Reseña: Martínez, Óscar (compilador).  Karl Marx desde América Latina. Dialéctica, política y teoría del valor

Gustavo Pérez Hinojosa

Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú

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Lima: Editorial Ande & GISLAT Editores, 2019, 474 p.

 

El presente libro representa una denodada tentativa e inmenso esfuerzo por condensar una compleja compilación de aristas teóricas, de sintonías heterogéneas, de perspectivas diversas en torno a Karl Marx. El libro es compilado por Óscar Martínez, filósofo peruano y joven estudioso de Marx, quien divide el voluminoso libro de casi quinientas páginas en tres secciones: dialéctica, política y teoría del valor. Hay dos partes más del libro que vale la pena subrayar. Por un lado, el apéndice del libro está conformado por dos agudas entrevistas que el compilador del libro realiza al filósofo de la liberación Enrique Dussel en el contexto de una estancia en México y al economista marxista Juan Iñigo Carrera también en una pasantía realizada en Argentina. Además del prominente contenido del escrito compilado, otro punto destacable es la admirable y maravillosa obra artística de Bruno Portuguez, uno de los más sustanciales pintores peruanos de todos los tiempos, que sirve de portada al libro comentado. Como se glosó en una de las presentaciones del libro llevada a cabo en Lima, donde tuvimos la oportunidad de participar un jueves 5 de diciembre en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), “el libro articula sus tres secciones junto al apéndice de las entrevistas en una totalidad”.

Los escritos inician con una acertada y actualísima introducción del marxista mexicano Gabriel Vargas Lozano, quien destaca los puntos centrales de la actualidad del pensamiento de Karl Marx apropósito de las concurridas efemérides en torno a su obra capital y su nacimiento. La sección titulada Dialéctica y método inicia con un meritorio artículo del economista argentino Guido Starosta titulado El papel y el lugar del ìfetichismo de las mercancías en el sistema de exposición dialéctico de “El capital” de Marx ì. Es seguido por un escrito interesante de los economistas mexicanos Roberto Escorcia y Mario Robles que lleva por título Método y estructura de la presentación del concepto de capital de Marx. Continúa el destacado filósofo de Frankfurt radicado en México, Stefan Gandler, quien vierte sus ideas en Dialéctica de la emancipación. Fragmentos filosóficos y crítica de la economía política.  Le sigue el prolífico sociólogo peruano Guillermo Rochabrún con su investigación intitulada La división de las Ciencias Sociales y la Epistemología capitalista: una mirada desde “El capital” y, por último, el filósofo mexicano Enrique Téllez con su artículo Razón material, producción y método. Como se deja notar los autores son investigadores de talla internacional y fértil recorrido.

La segunda sección Teoría política inicia con un artículo del marxista mexicano José Gandarilla intitulado Karl Marx, un aporte clásico para comprender y criticar el capitalismo como sistema mundial, lo sigue el destacado traductor y marxista argentino Nicolás Gonzáles Varela con su artículo Crisis y crítica en Marx. Desde otra línea el filósofo boliviano Juan José Bautista nos invita a releer Marx a la luz de la Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA²) con su investigación titulada Pensar Marx desde América Latina. El problema de la decolonialización del pensamiento crítico contemporáneo. En la misma dirección Franz Hinkelammert, notable y prominente filósofo, exhorta múltiples ideas sobre el viejo topo con su texto Sobre la reconstitución del pensamiento crítico: la ausencia presente y los límites de lo posible. Nury García, conocida activista social y socióloga peruana nos presenta, en la línea del marxista ecuatoriano Bolívar Echeverría, su artículo Valor de uso como clave emancipatoria. El filósofo poblano y hegeliano Fernando Huesca nos presenta una erudita investigación sobre Marx y Hegel titulada El concepto de oposición política: de Hegel a Marx. Elvira Concheiro, brillante politóloga mexicana nos invita a discutir un tema político urgente en la actualidad con el escrito Marx en el siglo XXI. Notas en torno a la cuestión del partido y la praxis en Marx. Jaime Ortega marxista mexicano nos presenta su investigación Lógicas del mundo en “El capital”. Variaciones en torno a las hipótesis de Althusser y, por último, este servidor intenta destacar la concepción de comunidad de José Carlos Mariátegui en vínculo con Karl Marx, desligándolo de Lenin, con el título Lenin, Mariátegui y las comunas rurales: Un debate marxista inconcluso.

