¿El imposible sueño americano?

The impossible American dream?

O impossível sonho americano?

Laura Sofia Maldonado[1]

 

Estados Unidos es un país asombrosamente joven. Es un país que nace en 1776, es decir, que no lleva edificándose como nación sino por doscientos-cuarenta años, más o menos, y que aun así aparece ante los ojos del mundo como un imperio gigante donde los sueños se hacen realidad, o más específicamente, donde EL sueño se hace realidad: el sueño americano. Estados Unidos aparece como el país de la libertad, el país de las oportunidades, el país de le perpetua promesa del progreso. No hay, sino que leer odas al “sueño americano” como Of Mice and Men el libro de Steinbeck, o ver, si se prefieren los ejemplos más reales, la caravana de honduras que cuenta con cerca de 5000 personas que cada día se aproxima más a Estados Unidos. Se cree que Estados Unidos es sinónimo de salvación ¿Y por qué no habría de ser así si es la consigna bajo la cual se ha edificado el país? Recordemos, por ejemplo, aquel poema bajo la estatua de la libertad, The New Colossus (Lazarus, 1883)

 

“From her beacon-hand

Glows world-wide welcome;

(…)

“Give me your tired, your poor,

Your huddled masses yearning to breathe free,

The wretched refuse of your teeming shore.

Send these, the homeless, tempest-tost to me,

I lift my lamp beside the golden door!”

 

Si bien este no es el poema en su totalidad, esta sí es la totalidad de la “promesa americana”. Estados Unidos es, de acuerdo a este poema, el país que da la bienvenida mundial a todos aquellos que están cansados, aquellos que son pobres, aquellos que anhelan respirar libremente y a todos aquellos que no tienen techo. De hecho, en una definición que hace James Truslow Adams (The Epic of America, 1931), el sueño americano es: “that dream of a land in which life should be better and richer and fuller for everyone (…) a dream of social order in which each man and each woman [can] be recognized by others for what they are, regardless of the fortuitous circumstances of birth or position” (p. 214-215). ¿No es esto acaso a lo que todo el mundo aspira? ¿Una mejor vida con mayor riqueza, en la que cada hombre y cada mujer puede ser visto por quien realmente es sin importar la posición social en la que nació? Efectivamente así es, pero quizás se está buscando en el lugar equivocado.

En 1994 Bill Clinton empezó la construcción de un muro que cubría un tercio de la totalidad de la frontera entre Estados Unidos y México. Barack Obama deportó casi unos 2,6 millones de emigrantes indocumentados a lo largo de sus ocho años de gobierno. Donald Trump anunció que estaba dispuesto a mandar 15,000 tropas a la frontera para detener la caravana de Honduras. Estos gobiernos nos han demostrado que los migrantes que ven en Estados Unidos una solución a sus problemas, no son bienvenidos. ¿Resulta esto sorprendente? En absoluto.

Desde 1798, tan solo veintidós años tras la fundación de Estados Unidos surgen algunas actas respecto a la migración como “An Act Concerning Aliens” y “An Act Respecting Alien Enemies” y no son precisamente amigables con el migrante. La primera de estas actas establece que el presidente de Estados Unidos está en todo el derecho de ordenar a los extranjeros que dejen el territorio de Estados Unidos si el presidente los juzga peligrosos a la paz y seguridad del país o si se tiene algún motivo para desconfiar de traición o sospechar de secretas maquinaciones en contra del gobierno (sección 1). La segunda de estas actas establece que, si Estados Unidos está en guerra con otro país todo residente, hombre, mayor de catorce años no naturalizado originario de ese país, podrá ser capturado, restringido, asegurado o expulsado por ser considerado enemigo extranjero (sección 1). Estas primeras medidas en contra de algunos migrantes resultan hostiles, y dictaminarán el trato por parte de Estados Unidos a la mayoría de los extranjeros por el siguiente siglo y medio. No hay que buscar mucho para encontrar eco de estas actas en las decisiones del 4 de diciembre de 2017 en las que se le prohibió la entrada a Estados Unidos a ciudadanos de ocho países: Chad, Irán, Libia, Corea del Norte, Somalia, Siria, Venezuela y Yemen.

