Manuel González Prada (1844-1918): del ensayo al panfleto[1]

Este trabajo trata de explicar las limitaciones de la obra ensayística del escritor peruano y su definitiva orientación hacia el panfleto como una consecuencia de su adhesión al anarquismo. Se distinguen dos etapas en su producción con dos tipos de lectores diferentes y se valora cómo la obra en prosa se ajusta a los principales criterios definitorios del ensayo como género. Se destaca la influencia del modelo cultural francés y la proximidad histórica entre ensayo y panfleto, cuyo objetivo es influir rápidamente en los debates que agitan la sociedad.

Palabras clave: Manuel González Prada, Ensayo, Panfleto, Anarquismo, Perú

 

No había fallecido aún González Prada cuando su compatriota Ventura García Calderón (1919: 177) lo definía como “un ensayista, un pensador apasionado” y lamentaba que no hubiera escrito “algún libro homogéneo”: “Páginas libres y Horas de lucha, sus colecciones de artículos, parecen misceláneas de un admirable escritor cuyos libros centrales se perdieron.” Poco después, publicaba también José Carlos Mariátegui un artículo mucho más crítico, posteriormente incluido en sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, en el que aseveraba:

Y ni en Páginas libres ni en Horas de lucha encontramos una doctrina ni un programa propiamente dichos. En los discursos, en los ensayos que componen estos libros, González Prada no trata de definir la realidad peruana en un lenguaje de estadista o de sociólogo. [...] No concreta su pensamiento en proposiciones ni en conceptos. Lo esboza en frases de gran vigor panfletario y retórico, pero de poco valor práctico y científico. [...] Las frases más recordadas de González Prada delatan al hombre de letras: no al hombre de Estado. Son las de un acusador, no las de un realizador. (Mariátegui, 1977: 258-259)

A pesar de estas posibles limitaciones, la crítica del siglo xx no ha dejado de ver en González Prada uno de los principales ensayistas latinoamericanos. Por ejemplo, en 1955, Robert G. Mead, escribía en la Revista Hispánica Moderna:

Debe colocarse [a González Prada] en un punto equidistante entre los grandes ensayistas-precursores de la primera generación romántica, como Juan María Gutiérrez, Sarmiento, Mitre, y los del modernismo. Con mayor preparación científica, es menos ingenuo que los románticos. En su temática, huye de lo abstracto y universal hacia lo social y concreto. Pero su insistencia en una visión positiva del mundo le aparta definitivamente del grupo de ensayistas finiseculares españoles e hispanoamericanos (Mead, 1955: 16-17).


Enrique Anderson Imbert, en su Historia de la literatura hispanoamericana (1961: 297 y 300), clasificaba a González Prada entre los “constructores de pueblos”, junto a Bello, Sarmiento, Montalvo, Varona y Martí, considerando además que es uno de “los tres pensadores más serios de estos años” con Justo Sierra y Enrique José Varona. También en los años sesenta, Carlos Ripoll (1970: 8) incluía a González Prada en su Antología del ensayo hispanoamericano y lo justificaba asegurando que “pertenece asimismo al grupo de escritores que lograron jerarquía artística para sus denuncias políticas”. En la década siguiente, Eugenio Chang Rodríguez (1976: 239) notaba que “algunos críticos sostienen que don Manuel González Prada no es el mejor pensador peruano, empero no tienen dificultad en incluirlo entre los grandes ensayistas de América, con Martí, Montalvo, Hostos y Rodó”, antes de explicar por qué ha de ser considerado un ensayista:

En don Manuel, la sociedad y la política peruanas fueron desafíos claves y constantes. Como un censor romano señaló las causas del desquiciamiento social y el modus operandi de sus corrompidos gobernantes. Su diagnosis y prognosis del corpus de sus investigaciones y observaciones constituyen la materia prima de sus ensayos. Su temática sigue la corriente general de la “literatura de ideas” de Hispanoamérica; se deriva de su preocupación fundamental: la identificación de nuestro ser para buscar la identidad. La problemática nacional, versión parcial de la continental, es el leitmotif [sic] de su arte. La búsqueda de la esencia del ser peruano se encauza en él por el camino de la crítica sociopolítica expresada con una estética que difiere tanto de la que considera a la literatura esclava de la ideología como de la que supedita las ideas a la belleza de la expresión.

