“Cuerpos quirúrgicos”
Análisis sobre tecnologías e imaginarios corporales

Un abordaje antropológico a las tecnologías contemporáneas interesadas en la producción de cuerpos armónicos, simétricos y proporcionales, los cuales refieren a un modelo corporal hegemónico que, más que la universalidad estética del cuerpo, representa la occidentalización de ello. Este ejercicio es parte de un proceso de observación, indagación y reflexión de un suceso que se está estructurando en la actualidad, una práctica de “embellecimiento” que progresivamente gana mayor popularidad: la cirugía estética. Servicio médico que forma parte de la creciente demanda comercial de estas “industrias de la belleza” que marchan junto a las continuas innovaciones tecnológicas, médicas y científicas.

Palabras clave: Antropología, cuerpo, cirugía estética, imaginarios, tecnologías

 

 

Presentación

Actualmente nuestra sociedad enfatiza de manera importante sobre el control y moldeamiento de los cuerpos. Las tecnologías interesadas en hacer de él el instrumento práctico de sus elucubraciones científicas, en aras de patrones de belleza poco cuestionados, dan lugar a nuevas fantasías y proyectos corporales. Producen realidades desde anhelos idealizados mediáticamente. Dicha producción no solo está interesada en el asunto instrumental, en la técnica quirúrgica. Su capacidad de difusión se instaura como deseo entre los espectadores, atractivo que muchas veces se pospone como insatisfacción entre quienes recurrieron a las intervenciones quirúrgicas. Esto es ejemplo de la voracidad del imaginario. Nuestra capacidad ingeniosa mediada por nuevas tecnologías interesadas en la modificación corporal en aras de “embellecimiento” hace de nuestro cuerpo un lugar que representa anhelos. Hace real lo imaginado, convirtiéndose en un juego inacabado. El cuerpo como espejo que proyecta nuestras añoranzas.

Antes que cuerpos estas tecnologías construyen imaginarios de belleza, es decir, no solo moldean cuerpos, construyen subjetividades, nuevas formas de pensar, vivir y sentir; “nuevos modos de ser”,[2] nuevas alteridades.

 

Colonización del imaginario

Los imaginarios siempre están en trasformación, son agrupaciones de “imágenes pasadas, posibles, producibles y por producir”[3] son ejemplo de la vitalidad cultural. Lo imaginario presume de intangible al cobrar espacio solo en el “universo” imaginativo, pero si posamos los imaginarios sobre el espacio que visibiliza la existencia humana, lo imaginario toma –al– cuerpo.

El cuerpo como eje de estudio es el operador fundamental de consenso y subjetividad, contenedor de experiencia y memoria cultural; siempre ahí, inocultable. No solo se trata de la certeza corporal de ocupar un espacio-tiempo, son las implicaciones a las que apunta la vitalidad y experimentación del mundo a través de las sensaciones corporales, confeccionando durante esta experiencia: imaginarios, representaciones y saberes sobre el cuerpo que contemplan cualidades retroalimentadas en una lógica cultural que media entre comportamientos proveedores de significados.[4] Todas las sociedades crean esquemas de representación sobre el cuerpo, ideas que se vislumbran en el lenguaje, en la clasificación de acuerdo al apoderamiento económico, en las diferencias en las prácticas del cuidado estético, en las conductas alimentarias, en las prácticas deportivas y sexuales, entre otras. Aspectos sociales que son parte de la continua configuración del cuerpo entre características biológicas y culturales que nuestra condición humana reúne de manera inherente.

Lo imaginario es el conector obligado por el cual se constituye toda representación humana, dado que todo pensamiento humano es re-presentación; es decir, pasa por articulaciones simbólicas, relación inseparable entre el imaginario y la representación.[5] Es el trayecto en el que la representación del objeto se deja asimilar y modelar por las imperativas pulsiones del sujeto.[6] Toda representación nace del imaginario, la representación es una liberación, una realidad imaginada.

Me detendré brevemente a ejemplificar el proceso de dominio a que fueron sometidos los imaginarios durante la colonización de los territorios americanos. Esto solo como un ejemplo apropiado sobre la configuración de la realidad de cualquier grupo social, ya sea por imposición o albedrío. Para este caso, el control que impuso la colonia de dominio español se implantó y consolidó a través de imaginarios en los que se construyeron status de legitimidad entre los individuos, sus creencias y prácticas culturales; creando de esta forma atmósferas de inferioridad entre los nativos americanos y los negros traídos del África.[7] Sin embargo después de implantarse políticamente una supuesta independencia con la constitución de naciones soberanas que no dejaron de ser aludidas por la hegemonía de lógicas occidentales[8] que continuaron nutriendo dichos imaginarios.

Todo conocimiento existente en los territorios colonizados por los europeos fue no solo rechazado y burlado sino también satanizado. Estas lógicas culturales fueron de-construidos bajo márgenes estrictos del colonialismo dentro de su capacidad de generar subjetividades concretas dentro de nuevos imaginarios culturales.[9]

Construcción del otro inferior, ignorante y además grotesco; desprestigiaron también la estética de los cuerpos. Un proceso que no culmina, un proceso metamórfico que se nutre del presente de cada individuo, de la creatividad estética inherente al ser humano. Predominando ciertas estéticas que bien se podrían pensar desde unas predominancias griegas, romanas y anglosajonas del cuerpo. Estéticas distantes a las recreadas por las fisonomías indias de la Nueva Granada y ni que decir de las de la América inexistente –en el imaginario occidental– de antes del siglo XV. Generando un conocimiento de las estéticas del cuerpo unificador y estricto. Dispositivos generadores de subjetividades. Un ejemplo de ello es el discurso de la ciencia moderna, y concretamente de la medicina, como instrumento que sirvió para fortalecer el dominio en el espacio social en confrontación a lo étnico. Un lenguaje universal dentro de márgenes de lógicas coloniales.

