Tema y variaciones de literatura
núm. 46. Semestre 1, 2016
Los aniversarios pueden ser, algunas veces, esas fiestas a las que se llega “ávido de tiernas compañías”. Así, algunas páginas de determinados autores vuelven a funcionar, aceptada la invitación, como ese “licor oscuro y melancólico” que propicia y favorece la conversación. Eso pretende ser este número de nuestra revista. Este 2016 comparten Shakespeare y Cervantes 400 años —cada quien en su respectivo calendario— de su muerte física. También, en el ámbito de la lengua española, se cumplen el primer centenario de la muerte de Darío; el primero de la aparición de La sangre devota, de Ramón López Velarde; y sesenta años de la primera edición de Los demonios y los días, de Rubén Bonifaz Nuño.
Índice
Presentación. Darío, López Velarde, Bonifaz Nuño, por José Francisco Conde Ortega y Gabriel Ramos
Tema
Hay demonios devotamente azules, por José Francisco Conde Ortega
Rubén Darío, cuentista del modernismo y de lo fantástico, por Vicente Francisco Torres
Rubén Darío le abre una puerta a Rachilde. Las provocaciones de una decadente, por Luz Elena Zamudio Rodríguez
Rubén Darío: viajero letrado en París, por Marina Martínez Andrade
El Edén subvertido. De Jerez a Plateros, por Francisco Mercado Noyola
Influencia, tradición y crítica en tres poemas de Ramón López Velarde, por Gabriel Ramos
Ramón López Velarde: lance de inquietud en una historia de trémulas páginas, por Jesús Francisco Conde de Arriaga
Los sentidos en la poesía de Rubén Bonifaz Nuño, por Ismael Santiago Rojas
De Garcilaso a Bonifaz: De otro modo lo mismo, por Fernanda Cabildo
Variaciones
Cervantes, la locura y la pluralidad de discursos, por Vladimiro Rivas Iturralde
El asesino anda suelto: ficción y realidad, por Ezequiel Maldonado
El ensayo, la verdad y el arte, por Fernando Martínez Ramírez
Los tres frentes de Sara Levi Calderón en Vida y peripecias de una buena hija de familia, por Antonio Marquet
Reseñas
Christine Hüttinger, Cronología de los sentimientos, por Gabriela Domínguez Cárdenas
Tomás Licea Hernández, Nunca sabremos quién fue, por Servando Hernández Pérez