Estas valoraciones, y especialmente la última, remiten a los principales criterios definitorios del ensayo como género ideológico literario:

  • una combinación de la finalidad crítica y de la intención estética, donde la función estética refuerza la función moral, social o política;
  • la intención didáctica y persuasiva en la identificación y posible solución de problemas de orden general, especialmente en Latinoamérica los de la identidad y de la construcción democrática de la nación;
  • un ejercicio crítico no estrictamente científico, que reivindica su carácter circunstancial, fragmentario, subjetivo y que se dirige a un amplio público.

El análisis del carácter y de las modalidades de gestación de la obra en prosa de González Prada permitirá precisar de qué manera peculiar se ajusta a dichos criterios y averiguar lo que hay de cierto en las críticas emitidas por García Calderón y Mariátegui.

 

Descripción de la obra en prosa de González Prada

Siendo joven, González Prada escribió algunas obras dramáticas, luego destruidas o perdidas, y cantidad de versos. Existen también unos pocos cuentos breves que demuestran que experimentó con la ficción. Si bien su inclinación poética jamás se desmintió, en prosa se dedicó en su madurez exclusivamente a la literatura de ideas, aunque sólo publicó dos libros en vida, Pájinas libres (París, Paul Dupont, 1894) y Horas de lucha (Lima, El Progreso Literario, 1908), ambos colecciones de textos por lo general aparecidos primero en la prensa o en folletos y a veces ampliamente refundidos. El resto de su obra ha sido recopilada y publicada póstumamente por su hijo Alfredo y, después de la muerte de éste, por el crítico peruano Luis Alberto Sánchez: se compone de otros siete volúmenes[3]. A pesar de lo esparcido de la producción, pueden distinguirse dos periodos diferentes.


Es sin duda la traumática experiencia de la derrota peruana en la Guerra del Pacífico y la consiguiente ocupación chilena de Lima lo que decidió a González Prada, a modo de deber patriótico, a analizar detenidamente la realidad nacional en discursos, ensayos y artículos. Su estancia en Francia y en España, de 1891 a 1898, le permitió acceder a las Bibliotecas Nacionales y asistir a clases en la Sorbona y en el Collège de France, donde pudo escuchar por ejemplo a uno de sus modelos, Ernest Renan. Leyó mucho y su pensamiento se fue radicalizando. La edición de Pájinas libres fue la culminación de esta primera etapa, que abarca los veinte últimos años del siglo xix. González Prada ([1915]) se dirigía principalmente a la elite intelectual del país y a la incipiente clase media de ideas avanzadas, con un discurso liberal radical que apelaba a una regeneración con arengas tan provocadoras como la famosa: “¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!” (“Discurso en el Politeama”: 79). La segunda etapa, mucho más virulenta que la primera, refleja el giro ideológico del republicanismo federalista hacia el anarquismo, marcado en 1902 por la separación del partido Unión Nacional que el escritor había contribuido a fundar en víspera de su viaje a Europa. Destacan la serie de artículos firmados con seudónimos que compuso a partir de 1899 para la prensa liberal y anticlerical, y luego de 1904 à 1909 para el periódico obrero anarquista Los Parias (Delhom, 2005). A partir de 1910, González Prada parece haberse apartado de la prensa militante hasta que en 1914 volvió a la palestra para denunciar el golpe de Estado del coronel Oscar Benavides, editando su propio periódico del que no pudo sacar más que un número. Esta interrupción en su actividad de publicista es probablemente una consecuencia de su nombramiento como director de la Biblioteca Nacional en 1912. Dado el rigor moral de González Prada, se puede pensar que consideró que mientras ostentaba un cargo oficial no podía seguir haciendo propaganda anarquista. Por otra parte, sus informes como director en 1912 y 1913 demuestran que tomó seriamente su función y trató de modernizar la Biblioteca Nacional, lo cual implicaría un largo tiempo de dedicación. Pero estas hipótesis no explican por qué dejó el periodismo de combate dos años antes, en 1910. Tal vez haya dado entonces la prioridad a la poesía, ya que editó el libro Exóticas en 1911. Tampoco se puede descartar que se negara a escribir en el nuevo periódico obrero de Lima, La Protesta, publicado a partir de febrero de 1911, por no compartir su orientación anarcosindicalista. ¿Autocensura, exceso de trabajo, discrepancias con los me  dios libertarios, hastío y regreso a la versificación, quién sabe? Aunque Horas de lucha, la obra maestra del segundo periodo, no ostenta la orientación revolucionaria de los artículos, manifiesta una clara ruptura con las clases privilegiadas, a las que el autor ya no trata de convencer sino de humillar en ensayos cortos e incisivos como “Nuestros Beduinos”, donde escribe: “Aquí la podre contagiosa se oculta bajo el frac y la levita, no bajo la blusa ni el poncho. [...] entre nosotros existe una clase superior, y en esa clase una costra de donde bajan al asiento los gérmenes de todas las miserias, de todas las prostituciones y de todos los vicios.” (González Prada, 1924: 220). Pájinas libres y Horas de lucha son dos libros muy diferentes en el contenido y en la forma. Los textos filosóficos, la crítica literaria y las arengas patrióticas no tienen cabida en el segundo, que está dedicado por completo a temas sociopolíticos y no tiene un carácter tan erudito como el primero, aunque todos sus ensayos están sembrados de referencias cultas. Es evidente que González Prada había pasado a dirigirse a lectores menos ilustrados, adaptando la forma y el estilo.