Siendo entonces, el cuerpo del otro –no europeo– un error, empieza un proyecto unificador y reparador de conocimiento y saberes. El imaginario dominante situó los otros imaginarios en el terreno de la ficción, expresión mitológica, mágica, creencias de esos “otros inferiores”.[10] La supremacía entre estéticas corporales no se queda en el proceso colonizador del siglo XVIII, sino que se ha mantenido en la hibridación cultural de los individuos actuales. Facciones esencialistas corporales –como el perfil “inca”, las extremidades cortas, los abdómenes amplios– son rechazados en el imaginario del cuerpo actual. Reitero que mis afirmaciones no pretenden ser totalizadoras, por el contrario, se objetivan en las márgenes de limitación espacial e histórica de la cultura, lugar donde confluyen numerosas lógicas y se evidencia la supremacía de unas sobre otras; lógicas que cambiarían sustancialmente si cambia este contexto de estudio etnográfico. En lo que se refiere a las márgenes de objetivación del cuerpo, la cirugía estética como parte de las nuevas tecnologías de embellecimiento lo ratifica, esta disciplina médica se construye dentro de un saber-poder de la medicina profesional de tradición occidental. Esto delimita mis propios márgenes de estudio en la construcción del imaginario del cuerpo entre las mujeres[11] que han hecho uso de los servicios que ofrece la cirugía estética en Pasto.

 

Nuevas tecnologías de embellecimiento

“Durante los últimos tres siglos, el mundo ha visto forjar una profesión médica de gran solidez y poder social, apoyada en los conocimientos de muchas disciplinas que se reclaman como ciencia, generadora de nuevas tecnologías y con una importante capacidad de resolución de varios problemas de salud. Esta medicina profesional, nombrada bajo la importancia de diversos adjetivos –moderna, científica, académica, universitaria, de tradición occidental-, ha tratado de desplazar, con diferentes grados de éxito, a las otras medicinas.”[12]

Sin embargo el desplazamiento o lindero entre medicinas, aunque difuso en las prácticas humanas, tiene un hilo desde el que se podrían rastrear conductos reguladores, tal hilo es consentido por su desintegración expansiva y la efímera historia de las prácticas médicas humanas, un entramado infinito de la memoria del quehacer práctico de los individuos. En esta perspectiva la medicina “es en sí misma un producto histórico”.[13] Y también lo es la cirugía plástica, –reconocida como especialidad médica solo después de la primera guerra mundial, dada la urgencia asociada a traumatismos, quemaduras y lesiones de guerra que eran subsanadas con tratamientos quirúrgicos– acunada en prácticas muy antiguas, lo que dificulta establecer un punto histórico de nacimiento; sin embargo, es ilustrador acudir a la etimología griega, donde plástica significa “dar forma” o “modelar” y cirugía indica “arte de trabajar con las manos”. Estableciendo de esta forma una práctica tan antigua como la vulnerabilidad humana ante cualquier tipo de herida corporal y nuestro interés curativo.

Ahora bien, del maridaje de la plástica y la cirugía nacen diferentes especialidades quirúrgicas como lo son: la cirugía de mano, el tratamiento de quemaduras y sus secuelas, tratamiento de tumores, de traumatismos y lesiones, de malformaciones y la cirugía estética[14] como hija consentida de la disciplina. Consentida por el campo de acción de los cirujanos plásticos, por la solicitud de los usuarios y por los avances tecnológicos, médicos y mediáticos.

Planteo la cirugía estética como evento social y no como rareza o extravagancia cultural de un grupo de seguidores con particular ordenamiento social en la ciudad. No se trata de la exhibición de sufrimientos e infortunas individuales de un grupo de mujeres que decidieron someterse y participar de estas prácticas quirúrgicas. Enfoco mi investigación en el análisis de los imaginarios sociales del cuerpo configurados por un evento social que está estructurándose en la ciudad. Por ello no mostraré conclusiones basadas en lo que lleva de corrido esta actividad, sino que aprovecharé tal evento como argumento social que alimenta los imaginarios colectivos del cuerpo en la sociedad contemporánea, idealizando algunos y recriminando otros.

Para la biotecnología “los organismos han cesado de existir como objetos de conocimiento, dando lugar a componentes bióticos, por ejemplo, instrumentos especiales para el procesamiento de la información”[15] o también como representaciones modificables de realidad corporal. “[…] esas ciencias y esas tecnologías indican transformaciones fundamentales en la estructura del mundo para nosotros.”[16]

La sociedad contemporánea[17] está configurando sus imaginarios corporales de acuerdo a dichas tecnologías. La relación es estrecha, pues ambas -sociedad y tecnología- son productoras de imaginarios y por tanto de realidad. Cuando las modificaciones corporales se establecen como posibilidades de consumo no solo se están generando nuevas fuentes de empoderamiento económico sino nuevas posibilidades de ser en el mundo. Intervenir la apariencia no es un acto superficial, tiene transcendencia en las relaciones sociales, hecho que hasta ahora carece de análisis y reflexión.

