Alexandra Pita

 

Diálogo e intercambio de ideas y materiales 

En este artículo reflexionaré sobre el uso del concepto de red en algunos de los trabajos de Ricardo Melgar Bao. Asimismo, a través de este análisis, me sumo al número de homenaje que Pacarina del Sur ha dedicado a su fundador.

El estudio de las redes intelectuales, las publicaciones periódicas y los movimientos antiimperialistas guiaron las conversaciones que sostuve con Ricardo Melgar durante las últimas dos décadas. Ricardo las nutrió con comentarios puntuales sobre personajes y procesos históricos de la década de 1920 en América Latina, así como con noticias sobre documentos y archivos en los cuales se podrían encontrar nuevos indicios y lecturas viejas y nuevas que ayudarían a comprender de manera más completa los procesos sociales y políticos de Nuestra América. En los últimos tres años también comenzamos a conversar sobre médicos y tratamientos poco ortodoxos que nos permitían desahogarnos de nuestras respectivas incertidumbres sobre la salud de cada uno. Me sentí un poco extraña la primera vez que hablamos de estos temas, pues no era habitual que yo conversara de temas tan personales, como la salud y la enfermedad, con otros colegas ni que estos temas terminaran siendo intercalados con las novedades académicas. Poco a poco éste se convirtió en el tono habitual de nuestras conversaciones, lo que me reafirmó la necesidad de no olvidarnos como académicos de nuestro lado humano. Me siento agradecida con Ricardo por ambas aristas que compartimos.

Alexandra Pita y Ricardo Melgar, principios del 2000
Imagen 1. Alexandra Pita y Ricardo Melgar, principios del 2000.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.

Aunque nunca publicamos juntos, siempre nos comentábamos nuestros respectivos trabajos. Este diálogo de ideas e intercambio de materiales comenzó en 1997, cuando yo ingresé como estudiante de la maestría en historia de El Colegio de México. Para ese entonces Ricardo ya había escrito varios libros sobre el movimiento obrero, el proletariado y el sindicalismo. También se había adentrado en personajes como Mariátegui y Haya de la Torre, y en las revistas culturales que publicaron estos intelectuales.

Ricardo y yo encontramos muchos puntos en común para discutir, dado que yo me encontraba estudiando un grupo antiimperialista agrupado en el Boletín Renovación y la Unión Latino Americana. En particular le pregunté bastante por los peruanos exiliados en Argentina que habían colaborado en Renovación, como Manuel Seoane, Luis Heysen, César Miró Quesada, entre otros. Ricardo, con mucha paciencia, me fue dibujando el perfil de cada uno, lo cual me ayudó a entender las diferencias entre las distintas voces antiimperialistas. También me compartió el disco compacto de su compilación sobre El Libertador (2006),[1] órgano de expresión de la Liga Antiimperialista de las Américas.[2]

Cuadernillo de la Edición Facsimilar de El Libertador compilada por Ricardo Melgar Bao
Imagen 2. Cuadernillo de la Edición Facsimilar de El Libertador compilada por Ricardo Melgar Bao
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc

Recuerdo muy bien cuando, tras defender mi tesis de doctorado, Ricardo me escribió para felicitarme por el trabajo realizado.[3]Renovación tiene ya su historiadora” me dijo, y poco después, cuando lanzó la revista Pacarina del Sur, me solicitó las portadas y el índice de mi libro para promocionarlo en sus páginas. Pocos días antes le había escrito para comentarle la muerte de Salvador Morales, un colega en común, cubano, que trabajaba en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Ricardo me respondió sorprendido, contándome cómo, poco tiempo antes, habían hablado por teléfono sobre sus investigaciones. “Nos quedamos en ver antes del cierre de año, nada me hizo suponer tan sorpresivo desenlace toda vez que se sentía estable y medicado para el corazón. La vida es breve, querida amiga, además de sorpresiva en sus despedidas”.[4]

El intercambio siguió. Desde Ecuador, me envió una “joyita”; se trataba de la obra de un historiador ecuatoriano que murió joven y su texto lo había impresionado (Paéz C., 2001). En 2013 me envió la versión digital de su libro Vivir el exilio, 1928, a lo que le respondí enviándole unos artículos sobre el intelectual argentino anarquista Julio Barcos, los cuales él consideró de gran interés en sus correos.[5]

Poco después lo invité a participar de la edición de un libro sobre Redes Intelectuales, pero declinó porque su casa había sido robada y sus papeles revueltos, por lo que pensaba dedicarse en el 2014 a rehacer, a partir de la retacería que quedó, un libro sobre el debate magonista norteño y sobre el movimiento zapatista.[6]