Continuando nuestro recorrido histórico, en 1870 aparece el “Naturalization Act” que se encarga de establecer los requerimientos para la naturalización o nacionalización de los extranjeros. Estos requerimientos se establecían casi como una “prueba de color” o una prueba de racialidad. Esta acta se arregla posteriormente en 1906 con el “Naturalization Service by the Basic Naturalization Act” en el que se busca una mayor comprensión del concepto de raza, ¿se refería esta al color de piel o a la nación de origen de la persona? Estos dilemas de etnicidad que claramente corresponden a un pensamiento racista encuentran su máxima expresión en la prohibición de la naturalización a los chinos. Cinco años más tarde aparece el “Page Act of 1875” que le prohibía la entrada a prostitutas y a convictos y encontraba sintonía con el “Naturalization Act” al prohibirle la entrada a los chinos, esta prohibición asimismo auguraba el “Chinese Exclusion Act”.

El “Chinese Exclusion Act” de 1882 prohíbe la entrada a todos los chinos trabajadores por diez años.  La prohibición podía aplicársele a “skilled and unskilled laborers and Chinese employed in mining” esta prohibición a todo un grupo étnico de trabajadores pretendía proteger los intereses económicos internos de Estados Unidos. No obstante, cabe aclarar, que se permitía la entrada a unos pocos chinos de clase alta. Más tarde el acta es renovada con el “Geary Act” de 1892 y se hace permanente en 1902. Fue revocado en 1943 con el “Magnuson Act” que permitió la entrada a 105 chinos anualmente.

Quizás llegados a este punto vale la pena detener nuestro recuento histórico para comparar el “Chinese Exclusion Act” con las políticas anti migratorias de Donald Trump que siguen un razonamiento de nacionalismo económico. El programa de Trump titulado “Put America First” busca proteger a los trabajadores y a las industrias estadounidenses, podemos ver así que deshacerse de la competencia extranjera no es nuevo en Estados Unidos. Esta idea que vemos en 1882 y que se repite en el 2017 aparece más explícitamente en el “Foran Act” de 1885 o en el “Alien Contract Labor Law” en el que se prohibía la entrada a extranjeros con contrato o acuerdo de trabajo. Participar, motivar o promover la migración de extranjeros con propósitos laborales también estaba prohibido. ¿Dónde está el sueño americano?

Cabe añadir que en 1882 también se le prohíbe la entrada a criminales, locos y personas incapaces de sostenerse a sí mismos. En 1891 el “Immigration Act” niega la entrada a aquellos que representaran una carga pública o fueran polígamos. En 1903 el “Anarchist Exclusion Act” le prohíbe la entrada a anarquistas, epilépticos, mendigos y prostitutas. En 1907 el “Immigration Act” le niega la entrada a personas discapacitadas o enfermas además de restringir el número de migrantes japoneses y de aumentar el impuesto por migrante de dos dólares a cuatro. En 1917 el “Immigration Act” prohibía la entrada a todos aquellos extranjeros catalogados de “indeseables” idiotas, imbéciles, epilépticos, alcohólicos, pobres, criminales, mendigos, personas que sufrieran ataques de locura, personas con tuberculosis, personas con enfermedades contagiosas, personas iletradas, alcohólicos y homosexuales. En 1918 el “Immigration Act” le prohíbe la entrada a socialistas, comunistas, organizadores laborales y activistas.

Quizás entonces, con un poco de ironía, The New Colossus debería decir que Estados Unidos da la bienvenida a todos excepto a… y continuar con esta corta lista que hemos presentado.

En 1917 entra en vigencia una de las actas más importantes el “Barred Zone Act” en el que se prohíbe la entrada a todos los asiáticos con la zona de exclusión asiática. El mapa a continuación es de 1928 y muestra las zonas de exclusión dentro de la inmigración estadounidense. El mapa fue tomado de The blood of government (2006, p. 399) que a su vez fue tomando de The New World (p.783).

Imagen 1. Kramer, 2006: 399. Tomado de <em>The New World</em> (p.783)
Imagen 1. Kramer, 2006: 399. Tomado de The New World (p.783)

La zona de exclusión asiática, inaugurada en 1917 y aplicada a través del “Johnson-Reed Immigration Act” de 1924, excluía a los inmigrantes asiáticos de entrar a Estados Unidos, pero permitía la entrada a los filipinos por ser colonia estadounidense. A finales de 1920 y principios de 1930 los nativistas promovieron redefinir a los filipinos como asiáticos. En 1934 el “Tydings-McDuffie Act” permitió una cuota de 50 personas filipinas anuales. En 1946 a raíz de la independencia de la República de Filipinas, los nativistas expandieron la zona de exclusión asiática hasta prohibirles la entrada a los que hace poco eran, colonia estadounidense. En cuento a la zona japonesa del mapa, recordemos que en octubre de 1906 hubo una fuerte segregación de estudiantes japoneses en San Francisco por lo que Roosevelt tuvo que intervenir y negociar lo que se conoce como el ‘‘Gentleman’s Agreement’’ en el que se restringe la entrada de japoneses a las élites.

