La crítica literaria de la izquierda peruana: una oportunidad perdida

Literary criticism of the Peruvian left: a missed opportunity

Crítica literária da esquerda peruana nas revistas da esquerda: uma oportunidade perdida

Miguel Ángel Huamán [1]

Recibido: 04-12-2014 Aprobado: 20-12-2014

 

Introducción

Si entendemos las palabras“izquierda peruana” como referidas a las agrupaciones políticas identificadas con las luchas revolucionarias, a favor de las clases explotadas y los sectores oprimidos de una sociedad, será inevitable aludir eneste artículo a los inicios del siglo XX, a las figuras de José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre. En estas líneas, designamos con dicha denominación a una etapa más reducida de la historia nacional.

Nos referimos a lo que algunos estudiosos han denominado la “nueva izquierda”, surgida conlos disconformesapristas, encabezados por Luis de la Puente Uceda, que renunciaron a la militancia en 1959, en la VI Convención Nacional del Partido Aprista, y constituyeron el APRA Rebelde.Ellos posteriormente, en 1961, fundan el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), con lo quedan inicio a un periodo de crecimiento y proliferación de diversos partidos de filiación marxista que terminará, luego de reiterados e inútiles intentos de unificación, en una división y fragmentación, hasta su posterior extinción a fines de la década de los ochenta y mediados del noventa.

En medio de dicha eclosión, entre 1975 y 1980, estas organizaciones partidarias tuvieron un lustro de auge inesperado, relacionado con la crisis de la Junta Militar Revolucionaria que encabezara el general Juan Velasco Alvarado. Como consecuencia de un giro derechista, conservador, que asumió en su segunda fase el gobierno militar, con la conducción del general Francisco Morales Bermúdez, las manifestaciones populares, y las luchas de los gremios de los sectores laborales, fueron estimulados y aprovechados por los grupos organizados de esta izquierda.

Osmar Gonzales, en la introducción al libro de Alberto Adrianzén (2011, 27), señala lo siguiente:

“La izquierda peruana era, en verdad, un gran mosaico. Sus polémicas fraternas eran sumamente fratricidas, además de incomprensibles para los no iniciados; la proliferación de sus caudillos (cada líder con su partido) hacía recordar cierto estilo de hacer política oligárquico (cada partido duraba lo que duraba su caudillo); además de tener en cuenta la multiplicidad de sus adscripciones. Algunos eran pro-soviéticos (stalinistas), otros pro-chinos (maoístas), o trotskistas, castristas, de izquierda nacional o cholo-comunismo, también mariateguistas, algunos pocos eran pro-albaneses, y así podríamos continuar. Cada uno acusaba a los otros de no ser suficientemente revolucionarios, y cada uno se auto-calificaba como la vanguardia de la revolución socialista”.

Lo que tenían en común esta galaxia de organizaciones supuestamente revolucionarias era un discurso radical, sectario y dogmático, que en circunstancias singulares se vio impelido a relacionarse con la gente común y corriente. Al respecto Gonzales (Adrianzén 2011, 30), señala:

“La oposición política radical no solo se sostuvo en la organización partidaria o sindical, pues también fueron cobrando importancia otros elementos. Uno de ellos fue el periodismo político que encontraría su máxima expresión hacia fines de los años setenta en la Revista Marka. En sus páginas se aglutinaron no solo los representantes políticos de la izquierda, sino también los intelectuales que se agrupaban alrededor de ellos. Apareció en el contexto de la convocatoria al proceso llamado de la transferencia del poder de los militares a los civiles realizado por Morales Bermúdez. Y era lógico, pues la lucha electoral suponía ganar el convencimiento de las masas en un panorama social más grande que el de los contextos militantes. La opinión pública, es decir, su conquista, fue adquiriendo una importancia singular en los predios de la izquierda” (p.30).

Sobre este izquierdismo, Alberto Adrianzén (2011, 52), en el libro citado ha afirmado que:

“Fue prisionero de la ideología y, más concretamente, de las imágenes de otras revoluciones, particularmente de la china y de la cubana. En realidad, esta nueva izquierda no supo entablar un diálogo autónomo con estas revoluciones y con las otras corrientes del marxismo y de la cultura universal, como lo hizo Mariátegui, ni tampoco entender, pese a algunos esfuerzos meritorios pero por general al margen de los partidos, la compleja realidad nacional”.

El infantilismo o inmadurez de la izquierda se ponía en evidencia en ciertas convicciones profundamente arraigadas en cada una de las organizaciones integrantes: el creer que por derecho natural estaban destinadas a servir de dirección política del movimiento popular en ascenso, el suponer que era suficiente radicalizar el discurso para lograr ser la vanguardia de la inminente revolución y apostar por la acción transformadora que implicaba un desprecio por lo intelectual especulativo.

