Algunos problemas de la 'solución artística' de «Regalo de cumpleaños», de Élmer Mendoza

Some problems of the 'artistic solution' of «Regalo de cumpleaños», of Élmer Mendoza

Alguns problemas de "solução artística" do «Regalo de cumpleaños» de Élmer Mendoza

Francisco Xavier Solé Zapatero

Recibido: 03-07-2013; Aprobado: 10-07-2013

Como se sabe, “Regalo de cumpleaños”, cuento del escritor sinaloense Élmer Mendoza, pertenece al libro que lleva por título Firmado con un klínex, publicado en2009. De hecho, es considerado por el autor como uno de los que más le agradan. Tanto así, que cuando http://www.descargacultura.unam.mx le propone que aparezca en su propia voz uno de sus textos por internet, decide incluir este texto, y ello a pesar de sus limitadas características orales, dada su particular configuración: la voz del narrador y los personajes se confunde, la puntuación tradicional se modifica, al relatar se producen saltos sorpresivos e inusitados, etc.

Por desgracia, por lo limitado del espacio para exponerlo, aquí tendré que ser muy sintético. De hecho, se pueden señalar una gran cantidad de cuestiones al respecto, no obstante que para ello se requiere, como veremos, de mucha información ex- tratextual.

Como fuese, para mostrar que esto es así, basta con preguntarse sobre algunas características ge-nerales del cuento. Por qué el título de “Regalo de cumpleaños”, con el subtítulo, colocado entre paréntesis, de “Gran desierto de Altar, Sonora, México”, cuando el acontecimiento representado refiere al viaje que realizan los personajes al interior de la Reserva de la Biosfera de El Pinacate, zona volcánica ubicada en medio del desierto.

Gran Desierto de Altar, Sonora
Gran Desierto de Altar, Sonora

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Más aún, por qué comenzar el relato al estilo de Rulfo con una respuesta del guardia a la pregunta eludida de ella: “Más o menos dos horas”, cuestión que se confirma poco después: “Y son dos horas de recorrido. Tenemos tiempo, observaba ahora la foto de El Elegante, el cráter más grande. Suficiente para ir y venir, aseguró el guardia”. [Mendoza, 2009:69] Recordemos que en Pedro Páramo, Juan Preciado responde a una pregunta de Doloritas: “¿Por qué viniste a Comala?” “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. [Rulfo, 1955:7]

Centro de Información y Estación biológica
Centro de Información y Estación biológica "El Pinacate" en el Gran Desierto de Altar (Kilómetro 52 carretera 8 Puerto Peñasco - Sonoyta, en el Ejido Los Norteños)

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Pero hay más. Por qué, por una parte, él decide llevarla a la Reserva de El Pinacate para darle su regalo, y por otra, por qué el narrador nos relata justamente esa especie de viaje al “inframundo”: “Observa la boca del cráter, pidió él. No quiero, farfullo ella adhiriendo su cara a su cuello, y desdeñó una intensa iluminación en ciento de penetrantes haces, que coincidía con el último rayo de la tarde”. [Mendoza, 2009:77] Esto se articula con un comentario anterior: “Era lo que estaban sintiendo, como si se hubieran fragmentado en miles de partes”. [Mendoza, 2009:76-77] Al respecto, no puede dejarse de hacer notar las relaciones con el cuento de Elena Garro, “La culpa es de los tlaxcaltecas”, de características también muy rulfianas: “La luz era muy blanca y el puente, las lajas y el automóvil empezaron a flotar en ella. Luego la luz se partió en varios pedazos hasta convertirse en miles de puntitos y empezó a girar hasta que quedó fija como un retrato. El tiempo había dado la vuelta completa. [. . .] La luz produce estas catástrofes, cuando el sol se vuelve blanco y uno está en el mismo centro de sus rayos”. [Garro, 1989:48]