La tercera y última sección Teoría del Valor inicia con un texto del brillante filósofo chileno Carlos Pérez Soto con su investigación intitulada La teoría marxista del valor considerada desde un marxismo de tipo hegeliano. El maestro Cristian Gillen quien ha desarrollado una prolífica y descollante trayectoria práctico-teórica desarrolla un artículo en torno a una categoría que él mismo ha creado “El primado de las fuerzas productivas” desde donde critica al pos-marxismo, al marxismo leninismo y al liberalismo. Gillen titula su valiosa investigación del siguiente modo: El primado de las fuerzas productivas: una lectura desde Marx para transformar la realidad. El profesor John Holloway expone su investigación titulada Catorce tesis sobre “El capital”. El economista argentino Gastón Caligaris vierte sus ideas en su texto Distintas tasas de ganancia y tipos de capitales en la crítica de la economía política. Un enfoque alternativo y, por último, Carlos Lincopi investigador chileno con su artículo El fetichismo de la mercancía como el secreto del mundo moderno.

Finaliza el libro con dos apéndices titulados El Marx de Enrique Dussel o un marxismo para América Latina a Enrique Dussel y Crítica de la economía política, sujeto histórico y destrucción del capital a Juan Iñigo Carrera. Después de haber realizado un mapeo general de los rasgos formales del contenido del libro, intentaremos destacar ciertos rasgos esenciales. El marxismo -de indudable factura europea occidental- empezó a difundirse en América Latina hacia finales del Siglo XIX, introducido por emigrantes alemanes (algunos muy representativos, como German Ave-Lallemant), italianos y españoles, inspirando la creación de organizaciones socialistas vinculadas al pensamiento de la II Internacional, como el Partido Socialista Argentino (fundado en 1895) y el Partido Socialista Obrero de Chile. Fue precisamente el argentino Juan B. Justo uno de los primeros traductores de El Capital al español (1896). Este primer marxismo experimentado en nuestra región que podríamos denominar de la primera generación de difusores y propagandistas fue en gran medida calco y copia del pensamiento emancipador de origen europeo que había que “aplicar” a las formaciones sociales de América Latina.  La tendencia fue, en lugar de intentar asumirlo como propio desde estas realidades, el predominio de la concepción social evolucionista, determinista, impregnada incluso de darwinismo social, que convertía al marxismo en una doctrina, un conjunto de proposiciones fijas y cerradas. Es recién con la generación fundacional fraguada en los años 20, con base en el Movimiento de la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918, representado por el “arielismo”, el juvenilismo, el “modernismo” y el “romanticismo” anticapitalista que abarca figuras como José Martí en Cuba, Rubén Darío en Nicaragua, José Vasconcelos en México, Rodó en Uruguay, José Ingenieros en Argentina; que se contrapone críticamente la cultura latinoamericana a la civilización norteamericana pragmática e imperialista que desplegará con mayor radicalidad su intervencionismo entre los vaivenes militares de la Guerra entre Cuba y España de 1898, con la posesión colonial de Puerto Rico, la creación de Panamá, el bombardeo de Veracruz y las intervenciones en Santo Domingo, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Costa Rica, etc. Es así que en el calor de la crítica se produce una gran ruptura epistemológica y política, y surge un marxismo específicamente latinoamericano, cuyos mayores exponentes van a ser José Carlos Mariategui, Julio Antonio Mella y Farabundo Martí. Una generación que toma el marxismo como una herramienta creadora y no simplemente como una bandera doctrinaria, como una identidad fija y cristalizada, para la cual hay un núcleo indisoluble entre Reforma Universitaria, antiimperialismo y socialismo. Para ésta el antiimperialismo tiene que ir de la mano con el socialismo, no puede haber socialismo en América Latina sin antiimperialismo. De esa generación fundacional, brillante, radical y perdurable, la figura más importante será sin duda José Carlos Mariategui.

Analicemos un poco a perspectiva el espacio teórico donde podemos ubicar el pensamiento del primer marxista de América Latina. En noviembre de 1877, aprovechando su respuesta a una Carta del Director de “Otiéchesviennie Zápiski”, sobre el proceso revolucionario ruso de entonces, Karl Marx defenderá su obra, precisando que el capítulo de El Capital sobre la acumulación originaria, no pretendía más que trazar el camino por el cual surgió el orden económico capitalista, en Europa Occidental, del seno del régimen económico feudal. En esta misma línea Marx haciendo una clara alusión al artículo de Mijailovski “Karl Marx juzgado por Y. Zhukovski”, de reciente publicación, dirá:

A mi crítico le parece, sin embargo, poco. A todo trance quiere convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en Europa Occidental en una teoría filosófico-histórica sobre la trayectoria general a la que se hayan sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ello concurran (...) (Esto es hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio) (...) He aquí, pues, dos clases de acontecimientos que aun presentando palmaria analogía, se desarrollan en diferentes medios históricos y conducen, por tanto, a resultados completamente distintos. Estudiando cada uno de estos procesos históricos por separado y comparándolos luego entre sí, encontraremos fácilmente la clave para explicar estos fenómenos, resultados que jamás lograríamos, en cambio, con la clave universal de una teoría general de filosofía de la historia, cuya mayor ventaja reside precisamente en el hecho de ser una teoría suprahistórica (Marx, 2004, pág. 76).

