La modernidad alternativa en la visión de Melgar Bao

José Luis Ayala

Recibido: 07-03-2015 Aceptado: 19-03-2015

 

   Todo intelectual es siempre el producto de la época que le ha tocado vivir. Representa a las corrientes ideológicas del tiempo histórico en curso. De allí que nadie permanezca  fuera del contexto, de las ideas en movimiento, de los hechos importantes y, particularmente del compromiso que asuma o no. Cada quien está inmerso en sus circunstancias y el compromiso que le exige su conciencia. Por lo que es posible deducir que nunca hubo ni habrá intelectuales neutros, indiferentes al drama social de sus pueblos, a las formas de gobierno y uso de los medios de comunicación. Entonces, el silencio también dice mucho, habla sin palabras,  comunica sin necesidad de dicción. 

   De allí que Ricardo Melgar Bao, haya decidido trabajar sus ensayos en base a símbolos de escritores como Montalvo, Martí, González Prada y Flores Magón, para revalorar el rol y significado de la palabra modernidad en el curso de la historia de América Latina. En efecto, se trata de un ensayo enmarcado en las coincidencias, distancias  y divergencias, así como en vías paralelas intelectuales; es decir de “Los símbolos de la modernidad alternativa”. El inteligente ensayo se sitúa entre los años sesenta del siglo XIX hasta los años diez del siglo XX. Tiempo marcado por una serie de acontecimientos locales, nacionales y mundiales. Los hechos - como dice Melgar Bao – son la segunda Revolución Industrial, la Primera Guerra Mundial, el neocolonialismo y las revoluciones de nuevo tipo en Rusia, China y México. Pero además habría que agregar los movimientos regionales de reacción frente a la penetración del sistema colonialista norteamericano.

    Montalvo, Martí, González Prada y Flores Magón, no son precisamente historiadores ni periodistas, se caracterizan por meditar, por pensar cada quien en sus realidades en comparación a otras y a los hechos que se producen en América Latina. Son intelectuales cuya formación proviene de la cultura europea. Viajan o leen en inglés y francés, pero además no dejan de visitar o radicar por ejemplo Nueva York, pero mucho más  en París. De modo que desde ese prisma cultural dejan de pensar no solo en sus Repúblicas para meditar en América. Ese salto cualitativo ha sido muy bien desarrollo por el ensayista inteligente y académico como Ricardo Melgar Bao. Por lo que resulta aleccionador su esfuerzo, que bien puede servir de modelo para trabajos de esta índole.       


    Pero al mismo tiempo nos preguntamos con Ricardo Melgar Bao: “Mas, ¿por qué proponer una lectura de la producción simbólica del pensamiento  latinoamericano  sin disociarla del terreno de las ideas? Porque consideramos que, a pesar de la relevancia de los símbolos, tanto en su dimensión letrada como en otros campos de expresión de la vida cotidiana, la artística y la política, han sido desantendidos por los paradigmas interpretativos reinantes en los medios académicos.  Tratándose de corrientes literarias, el reconocimiento de los símbolos por los historiadores y críticos literarios fue más aceptable, como cuando se identificó al cisne  – ave del dios Apolo – como símbolo mayor del modernismo. Tanto la historia intelectual, como la historia del pensamiento en América Latina, se enriquecerían si de decidiesen a abrirle una entrada, en sus respectivos campos, al análisis de la producción y gravitación relacional de los símbolos en cada pensamiento y corriente del pensamiento”. 

   Todo ensayista que se refiere a temas políticos es sin duda un ideólogo, representa a la corriente que defiende y trata de demostrar que el adversario no tiene razón. Así, el ensayo permite al mismo y tiempo reflexionar, analizar, meditar, exponer una idea capaz de convencer. Sin duda Ricardo Melgar Bao, prefiere el ensayo y la historia para meditar, para persuadir acerca de la verdad que defiende. Entre el ensayo y la historia, ha establecido puentes viables, vasos comunicantes ontológicos, no solo en este libro sino a largo de una trayectoria comprometida con la condición humana, la libertad y la justicia social.  Sus ensayos por lo general son textos lúcidos y a través de ellos medita, analiza e interpreta temas siempre novedosos. Sus textos cumplen con los requisitos exigidos: son serios y sintetizan  temas importantes en referencia a la historia social. Tiene un marcado sentido propedéutico. Mantiene un estilo depurado y como en un juego de ajedrez, termina siempre con un jaque mate literariamente bien redactado. Sus argumentos y opiniones se sustentan en su vasta cultura adquirida a través de la docencia, como permanente investigación y lectura.

