Los Abismos de Mario Vargas Llosa[1]
José Miguel Candia
Sobre los grandes escritores parece existir un karma que los persigue hasta el final de sus días. Hay quienes afirman que es un designio del que no pueden escapar los talentos verdaderamente creativos y que, esta extraña fatalidad, en ocasiones, opaca o al menos pone en entredicho, el conjunto de su obra. La historia enseña que la relación que se establece entre la creatividad literaria y las posturas ideológicas y a veces también partidarias, ha sido casi siempre un matrimonio desafortunado. Por tratarse de un maridaje forzado, puede entenderse como una especie de unión contra-natura de la cual no es posible que nazca nada bueno.
Nadie olvida el ruidoso tránsito del gran Octavio Paz de la izquierda de sus años juveniles al “priismo” complaciente de su madurez y la venta de su figura a los reflectores de Televisa para servir, con actitud cortesana, a los dictados de los gobiernos de turno. No se piden lealtades eternas, pero no es grato ver la comercialización de la inteligencia y la degradación de una expresión narrativa que se construyó en años de fecunda labor intelectual.
El caso del escritor peruano Mario Vargas Llosa tal vez sea el más sonado de los últimos años. Con una producción novelística de calidad incuestionable – nadie en su sano juicio puede discutir los merecimientos adquiridos para recibir el Premio Nobel de Literatura 2010 – decidió incursionar en la política, primero como editorialista de algunas revistas y periódicos, y después en la militancia partidaria que lo llevó a postularse como candidato a la presidencia de la República en las elecciones que se celebraron en Perú en 1990. La derrota de su propuesta ante el aspirante de la coalición Cambio 90 – el ahora archicuestionado Alberto Fujimori – lo obligó a replegarse a un terreno en el que se mueve con notable soltura y con innegable capacidad para hacer más digerible su discurso. Se ve seguro y con un discreto toque de pedantería al asumir su papel de implacable predicador del discurso económico neo-liberal y apologista de los gobiernos conservadores, que lo favorece si se compara con su rol de dirigente partidario. Frente a los reporteros de medios impresos o ante las cámaras de televisión, sabe jugar con el tiempo y formular, con lenguaje comprensible y hasta seductor, aquellos enunciados que suenan como verdades incuestionables para el sentido común de amplias capas de las clases medias, asustadas por el “auge populista” de los últimos años. Su palabra suena como un antídoto eficaz contra las propuestas que son guiadas por la mano de líderes que parecen surgidos de un “nacionalismo” tardío – segú n el credo de los teóricos liberales – encarnado en la figura de Hugo Chávez, Lula, los Kirchner, Rafael Correa y Evo Morales.
Pero Mario Vargas Llosa no fue siempre soldado de las trincheras capitalistas ni detractor de las políticas y teorías que nacen de la matriz socialista o de alguna de las variantes del pensamiento marxista. Durante buena parte de sus años juveniles y ya en su etapa de escritor consumado, Vargas Llosa formó parte de esa amplia franja de la intelectualidad latinoamericana que entendió que el desarrollo de nuestros países vivía los estertores de un ciclo casi concluido, el que se correspondía con las formas que algunos sociólogos definieron como “capitalismo dependiente”. Los desafíos que marcaron la década de los años sesenta y parte de los setenta, no dejaban espacios para las especulaciones teóricas ni para el eclecticismo ideológico. En Latinoamérica la revolución estaba a la orden del día y la experiencia cubana era un ejemplo de su viabilidad. Se imponía entonces, la elaboración de una literatura comprometida y la presencia militante de escritores enrolados en la defensa de los intereses populares.
¿Cómo fue el tránsito del escritor de izquierda al predicador del anti-comunismo y apologista de las políticas que exaltan las bondades del mercado y de la libre empresa? ¿En el quiebre ideológico subyacen flaquezas y deslealtades de otro tipo, incluidas las que atañen al espacio de los afectos, las relaciones personales y la vida privada? Con esta pregunta clave como eje rector de su investigación, el escritor peruano José Luis Ayala emprende la titánica labor de reconstruir la vida de Vargas Llosa sin dejar lugares y tiempos por recorrer. En lo que el propio autor define como una obra que tiene algo de ensayo, crónica y biografía literaria, Ayala nos cuenta la niñez y juventud del futuro premio Nobel, su paso por la universidad y lugares de trabajo así como la pertenencia de Vargas Llosa a ciertas agrupaciones de la izquierda peruana. Su participación en el Grupo Cahuide es de especial relevancia ya que pudo contactarse con gente de formación marxista y de experiencia política más aquilatada. La influencia de Héctor Béjar, Lea Barba y Félix Arias Schreiber fue determinante para orientar las lecturas del joven Mario hacia autores del marxismo clásico y poco después a las obras del gran pensador peruano José Carlos Mariátegui.
El tema de fondo es que Ayala procura responder las interrogantes que encierra la segunda de las preguntas que dejamos formulada en el párrafo anterior. Para resolver esta encrucijada de acontecimientos que por momentos parecen confluir,
…pero que al siguiente paso se bifurcan, Ayala apuesta por una línea investigativa cargada de riesgos y desafíos, tanto teóricos como documentales: decide explorar las flaquezas y vicisitudes personales de Vargas Llosa pero entrelazándolas con sus posturas políticas del momento y con la producción literaria más relevante. Esta labor, de entretejer y vincular lo “público” y lo “privado”, la realiza casi en paralelo con el análisis del Vargas Llosa “marxista” hasta su derrumbe político y el paso a las filas de la intelectualidad anti-comunista que a principios de los setenta rompió de manera pública, su relación con el gobierno revolucionario de Fidel Castro.