Basta ojear la sección III de la “Cronología de la obra en prosa de Manuel González Prada”, establecida en 1947 por Robert G. Mead[4], para tener una idea del género y del tema de cada uno de los más de doscientos cincuenta escritos que constituyen su obra completa. En esta lista, unos cincuenta textos son calificados de ensayos por el estudioso norteamericano, el triple de artículos periodísticos, a los que hay que añadir más de veinte discursos, conferencias, estudios y prólogos. Dado que Mead no precisa los criterios distintivos adoptados y por la misma indeterminación del ensayo como género, es obvio que este tipo de aproximación es puramente subjetiva, aunque sí orientadora. En cuanto al contenido, hay ensayos filosóficos, literarios, biográficos, históricos, políticos, sociales, e incluso un ensayo de divulgación científica. Los artículos son casi todos de crítica sociopolítica. La reflexión del intelectual limeño abarca conceptos tan amplios como la libertad, la justicia, la moral, la democracia, la religión, el progreso y la civilización.

Sin entrar en un análisis estilístico o retórico, es preciso destacar la enérgica concisión de la prosa de González Prada, así como la ferocidad de los ataques realzada por la habilidad metafórica[5]. El ethos agresivo y la voluntad satírica de muchos de sus escritos lo dibujan como polemista más que como ensayista. Sin embargo conviene recordar que, históricamente en la literatura de ideas, ensayo y panfleto han sido formas muy próximas, y mientras algunos críticos distinguen géneros diferentes, otros conciben el ensayo como un hipergénero que abarca una gran diversidad de formas, entre ellas las agonísticas. La tendencia polémica es bastante natural, por no decir consubstancial al género, puesto que el ensayo, como el artículo periodístico, recoge experiencias, valores y opiniones individuales, no verdades irrefutables.

 

¿Una obra frustrada?

No deja de ser significativo que González Prada no utilizara jamás la palabra ensayo en el título de sus obras. Como ya lo había notado Robert G. Mead (1955: 21), el escritor peruano fue influenciado por el modelo francés. Las revistas –La Revue des Deux Mondes, La Revue de Paris, Le Journal des Débats…– publicaban contribuciones cortas en forma de artículos, que permitían a los intelectuales intervenir rápidamente en los debates que agitaban la sociedad, y por otra parte eran editadas colecciones de textos breves, a menudo polémicos, anteriormente dados a conocer en la prensa.[6] Los órganos militantes eran mucho más punzantes, así el semanario anarquista de Émile Pouget, Le Père Peinard (1889-1902), podría haber inspirado las arremetidas más satíricas y panfletarias del autor. La elección de la forma periodística en el segundo periodo demuestra en González Prada una estrategia de difusión del pensamiento que privilegia la rapidez de reacción del escritor de cara a los acontecimientos sociopolíticos en un contexto de formación de la opinión pública. Un escritor visto como conciencia moral y en la vanguardia de los ideales progresistas de una sociedad pre-democrática. Al respecto, merece ser citado lo que González Prada escribía en la tercera parte del ensayo “Propaganda y ataque”, fechado en 1888, donde definía el papel del intelectual anticipando su propia evolución ulterior:

Ardua tarea corresponde al escritor nacional, como llamado a contrarrestar el pernicioso influjo del hombre público: su obra tiene que ser de propaganda y ataque. Tal vez no vivimos en condiciones de intentar la acción colectiva, sino el esfuerzo individual y solitario; acaso no se requiere tanto el libro como el folleto, el periódico y la hoja suelta.