La interacción de la tecnología con nuestros cuerpos es un escenario ineludible para la construcción de subjetividad. Cuando el cuerpo es expuesto a modificaciones quirúrgicas las alteraciones se revisten de piel para ser cuerpo, no para parecerlo. La cirugía estética toma al cuerpo y sobre el mismo construye acercamientos al modelo deseado, lo idealiza. Esto inevitablemente genera la idea de corrección, del cuerpo como instrumento reparable, perfectible, remediable en términos de atracción y encanto físico desde el accionar quirúrgico de su intervención. Un cuerpo maleable que la cirugía estética aborda desde lo incorrecto hacia el intento de perfección. Es el cuerpo esculpido en el taller quirúrgico, en el que de acuerdo a los intereses, se maniobraba sobre las cualidades orgánicas del cuerpo en funcionamiento, receptor de diferentes procesos alteradores de la anatomía: pliegues de carne que se amputan, músculos que se templan se amarran o se cosen, tejido graso que se succiona, prótesis que se ocultan bajo la piel y reubicaciones de tejidos epiteliales –piel–, conectivos –cartílago y grasa– y musculares.

La idea central no es arremeter en contra de la cirugía estética, resaltar los riesgos quirúrgicos, las contraindicaciones, ni precisar sobre datos cuantitativos que lo ejemplifiquen. No es mi intención enfocarme en las complicaciones que se puedan presentar en los procedimientos quirúrgicos, no juzgo ni evalúo la decisión de someterse a una cirugía estética. Lo que intento es acercarme a las significaciones del cuerpo idealizado (imaginarios corporales) entre parámetros inobjetables de belleza, como eventos producidos por lógicas de consumo, la supremacía de algunas imágenes, el interés tecnológico y la supuesta autonomía de la que goza el individuo de la vida moderna. Este ejercicio etnográfico recorre escenarios de “cuidado y perfeccionamiento” del cuerpo, experiencias de una inquietud de investigación que logró con dificultad meterse entre los espacios de espera de una clínica[18] de cirugía estética en la ciudad de Pasto; un espacio que permitió acercarme a todos los actores sociales que contribuyen a que la cirugía estética se realice como evento social, incluyendo a las personas de atención médica y a quienes ellos llaman pacientes o usuarias –pero nunca clientes– de los servicios que promocionan y ofrecen. La clínica fue el principal escenario de encuentro para la investigación, lugar que sin ser el único, me permitió el acercamiento al contexto de integración y comunicación entre todos los sujetos interesados en el evento particular de la cirugía estética; además de la interacción con las diferentes fases que implica el evento clínico. De igual forma pude acercarme con mucha delicadeza a las narraciones de aquellas mujeres que decidieron someterse a intervenciones de este tipo, recreando con ellas sus incertidumbres, deseos, motivaciones y expectativas relacionadas a su experiencia.

 

Tecnologías de la belleza en Pasto

La primera aparición de cirujanos plásticos en la ciudad de Pasto, aunque transitoria, fue en la década de los ochenta. De acuerdo a las conversaciones entabladas con quienes se desempeñan en la actualidad como cirujanos plásticos en la ciudad, es posible determinar que el primer cirujano plástico de permanencia estable llega una década más tarde, momento en el que esta disciplina médica tiene poca relevancia entre las instituciones clínicas:

“En aquel momento la mayor demanda era para cirugía reconstructiva por urgencias: los politraumatismos, las heridas por accidentes de trabajo, de tránsito, en riñas, heridas por armas de fuego, accidentes con quemaduras y también las enfermedades de malformación congénita.”[19]

La cirugía estética, en la ciudad de Pasto, pasó de ser un evento extraordinario sin status hospitalario a una práctica lucrativa para los especialistas. Ágilmente la cirugía estética gana terreno con la aceptación entre los habitantes de la ciudad.[20] A pesar de que ninguna de las instituciones que ofrece estos servicios me permitió conocer los balances estadísticos de los procedimientos quirúrgicos realizados, podría hacer referencia que a la fecha se realizan como mínimo –de acuerdo a los datos dados por los cirujanos de la ciudad– cuatro cirugías al día solo entre las dos clínicas de cirugía plástica, sin tener en cuenta las cirugías realizadas por los centros médicos que ofrecen servicios de medicina y cirugía estética, además de los procedimientos realizados por cirujanos plásticos independientes y las cirugías estéticas que instituciones y cirujanos de otras ciudades –especialmente Santiago de Cali– programan periódicamente para efectuarse en Pasto. Una cifra que diez años atrás era impensable, no solo por el escaso número de cirujanos en la ciudad, sino por la inexistencia de empresas que ofrecieran estos servicios como eje principal de labor médica.

El cuidado estético gana espacio en la ciudad, una forma de visualizarlo es el ascenso en el establecimiento de negocios que ofrecen servicios de entrenamiento físico, sean gimnasios o centros médicos deportivos en Pasto, como la ciudad que presenta la cifra más elevada del país, con un 20,73% durante los años 2006 y 2007.[21]

Durante el año 2008 en Cámara de Comercio de Pasto se encuentran registrados dieciocho establecimientos que prestan servicios de cuidados estéticos, ocho centros médicos que ofrecen servicio de cirugía estética, cinco consultorios particulares de cirujanos plásticos y dos clínicas de cirugía plástica y estética.

 

Enfermar el cuerpo para embellecerlo

La clínica –el espacio físico, donde se ofrecen servicios de atención y cuidado de salud y tratamiento de enfermedad– apellidada por “de estética”, se justifica en la hegemonía de la imagen sexuada de los cuerpos, en los estereotipos de belleza, en la supremacía de exclusión de la diversidad corporal para contenerse en la idealización del cuerpo como instrumento moldeable al antojo humano. Lo paradójico es que en esta clínica especialista en “hermosear” cuerpos, el conducto regular de los servicios, exige inevitablemente enfermarlos. La clínica de estética como espacio práctico de atención médica es un rótulo que no nos hace pensar en la medicina preocupada por la salud, la enfermedad y la vulnerabilidad orgánica humana, sino en la medicina que presume lo inobjetable de lo bello, de cuerpos idealizados y formas armónicas; una medicina de la simetría que al modificar los cuerpos contribuirá con la mejora anímica de quienes lo experimentan.

