero ¿por qué no había tenido accidentes? Querían conocer los secretos. El arriero afortunado les respondió que no tenía accidentes porque siempre se encomendaba a las almas del purgatorio y que ellos le protegían” (entrevista marzo 2004).

 

- La función protectora de los cementerios

Los cementerios de los pueblos rurales andinos se construyen fuera del área habitable. El hecho de que en los camposantos moran las almas[33] se les considera un lugar de descanso y también de penas. Aquí se conjugan los buenos y malos espíritus, los que gozan de Dios y los que padecen en los infiernos o resarcen sus pecados en el purgatorio. Sin embargo, para los arrieros, cuando están lejos de sus lugares de residencia habitual los cementerios son lugares de protección y de hospedaje.

Los cementerios andinos tienen una distribución espacial especial: En la entrada existe un local a manera de corredor donde los acompañantes de un entierro hacen el último descanso entes de darle sepultar a un difunto. Luego la entrada, el camposanto donde se encuentran las tumbas y al fondo o en la parte más alta una capilla donde se hacen oraciones y esperan con el difunto hasta que lo fosa o la sepultura esté disponible.

El local de “descanso”[34] o la capilla, a veces, es utilizado como hospedaje y cuando esto ocurre son protegidos por las almitas del cementerio, para quienes siempre habrá oraciones. Los viajeros antes de hospedarse en tales escenarios se encomiendan a las “almitas”, les depositan sus ofrendas mientras mascan la sagrada hoja de coca y proceden al descanso. Las almitas les brindan protección durante la noche.

No obstante, se señala que un viajero debe evitar hospedarse en el cementerio de su propia localidad porque la protección es para los forasteros. Las almitas velan por los forasteros necesitados. Los lugareños que buscan pernoctar en el cementerio local los hacen porque están en falta y buscan refugiarse en estos lugares y eso se puede castigar con la muerte. Lugareño que pernocta en el cementerio local está “buscando la muerte” o “llamando a la muerte”.

 

2.3. Las devociones populares asociadas al arrieraje

La tradición oral andina ha hecho posible procesos de reinterpretaciones del santoral católico desde la cosmovisión andina para adicionarlas a su sistema simbólico sagrado. Las imposiciones religiosas de occidente judeocristiano han sido reelaborados y así apropiados involucrados a la religiosidad andina. Así San Antonio, San Marcos, San Lucas, Santiago Apóstol han sido indigenizados, tienen dimensión humana y, por consiguiente, cumplen funciones, sienten y padecen como cualquier ser humano[35]. Por eso en las Cajas de San Marcos[36] estos Santos son infaltables. Desde la visión etnocampesina San Antonio es el patrón de los viajeros y caminantes, los protege, ayuda y también puede cometer errores como cualquier ser humano.

 

- Arrieros y San Antonio

San antonio ha sido entronizado como patrón de los viajeros, en la cosmovisión andina conserva su dimensión humana y está obligado a cumplir con sus funciones y obligaciones de cuidado de las acémilas, enseres e indumentaria de los arrieros. El incumplimiento de sus obligaciones es sancionado como cualquier ser humano común. Al respecto Landa (1993) registra el siguiente relato:

“Cuenta un arriero de Coracora, que en uno de sus viajes a Caravelí para proveerse de vino y Pisco, dejó sus asnos en un corral del cual desaparecieron en la noche; en la madrugada al percatarse de este suceso, enfadado cogió la figura de San Antonio que tenía en su bolsillo y lo arrojó increpando al “Santo” que no había cuidado de sus animales como era su deber, el cual al caer se rompió uno de los pies. El arriero se fue a buscar a los asnos por el camino y se sorprendió de verlos de regreso como si alguien los estuviera arreando. Como no vio a nadie, preguntó a un caminante que pasaba si había visto a alguien arreando a estos animales; le contestó que un hombre cojeando los estaba trayendo. Buscó el arriero a dicha persona; al no hallarlo, recordó inmediatamente que trató mal a San Antonio y que éste habría ido a buscar a los asnos.