De sus numerosos viajes, a veces me llegaban fotografías con saludos, a veces comentarios sobre libros. El tiempo pasó y nos encontrábamos generalmente en los congresos del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) en Buenos Aires o en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM, al tiempo que seguíamos intercambiando nuestras publicaciones.[7] En septiembre del año pasado me invitó a participar en el Primer Seminario Internacional: Diálogos entre la Antropología y la Historia intelectual (17 al 19 de septiembre de 2019) en donde compartimos la mesa “Redes intelectuales transfronterizas”.

En resumen, este breve relato es para dar cuenta de un diálogo e intercambio fructífero que sostuvimos y el cual extrañaré. Días antes de su lamentable fallecimiento, me llamó una tarde (un poco agitado) para contarme que estaba muy entusiasmado escribiendo y pidiéndome que le enviara algunos trabajos de mi autoría porque, si bien los tenía en físico en su biblioteca, su condición de salud le impedía moverse con libertad hacia ese lugar. De inmediato le envié en PDF lo que necesitaba. Por ello, y para cerrar nuestro diálogo sobre el concepto de red, voy a analizar tres trabajos de su autoría a fin de reflexionar sobre su forma de aproximación.

Cartel del Primer Seminario Internacional: Diálogos entre la Antropología y la Historia intelectual. De izquierda a derecha: Carmen Díaz Vázquez, Marta Casaús Arzú, Ricardo Melgar Bao, Alexandra Pita González y Andrea Candia Gaja

Cartel del Primer Seminario Internacional: Diálogos entre la Antropología y la Historia intelectual. De izquierda a derecha: Carmen Díaz Vázquez, Marta Casaús Arzú, Ricardo Melgar Bao, Alexandra Pita González y Andrea Candia Gaja
Imágenes 3 y 4. Cartel del Primer Seminario Internacional: Diálogos entre la Antropología y la Historia intelectual y foto de la mesa “Redes intelectuales transfronterizas”, Casa Rafael Galván, UAM, 18 de septiembre de 2019. De izquierda a derecha: Carmen Díaz Vázquez, Marta Casaús Arzú, Ricardo Melgar Bao, Alexandra Pita González y Andrea Candia Gaja.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.

 

Las redes en los trabajos de Melgar

A fin de rendir un homenaje a Melgar, realizaré una lectura reflexiva sobre el uso que le dio al concepto de redes. Una parte significativa de sus trabajos publicados (libros y artículos) tienen en su título la palabra red o redes.[8]

Los trabajos de Ricardo Melgar inspiraron a muchos otros académicos y estudiantes a trabajar el tema de las redes desde una mirada cultural, distinta a la mirada dura de la teoría de redes sociales. La mirada antropológica de Ricardo se impuso sobre la del historiador en el abordaje de este concepto. Por ello no es extraño que Ricardo no se ocupara por definir el concepto de red intelectual, sino de observarlo etnográficamente a través de la fuerza de los lazos que se formaban entre los sujetos de su análisis, vinculados a una red intelectual. De allí que Ricardo pusiera especial atención a entender cómo las redes entre intelectuales se tejían a través de las relaciones personales sustentadas en la solidaridad. Esta malla social permitía sostener agrupaciones y movimientos aún frente a las dificultades de los exilios.

La mirada de Ricardo sobre estas redes era positiva. En su lectura prevalecía la afinidad electiva y la solidaridad entre grupos no privilegiados, sin que por ello se anularan los antagonismos y las diferencias entre intelectuales, aunque las tensiones en las redes generalmente provenían de factores y entes externos (de carácter gubernamental o de las querellas con otros grupos ideológicos).

El primer trabajo de Ricardo Melgar en el cual aparece la palabra red en el título lo escribió en coautoría con Eduardo Devés. En dicho trabajo ambos autores analizan cómo las redes teosóficas estaban compuestas de “personas que vieron favorecidos sus contactos en la medida que compartían ideas o creencias propias de la cultura teosófica y/o pertenecían a alguna de las ramas de la hermandad teosófica”. Por consiguiente, es necesario “descubrir hasta qué punto lo teosófico tuvo un papel en la conformación de redes intelectuales, formadas por motivaciones de afinidad en las ideas y/o sensibilidades” (Devés V. y Melgar Bao, 1999, pág. 138).

