Representaciones y quehaceres vanguardistas del exilio itinerante: Esteban Pavletich

Representations and avant-garde chores of itinerant exile: Esteban Pavletich

Representações e vanguardistas tarefas exílio itinerante: Esteban Pavletich

Ricardo Melgar Bao

RECIBIDO: 13-09-2016 APROBADO: 09-11-2016

 

Sandino y Nicaragua: un bastión antiimperialista

El levantamiento armado de César Augusto Sandino contra la ocupación militar estadounidense, suscitó las adhesiones de las dos primeras organizaciones antiimperialistas constituidas durante el año 1925 en nuestro continente: la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA) y la Unión Latinoamericana (ULA).[1] Merece destacarse la atención que le dedicaron intelectuales de la izquierda estadounidense a la cuestión de Nicaragua desde perspectivas antiimperialistas, entre ellos John Kenneth Turner,[2] Carleton Beals,[3] Scott Nearing y Joseph Freeman.[4]

El Primer Congreso Antiimperialista, realizado en Bruselas en febrero de 1927, en su Manifiesto, declaró:

El ejemplo de la pequeña República de Nicaragua muestra que una oposición persistente, aun en contra de los poderosos gigantes imperialistas, es posible gracias a la propaganda que esta oposición hace entre un gran número de pueblos más fuertes y que están igualmente interesados en defender su propia independencia.[5]

 

Pavletich –desde octubre de 1926- tenía ya alguna información confiable acerca de la próxima realización del Congreso Antiimperialista, gracias a que Haya de la Torre le había escrito al respecto. Además, el máximo líder aprista lo invitó a que él y la célula a la que pertenecía enviasen un pronunciamiento en concordancia con la lucha antiimperialista, toda vez que parecía que recibiría una invitación especial como representante de la APRA.[6] A la labor antiimperialista de la ULA, la Liga Antiimperialista de las Américas y la APRA, en 1927 se sumó a dicha causa la Unión Centro Sud-Americana y de las Antillas (UCSAYA). Huellas destacadas de estas adhesiones figuran en sus voceros: El Libertador (México), Boletín Renovación (Buenos Aires), Atuei (La Habana), Indoamérica (México), Combate (México), así como en revistas culturales: Amauta (Lima), Repertorio Americano (San José). En 1928, la nueva intelectualidad de izquierda en Nuestra América se movilizó para expresar su solidaridad con Sandino y el pueblo nicaragüense: Haya de la Torre.[7]

Con la firma de Alfredo Palacios, socialista argentino se enviaría a Sandino, en mayo de 1928, un mensaje solidario, donde expresaría:

Cumpliendo con un mandato de la asamblea general de adherentes de la Unión Latino Americana, llegue hasta vuestro lejano y heroico campamento el fervoroso mensaje de adhesión a vuestra noble causa. Apenas desembarcaron las tropas norteamericanas en Nicaragua, esta institución abrió una intensa campaña contra el nuevo paso imperialista del coloso del norte, campaña que, por cierto, no es sino continuación de esa cruzada latinoamericana en que estamos empeñados desde los tiempos de nuestro fundador José ingenieros, al denunciar el peligro de América latina ante la codicia del imperialismo yanqui y la acción negativa o cómplice de los gobiernos. “Los últimos atropellos, acelerando el proceso histórico, clausuran el período de las protestas o de las acusaciones puramente verbales, para inaugurar una exigente era de acciones continuas y resueltas... Desde esta tierra argentina, que se emociona con vuestras hazañas, os saludamos con fervor, porque repetís en el suelo de Nicaragua, en condiciones históricas distintas, el gesto de nuestro gran gaucho Güemes, cuando en las quebradas salteñas, con sus criollos de bronce, detuvo al invasor (Palacios, 1961: 193).

 

En La Habana, a principios de abril de 1928, el huanuqueño revolucionario fue encarcelado por el régimen de Machado y deportado a México (Melgar Bao, 1993: 219). Su accidentado y riesgoso viaje a las Segovias fue realizado a fines del mismo mes, durante los días de Semana Santa, atravesando las montañas de Honduras y gran parte de Nicaragua, hasta finalmente tomar contacto con la primera columna guerrillera sandinista, al mando del coronel Gregorio Salinas, el cual lo llevó ante la presencia de Sandino, quien lo integró a su secretariado al lado del salvadoreño Agustín Farabundo Martí. Según Pavletich, viajó: 

…con pasaporte falso, porque no hubiera podido pasar por Guatemala, ya que había sido echado de ese país. Me puse en contacto con el poeta Froilán Turcios, que era el contacto del sandinismo en Honduras y editaba una revista [Ariel] en que se publicaban todos los mensajes, partes de guerra, etcétera, de Sandino. Pude entrar a Nicaragua con guías que formaban parte del Ejército Libertador. La travesía la hacíamos a pie a través de las montañas de Honduras y gran parte de Nicaragua (Lévano, 1974: 54).

 

Durante casi nueve meses estuvo en el campamento del General César Augusto Sandino (mayo de 1928-enero de 1929). Pavletich fue secretario del líder nicaragüense. Fue dado de alta en el Ejercito Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, el 2 de mayo de 1928, según se hizo constar en el libro de altas y bajas núm. 56, folio 336, y refrendado por la carta credencial expedida por Sandino, el 20 de mayo del mismo año.[8] Se afirma que llegó a ostentar el grado de coronel. La fotografía más publicitada por el emergente movimiento aprista, nos mostró a Pavletich como su insigne abanderado, luciendo su uniforme de combatiente y su fusil en algún paraje de las Segovias.

Encontrándose en la Ciudad de México, en vísperas de viajar con destino a las Segovias se tomó una fotografía en el afamado estudio Lux de Antonio Martínez, ubicado a dos cuadras del Zócalo, y se la mandó dedicada a Joaquín García Monge, director de Repertorio Americano, acompañada de un aguerrido mensaje: 

Cumpliendo con la resolución unánime de los desterrados peruanos de ofrecer nuestro contingente de sangre a la causa de la libertad de Nicaragua, que es la causa de la libertad de América Latina, parto con dirección a las montañas nicaragüenses. Seguros de que el pueblo peruano nos acompaña con su adhesión y con su fervor, ninguna actitud mejor que esta podía desautorizar la postura de la delegación de Leguía en la VI Conferencia. Siga usted indesmayable en el camino de apostolado que bordea sincera y lealmente (Pavletich, 1928).

 

Repertorio Americano abrió sus páginas para que Haya de la Torre y las células apristas de México[9] y París expresasen sus puntos de vista políticos. También para que los escritores apristas exiliados en México como Serafín Delmar (1928), Magda Portal (1928; 1928a; 1928b) o Esteban Pavletich publicasen sus textos literarios, cartas o crónicas de viaje. Haya, el 28 de junio de 1928 –al momento de su partida de México desde las costas de Yucatán– remitió para su publicación un texto autobiográfico con la finalidad de borrar los cargos sobre su presunto apoyo a Leguía en 1919 levantados por el poeta peruano Alberto Guillén (Haya de la Torre, 1928).

Haya de la Torre, más en su retórica política que en sus acciones, continuaba apostando a la dualidad de vías y recursos electorales y conspirativos. Su ambivalencia formaba parte de su calculado pragmatismo político: o lo uno o lo otro tendría que salir. Los textos que remitió Esteban Pavletich acerca de su compromiso con la causa sandinista tuvieron eco en las revistas Repertorio Americano e Indoamérica. La agenda aprista sobre la cuestión nicaragüense jugó a dos bandas: favorecer la vía electoral bajo arbitraje intelectual y defender simbólicamente la vía armada de la resistencia antiimperialista.

Imagen 1. Desterrados apristas en México, 1928.
Imagen 1. Desterrados apristas en México, 1928.

En los hechos, a la APRA no le fue bien frente al acoso periodístico y en los foros antiimperialistas desplegado por los activistas de la LADLA, MAFUENIC y la UCSAYA. Este revés político dio pie a los apristas para darle mayor énfasis a su campaña periodística en torno a la presunta «Legión» de combatientes que mandarían a Nicaragua, la cual quedó reducida a un solo hombre: Pavletich.

