El marxismo en México. Reseña del libro: Ortega Esquivel, Aureliano, Ensayos sobre marxismo crítico en México

Carlos Oliva Mendoza

Universidad Nacional Autónoma de México

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Revueltas, Sánchez Vázquez, Echeverría). UNAM-Itaca, México, 2020.

 

I

El ser humano es el guardián, el custodio o el cuidador de las mercancías.  Las lleva al mercado y tiene, como dice Marx en El capital, la capacidad de ejercer violencia si éstas no quieren ir. No las domina, sólo las guarda, las cuida y las custodia para que se intercambien por valor. Su pago es convertirse en una mercancía primus inter pares, la mercancía fuerza de trabajo. Así, en el momento de conducirlas y cristalizar la forma social del valor, que es socialmente el estándar del a-precio y del des-precio, ellos y ellas también se podrán seguir intercambiando como valor. Nada puede deshacer este fetiçio, permanente y tenaz hechicería del capital. Justo por esta razón, las formas de resistencia deben acontecer en medio de ese mundo encantado. Lo dice bien José Revueltas, el autor central del libro Marxismo crítico en México. (Los casos de Revueltas, Sánchez Vázquez y Echeverría), escrito por el filósofo Aureliano Ortega Esquivel.

Revueltas describe la situación de los presos, Albino y Polonio, quienes han sido neutralizados con largos tubos de hierro que los crucifican -realmente, crucificados por mercancías en acción- en “un diabólico sucederse de mutilaciones del espacio, triángulos, trapecios, paralelas, segmentos oblicuos o perpendiculares, líneas y más líneas, rejas y más rejas, hasta impedir cualquier movimiento de los gladiadores y dejarlos crucificados sobre el esquema monstruoso de esta gigantesca derrota de la libertad a manos de la geometría” (Revueltas, 2016, págs. 54-55).

 

 II

Compuesto por ocho textos sobre marxismo y teoría crítica, el libro formado por Aureliano Ortega trata de ajustar cuentas con la historia del marxismo en el siglo XX y, ante tamaña idea, se mete en honduras. Vamos pues con tiento.

En primer lugar, mencionaré las tesis nodales que recorren el texto, posteriormente, centraré mi atención en algunas consideraciones sobre el centro de la obra, el trabajo sobre José Revueltas.

Aureliano Ortega piensa, como lo ha hecho gran parte de la tradición del marxismo mexicano, que las categorías eje del discurso crítico son los conceptos de enajenación y revolución. Así, señala que la “vieja teoría de la enajenación es la piedra de toque para la comprensión dialéctico-negativa de la experiencia, y la experiencia es el sustrato de toda praxis transformadora” (Ortega Esquivel, 2020, pág. 90). A partir de esta tesis, donde por “praxis transformadora” el filósofo entenderá necesariamente el despliegue de una práctica revolucionaria, sostiene una de las tesis más fecundas e interesantes de su libro: el inicio de la teoría crítica en México debe ser fechado en la obra de José Revueltas.

Esta crucial idea, sin embargo, sigue anclada a viejos presupuestos del marxismo. Uno en especial, para Ortega la idea y el concepto central de comprensión y continuación del desarrollo de la filosofía revueltiana debe ser la dialéctica. Considerada como un “dispositivo epistemológico”, menciona, entre otras características, una que es especial para pensar la obra de Revueltas. La dialéctica “se concibe como un momento teórico del movimiento comunista al tiempo que se describe como efecto del movimiento comunista real; es decir, la dialéctica marxista se aplica a sí misma las condiciones de su propia ‘verdad’ al asumirse como un discurso ligado firmemente a la realidad de un movimiento vivo o una praxis transformadora” (Ortega Esquivel, 2020, pág. 45).

Respecto a Sánchez Vázquez y Bolívar Echeverría, el autor escribe cinco ensayos, dos de los cuales son largas entradas sobre la obra de estos marxistas que desarrollaron gran parte de su trabajo en México. Quiero destacar las siguientes ideas. Así como el discurso crítico en México se fecharía con la impronta de Revueltas, el proceso teórico de desestalinización, en el marxismo mexicano, se gestaría en el trabajo de Adolfo Sánchez Vázquez. Este proceso no impactaría, sin embargo, a los partidos políticos o a los movimientos sociales, derrotados en los años setenta.

Sobre la obra de Bolívar Echeverría se señala claramente que ésta ha alcanzado un estatus de sistema y, en ese todo, cobraría una relevancia especial la fase temprana del pensador ecuatoriano. Específicamente, sus lecturas sobre la configuración del discurso crítico, dentro de El capital, y sus estudios sobre la discursividad contra-capitalista, a partir de la obra de Marx.