El arriero pensó: “un hombre cojeando no podría ser otro que San Antonio que se había roto el pie por el golpe de la caída”. Arrepentido con esta actitud volvió a tomar la figurilla y la envolvió en un pañuelo, prometiendo hacer celebrar una misa en honor al Santo y mandarlo reparar con el imaginero, lo cual cumplió al volver a Coracora” (Landa, 1993: 107).

Luego, el mismo autor señala que “San Antonio es el protector de las mulas y por consiguiente también patrono de los arrieros. Es personaje importante en los Cajones de San Marcos. Los imagineros huamanguinos elaboraban estos cajones a pedido de los criadores y los enviaban o llevaban personalmente a los diferentes lugares. Muchos arrieros traían de Huamanga estos “San Marcos” para entregar a cambio de alguna oveja o cabra” (Landa 1993).

 

- Niño Lachoq de Huancavelica.

El Niño Lachoq es una versión recreada por los indígenas de Huancavelica del Niño Jesús, se le reconoce como protector de los arrieros. Él, los protege de las temporadas climáticas adversas, de los abigeos, asaltantes, bandoleros y cuatreros de los caminos. Al respecto existen leyendas y relatos que dan cuenta de las hazañas o milagros del Niño Lachoq protegiendo a los arrieros.

Los relatos más frecuentes refieren al papel del Niño Lachoq tratan como protege a los arrieros principalmente de los asaltantes y cuatreros de los caminos. Uno de los relatos más frecuentes refiere que cuando los arrieros que se encomiendan al Niño Lachoq están en inminente peligro de ser víctimas de los asaltantes, éste los protege cubriéndoles de neblina para que los malhechores no los vean o “enviando” yaros, truenos y granizadas al lugar donde se encuentran los acechadores. Basta una invocación de los viajeros para que el Niño Lachoq les dé su protección.

La fiesta principal del Niño Lachoq es en el mes de Enero y celebrado por los arrieros con gran pomposidad. En esta fiesta cuando la mayordomía es asumida por un arriero la vestimenta del Niño es el de un arriero y cuando no lo es le visten como militar, pues, también, se dice que apoyó a las guerrillas del Cáceres durante la Guerra del Pacífico[37].

 

- Las canonizaciones populares

En el Cristianismo y específicamente en el católico muchos personajes considerados como intermediarios entre Dios y la Humanidad fueron canonizados oficialmente como Santas o Santos. Muchos de éstos alcanzaron tal dimensión por su servicio, su humildad, sabiduría y por ser mártires. El martirologio y las cualidades de personas sustentan muchas canonizaciones oficiales y esta situación, al parecer, impacta en las poblaciones y ha permitido que toda muerte trágica genere un culto con las mismas características que las ortodoxas. Estas santificaciones “(...) no siempre respetuosa de la ortodoxia romana, suele canonizar de hecho a personas reales, e incluso imaginarias, a las que la tradición oral adjudica la realización de verdaderos milagros” (Coluccio 1995).

En el Perú y América Andina existen santuarios a la vera de los caminos de herradura y ahora carreteros son recurrentes. Mausoleos en miniaturas, capillas, cruces simbolizan estas sacralizaciones populares que junto a otras han generado cultos diversos que no son oficialmente aceptados por la Iglesia pero sí toleradas. En el caso de los arrieros, Castro Pozo registro el caso de Francisco Condorama que a continuación reproducimos:

 

- Francisco Condorama

Hisldebrando Castro Pozo (1924) señala que “Otra costumbre, extendida en casi todos los pueblos indígenas de la costa y sierra, en la que puede observarse restos de culto a los muertos, es el que se practica en recuerdo a los que fueron victimados en los caminos”. El autor continúa:

“Los arrieros y demás transeúntes, como los habitantes de los caseríos o pueblecitos vecinos, clasifican a estos muertos en benéficos y maléficos, según lo que refiere la tradición acerca de su muerte y demás circunstancias de que fue rodeada.