Además del envío de Pavletich a las Segovias al lado de Sandino, Haya invitó epistolarmente a Froylán Turcios,[10] intelectual hondureño, a sumarse al APRA en América Central con fecha 5 de febrero de 1928, logrando su aceptación. Dicha designación no fue menor, considerando que Turcios fungía de director de la revista Ariel y reconocido vocero de Sandino y de su Ejército Libertador. No fue casual que el primer reporte enviado por Pavletich desde el frente de batalla fuese publicado en el mes de abril en la revista dirigida por Turcios (Dospital, 1996: 51-52). Por otro lado, desde este país centroamericano escribió una carta dirigida a José Carlos Mariátegui, fechada el 15 de julio.

Por su lado, Mella y los comunistas se empeñaron en mandar su contingente de combatientes. Las reuniones para tal fin se realizaron en la casa de Tina Modotti y se alistaron en tal emprendimiento internacionalista: el venezolano Gustavo Machado y los mexicanos Andrés García Salgado, Alfredo Vega, Jorge Chávez y Jorge Piño Sandoval, por ese tiempo, secretario general de la Juventud Comunista (Cupull Reyes, 1983: 78). Mella, según García Salgado fue quien lo reclutó a las filas del PCM.[11]

En 1927, antes que ellos, se había incorporado el mexicano José Paredes, procedente de Los Ángeles y que fue herido de gravedad durante el bombardeo norteamericano de La Carbonera (Campos Ponce, 1962: 77). El venezolano Carlos Aporte se alistó en las filas del ejército de Sandino en el de marzo de 1928, dos meses antes que Pavletich (Cerdas Cruz, 1983: 90) y el salvadoreño Farabundo Martí lo hizo a partir de junio (ibíd.: 98). Poco después se sumaron los legionarios comunistas mexicanos. Otros latinoamericanos acompañaron a los ya nombrados: Juan Alberto Rodríguez y Simón González (hondureños); José León Díaz (salvadoreño); Gregorio Urbano Gilbert (dominicano); Rubén Ardila Gómez (colombiano) y Manuel Girón Ruano (guatemalteco) (Campos Ponce, Ob., Cit.: 76-90). Estas acciones y adhesiones significaron un acto de congruencia comunista con sus críticas al APRA y a Pavletich, por lo que a partir de entonces pudieron enorgullecerse de sus combatientes.

Desmontado lo que Mella y los comunistas llamaron bluf aprista, la breve misión cumplida por Pavletich,[12] fue minimizada durante y con posterioridad a la contienda librada en la Ciudad de México entre Mella y Haya de la Torre. Menos se podía prever que Pavletich, con motivo de su reencuentro con Sandino durante su visita a México, abandonase las filas del aprismo para sumarse a las del Partido Comunista de México y de la LADLA.

La imagen salvacionista que la APRA y su propio líder autoconstruyeron gracias a una sostenida campaña (eventos políticos, manifiestos, artículos, iconografía) y su activa red epistolar, se anudó con la configuración de una imagen fuerza acerca del retorno a su territorio primordial: el Perú. En el imaginario aprista la equivalencia simbólica entre el Perú y Nicaragua gravitó con fuerza. Pavletich refrendó en un poema dicha condensación simbólica de los furores mexicanos y nicaragüenses en los Andes peruanos:

Amanecer en las espaldas estremecidas del ande/ se encienden las hogueras prologales/de máximos incendios Nicaragua México/ las cumbres coronadas de estallidos/desangran por los caminos torturados de 4 siglos/roncas protestas agrarias/el himno nacional se asfixia en un charco de luz (Pavletich, 1927d: 12).

 

Julio Cuadros Caldas, destacado militante colombiano de la célula del APRA en México y asesor de la Liga Nacional Campesina, con fecha 27 de septiembre de 1928, le escribió una carta al general Francisco Delgado. Dos días más tarde, el Secretario de Gobernación atendió la solicitud del general Delgado. El responsable del Departamento de Migración de la Secretaría de Gobernación remitió un telegrama a sus Delegados en los puertos de Mazatlán y Manzanillo, «ordenándoles permitan la internación del peruano Esteban Pavletich».[13] Pavletich Retornó a México por vía marítima en el vapor City San Francisco. Desembarcó en el puerto de Manzanillo un 8 de octubre del mismo año, gracias a la orden telegráfica (núm. 1651) remitida por la Secretaría de Gobernación, al peruano se le permitió el desembarco y la exoneración del pago del impuesto migratorio, según consta en los oficios remitidos por Isaac Trigos y Félix Salinas, delegados de Mazatlán[14] y Manzanillo,[15] respectivamente.

Un mes más tarde publicó en México un artículo antiimperialista, denunciando la expoliación de los trabajadores norteamericanos en su propio país (Pavletich, 1928a: 13-14). Hubo un brevísimo intermedio, un encuentro entre Pavletich y Haya de la Torre en El Salvador. Las ligas de Pavletich con los intelectuales salvadoreños dejaron huella por su participación en el Centro Cultural de Ilopango. Pedro Geoffroy Rivas testimonió que junto con el dirigente Alfonso Luna asistieron a una concentración de la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños, en donde Haya y Pavletich expusieron la plataforma antiimperialista de la APRA. Es muy posible, dada la coyuntura, que la causa de Sandino haya sido tema relevante de sus intervenciones (Anderson, 1976: 48). Pavletich no se olvidó de la lucha de Sandino en Nicaragua, lo ratifican sus participaciones en diversos actos solidarios, también los escritos que le supo dedicar (Pavletich, 1928b).

El libro de Mariátegui, Siete Ensayos de interpretación de la realidad peruana, fue objeto de discusión en México desde diversos ángulos. Mientras que el venezolano Humberto Tejera la elogió, Pavletich centró su crítica en lo que consideró un tema ausente: el imperialismo (Pavletich 1929a: 221-223).[16] Objeción poco consistente, salvo el detalle formal de no ser tema de un ensayo, como sí lo sería más adelante (Mariátegui, 1988a).

En 1929 coincidió la crisis económica internacional con la polarización entre un sector de los militares obregonistas liderados por Gonzalo Escobar,[17] el inminente relevo en la presidencia de la República de Emilio Portes Gil, la constitución del Partido Nacional Revolucionario y con ello, el reforzamiento del poder en manos del general Plutarco Elías Calles, el cual tuvo un cierto influjo aprista. En ese contexto, se firmó el acuerdo Calles-Morrow, que normalizó las relaciones entre México y Estados Unidos y se produjo la última rebelión regional, la de los llamados «escobaristas», la cual fue abatida por el ejército del gobierno federal (Sánchez Andrés, 2010: 32). De otro lado, llegaban a México los coletazos de la crisis ideológica y política que vivía la Internacional Comunista. Se vivía en su seno, la ofensiva contra el bujarinismo y el trotskismo, bajo cuyas etiquetas se justificaron expulsiones y agravios inmerecidos. Esta se revistió de sucesivas campañas de «bolchevización». Se había iniciado lo que se ha llamado el Tercer Periodo, de inconfundible sello estalinista, el cual se prolongó hasta 1934. Su sucedieron muchas purgas y ataques. Esteban Pavletich padeció estos embates y el APRA se convirtió en enemigo de los comunistas latinoamericanos. De fondo, se había estigmatizado a la pequeña burguesía, a la intelectualidad y al campesinado por sus presuntas debilidades de clase, a las que se atribuía sus inclinaciones a favor del fascismo y de la reacción nativa. La conformación del bloque obrero-campesino y su accidentado desarrollo en su campaña electoral se estremeció más de una vez por los virajes y las exigencias cominternistas.