Pero regresemos al caso que ocupa sobremanera a Ortega, el de Revueltas y su papel tanto en la teoría marxista como en la práctica del comunismo mexicano. Al seguir la obra del autor de El cuadrante de la soledad, tanto como crítico como filósofo, Ortega habla de tres dogmatismos en el comunismo mexicano: el de los militantes comunistas, que termina siendo una inercia de pensamiento; el de los dirigentes, doblemente mistificado, se convierte en un pensamiento bárbaro; y el dogmatismo del teórico o teórica, que cree organizar la conciencia, pero no se convierte jamás en un sujeto revolucionario. Aunado a este destino trágico del comunismo mexicano, Ortega enlaza la historia del marxismo en México, a partir de una división analítica e histórica de cuatro períodos. El marxismo dogmático: “El producto casi natural del atraso y la persistente dispersión del movimiento obrero en México, de la falta de organizaciones políticas consecuentemente comunistas o revolucionarias y de una suerte de inconstancia y devaneo teórico-doctrinario atribuible a sus líderes e intelectuales orgánicos” (Ortega Esquivel, 2020, pág. 139). De aquí parte la idea de Revueltas sobre “la locura brujular” del comunismo mexicano. El marxismo de cátedra, en el que “sus autores separan el potencial analítico que para el conocimiento de la realidad aporta el instrumental teórico-conceptual del marxismo de sus posibilidades y recursos para la transformación revolucionaria del mundo” (Ortega Esquivel, 2020, pág. 140). Habría dos generaciones, señala Ortega, la primera estaría conformada, entre otros, por Narciso Bassols, Silva Herzog o Alfonso Tejana Zabre; la segunda por González Casanova, Flores Olea, López Cámara, Eli de Gortari e Ifigenia Martínez. El marxismo precrítico, representado por autores y autoras que han militado y sufrido las derrotas del movimiento obrero, minero y petrolero mexicano, en 1958-1959; las y los maestros en 1959-1960; las y los estudiantes en 1968. (Habría que añadir los movimientos ferrocarrileros y médicos. Y puntualizar que esa generación que hoy ronda los setenta y ochenta años, es clave para entender el desarrollo de la izquierda en el país). Finalmente, el marxismo crítico, que Ortega remite genéticamente a la figura y obra de Revueltas, y que plantearía la inexistencia de un partido obrero y la transformación revolucionaria frente a la “locura brujular” del partido comunista. Proyecto que en cierto sentido continúan, teóricamente y desde la universidad, Adolfo Sánchez Vázquez y Bolívar Echeverría.

Hecho este resumen sucinto, esquemático y provisorio, quisiera plantear tres puntos de primera importancia, específicamente relacionados con la impronta de José Revuetas y el trabajo de Aureliano Ortega.

Con el libro Marxismo crítico en México, se abre la posibilidad de plantear una contrahistoria de la izquierda en México, y no sólo una historia de corte institucional. En este sentido, sería necesario profundizar en el siglo XIX. Situar con claridad el problema de los partidos liberales y los partidos de izquierda; y analizar el rol de clase y raza que juega, en el siglo XX, la universidad mexicana, como elemento de desarticulación o articulación de los movimientos sociales. Ortega adelanta al respecto: "En México es posible encontrar autores y organizaciones anarquistas y socialistas desde el último tercio del siglo XIX. Sin embargo, es a partir del año en que se funda el Partido Comunista (1919) que el marxismo -aunque en realidad es el marxismo-leninismo- se difunde a través de manuales y propaganda soviética, española, argentina y norteamericana" (Ortega Esquivel, 2020, pág. 36). En este sentido y forma, es que habría que realizar detallados estudios de investigación sobre la conformación y plataformas de operación de la izquierda en México.

Otro elemento destacado en el libro es la reinterpretación en ciernes de la polémica entre Lombardo Toledano y Antonio Caso. Esta controversia, fechada entre 1933 y 1935, es un espacio relevante para comprender la institucionalización del movimiento obrero mexicano y de la propia izquierda. Desde esta polémica, además, se puede seguir interpretando la relación del cardenismo con la sui generis configuración de la izquierda en México.

Finalmente, hay toda una serie de indicaciones que propone Aureliano Ortega, las cuales apuntan a que la lectura de Revueltas podría religarse con una reconstrucción de los trabajos de Henri Lefebvre y Walter Benjamin, algo que logra percibir José Emilio Pacheco y donde deberá jugar un papel importante la lectura de Revueltas que propone Carlos Monsiváis. Doy un ejemplo, para señalar ese carácter aforístico y dialéctico que priva en la prosa de Revueltas, analógico con las formas escriturales de Walter Benjamin: “La vida siempre retorna sobre sí misma para encontrar nuevas vetas, caminos nuevos, pero esta búsqueda no se hace con medios extraños, ajenos a la vida, sino tomados, precisamente, de la vida” (Apud, Ortega Esquivel, 2020, pág. 81).