Adrianzén (2011, 55) describe la actuación de estos protagonistas así:

“La Nueva Izquierda se movía en un terreno brumoso y ambiguo. Era un factor importante en el proceso de modernización y de modernidad en el movimiento popular, pero al mismo tiempo era una traba para la institucionalización política de este nuevo movimiento popular, vía una nueva representación del mismo. Este proceso se acentuó en la década de los ochenta cuando, por un lado, se agravó la crisis del capitalismo peruano y, por el otro, la izquierda no logró resolver su ubicación en el nuevo sistema democrático, destruyendo un mundo que la Nueva Izquierda había contribuido a formar”.

 

Las revistas de la izquierda

Considerada como la publicación de mayor influencia de la historia de la izquierda peruana, Marka apareció un 1° de mayo de 1975 en los estertores del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado.Humberto Damonte y Jorge Flores, junto con Carlos Malpica, Ricardo Letts y Juan Gargurevich, decidieron poner en circulación un medio de prensa que reivindicara las ideas izquierdistas, en una época muy complicada por las represiones de la dictadura al periodismo independiente.


Imagen 1. www.revistamarka.blogspot.com

La revista en su primera etapa logró una lectoría entre cinco a siete mil personas. La clave del éxito radicaba no sólo en la experiencia de sus fundadores, una conjunción de periodistas y políticos de izquierda, sino porque sirvió de válvula de escape a la presión social e ideológica del gobierno revolucionario de los militares golpistas. Por ello, criticar un discurso de Velasco les costó la expulsión a la Argentina. Con Morales Bermúdez, retorna la revista, que en su segunda etapa, gracias a la notoriedad de la represión y la deportación logra ventas de más de treinta mil números.  En 1979, el nuevo golpista los vuelve a enviar fuera del país por sus ácidas críticas y su filiación izquierdista.


Imagen 2. www.revistamarka.blogspot.com

Una tercera etapa de Marka se originó con la convocatoria a elecciones en 1980. Sectores de la izquierda consideraron que era el momento para sacar una publicación, en esa coyunturade periodicidad diaria, que apoyara a sus partidos en el proceso electoral. La Editora Runamarka (de Jorge Flores) que había manejado la revista, encabezó el proyecto de editar El Diario de Marka, al que se sumaron varios aportantes particulares, además de las distintas agrupaciones como el Partido Comunista Peruano, el Partido Socialista Revolucionario y el Partido Comunista Clase Obrera, aunque no fue fácil poner en marcha  el periódico porque el dinero no sobraba.

Con la dirección de Guillermo Thorndike la publicación logra cierta consolidación, pero los desacuerdos y las diferencias en las líneas políticas, generan una división y crisis que se pone en evidencia con la aparición de dos diarios. El que provenía de la anterior experiencia, tuvo como responsables a Sinesio López, José María Salcedo, Ricardo Angulo e intentó en vano servir para la unificación de la izquierda. Durante la dirección de Juan Gargurevich, desapareció, por la falta de recursos y sobre todopor la aparición del periódico separatista. Este, denominado El Diario, se convirtió posteriormente en el vocero oficial del Partido Comunista Sendero Luminoso y hasta se dio el "lujo" de publicar la llamada “Entrevista del Siglo" al líder terrorista Abimael Guzmán en 1988.

Aunque la experiencia de El Diario de Marka fue muy valiosa para el tema literario, porquepublicó un suplemento cultural, Caballo Rojo, de gran aceptación por su calidad y que merece un estudio autónomo, no forma parte de nuestro análisis al pertenecer a una etapa posterior y de evidente disolución de la nueva izquierda.

La otra revista importante del periodo fue Zurda, que tuvo una vida más corta. Apareció entre el 20 de junio y el 15 de noviembre de 1979, bajo la dirección de Ricardo Letts Colmenares, Humberto Damonte y Mirko Lauer. Salieron en total veinte números del semanario. Una tercera publicación fue Jornal, de existencia aún más breve, pues sólo salieron siete números, de marzo a octubre de 1979. El Director fue Jorge Oroza Manrique y Subdirector Javier Mujica Petit, quienes con Denis Sulmont constituían el Comité Directivo.

 

Los “compañeros de viaje” literarios

En el contexto de una prédica política a favor del socialismo era claro que a las agrupaciones de izquierda que impulsaban los semanarios mencionados no les interesaba mayormente lo literario, salvo que sirviera para la propaganda y la toma de conciencia a favor de la revolución.

En tal sentido, esta perspectiva dogmática y totalmente ignorante de la función crítica que cumple la experiencia estético-literaria para la convivencia democrática consideraba al escritor o estudiosos de la literatura un “compañero de viaje”. Es decir, en la terminología marxista, un pequeño burgués individualista que simpatiza con las creencias del partido, pero sin llegar nunca a pertenecer al mismo, porque sus propias posiciones de clase lo hacen sospechoso y débil para asumir la tarea. El término designa a gente que “camina parte del proceso” junto a la organización, aunque sin asumir un compromiso ideológico consciente con la misma.