Para el Secretariado Sud-Americano y el Buró del Caribe de la Internacional Comunista, los blancos principales de la desviación de derecha, se localizaban en México, Perú, Colombia y Brasil. Estas entidades de dirección hicieron varias referencias a la pasividad de los comunistas de dichos países frente a la acción directa de masas, evidenciada en las huelgas agrarias de Colombia y la huelga obrera de Sao Paulo, la «flexibilidad» excesiva en los sindicatos frente a los reformistas y que aludía a mexicanos y peruanos y a:

…una tendencia muy marcada de algunos partidos, a ocultar al Partido Comunista, como tal, ante las masas; tendencia a ocultarse detrás de otras organizaciones, tales como el Bloque Obrero y Campesino. Aquí el peligro de pérdida de nuestra fisonomía como Partido proletario independiente, el peligro […] de las degeneraciones oportunistas del Bloque, como consecuencia de la adaptación de su política a las posibilidades de trabajo legal y la «necesidad» de mantener el contacto con los elementos pequeñoburgueses.[18]

 

Los intelectuales extranjeros que militaron o colaboraron en las filas del PCM, como Esteban Pavletich, Tina Modotti, Blanca Luz Brum, Tristán Marof y Fritz Bach entre otros, de manera parecida a las experimentadas por sus pares mexicanos, resintieron muchas presiones y acusaciones, las cuales sirvieron de coartada para expulsar a varios de ellos. La vulnerabilidad política de los intelectuales y artistas descansó en parte, en las obras y escritos, realizados o publicados bajo el manto protector de conocidas figuras del callismo. No fue casual que el 10 de junio de 1929 llegase a manos de la dirección del Partido Comunista en la clandestinidad, un comunicado de solidaridad repudiando el allanamiento, requisa de maquinaria de imprenta y la clausura de su vocero El Machete:

…[expresamos] al Comité Central del Partido nuestra más clara y rotunda protesta por los hechos consumados, denunciando los cuales esta Secretaría acaba de dirigirse a las diversas células y secciones nacionales integrantes de la Alianza Popular Revolucionaria Americana. Aprovechamos al mismo tiempo de esta oportunidad para ofrecer al Comité Central del Partido Comunista de México nuestra cooperación y ayuda solidaria en la forma y medida que lo crea conveniente (Martínez de la Torre, 1949: 367-368).[19]

 

Para Pavletich, las consecuencias de esta acción no se hicieron esperar:

Al día siguiente de la aparición de esta fui citado a una Asamblea Extraordinaria de la Célula Peruana del Apra en la que, debatiéndose exclusivamente el «caso» motivado por la protesta antes transcrita, se me conminó a presentar una inmediata y formal renuncia de los cargos por mi desempeñados en el seno del Apra, considerándoseme contrario a sus fines y táctica. Con el pensamiento de que una renuncia mía pudiera ser interpretada como obedeciendo al convencimiento de un error cometido, de cuya existencia estoy seguro, me negué rotundamente a presentarla, señalando como camino expedito para mi eliminación el de la expulsión violenta, a cuyo acuerdo no arribó la célula por razones obvias (ibíd.).

 

Pavletich había comenzado a colaborar en las páginas del periódico El Nacional Revolucionario el 23 de julio de 1929, a dos meses de su fundación,[20]  a cargo de Basilio Vadillo[21] y Manlio Fabio Altamirano.[22] En las páginas de la revista Crisol, editada por el Bloque Obrero Intelectual, convergían diversas facciones callistas y no pocos intelectuales de la izquierda marxista o aprista. Podemos recordar a Carlos Manuel Cox,[23] compañero de Pavletich en la célula del Apra en México.

Detenido el 13 de febrero en México, junto a más de una treintena de comunistas, entre los cuales se encontraba: Tina Modotti, Isaac Rosenblum, Juan de la Cabada, Valentín Campa, R. Monzón, Romo, González, entre otros, así como los dirigentes del Socorro Rojo Internacional. Fueron confinados en la Penitenciaría de la Ciudad de México, conocida como el Palacio Negro de Lecumberri.[24] Dicho panóptico contaba con 13 crujías, identificadas por letras y un régimen de adscripción carcelaria por tipo de presuntos delitos. La crujía G se caracterizó por ser el espacio de confinamiento de anarquistas, comunistas y líderes obreros, a la cual fue a parar Pavletich. Se le asignó la celda 826. Las condiciones de vida en dicho penal eran deplorables y oprobiosas. Los celadores se ensañaban también con los presos políticos y sindicales. David Alfaro Siqueiros, detenido de mayo a noviembre de 1930 por su actividad subversiva como comunista, pintó un cuadro sobre una de las prácticas de tortura más temibles: colgar al preso del techo de sus muñecas, conocido como «El Tormento» o «El Castigo del Preso» (Azuela, 2008: 120-121). El testimonio de Siqueiros acerca de la vida en la Penitenciaría fue elocuente:

Todavía en 1930 los celadores de la entonces Penitenciaría del Distrito Federal, «el Palacio Negro de Lecumberri» […], usaban aún grandes látigos, con los cuales sometían a los reclusos. Esos látigos se componían de un poderoso garrote de más de un metro, con un añadido de correas de nervio de toro de más de un metro y medio de largo, entretejidas (Siqueiros, 1977: 263).

 

Esta prisión se encontraba en la zona poniente de la ciudad, en las afueras. Los familiares y miembros del Socorro Rojo Internacional, que auxiliaba a los presos políticos se transportaban en una línea de camiones que iba de Niño Perdido a Penitenciaría,[25] lo cual facilitaba su seguimiento y persecución. Esta organización cominternista que apoyó a Pavletich y demás cuadros comunistas, no escapó a la ofensiva represiva gubernamental. Su local fue allanado y detenidos los dirigentes Gastón Lafarga, Ángel Araúz, Samuel S. Álvarez, Antonio Rodríguez y Jesús Flores.[26]

Es relevante presentar el ingreso de la huelga de hambre en la lucha anticolonial y revolucionaria a principios del siglo XX, en el mundo para así poder aproximarnos a la atmósfera de ideas que rodeó a Pavletich y varios de sus coetáneos y afines. La huelga de hambre había cobrado notoriedad con la iniciada en 1918 por Mahatma Gandhi contra el colonialismo británico que oprimía a la India y su pueblo y por los independentistas irlandeses dos años más tarde. Terence MacSwiney, fue detenido un 12 de agosto de 1920 acusado de sedición contra el gobierno británico. Tras 74 días de huelga de hambre falleció. Su acción fue secundada por once de sus compañeros, dos de los cuales, Michael Fitzgerald y Joseph Murphy murieron también. La presión internacional fue intensa y la prensa y las agencias cablegráficas de noticias fueron cubriendo día con día tan dramático proceso de resistencia (Hannigan, 2010). Una de las primeras manifestaciones de la huelga de hambre, nos remite al 2 de octubre de 1923, cuando Víctor Raúl Haya de la Torre fue detenido y encarcelado en la prisión de la isla San Lorenzo, frente al puerto de El Callao. Replicó con una huelga de hambre que duró siete días, tras la cual salió deportado rumbo a Panamá:

… Cuando mi resistencia física flaqueaba y surgió –por afirmación de los médicos que el gobierno enviaba– el peligro de un síncope mortal por alteraciones cardiacas, se me embarcó precipitadamente, sin más equipaje que mi ropa puesta, en un trasatlántico alemán, en el que hasta el límite del litoral peruano, permanecí incomunicado por una comisión policial compuesta por seis agentes (Haya de la Torre, 1927: 33).

 

En esos tiempos, la recepción de la huelga de hambre en Nuestra América por la izquierda marxista suscitó debates. Un sector veía la huelga de hambre como un acto negativo de resistencia, al volcar la violencia sobre el propio cuerpo, poniendo en riesgo su vida en lugar de canalizarla en el combate. Se le consideró una medida extrema que en el fondo apelaba a la compasión de sus victimarios. Así sucedió con la controvertida huelga de hambre iniciada por Julio Antonio Mella el 5 de diciembre de 1925, la cual le costó la expulsión de las filas del recién constituido Partido Comunista de Cuba (Hatzky, et. al., 2001: 112-113). En septiembre de 1929, José Carlos Mariátegui fue detenido y encarcelado, al igual que varios de sus compañeros. Amenazó con iniciar una huelga de hambre, contrariando sus opiniones acerca de la satyagraha de Gandhi:

La revolución no se hace, desgraciadamente, con ayunos. Los revolucionarios de todas las latitudes tienen que elegir entre sufrir la violencia o usarla. Si no se quiere que el espíritu y la inteligencia estén a órdenes de la fuerza, hay que resolverse a poner la fuerza a órdenes de la inteligencia y del espíritu (Mariátegui, 1987: 198).