Todo el que pasa por aquel camino o se encuentra en el trance de haber perdido o que le hayan robado un animal debe acercarse al túmulo o ofrendar al muerto en dinero, velas, naranjas, chancaca u otros productos de esta naturaleza que, quien venga atrás puede consumir con la condición expresa de devolver en ceras, a su regreso, el valor que estime conveniente; acerca de lo cual refiere la superstición muchas leyendas, entre las que, para ilustración escojo y consigno lo siguiente:

El espíritu de Francisco Condorama, asesinado a balazos, ha muchos años, por una pandilla de bandoleros, era bueno para todos los caminantes, quienes jamás se quejaron de pérdida alguna, aunque tuvieran que transitar por aquel trozo de camino en las oscuras noches de invierno.

La piara desfilaba tranquilamente al solo silbo de los arrieros; las cargas no se volcaban ni desviábanse fuera del camino (...) Las velas en la tumba del muerto constantemente ardían; de noche señalaban el rumbo del camino (...).

Pero hete que un buen día el muerto comienza a asustar: ya es un fantasma que separa del sendero a la recua, perdiéndola entre los matorrales; quejidos de alguien que parece sufrir una horrible tortura; llamaradas que cruzan el espacio perdiéndose entre los chilcales; sombras, en fin, que se tienden a interrumpir el aso y espantar los animales (...)

Era indudable el espíritu del muerto había cambiado. Y así transcurrieron las noches, los meses y años, y medrosos los transeúntes preferían pernoctar a una legua de distancia antes que aventurarse a sufrir un chasco. Pero como tiene su fin de repente se esparció la noticia que había muerto un yungano,[38] quien al confesarse antes de entregar su alma a nuestro señor, había declarado al sacerdote que debía ‘al alma’ doce reales en mediecitos,[39] dos libras de cera y unos atados de chancaca (...) Ordenaba que le devolvieran todo eso y algo más. Hoy el ‘ánima’ de Francisco Condorama continúa tan buena y milagrosa como antes” (Castro Pozo 1924).

 

2.4. Sanción Social

La literatura oral y popular guarda un conjunto de relatos asociados al control social. Los mitos regulan, controlan y sancionan el comportamiento individual o colectivo. Las transgresiones a la norma se sanciona de muchas maneras: castigos físicos, ostracismo, muerte. Pero, también hay sanciones psicológicas e ideológicas. En el Perú, son frecuentes los relatos sobre la transfiguración humana en animal cuando comete incesto, adulterio o tiene relaciones sexuales prohibidas. Los transgresores se transforman en animales: llama, mula, gallina, cerdo. Por lo general, se convierten en llama cuando mujeres y varones cometen incesto, se les denomina “jar-jar”, “jarjaria” o “jarqacha”[40]. Se convierten en mula las mujeres que tienen amoríos con curas y los que cometen adulterio. Muchos relatos son dados como reales por arrieros que han “constatado” tales situaciones durante sus viajes, como los que reproducimos a continuación.

 

- La mula

“Un arriero contaba que mientras hacía un viaje llevando aguardiente de contrabando, una retozada mula se juntó a su recua. Iba adelante, pero al llegar a un puente, la mula se adelantó y poniéndose a la entrada, no dejó que la recua siguiera. Vano fue todo intento del arriero. El animal pegadizo se levantaba entre las patas traseras y amenazaba sacarle la cabeza con las delanteras. Embarazado éste, le pegó una zofera paliza a la intrusa, paliza de la que salió con la cabeza sangrante y el cuerpo molido.

El día se acercaba y, por fin, la mula dejó paso, huyendo precipitadamente en cualquier sentido.

Al día siguiente, el arriero llegó a una población, residencia del párroco que en el momento se hallaba en la capital del departamento de Ayacucho, en plenos ejercicios espirituales. Había un gran revuelo con la noticia de que Juanacha, hermosa “protegida” del cura se hallaba moribunda. La gente decía que mientras había ido la hermosa chola a unas chacras de “arakacha” que tenía el Señor Cura en “El Puente”, un arriero contrabandista le había pegado hasta herirle por varias partes la cabeza y molerle el cuerpo.