Todavía más. Por qué concluye el texto con la reconciliación de la pareja, si ella todo el tiempo estuvo preocupada, quejándose y lamentándose, hasta el punto de que al final del relato se observa la inversión en las actitudes de ambos: ella lo alienta y él dice que no sabe si lo soportará en la siguiente oca-sión: “¿Algún problema? No se si resistiré la próxima vez. Ya veremos, lo beso en la mejilla. Por lo pronto, salud, mi amor, porque sigas tan sexy. Y tu tan endiablada”. [Mendoza, 2009:78]

Cráter El Elegante
Cráter El Elegante

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Y si bien es cierto que con este final se puede aseverar que para los personajes, como parte de su especial relación sado-masoquista, se trata realmente de un regalo de cumpleaños: “Era parte de un ritual. Todos los años la llevaba a lugares donde ella casi moría de miedo; un acuerdo tácito para continuar juntos, recriminándose suavemente, y a veces no tanto, esa forma tan comprometedora de romper la rutina” [Mendoza, 2009:70], también resulta más que evidente que para el narrador, por cuanto producto del autor, el asunto refiere a algo mucho más complicado y profundo.

Pero vayamos más despacio y veamos lo que sucede en el acontecimiento representado, si bien sea necesario abundar un poco en el asunto. Helo aquí:

En la caseta de entrada a Pinacate, ella conversa con el guardia, moreno y bajo de estatura (¿1.60 m?). Su acompañante, treinta y pico de centímetros más alto que aquel (¿1.92 m?), con gorra beisbolera y con piel que parece no tener poros, ríe a las pregunta obvias de ella. Entra él y observa la información general y las fotos del cráter. Ella le dice de cosas y él casi no le responde. Esta conversa con el guardia y él pone su firma en un papel donde se señalan las reglas: no defecar, no hacer ruido, no recoger piedras ni plantas ni objetos y no detenerse en lugares prohibidos. Ella sigue conversando con el guardia y él se dirige a su camioneta 4 X 4 y la enciende. Ella vuelve a conversar largamente con el guardia. Finalmente sale, y ambos, mapa en mano, se dirigen hacia el cráter. Ella reflexiona sobre él y después le dice de cosas, pero el no responde: escucha música country, una canción de Kenny Rogers (¿”Él cobarde del condado”?).[1] Van a 60 km/hr y sube a 70, a pesar de que el guardia les dijo que no pasaran de 40. Llegan a la primera bifurcación: Cono Rojo, El Elegante. Ella se sigue quejando, pero al llegar donde la arena cambia de amarillo a gris, ambos reflexionan sobre un gato que ella tenía: ella recuerda que lo encuentra aplanado en la avenida; el recuerda que, en compañía de su amigos, lo aplano y lo repaso con el coche. Ella se sigue lamentando e incluso tiene ganas de romperle los lentes. Le dice de cosas y conversan brevemente, mientras el recuerda las actitudes de ella: cuando van a los restaurantes, ella pide un sándwich de jamón y exige que le quiten los ingredientes indicados en la carta y le agreguen diferentes, incluido el jamón y el pan. Él apaga la radio, pues sólo se escuchan ruidos. Llegan a la segunda bifurcación: El Elegante, Cerro Colorado. Ella sigue lamentándose y diciéndole de cosas. Observa el paisaje y se alarma al ver un coyote azul. Finalmente se detienen en un minúsculo claro, donde dice: “prohibido estacionarse”. Caminan hacia el cráter y comienza a subir. Ella intenta usar el celular, pero está muerto. Ella se queja y él la anima, explicándole la razón por la que están allí, recordando y comentándole lo que le dijo un amigo pápago al respecto. Conversan al respecto. Llegan al cráter y ella se sigue lamentado y atacándolo. El viento sopla y se perciben vibraciones extrañas. Ella teme y él piensa en El oro de Mackenna, película de los años sesenta.[2] Ella le pide las llaves de la camioneta, él se las da, pero le dice que lo reflexione: hay víboras de cuernitos. Una ráfaga fuerte los sacude y se abrazan. Se oyen ruidos en la fosa y ella cree que el viento. A punto de que el sol desaparezca, el aire casi los derriba. Se retiran, mas dado que ella se pone a temblar, él la carga. Baja de prisa. Una víbora de cuernitos se le enrosca en la pierna, pero él la lanza lejos. Ella sisea. La camioneta se encuentra atravesada, encendida y caliente. Una vibración y un ruido lo paralizan y maldice muchas veces. Cuando se puede mover, abre la portezuela e instala a su mujer. Le da un trago de tequila, lo que la ayuda a reaccionar. Él también toma un trago. Se miran y él le dice: “Feliz cumpleaños, querida” [Mendoza, 2009:77], a lo que ella le responde: “Cabrón, hijo de puta”. [Mendoza, 2009:77] Regresan en silencio. Un guardia de mayor estatura los espera en la entrada. Lo acompaña un compañero más bajo, muy parecido al original, el cual sonríe. Conversan él y el guardia. Ella dormita. Se observa una luz al final (sic). El de la gorra primero sonríe y después se ríe. Él tiene ganas de disipar la adrenalina y se baja para pegarle. El guardia lo toma del brazo y lo detiene con una fuerza inusitada. Le explica que es su forma de comunicarse. Tiene ojos profundos y electrizantes. Entonces él repara en una camioneta estacionada a diez metros, con unos individuos andrajosos sentados en el suelo, junto a ella: sufren un accidente en el Cerro Colorado. En ese momento, varios hombres sonrientes surgen de la oficina y los trasladan a una casa cercana. Él observa el puño morado que lo atenaza y pide que lo suelte. El guardia retira la mano, la cual vuelve otra vez a ser moreno suave, pero sin poros. A unos cien metros del lugar se detienen. El cielo está fosforescente. Ella, ya bastante repuesta, le sirve whisky y conversan.