Imagen 2. Esteban Pavletich, poco antes de su partida a Nicaragua, 1928.
Imagen 2. Esteban Pavletich, poco antes de su partida a Nicaragua, 1928.

En cambio, meses más tarde en México, la huelga de hambre tomó cuerpo en la Penitenciaría. Se dio inicio a una huelga de hambre colectiva de los presos políticos de izquierda. Dicha acción de resistencia fue liderada por Campa, Celis, Gallardo, Ortega y Pavletich y secundada por el resto de sus compañeros, «como protesta por su reclusión de 40 días sin ser consignados a ninguna autoridad judicial».[27]

A través de los celadores, Pavletich le remitió una carta al director de la penitenciaría de Ciudad de México el día 15 de marzo, comunicándole su decisión de iniciar ese mismo día una huelga de hambre:

…no he creído inoportuno dirigirme a usted noticiándole de mi firme resolución tendiente a rechazar, a partir de hoy, la asimilación de alimento alguno, proclamando la huelga de hambre como protesta, no sólo por mi encarcelamiento prolongado, atentario e injustificable, sino también, y parejamente, como protesta por la detención arbitraria de numerosos otros elementos significados como fervorosos militantes del movimiento antiimperialista y revolucionario nacional, por la situación de ilegalidad práctica a que se ha reducido a numerosos organismos proletarios de tal filiación y por las medidas coercitivas adoptadas en su contra para silenciarlos o destruirlos.[28]

 

Ese mismo día el gobierno expulsó del país a algunos comunistas extranjeros, entre los que se encontraban los italianos Isaac Rosenblum y Tina Modotti. Fueron forzados a subir al vapor Edam, que pertenecía a la empresa naviera holandesa Holland America Lijn, la cual cubría, a partir de 1920, la ruta que enlazaba: Países Bajos, España, Cuba, México y Estados Unidos.[29] Poco después, la deportación llevaría a Pavletich a un nuevo y breve destierro en El Salvador. El día 13 de julio de 1930 los medios periodísticos salvadoreños refirieron que se hacía llamar Esteban Trujillo para encubrir sus actividades comunistas en el medio rural (SIEP, 2006). En realidad, el peruano usó su apellido materno, que por ser de origen hispano, le permitía un grado menor de visibilidad.

En agosto de 1930, tras la caída del gobierno de Augusto B. Leguía en el Perú emprendió el retorno, involucrándose a su llegada en el proyecto comunista de impulsar una huelga general en las minas de la Sierra Central, bajo dominio de la empresa estadounidense Cerro de Pasco Co., la cual se pretendía que fuera el preámbulo para la constitución de los primeros soviets mineros (Pavletich, 1973).

 

Nueva militancia y relectura de la Revolución

El viaje, la aventura, el mito, la historia y el curso de las revoluciones y de las luchas anticoloniales sedujeron al joven Pavletich, así como a muchos de sus coetáneos. Se sentía portador de un mensaje matinal en cada una de las estaciones de su exilio en América Latina. A la Revolución rusa y mexicana, se sumaron sus sueños acerca de la Revolución indoamericana. Supo enlazar el ciclo revolucionario que iba de 1910 a 1917, particularmente el liderado por Emiliano Zapata, a la guerra cristera (1926-1929), de la cual fue testigo presencial. El mismo hilo conductor, el de las acciones revolucionarias de masas le permitió unir procesos históricos entre el siglo XIX y el XX.

Durante los años veinte del siglo pasado la intelectualidad de izquierda había puesto en tela de juicio la mitología liberal acerca de la soberanía nacional de los países latinoamericanos. El injerencismo imperialista estadounidense había desplazado al británico, desplegándose en nuestros territorios a través de: las presiones diplomáticas bilaterales o multilaterales (Unión Panamericana) y las grandes empresas (petroleras, mineras, bananeras, navieras y militares).  La nueva generación intelectual de izquierda iba a contracorriente de la celebración de los primeros centenarios de vida republicana y el de la Batalla de Ayacucho, la cual puso fin a la dominación española en América del Sur. Se hacía cada vez más visible la docilidad política y la venalidad de sus elites y de sus gobiernos frente a las potencias imperialistas.

De todas las revoluciones de los siglos XIX y XX, reales e imaginarias, distantes o cercanas, la mexicana atrajo el interés y entusiasmo de esta nueva generación intelectual. Pavletich pertenecía a la juventud universitaria reformista sudamericana que comenzó a cribarse en el marco de las contraluces de la primera posguerra mundial. Siguió con entusiasmo e interés, como muchos de sus coetáneos y afines, el curso de la Revolución rusa y de la Revolución mexicana:

En 1918 culminaba la brutal hecatombe europea y de entre sus ruinas humeantes, lubricada por la sangre infecunda de diez millones de seres, amanecía una nueva conciencia entre los hombres empavorecidos por la tragedia, surgía un desconocido anhelo universal por superarse y aprehender el porvenir, conciencia y anhelos apuntalados sólidamente por las revoluciones rusa y mexicana. La América Latina, espectadora del intenso drama en que se debatía el viejo mundo, despertó en su juventud a los reclamos de un nuevo evangelio: « Las esperanzas mesiánicas, los sentimientos revolucionarios, las pasiones místicas propias de la post-guerra, repercutían particularmente en la juventud universitaria de Latino-América. El concepto difuso y urgente de que el mundo entraba en un ciclo nuevo, despertaba en los jóvenes la ambición de cumplir una misión heroica y de realizar una obra histórica », apunta José Carlos Mariátegui (Pavletich, 1929b: 3).

 

Bajo tales contradicciones, inercias y circunstancias, Mariátegui y Haya de la Torre trazaron sus respectivas agendas intelectuales y políticas. Se aproximaron en su caracterización de la economía colonial del siglo XX de nuestros países. Ambos compartieron el mismo escenario, Mariátegui como conferencista invitado en la Universidad Popular González Prada y Haya como rector y fundador de la misma. A dicho espacio solía concurrir Esteban Pavletich. En enero de 1923, Mariátegui sostuvo:

La crisis tiene como teatro principal Europa; pero la crisis de las instituciones europeas es la crisis de las instituciones de la civilización occidental. Y el Perú, como los demás pueblos de América, gira dentro de la órbita de esta civilización, no sólo porque se trata de países políticamente independientes pero económicamente coloniales, ligados al carro del capitalismo británico, del capitalismo americano o del capitalismo francés, sino porque europea es nuestra cultura, europeo es el tipo de nuestras instituciones. Y son, precisamente, estas instituciones democráticas, que nosotros copiamos de Europa, esta cultura, que nosotros copiamos de Europa también, las que en Europa están ahora en un período de crisis definitiva, de crisis total.[30]

 

Un semestre más tarde, Haya de la Torre, casi coincidiendo con la conferencia de Mariátegui sobre la Revolución mexicana en dicha Universidad, escribió: «…nuestra América contiene un gran sedimento feudal y su primitivismo económico, su naciente progreso industrial propio, la caracterizan más bien como una gran región proletaria económicamente colonial» (Haya de la Torre, Ob. Cit.: 28). Por su lado, en 1926, Mariátegui defendió la tesis de la economía colonial peruana, base material de su subalternidad política y cultural: «La economía del Perú es una economía colonial. Su movimiento, su desarrollo, están subordinados a los intereses y a las necesidades de los mercaderes de Londres y de New York».[31] La economía colonial no figuraba como concepto rector ni aleatorio en los anales de los debates de los cinco Congresos de la Internacional Comunista, celebrados entre 1919 y 1924.[32] Pavletich, en la misma dirección, sostuvo lo siguiente:

El fenómeno medularmente económico condicionado por el imperialismo yanqui hace que nuestros pueblos devengan, antes que nada, colonias económicas. Gravitamos velozmente hacia la arquitectura colonial norteamericana por la entrega de nuestras riquezas –petróleo, minas, agricultura, ferrocarriles, fábricas, usinas, puertos, bancos, aduanas– en manos de empresas y capitales extranjeros. Este proceso de aprehensión pacífica, industrial y financiera, marca la etapa inicial del sometimiento integral de nuestros pueblos.