 

Respecto de esta tendencia “socialista” tan común, Antonio Gramsci señalaría en su escrito Utopía que los filisteos trastabillan con esquemas preestablecidos, es decir, que no comprenden el devenir de la historia como un organismo natural de cuño mecánico que solo atraviesa momentos de desarrollo fijos y previsibles. Con una hermosa y precisa metáfora proseguimos el parafraseo del marxista italiano: si se siembra una bellota podemos estar seguros que no nacerá más que un brote de encina, el cual crece lentamente y no da frutos hasta pasados muchos años. Pero ni la historia es una tierna encina ni bellotas los hombres. Respecto a Marx añadirá Nino Gramsci en su ya clásico Nuestro Marx que el Prometeo de Tréveris: “(…) no ha escrito un credillo, no es un Mesías que hubiera dejado una ristra de parábolas cargadas de imperativos categóricos, de normas indiscutibles, absolutas, fuera de las categorías del tiempo y del espacio”.[1]

Rosa Luxemburgo analizando la misma tendencia indicará que: El socialpatriotismo polaco trató de “elaborar” una opinión de Marx sobre política corriente en un verdadero dogma, inmutable para toda la eternidad e independiente del desarrollo de las condiciones históricas, intocable por las dudas o por la crítica simplemente porque lo dijo “el mismo Marx” (Luxemburgo, 2013, pág. 75). Nuestro Mariátegui, por su parte, exhorta en Defensa del Marxismo que igualmente: "El materialismo histórico no es, precisamente el materialismo metafísico o filosófico, ni es una Filosofía de la Historia, dejada atrás por el progreso científico. Marx no tenía por qué crear más que un método de interpretación histórica de la sociedad actual" (Mariátegui, 2010, pág. 46). Así el Amauta exalta el método y crítica el mecanicismo. Esta idea última la recalca cuando señala que el marxismo es “(…) un método fundamentalmente dialéctico. Esto es, un método que se apoya íntegramente en la realidad, en los hechos. No es, como algunos erróneamente suponen, un cuerpo de principios de consecuencias rígidas, iguales para todos los climas históricos y todas las latitudes sociales. Marx extrajo su método de la entraña misma de la historia. El marxismo, en cada país, en cada pueblo, opera y acciona sobre el ambiente, sobre el medio, sin descuidar ninguna de sus modalidades”.[2]

 

Curiosamente, a nivel de la III Internacional renacía bajo nueva forma el positivismo y el determinismo económico de los Kautsky y los Plejanov producto de una interpretación deformada e incompleta de ciertas obras canónicas de Marx. Pretendían que los países de América Latina pasarían por las mismas etapas históricas que la Inglaterra decimonónica analizada en El Capital de Marx. En consecuencia, su revolución fuese sólo una revolución democrática antiimperialista y antifeudal que integrase a la burguesía nacional como aliada. ¿Cuál era el origen de esta forma anti-dialéctica de pensar? Durkheim, importante exponente de la Sociología Positivista moderna señalaba los rasgos del principio fundamental –un principio mecanicista- en Las reglas del método sociológico del siguiente modo: “La primera regla y la más fundamental es el considerar los hechos sociales como cosas” (Durkheim, 2001, pág. 53). Este principio se aunó y enraizó paradójicamente en la órbita teórica de un marxismo que se declaraba y proclamaba bajo su ortodoxia como dialéctico por antonomasia, concibiendo realistamente el proceso social. Continúa el sociólogo positivista francés: “(…) Comte, es verdad, proclamó que los fenómenos sociales son hechos naturales sometidos a leyes naturales. Con ello reconoció implícitamente su carácter de cosas, pues no hay más que cosas en la naturaleza” (Durkheim, 2001, pág. 58). Estás ideas serán directrices fundamentales dentro del marxismo.