El arriero dice que narró su aventura de la noche, con su sal y su pimienta.

La hermosa mula del puente, no era otra que Juanacha la virtuosa y huraña “protegida” (Morote, 1952: 155).

Las sanciones ideológicas demuestran que la transgresión a la norma siempre lleva a que el humano deja su condición de tal para convertirse en animal. Lo humano está asociado al estado de cultura que debe sujetarse a pautas artificiales de conducta que deben de respetarse. El estado de naturaleza corresponde al animal que no se sujeta a pautas artificiales. En este caso los que transgreden la norma artificial vuelven ideológicamente al estado de naturaleza. Es decir, no merecen la vida humana.

 

- Los zorros y el burro del arriero

“Un viejo arriero que durante todo el día había transportado sal del cerro de Pasco a la quebrada, fue sorprendido por la oscuridad de la noche. Casi a tientas y con mucha suerte encontró una cueva donde se cobijó dejando a la entrada a su burro ya desprovisto de la carga que fue colocada al lado del animal. Así las cosas, se quedó dormido en tanto unos zorros que merodeaban la carga decidieron robarle la soga.

A la madrugada del día siguiente, cuando el arriero se dio cuenta del robo, se puso a llorar amargamente. Le habían robado todo lo que poseían. Al verlo el burro compadecido le dijo al anciano:

- No llores amo. Yo se quienes han robado tus sogas. Anoche no lo pude evitar porque los ladrones eran numerosos; pero no te preocupes, yo te los voy a recuperar.

Diciendo esto salió al campo y en la parte más visible se tiró al suelo de largo a largo simulando estar muerto. Un zorro que por allí pasaba lo vio y muy contento fue a avisar a los demás que, premunidos de las sogas que habían robado, llegaron al lado del burro. Juzgando que por su tamaño y peso les sería muy difícil transportarlo adecuadamente de diversas partes del cuerpo con el fin de arrastrarlo a su guarida. Como no podían ni moverlo optaron por amarrase ellos mismos al otro extremo de la soga; mientras los hacían, un zorrito, el más pequeño de todos, observaba detenidamente al burro y al momento gritó:

- ¡¡¡Papá, papá, mi tío burro está vivo!!!

- ¡Tú cállate y no te metas –respondió enojado el padre.

Amarrados a las sogas, los zorros comenzaron a tirar del burro plenamente confiados. Cuando habían avanzado un corto trecho, el burro se incorporó y comenzó a correr a campo traviesa arrastrando tras de sí a los zorros amarrados que, en las aristas de las rocas se desplazaban, mientras el zorrito desesperado gritaba.

- ¡¡Yo les dije que estaba vivo... Yo les dije!!!...

Así el arriero recuperó sus sogas” (Pérez 1995: 84).

Como en los relatos anteriores está asociado a un valor moral: la honestidad y la honradez, que cuando son transgredidos merecen ser sancionados. El valor es la honestidad y la honradez y el antivalor el robo, el hurto. En el relato los zorros simbolizan el antivalor y el burro héroe el valor y el beneficiario el arriero. Similares relatos se registran en casi toda la sierra del Perú y que han sido compilados por distintos autores (Toro Montalvo1997, Pérez1995, Mires1994)

 

2.5. Sobre asaltantes, ladrones y cuatreros

Los dedicados al oficio de arriero, tropero, llamero y otros, junto con los viajeros están sujetos a riesgos diversos y entre éstos a la acción de los asaltantes, bandoleros y cuatreros que los despojan de sus pertenencias en los caminos y las acciones de los arrieros frente a los malhechores han generado también un conjunto de hazañas que se relatan con recurrencia. Robos de cargas y acémilas, rapto de mujeres, lugares emblemáticos donde operan los malhechores son temas recurrentes en los relatos.

