EL ARTE DIGITAL.
ARTISTAS CUBANOS

Las nuevas tecnologías han ido invadiendo poco a poco los más inauditos rincones de nuestra vida y hoy muchos artistas se proclaman a sí mismos digitales. Sin embargo, la utilización de un medio considerado extra artístico es uno de los puntos cruciales que algunos críticos esgrimen en contra del arte digital. No obstante, la relación entre arte y ciencia se remonta a los inicios de la humanidad y ha sido una constante de influencia en ambas disciplinas.

Palabras clave: arte digital, Cuba, revolución digital, bytes

 

Si rastreamos en la historia del arte veremos que el número de oro y la proporción áurea, se encuentran presentes en numerosas obras de la antigüedad de las cuales el Partenón es, sin dudas, la más conocida. Los artistas, de forma empírica o consciente, tuvieron que penetrar en las leyes de la química para llegar a dominar los secretos de los pigmentos, pues fabricados a mano pacientemente durante siglos, se afectaban al ser colocados uno al lado del otro si su naturaleza íntima no era compatible.

La necesidad de representar la tridimensionalidad del mundo en las dos dimensiones del soporte obsesionó a generaciones, hasta que en el Renacimiento se elaboró la teoría de la perspectiva que desarrollaron Giotto, Leonardo y Durero.

En el siglo XIX la teoría física de los colores estuvo presente en el impresionismo y el puntillismo, mientras que la geometría se adueñó del espacio de muchas obras y continuó su reinado hasta nuestros días. Por otra parte, los descubrimientos de la física relativista provocaron la introducción del tiempo en la obra de arte. Cubistas y futuristas, cada uno según su propia manera de ver, transitaron por ese derrotero.

Es indudable que en la década del 50 del siglo XX parece haberse producido una mucho más evidente influencia recíproca entre arte y ciencia, pues los matemáticos dotaron de nombres poéticos a curvas, surgidas a partir de formas geométricas griegas, derivadas de las superficies cónicas, ondas eléctricas, péndulos y otros sistemas vibrantes: Curvas del Diablo, Curvas Rosas, Loxodrones, fueron precisamente algunas de las formas recreadas por  el op arte y elevadas a categorías artísticas.

Los propios creadores de los programas para ordenadores se dieron pronto a la tarea de extender el radio de acción de la nueva tecnología. Los primeros cultivadores del arte digital fueron matemáticos, cibernéticos e ingenieros que crearon los programas, verdaderas obras de arte por su inventiva e imaginación, cada vez con mayores recursos, para permitir a otros su utilización más o menos inmediata. A ellos se sumaron en primer lugar los diseñadores, quizás debido a la característica utilitaria  e inmediata de su quehacer.

Los artistas, deseosos de innovación, propensos a la  experimentación en concordancia con los tiempos postmodernos se sintieron atraídos de inmediato por  un instrumento tan poderoso. Y mediante los nuevos programas computarizados los resultados se fueron enriqueciendo y el uso de las máquinas simplificándose. Cuando surgió la posibilidad de imprimir ya había nacido un medio de reproducción como lo fueron en su tiempo el aguafuerte, la xilografía, la litografía y cualquier otro medio de estampación artística. Y al extenderse su radio de acción comenzaron entonces los primeros cuestionamientos sobre la validez de este arte y surgieron puntos de vista divergentes, como había ocurrido antes con las formas artísticas que hoy, en muchas ocasiones, denominamos de manera genérica grabado.

También la fotografía y el cine, el séptimo arte, despertaron en sus primeras etapas el rechazo de muchos. Utilizados primero como simples artilugios para captar la realidad, su ascenso a categoría artística se logró gracias al desarrollo tecnológico propio y a la aprehensión de sus cualidades intrínsecas para crear, ya no una copia mimética, sino algo diferente, capaz de aportar los valores subjetivos agregados que sólo añaden el talento y el oficio de los artistas.

Con el arte digital ha ocurrido algo similar, pero  la máquina no sustituye aquí,  como no lo ha hecho nunca, el genio, la intuición, los juicios valorativos ni la capacidad de elección artística. Se convierten entonces en un nuevo medio artístico.

El arte digital impone no sólo nuevas formas sino también ofrecen distintos  programas informáticos a los artistas, quienes deberán escoger cuál de ellos se adaptan mejor a sus intereses, estilos y sensaciones.

Una nueva concepción va abriéndose camino y no parece posible que nada la pueda detener. Si antes las influencias eran más o menos explícitas ahora originalidad significa otra cosa. No considerar válidas las posibilidades de utilizar imágenes o recursos preelaborados puede parece tan esquemático como rechazar la recreación, con nuevos estilos y contenidos, de obras de otras épocas como lo hizo en su tiempo Picasso o la subversión de lo artístico al estilo de Duchamp.

Ni purismo ni facilismo sino su justo medio, difícil de hallar, aunque no imposible, parece la posición más acertada y sobre todo, menos dogmática. Naturalmente surgen intereses contrarios fuera del arte que se oponen: se rompe la unicidad de la obra, ese valor que ha sido inherente al arte durante siglos y en el cual se basa el mercado y el coleccionismo, esa cualidad que ha hecho que la obra única se considere trascendente, por encima de aquellas creadas específicamente para su reproducción y se transforme, al ser poseída, en signo de nivel social.

Se vislumbra en el futuro, coincidiendo hasta ahora con el arte tradicional, un nuevo mundo de comunicación artística que no podrá ser refrenado y en el futuro llegará a ser tan familiar como lo fue el pincel sobre la tela de lienzo o la huella de las manos, impregnadas en los colores que brindaba la naturaleza, en lo profundo de las cuevas de la prehistoria.

La necesidad hará surgir un nuevo mercado, hasta ahora muy tímido, bajo consideraciones de valor diferentes,  que permitirá a  los artistas dedicarse por entero al arte. La crítica deberá utilizar nuevas nociones, no solamente aquellas procedentes del arte tradicional, para juzgar una manifestación diferente en su esencia misma. De lo contrario, los críticos se verán relegados a posiciones demasiado simplistas y cargadas de subjetivismo, como la negación de progreso en el arte, si negar la eternidad intrínseca de la obra maestra.

Como si todo esto fuera poco, ya al hablar de público se alude a una masividad tal que deviene un concepto antes inconcebible. No se trata de un grupo medible, que puede conocerse e identificarse, sino por el contrario, una masa tan heterogénea como inabarcable e impredecible, el mundo de la red, donde el arte digital encuentra un espacio virtual, pero asequible con un clic.

Así, este nuevo horizonte se proyecta y nos obliga a revisar y cambiar nuestras ideas sobre mercado, originalidad, público y crítica, pero aún más allá, sobre el propio concepto de arte.

A continuación un conjunto de obras de artistas cubanos que no utilizan pintura sino bytes en sus propuestas.

 

PEDRO ERNESTO GARCÍA CANCIO

Malla

 

EDUARDO MARÍN POTRILLÉ

Legend and piano

 

ANGEL AUGIER

Fantasía

 

ARMANDO DE ARMAS

Sueño en azul

 

JULIO MOMPELLER

Espaldarazo

 

JULIO MOMPELLER

Naturaleza Viva

 

ANGEL ALONSO

El otro (díptico)