Cráter Cerro Colorado
Cráter Cerro Colorado

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Cerro Pinacate
Cerro Pinacate

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Víbora de cuernitos del desierto de Sonora
Víbora de cuernitos del desierto de Sonora

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Como se puede observar, la misma inversión que sufrió la pareja, pareciera también manifestarse entre el guardia y su acompañante. Pero no sólo eso, sino que incluso la bebida que toman también se transforma: primero él le da tequila y le mienta la madre: “Cabrón. Hijo de puta” [Mendoza, 2009:77]: muy a la mexicana, y después ella le da whisky y lo considera sexy: muy a la gringa.

Puesta de sol en la Reserva de la Biósfera de El Pinacate
Puesta de sol en la Reserva de la Biósfera de El Pinacate

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Como fuese, resultará evidente que, para comprender el cuento, se requiere necesariamente realizar una lectura múltiple, en diversos planos. Primero la conversación entre ellos, el guardia y su acompañante, antes y después del trayecto; segundo, lo que ella piensa y dice de él y a él durante el viaje; tercero, lo que él piensa y dice de ella y a ella en el mismo periplo; cuarto, los recuerdos de eventos pasados o futuros de ambos; quinto, las razones del viaje y las posibles explicaciones sobre sus resultados planteados por ambos, y sexto, lo que el narrador quiere comunicar a su interlocutor por medio de su relato. Y que esto resulta fundamental se constata al observar que algunas partes del texto se pueden casi leer como si lo relatara ella a sus amigas o a su psicoanalista. Es decir, se relata de la posición y perspectiva del él y de ella, pero se acentúa abiertamente esta última, quedando en segundo plano la primera, sin olvidar, por ello, la importancia de la postura del (de los) guardia(s) y del (de los) de la gorra beisbolera del principio y del final, que contrastan, complementan y ponen en tela de juicio la de aquellos. Evidentemente, todas estas posiciones y perspectivas quedan finalmente articuladas por las del narrador, que es quien las hace oír y las confronta, evidenciando con ello su postura al respecto, por cuanto producto de la “solución artística o poética” del autor.