Karl Kautsky, quien definió el marxismo como el estudio científico de las leyes de la evolución del organismo social, concibe la siguiente idea en su escrito La revolución social: “(…) la dominación del proletariado y la revolución social no pueden producirse antes que las condiciones preliminares, tanto económicas como psicológicas, de una sociedad socialista no estén suficientemente realizadas” (Kautsky, 2018, pág. 82) y desarrolla más hondamente la idea en El camino al poder del siguiente modo: “(…) sólo allí donde el sistema de producción capitalista ha alcanzado un alto grado de desarrollo, permiten las condiciones económicas la transformación por el poder público de la propiedad capitalista de los medios producción en propiedad social” (Kautsky, 1968, pág. 10). El concepto de que una sociedad está "madura" o no para una revolución socialista corresponde a esta problemática social-naturalista, que comprende la historia como un proceso gobernado por "leyes objetivas", semejantes a las leyes de la naturaleza, e independientes de la voluntad o de la praxis humana, similar al positivismo ya citado. Tal es el trasfondo de la línea de la revolución democrático burguesa, agraria y antiimperialista, preconizada por la III Internacional a través del Secretariado Sudamericano de la Internacional, con sede en Buenos Aires, ya que su golpe principal debía dirigirse contra los terratenientes, a través de una reforma agraria profunda y contra la dominación imperialista, mediante la nacionalización y expropiación sin indemnización de las empresas monopolistas controladas por el capital extranjero. Una línea de fácil implantación si tenemos en cuenta que se respaldaba en el prestigio de Revolución Socialista de Octubre y del propio V.I. Lenin, que encontró como casi solitario impugnador a J.C. Mariátegui, quien cuestionará la aplicación del esquema histórico-económico evolutivo (esclavismo-feudalismo-capitalismo-socialismo) para el Perú y América Latina, la posibilidad de la participación de la burguesía nacional en la revolución, y reclamará para ésta su carácter socialista.

Este marxismo de cuño positivista que desconocerá la crítica de Marx al “materialismo anterior”, como versa el clásico alemán en sus clásicas Tesis sobre Feuerbach: "sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica”. “La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias” “olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias” que “La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria” no como “algo abstracto inherente a cada individuo”, sino como “esencia, práctica”.

En una línea crítica nuestro Mariátegui, en polémica con Henri de Man, afirmará a su vez que: “Otra actitud frecuente de los intelectuales que se entretienen en roer bibliografía marxista, es la de exagerar interesadamente el determinismo de Marx y su escuela con el objeto de declararlos, también desde este punto de vista, un producto de la mentalidad mecanicista del siglo XIX, incompatible con la concepción heroica, voluntarista de la vida, a que se inclina el mundo moderno, después de la Guerra” (Mariátegui, 2010b, pág. 65). Continúa el Amauta añadiendo que: “El marxismo, donde se ha mostrado revolucionario –vale decir donde ha sido marxista- no ha obedecido a un determinismo pasivo y rígido. Los reformistas resistieron a la Revolución, durante la agitación revolucionaria post-bélica, con razones del más rudimentario determinismo económico. Razones que, en el fondo se identificaban con las de la burguesía conservadora, y que denunciaban el carácter absolutamente burgués, y no socialista, de ese determinismo” (Mariátegui, 2010b, pág. 66). Este es el sentido de la crítica contra la aplicación mecánica del marxismo aclimatado en América Latina que comparte también el perfil del libro Karl Marx desde América Latina. Desde estas latitudes peruanas, del mismo modo, hemos seguido junto a Guillermo Rochabrún, Nury García y, principalmente, Cristian Gillen, quien, partiendo de la crítica a la teoría del desarrollo de las fuerzas productivas como clave para aproximar la transformación de la realidad, desarrolla la crítica de las experiencias de construcción socialista de Europa Oriental y a lo que él llama El fracaso de una promesa de transformación y su mundialización. Creemos, por lo dicho, que este libro brinda luces claras y nos ofrece una perspectiva novedosa sobre el pensamiento de Marx.

 

Notas:

[1] 4-v-1918; Il Grido del Popolo.

[2] José Carlos Mariátegui. Mensaje al Congreso Obrero, enero de 1927.

 

Referencias bibliográficas:

  • Durkheim, É. (2001). Las reglas del método sociológico. México: Fondo de Cultura Económica.
  • Kautsky, K. (1968). El camino al poder. México: Grijalbo.
  • Kautsky, K. (2018). La revolución social. Valencia: Alejandría Proletaria.
  • Luxemburgo, R. (2013). Prólogo a "La cuestión polaca y el movimiento socialista". En Obras escogidas. México: Era.
  • Mariátegui, J. C. (2010). La filosofía moderna y el marxismo. En Defensa del Marxismo y otros escritos. Caracas: El perro y la rana.
  • Mariátegui, J. C. (2010b). El determinismo marxista. En Defensa del Marxismo y otros escritos. Caracas: El perro y la rana.
  • Marx, K. (2004). Carlos Marx subraya de qué manera no se comprende su método. En La izquierda Germano-holandés contra Lenin. Madrid: Espartaco Internacional.

 

Cómo citar este artículo:

PÉREZ HINOJOSA, Gustavo, (2020) “Reseña: Martínez, Óscar (compilador). Karl Marx desde América Latina. Dialéctica, política y teoría del valor”, Pacarina del Sur [En línea], año 11, núm. 43, abril-junio, 2020. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1891&catid=12