Existen zonas donde los arrieros tienen que pasar o cruzar en caravana para hacer frente al acecho de los ladrones, abigeos, asaltantes y semejantes. Existen bandoleros que roban para su usufructo o enriquecimiento y otros para redistribuir su botín entre los pobladores de escasos recursos. Estas hazañas han generado, en la memoria colectiva, leyendas varias que recuerdan gestas como el Awlico en Antabamba, Apurímac cuya vida ha sido reproducido hasta en el cine; Luis Pardo en Apurímac cuya imagen ha merecido que el pueblo le haya erigido un monumento en su tierra natal; o, Pancho Pinilla en el departamento de La Libertad. Conforme pasa el tiempo, en la memoria popular se tejen y retejen muchas historias nuevas.

En la comunidad de Ñawinpuquio,[41] del Valle del Mantaro, don Baltasar Cristóbal[42], viejo viajero, nos relataba que en su juventud viajaba a pie todos los años a trabajar a las islas guaneras de Ica, las plantaciones de algodón y uva en Ica, Cañete y de caña de azúcar en Lima. En la ruta había asaltantes, bandoleros y cuatreros que esperaban a los viajeros, en lugares estratégicos, para robarles sus pertenencias.

Para contrarrestar los arrieros y viajeros se juntaban en determinados lugares para pasar en gran número para defenderse mutuamente. Así como se defendían capturaban, con la ayuda de los gendarmes, a los asaltantes, bandoleros y cuatreros. Así, refiere que cuando tenía 18 años aproximadamente, los gendarmes, habían capturado a un bandolero y le habían cercenado los brazos y colocado sobre un pedestal en la plaza de uno de los pueblos de la costa[43], a fin de que los demás malhechores viéndolo puedan desistir de sus actos delictivos.

 

2.6. Relatos de esparcimiento

Los descansos en los viajes largos sirven para recuperar energías, preparar alimentos y pernotar. Durante las noches, mientras mascan la sagrada hoja de coca, siempre hacen tertulias para intercambiar relatos y experiencias que corresponden a su propia vicisitud. Relatos que sirven para prevenir y también para ejercitar el talante festivo, creativo, lúdico y festivo de la vida. El caso que registramos nos muestra este carácter.

Ollita de barro milagrosa. Los arrieros, viajeros y viajantes durante sus largos viajes llevan consigo su bajilla para cocinar sus alimentos. A estos viajeros se les conoce con el nombre de wamanguinos.

En cierta oportunidad un grupo de wamanguinos viajaban por parajes solitarios, acamparon e instalaron su carpa para descansar y pernoctar.

La encargada de preparar la comida hizo su tullpa o micharra lejos de la carpa. Cocinó los alimentos en una olla de barro. Las ollitas de barro una vez que han estado expuestos al calor la conservan y su contenido sigue hirviendo aun fuera del fogón.

Cuando termino de cocinar la sopita de chuño llevó el recipiente a donde estaba la carpa y lo puso sobre el suelo. La comida en la ollita seguía hirviendo. Es cuando observa un repentino visitante, procedente de Huanta ve que la ollita hierve sin necesidad de fuego y con admiración exterioriza su asombro y cuando pregunta a la cocinera ésta le contesta diciendo que es una ollita “milagrosa” y que solamente se le debe decir hierve ollita y la ollita hierve.

Entusiasmado por su descubrimiento el huantinito le ruega a la dueña le venda la ollita milagrosa. Estas accede y le da las instrucciones como debe usar y feliz se retira llevando la ollita para darle alegría a su mujer.

Al llegar a su casa le muestra a su mujer el hallazgo y quiere demostrarle el milagro y cuando está ya con los ingredientes del potaje empieza a pronunciar la frase de “hierve ollita, hierve ollita” y la ollita nada de hervir. La mujer le mira, se ríe del huantino y se va a su cocina, a sacar otra ollita de barro que está hirviendo con una deliciosa sopa de maíz y lo lleva donde está su esposo, lo deposita en el suelo para servir la comida que también está hirviendo y le dice a su esposo, esta ollita es también milagrosa mira como hierve sin necesidad de fuego.