El sistema económico, el crecimiento progresivo y constante de los grandes trusts y carteles yanquis, hacen que la plutocracia yanqui amplíe su radio de acción a costa de la libertad política y económica de nuestros pueblos (Pavletich, 1927b: 173-175).

 

Por ese entonces, la adhesión de Pavletich a la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) no lo inhibía de simpatizar con la Internacional Comunista. La lucha antiimperialista daba cabida a estas convergencias, como lo refrendan las redes intelectuales mexicanas y cubanas. La ambivalencia ideológica y política de los militantes antimperialistas era recurrente y explicable en esa coyuntura. La lucha antiimperialista y revolucionaria se sostenía y desarrollaba bajo una concepción y práctica del frente único. China se había constituido en el gran laboratorio de las izquierdas occidentales y periféricas, incluidas las de Nuestra América.

Pavletich venía afilando su artillería periodística contra las dos principales potencias imperialistas: Estados Unidos e Inglaterra. Seguía con atención sus disputas y negociaciones en torno a los recursos naturales y el control de los gobiernos de los países coloniales y semicoloniales de Asia, África y América Latina. Refiriéndose a las negociaciones entre las dos potencias escribió en 1929:

…el antagonismo incurable yanqui-inglés se resuelve todavía en medidas de mutuo aunque transeúnte entendimiento y cooperación […]. Mr. Hoover y Mr. MacDonald […] sin nosotros saberlo, están disponiendo en estos instantes quizá de nuestro destino y de los de millones de hombres (Pavletich, 1929e).

 

Refiriéndose a Inglaterra, fustigó su política neocolonial bajo mandato laborista. En 1929 escribió desde las páginas de El Nacional Revolucionario algunos textos alusivos. En el primero de ellos sostuvo:

Se anuncia, como uno de los actos de mayor trascendencia que habrá de realizar el Gobierno laborista inglés, el viaje a los Estados Unidos de Norteamérica del primer ministro británico, Mr. MacDonald quien, llevado por su apostólico impulso pacifista –el mismo que le guiara, en ocasión no lejana, a enviar los grandes barcos de guerra de la marina inglesa en contra de la China revolucionada– discutirá amplia y cordialmente con el Presidente yanqui, Mr. Hoover, la fórmula mejor para abolir toda posible fricción bélica entre las grandes potencias de la actual geografía mundial imperialista (Pavletich, 1929d: 3).

 

Pavletich fue consciente de la importancia geopolítica que las potencias imperialistas le asignaban a las vías artificiales interoceánicas: los canales (Panamá, Suez), a los cuales se sumaba el Estrecho de Magallanes que unía el Pacífico con el Atlántico, controlado por el imperialismo británico y reclamado por Chile y Argentina.

Los Estados Unidos habían decidido reforzar sus dominios sobre las vías de navegación vinculadas a nuestro continente. En su agenda no tardó en reactualizarse la vieja idea de Alejandro von Humboldt, expuesta en 1811 en su Ensayo Político sobre el reino de la Nueva España de construir un canal a través de territorio nicaragüense o en su defecto, en el istmo de Tehuantepec. Desde la perspectiva de las elites de poder estadounidenses, la vía nicaragüense fue considerada en más de una oportunidad como una opción de su emergente poderío neocolonial en el siglo XIX (McCullough, 2004). Nuestro intelectual peruano manifestó su preocupación antiimperialista en 1929, al ser de su conocimiento que:

A bordo del transporte de guerra « Grant », de los Estados Unidos, acaba de embarcarse con destino a Nicaragua un cuerpo de ingenieros integrados por quinientos individuos jefaturados por el mayor Daniel D. Sultan con la misión precisa de inspeccionar y estudiar la ruta posible que habrá de seguir el Canal de Nicaragua.

Este paso concreto del Gobierno norteamericano para llevar a la práctica el proyecto de apertura de un nuevo conducto entre ambos océanos, pone una vez más en actualidad el sangriento y prolongado proceso seguido por el oficialismo yanqui para el apoderamiento estratégico de la débil y sacrificada ex república de Nicaragua (Pavletich, 1929c: 3).

 

El reconocimiento de los antagonismos crecientes del pueblo mexicano contra el imperialismo y la oligarquía porfiriana, permitió develar los nexos entre la dominación, la resistencia y la lucha armada:

No tiene cabida en este intento de captación del contenido esencial y último de la Revolución mexicana, el historial prolijo de las varias y complejas intervenciones del imperialismo financiero en la aventura mexicana. Baste con algunos de sus índices: la revolución jefaturada por Madero, exponente difuso de la clase burguesa y mercantil, contó con el apoyo tangible de empresas y gobierno norteamericanos, que prohibieron la venta de armamento en los Estados Unidos para las fuerzas del gobierno porfirista […]. El imperialismo inglés y los intereses británicos alentaron y financiaron el movimiento de resistencia latifundaria y feudal intentada por Victoriano Huerta, comprometido a apuntalar las posiciones de la Dutch Shell (Pavletich, 1930: 36).

 

Descubrió en los procesos revolucionarios al pueblo en armas, los avatares políticos de sus organizaciones, facciones, dirigentes y caudillos, así como el despuntar vanguardista de sus diversas expresiones artísticas.

Abogó en pro de una estética que dejase atrás el colonialismo cultural europeo (Pavletich, 1927c: 3) y asumiese contornos antimperialistas y revolucionarios. En esa dirección destacó el carácter antiburgués de la obra pictórica de Diego Rivera (Pavletich, 1926) y la orientación vanguardista de los escritores rusos congregados en torno a la revista El Puesto (o En Guardia),[33] la cual se benefició de los aires de tolerancia que emanaron de la resolución «Sobre la política del Partido en el ámbito de las letras» (1925), a pesar de la inclinación de los poderes del Estado a favor de la «literatura proletaria» (Wischer, 2004: 72), y el proceso de escisión o relevo ideológico-estético en algunas revistas.  Sorprende positivamente su señalamiento sobre la tolerancia de Nicolás Bujarin frente a la diversidad de manifestaciones estéticas, considerando el antecedente de su participación al igual que Lunacharski en el movimiento de cultura proletaria y su defensa frente a las críticas de Trotski (Deutscher, 2007):

 

Por descontado, no es nuestro propósito, en lo estético, el elaborar fórmulas permanentes y absolutas de belleza a las cuales ceñir pentagramáticamente la tonalidad de tal o cual espíritu y de su producción. Esto ha sido perfectamente discernido por los ideólogos de la Revolución rusa, cuando el grupo de intelectuales agrupados alrededor de la revista Al Puesto reclamó del Partido Comunista «un programa artístico, que deberá servir de base al desarrollo ulterior de la literatura proletaria», «una dirección –racional y técnica– del Arte». Bujarin, comprensivo y amplio, habló por el Partido: «En el dominio de la creación artística, dijo, es indispensable la libertad. El Partido debe concentrarse a emitir directivas muy amplias». «Es preciso hacer obras y no tesis» (Pavletich, 1927a).

