Trabajadores migrantes: Movilidad y transformaciones domésticas. La experiencia de un pueblo nahua en campos agrícolas mexicanos

Se analizan diferentes arreglos de los grupos domésticos de la comunidad indígena nahua de Tula del Río, en Guerrero, frente a su participación como jornaleros agrícolas en varios destinos en México. Los tulenses comenzaron a migrar cíclicamente a Morelos hace varias décadas, provocando cambios en las familias, si bien sus desplazamientos eran relativamente cercanos. Desde 2005 la mayoría también migra a Sinaloa y Chihuahua. Esta diversificación de trayectorias y temporalidades implicaron formas más complejas de organización. A partir de este caso, se reflexiona sobre algunas de las transformaciones de los hogares rurales como producto de lógicas disímiles: del mercado de trabajo y de las estrategias de reproducción sociocultural.

Palabras clave: Grupos domésticos, Reproducción sociocultural, Migración temporal, Mercado de trabajo rural, Jornaleros agrícolas

 

Introducción

Muchas comunidades indígenas en México encuentran en el trabajo agrícola, fuera de sus lugares de origen, un empleo precario y temporal que les permite obtener los ingresos monetarios necesarios para sobrevivir. En las últimas décadas, como parte de la situación generalizada que vive el país, en la que el Estado ha replegado su presencia en el campo, su situación económica se ha agravado aumentando los flujos migratorios a distintas regiones económicamente más dinámicas[3].

Es este el contexto de la población nahua de Tula del Río (Guerrero), que desde finales del siglo XX comenzó a trasladarse a Morelos para la cosechas de hortalizas, y en los últimos cinco años ha salido también hacia Sinaloa y Chihuahua. Esto ha causado una ausencia del pueblo más prolongada, debido a que cuando sólo se dirigían a Morelos lo hacían por un máximo de seis meses y ahora los que van hacia los nuevos lugares están casi nueve meses fuera. Hasta el momento no se presenta una migración golondrina, es decir, que al término de su participación en un mercado de trabajo pasen a otro sin retornar a la comunidad de origen. Por el contrario, se ha observado que entre las salidas hacia uno y otro lugar se regresa al pueblo.

La circulación de los tulenses entre estos lugares ha devenido en la construcción de un territorio migratorio, que debe entenderse como un espacio social continuado a pesar de las distancias geográficas, que se da en un contexto de movilidad multiforme (múltiples temporalidades y múltiples direcciones) (Faret, 2003). En este territorio migratorio se observa que los grupos domésticos de los trabajadores agrícolas se reorganizan una y otra vez para poder desplazarse, lo que se ha convertido en una situación permanente, construyendo así configuraciones familiares que se adaptan a los procesos migratorios (Lara, 2008: 19-20).

Los grupos domésticos de Tula del Río se adecuan en distintos momentos en el año, sea que se encuentren en el pueblo o en algún campo agrícola, ya que sus miembros pueden participar en dos tipos de circuitos: 1) entre noviembre y mayo en Morelos, se regresa al pueblo para después migrar de junio a septiembre a Chihuahua; y, 2) a Sinaloa entre noviembre y mayo, se retorna al pueblo para engancharse desde ahí a Chihuahua.

 

Tula del Río y la migración a Morelos

Tula del Río es una comunidad indígena nahua de la región del Alto Balsas, que pertenece municipio de Mártir de Cuilapan en el estado de Guerrero. Su población total es cercana a los mil habitantes (Inegi, 2005), con un alto porcentaje de bilingüismo (85%).

Anteriormente, la agricultura en tierras de temporal era una actividad básica para el autoconsumo y, en menor medida, para la venta en la cercana ciudad de Iguala. Sin embargo, desde hace más de 20 años la siembra se ha dificultado por varias razones, incluyendo sequías en el Alto Balsas.[4]

En la comunidad y la región no existen suficientes oportunidades de empleo que les permitan a los habitantes obtener un ingreso suficiente para mantenerse, razón por la que migran. La actual movilidad laboral cíclica de los tulenses tuvo sus inicios en su contratación como cosechadores de un nuevo cultivo de exportación en Iguala, la okra,[5] desde la década de los sesenta.[6]

En la década de los ochenta, algunos brokers texanos extendieron su influencia hacia Morelos; entre ellos, un empresario fundó la empresa Rio Grande Exportación de Morelos S.A. de C.V. (en adelante solo Río Grande), que es hasta la actualidad la principal productora y exportadora de okra del centro de México, en temporada invernal.