Hay que mostrar al pueblo el horror de su envilecimiento y de su miseria; nunca se verificó excelente autopsia sin despedazar el cadáver, ni se conoció a fondo una sociedad sin descarnar su esqueleto. ¿Por qué asustarse o escandalizarse? Cuanto se diga, ¿no lo palpan nacionales y extranjeros? La lepra no se cura escondiéndola con guante blanco. (González Prada, [1915]: 174)


Los críticos que han estudiado el ensayo del siglo xix en Francia han señalado su heterogeneidad e incluso su dualidad. Distinguen una tendencia hacia la obra monográfica larga, de estilo pulido, serio y neutral, y otra tendencia hacia el escrito breve, fragmentario, de estilo más sencillo y polémico, que resulta de una adapta  ción del autor al auge de la prensa como medio de comunicación dentro de la aceleración que conlleva la vida moderna (Glaudes y Louette, 1999: 98-102)[7]. Su tendencia panfletaria tal vez haga de González Prada un ensayista atípico en Latinoamérica, aunque no menos profundo que los demás, con ciertas limitaciones en cuanto a la obra realizada, como lo apuntaron García Calderón y otros críticos posteriores. Chang Rodríguez (1976: 249) destacaba que “en su reflexión utiliza sólo dos de los tres elementos hegelianos: la tesis y la antítesis. Don Manuel no llega a la síntesis; por eso tal vez no ofreció programa sistematizado alguno”.

Pájinas libres, aunque no carece de intención polémica, no es un libro panfletario, al contrario de la segunda parte de Horas de lucha y de numerosos artículos cuyo carácter satírico es notable. Cuando deja el ensayo por el pasquín, González Prada prioriza la protesta inmediata, la censura de las instituciones y de los hombres corrompidos, o por decirlo así, la demolición de la sociedad inicua. Su capacidad para analizar la complejidad, introducir matices o proponer alternativas se ve limitada por la misma forma elegida para la expresión. La agresividad, la brevedad, la periodicidad, la estrecha vinculación del artículo con la actualidad, la necesidad de hacerse entender entre un público poco acostumbrado a la lectura, son imperativos que no permiten al autor desarrollar una obra “constructiva” de gran alcance. Tal vez por eso mismo estuvo González Prada toda su vida revisando textos para una futura edición que no llegó a realizar. Muchos son los fragmentos, los trabajos valiosos pero inconclusos y, efectivamente, el lector no encuentra la monografía sintética de crítica literaria o de crítica política y social que se esperaba.


Aunque replantean de manera crítica los fundamentos de la realidad, el panfleto y el artículo satírico no permiten mostrar al lector la “justeza de un pensamiento” y “persuadirlo de lo bien fundado de la argumentación”, dos normas particulares del ensayo según María Elena Arenas Cruz (1997: 458). La demostración de la tesis del autor aparece como secundaria frente a la descalificación de la tesis contraria o del personaje que la encarna. Como asumen implícitamente que verdad y error son claramente identificables, el panfleto y la sátira son formas que descargan certezas sin necesidad de demostrarlas, y que sólo contemplan dos tipos de lectores: uno, el enemigo al que se menosprecia, con quien no se puede llegar a un entendimiento; y otro, el amigo ya convencido, al que se regocija. Al contrario, el ensayo en su forma ideal trata de explicar y convencer a un verdadero interlocutor con quien se instaura un debate o incluso una polémica. Mientras el ensayo se aproxima al discurso de la ciencia al exponer parte de sus presupuestos ideológicos, las formas agonísticas tienden a ocultarlos, lo que impide el cuestionamiento de los postulados fundamentales del discurso. Lo que podría ser discutido no se enuncia y es inconscientemente aceptado por el lector. Como lo expone el crítico Marc Angenot (1982: 32-39 y 186), sátira y panfleto suponen una ruptura radical con su objeto, son discursos de la marginalidad, situación en la que se encontró de forma creciente González Prada a partir de 1900.

Retomando los elementos definitorios del ensayo enunciados al principio, se puede decir que el predominio de la voluntad agonística en González Prada y la elección de una forma breve conducen a:

  • un debilitamiento de las funciones crítica y estética porque la escritura pierde en sutileza y elegancia al adoptar un régimen panfletario, es decir esencialmente dualista y violento;[8]
  • un debilitamiento de la función didáctica y persuasiva, porque se busca un impacto contundente e inmediato basado en una reacción afectiva más que en el convencimiento racional del lector neutral;
  • un aumento del carácter circunstancial, fragmentario e impulsivo propio de la forma periodística.