Imagen 3. Esteban Pavletich durante su estancia en Nicaragua, 1929
Imagen 3. Esteban Pavletich durante su estancia en Nicaragua, 1929

Su recepción de la Revolución mexicana no tuvo un carácter pasivo ni mimético, se fue moldeando desde fuera y sobre todo a partir de su arribo a México. Su complejidad nos remite a muchas aristas culturales, estéticas, políticas e ideológicas. Algunas veces, debido al exilio o a la voluntad internacionalista, hizo posible que los extranjeros, de origen latinoamericano o no, se involucrasen en el proceso revolucionario y posrevolucionario mexicano. Durante su estancia en México se interesó por su historia social y política y encontró un punto germinal de referencia acerca de la revolución en la gesta independentista de 1810, la cual contrastó con los procesos emancipadores de América del Sur. Observó que el Perú se movió en otra dirección, olvidando la gesta insurreccional andina liderada por Túpac Amaru en 1780. Afirmó Pavletich:

…en tanto la guerra de la Independencia en la América del Sur se produjo meridianamente como el sacudimiento de la burguesía criolla y terrateniente de la coyunda metropolitana, sin intersecciones plebeyas y sin otras reivindicaciones que no fuesen las suyas propias, en México irrumpe como una rebelión de los siervos de la gleba unidos a Hidalgo que apuntaba claras conquistas campesinas […] mientras el Perú –el Perú indígena y andino– llegó a constituir, según el decir de Rufino Blanco Fombona, «un soldado de España» contra los países australes de la América del Sur, o un entregado y pasivo peón de la gesta libertadora de los criollos, el indio mexicano se alista en las filas insurrectas del cura heroico, movido por su humano afán de reconquista del derecho a la vida (Pavletich, 1930: 60).

 

Si el pasado revolucionario lo animó a varias lecturas y a no pocos escritos de su autoría, el presente, el de la guerra cristera, lo convirtió en testigo presencial. Eran tiempos en que las corrientes ideológicas y políticas que abogaban a favor del Estado Laico, con desiguales énfasis combatían al clero y a la Iglesia católica por considerarlos contrarios al legado de la Revolución mexicana. Librepensadores, liberales anticlericales, anarquistas, comunistas y apristas, convergieron en: oponerse a los recalcitrantes fueros de la iglesia sobre la política, la educación y las creencias religiosas. Pavletich creyó encontrar un hito trascendental del proceso de polarización:

El 4 de febrero de1926, José Mora y del Río, Arzobispo de México y primado de la iglesia, entregó a la prensa una corta declaración que implicaba la ruptura abierta de las hostilidades del clero católico con los poderes del Estado. «El episcopado, clero y católicos –decía– no reconocemos y combatiremos los artículos 3º, 5º, 27 y 130 de la Constitución vigente. Este criterio no podemos por ningún motivo variarlo sin hacer traición a nuestra Fe y a nuestra Religión (Pavletich, 1934: 182).

 

Pavletich y Terreros Pavletich y Terreros al ser expulsados de Guatemala se refugiaron en México a mediados del mes de febrero de 1926 y no pudieron ser ajenos en el terreno ideológico al impacto de la Guerra Cristera. Al decir de Pavletich, el conflicto religioso en curso, coincidió con el agravamiento de las relaciones entre los gobiernos de México y los Estados Unidos. En este proceso, se hizo visible y peligroso el injerencismo de los Caballeros de Colón quienes desde territorio estadounidense realizaron una campaña financiera para apoyar a las guerrillas cristeras. Igualmente, el gobierno estadounidense favoreció la realización del Congreso Eucarístico Mundial en la ciudad de Chicago y la condena al régimen de Plutarco Elías Calles (Ibíd.:186-187). En el curso de 1927 los apristas liderados por Jacobo Hurwitz se sumaron al proceso de constitución de la Universidad Popular «Benito Juárez» en la ciudad de México. El peruano tomó la palabra en el banquete anual que celebró la Federación Anticlerical realizado en viernes santo,  a modo de abierta confrontación. En el mismo banquete participó como orador Nicolás Terreros a nombre de la Liga Antiimperialista de las Américas. Es muy posible que Pavletich al igual que sus compañeros de exilio Hurwitz y Pavletich participase de las actividades anticlericales de dicha Federación.[34]

Frente a esta ofensiva clerical nacional e internacional, los masones asumieron la defensa irrestricta del Estado laico y un sector de ellos asumió un discurso y ritual nativista, como fue el caso de la Logia Chilam Balam de la ciudad de Mérida, a la que pertenecieron, entre otros, Víctor Raúl Haya de la Torre, Esteban Pavletich y Augusto César Sandino (Melgar Bao, 1995). En la Ciudad de México se constituyó bajo el mismo nombre la Sección 21. Queda por averiguar si existieron nexos relevantes entre la Logia Chilam Balam de Mérida y la Sección 21 de la Gran Logia del Valle de México. En 1929, la crisis de la Gran Logia del Valle de México se hizo visible en las calles de la ciudad capital. La polarización tuvo algo más que ver con las adhesiones a los rituales yorkinos y escoceses, enfrentando a sus liderazgos que pugnaban por la conducción de dicha entidad. Al candidato extranjero, sus opositores pedían su descalificación apoyándose en el Artículo 33 constitucional que le prohibía «inmiscuirse en los asuntos políticos del país». Sus defensores y partidarios le ofrecieron al candidato nativo aplicarle sin miramientos «la 30-30». En agosto de 1929, el presidente Emilio Portes Gil exclamó: «…en México, el Estado y la Masonería en los últimos años han sido una misma cosa» (Meyer, 1994: 197). Fue una exageración, aunque no cabe la menor duda de que la masonería tuvo injerencia y representación en el seno del Estado y del recién fundado Partido Nacional Revolucionario.[35] En la mirada crítica de Pavletich el régimen de Portes Gil arribó:

…a un entendimiento claudicante con el clero, entendimiento cuyos términos esenciales habían sido elaborados detalle a detalle Plutarco Elías Calles, la influencia efectiva, económica, política y social de la clerecía, apenas si había sido rozada epidérmicamente (Pavletich, Ob. Cit.: 190).

 

Pavletich, al igual que otros exiliados latinoamericanos, siguió con interés y preocupación el nuevo curso del proceso político revolucionario mexicano. Su vida militante no fue ajena a las tensiones cotidianas y extraordinarias que suscitaban las relaciones de género y que podían afectar sus lealtades orgánicas y políticas. El affair amoroso de Pavletich tuvo puntos de proximidad con los vividos por Javier Guerrero, Tina Modotti y Julio Antonio Mella, o poco más adelante, con los padecidos por Blanca Luz Brum, objeto de acoso de Hernán Laborde, el Secretario General del PCM, no obstante, sus explícitas preferencias por David Alfaro Siqueiros. La expulsión de estos últimos del Partido por presuntas maniobras trotskistas, parece haber respondido más bien a la ira de Laborde. El amor, la pasión y la sexualidad reinantes en ese campo de fronteras difusas entre el arte, la literatura y la política en el México de esos años, ha sido referido por el escritor y militante de izquierda boliviano Tristán Marof (1934: 123 y ss.; 1976: 37).

El peruano tuvo una actitud ambivalente frente al zapatismo. En 1929, posó en una fotografía ataviado como zapatista, carabina en mano.[36] Por esa época, el uso político de las fotografías y, en general de las imágenes en el seno de la izquierda intelectual, se hizo cada vez más frecuente. Podía reforzar, en algunos casos, la imagen pública que uno deseaba de sí mismo. No faltaron los referentes lúdicos y los disfraces. Obviamente, Pavletich no fue guerrillero zapatista, no lo podía ser, habiendo concluido hacía más de una década el movimiento suriano de «Tierra y Libertad». En otra dirección, denunció a Haya de la Torre por haberse envuelto en una bandera británica en la proa del barco de pasajeros que lo llevaba a Nueva York, a fines de 1927.[37] La fotografía servía de disfraz, de objeto de ataque o denuncia, de exaltación y memoria militante, así como de celebración estética, como fue el caso de Tina Modotti.

A principios de 1930, polemizó con Haya de la Torre en torno a la significación política continental de Emiliano Zapata y de la Revolución mexicana. Pavletich enfilaba su crítica contra dos tesis del fundador del APRA, al sostener que el agrarismo oficial no era el agrarismo de Zapata, y que el agrarismo de Zapata no era ni podía ser socialista:

Emiliano Zapata más que un factor de socialismo es, pues uno de aquellos “aiducs” situados en las páginas fascinantes y tremendas de Panait Istrati. Un “aiduc” indoamericano surgido en horas de hondos sacudimientos revolucionarios (Pavletich, 1930: 36).