La agroempresa emplea alrededor de 650 a 750 personas en áreas de campo y empacadora, en su gran mayoría temporales y solo concentrados en el periodo de cosecha. Cabe mencionar que a pesar de su desarrollo tecnológico, la pizca se siguió realizando de manera manual y desde un principio se reclutó a los tulenses en su pueblo (Sánchez, 2004; Sánchez y Saldaña, 2007 y 2011).


Mujer tulense haciendo la comida, mientras sus parientes están en el surco. Tehuixtla, Morelos.
Temporada agrícola 2010 – 2011. Foto: Marco F. González Ángeles.

La distancia, las modalidades de trabajo y de pago favorecieron la migración familiar de los jornaleros. Río Grande construyó galeras dentro de sus campos agrícolas para albergar a los trabajadores migrantes, lo cual también facilitó los arreglos domésticos para adaptarse a las fluctuaciones del mercado  (desplegando o replegando mano de obra). Desde el comienzo, los campamentos contaban con espacios habilitados para una guardería donde se atiende a la población infantil, operada en un principio por el Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (Paja-Sedesol), y para la escuela primaria a cargo del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe).

El crecimiento de Río Grande en Morelos favoreció el desarrollo de una relación relativamente estable entre comunidad y empresa. En efecto, la cosecha de la okra estaba en manos de Tula del Río y, por su parte, la empresa reconocía esta interdependencia a través de ciertas mejoras en los campamentos, en apoyo económico para realizar algunas obras en el pueblo y para su fiesta patronal en el mes de mayo.

Para entonces la comunidad se había vuelto dependiente de los ingresos salariales, lo que se acentúo frente al deterioro de la agricultura de temporal en la región. Los tulenses se transformaron en jornaleros agrícolas especializados en la okra, capacitando a las futuras generaciones en ello.

Sin embargo, en la temporada agrícola 2000/2001 se produjo un desequilibrio entre demanda y oferta de mano de obra, porque se duplicó la superficie cultivada (de 108 a 208 ha) y no hubo suficientes jornaleros. Este hecho se agudizó debido a la migración de jóvenes tulenses a Estados Unidos[7].En respuesta, Río Grande promovió la búsqueda de nuevas fuentes de abastecimiento de mano de obra, encontrando disposición en dos comunidades nahuas en los municipios guerrerenses de Ahuacuotzingo y Cuálac. Así para la temporada agrícola 2006/2007, eran ya 17 las comunidades que contribuían con trabajadores para Río Grande.

Desde el punto de vista de la empresa, esta experiencia le permitió mejorar su política laboral en varios aspectos. Por ejemplo, promoviendo la competencia entre trabajadores de diferentes lugares de origen, para aumentar su rendimiento y disciplina, sin incrementar los salarios.

La diversificación de los destinos y las temporalidades

A partir del 2006, la comunidad de Tula del Río incursionó en las cosechas de hortalizas en Chihuahua y Sinaloa. Vecinos de otros pueblos de la región del Alto Balsas les facilitaron su acceso a esos nuevos mercados de trabajo.

Estas opciones resultaron atractivas por distintas razones. Entre otras, porque en el corte de chile en Chihuahua el pago era inmediato y existía la posibilidad de cambiar de empleador fácilmente. También se podían obtener más recursos que en la okra puesto que varios productores permitían el trabajo de los menores de catorce años. En cambio, la Río Grande ha procurado limitar su participación, pues se considera una empresa certificada que no usa mano de obra infantil[8].

Delicias, en Chihuahua, fue el primer lugar al que se dirigieron en 2006 y cada temporada aumentaron la cantidad de migrantes, siendo ya en 2010 alrededor de ciento veinte.