Rayo Verde de Sol
Rayo Verde de Sol

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Sin duda, aquí no se puede realizar un análisis tan complejo como el propuesto, de manera que me concentrare de manera general en el quinto y sexto planos, es decir, en las razones del viaje y las posibles explicaciones de sus resultados, y en lo que el narrador pareciera querer comunicar a su interlocutor, si bien para ello tengamos que retomar algunas cuestiones de los otros niveles.

Tohono O'odham (Pápagos)
Tohono O'odham (Pápagos)

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Así pues, como dice la crítica, la razón más evidente y más superficial del viaje es el regalo de cumpleaños que él le ofrece ritualmente a su mujer: “Al principio le regalaba cuadro con su retrato para su cumpleaños, algo que ella esperaba ilusionada. Sin embargo, un año la sorprendió, en vez de cuadro la llevó a un viaje en lancha a la Patagonia, donde los océanos se juntan y el mar está de lo más picado, algo que ella aborrecía y de lo que regresó directo al hospital. Luego fueron a toda clase de lugares inhóspitos donde jamás la pasó bien: ríos con rápidos donde estuvo a punto de ahogarse, montañas nevadas donde fue víctima de la hipotermia, selvas infectadas de mosquitos, cavernas húmedas, barrios marginales, curvas peligrosas, aviones en ruinas. Eran regalos”. [Men-doza, 2009:70-71]

Otra también muy evidente es que él rompe las reglas que se le indican: va a más velocidad de la que debe, para su camioneta en un lugar prohibido, y ello a pesar de que el guardia se los dice a ella: “Ese imbécil quiere acabar conmigo, comentó ella, el guardia se cruzó de brazos, el joven de la gorra continuó sonriendo, aunque con menos ímpetu. Vaya con él, no le pasará nada. ¿Me lo promete? Siga las reglas y todo saldrá bien” [Mendoza, 2009:72], razón que permite explicar lo que les acontece.

El Pico Baboquivari. En lengua O'odham: Waw Kiwulik (
El Pico Baboquivari. En lengua O'odham: Waw Kiwulik ("Estrecho alrededor de la mitad"). Es la base de los acantilados que forman el cañón del Boboquivari, actualmente en Arizona

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 Pero hay otra más también muy evidente. Dice el narrador: “Se encontraban a la entrada de El Pinacate, el sitio del que se decía era el favorito de los alienígenas que desde tiempo inmemorial aterrizaban allí. También que se hallaba bajo el control de la NASA. Él no creía y ella temía”. [Mendoza, 2009:70] De hecho, en esa parte de México se dice con frecuencia que El Pinacate fue escogido para entrenar a los astronautas cuando se empezó la Conquista de la Luna, cuestión que aconteció, aunque hoy en día se duda que haya sido cierto, en 1969. Todo esto se confirma cuando ella le dice al guardia: “Pero estaremos solos, en medio de la nada, porque no hay nadie, ¿verdad? A menos que sean verdaderas todas esas patéticas historias de extraterrestres, platillos voladores y astronautas haciendo simulacros”. [Mendoza, 2009:71] A lo que aquel le responde: “Esto es una zona volcánica, señora, son cráteres, nada qué ver con naves espaciales o extraterrestres”. [Mendoza, 2009:71] No obstante, las inversiones de los personajes; la piel sin poros del muchacho de la gorra, el cual se convierte, al parecer, en el guardia posterior, cuestión que pudiera referir a que se trata de una especie de víbora: “¿Hay víboras? Han visto algunas, pero nada espectacular, el de la gorra, que tenía esa piel como si no tuvieran poros, mostró su dentadura” [Mendoza, 2009:69]; lo que acontece en el cráter; el accidente de los otros visitante que quedan andrajosos; los hombres sonrientes que surgen (obsérvese el término utilizado) de la oficina y los trasladan a una casa cercana; la mano que lo atenaza al él, la cual pasa, al soltarlo, de morada a morena y sin poros; así como lo que le dice a él el pápago, deja muchas dudas y hace pensar que realmente se trata de alienígenas. He aquí lo que le dice su amigo: “Querían estudiar el planeta, no destruirlo, apuntó el pápago. No lo iban a hacer en zona poblada. De vez en cuando baja alguno pero no se meten con nadie. Sin embargo, ¿qué información, que implique todo lo demás, pueden obtener en el desierto? Toda, el desierto es vida y allí está la historia de la Tierra. ¿Y eso de que es campo de entrenamiento de los astronautas gringos? Patrañas, aseguran que su superficie se parece a la de la Luna, pero ¿cómo saberlo? Me refiero a nosotros: seres comunes y corrientes. Hay fotos, incluso de otros planetas. No bastan, pueden estar trucadas. ¿Puedo llevar a mi mujer? Dejan pasar a todo mundo; no vayas solo ni te quedes solo. ¿Son profanadores de cuerpos? No sé lo que son pero no se separen mientras estén en el cráter, experimentarán una sensación extraña, no te fíes de ella”. [Mendoza, 2009:76] Sin duda, la inversión de ellos, la del guardia y su acompañante, e incluso la de la bebida, podrían explicarse por su posible carácter de extraterrestres profanadores de cuerpos.