 Pocos años después, Melgar se dedicó a estudiar las redes del exilio aprista. En su abordaje destacó que para que las relaciones entre los exiliados apristas puedan ser entendidas como redes, debía prevalecer un principio de adscripción a estas “ligas relevantes” entre los actores sociales que las conforman. Para Melgar, era necesario observar la articulación a través de un sentido de pertenencia compartido, además de las interacciones entre los sujetos que formaban una red. La función de estas redes era muy clara: “resellar lealtades, afinidades y solidaridades múltiples”, las cuales fueron indispensables para entender la historia de los exiliados apristas, según apuntaba Melgar Bao en su libro Redes e imaginario del exilio en México y América, 1934-1940 (2018, pág. 19).

En otros textos de Ricardo pueden encontrarse estudios sobre las redes intelectuales, aún si no se incluye la palabra red o redes de manera explícita en el título. Este es el caso de su libro Vivir el exilio en la ciudad, 1928 (2013), en el cual la palabra red o redes se menciona al menos en 23 ocasiones a lo largo del texto.

 En dicha obra, Melgar define a la nueva generación de intelectuales latinoamericanos de la posguerra como una red que animó el proyecto de unidad continental a través de “prácticas solidarias” (pág. 12). A su vez, identificó a Víctor Raúl Haya de la Torre y Julio Antonio Mella como dos protagonistas de esta juventud latinoamericana (pág. 14), a los cuales inscribe en las “redes de solidaridad existentes entre los movimientos y federaciones de estudiantes en América Latina que hicieron factible sus respectivos exilios en México” (pág. 16).

Para Melgar, no obstante la ruptura política entre Haya y Mella, las “redes intelectuales compartidas” que generaron durante sus exilios en la Ciudad de México en la década de 1920 permitieron que pudieran encontrarse para intentar salvar sus diferencias (págs. 19, 21 y 171). Su análisis minucioso, entonces, se dedicó a destejer esta “urdimbre de las redes del exilio”, difíciles de “desentrañar” (pág. 33). Más adelante, Melgar agrega que “tanto el elogio público como el regalo intelectual –un libro- fueron dones que fortalecieron las redes intelectuales y políticas” (pág. 36). Es interesante ver su abordaje sobre el intercambio de dones entre los actores sociales que estudia, aunque no profundiza en la circulación de estos dones al interior de la red expandida.

Melgar menciona el carácter internacional o trasnacional de las redes para explicar cómo estos lazos de solidaridad se extendían más allá de las fronteras (págs. 67, 82, 95). Los exiliados, para sobrevivir fuera de sus países, requerían de la ayuda de un número importante de personas y de movilización entre actores y redes. Así, al estudiar a los exiliados apristas congregados en la Ciudad de México, Melgar mostró cómo Mella y Haya se movieron para conseguir invitaciones para dictar conferencias que permitieran sufragar los costos de sus viajes (págs. 75, 76). Esta estrategia le permitió a Haya de la Torre alcanzar sus objetivos “descansando en las redes intelectuales vasconcelistas” (págs. 80, 83).

Otro aspecto interesante a resaltar es que Melgar utiliza la clasificación de redes intelectuales, sociales y políticas. Aunque no definió el sentido de estas categorías, es evidente que Melgar encontraba diferencias entre ellas, y que relaciona cada tipo de vínculo en red con los espacios de sociabilidad que tanto Haya como Mella establecieron en la Ciudad de México durante su exilio (pág. 41). Melgar compartía con Barry Carr el interés por representar la cartografía “de la resistencia y la agitación” de la Ciudad de México durante la década de 1920, escenario en el cual las redes políticas se reunían en torno a ciertos espacios de sociabilidad (intelectual), como lo eran las oficinas del periódico del Partido Comunista Mexicano y de la redacción de su vocero, El Machete (pág. 58). Melgar señaló también, cómo a diferencia de Haya, Mella “cerró sus redes a los intelectuales que militaban en el movimiento comunista y antiimperialista o que pertenecían a las filas de las Asociación nacional de Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC)” (pág. 62). Siguiendo su olfato de antropólogo, Melgar no desdeñó observar las reuniones de otro tenor que sostenían los intelectuales en su exilio, como la Navidad. A estas fiestas concurrían “según sus redes parentales, amistosas, intelectuales y políticas” (pág. 65).  

A su vez, Melgar analizó los momentos en que estas distintas redes se entrecruzaban en determinados momentos. Las filias políticas de Haya con el marxista alemán Alfonso Goldschmidt eran un ejemplo de las redes políticas, pero también intelectuales de un sector de la izquierda latinoamericana (págs. 42 y 187).