Los jornaleros se concentran en el corte de chile –jalapeño, cayenne, chilaca y serrano- entre los meses de julio y agosto, ya que prefieren no quedarse en época de lluvias porque en el surco el trabajo es más lento, aunque la temporada de cosecha sea más amplia[9]. Adicionalmente, algunas familias se preocupan de regresar al pueblo a tiempo para que sus hijos se integren al nuevo ciclo escolar en septiembre.

Los productores en este lugar no se hacen cargo del pago del transporte desde Tula del Río ni de los lugares donde habitan durante la temporada, siendo los propios jornaleros quienes asumen los costos desplegando una serie de estrategias de organización.

En el caso de la migración a Sinaloa, los tulenses llegan a una localidad perteneciente al municipio de Escuinapa, a contratarse en las cosechas de chile serrano y, en menor medida, de jitomate y tomate.

Algunas de las características del trabajo en este lugar se asemejan con las de Delicias. La temporada se concentra entre los meses de noviembre y marzo, por lo que una vez pasadas las “ofrendas” que realizan a sus parientes difuntos durante los “días de muertos”, salen en varias etapas. En cuanto a las condiciones de vida durante la temporada, los trabajadores se agrupan para rentar cuartos o casas y reducir el costo individual.

Es común que antes de cada “viaje” a Chihuahua y a Sinaloa la gente pida dinero con los prestamistas de la comunidad, que se utiliza para pagar la cuota para el transporte y las primeras rentas de los espacios donde habitan temporalmente.

Entonces, ¿por qué la gente ha preferido dirigirse a estos nuevos lugares de trabajo, si implica distanciarse más del pueblo y endeudarse? Al parecer, algunas de las respuestas radican en la percepción de los trabajadores sobre las condiciones laborales en cada uno de estos espacios. Como ya se ha mencionado, muchos tulenses abandonaron a la Río Grande porque consideran que ya se rompieron las relaciones de reciprocidad entre la empresa y la comunidad, incluso opinan que no los tratan bien, en comparación con los trabajadores oriundos de otros pueblos. Por otro lado, en Chihuahua y Sinaloa se gana un poco más y, en algunos casos, los niños pueden contratarse. Finalmente, los jornaleros que han optado por esos nuevos destinos valoran positivamente poder elegir, tanto su residencia temporal como, sobre todo, al intermediario o al empleador al cual se vinculan para acceder al trabajo.

Entre los trabajadores se encuentra una gran variedad de situaciones: los que han decidido seguir contratándose en el corte de okra en Morelos en la temporada de otoño-invierno, porque no están dispuestos a que sus hijos se inserten en las labores asalariadas; también están aquellos que suelen cortar okra entre noviembre y mayo, regresan al pueblo para después dirigirse al corte de chile en Chihuahua durante los meses de verano; otra situación ha sido la de grupos que han dejado de llegar a Morelos para ir a Sinaloa regresando al pueblo para después engancharse a Chihuahua.

El panorama de la migración en Tula del Río se vuelve más complejo si se observan las dinámicas al interior de los grupos domésticos, ya que varios miembros participan al mismo tiempo en diferentes mercados de trabajo. Esto da lugar a que los grupos domésticos presenten, alrededor del año, diferentes configuraciones como resultado de los arreglos que deben hacer para posibilitar la migración.


Después del trabajo en el surco: mujer haciendo la comida y hombre tejiendo una red de pescar.
Tehuixtla, Morelos. Temporada agrícola: 2010 – 2011. Foto: Marco F. González Ángeles.

 

Los arreglos de los grupos domésticos en el contexto migratorio

La noción de configuraciones familiares da cuenta de los arreglos en el ámbito familiar que realizan los jornaleros agrícolas migrantes que laboran en campos de Sinaloa y California (Grammont et al., 2004).[10] También Sara Lara (2005) ha señalado que entre los trabajadores en campos agrícolas en el noroeste de México, se conforman grupos domésticos sui generis, que se constituyen con el objetivo de migrar y compartir un espacio común.

De manera similar, los grupos domésticos en Tula del Río están en constante transformación, para poder trasladarse a laborar como cosechadores de hortalizas en Morelos, Sinaloa y Chihuahua. Se observa una mayor flexibilidad a partir del crecimiento de su participación en los nuevos mercados laborales.