Las clínicas de estética coproducen discursos que apelan a la vulnerabilidad psíquica de los individuos, causada por malestares que la apariencia física protagoniza. Estas afecciones son de orden estético no orgánico, pues aunque sean las formas corporales las que las generan, no repercuten en el funcionamiento orgánico del cuerpo pero si en la conciencia anímica de quien las manifiesta. Una palabra que resume adecuadamente este orden de ideas es: autoestima. Tanto la cirugía estética como la autoestima son parte del discurso moderno, coincide con la invención del individuo. Verse y criticarse a sí mismo es considerar que existen otras posibilidades, es moverse entre un escenario social lleno de espejos y posibilitar el cambio. La clínica de estética invita principalmente a personas sin afecciones de salud orgánica, pero con achaques síquicos y accesibilidad económica. La clínica de estética no diagnostica enfermedades, cura complejos.

Fines estéticos que se fundan no solo en el deseo por el cambio corporal, sino además en el hecho de corregir lo considerado imperfección por la cirugía estética. Así pues, se opera con el fin de corregir aquello que se presume como “no bello”, una cirugía con intención de obtener un resultado preestablecido, la certeza de la belleza. Certeza construida socialmente por medio de imaginarios. Su propósito –aparente, tangible, visible– es modificar el cuerpo, modificarlo entregándole una apariencia “mejorada”. Ofrecen la oportunidad de hacer del cuerpo un boceto guiado por el deseo, ofrecer el cuerpo que se tiene y el pago de los servicios en espera de “otro de uno mismo”,[22] el cuerpo mejorado, imaginado, idealizado. El ser humano con su antojo por crear, ofrece un cuerpo guía desde la práctica de la medicina moderna y la tecnología, acercando a la realidad lo imaginado.

 

Cuerpo: objeto quirúrgico

Las intervenciones quirúrgicas son la propuesta resultante de continuos desarrollos biotecnológicos, médicos y cosméticos. Entre las técnicas trascendentales para el desarrollo estas intervenciones está la anestesia que sumado al cuidado aséptico en quirófano han contribuido a mermar las consecuencias y las complicaciones propias de estos escenarios.

La anestesia permite acceder a un cuerpo carente de dolor y voluntad para alterarlo con sutiles cortes, angostas cánulas, certeras cinceladas, ampliarlo y alterarlo durante la cirugía. Todo motivado por los imaginarios de belleza y por los ideales establecidos con previo acuerdo en la consulta con el cirujano. En este caso el dolor quirúrgico es provocado, es una de las consecuencias “controladas” -al menos en lo que corresponde al tiempo en quirófano- e inevitables en este tipo de intervenciones, donde la invasión al cuerpo es hasta ahora ineludible aunque cada vez más disimulada y sofisticada.

“Consideremos la pasividad de los cuerpos manipulados en el momento de la entronización o de la iniciación. Consideremos el cuerpo sacrificado de la víctima emisaria. Todos los procedimientos de desplazamiento, de transferencia a otro cuerpo de los atributos que parecían patrimonio de un individuo, implican que ciertos cuerpos, o por lo menos algunos cuerpos, pueden ser tratados como cosas como puros receptáculos.”[23]

La protección conferida al organismo para desaparecer la barrera del sufrimiento por medio de la anestesia aumentó las posibilidades de experimentación quirúrgica y desentendimiento del sujeto, no solo debido a la falta de sensibilidad corporal sino a la quietud, docilidad y dependencia del sujeto en quirófano, objeto manipulado. El acto quirúrgico es el momento en el que los imaginarios idealizados del cuerpo cobran forma corporal. Se materializan, dejan de ser imaginarios para ser representaciones prácticas de fabricación quirúrgica, como parte de un acuerdo previo. La materialización de dichos ideales volviéndolos corporalmente sustantivos. Los imaginarios de los ideales estéticos del cuerpo son promovidos desde una disciplina médica en coproducción con los apegos sociales, donde el escenario social es el lugar de retroalimentación de estos imaginarios en conjunto con los individuales y la pauta masiva de publicidades.

 

Descubrir un nuevo cuerpo

El cuerpo es transformado por imaginarios, principalmente por las idealizaciones de algunos de ellos. Esto explica la relación entre el cuerpo y la sociedad, pues los imaginarios regulan las formas de conducta individual y colectiva, haciendo de la construcción cultural del cuerpo un hecho natural. Si “lo natural es simplemente la costumbre generalmente reconocida”,[24] en la proximidad del tiempo no es descabellado imaginar el cuerpo como una discreta mezcla de artilugios tecnológicos, donde los funcionamientos orgánicos sean respaldados por elementos mecánicos, en el que el cuerpo no represente ninguna cronología posible de calcular y los niveles de las trasformaciones sean medidos por el límite de la capacidad autocreativa. ¿Es posible que todo lo que nos imaginamos se pueda representar? Si la pregunta la encasillamos en el cuerpo que la cirugía estética interviene, muchas serían las respuestas. El resultado del deseo que promueve el cambio está determinado por el cuerpo mismo, el avance de las tecnologías del método científico, las destrezas quirúrgicas del profesional y la objetivación del cuerpo y su subjetividad.

Los imaginarios y las representaciones no se refinan ni evolucionan, cambian porque los intereses cambian también. El encanto ofrecido por la simetría, la proporción y la armonía, no es invención del saber biomédico. Son conceptos que han acompañado inquietudes del discurso científico, tendencias artísticas y forman parte también del discurso cotidiano cuando de aludir al cuerpo idealizado se trata.