Osmar Gonzales al respecto dice:

“Los militantes entendían que la actividad intelectual era secundaria por moverse solo en el campo de las ideas y lo que demandaba el momento crítico —entendían— era acción; práctica, no filosofía. Además, Marx ya lo había dicho, se repetía con frecuencia: no se trata solo de entender cómo funciona el mundo, sino de cambiarlo. Pero obviaron lo que decía Lenin: no puede haber práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria, y lo afirmó —recordémoslo— en sus debates contra los revisionistas. Albert Einstein lo había expresado a su manera: no hay nada más práctico que una buena teoría. En resumen, la separación de los ámbitos intelectual y político atentó en contra de una presencia política más sólida y eficiente de la izquierda peruana” (2011,31)

Marka era un semanario de actualidad y análisis proyectado hacia la propaganda y difusión de las propuestas políticas de la izquierda. A diferencia de las publicaciones partidarias internas que las agrupaciones integrantes del proyecto editaban como parte de su tarea de organización de su militancia y de divulgación de sus programas, la revista se orientaba como frente amplio a ofrecer al público en general una línea informativa veraz, garantizada por la ideología a favor de las demandas de los sectores populares y los trabajadores agremiados.


Imagen 3. www.revistamarka.blogspot.com

Contrarrestar el monopolio de la derecha y de los sectores conservadores en los medios de comunicación exigía a los intelectuales de izquierda una permanente labor de esclarecimiento de sucesos y el análisis crítico de las decisiones del poder, que desnudara sus vínculos con los grupos económicos capitalistas nacionales y extranjeros. En tal sentido, al momento de cerrar la edición de un número la prioridad siempre eran los acontecimientos de actualidad, el escenario político coyuntural que tenía prioridad sobre otras secciones denominadas inactuales. En esa categoría se incluían las notas y comentarios sobre cultura y, dentro de ellas, las referidas a la literatura que eran a su vez las menos importantes. En la terminología marxista, los textos de los “compañeros de viaje” siempre podían ser sacrificados.

Ello explica que el componente cultural fuera un complemento casi siempre prescindible, y que las secciones “culturales”más constantes estuvieran orientadas a la televisión, el cine, el teatro e incluso el fútbol. Desde los primeros números los comentarios y notas sobre literatura fueron esporádicos en Marka, mínimos en Zurda e intrascendentes en Jornal. Se privilegió la transcripción de fragmentos de obras, la cita del pensamiento de escritores, la nota o reseña de libros y la entrevista a destacados escritores y críticos.

Por ejemplo, en el número 12, del 31 de octubre de 1975, cuya carátula trae la foto del jugador de fútbol Teófilo “Nene” Cubillas, se reproduce una entrevista a Antonio Cornejo Polar, en la página14, con el título “Construir una crítica de verdad de Latinoamérica”. A pesar de su brevedad, en esta encontramos ideas muy valiosas, que abordaremos más adelante, pero lo que intentamos resaltar es que hasta el número 38 de mayo de 1976 no aparece ninguna sección literaria, salvo la contracarátula del número 17, donde con el rostro de Arguedas en el sexto aniversario de su muerte se cita sus palabras:

“De tu inmensa herida, de tu dolor que nadie habría podido cerrar, se levanta para nosotros la rabia que hervía en tus venas. Hemos de alzarnos ya, Padre, hermano nuestro, mi dios serpiente. Ya no le tenemos miedo al rayo de pólvora de los señores, a las balas y la metralla, ya no le tememos tanto. ¡Somos todavía! Voceando tu nombre, como los ríos crecientes y el fuego que devora la paja madura, como las multitudes infinitas de las hormigas selváticas, hemos de lanzarnos, hasta que nuestra tierra sea de veras nuestra tierra y nuestros pueblos, nuestros pueblos”.

O la retira de carátula del N° 34, del 16 de abril de 1976, donde aparece la figura de César Vallejo en el aniversario de su muerte, y se cita sus siguientes palabras:

“Solo desde un punto de vista dialéctico es que puede denominarse y se denomina socialista al artista bolchevique, dado que este interpreta y sirve a los intereses clasistas del proletariado, y este, a su vez, lucha por la instauración de la sociedad socialista universal, la idea de socialismo va implícita en la idea bolchevique. Es así como he dicho en otra ocasión que cuanto más proletario se es, se es más socialista. Es así también como Lenin llama con frecuencia al proletariado, proletariado socialista.

César Vallejo

¿Qué es un artista revolucionario?

El arte y la revolución

 

Ilustrativa cita, a la que hemos tenido que colocar las tildes y completar el nombre del libro.