 

En su texto de 1934, Pavletich comparaba a Emiliano Zapata con el alemán Tomás Münzer (1489-1525) y con el irlandés Jim Larkin (1876-1947) por lo que implicaban sus respectivas y luchas campesinas. Sin lugar a dudas, el referente de clase centraba, desde la óptica marxista de Pavletich, los propios límites históricos de su proyecto, ya que no conocía ninguna revolución campesina que hubiera tomado el poder. Pero cuando Pavletich apeló a la dimensión étnica de los actores, la fría lógica de las cifras estadísticas y los rígidos moldes de la representatividad de clase, de las correlaciones de fuerza y de las perspectivas históricas que les correspondían a cada una, dejaron lugar a la explicación utópica que reveló el lado oculto de su propia autoctonía política.

La crisis del porfiriato y del feudalismo subyacente se reveló a través de las grandes rebeliones indomestizas y sustentó en base a ellas una atrevida genealogía de Revolución mexicana. Ésta –afirmó- tenía sus raíces en la rebelión de las «tribus nayaritas y huicholas» al mando del Tigre de Alica, Manuel Lozada.[38] El trágico desenlace de dicha rebelión no opacó al decir de Pavletich, su significación histórica:

Y aunque Lozada fue fusilado y ahogada la insurrección a sangre y fuego, a partir de ese instante (sic) las grandes masas de población indígena a sumieron una beligerancia infatigable, al grado de que los movimientos promovidos por las tribus de los yanqui y los mayos “mantenían distraída a la mitad del ejército”, de acuerdo a una versión de origen porfirista (Pavletich, 1934: 74).

 

Las virtudes de la lucha intransigente y aguerrida del ejército suriano y de su propio caudillo, fueron remitidas por Pavletich de manera reiterada a su filiación indígena. Incluso la extensión del movimiento zapatista se reveló en la lectura de Pavletich, a través de su dimensión étnica: «Malgrado la distancia del foco de la revolución “suriana”, los indios yaquis y mayos recogieron y agitaron también en Sonora el confalón agrarista enarbolado por Zapata» (Ibíd.: 116).

 

Cierre de palabras

Pavletich, en los primeros años de la década de 1970, sufrió la amputación de las dos piernas y vivió postrado en cama pero en intensa actividad intelectual y política. En 1970 recibió una credencial como representante del Frente Sandinista de Liberación Nacional de manos de Carlos Fonseca Amador. Fue Presidente del Comité Peruano de Solidaridad con Nicaragua. En 1972, entrevistamos a Pavletich acerca de su experiencia política con los mineros de la región central del Perú, la cual fue reproducida más tarde en el número dos de la revista Cuadernos Mineros (Lima), bajo nuestra dirección. Por esos años, nuestro personaje, hizo de dominio público sus cartas cruzadas con Mariátegui, Haya de la Torre y Ravines, ayudando a esclarecer nuevas aristas del momento político constitutivo de la izquierda peruana.

De todos esos países, fue México el que incidió con mayor fuerza en la escritura de Pavletich, según lo refrenda su obra publicada, aunque su imagen de internacionalista revolucionario creció al lado de Sandino en las montañas de las Segovias. Sus cartas abiertas, artículos y poemas están diseminados en muchas publicaciones periódicas por varios países del continente.

 

Notas:

[1] En: Boletín Renovación (Buenos Aires): «Urge enviar a Nicaragua una delegación popular», año 6, núm. 61, enero de 1928, p. 2; «Ciclo de conferencias radiotelefónicas en favor de Nicaragua libre»; «Adhesiones al envío de le delegación popular latinoamericana a Nicaragua», año 6, núm. 61, enero de 1928, p. 6; y «Delegación popular a Nicaragua», núm. 65-66, mayo-junio de 1928, p. 5.

[2] « Nicaragua víctima del imperialismo norteamericano». El Libertador (México), vol. 1, núm. 5, agosto de 1925, p. 15.

[3] Rafael Carrillo Azpeitia, en ese entonces Secretario General del PCM e integrante del Buró del Caribe de la IC, testimonió: «fui amigo personal de Carleton Beals y lo ayudé y conecté con Sandino. Más tarde lo relacioné para que pudiese viajar a Cuba». Entrevista del autor. Jiquilpan (Michoacán, México), 11 de octubre de 1982. «Carleton Beals con Sandino». El Libertador (México), vol. 1, núm. 17, abril de 1928, pp. 8-9; «Con Sandino en el corazón de la montaña». En: Ramírez Mercado, 1984.

[4] La diplomacia del dólar: un estudio acerca del imperialismo americano. México: Sociedad de Edición y Librería Franco-Americana, 1926.

[5] «Manifiesto del Congreso Antiimperialista de Bruselas». El Libertador (México), vol. II, núm. 12, 1 de junio de 1927, p. 7.

[6] «Si me mandan a Bruselas iré y presentaré los puntos de vista de ustedes y los míos o los nuestros. No creo en las Ligas Antiimperialistas ni en los latinoamericanismos intelectuales ni en la acción de los llamados Partidos Comunistas latinoamericanos, sino como ensayos, tanteos, demostración de traspiés y de movimientos limitados. Creo en un movimiento de tipo latinoamericano que utilice los viejos resortes del criollismo y los reduzca a táctica nueva, moderna, realista y propiamente nuestra, basada en una clara conciencia económica y en un sentido antiimperialista nacionalista-revolucionario-comunista». Haya de la Torre a Pavletich. Londres, 4 de octubre de 1926. Reproducida en: Planas, 1986: 168.

[7] «Soldados como somos del APRA, hemos seguido desde el primer momento las incidencias de la lucha, pero creyendo que es necesario dar a nuestra adhesión más realidad, los desterrados del Perú por nuestras campañas antimperialistas hemos resuelto ofrecer al general Sandino, por el digno intermedio de Ud., nuestra contribución de sangre, ofreciendo nuestros servicios incondicionalmente y poniéndonos a las órdenes del Ejército Libertador Nicaragüense para luchar en sus filas […]. Somos jóvenes y somos fuertes y nos anima, sobre todas las cosas, la profunda convicción de que Nicaragua está defendiendo a América Latina y que nadie en ella puede ser indiferente a esta lucha». Haya de la Torre a Froylán Turcios. México, 5 de febrero de 1928. Reproducida en: Selser, 1983: 303.

[8] «Augusto C. Sandino, General en Jefe del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, en uso de las facultades concedidas por el mismo Ejército, otorga al ciudadano peruano, compañero Estaban Pavletich, representante de los desterrados antiimperialistas de ese país, una plaza en nuestras filas libertadoras, quedando desde esta fecha asentado en el libro de altas y bajas número 56, folio 336. Firmado de nuestro puño y letra y marcado con nuestro sello oficial en El Chipotón, a los 20 días del mes de mayo de 1928». «La misión ante el Apra del general A. Sandino». Indoamérica (México), núm. 3, septiembre de 1982, p. 13.

[9] «Boletín de la célula peruana del APRA en México». Repertorio Americano (San José), tomo XVI, núm. 13, 7 de abril de 1928, pp. 196-197.

[10] Froylán Turcios (1875-1943). Polígrafo hondureño. Director de la revista Ariel (1925-1928), tribuna del pensamiento antiimperialista en América Central y defensora de la causa del general Augusto César Sandino. Fue ministro de Gobernación, diputado al Congreso Nacional y delegado de Honduras ante la Liga de las Naciones en Ginebra. Dirigió el diario El Tiempo de Tegucigalpa y fundó las revistas El Pensamiento (1894), Revista nueva (1902), Arte y Letras (1903) y Esfinge (1905), entre otras. Editor de los diarios: El Tiempo (Guatemala, 1904) y El Domingo (Guatemala, 1908); en Honduras El Heraldo (Honduras, 1909), El Nuevo Tiempo (Honduras, 1911) y Boletín de la Defensa Nacional (Honduras, 1924). Obras: Mariposas (poesía, 1895), Renglones (poesía, 1899), Hojas de otoño (poesía, 1905), El vampiro (novela, 1910); El fantasma blanco (novela, 1911) Prosas nuevas (1914), Floresta sonora (1915), Cuentos del amor y de la muerte (1930) y Páginas de ayer (1932). (Mejía, 1980).