 

Para concluir, cambiando de perspectiva

Finalmente, cabe preguntarse, como lo hizo Mariátegui, si González Prada fue un constructor o un demoledor. Irrumpió en el debate político para contribuir a hacer del Perú una nación moderna, lo que implicaba liquidar la herencia colonial e integrar a la población marginada mediante una política enérgica de las elites liberales, desde arriba hacia abajo (top-down). Después cambió de estrategia y se propuso derribar el Estado oligárquico, fuese liberal o conservador, para abrir paso a una sociedad igualitaria, llamando a las masas a la acción revolucionaria, desde abajo hacia arriba (bottom-up). En ambas etapas, González Prada consideraba que para construir algo nuevo y bueno era preciso destruir lo viejo y malo, siendo que en su segundo periodo dio prioridad a la destrucción porque había dejado de creer en la voluntad de los liberales de transformar radicalmente la sociedad. Según él, la reconstrucción debía ser obra de todo el pueblo y no sólo de una elite; lo asentó claramente en el discurso “El intelectual y el obrero”, diciendo:

Los intelectuales sirven de luz; pero no deben hacer de lazarillos, sobre todo en las tremendas crisis sociales donde el brazo ejecuta lo pensado por la cabeza. [...] El mayor inconveniente de los pensadores –figurarse que ellos solos poseen el acierto y que el mundo ha de caminar por donde ellos quieran y hasta donde ellos ordenen. Las revoluciones vienen de arriba y se operan desde abajo. (González Prada, 1924: 68)

La ideología libertaria contribuyó a este paso del ensayo al panfleto, porque privilegia la demolición de la sociedad burguesa, dejando a la espontaneidad popular la tarea reconstructiva en base a los principios rectores enunciados por los grandes teóricos del anarquismo. Para los ácratas, la destrucción revolucionaria es por sí misma constructiva como acción emancipatoria individual y colectiva; por consiguiente es más imperativo despertar la rebeldía popular que disertar doctamente sobre el presente o el futuro, con matices y distingos propios del moderantismo reformista. Consciente de ello, González Prada se alejó de uno de sus modelos, Ernest Renan, en cuya obra criticaba la indecisión como fuente de incoherencia del discurso:

Todos los defectos de Renan se explican por la exageración del espíritu crítico, el temor de engañarse y la manía de creerse un ‘espíritu delicado y libre de pasión’, le hacían muchas veces afirmar todo con reticencias o negar todo con restricciones, es decir, no afirmar ni negar y hasta contradecirse, pues le acontecía emitir una idea y en seguida, valiéndose de un pero, defender lo contrario. De ahí su escasa popularidad: la multitud sólo comprende y sigue a los hombres que franca y hasta brutalmente afirman con las palabras, como Mirabeau; con los hechos, como Napoleón. (González Prada, [1915]: 210)


Desde esta perspectiva, que fue indudablemente la de González Prada, la obra agonística de la segunda etapa, aun limitada a difundir principios libertarios y a denunciar de forma bastante maniquea las injusticias o el oscurantismo, era tan positiva y necesaria como la obra ensayística más nutrida de la primera etapa. Es precisamente el imperativo ético de libertad y de justicia al que responde toda su prosa de “propaganda y ataque” lo que le otorga un valor universal por encima de su enfoque en la realidad peruana. No importa que González Prada pase a la posteridad como publicista y no como ensayista o que el lector culto opine que su resentimiento frustró la elaboración de una obra filosófica, política y literaria de mayor alcance. Basta con recordar que intentó democratizar el pensamiento, proporcionando a las clases populares algunos instrumentos críticos para analizar la sociedad y forjar una conciencia revolucionaria. El ensayo, como toda la literatura de ideas, está sometido a una tensión dialéctica entre propuesta y protesta, construcción y destrucción, que cada autor resuelve a su manera, según su temperamento y su ideología. Ya lo había ilustrado Las Casas con su Brevísima relación de la destrucción de las Indias.

 


Notas:

[1] Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en el Simposio internacional “El ensayo: hacia el bicentenario de su aparición en Hispanoamérica. Balances, revisiones y porvenir de un género fundacional”, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza (Argentina), 4-6 de noviembre de 2009. Agradezco a mi compañero Daniel Attala su lectura crítica del borrador.