En los veinte números aparecidos de la revista Zurda,  una reseña sobre Voz horrísona de Luis Hernández (N° 2), una crítica contra “Vargas Llosa: la devaluación de un escritor” (N° 7), una breve entrevista a Sybila Arredondo (N° 9), una larga nota sobre dos libros de Néstor García Canclini (N° 12) y un comentario sobre “Neruda y Machado: dos poetas muertos por el fascismo”(N° 15) constituye todo el caudal de la sección literaria de este semanario. La gran mayoría, si no todos, estaban escritos por MirkoLauer.


Imagen 4. www.revistamarka.blogspot.com

 

¿Cuáles eran los temas o autores comentados?

Podríamos parafrasear la postura asumida frente a quienes debían ser reseñados o comentados con la socorrida frase: “a la gente de mi partido, con la gente de mi partido, para la gente de mi partido”. En otras palabras, un sectarismo que se puede apreciar no sólo en la recurrencia en los autores consagrados que consideran como propios, sino en los no tan conocidos de los que se apropian porque exhuman un aire popular.

La revisión de los números publicados por estas revistas nos permite constatar que la ausencia de una estrategia definida y clara sobre la función de lo literario en el proyecto cultural de los semanarios se paliaba incorporando a ciertos “compañeros de viaje” a la condición de “intelectuales orgánicos”. Contados escritores adquirieron la condición de íconos de dicho ascenso, entre los que se encuentra, por supuesto, César Vallejo, José María Arguedas y Javier Heraud. Entre los extranjeros Ernesto Cardenal (“Ernesto Cardenal en su hora Cero”, Marka N° 48).

Por su inmolación por la causa socialista, el autor de Palabras de guerrillero era uno de los poetas predilectos, por ello en el N° 38, del 13 de mayo de 1976, Antonio Cisneros le dedica “Dos textos para Javier” y Alain Elías y Jorge Salazar un comentario  “Piensan que estamos muertos”; en el N° 40 del 27 de mayo de 1976, Marco Polo le dedica otro artículo con el título “Cuando la muerte es entre pájaros y flores”; en el N° 73, de mayo de 1978, se publican “Dos inéditos de Javier Heraud”.

Por otro lado, el caso que ejemplifica esta aseveración es el de la revista Jornal, cuya crítica literaria estuvo presente en cada uno de sus siete números publicados y a cargo de Marco Martos. Esta es la relación de los contenidos de la sección literaria: entrevista a Máximo Damián (N°1), “Efraín Miranda y la poesía campesina” (N°2), “Ezequiel Urviola un indio revolucionario, un indios socialista” (N°3), “Aurora Vivar: el futuro es nuestro” (N° 4), columna Vientos del Pueblo: “José María Arguedas” (N° 6) y “El poeta Mao: constructor de sueños” (N°7).

Como podemos deducir de lo publicado, la sección literaria pone en evidencia la subordinación de los temas difundidos a la línea ideológica partidaria y su condición de complemento a la labor de propaganda política: escritores campesinos, proletarios e íconos del pueblo como Arguedas, bajo la suprema imagen de líder comunista Mao que incluso tiene una dimensión poética iluminadora.

 

¿Quiénes eran los críticos izquierdistas?

Entre los responsables de lo publicado en la sección literaria de Marka encontramos recurrencias, que nos permite afirmar que entre los colaboradores algunos transitaron hacia una función más constante y orgánica. Los más evidentes son los siguientes:

En primer lugar aparece el poeta Marco Martos, quien en la revista Marka ha publicado, además de lo ya reseñado, lo siguiente: en el N° 38, del 13 de mayo de 1976, la reseña al libro de Víctor Mazzi (Selección) Poesía proletaria del Perú 1930-1976 (Lima, Biblioteca Universitaria, 1978); en el N°54, de diciembre de 1977,con el título “Ladrones de libros”, un nota curiosamente justificadora de esa singular habilidad cleptómana; en el N° 56, de enero de 1978, “Las coplas de Lucio Pérez” es el título de su entrega referida a un poeta huancabambino; en el N° 58, de enero de 1978, escribe “Ajedrez, política y sicología”, relacionando una de sus facetas personales y sus lecturas de psicoanálisis; “Hora Zero: ¿vanguardia cultural del proletariado?” es el título del artículo aparecido en el N° 59 de febrero de 1978; “Soledades de Antonio Cisneros”, es el título de la reseña elogiosa que Marco Martos hace a El libro de Dios y de los húngaros de Antonio Cisneros, en el N° 71 del 27 de abril de 1978; en elN° 72 publica un comentario sobre “La poesía india de Efraín Miranda”; en el N° 103, Marco Martos hace una reseña a la Antología de la poesía peruana del siglo XX (Años 60/70), (Lima, Ediciones Mabú, 1978), realizada por César Toro Montalvo; en el N° 77 de mayo de 1978, Marco Martos escribe “Los tañidos del silencio y la poesía coyuntural” que es un elogio a la poesía civil comprometida; y un largo etcétera.