El huantino recién se dio cuenta de que había cometido una “huantinada”. (García / Miranda, 2002)

El relato ejercita el talante cognitivo, la argucia, la chanza, el sarcasmo, la burla y una lucha encubierta de una identidad con otras. Este relato registrado por nosotros también ha sido por Coluccio (1987) para México[44] y es pan andino.

 

A manera de conclusiones

Podemos decir que la literatura oral y popular tiene contenido normativo porque constituye una norma que pauta y regula el comportamiento individual y colectivo de la población. Estimula y catiga; educa y reeduca.

También tiene contenido formativo porque ayuda a formar la personalidad de un individuo dentro de una comunidad.

Ambos casos, lo normativo y lo formativo, constituyen un sistema educativo de contexto que engrana al hogar, la comunidad (localidad) y el mundo total. La difusión de los relatos son producidos por los arrieros que articulan culturas, lenguas, tradiciones, pautas y patrones de comportamiento. Aspectos que se aprenden desde lo más íntimo del hogar que es el fogón hogareño lugar de tertulias.

Finalmente, los relatos tienen valores morales, éticos y axiológicos que ejercita capacidades cognitivas, creativos y festivos que son componentes de la vida humana.

Relato

Trama central

Función

simbólica

Función social

El arriero y los Wamani

Conocimiento de cualidades del arriero

Valores

Estímulo para el que respeta las y sanción para los transgresores.

La ollita de barro

Ollita que sigue hirviendo fuera del fogón

Cognitiva

Esparcimiento, chanza componente lúdico de la vida

El zorro, el burro y el arriero

Zorro ladrón y burro capturador de ladrones

Valores

Sanciona ladrones

Las almitas protectoras

Ladrones que quieren robar recua mientras arrieros duermen

Valores Cúltico

Castigo físico por espíritus

Laguna de Ullucupata

Castigo con vientos y aguaceros a viajero que disturbó su tranquilidad

Respeto a la naturaleza

Castigo de la naturaleza sacralizada

Saywa Rumi o Apachita

Ofrenda de piedras

 

Protección del cansancio

 

Bibliografía

 

Coluccio Félix.

Las devociones populares argentinas. Nuevo Siglo. Biblioteca de la Cultura Argentina, Buenos Aires, Argentina, 1995.

 

Coluccio, Félix y Marta Isabel Coluccio

Cuentos de Pedro Urdemales. Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, Argentina, 1987.

 

García Miranda, Juan J. y Gloria Miranda Zambrano.

“Gastronomía andina: sobre gustos y sabores”, en Revista de Investigaciones Folclóricas No. 17, Buenos Aires, Argentina, 2002.

 

Landa Vásquez, Ladislao H.

Arrieros y comerciantes 1890-1950, Aportes para un estudio de la provincia de Parinacochas. Tesis. Universidad Nacional Mayor de San marcos, Lima, Perú, 1993.

 

Mires Ortiz, Alfredo.

El indio pishgo y otros cuentos. Biblioteca Campesina. Bibliotecas Rurales de Cajamarca-Acku Quinde: Asociacicón andina. Cajamarca, Perú, 1994.

 

Los seres del más acá. Muestras sobrenaturales en la tradición oral Cajamarquina. Tarea. Lima, Perú 1988.

Cabeza voladora

 

Pérez Arauco, César

El folklore literario del Cerro de Pasco. Labor Centro de Cultura Popular y San Marcos. Lima, Perú, 1995.

 

Toro Montalvo, César

Mitos y leyendas del Paerú. Tomo II-Sierra, A.F.A. Editores S. A., reimpresión. Lima, Perú, 1997.

 

 


[1] Antropólogo de la Universidad Nacional de Huamanga, Perú.

[2] Manka Senqa. Viene de voces del runasimi (idioma nativo del Perú conocido como quechua). Manka es olla (de barro), Senqa es nariz. La olla como bajilla de cocina se le calienta con leña y se ennegrece por la base. El hocico de Manka Senqa era negra.

[3] Ninabambina. Significa Natural de Ninabamba.

[4] Pitizo. Nombre de un caballo.