 

Arreglos para la migración al corte de okra en Morelos

En un principio, cuando la migración era mayoritariamente al corte de okra se observaba que los cambios consistían básicamente en la repartición de las mujeres del grupo tanto en Morelos, donde permanecían durante seis meses en campamentos agrícolas, como en el pueblo. La estrategia se basaba en procurar que al menos una mujer estuviera con los miembros que se quedaban en Tula del Río, así como asegurar al mismo tiempo la presencia de otras con aquellos que migraban.

En la temporada agrícola 2006/2007 en el campamento de “La Brasilera Chica” en Morelos se encontraban 203 personas de esa comunidad agrupadas en 40 grupos familiares, los cuales podrían desagregarse en: nucleares, compuestos, matrimonios sin hijos y de otro tipo.

El más numeroso era el nuclear con el 65%, que estaba constituido por ambos padres o sólo uno de ellos y algunos de sus hijos, pues la mayoría había dejado a parte de sus miembros en el pueblo; el siguiente era el compuesto con 20%, que correspondía a grupos nucleares con la incorporación de otros miembros unidos al padre o a la madre por relaciones de parentesco consanguíneo o de afinidad, generalmente se trataba de mujeres. Los restantes se dividían en: parejas en matrimonio sin hijos (5%) y hermanas y hermanos solteros que viajaban acompañándose (10%), pues sus padres se habían quedado en el pueblo.

Los tulenses no migraban solos, tampoco solía migrar el grupo completo, es decir, los que en el lugar de origen vivían juntos. Es de notar el caso de las mujeres, particularmente, de aquellas que se encontraban en el tipo compuesto, donde se identifican a las dejadas –como se les conoce a las mujeres que fueron abandonadas por sus parejas y que cuentan con hijos-; las que están de nueras –mujeres que tienen algunos años de casadas y todavía cumplen con el periodo de residencia patrivirilocal que es común en los pueblos de la región-; y las solteras que se encuentran en los clasificados de otro tipo porque viajaban con sus hermanos también solteros.

En el caso de las dejadas y las solteras, no “es bien visto” que salgan solas a trabajar a Morelos por lo que tuvieron que integrarse, en el primer caso, a otro grupo doméstico de su red parental y, en el segundo, salir con algún hermano también soltero. Las nueras migraban como parte del grupo de su esposo.

Otro aspecto importante para determinar quién migraba y quién permanecía en el pueblo eran los estudios de los más pequeños. Antes era mucho más común la incorporación de los niños a los cursos escolares en el pueblo y en los Centros de Integración Social (CIS) que funcionaban como internados en diferentes localidades de Guerrero, particularmente, los que se encontraban en Atenango del Río y Tepecoacuilco de Trujano. En el caso de aquellos que se quedaban a estudiar en las escuelas del pueblo, debían estar acompañados por alguna mujer de su grupo -como su hermana o su madre- o incorporarse a otros grupos que formaban parte de sus redes parentales que tuvieran a alguna mujer que se hiciera cargo de ellos. Por ejemplo, en la comunidad se encontraron niños que vivían con sus abuelos o tíos mientras sus padres y sus hermanos estaban en Morelos.

Estos arreglos que comprendían su estancia en el pueblo en Guerrero y su lugar de trabajo en Morelos respondían, por un lado, a las condiciones del mercado laboral alrededor del corte de okra manejado por la Río Grande, a partir de sus propias reglas; y, por otro, a los valores culturales asociados a los grupos domésticos, que rigen la relación entre sus miembros y la división del trabajo entre ellos.

En relación a la primera, se puede mencionar que las mujeres no eran contratadas durante los cortes iniciales de okra, debido a que se prefería la mano de obra masculina. La situación cambiaba cuando aumentaba la producción y la empresa requería que se cortara todo el fruto. Por esta razón, las migraciones de mujeres como “allegadas” a algún grupo doméstico, no se presentaban en las primeras semanas sino hasta que existía una mayor demanda de mano de obra.