Eusebio Francisco Kino. (Monumento ubicado en Magdalena de Kino, Sonora)
Eusebio Francisco Kino. (Monumento ubicado en Magdalena de Kino, Sonora)

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De hecho, ella piensa que la lleva allí por esa razón. Dice al principio del texto: “No encuentro la razón, insistió ella, tú jamás has creído en nada y tu interés por los fenómenos sobrenaturales es irrisorio” [Mendoza, 2009:69-70], y más adelante: “Jamás has creí-do una palabra sobre extraterrestres, lo miró con ganas de romperle los lentes”. [Mendoza, 2006: 74] Si bien él, desde el principio, pareciera tener otra motivación, la cual conoce desde que llegan allí y la comenta al guardia, si bien se la dirige a ella también, motivación que está muy alejada de lo que le dice el pápago: “Quiero ver el atardecer, cómo se combinan la luz y la sombra, explicó el marido, a eso vinimos, ¿no?” [Mendoza, 2009:69] Esta se amplifica por los comentarios del narrador, si bien muestran la misma ambigüedad: “La visión del valle era impactante, algo así como una atmósfera sólida. [. . .] El horizonte se había teñido de metal. Olía a limadura”. [Mendoza, 2009:77]

Laguna sagrada de Quitovac
Laguna sagrada de Quitovac

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Evidentemente, pensar que Elmer Mendoza, a estas alturas del partido, escribe un relato sobre alienígenas resulta, más que absurdo, impensable e incomprensible. No obstante, pareciera que el narrador, por alguna razón de la que habrá que dar cuenta, dirige nuestra mirada hacia ello.

Mas las cosas se complican y cambian de dirección cuando se sabe que los pápagos (“comedores de frijoles”) son los indios que habitan esa región: los Tohono O'odham (“hombres del desierto”), los cuales que consideran al Pinacate como región sagrada. De hecho, él lo menciona en la explicación que le da a ella cuando están subiendo a la boca del cráter: “Continuaron unos minutos por el camino negro hasta llegar a una vereda que debían seguir hasta la boca del cráter [. . .]. El marido la animó. Vamos, preciosa, el sol está por ocultarse. No tengo nada que ver allí, tarado, déjame en paz. No te puedes quedar sola, es muy peligroso, la fuerza de la compañía es lo que te salva. ¿Cómo lo sabes?, tú no crees en esto. Pero investigué y prefiero seguir las instrucciones. ¿Dónde?, ¿con quién? Un amigo pápago que conocí hace tiempo, él participa todos los años aquí, en rituales, en el solsticio que fue ayer. ¿Ayer?, ¿por qué no vinimos ayer? Mi amigo sugirió que lo hiciéramos hoy, ayer fue para ellos, vamos, no tenemos todo el tiempo”. [Mendoza, 2009:75]

De manera que, tanto los comentarios del pápago, como todos los acontecimientos extraños que hemos ido encontrando, tal vez pudieran ser leídos de otra manera. O mejor aún, ser leídos desde ambas posiciones de manera simultánea, pero yuxtapuesta, es decir, ubicándolos como producto de los extraterrestres y partiendo de la cosmovisión de los Tohono O'odham. Y de hecho es así. Cuando uno profundiza en el tema, comienza a observar que puede ser explicado y comprendido a partir de la forma de percibir el mundo de estos indios, con las evidentes dificultades del caso.