    Por eso, puede decir en torno a los ensayistas que analiza: “La ideología entendida  como una unidad de sus formas ideales, lingüísticas, sonoras y concretas, a pesar incluso de sus fisuras y antinomias discursivas, planteó nuevos retos acerca de la autonomía relativa de los símbolos frente a la ritualidad  que fue muchas veces capaz de suscitar y nutrir. Dicho en otros términos, la ideología, gracias a los símbolos, es una especie de cartografía de lo real, al mismo tiempo que la expresión de una singular o colectiva pertenencia social y cultural. Se trata de una cartografía flexible y, por ende, con creativa capacidad de expresar diferentes énfasis en el tiempo, sin romper sus ejes de sentido enraizados en la continuidad o permanencia”

     El primer ensayo se refiere a  Juan Montalvo: los símbolos del poder, la maldad y la utopía. Este ensayista nació en Ambato (Ecuador) en 1832 y falleció en París, el 17 de enero de 1889. Su formación intelectual como bien observa Melgar Bao, fue esencialmente europea, se trata de un liberal comprometido con el anticlericalismo y permanente combate contra las dictaduras de Gabriel García Moreno e Ignacio de Veintemilla. Publicó la revista El Cosmopolita, en la que criticó acremente la crueldad de García Moreno. Debido a sus convicciones políticas prefirió establecerse en Colombia, allí escribió y combatió  a través de un permanente trabajo de crítica y desgaste. Su libro más importante es Las Catilinarias, editado en 1880. Sus ensayos titulan Siete tratados (1882) y Geometría moral, editado después de su muerte en 1902.               

    En el texto titulado Obscuridad y escatología del poder tiránico, Melgar Bao señala: “Montalvo tejió  una urdimbre simbólica en función de su crítica al despotismo de los caudillos. Su concepción axiológica, ética y estética acerca de la política y bien común centró su interés en la problemática ecuatoriana.  Sin embargo,  miró en el espejo político de su país en drama continental como una finalidad del atraso histórico en el contexto universal de los pueblos. Reprodujo el estigma orientalista sobre los pueblos no libres.  El cual cribado por el pensamiento iluminista y desarrollado por las corrientes evolucionistas en boga en su época, presentando el cuadro deprimente de ‘republiquillas hispanoamericanas, donde el despotismo asiático gallardea’’

    Pero ¿cómo era el Ecuador de Montalvo? Se parecía casi a todas las Repúblicas de América del Sur infestadas de dictaduras civiles o militares. Un dictador se creía  un iluminado para dirigir la formación de su sociedad a su imagen y semejanza. Ninguno de ellos se propuso iniciar un proceso de decolización, muy por lo contrario, se pusieron al servicio de una intensa acción de penetración capitalista. Ese hecho no fue superado por las débiles democracias que recibieron a sus países convertidos en colonias y enclaves. Sin embargo, sirvió para formar una conciencia dispersa que nunca pudo tener en cuenta que se trataba de misma lucha contra el enemigo común.            

    Por eso Ricardo Melgar Bao se pregunta: “¿Cuál fue en el pensamiento de Montalvo el punto de engarce de la utopía con la política? Es claro que, para él, el cuadro real de la política quedó devaluado por los tiranos y los malhechores en el poder de su patria ecuatoriana, beneficiados de la incultura; es decir, de la barbarie o falta de instrucción popular… espejo de muchas patrias en el continente. La política como ideal suyo, como ideal ilustrado, como símbolo y alegoría natural. […] En efecto, Juan Montalvo escribió: es aquel empeño por la salud y prosperidad de la patria, aquel movimiento en el globo de un pueblo anheloso de su dicha, aquella propensión irresistible hacia las regiones de la luz, la política es una gran cosa, la mayor y más bella que puede ocupar a los hombres.