[5] En la provincia de La Mar, existe un distrito Anco que en tiempos remotos era reconocido como Ayllu. Es decir, los Ayllu quechua de Ancco y Chungui, son colindante con el territorio de los pueblos Chanka de las provincias de Andahuaylas y Chincheros en el departamento de Apurímac cuyo lídes prehispánico es Anccowayllu.

[6] Su dueño era Carlos Edwin, mi hermano mayor.

[7] Mi padre, Juan José García Benavides, profesor rural.

[8] Postillón. Encargado del traslado de remesas de correo de posta a veces usaba acémilas.

[9] Tropero, transportista de todo tipo de animales (vacunos, equinos, ovinos, caprinos, etc.).

[10] Llamero, transportista que utiliza como medio de transporte la llama (camélido sudamericano).

[11] Wamanguino o huamanguino, comerciante que a través del arrieraje comercia productos urbanos en las zonas rurales.

[12] Comerciante viajero de los Andes Centrales principalmente de la Región de Pasco en el Perú.

[13] Comerciante viajero.

[14] Negociante, se designa en las zonas rurales aquel que compra y recolecta ganado y productos agropecuarios para luego transportarlos a las ciudades para beneficiarlos o comerciarlos.

[15] La estructura de la familia del arriero puede ser poligámica; el varón con varias parejas e hijos. La matrilocalidad de la mujer hace que la esposa principal radica en el hogar base del arriero (lugar de origen) y algunas parejas en lugares a los que llega periódicamente. En todos los casos puede tener hijos.

[16] Chaski. Sistema de mensajería en el Perú prehispánico.

[17] El sistema vial inka es conocido como Caminos del Inca, Hatun Ñan, Inka Ñan, Qhapaq Ñan y articulaba Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile, teniéndose noticias que llegaba hasta lo que es Paraguay y parte de Colombia. Actualmente estos caminos están siendo identificados, estudiados y, según las condiciones, puestos en valor para ser declarados por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

[18] Por la utilidad y la importancia en el transporte la Mula fue declarada como “Fulgor del Siglo XVII”.

[19] La crianza de mulas fue planificado por el Virrey Toledo en la segunda mitad del Siglo XVI y su comercialización se hizo en ferias anuales de Semana Santa y Corpus Cristo. En Salta se llevaba a cabo la feria de mulas más grande del mundo.

[20] Se ha registrado que las mulas que se traían de Salta hacia el Perú fueron utilizados en las guerras de emancipación, posteriormente los aguerridos “morochucos” y montoneros utilizaron en conflictos internos y externos del Perú y hasta en la guerra interna de fines del siglo XIX las acémilas jugaron papel importante ya en manos de las fuerzas armadas y policiales, de los alzados en armas y de los ronderos (paramilitares).

[21] Pachamama. Vocablo que viene de dos voces quechuas: Pacha: Universo, Naturaleza. Mama: Madre. Traducción: Madre Naturaleza.

[22] Mamaqocha, Mamacocha: Madre Laguna.

[23] Amaru: Serpiente sagrada, asociada al agua. Torrente de agua que emerge con fuerza de las entrañas de la tierra y se traslada como una serpiente por la superficie, arrasando a su paso lo que encuentra.

[24] Chuño: papa deshidratada. Moraya: Papa congelada para deshidratar.

[25] Viene del runasimi o quechua Apache que significa envío, encargo. Designa al lugar donde los arrieros y viajeros depositan sus ofrendas para las deidades tutelares andinas. Generalmente se localiza en las abras de las cumbres por donde pasan los caminos.

[26] Saywa Rumi. Cúmulo de piedras depositadas como ofrendas en las cumbres de los cerros. Comúnmente en estos lugares se coloca una Cruz de madera.

[27] El nombre de la deidad local del señor Wamani Tapuna viene de la voz quechua Tapuy: preguntar y Tapuna significa “A quien se debe preguntar”.

[28] Iquicha. Etnia quechua del norte del departamento de Ayacucho protagonista de gestas contra los incas, los colonizadores españoles y gobiernos republicanos, buscando defender sus derechos.