Si duda, para realizar un lectura de este tipo se requiere pasar revista a una gran cantidad de cuestiones, entre las cuales se encuentra el Hermano Mayor o I’itoy, ser creador del universo, el cual se relaciona con el coyote, y que “habita”, según los Tohono O'odham de Sonora en el pico de El Pinacate, y según los de Arizona en el pico Baboquivari o Waw Kiwulik (en su lengua), si bien quizá pudiera hacerlo en ambos sitios, ser que, a su vez, se asocia con la serpiente de agua o serpiente emplumada, la cual tiene cuernitos, producto del culto al agua subterránea que desemboca en el Golfo de California y resultado del ciclo del agua. Si bien esto también está relacionado con el mito de origen de este pueblo, que incluye al diluvio, el cual se empalma con la leyenda española de las Siete Ciudades de Cíbola y de Quivira, supuesta ciudad llena de oro, ubicada al norte del país. No obstante, a I’itoy también se lo relaciona con el Padre Eusebio Kino, misionero de esa región y primer explorador europeo del El Pinacate, quien fue el primero que escalar el pico de El Pinacate en 1698 y en 1706, quien a su vez se asocia con San Francisco de Assis, San Francisco Xavier y Montezuma, por cuanto se trata de un grupo yuto-azteca. A este se le rinde culto en el ritual de la Wi:gita, rito que se realiza durante la famosa fiesta de San Francisco Xavier, el apóstol de las indias Orientales, en la laguna sagrada del poblado de Quitovac. No hay que olvidar, por supuesto, la importancia de los solsticios de verano e invierno, referido al inicio de las lluvias y al fin de un ciclo e inicio de otro, cuestión que quizá podría explicar las inversiones mencionadas. Desgraciadamente, no pareciera haber datos al respecto, dado que sus rituales se hacen siempre o casi siempre alejados de la mirada de los forasteros. Tal como menciona el famoso antropólogo Jacques Galinier, quien estudió la fiesta de Quitovac y cuyo texto: “De Montezuma a San Francisco: el ritual wi:gita en la región de los pápagos (Tohono O’odham)” aparece en el libro De dioses y hombres, compilado Xavier Noguez y Alfredo López Austin: “Una vez al año, el silencio que envuelve la inmensidad del desierto es atravesado por crecientes canciones y lamentos. Anuncian la celebración del wi:gita, una experiencia íntima en la cual los indios pápagos repiten meticulosamente las mismas acciones que les enseñaron sus antepasados. Lo que reúne a las familias indias en ese remoto lugar de Sonora, México, lejos de las groseras miradas de quienes no comparte su cosmovisión, es nada menos que una cuidadosa celebración de la muerte del ne:big, el monstruo de la laguna de Quitovac. El propósito no es intrascendente: es para asegurar el bienestar y la prosperidad de todos, para acrecentar la caza y pata terminar con los con los sufrimientos corporales. / Paradójicamente, este importante ritual continua envuelto en el misterio”. [Galinier, 1997:257] Las relaciones con el relato aquí en estudio parecieran evidentes.

De esta manera se puede decir que Élmer Mendoza, a través del narrador, constituye una historia donde las creencias “occidentales” de Sonora referidas a los ovnis, extraterrestres y a los supuestos entrenamientos de los astronautas para conquistar la Luna, se empalma tanto con los mitos, leyendas indios y europeos, y con la cosmovisión de indios y mestizos de esa región, todo ello como producto de la entreverada historia de Sonora.