Termino este escrito haciendo eco de aquella idea de Sánchez Vázquez: la cortesía del filósofo es la crítica. Haré pues un comentario general al abordaje que aún se propone en este libro de Aureliano Ortega.

En la recepción de la obra de Revueltas, el paradigma de lectura sigue pivotenado en torno a la primera recepción crítica que lleva a cabo Evodio Escalante. Son guía aún sus palabras contra el establishment mexicano: “Colocada a medio camino entre los textos literarios y el lector, la crítica -cualquiera que sea su gama de valores- no funciona nada más como un puente y una vía de acceso; es también, y muy a menudo, un cerco y una técnica de exclusión: una operación ideológica que acota el campo de lo leíble y determina los usos (y los sentidos posibles) de una obra. La de Revueltas, más que ninguna otra en nuestro medio, ha tenido el privilegio de conocer casi esclusivamente los aspectos policiacos de esa función. El encono dogmático, el silencio amañado, las etiquetas fáciles -y mistificantes- han sido los medios habituales para mantener un prolongado cerco sobre su obra literaria” (Apud, Ortega Esquivel, 2020, pág. 84).

Frente a esta idea, Ortega sigue una lectura académica que lo lleva a destacar como la idea central de la dialéctica, el despliegue de la conciencia “revolucionaria” y la jeroglífica categoría de praxis: “El arribo a la conciencia no es entonces una epifanía, una iluminación, sino un proceso donde el ‘suceder’ no puede entenderse en términos lineales o unidireccionales; la conciencia es algo que se gana, que se construye, pero no es eterna: siempre, ante el cambio de las circunstancias, cabe la posibilidad de regresar a la enajenación. Por eso, además de la conciencia, el escritor, o cualquier otro actor social que accede a ella, requiere necesariamente reforzarla -organizarla- mediante alguna forma de compromiso teórico-práctico; porque la conciencia, el ser consciente, no es exclusivamente una categoría teórica o gnoseológica sino justamente una de las formas en que se efectúa y se prueba la concreción de la praxis” (Ortega Esquivel, 2020, pág. 97).

Frente a este escenario optimista, la lectura de una dialéctica degradada y escatológica que propone Escalante (2014) y, a partir de ahí, la idea de John Kraniauskas (2012) de una conciencia alotrópica son, desde mi punto de vista, los elementos centrales para que el discurso filosófico aprehenda los alcances de la teoría filosófica revueltiana. Ni siquiera se trata ya de integrar a Revueltas al canon académico, sino que, en el mejor de los casos, ese canon debe entender cómo los movimientos sociales en la actualidad, en efecto, responden con una dialéctica de degradación, ruido, furia y extravío frente a la potencia destructiva del capitalismo y, a la vez, generan una conciencia, que se ex-presa en un movimiento confuso, pero potente y proyectivo frente al capital. Ese movimiento -allos (otro) tropo (vuelta)-, esas vueltas otras, son los despliegues que la conciencia cotidiana, individual y social generan frente al estado de emergencia permanente en que nos ha situado -y sitiado- el capitalismo de finales del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI. Revueltas lo vio y lo escenificó, como Platón, en personajes extremos, como El carajo, pero no le son ajenos otros personajes mexicanos de los años setenta, como la Alucarda, de Juan López Moctezma; La Manuela, de El lugar sin límites; la Meche, de Los olvidados. Todos ellos y ellas, personajes alotrópicos, también forman un repertorio central de la izquierda y de las formas de resistencia mexicana.

 

Referencias bibliográficas:

  • Escalante, E. (2014). José revueltas. Unaliteratura del “lado moridor”. México: Fondo de Cultura Económica.
  • Kraniauskas, J. (2012). Políticas literarias: poder y acumulación en la literatura y el cine latinoamericanos. México: FLACSO.
  • Ortega Esquivel, A. (2020). Ensayos sobre marxismo crítico en México. (Revueltas, Sánchez Vázquez, Echeverría). México: UNAM-Itaca.
  • Revueltas, J. (2016). El apando. México: ERA.

 

Cómo citar este artículo:

OLIVA MENDOZA, Carlos, (2020) “El marxismo en México. Reseña del libro: Ortega Esquivel, Aureliano, Ensayos sobre marxismo crítico en México”, Pacarina del Sur [En línea], año 11, núm. 43, abril-junio, 2020. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 25 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1892&catid=12