La técnica opera cuerpos anestesiados por el deseo, engalanados por la belleza como proyecto de medida matemática y concordancia geométrica. Esto como un logro quirúrgico bajo las consecuencias y los dictámenes de la ciencia y la tecnología, a la vez que se tiene la sensación de una supuesta autonomía por parte del sujeto para controlar y dar forma a su cuerpo.

El establecimiento del universal de belleza es una justificación estratégica de lógicas dominantes, que sin tener en cuenta la inconmensurabilidad de las culturas busca construir ideales autocontenidos. Negando la vitalidad de los procesos sociales; es decir, la significación cultural está dada por las relaciones sociales y simbólicas que se trasforman continuamente sin ser equiparables.[25] Desde siempre venimos creando y experimentando corporalidades, ambientando nuestro cuerpo entre los efectos producidos por prácticas tan diversas como el maquillaje, laceraciones, el uso de accesorios, hasta alteraciones anatómicas. Buscando entre las posibilidades sociales nuestras propias configuraciones como individuos. Entre la incertidumbre por complacer el deseo de destacarnos por la diferencia o de camuflarnos entre las multitudes uniformes.

En la de-construcción del cuerpo cobran forma imágenes de cuerpos de portadas de revistas o de vallas publicitarias; cobran cuerpo los imaginarios idealizados de la apariencia física. “Las tecnologías de las comunicaciones y las biotecnologías son las herramientas decisivas para reconstruir nuestros cuerpos.”[26] Alterando la anatomía que otrora tardaron en descubrir –o ¿inventar?– personajes destacados como Andrés Vesalio entre otros anatomistas del renacimiento, momentos en los que difícilmente se hubiese sospechado que los estudios anatómicos posteriores se especializarían en la alteración, por medio de tecnologías y destrezas manuales de cirujanos, que toman lugar por dentro de la solapa de la piel como respuestas quirúrgicas -la técnica- a la demanda psíquica.[27] Sin dejar muestras de horror, más que pequeñas cicatrices, ante la monstruosa alteración anatómica con fines estéticos, que a muchos ojos resultan hermosos y atractivos. Alteraciones anatómicas que hermosean el cuerpo mientras lo tergiversan.

Ya que los imaginarios están en continua construcción, su “materialización” en el cuerpo, nunca será definitiva y dadas las posibilidades susceptibles al cambio que presentan las nuevas tecnologías de belleza, la oportunidad de modificarlos es permanente, son cuerpos inacabados, construidos por la fantasía –inalcanzable– de perfección, problemas irresueltos protagonista de escenas quirúrgicas.

La cicatrización de las heridas, la desinflamación de los tejidos, la disminución del dolor, la veloz producción de hemoglobina perdida en la cirugía y en general el descubrimiento de aquello que se considera el “resultado” es parte de la recuperación postquirúrgica. La cicatriz es recuerdo de lo olvidado. Es una señal de cambio, marca que presume un pasado, un cuerpo relegado. Siempre será mejor no dejar ningún rastro de pasado, pero en este caso es inevitable, por más pequeña que sea la marca existirá, ya sea pensada entre pliegues de carne que las mimeticen, entre cambios de tonalidad de la piel o entre vellosidades. Impactante cuerpo que en su desnudes y bajo la mirada minuciosa de quien percibe y vive, encuentra impactantes aquellas cicatrices. Sin embargo las mujeres con quien realicé mi estudio dicen acostumbrase a estas grafías quirúrgicas, acostumbrase a su ocultamiento mimético o entre vestiduras, telones de ropa que destacan la silueta producto del cambio y no las huellas resultantes de la intención. Las cicatrices y heridas producidas por las intervenciones buscan en lo posible ser camufladas o en algunos casos ser atenuadas por rayos láser.

Las mujeres que experimentan este evento de difusión social se confrontan desde motivaciones particulares a un suceso que acarreará variadas sensaciones corporales. El dolor de la intervención por el placer del resultado. No hay mayor espacio para la memoria dolorosa, y si lo hay, este se ve opacado por el retrato idealizado del cuerpo resultante por la intervención. Sin duda ellas reconocen el placer que les produce su nueva imagen proyectada en el espejo y en los otros, una imagen que se contrapone con las guardadas en la memoria, donde la diferencia producida al contrastar dos imágenes en el tiempo –antes y después de la cirugía– es la muestra de los ideales estéticos que antes de ser proyectados en la exterioridad fueron las imágenes que daban forma a sus añoranzas.

 

Re-juvenecer: ¿eternidad?

“La autoestima no es el punto central en la cirugía plástica, el ser humano durante toda la historia de la humanidad ha estado buscando el elixir de la eterna juventud. Hay algo que no soporta el ser humano y es el envejecimiento.”[28]

En las nuevas tecnologías de la belleza el cuerpo que envejece, es un cuerpo que muere en el imaginario para dar paso a nuevos imaginarios inspirados en utopías que parecieran intrínsecas a lo humano (la eterna juventud). Imaginarios idealizados. Para este caso el vínculo del cuerpo individual con los imaginarios sociales esta en el cuerpo asistido por la cirugía estética, donde la realidad es inspirada por la ficción del cuerpo añorado.

Las usuarias de las cirugías estéticas comparten el cuerpo idealizado a partir de acontecimientos comunes corporales –que envejece, que es susceptible a cambios de apariencia, que es vulnerable a complicaciones de salud– “casi todos los acontecimientos del cuerpo tienen una expresión social, porque afectan o ponen en tela de juicio, a otros cuerpos y otros individuos”.[29] Sobre el cuerpo acontecen transformaciones que el individuo acata y significa dentro de consideraciones sociales que las estigmatizan como episodios desafortunados.