[2] Université de Bretagne-Sud, Lorient, Francia. Miembro del grupo de investigación “Herencias y construcciones en el texto y la imagen” de la Universidad de Bretaña-Sur en Lorient (Francia). Autor de numerosos trabajos sobre M. González Prada, anarquismo hispánico y temas sociopolíticos latinoamericanos. Editor de: Manuel Sirvent Romero, Un militante del anarquismo español [memorias, 1889-1948], Madrid: Fundación Anselmo Lorenzo, 2012. Co-editor de: Guerres et identités dans les Amériques (Rennes: Presses Universitaires de Rennes, 2010) y Nicaragua. En el ojo del huracán, París: Institut des Hautes Etudes sur l’Amérique Latine-Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica-Université de Bretagne-Sud, 2000). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Mayor informacion:  http://sites.google.com/site/joeldelhom

[3] Bajo el oprobio (París: Bellenand, 1933); Anarquía (Santiago de Chile: Ercilla, 1936); Nuevas páginas libres (Santiago de Chile: Ercilla, 1937); Figuras y figurones (París: Bellenand, 1938); Propaganda y ataque (Buenos Aires: Imán, 1939); Prosa menuda (Buenos Aires: Imán, 1941); El tonel de Diógenes. Seguido de Fragmentaria y Memoranda (México: Tezontle, 1945). Por otra parte, la obra poética consta de once libros de los cuales sólo tres vieron la luz antes de la muerte del autor.

[4] En Internet puede verse una versión actualizada por Thomas Ward, “Orden cronológico de los ensayos de González Prada”, http://evergreen.loyola.edu/tward/www/gp/orden_crono.htm

[5] Sobre la elocuencia de la prosa de González Prada, véase Mead (1955: 17-22) y Chang Rodríguez (1976: 244-248).

[6] Charles Sainte-Beuve, Causeries du lundi (1851-1862); Ernest Renan, Essais de morale et de critique (1859) y Essais de critique et d’histoire (1858 y 1882); Rémy de Gourmont, La Culture des idées (1900); tres autores citados por González Prada. La Revue des Deux Mondes y La Revue de Paris, así como La Revue Bleue (o Revue Politique et Littéraire) también son mencionadas en su obra.

[7] En el artículo “Essai” del Dictionnaire universel des littératures (1876) ya notaba el escritor Gustave Vapereau: “Il y a des époques comme la nôtre, où toute l’activité se dépense en essais, en travaux préparatoires qui attendent en vain la mise en œuvre dernière” (Hay épocas como la nuestra en que toda la actividad se gasta en ensayos, en trabajos preparatorios que esperan en vano la elaboración final). Citado por Glaudes y Louette, 1999: 98).

[8] Entiéndase desde una perspectiva estética clásica.

 

Bibliografía:

Anderson Imbert, Enrique (1961). Historia de la literatura hispanoamericana, México: FCE, vol. I.

Angenot, Marc (1982). La Parole pamphlétaire. Contribution à la typologie des discours modernes. París: Payot.

Arenas Cruz, María Elena (1997). Hacia una teoría general del ensayo. Construcción del texto ensayístico. Cuenca: Ed. de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Chang Rodríguez, Eugenio (1976). El ensayo de Manuel González Prada. Revista Iberoamericana, Pittsburgh, XLII (95), pp. 239-249.

Delhom, Joël (2005). González Prada y la prensa del Perú. En: Desvois, Jean-Michel (ed.). Prensa, impresos, lectura en el mundo hispánico contemporáneo. Homenaje a Jean-François Botrel. Pessac: PILAR-Presses Universitaires de Bordeaux, pp. 363-374. También en: http://sites.google.com/site/joeldelhom

García Calderón, Ventura ([1919]). Semblanzas de América. [Madrid]: Biblioteca Ariel.

Glaudes, Pierre y Louette, Jean-François (1999). L’Essai. París: Hachette.

González Prada, Manuel ([1915]). Páginas libres. Madrid: Sociedad Española de Librería. [1ª ed. 1894]

González Prada, Manuel (1924). Horas de lucha, Callao: Tip. Lux, 2ª ed. [1ª ed. 1909].

Mariátegui, José Carlos (1977). Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Biblioteca Amauta. [1ª ed. 1928].

Mead, Robert G. (1955). González Prada: el prosista y el pensador. Revista Hispánica Moderna, New York, XXI (1), pp. 1-22.

Ripoll, Carlos (1970). Conciencia intelectual de América: antología del ensayo hispanoamericano (1836-1959). New York: Las Américas Publishing Company, 2ª ed. corr. y aum. [1ª ed. 1966].

 

[div2 class="highlight1"]Cómo citar este artículo:

DELHOM, Joël, (2012) “Manuel González Prada (1844-1918): del ensayo al panfleto”, Pacarina del Sur [En línea], año 3, núm. 11, abril-junio, 2012. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=430&catid=4[/div2]