    En lo que se refiere a José Martíy Nuestra América: los símbolos del tiempo, la identidad y la alteridad imperial. De frente en un acápite entra al fondo del tema y escribe: “Para José Martí, el ferrocarril, antes que un símbolo de progreso, lo es del colonialismo. En todo caso, su encontrada significación dependerá de la perspectiva del sujeto histórico que la impulsa y/o recepciona. El ensayista cubano tuvo muy presente las presiones estadounidenses sobre Santo Domingo para tomar posesión de la bahía de Samaná y las ejercidas sobre México en torno a los ferrocarriles. Tampoco olvidó nuestro autor la intervención de los Estados Unidos en Haití para derrocar al presidente Legimime,  por haber negado éste a aquel país una concesión sobre la península de San Nicolás […] llave y señora para el paso a las Antillas, e instalar en su lugar al dócil Hipolite”. Sumar las cuestiones del Canal  (Panamá, Nicaragua. Istmo de Tehuantepec en México) revela el interés norteamericano por controlar estos eslabones del poder mercantil del siglo XIX”.

     José Martí a diferencia de los además ensayistas, tiene una visión más amplia, certera y crítica. Señala a la política de Estados Unidos como expansionista y destinada a depredar las riquezas de los pueblos neocolonizados. Nuestra América es una reflexión en base a un conocimiento desde adentro, son ensayos que provienen de una experiencia directa y es a la vez resultan ser, una seria advertencia a los demás  pueblos de América. No se trata del escritor que piensa desde lejos sino del eje a la periferia, desde un conocimiento analítico para advertir que no se repita lo acontecido. ¿Lo escucharon? No. Solo después de su muerte fue reivindicado por los movimientos sociales revolucionarios.       

   Tiene razón cuando Ricardo Melgar Bao cuando dice: “Llegamos a la conclusión que Martí tuvo la convicción de que el neocolonialismo agravó los fracasos del liberalismo importado y de los proyectos oligárquicos, los cuales le negaron a la nación la posibilidad de una pacto interétnico, para fundar un nuevo orden social republicano y una patria libre y soberana.

Martí movilizó símbolos, evidencias, textos criollos mestizos,  oralidades indígenas, negras, voces de muchas minorías, para decir lo suyo y los nuestro, es decir, Nuestra América, una y diversa”.

   En lo que se refiere a José Enrique Rodó: El Ariel, el moderno decorado urbano y el anarquismo, habría que recordar que este libro tuvo un gran influencia en el Perú, al haberse formado en la Universidad de San Marcos, un grupo de estudiantes que adoptó el nombre de Arielistas. Melgar Bao es analítico al señalar:  “El Uruguay de Rodó, al momento de escribir y publicar El Ariel, cumplía la tercera década de un intenso y conflictivo proceso de secularización y laicización, que también ha sido llamado de ‘privatización de lo religioso’ y que imprimió un nuevo curso a los modos y ejes de simbolización de los valores, virtudes e identidades colectivas nacionales  o latinoamericanas. Coincidió este periodo con el papel que desempeñaba en el Uruguay el ‘mito civilizador’ y ‘educador’ de las Bellas Artes que se proyectaba sobre la esfera pública en construcción, a partir de la inauguración de diversas entidades que auspiciaban su creación y difusión. La alegorías pictóricas sobre el naciente civismo continental de Juan  Manuel Blanes, precedieron a las alegrías sobre la identidad y alteridad en el Ariel de Rodó”.

  Cuando nuestro autor se refiere a Manuel González Prada y su simbólica de la negación, la alteridad y la utopía, el tema nos es más cercano porque conocemos más al autor de “Pájinas libres” , “Horas de lucha” y otros libros que forman parte nuestra subconsciencia colectiva. Sabemos que se trata de un ideólogo anarquista, culto, anticlerical y agudo crítico de la sociedad de su tiempo. Sin él no hubiera sido posible tomar conciencia del militarismo depredador, de la burguesía cobarde frente a la guerra de invasión y destructora de parte de Chile. Hombre de profundas convicciones patrióticas, cultura y expresiones afrancesadas, como tenía una voz aflautada y timbre débil, el famoso discurso en el Teatro Politeama, tuvo que ser leído por un niño. Se trató de un acto referente a la campaña pro fondos para el rescate de las provincias cautivas de Tacna y Arica, fue el 29 de julio de 1888.       