El cuerpo transformado por la cirugía estética niega los acontecimientos del cuerpo, los marca como indicador de lo que evitarán, los censura para “corregirlos”. “El ideal de las sociedades contemporáneas parece ser, por tanto, conjurar el acontecimiento, controlarlo, controlar el cuerpo para controlar el acontecimiento.”[30] La construcción de un cuerpo hibrido, heterogéneo en identidades y estéticas es un evento propio de la convivencia social en la que están contenidos muchos imaginarios corporales, muchas formas de decorar el cuerpo, de vestirlo, de moverlo, de codificarlo en el lenguaje de las estéticas urbanas. En las que vestir con determinadas prendas, colores, cortes o accesorios, es inscribirse en una lógica de actuación, de comportamientos, en lógicas sociales, adjudicarse una identidad colectiva.[31]

Vejez y sobrepeso son en el imaginario social los signos corporales que mayor descontento provocan. Esto dicho en el contexto de la sociedad contemporánea puede ser asumido como una verdad de Perogrullo, sin embargo no se trata de un descubrimiento sino de la inquietud que genera esta obviedad. Envejecer no es una construcción cultural de la sociedad actual, aunque su significación si lo sea, envejecer es parte del proceso biológico, una interpretación temporal de los cuerpos, una característica de la vitalidad. Sin embargo la concepción y significación de la vejez es un artilugio social que la cultura carga de significado. La significación sobre la que están concebidas se cierne entre pliegues y protuberancias corporales que se han entendido en la historicidad de Occidente como “feas”. Pues refieren necesariamente al cuestionamiento o critica del opuesto, de aquello que no se considera agradable, sano, bello y joven. Los signos corporales que afean, lo hacen a partir de la interpretación que se hace de ellos, por su encasillamiento y estigmatización. Por ejemplo, el canon de belleza anglosajón y sus variaciones inspiran hoy la idealización de facciones gráciles.

Nos mueve el temor por dejar de ser quien creemos que somos. El recuerdo estático, la imagen congelada sobre el espejo, la juventud eterna. La imagen corporal pasa por la interpretación social para anteponerse como título al nombre propio: niño, joven, señor, abuelo. En este sentido la vejez es un término concedido desde la corporalidad, son signos corporales los que la sustentan visualmente y su significación es un asunto social. Algunos de ellos, como las arrugas, provocados por la flacidez y la pérdida de tonificación en general, lo que comercialmente se ha llamado como “los efectos de la gravedad”, son entendidas como feas. Atribuirle cómodamente a la vejez los rezagos del olvido e interpretarlos como molestias, es contribuir con el estigma social que recae sobre esta etapa vital. La construcción del estigma, repito, es un artilugio social. Concepciones sociales que dan significado a símbolos corporales correspondientes a la condición orgánica de nuestro cuerpo. La vejez guarda una fuerte relación con la muerte, como si fuesen estados próximos; la muerte se interpreta como lícita ante la vejez. Mantener una imagen vital de lo que en términos sociales es la juventud corporal, o lo que representa la juventud, podría interpretarse como una estrategia para escapar del estigma de la muerte como proceso evolutivo lineal que prosigue a la vejez. Un esfuerzo por disfrazar las imperfecciones, falsificar la juventud a la vez que por excluir esas características corporales entendidas como feas.

Quizá la concepción de juventud este sobrepuesta a signos corporales que delaten lo contrario. A lo mejor se inmortalice el recuerdo del cuerpo delgado para excusar las ansias por bajar de peso. Evocando futuras imágenes favorables de nosotros mismos incluso así estas no encuentren espacio en el recuerdo sobre lo que somos sino como proyecto de posibilidades deseadas. El envejecimiento siempre será considerado un evento prematuro pues su evidencia puede ser entendida como inoportuna a la vez que sorpresiva. No es una decisión, no se determina cuando, ni se identifica el momento apropiado para asumir estos signos corporales, no es una decisión deliberada. Sin embargo los productos y servicios de cirugía estética se encaminan entre técnicas que detienen tales signos o los suprimen del cuerpo. Los eufemismos afloran cuando de vejez se habla: el paso de los años; la juventud olvidada, relegada o pérdida es un tema de interés tecnológico.

Ahora el mito es futurista, su argumento es de género ficción, el ideal sería salir del quirófano con un cuerpo que conjugue la simetría, la armonía, la tonificación, la juventud, la delgadez, con la menor incapacidad posible, sin dolor, rápido y de efectividad casi inmediata. Un mito ficción que se estructura en la realidad como evento social contemporáneo. El mito del cuerpo, conjuga: la simetría del renacimiento, la tecnología de tiempos modernos, la ficción publicitaria y la sobre abundancia de imágenes de sociedades contemporáneas que entretejen significaciones e historias.

La fuerte relación entre la vejez y la fealdad no solo inspiró representaciones artísticas en diferentes épocas de la historia del arte, esta relación es una de los más fuertes estigmas corporales propios de la tradición occidental, interpretados por muchas culturas en la actualidad. Como un suceso de arquetipos entre la juventud, la belleza y la vida, paralela a la vejez, la fealdad y la muerte. Las lógicas culturales en occidente están muy ligadas a la concepción del tiempo y sus subordinados. La edad es una de ellos. Esa suma cronológica de años bien indica, posiciona o delega un orden social. La edad es un requisito común en documentaciones, tanto como el nombre. Muchas insignias sociales se otorgan basados en esta cuenta: la ciudadanía, la jubilación laboral, la admisión a colegios e instituciones escolares y deportivas, o el simple posicionamiento social para determinados roles. La sociedad le atribuye diversos significados a dicho símbolo numérico, que van desde estamentos legales, psicológicos y biológicos (niñez, adolescencia, adultez, vejez). Una suerte de orden social establecen los años, edades apropiadas para determinar comportamientos, adoptar ciertas actitudes o tomar ciertas decisiones. La edad se convierte en referente de ubicación social. En la corporalidad toma significado en lo evidente, la apariencia. Parecer de una edad implica, además de ubicarse en el orden social, someterse a la interpretación de ciertos símbolos corporales. El cuerpo se convierte en una efigie que memoriza el tiempo. El tiempo que socialmente construimos, biológicamente evidenciamos y corporalmente insinuamos. El cuerpo constituye lo que somos desde principios inobjetables: la apariencia.