Notas:

[1] Esta canción refiere a un tal Tommy, el “amarillo”, que todos consideraban cobarde, debido a que promete a su papá, quien murió en prisión, que no será igual que aquel. Un día violan entre tres a su novia Becky. Él decide vengarse y manta a los que abusaron de ella, demostrando que no es un cobarde. Como dice el propio Tommy en la canción: “Te prometí, papá, que no haría lo que tú. Me alejo de los problemas cuando puedo. Ahora por favor no pienses que soy débil porque no puse la otra mejilla. Y papá, espero que entiendas que a veces tienes que pelear cuando eres un hombre”. La canción es relatada por el hermano de su padre. Y que esto es así se constata por lo que dice ella de él y su familia: “Es un desgraciado, pensó ella. La culpa es de su madre impositiva que le pegaba cuando era niño ante la mirada complaciente de su padre, un alcohólico irredento”. [http://www.musica.com/letras.asp?letra=1627744]

[2] “Diecisiete hombres y cuatro mujeres, entre los que se encuentran soldados, desertores, comerciantes, caballeros, predicadores, jugadores, forajidos y aventureros, buscan en territorio indio una legendaria veta de oro, que según cuenta la tradición, está custodiada por el espíritu de la tribu Apache en un desfiladero. Un bandido, de nombre Colorado (Omar Sharif), apresa a MacKenna (Gregory Peck), un Sheriff que conoce el camino, y le obliga a guiar al grupo hasta el tesoro”, en [http://www.gratispeliculas.org/descargar/el-oro-de-mackenna-1969subtitulosdvdriprmvbmu/]

 

Bibliografía:

Bajtín, Mijaíl [1986], “La palabra en la novela” (1934-1935), en Teoría y Estética de la novela, Madrid, Taurus, 1989, pp. 77-236.

¾¾¾¾¾¾¾ [1986], “Las formas del cronotopo en la novela. Ensayos de poética histórica” (1937-1938), en Teoría y Estética de la novela, Madrid, Taurus, 1989, pp. 13-76.

——————— [208], Problemas de la poética de Dostoievski (1965), Colombia, Fondo de Cultura Económica, 1993, 378 pp.

Galinier, Jacques [1997], “De Montezuma a San Francisco: el ritual wi:gita en la región de los pápagos (Tohono O’odham)” (1991), en Xavier Noguez y Alfredo López Austin (Coord.), De dioses y hombres, México, El Colegio de Michoacán - El Colegio Mexiquense A.C., 1997.

Garro, Elena [1989], “La culpa es de los tlaxcaltecas”, en La semana de colores, México, Editorial Grijalbo.

Mendoza, Élmer [2009a], “Regalo de cumpleaños”, en Firmado con un klínex, México, Tusquets Editores, 2009.

——————— [2009b], “Regalo de cumpleaños”, En voz de sus autores, DescargaCultura.UNAM, El Podscat Cultural de la UNAM, en

    http://www.descargacultura.unam.mx/app1#inicioAPP1

Rulfo, Juan [2005], Pedro Páramo, México, Editorial RM.

Solé Zapatero, Francisco Xavier [2006a], Los profundos ríos del texto y del relato del narrador en Los ríos profundos(Problemas de la poética de Arguedas), Tesis para la obtención del grado de Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Faculta de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

——————— [2006b], Algunos problemas de la poética narrativa de Todas las sangres, de José María Arguedas, Cuadernos de Investigación, núm. 44, Toluca, Estado de México Universidad Autónoma del Estado de México.

 

Cómo citar este artículo:

SOLÉ ZAPATERO, Francisco Xavier, (2013) “Algunos problemas de la 'solución artística' de «Regalo de cumpleaños», de Élmer Mendoza”, Pacarina del Sur [En línea], año 4, núm. 16, julio-septiembre, 2013. ISSN: 2007-2309. Consultado el

Consultado el Jueves, 18 de Abril de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=762&catid=4