    Pero González Prada como lo demuestra Melgar Bao, no solo pensaba en el Perú sino en América, tal es así que dice: “En 1886 González Prada trazó su visión sobre la cuestión continental en tres direcciones convergentes: la emancipación política de dominio colonial español,  la emancipación del idioma hablado en nuestro continente del purismo de la Real Academia de la lengua Española y, la independencia de las ideas frente al oscurantismo del Sybalus católico dictado por el Vaticano. La emancipación de nuestros países seguía vigente en la agenda del pensamiento del escritor peruano. Consideraba que la de carácter político, que tanto le debía a Bolívar, no era nada sin conquistar la independencia idiomática y de pensamiento. Obviamente, los políticos y  los militares quedaron descartados de la empresa emancipadora en favor de los intelectuales y artistas. Los militares fueron equiparados con la peste ‘por su función depredadora’ mientras que los políticos fueron los especialistas en simulación, los cultores del mal. Según Don Manuel, la  nativización continental deberá presidir el rumbo y el quehacer de los literatos, sin dejarse distraer con los discursos románticos y naturalistas de la época”

    Sin embargo, la mirada y análisis de González Prada, fue mucho más allá de las fronteras, igual que José Martí, se preocupó por entender lo que ocurría en América. Adscrito al anarco sindicalismo, como se trataba de una doctrina política marcada de nacionalismo-internacionalista, concibió la unidad americana teniendo en cuenta las ideas de Bolívar. Su pedagogía moral frente a la crisis que provocó la invasión chilena, se sustenta en la doctrina llamada Diego Portales. Habría entonces que remontase a las acciones contra la Confederación Perú-boliviana (1836-1839) a las locuras de Salaverry, a los graves desaciertos de Gamarra, Bujanda y Castilla. Sin olvidar a un enemigo de Santa Cruz y traidor al Perú, Felipe Pardo y Aliaga.        

    Ricardo Melgar Bao al referirse a este tema dice: “González Prada hilvanó una lectura de América del Sur, apoyándose en su heterodoxa apropiación de pensamiento evolucionista, positivista y anarquista. Pero sobre todo en el ideario bolivariano. Nuestro pensador recusó las oposiciones entre barbarie y civilización: es más, las resimbolizó. Siguió un patrón afín al ala radical de los escritores modernistas solidarios con la nación, la América del Sur y las plebes de color oprimidas y explotadas. De igual forma  concedía espacio a los determinismos geográficos, raciales, sicológicos y económicos, aunque matizados por su voluntarismo”.

    El tratar el tema: Ricardo Flores Magón: entre el alba y el simbólico fuego literario, afirma que: “Prefiguró los presupuestos ideológicos básicos de un anarquismo que tomó distancia crítica y alternativa frente a la modernidad etnocida, antidemocrática y expoliadora del capitalismo dependiente. Los libertarios habían resentido la recepción del pensamiento social darwinista que imperó fuertemente a la cultura y el imaginario oligárquico de las sociedades que les tocó vivir.  Esta antinomia discursiva se hizo visible en la cuestión de la inmigración china. A pesar de su tiempo y de sí mismos, sus propuestas asumieron en su desarrollo signos de ruptura a favor de un proyecto libertario e igualitario, muy crítico de la modernidad y sus códigos civilizatorios y occidentales”.

     En fin, más allá de los libros que escribieron estos ensayistas, cumplieron un rol pedagógico, asumieron la responsabilidad de generar ideas con didáctica y lucidez. Por eso son llamados maestros. No tuvieron aulas, hicieron de sus actividades una cátedra abierta y enseñaron no solo con el ejemplo y la palabra, sino con la acción y el pensamiento. Después de ellos vendrían las grandes acciones revolucionarias que no lograron cambiar el curso de la historia social en América. Pero gracias a ellos,  renacieron de nuevo los ideales de Simón Bolívar, para algún día recuperar la dignidad de humillados pueblos americanos durante tanto tiempo.

(Abril del 2015)             

 

Cómo citar este artículo:

AYALA, José Luis, (2015) “La modernidad alternativa en la visión de Melgar Bao”, Pacarina del Sur [En línea], año 6, núm. 24, julio-septiembre, 2015. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1191&catid=12