Cuando la fuente de ingresos más significativa para los grupos domésticos de la comunidad era todavía la cosecha de okra, se prefería dejar que los niños estudiaran en el pueblo o en los CIS en Guerrero, ya que la agroempresa no los contrataba, o bien solo dejaba laborar a los adolescentes.

Pero no hay que atribuir únicamente a las reglas impuestas por la empresa y el mercado de trabajo estos arreglos domésticos, pues las normas culturales tenían un papel determinante. Cuando se menciona que era común y preferible que las mujeres fueran “repartidas” en los distintos lugares donde se encontraban los miembros del grupo doméstico, se debía a que las labores desarrolladas por las mujeres eran consideradas fundamentales para la sobrevivencia física y social del grupo. La frase “ellas saben hacer la comida”, es muy usada por la gente de la comunidad para explicar la importancia de su presencia, que no significaba que sus labores al interior del grupo doméstico se limitaran a la preparación de los alimentos, sino que incluían otras más como lavar la ropa, asear el espacio asignado en las galeras, la compra y la preparación de la comida.

La concepción del grupo doméstico nahua se basa en que el trabajo o tequitl es el eje a través del cual se estructuran las relaciones sociales y que comprende el esfuerzo físico, pero también intelectual, espiritual y emotivo (Morayta et. al., 2003). En esta manera de concebir el trabajo, las tareas que realizan las mujeres son esenciales para la reproducción del grupo[11].

En la propia concepción de los pueblos nahuas del Alto Balsas, las mujeres –niñas, jóvenes y adultas-, desarrollan las tareas ligadas al ámbito de la casa, mientras que los hombres se encargan del trabajo fuera de este contexto. Sin embargo, la división se trastocaba en la temporada de corte, puesto que además de las labores domésticas, la mayoría de las mujeres salía a trabajar también a los surcos intensificando sus tareas.

Asimismo, las mujeres solteras, dejadas y nueras, durante su estancia en Morelos, estaban a expensas de las órdenes de la mujer que coordinaba las tareas del grupo: su cuñada, hermana o suegra. Su apoyo no sólo era en trabajo sino también en la aportación de parte de los recursos económicos que ganaban al grupo doméstico que las acogía.

A continuación se ilustra con un ejemplo estos principios organizativos que se traducen en dos configuraciones distintas: en el pueblo y en el campamento[12]. Se toma como ego a María (representada en color negro) para observar que durante las temporadas de corte constituye parte de un grupo del tipo compuesto, ya que era una mujer dejada y para no migrar sola se incorporaba al grupo doméstico de su hermano mayor, presentando la siguiente configuración en la temporada de corte 2005/2006.


Figura 1: María en el pueblo y en temporada de corte en Morelos

En gris se señala el grupo doméstico de María cuando ella no migra al corte de okra, mientras que la línea punteada representa el grupo doméstico formado en la temporada en el campamento. En esta segunda, ella se integra al grupo de su hermano mayor, su cuñada y sus sobrinos.

Una vez terminada la temporada agrícola, María se incorporaba a su grupo “original” en el pueblo, conformado por sus padres ancianos, sus hermanos hombres y sus propios hijos. Una parte de sus ingresos durante la temporada de corte eran compartidos con el grupo de su hermano, por el “favor” de aceptarla, pero también con su grupo “original”. En el pueblo durante su ausencia, los miembros eran atendidos por la hija mayor de María, de 11 años, pues su madre anciana tenía problemas de salud por lo que “no podía hacer su comida”. De esta manera se cumplía que María, como dejada se incorporara a otro grupo para poder migrar, y otra mujer, su hija mayor, se quedara a cargo de los miembros en el pueblo. Mientras tanto, los hijos varones seguían sus estudios en la primaria.

En el grupo al que se incorporaba María en la temporada de corte, el de su hermano mayor, uno de sus sobrinos (que se encuentra fuera de la línea punteada del esquema), estudiaba en la escuela del pueblo, por lo que él se unía al grupo “original” de María que se quedaba en Tula, mientras sus padres y hermanos trabajaban en Morelos. Así que él también era atendido por la misma niña de 11 años, para que le “hiciera la comida”.