En 1921 surge el “Emergency Quota Act” que restringe numéricamente la cantidad de inmigrantes admitidos anualmente. En este caso, correspondía al tres por ciento de la cantidad de residentes de aquel específico país en el censo de 1910. El “Immigration Act” de 1924 o el “Johnson-Reed Act” toma medidas parecidas al “Emergency Immigration Act” y permitía el ingreso de extranjeros a Estados Unidos según la cuota de origen nacional, es decir, el dos por ciento del número total de personas de cada nacionalidad registrados en el censo nacional de 1890 podía ingresar en 1924. Estas medidas continuaron hasta 1965 gracias al “National Origins Formula” en 1924. De esta forma, se limitaba el ingreso de extranjeros mientras se daba la oportunidad a las familias, usualmente fragmentadas por la migración, de reencontrarse. Esta acta prevenía además que las migraciones afectaran radicalmente la organización étnica de la población.

El sentimiento anti-migratorio de varios estadounidenses nos permite ver, tanto como las leyes, la rigidez de Estados Unidos a la hora de darle la bienvenida a los extranjeros. La existencia de partidos como el “American Party”, conocidos por un tiempo como los “Know-Nothing” nos permite ver la fuerte resistencia que había hacia los extranjeros, pues se incentivaba la hostilidad hacia estos y hacia los católicos.

Es decir, no son solamente las leyes las que se oponen a los inmigrantes sino también el sentimiento colectivo estadounidense. ¿Resulta extraño, bajo esta perspectiva, la construcción de un muro fronterizo o la detención de inmigrantes indocumentados? ¿Resultan disimiles las políticas anti-migratorias cuando, por tanto tiempo, han sido parte de la historia de Estados Unidos? Hay, y ha habido a lo largo del tiempo, un fuerte sentimiento nacionalista estadounidense que va irremediablemente cogido de la mano de una fuerte exclusión al otro.

No todos los ejemplos de leyes y actas fueron revisados, pero los ejemplos vistos muestran la dificultad que, por siglos, soportaron los migrantes para ingresar a Estados Unidos. Siempre la preocupación el otro, pero, ¿qué es el otro? ¿qué es el estadounidense? ¿No han sido, acaso, los extranjeros parte de la columna vertebral de Estados Unidos? La página de George W. Bush, Presidential Center incluye una sección llamada: “A nation built by immigrants” en la que se declara que “America is strengthened by the contributions made by immigrants for the U.S. economy to flourish to its full potential, outdated immigration policy must be modernized”. Hay, siguiendo esta misma línea, un artículo de opinión (Miller, 2010) que propone que, efectivamente, Estados Unidos fue concebido desde su periodo colonial, como un espacio de nuevas oportunidades para todo tipo de migrante europeo; y continuó, como un espacio de oportunidades para personas provenientes de cualquier parte del mundo.

Estados Unidos es un espacio de oportunidades, pero aquellos que buscan oportunidades no siempre serán bienvenidos.

Después de haber visto la historia legal de las migraciones estadounidenses es difícil entender cómo se ha construido la idea del “sueño americano” en las mentes de tantas personas, cuando aquel sueño se ha visto frustrado una y otra vez por la misma política interior estadounidense. Es casi como si Estados Unidos tuviera un letrero gigante diciendo “no los queremos” y obstinados, lo ignoráramos una y otra vez. Quizás el sueño americano sea solo para los propios estadounidenses. Quizás el país de las oportunidades quiere darle oportunidades solo a sus propios ciudadanos. Regresemos a ese primer ejemplo: la caravana de Honduras. Ésta inicia en San Pedro Sula y llega hasta Tijuana, es decir, recorre 4,350km; ¿cómo sería posible recorrer semejante distancia sin creer profundamente en el sueño americano? El sueño americano, que se encuentra, claro está, en un país que históricamente ha impedido la entrada a miles de migrantes.

 

Notas:

[1] Estudiante de cuarto semestre de literatura en la Universidad Javeriana. Participó en el taller de narrativa de Fondo de Cultura Económica y participó en el Global Young Leaders Conference del 2016. Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Bibliografía:

 

Cómo citar este artículo:

MALDONADO, Laura Sofía, (2019) “¿El imposible sueño americano?”, Pacarina del Sur [En línea], año 10, núm. 39, abril-junio, 2019. ISSN: 2007-2309

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1740&catid=14