Se ha identificado livianamente la proliferación de religiones, de orientalismo o de creencias y movimientos espiritualistas a fines del siglo XX con la posmodernidad. Dicha visión de las cosas ignora cómo este tipo de sensibilidades ha sido recurrente a lo largo de nuestra historia latinoamericana, tanto como en sus fuentes indígenas, europeas o afroárabes. Los tiempos de crisis ideológico-culturales en el curso del siglo XX ha coincidido con las fases ascendentes y de mayor visibilidad social y política de las corrientes esotéricas y espiritualistas. Acaso esta última circunstancia, propia a la aqctual coyuntura, nos ha permitido interrogar con mayor perspicacia las crisis precedentes, asociadas al inicio del siglo XX, y particularmente de la primera posguerra mundial.

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