 

Los arreglos en los nuevos nichos

Desde 2006, la migración de los tulenses a los estados de Chihuahua y Sinaloa ha exigido una mayor flexibilidad de los grupos domésticos. Si bien la distribución de las mujeres descrito para la migración a Morelos sigue siendo un eje importante, se observan algunos cambios significativos, básicamente, en cuanto a la educación de los más pequeños.

Existe ahora una mayor deserción escolar a edades más tempranas, no sólo de las niñas, sino también de los niños a los cuales se procuraba dejar en la escuela. Muchos padres han decidido sacar a sus hijos de las escuelas en el pueblo o en los CIS para incorporarlos al trabajo asalariado en el campo a la par de ellos. A pesar de que en campos agrícolas en Chihuahua y Sinaloa se ha extendido una restricción del trabajo infantil, todavía hay un alto porcentaje de contratación de los niños en las labores del campo y, por tanto, ha sido visto por algunos tulenses como la oportunidad de obtener mayores ingresos.

Existe además un cambio importante en la temporalidad en que los tulenses se contratan en el trabajo agrícola asalariado. La cosecha en Morelos sólo duraba seis meses, por lo que después regresaban al pueblo. Ahora se observa que los grupos domésticos están en constante movimiento, encadenando los distintos mercados laborales, Morelos-Chihuahua o Sinaloa-Chihuahua, por lo que su permanencia en el pueblo es por menos tiempo, lo que también ha resultado en que sus arreglos sean cada vez más dinámicos.

Consideramos que uno de los cambios más notables y que presentan la diferencia más marcada respecto a cuando sólo se dirigían a Morelos, es que en estas nuevas situaciones los arreglos no sólo tienen que ver con la incorporación de uno u otro miembro como se observa en el esquema anterior, sino de agrupamientos mayores.

Es decir, para desplazarse al trabajo en el corte de okra siempre se veía la “anexión” de algunas personas a grupos domésticos que migraban y de personas a grupos que se quedaban en el pueblo, cada unidad “original” se reconstruía después de la temporada de cosecha. En cambio, al desplazarse a Sinaloa y Chihuahua se observa la migración conjunta de grupos domésticos casi completos y que permanecen así en el lugar de destino. Esta estrategia se lleva a cabo para compartir el pago de la renta de cuartos o de algún espacio mínimo para hospedarse. De igual forma se asumen los gastos que representa la compra de los alimentos y su procesamiento, siendo nuevamente las mujeres las que se encargan de ello.


Figura 2: Migración múltiple y distintos arreglos domésticos

En gris se marca el grupo doméstico de María tal como está en el pueblo. En línea punteada se marca a las personas que migraron juntas para el corte de chile en Chihuahua, que incluye a María, sus hijos, su hermana y su esposo, y su sobrina y su esposo. Por otro lado, en azul, se marca el grupo doméstico de la hermana de María, que permanece en el pueblo y al que se incorporaron dos pequeños mientras sus padres migraron a Chihuahua.

María (ego marcado en negro) en 2009 salió a trabajar a Chihuahua con sus hijos, los cuales se quedaban en el pueblo realizando sus estudios, cuando ella migraba al corte de okra en Morelos. Viaja a Chihuahua incluso con su hija, que antes se encargaba en Tula de los otros miembros. La presencia de la hija de María en el pueblo ya no era necesaria, pues su madre anciana se había recuperado, por lo que los tulenses se refieren a “que ya puede hacer su comida”.

En el pueblo se quedaron los padres de María y sus hermanos, mientras que ella y sus hijos salieron, ya que como dicen “para ir a Sinaloa y a Chihuahua conviene cuando van muchos que trabajan”, es decir, más mano de obra y menos acompañantes. Para asumir los costos del transporte y la estancia, además de lograr un ahorro, migraron en conjunto con su hermana y cuñado, así como con su sobrina y su esposo (incluidos en la línea punteada); estas dos últimas parejas, a su vez, dejaron a sus hijos menores en el pueblo (que no tienen edad de laborar). Esos pequeños fueron incorporados al grupo de Ana, otra hermana de María (marcado en azul).