Los elementos que he elegido son una muestra del abordaje y uso del concepto de redes en algunas de las obras de Ricardo Melgar. Se trata de una temática que profundizó y expandió hacia otros grupos políticos e intelectuales. A través de estas páginas continúo con aquellos diálogos que Ricardo Melgar y yo mantuvimos por tantos años y que se vieron interrumpidos por su muerte. Aunque ya no tengo a mi colega para discutir las redes intelectuales, recurro a un diálogo imaginario en el que puedo platicarle de mis avances y retrocesos.

Ricardo Melgar, Huancayo, Perú, 2011
Imagen 4. Ricardo Melgar, Huancayo, Perú, 2011.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.

 

Notas:

[1] [N. E.]: Véase Melgar, 2006.

[2] Además del estudio introductorio que acompañaba la reproducción digital, publicó sobre esta revista un artículo “El Universo Simbólico de una Revista Comiternista. Diego Rivera y El Libertador” (2000).

[3]  La tesis con la que obtuve el grado de doctora en Historia en El Colegio de México se tituló “Intelectuales, integración e identidad regional. La Unión Latino Americana y el Boletín Renovación, 1922-1930, fue dirigida por Carlos Marichal y defendida en el 2004. Algunos años después fue publicada como libro bajo el título La Unión Latino Americana y el Boletín Renovación. Redes intelectuales y revistas culturales en la década de 1920 (2009).

[4] Correo electrónico de Ricardo Melgar a Alexandra Pita, 13 de noviembre de 2012.

[5] Me refiero a los artículos de mi autoría: “La Internacional del Magisterio Americano: propuestas educativas y tensiones políticas” (2011); “De la Liga racionalista a Cómo Educa el estado a tu hijo: el itinerario de Julio Barcos” (2012).

[6] [N.E.] Véase Melgar, 2016.

[7] Tras escucharlo dar una conferencia en el CIALC en 2018 me envió su artículo publicado en esta revista sobre “la recepción peruana de 1848” (Melgar Bao, 2017).

[8]  El primero de ellos fue el artículo publicado en coautoría con Eduardo Devés Valdés: “Redes teosóficas y pensadores (políticos) latinoamericanos, 1910-1930” (1999). Pocos años después publicó el libro Redes e imaginario del exilio en México y América Latina, el cual primero fue publicado en las Ediciones Libros en Red (2003) y muchos años después re editado por el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM (2018). Le siguió el capítulo “Redes y espacio público transfronterizo: Haya de la Torre en México (1923-1924)” (2005). Otro capítulo posterior, “Huellas, redes y prácticas del exilio intelectual aprista en Chile” (2010). Por último, dos artículos: “Cominternismo intelectual: Representaciones, redes y prácticas político-culturales en América Central, 1921-1933” (2009); y “América Latina en la revista Octubre de Madrid 1933-1934: Redes intelectuales antifascistas” (2015).

 

Referencias bibliográficas:

  • Devés V., E. y Melgar Bao, R. (1999). Redes teosóficas y pensadores (políticos) latinoamericanos, 1910-1930. Cuadernos Americanos, 6(78), 132-152.
  • Melgar Bao, R. (2000). El Universo Simbólico de una Revista Comiternista. Diego Rivera y El Libertador. Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, 7(21), 121-141.
  • _____ (2005). Redes y espacio público transfronterizo: Haya de la Torre en México (1923-1924). En M. Casáus A. y M. Pérez L. (Edits.), Redes intelectuales y formación de naciones en España y América Latina 1890-1940 (págs. 65-105). Universidad Autónoma Metropolitana.
  • _____ (Edit.) (2006). El Libertador 1925-1929. Órgano de la Liga Antiimperialista de las Américas. Edición Facsimilar digitalizada. Universidad Nacional Autónoma de México, Insituto Nacional de Antropología e Historia, Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista.
  • _____ (2009). Cominternismo intelectual: representaciones, redes y prácticas político-culturales en América Central, 1921-1933. Revista Complutense de Historia de América, 35, 135-159.
  • _____ (2010). Huellas, redes y prácticas del exilio intelectual aprista en Chile. En C. Altamirano (Ed.), Historia de los intelectuales en América Latina, vol. II (págs. 146-166). Katz Editores.
  • _____ (2013). Vivir el exilio en la Ciudad, 1928. V. R. Haya de la Torre y J. A. Mella. Ediciones Taller Abierto.
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