Imagen 5. Marco Martos
www.geocities.ws

En un segundo plano aparecen reconocidos poetas y narradores como Antonio Cisneros y Alfredo Bryce. El primero de los mencionados, además de lo ya citado, publicó en el N°46, del 17 de junio de 1976, una antología de diversas etnias de África; un artículo titulado “El modernismo es también indigenismo”,  en el N° 72. Por su parte, el segundo de los citados, además de lo ya reseñado, colabora en el N° 46, del 27 de octubre de 1977, con un artículo sobre “Grandeza de Fitzgerald y miseria de Hollywood”; en el N° 47, de diciembre de 1977, transcriben tres fragmentos de Tantas veces Pedro; en el N° 54 de diciembre de 1977, con una reseña sobre el poemario de Arturo Corcuera De los duendes y de la Villa de Santa Inés.

En una tercera ubicación, quienes tienen más de una entrada, como Antonio González Montes, quien publica en el N° 104, un comentario  al libro Indigenismo, Clases Sociales y Problema Nacional (Lima, CELATS, 1978); en el N° 106, un artículo sobre “Mariátegui y la literatura peruana”, en el N° 107, una breve reseña al poemario de Ricardo Falla Mi Capital (Lima, Ediciones Poesía, 1979); en el N° 130, el artículo “Luchas revolucionarias y poesía popular”. También, es el caso de Roger Santiváñez Vivanco, quien difunde en el N° 109, con el título “El cultivo rencoroso y tierno de la palabra”, una reseña al poemario de Juan Bullita, Sitio (Lima, Cuadernos del Hipocampo, 1979) y otros artículos más. Mirko Lauer con su desempeño esporádico en Marka, pero monopólico en Zurda, también ocupa esta posición.


Imagen 6. Antonio González Montes
www.ulima.edu.pe

El estilo oligárquico de hacer política que las agrupaciones de la nueva izquierda asumieron, también se tradujo en un estilo de hacer difusión cultural y literaria que giraba en torno a un caudillo que nacía con la publicación y moría con ella. Aunque permitía concesivamente que algunos “amigos” también participaran de su espacio o propiedad intelectual.

 

De “compañeros de viaje” a “intelectuales orgánicos”

Antonio Gramsci (1891-1937) consideraba que todo ser humano es intelectual, pero diferenciaba al tradicional del orgánico; el primero era el literato, el filósofo, el artista en general de la sociedad; el segundo, aquel que era constructor, organizador, promotor del grupo social emergente. Durante todo este periodo, los encargados de la sección cultural y literaria de las revistas de izquierda transitaron, más por necesidad que por vocación, de compañeros a miembros de la organización.

Aparentemente, se le otorgó dicho estatus por su colaboración como críticos que consistió en mantener la línea programática, solucionar los vacíos antes del cierrede  la edición o conseguir alguna entrevista de último momento. Aunque, no propiciaron ningún debate, no cuestionaron la perspectiva cultural dominante ni buscaron dialogar con artistas o escritores de otras visiones estéticas e ideológicas. Más que buscar difundir a los nuevos escritores y tendencias literarias, se ampararon en los autores reconocidos por el sentido común como expresión del compromiso político en el arte y la literatura, tal el caso de Arguedas, Vallejo y Heraud, ya aludidos.

Al autor de Trilce, paradigma de los intelectuales comunistas, los críticos izquierdistas de Marka lo respetaban tanto que además de citarlo frecuentemente le transcribe directamente dos artículos, en el N° 78 y en el N° 79. Algo semejante sucede con el autor de Todas las sangres, homenajeado con ocasión de cada aniversario de su muerte y aludido constantemente. Asimismo, tiene lugar privilegiado entre los escasos artículos críticos, “Aproximaciones a José María Arguedas” de Ángel Avendaño, aparece en el N° 51, de diciembre de 1977 y el historiador Wilfredo Kapsoli entrega un artículo sobre “Arguedas y la cultura nacional” en el N° 104, confirmando nuestra aseveración.

Otra forma de cubrir el espacio cultural era recurrir a una entrevista de algún escritor reconocido de estirpe popular, como Augusto Higa o Gregorio Martínez. En la sección literaria fue una constante que posibilitó otorgar cierto nivel cuando el invitado era alguien con prestigio intelectual, como Mario Benedetti (N°121). Tal es el caso de Antonio Cornejo Polar, fundador y director de la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, al que se le entrevistó reiteradas veces. Asimismo, se reprodujeron artículos aparecidos en su revista como los comentarios al libro de Augusto Higa, Que te coma el tigre (Lima, Lámpara de Papel, 1977) aparecido en el N° 52 de diciembre de 1977, con el título “Refuerzos para una narrativa popular”; otro con el título “Varias lecturas para Pedro Balbuena”, referido al libro Tantas veces Pedro (Lima, Libre 1, 1977) de Alfredo Bryce en el N° 53 de diciembre de 1977; uno más en el N° 55, de enero de 1978, con el título “Sobre La tía Julia”.