En los dos esquemas presentados arriba se pueden observar claramente las transformaciones de los grupos domésticos que ha implicado el cambio de su participación en los mercados de trabajo. Se eligió el mismo caso observado en distintas temporadas para mostrar que si bien para la migración a Morelos bastaba la incorporación y desincorporación constante de algunos miembros, para laborar en las zonas agrícolas del norte del país se trasladan uniéndose varios grupos domésticos casi completos dejando a aquellos miembros que no constituyen mano de obra, lo que fue posible por la disposición de una mujer de las redes parentales en el pueblo. Así, en Chihuahua se encontraron ocho personas compartiendo la misma casa, pero estas mismas cuando retornan a la comunidad de origen forman parte de tres grupos domésticos, habitando cada uno su propio lugar.

Asimismo, los niños que antes estudiaban mientras sus padres iban a Morelos, ahora han abandonado la escuela para recibir un salario en campos agrícolas. No obstante, las mujeres siguen siendo “repartidas” en los diferentes lugares donde se encuentran miembros de un mismo grupo u optan por la posibilidad de dejar algunos miembros en el pueblo, si existe alguna mujer que se encargue de ellos.

 

Conclusiones

La experiencia de la comunidad de Tula del Río remite a la expansión del jornalerismo en el contexto del auge de la agricultura de exportación desde fines del siglo XX. Como en otros casos, el desarrollo de sistemas migratorios asociados a mercados de trabajo flexibles y precarios, ocurre al mismo tiempo que un serio deterioro de la economía familiar campesina torna este ingreso salarial en prioritario.

Su primer destino importante fue el sur de Morelos, años después otros campos agrícolas del noroeste. La movilidad selectiva a Estados Unidos no ha sido reemplazo de otras alternativas migratorias y se combina como parte de las estrategias de reproducción social de los grupos domésticos.

Se constata que los mercados de trabajo rural son espacios complejos, que no están unívocamente determinados por las necesidades del capital, sino además, por las estrategias de acceso de los trabajadores y sus comunidades (Lara y Grammont, 2000).


Regresando al campamento después de la cosecha de okra. Tehuixtla, Morelos.
Temporada agrícola: 2010 – 2011. Foto: Marco F. González Ángeles.

En esta lógica, las familias de Tula del Río se han readecuado y transformado para responder a estos varios desplazamientos, conservando principios culturales y organizativos arraigados. Uno de ellos, que aquí se ha tratado de reconstruir, estriba en el papel imprescindible de las mujeres en la dislocación del grupo doméstico y la ocupación simultánea en distintos lugares, cuya función es asegurar las tareas domésticas de la reproducción, condensadas en la imagen de la alimentación de sus miembros. Las obligaciones y margen de decisión de las mujeres están también referidos a su relación de parentesco dentro de un régimen patriarcal y patrivirilocal[13].

Por otro lado, como ha sido señalado, estos arreglos implican para algunas familias abandonar viejos proyectos de movilidad social a través de la educación de las nuevas generaciones. Esta dramática situación para cubrir la subsistencia inmediata coincide con los hallazgos de Lara (2005) en zonas hortícolas en Sinaloa, Sonora y Baja California.

Se ha conformado así un territorio migratorio donde las distintas configuraciones familiares continúan presentando nuevos reacomodos, resignificando sus valores y transformando sus expectativas, que expresan una faceta más del jornalerismo como forma de vida.

 


Notas:

[1] Facultad de Ciencias Agropecuarias (UAEM- Morelos). Proyecto Etnografía de las Regiones Indígenas de México al Inicio del Milenio (INAH-Morelos).

[2] Facultad de Humanidades (UAEM- Morelos).

[3] Cabe decir que en México no hay una legislación laboral que proteja a los trabajadores agrícolas migrantes como sí existe en otros países, tal como Argentina. En aquel país se cuenta una legislación que incluye a trabajadores transitorios en la fruticultura en la Ley de Contrato de Trabajo y Leyes de Reforma Laboral y en la Ley General de Contrato de Trabajo. Se debe destacar que a pesar de la existencia de tales leyes, algunos empleadores encuentran la manera de no cumplirlas (Quaranta y Fabio, s/f).