La fuerte correspondencia de la vejez con la muerte se muestra infranqueable incluso ante la estadística que arrojan las muertes por violencia, por desnutrición, por accidentes de tránsito o por enfermedades cancerígenas que no tienen preferencia de edad como si por otras consecuencias clasificatorias. Es como si la muerte se naturalizara ante la edad avanzada en su cuenta cronológica, relación que se estrecha desde interpretaciones sociales.

Rejuvenecer, la juventud de vuelta. El mito del futuro o el futuro del mito. El rejuvenecimiento es un término corriente en la cirugía estética, principalmente en la cirugía facial. Al parecer el rostro le da la cara a los años. La significación social de las arrugas, es la vejez. Rejuvenecer es eliminar esas señales que delatan la edad de quien las “porta”. Me refiero a portar porque la cirugía con su ofrecimiento por eliminarlas genera la ilusión del cuerpo como soporte de símbolos que aparecen y desaparecen.

 

Anotaciones finales

Los imaginarios corporales son poco explorados porque se creen verdades inobjetables, han sido idealizados, legados de tradiciones hegemónicas occidentales. Aunque la sociedad contemporánea dice caracterizarse por el politeísmo a la belleza, como cúmulo de muchos saberes y tradiciones juntadas por los aires de globalización y vanguardia, existen estéticas dominantes sobre el cuerpo. La cirugía estética se consolida sobre algunas de ellas. Esta especialidad médica construye un evento social en contextos de difusión comercial. Los espacios comerciales presentes en la ciudad son parte de los escenarios de aparición. Su promoción se caracteriza por el ambiente público de difusión, aunque de adquisición privada. Idealizar al cuerpo entre medidas puntuales, proporciones específicas y actuaciones establecidas, es un ejemplo de construcción de imaginarios sociales. La promoción publicitaria de servicios de cirugía estética recurre a problematizar escenas de la vida cotidiana de un individuo cualquiera, ese otro generalizado,[32] inscribiéndolo en unas lógicas sociales, como las del consumo. La publicidad recrea realidades sociales, suspendiendo sus intereses en nuestra cualidad orgánica. Determina ideales de edad, estigmatiza signos corporales.

Las alteraciones corporales producidas en la actualidad por la cirugía estética, décadas atrás pudieron ser consideradas como una monstruosidad disectora del estudio anatómico del cuerpo; aunque hablar de alteraciones anatómicas es referirnos a una práctica humana recurrente, extendida por épocas y culturas, sean para embellecer, como parte de ritualidades corporales o como experimentaciones biotecnológicas que propenden “mejorar la calidad de vida de los individuos”. El diseño, esbozo y producción del cuerpo, cada vez dejan de serlo para convertirse en evidencia andante, tangible y presente. Las cicatrices son imperceptibles, los médicos escultores del cuerpo quieren que su trabajo se note por la sutileza del mismo. Una forma de “naturalizar” estas prácticas quirúrgicas.

La cirugía estética es un saber de la ciencia médica occidental delimitada por los cánones de belleza predominantes desde ciertas estéticas griegas del cuerpo. Sin embargo, el sentido de estas estéticas se ajusta al contexto social en que residen, son temporales. Las estéticas corporales se producen en concomitancia con los apegos sociales que varían entre modas cíclicas. Por ello no es raro que lo considerado bello en la actualidad sea después acreditado como feo ó que se retomen estéticas relegadas en el registro histórico. La mirada a las estéticas del mundo de hoy nos enseña en sus demostraciones corporales a respetar su entorno y a disfrutar de las oposiciones complementarias, así como de novedosas uniformidades, de premonitoras tendencias en progreso y de confinadas tradiciones; éstas no tienen límites, sus modificaciones son constantes y su esquematización histórica es una forma de determinar lo que desde una de tantas perspectivas se ha destacado. Estas “industrias de la belleza” ofrecen servicios a la vez que promueven jerarquías entre estéticas, produciendo formas corporales concretas. Una forma de visualizarlo es a través de las imágenes expuestas en campañas publicitarias, las cuales coinciden en términos generales con lo que socialmente es aceptado.

Las biotecnologías nos han obligado a revaluar nuestros estilos de vida, incluso la vida misma. La cirugía estética ha revertido las concepciones de temporalidad sobre el cuerpo, su frecuente invitación a rejuvenecer o su corriente exposición gráfica de antes – después es un ejemplo de ello. La apariencia corporal se convierte en una sucesión de imágenes reversibles de nosotros mismos, hechas en manos de otros y expuestas en sociedad. Escenarios que todos conformamos: ya sea desde la práctica de estas estéticas, la producción de estas industrias, el análisis de estos eventos o la expectación de estos sucesos que son parte de nuestra actualidad. Nos estamos diseñando, lo repito porque la inquietud esta en inferir hacia dónde apunta esta tendencia, hacia dónde se inclina, ¿quizá hacia la inmortalidad? Y una forma de hacerlo, al menos en apariencia, es alejándonos de la vejez como imagen neutralizadora de la muerte. Rejuvenecer se está convirtiendo en un ritual de paso –quirúrgico– mediador entre dos periodos de edad, su necesidad es una decisión no solo personal, pues es también una respuesta a significaciones sociales hechas sobre el cuerpo.