 

La aculturación de una revista crítica

En contradicción con el reducido espacio concedido a lo literario, lo publicado tiene algunos aspectos que con el transcurrir del tiempo han adquirido un singular valor. Por ejemplo, en torno a la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana (RCLL), que fundara en 1975 y dirigiera hasta su muerte en 1997 Antonio Cornejo Polar (1936-1997), ofrece un testimonio olvidado del espíritu que alentó al proyecto. Este resulta muy significativo al ser confrontado con el actual estado de la publicación.

Como hemos constatado este notable intelectual peruano fue uno de los escritores privilegiados por la crítica literaria de la izquierda peruana. Esta tendencia política fue en 1986 la que propició su elección como rector de la Universidad de San Marcos. Ni la habilidad organizativa ni la sabiduría de Cornejo pudieron contra el infantilismo y sectarismo enquistados en estas agrupaciones estudiantiles de izquierda. Su renuncia al cargo de Rector y posterior exilio en Estados Unidos fue quizás el anuncio postrero de la cercana disolución de esta ideología, así como el capítulo final del último intento de recuperar cierta gobernabilidad para la izquierda nacional.

En la primera entrevista a Cornejo, publicada en el número 12, a raíz de la aparición de la RCLL, el ex Rector explica que la idea era que la redacción se hiciera en Lima y la impresión en Valparaíso (Chile), pero el golpe del general Augusto Pinochet de 1973 obligó a que todo quedara en el Perú, “pero manteniendo claramente su condición latinoamericana”. Sobre esta dimensión de la publicación precisó lo siguiente:

“Me interesa subrayar la dimensión latinoamericana de la revista porque en realidad se trata de un esfuerzo y de una tarea que proviene de críticos y profesores de muchos países y que quieren esclarecer no sólo problemas de nuestras literaturas nacionales, consideradas independientemente, sino, sobre todo, de la literatura latinoamericana como totalidad”.

Interrogado sobre cómo se formó el equipo, de qué manera se seleccionaron los colaboradores y temas, el maestro sanmarquino respondió:

“En los últimos años se han producido diversos estudios que postulan la urgencia de revisar a fondo los principios de la crítica literaria. En Latinoamérica algunos de estos estudios –los más interesantes a nuestro criterio- hacían confluir la necesidad de un replanteo teórico de la crítica con la necesidad de adecuarla a la especificidad de la literatura latinoamericana y de la realidad de nuestro continente, enfrentando este problema desde una perspectiva abiertamente de izquierda o al menos progresista”

Los compañeros del Consejo de Redacción tenían puntos no siempre coincidentes, pero estaban de acuerdo con la necesidad de conexión de tres niveles:

“Rigor en el planteamiento teórico-metodológico (lo que equivale al rechazo de toda improvisación, de todo facilismo), adecuación del ejercicio crítico a la peculiaridad de la literatura que trata de esclarecer y a la peculiaridad de una sociedad distinta (lo que supone el rechazo de todo mimetismo colonizador) y compromiso con los esfuerzos por fundar una cultura de la liberación entendida como producto de la construcción de una sociedad socialista (lo que implica el rechazo de todo inmanentismo y de toda gratuidad en el ejercicio crítico).”


Imagen 7. Antonio Cornejo Polar
www.larepublica.pe

Al preguntarle cuáles serían las tareas de la crítica latinoamericana, el autor de Escribir en el aire respondió:

“Creo que la tarea más importante es construir una crítica de verdad latinoamericana; es decir, una crítica que efectivamente pueda dar razón, y por supuesto de manera rigurosa, de la peculiaridad de nuestra literatura”.

Fundamenta su posición equiparándola con la “auto interpretación” que demandaba Benedetti, pues la revisión de los manuales de historia confirma que se aplican criterios y valores “que emanan de la literatura europea y norteamericana”, lo que origina “desajustes, realmente tergiversadores” como el uso de términos como “romanticismo, “realismo”, “simbolismo”, “modernismo” que tienen otra acepción.

Finalmente, Cornejo Polar fija con precisión la función de la publicación periódica que acababa de aparecer:

La Revista de Crítica Literaria Latinoamericana quiere ocuparse de la totalidad del proceso de nuestra literatura, incluyendo zonas permanentemente olvidadas, como la poesía popular o la literatura en lenguas nativas, y también de géneros que desde una perspectiva purista aparecen cada vez más alejados de la literatura, como el ensayo, las memorias, los diarios. Ahora, con respecto a la literatura actual, queremos dilucidar sus categorías propiamente literarias y su significación ideológica, al margen por completo de las presiones que suelen derivarse de la comercialización de los productos literarios”.