Es imposible citar en estos comentarios, las declaraciones públicas y los acuerdos y discrepancias que Vargas Llosa tuvo con la izquierda peruana y con la Revolución Cubana. La investigación de Ayala es generosa en referencias documentales, descripción de hechos y anécdotas y reproducción completa de algunas de las declaraciones y proclamas que los protagonistas dieron a conocer en su momento. Las manifestaciones de apoyo del futuro premio Nobel a las organizaciones campesinas y al foco insurgente encabezado por Hugo Blanco, a las guerrillas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria y a otras expresiones de la izquierda peruana, marxistas e impulsoras de la lucha armada, hoy pueden leerse como el resultado de una deriva literaria, algo así como el relato novelado y un tanto fantástico, del propio Vargas Llosa.
La ruptura pública con el aparato cultural del gobierno cubano – la organización Casa de las Américas, creada en 1959, poco después del triunfo del Movimiento 26 de Julio, la edición de la revista del mismo nombre, órgano oficial de esa organización y la realización anual de los concursos literarios de los cuales Vargas Llosa participó como jurado (1965) – ocupa valiosos capítulos del texto de Ayala. Los apartados del libro comprendidos entre las páginas 183 y 220 analizan y reproducen documentación de época, que permite situar los términos del debate y la dureza de las posiciones sustentadas por cada uno de los protagonistas. El “caso del poeta Heberto Padilla” detenido en 1971 por supuestas actividades contrarias a la revolución, fue la gota que derramó el vaso. Poco después, la aparición de dos cartas públicas suscritas por la primera línea del pensamiento social y cultural europeo y latinoamericano, potenció el debate y cultivó ciertas enemistades, algunas sin retorno (diferendo de Vargas Llosa con Haydée Santamaría) y otras con boleto de regreso (Julio Cortazar, no suscribió la segunda carta, 5/V/1971, y recuperó su amistad con el gobierno cubano). La oportuna inclusión de estos documentos, ofrece al lector una imagen bastante nítida de las posiciones y valores que estaban en juego en un debate que trascendía las cuestiones puramente políticas o las adscripciones partidarias.
No sorprende el papel protagónico de Vargas Llosa pero no deja de impresionar que en el pronunciamiento del 9 de abril de 1971 – algunos se repiten en la carta del 20 de mayo - aparezcan los nombres de celebridades de fuerte presencia en la opinión pública internacional: Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Ítalo Calvino, los hermanos Goytisolo, Fernando Claudín, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Marguerite Duras, Alain Resnais, José Revueltas, Alberto Moravia, Octavio Paz y Rossana Rossanda, entre otros.
La obra de José Luis Ayala pondera en toda su dimensión la producción literaria de Vargas Llosa, la sitúa con justeza en tiempo y lugar, señala las preocupaciones más relevantes de cada una de las novelas, incluidos los intereses políticos del autor en cada etapa de su vida, desde la juvenil izquierda “sanmarquina” y su apoyo a Cuba y a las luchas obreras y campesinas en Perú, hasta el punto de inflexión de 1971 y la activa participación que desplegó en el debate público por el “caso Padilla”. En este sentido, la investigación de Ayala consigue su propósito. Pero recordemos que el mismo autor del trabajo deja planteado, desde el inicio, un desafío mucho mayor, en sus propias palabras:”…dejemos que los lectores juzguen el contenido de este libro, cuya tesis central es: si Vargas Llosa no hubiera recibido clases de marxismo, no hubiera escrito como lo hizo después para crear sus primeras novelas.” (2017: 15).
Si seguimos puntualmente la propuesta del autor, debiéramos preguntarnos: ¿Cuánto le deben al marxismo novelas como La ciudad y los perros (1962); La casa verde (1965); Conversación en la catedral (1969); La tía Julia y el escribidor (1977)? Menuda tarea la que nos deja por delante José Luis Ayala. Su trabajo formula hipótesis y valiosas líneas de investigación y deja abierto el camino para continuar explorando el tema. Por nuestra parte, podemos derivar algunas primeras conclusiones de carácter preliminar: no parece existir una relación causal entre el estudio de ciertas obras del marxismo con la calidad narrativa y la complejidad temática que Vargas Llosa alcanzó desde sus primeras novelas. Tampoco se puede explicar su conversión política y su enemistad con la izquierda, ligando algunos episodios polémicos de su vida privada como si fueran la prefiguración de una personalidad tempranamente desleal y oportunista.
En síntesis, el texto de Ayala abre un amplio espacio de reflexión y motiva nuevas incursiones en el quehacer literario y político de Vargas Llosa. Ahora, la responsabilidad es nuestra.
[1] José Luis Ayala. Lima: Fondo Editorial Cultura Peruana, 2017, 427 p.
Cómo citar este artículo:CANDIA, José Miguel, (2018) “Los Abismos de Mario Vargas Llosa”, Pacarina del Sur [En línea], año 9, núm. 36, julio-septiembre, 2018. ISSN: 2007-2309.
Consultado el Jueves, 10 de Octubre de 2024.Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1645&catid=12