Una vez expuesto el escenario en el que cobra existencia el evento quirúrgico que engloba muchas prácticas estéticas, resulta pertinente pensar el cuerpo como eje de análisis social y cultural. De la investigación y reflexión de prácticas, representaciones e imaginarios relacionados con el cuerpo de las sociedades actuales se desprenderán elementos para entender mejor las dinámicas sociales de nuestros tiempos. En este caso, podríamos considerar al cuerpo dentro de un proyecto en el que se conjugan visiones futuristas, de ciencia ficción, a la vez que se configuran como prácticas cotidianas que son parte de un servicio comercial. Las “industrias de la belleza” venden la “re-manufactura” de los cuerpos a sus propios dueños, materializa las añoranzas del cuerpo de los sueños de cada cual, que más que sueños individuales son fragmentos de un mismo gran telón: la difusión masiva de ideales de temporada, modas corporales, el cuerpo inacabado. Los ideales se ubican en paralelo con los que serían entonces sus antónimos: los imperfectos corporales, deducidos por correlación.

Existe muy poco cuestionamiento por parte de los consumidores de servicios de cirugía estética frente a las repercusiones corporales, consecuencias y riesgos que puedan tener sus decisiones. Estamos dispuestos a pagar altos precios. Elevadas dosis de intoxicación al cuerpo por la sedación anestésica, alta resistencia al dolor y malestar posquirúrgico. Entregamos nuestra voluntad en manos de otros saberes. Técnicas médicas que embellecen la realidad imaginada del cuerpo exaltado por concepciones objetivas de belleza y juventud. La longevidad tiene precio y la posibilidad de elegir es ampliamente seducida por la publicidad y la coincidencia uniformadora de la sociedad.

Sería importante no olvidar que la carga simbólica del cuerpo es además de una construcción cultural, un efecto de nuestra voluntad sobre él.

 


Notas:

[1] Antropóloga. Grupo de Estudios Sociales Comparativos,  Departamento de Antropología, Universidad del Cauca. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

[2] Sibilia, 2005:42

[3] Durand, 2000:18

[4] Le Breton, 2002

[5] Durand, 2000:60

[6] Durand, 2004:43

[7] Castro-Gómez, 2005

[8] La existencia de occidente no como un posicionamiento geográfico sino como entramado de lógicas culturales que persisten dinámicamente en las prácticas, representaciones e imaginarios sociales (Said 1990).

[9] Castro-Gómez, 2005

[10] Augé, 1999

[11] La mujer que con su facultad biológica alberga y da vida, ha sido siempre favorecida y preferida por las prácticas de embellecimiento como juego arquetípico entre la mujer, la vida y la muerte, que de acuerdo a su género lingüístico: las tres femeninas, ponen en medio a la vanidad que también lo es. Claro está que los avances biotecnológicos han desafiado a la vida albergándola en laboratorios y a la muerte rezagándola en el tiempo; así como las estéticas han seducido las masculinidades ampliando el consumo mercantil entre potenciales clientes.

[12] Quevedo, 2007: xxii

[13] Ídem

[14] Benito, 2001:24

[15] Haraway, 1995:281

[16] Ídem

[17] “[…] nos referimos a una sociedad con una formación cultural idiosincrásica que ha sido llamada de múltiples maneras: moderna, moderna tardía, posmoderna, neomoderna, de riesgo, de capitalismo tardío, de capitalismo desorganizado, poscolonial y/o globalizada. […] se la han reconocido distintas características: la desdiferenciación, la reflexivilidad, el predominio de la dimensión estética, el reinado de lo efímero, el reconocimiento y la celebración de la hibridación, el caos, la disolución de grandes narrativas […] la aparición de nuevos movimientos sociales basados en la identidad, la incertidumbre, el cuestionamiento de la verdad […] ” (Ayora 2007:91-92).

[18] Como empresa de carácter privado de la ciudad –como los son en su totalidad las clínicas de cirugía plástica–, que ofrece exclusivamente servicios interesados en el cuidado estético del cuerpo. Lograr el consentimiento de estas instituciones para el desarrollo de proyectos de investigación académicos desde disciplinas sociales, es difícil no solo por el desinterés que estas instituciones clínicas tienen en dichas propuestas, sino que además temen se vea comprometida la reservada identidad –entendida la identidad como el conjunto de datos oficiales o legales que destacan a una persona de las demás, como nombres propios, números de identificaciones y direcciones– de las personas que participan de estos servicios y en algunos casos la de la clínica misma. Además, estas instituciones se muestran inquietas ante la observación que las disciplinas sociales puedan hacer de ellas, no ven la necesidad se vincular sus servicios a estos análisis, aunque si encajan su labor clínica dentro de aspectos sociales.

[19] Cirujano Plástico

[20] que de acuerdo a los datos de proyección hechos por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística - DANE la población estimada para el 2009 es de 429.923 habitantes

[21] Según estudio económico realizado por “Raddar” en 14 ciudades del país, donde afirman que este tipo de negocios “representa el 0,34% del producto interno bruto nacional y mueven al año $900 mil millones”.  (El Espectador, 16 de noviembre del 2008.)

[22] Le Breton, 2002:156

[23] Augé, 1996:62

[24] Schelsky en Heidt, 2004:46

[25] Canclini, 2004; Larraín, 2005

[26] Haraway, 1995:279

[27] Ory, 2006

[28] Cirujano plástico

[29] Augé, 2004:67

[30] Ídem,:70

[31] Canclini, 2004

[32] “es decir esa abstracción que le permite a cada sujeto ponerse en el lugar de los demás al mismo tiempo que se distancia, se pone a sí mismo en la perspectiva de todos esos demás.” (Delgado 1999: 14).

 

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