En el número 103 de Marka, de diciembre de 1978, a propósito del N° 7-8 de la RCLL, dedicado al indigenismo, Antonio Cornejo Polar es nuevamente entrevistado. Interrogado sobre cómo ha podido sobrevivir estos cuatro años, respondió que “venía a llenar un vacío”, pues

“cuando apareció el N° 1 no había en Hispanoamérica ninguna revista que se dedicara exclusivamente a la crítica de la literatura latinoamericana desde una perspectiva preferentemente social”.

Nuevamente preguntado sobre la idea que tuvieron al iniciar el proyecto, reiteró los principios:

“En primer lugar, otorgar al discurso crítico un máximo de rigor científico; en segundo lugar, esclarecer qué criterios teóricos y qué mecanismos metodológicos eran los más apropiados para dar razón de la literatura latinoamericana e irlos creando frente a necesidades concretas; en tercer lugar, vincular esencialmente nuestro proceso literario con el proceso de la sociedad latinoamericana”.


Imagen 8. www.tercerafundacion.net

Por si quedara alguna duda respecto de los criterios que animaba al consejo promotor, al preguntarle si estaba de acuerdo con el juicio de Luis Alberto Sánchez que la literatura latinoamericana forma una unidad con la de Estados Unidos, el enfáticamente precisó:

“No, de ninguna manera. Es una idea que Sánchez viene exponiendo por lo menos desde su libro sobre la novela hispanoamericana y entiendo que ha tenido buena recepción en algunas universidades norteamericanas (…). Parecería un rebrote del panamericanismo y supone una muy discutible valoración de ciertas consonancias superficiales por encima de obvias diferencias sustanciales. Las bases sociales de una y otra no sólo son distintas, son opuestas, contradictorias.”

En una tercera entrevista, en el N° 57, de enero de 1978, aborda la narrativa popular, pero al versar sobre un asunto diferente no la reseñamos. Las respuestas citadas nos parecen muy significativas y nos llevan a preguntarnos: ¿qué pensaría Antonio Cornejo, si estuviera vivo, de la actual situación y condición de la RCLL, diecisiete años después de su prematura muerte?

Si consideramos que en la actualidad se edita y define su contenido en Estados Unidos por la universidad que la asume rotativamente, que los colaboradores en su casi totalidad son docentes investigadores de la academia norteamericana, que la participación de estudiosos afincados en la región latinoamericana y peruana, así como la difusión de los números en la misma, es prácticamente nulo, que los artículos son escogidos esencialmente por criterios administrativos propios del establishment académico, muy distantes de un “compromiso con los esfuerzos por fundar una cultura de la liberación entendida como producto de la construcción de una sociedad socialista”, el fundador de la RCLL declararía tal vez la necesidad de cambiarle de nombre y denominarla Revista de Crítica Literaria Norteamericana.

Es paradójico que la única publicación peruana de crítica con resonancia internacional que surgió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, con la intención de “adecuar el ejercicio crítico a la peculiaridad de la literatura” latinoamericana, en lugar de avanzar hacia formas de articulación más intensas entre sociedad, cultura y literatura haya sido desarraigada y asimilada a un postcolonialismo intelectual. Esta triste constatación tal vez es señal de que debemos iniciar un nuevo proyecto de revista, cuya propia estructura asimile la dolorosa lección y evite cometer los errores que nuestro viejo maestro hubiera lamentado. Ese es el mejor homenaje que podemos hacer a su memoria.

 

A manera de conclusión

Todo este recorrido por las revistas de la izquierda peruana, en el periodo de su apogeo, nos permite llegar a ciertas conclusiones en torno a la crítica literaria que en ellas se puso en evidencia. Cualquier ideología fundamentalista y dogmática que pretenda instrumentalizar la experiencia artística o literaria conduce a un empobrecimiento de la práctica de creación, anula su capacidad crítica e impide el diálogo libre, democrático, inherente a la dimensión estética.

A diferencia de los casos de Argentina y Uruguay, donde las revistas fueron cruciales en la difusión de nuevas perspectivas sobre la cultura y los posicionamientos políticos, en el Perú en el periodo reseñado se produjo una involución, es decir, un retroceso si consideramos los antecedentes de inicios de siglo. El caso de José Carlos Mariátegui, primer marxista de América según muchos estudiosos, y la revista Amauta, devienen ejemplares en cuanto a su posición y proyección hacia el futuro, precisamente porque hacen de la expresión estética y la convicción política un diálogo mutuamente enriquecedor.

La revista uruguaya Marcha, fundada en 1939 y cerrada por la dictadura de Juan María Bordaberry en 1974, y la argentina Punto de vista, fundada en 1978 por Beatriz Sarlo, son ejemplos de la viabilidad de una alternativa en la que ambas prácticas, la política y la literaria, interactúen entre sí y logren mutuos beneficios: la actividad artística se convierte en una vivencia insustituible de la condición humana y el compromiso ideológico aprende la tolerancia frente al disidente, ambas convicciones esenciales para la vida democrática y la libertad de los individuos.