[4] En toda la región el clima es cálido con lluvias en verano, siendo la temporada de sequías larga, entre octubre y mayo. Este “tiempo de secas” se ha agudizado cada vez más en los últimos años, resultado de la deforestación sufrida en toda la entidad (Good y Barrientos, 2004: 21-22).

[5] La okra o angú (Hibiscus esculentus), como también se le conoce en México, es una hortaliza no tradicional de exportación cuyo consumo en el mercado norteamericano era en su origen la población afroamericana y  paulatinamente su demanda se fue ampliando a otros consumidores de altos ingresos que tienden a incorporar productos frescos y “saludables”.

[6] La introducción de la okra fue parte del proceso de penetración de capitales norteamericanos en la agricultura mexicana y, en particular, de brokers texanos que se relacionaron con productores e intermediarios en Guerrero y Morelos.

[7] Por razones de espacio no profundizaremos en este fenómeno. Baste decir que, aunque ya había experiencias anteriores, la migración a Estados Unidos comenzó de manera más notable en los noventa, debido a la influencia de la comunidad vecina de San Miguel Tecuiciapan, que ya tenía cierta experiencia en el “norte”, particularmente en Houston, Texas. Éste fue el primer lugar a donde se dirigieron los tulenses a trabajar en servicios de jardinería. Más adelante, surgieron como polos de atracción Ontario (California) y Chicago (Illinois), a donde llegaron hombres y mujeres por igual, principalmente a fábricas. En general, para los grupos domésticos la migración internacional no ha sido reemplazo de la migración interna como jornaleros, sino más bien su complemento.

[8] En los hechos la empresa Río Grande ha permitido el trabajo desde los 14 años, sin reconocerlos en nómina y encubriendo su labor como parte de los rendimientos de sus padres.

[9] La producción de hortalizas en varios municipios de Chihuahua, entre los que se encuentra Delicias, tiene una temporalidad de aproximadamente de ocho meses, entre marzo y octubre. El destino del producto es el mercado interno, principalmente para abastecer a Jalisco, Puebla, México, Nuevo León y el mismo Chihuahua (Martínez, 2010).

[10] “Para nosotros, estas configuraciones familiares son hogares que se constituyen de manera flexible y temporal a partir de los arreglos entre miembros de distintas familias con filiación consanguínea, filiación por afinidad (paisanaje, género, edad, sexualidad, creencia religiosa, etcétera) o filiación simbólica (compadrazgo, padrinazgo, etcétera).” (Grammont et. al., 2004: 358).

[11] La noción de tequitl, que retomamos de la propuesta de Catharine Good, no solo incluye como una de sus dimensiones el trabajo que una persona debe a su comunidad (como el tequio), sino que se presenta en términos más amplios contemplando las relaciones establecidas entre las personas. Por ejemplo, cuando una pareja se casa se refieren como “vamos a trabajar juntos” o cuando se separan o divorcian como “ya no quisieron trabajar juntos”.

[12] Expresamos nuestro agradecimiento a la Lic. María Elizabeth Hernández Vázquez por la elaboración de los esquemas.

[13] Situación particular representa el caso de los desplazamientos a Estados Unidos, donde los riesgos y temporalidad indefinida, aunado a que fue en principio solo varonil, han creado pautas específicas.

 

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  • Sánchez, Kim y Adriana Saldaña. “Configuración de corrientes migratorias alrededor del mercado de trabajo de la okra en Morelos”, en Sara María Lara Flores (coord.). Los encadenamientos migratorios en espacios de agricultura intensiva. Colegio Mexiquense- Miguel Ángel Porrúa, 2011.

 

[div2 class="highlight1"]Cómo citar este artículo:

SALDAÑA RAMÍREZ, Adriana y Sánchez Saldaña, Kim, (2012) “Trabajadores migrantes: Movilidad y transformaciones domésticas. La experiencia de un pueblo nahua en campos agrícolas mexicanos”, Pacarina del Sur [En línea], año 3, núm. 12, julio-septiembre, 2012. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=489&catid=6[/div2]