[29] El sabor amargo o dulce, la forma redonda y sana de la hoja, la posición anversa de la sagrada hoja de coca anuncia si un proceso va culminar con éxito.

[30] Chapina wanka viene de dos voces del quechua Wanka: Chapina que significa consulta y Wanka: roca sagrada.

[31] El trato que se le da a los Apu, Wamani, Jirka, Achachi siempre es de Señor, Padre o Tayta. Tayta Wamani seguido del nombre nativo del cerro.

[32] Los lugares peligrosos pueden ser localizados en zonas cuya orografía puede ocasionar accidentes de las acémilas; o lugares donde la acción de las betas mineras que afectan no solamente a las acémilas sino también a los humanos; y los lugares donde se dice existen hechos considerados sobrenaturales.

[33] En este caso se identifica al alma como los difuntos. En el habla popular andino quechua alma ha sido reconocido como sinónimo de fallecido. Y según la influencia del catolicismo impuesto las almas pueden gozar de Dios o penar y por eso es que en los cementerios se goza o se pena.

[34]> Ambiente a la entrada del cementerio donde hacen su último descanso las almitas antes de enterrarlos.

[35] Se identifica a los componentes del Santoral católico como seres humanos comunes y sus cualidades han sido panteizados y reinterpretados como funciones. Por ejemplo la Virgen María es identificada como Agua, luna que garantiza el agua; Santiago Apóstol como Rayo y Trueno; Santa Bárbara es “borracha” y por eso actúa con truenos y centellas generando temporales y calamidades; sin San Lucas no será posible Amanzar bueyes y equinos.

[36] Retablos de artesanía ritual dedicada inicialmente a los ganaderos que adquirían los campesinos y en la actualidad es suntuaria que adquieren los turistas.

[37] Existe en la memoria colectiva episodios que hacen referencia a la protección que brindaba el Niño Lachoq a los guerrilleros, montoneros y soldados que acompañaban a Andrés A. Cáceres cuando eran perseguidos por el ejército invasor. El Mariscal Cáceres fue protegido con los mismos procedimientos que a los arrieros. Según la tradición, también Cáceres fue identificado como arriero.

[38] Yungano. Natural de la zona yunga. Región natural cálido. Puede ser occidental entre los 1000 y 2000 metros en la vertiente occidental de la cordillera de los Andes y Oriental la ceja de selva y selva.

[39] Mediecito, refiere a la fracción de moneda que equivale a cinco centavos o céntimos de la moneda oficial del Perú, de la época: Sol de oro.

[40] Se dan estas denominaciones porque a parte de adoptar las formas de animal emiten voces gangosas semejantes a tales palabras.

[41] Distrito de Ahuac, provincia de Chupaca, departamento de Junín.

[42] Campesino, viajero golondrino (temporario), que tenía más de ochenta años.

[43] Don Baltasar Cristóbal aseveraba que los bustos sin brazos de bronce, existentes en las plazas de los pueblos eran de los asaltantes.

[44] Este relato es panandino, contado generalmente por los arrieros y también se han encontrado versiones semejantes en México y otros. Coluccio (1987) registró que “Pedro Urdemales no sabía cómo obtener dinero sin trabajar; entonces pensó poner en la orilla de un camino una ollita. Le puso lumbre y agua y empezó a hervir; luego colocó unas hojas alrededor, de manera que no se veía el fuego.

Pasaron unos arrieros y preguntaron cómo era que el agua hervía sin lumbre.

¡Ah! –dijo Pedro-. Es que mi ollita es de virtud.

Los arrieros dijeron:

Véndenos tu ollita.

No, si vale mucho.

Así los tuvo bastante tiempo, hasta que, después de mucho discutir, la vendió. Ellos, muy contentos, tan pronto como necesitaron poner a cocer su carne, nada más le echaron el agua y esperaron a que hirviera; pero nunca llegó el milagro.

Entonces se dieron cuenta que Pedro los había engañado” (Coluccio 1987:79)