Tal vez si la izquierda peruana de esos años hubiera hecho de lo cultural y literario uno de los ejes de su propuesta de divulgación socialista, su disolución y acelerada extinción no se hubiera producido tan rápido, aunque era probable que también le fuera indispensable mutar hacia una utopía social menos determinista y más inclusiva. Esa conclusión se puede aplicar también a los predios contrarios, tal es el caso del liberalismo.

En un último libro, la estudiosa norteamericana Martha Nussbaum (2010) ha hecho una enfática defensa de la formación humanista desde los predios del liberalismo. Esta filósofa sostiene que los drásticos cambios en casi todas las naciones del mundo, que han erradicado las materias y las carreras relacionadas con las artes y las humanidades, tanto a nivel primario y secundario como a nivel terciario y universitario, al ser concebidas como ornamentos inútiles, constituyen un grave error.

Más aún cuando no se ha sometido a un análisis profundo dichas modificaciones y sin considerar que, al descartar sin advertirlo ciertas aptitudes que son necesarias para mantener viva la democracia, producirán generaciones enteras de máquinas utilitarias, en lugar de ciudadanos cabales con la capacidad de pensar por sí mismos, poseer una mirada crítica sobre las tradiciones y comprender la importancia de los logros y sufrimientos ajenos.

Para esta filósofa, “el futuro de la democracia a escala mundial pende de un hilo” por la crisis mundial en materia de educación. Por ello, rechaza con argumentos liberales la orientación de la enseñanza hacia la renta, “porque producir crecimiento económico no equivale a producir democracia, ni a generar una población sana, comprometida y formada que disponga de oportunidades para una buena calidad de vida en todas las clases sociales”.

Asimismo, afirma que el conocimiento fáctico y la lógica no bastan para que el ciudadano se relacione con el entorno, por lo que necesita cultivar la “imaginación narrativa” que posibilita la capacidad de pensar cómo sería estar en el lugar de otra persona, de interpretar con inteligencia el relatode esa persona y de entender los sentimientos, los deseos y las expectativas que podría tener esa persona. Ello conduce a la literatura y el arte, por lo que la experiencia estética debe ser parte constitutiva de las competencias adquiridas en la educación, pues “para desempeñar bien su función en este sentido, las instituciones educativas deben adjudicar un rol protagónico a las artes y a las humanidades en el programa curricular, cultivando un tipo de formación participativa que active y mejore la capacidad de ver el mundo a través de los ojos de otro ser humano”.

Para finalizar, nos parece conveniente enfatizar la importancia de la experiencia estético-literaria para la construcción de una sociedad más tolerante y una cultura del diálogo. En Literatura y cultura: una introducción (1993) afirmamos lo siguiente:

“Este rasgo del arte de ser facultativo, de conformar un espacio de plena libertad para el individuo, es una indispensable escuela donde ejercitar los valores de la tolerancia y la convivencia pacífica, pues la pluralidad y la diversidad de los registros que se dan de la mano con su práctica o disfrute, constituye un valioso caudal de socialización entre los seres humanos, un aprendizaje en libertad de la alteridad, de la aceptación de diferencias y tensiones entre los grupos sociales. Es en el terreno del arte donde convivimos todos, donde por encima de nuestras distancias raciales, religiosas, lingüísticas o morales nos encontramos dialogando, compartiendo un mismo universo simbólico. Tanto el asesino como la víctima entran en las obras, la oscuridad y la claridad, el dolor y el amor, todo involucra al mundo del arte, desde cuya hegemonía descubrimos los rostros semejantes del prójimo”.



Notas:

[1] Miguel Ángel Huamán Villavicencio (Lima, 1954), profesor principal de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ex Director de la Escuela de Literatura, docente del posgrado de Literatura. Ha publicado en diversas revistas nacionales y extranjeras. Destacan sus obras: Literatura y cultura: una introducción, Lima, Facultad de Letras UNMSM; y La Formación Humanista: Fundamentos y desafíos (2012). Lima, Fondo Editorial de la Universidad Científica del Sur. E-Mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Bibliografía:

Alberto ADRIANZÉN (Editor) (2011)Apogeo y crisis de la izquierda peruana: hablan sus protagonistas, Lima, Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral-IDEA Internacional/ Universidad Antonio Ruiz de Montoya –UARM, 2011, p.27).

Martha NUSSBAUM (2010). Sin fines de lucro: por qué la democracia necesita de las humanidades, Madrid, Katz.

Miguel Angel Huamán (1993). Literatura y cultura: una introducción, Lima, Facultad de Letras UNMSM.

 

Cómo citar este artículo:

HUAMÁN, Miguel Ángel, (2015) “La crítica literaria de la izquierda peruana: una oportunidad perdida”, Pacarina del Sur [En línea], año 6, núm. 22, enero-marzo, 2015. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 19 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1078&catid=14