[11] Entrevista del autor a Andrés García Salgado. Jiquilpan, 5 de octubre de 1982.

[12] Pavletich en carta fechada el 8 de junio de 1928 y dirigida a Joaquín García Monge, director de la revista Repertorio Americano editada en Costa Rica, menciona haber sido observador de dos enfrentamientos ocurridos a mediados de mayo en Nicaragua: «Desde el Estado Mayor del Ejército he seguido las incidencias de dos combates contra el invasor. Los de los días 13 y 14 de mayo han sido para mí la confirmación rotunda de que la violencia puesta al servicio de la justicia, así sea vehiculizada por un escaso puñado de hombres, hace más que la violencia organizada y propietaria de amplia técnica puesta al servicio de la esclavización y la conquista. En Nicaragua, aquí, en la Nueva Segovia, se está doblando con el rifle y el machete la insolencia arrogante del ejército más poderoso del mundo en esta hora» (Selser, Ob. Cit.: 324).

[13] Orden expedida por el Departamento de Migración, 29-09-1928. Archivo General de la Nación (México). Secretaría de Gobernación. Exp. 3239. Serie J60, 1928. Esteban Pavletich. Orden expedida por el Departamento de Migración, 29-09-1928.

[14] Isaac Trigos, delegado de Migración del Puerto de Mazatlán al Secretario de Gobernación, 8-10-1928. Archivo General de la Nación (México). Secretaría de Gobernación. Exp. 3239. Serie J60, 1928. Esteban Pavletich.

[15] Félix Salinas, delegado de Migración del Puerto de Manzanillo al Secretario de Gobernación, 8-10-1928. Archivo General de la Nación (México). Secretaría de Gobernación. Exp. 3239. Serie J60, 1928. Esteban Pavletich.

[16] Pavletich redactó su reseña durante su estancia en Mérida en febrero de 1929, reclamándole a Mariátegui –entre otras cosas– la ausencia de un capítulo dedicado al imperialismo industrial y financiero principalmente norteamericano en el Perú. Sentenció la ausencia de «este factor sustancial y primario de nuestra economía, una falla imputable a la obra de Mariátegui».

[17] Escobar, José Gonzalo (1892-1969). A partir de marzo de 1929 encabezó un movimiento armado que desconocía la presidencia de Emilio Portes Gil. Tras ser derrotado, se refugió en Canadá, de donde regresó en 1943.

[18] «Carta abierta a los Partidos Comunistas de la América Latina sobre los peligros de la derecha». La Correspondencia Sudamericana (Buenos Aires), época 2, núm. 18, 20 de septiembre de 1929, p. 3.

[19] «La descomposición del Apra». La Correspondencia Sudamericana (Buenos Aires), época 2, núm. 19, 15 de octubre de 1929, p. 23.

[20] El Nacional Revolucionario, desde «las primeras semanas de su publicación […] concedió una importancia esencial a defender la colaboración de clases, pero se olvidó de las reformas exigidas en el programa del Partido. En los editoriales del periódico se hizo por consiguiente hincapié en, por un lado, denunciar el carácter disolvente de la oposición y, por el otro, presentar al PNR como el unificador de la nación. “Un programa político –se decía– puede contener garantías para los intereses de todos: intelectuales, burgueses y proletarios”» (Garrido, 1991: 107).

[21] Vadillo, Basilio (1895-1935). Profesor y diplomático. Participó en el Frente Pedagógico Nacional (1911). Gobernador de Jalisco (1921-1922). Dirigió el periódico El Nacional Revolucionario y cofundador del Partido Nacional Revolucionario (1929). Fue embajador de México ante la URSS (1924-1929), Suecia y Uruguay (Garrido, Ob. Cit.: 114; Spenser, 1998: 150).

[22] Altamirano, Manlio Fabio (1892-1936). Gerente del periódico El Nacional Revolucionario y, Cofundador del Partido Nacional Revolucionario (1929), del que fue su Secretario de propaganda y publicidad. Fue asesinado poco después de ganar las elecciones a gobernador por el estado de Veracruz (Garrido, Ob. Cit.: 107; Sosa Elízaga, 1996: 103-104).

[23] Véase: Cox, Carlos Manuel. «El imperialismo y América Latina». Crisol (México), núm. 16, abril de 1930, pp. 234-243; «Historia económica y moderna», núm. 18, junio de 1930, pp. 384-394.

[24] «Huelga de hambre en la Penitenciaría del DF». El Machete (México), núm. 179, marzo de 1930, p. 1.

[25] « ¡Camioncitos de Penitenciaría-Niño Perdido! ¡Camioncitos desvencijados y miserables! ¡Compañeros míos! que me llevan y me traen cuatro veces al día, y al dejarme en el último viaje de regreso me han visto siempre agobiada, desecha, temblándome las lágrimas sobre la cara » (Brum, 1933: 19).

[26] « ¡Abramos las cárceles, libertemos a nuestros presos! ». El Machete (México), núm. 185, septiembre de 1930, p. 1.

[27] «Huelga de hambre en la Penitenciaría del DF». El Machete (México), núm. 179, marzo de 1930, p. 2.

[28] «La prisión de Esteban Pavletich en México y la Liga Antimperialista de las Américas». Amauta (Lima), núm. 30, abril-mayo de 1930, p. 97.

[29] La tripulación del Edam, como muchas otras, estaba sindicalizada y tuvo en su haber una acción huelguística en Rotterdam en 1921, afectando el viaje al puerto de La Habana (Paniagua Mazorra, 2016).

[30] Mariátegui, José Carlos. «La crisis mundial y el proletariado peruano». Conferencia pronunciada el 15 de junio de 1923, en el local de la Federación de Estudiantes. Reproducida en: 1959: 16.

[31] Mariátegui, José Carlos. «Economía colonial». Mundial (Lima), 8 de enero de 1926. Reproducido en: 1988b: 127-131.

[32] Véase: Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. Córdoba: Ediciones Pasado y Presente, 1973; V Congreso de la Internacional comunista. Córdoba: Ediciones Pasado y presente, 1975.

[33] Es posible que se trate de la revista literaria Na Postu, fundada en 1923. Era el órgano de Asociación Moscovita de los Escritores Proletarios, editada por S. Rodov, G. Lelevich, I. Vardin, L. Averbaj, B. Volin, F. Raskolnikov. Su publicación fue intermitente. Se publicaron seis números entre 1923 y 1925. Tras divisiones internas entre «izquierdistas» y «moderados», la revista cambió de nombre a Na literaturnom postu bajo conducción radical, de 1926 a 1932. Jeifets, Víctor (Universidad de San Petersburgo). Comunicación personal, 14 de febrero de 2017.

[34] «Por la Federación Anticlerical Mexicana». El Bonete (México), año 1, núm. 28, 1 de mayo de 1927, p. 13.

[35] Al decir de Garrido (1991: 79), «los principales creadores del Partido eran masones profundamente anticlericales y algunos de los rasgos del Partido –laicismo, anticlericalismo y conciliación de clases– se debieron en buena medida a ello».

[36] «Esteban Pavletich vistiendo el traje que ilustró el apostólico Emiliano Zapata». Boletín Titikaka (Puno), tomo II, núm. XXXII, julio de 1929, p. 3.

[37] Entrevista del autor y Ramón García R. a Esteban Pavletich. Lima, domingo 9 de abril de 1972. Merece mencionarse un antecedente temprano de los usos juveniles de la fotografía en Haya de la Torre. Durante su estancia en el Cusco, se tomó una fotografía disfrazado con la indumentaria propia de los habitantes autóctonos. Nadie en su momento o después hubiese pensado que dicho disfraz fuese una impostura étnica. Por razón parecida, se puede considerar que el presunto uso de la bandera británica que hizo Haya, representó algo distinto a un revestimiento probritánico. 

[38] Lozada, Manuel (1828- 1873). Caudillo indomestizo regional nacido en una comunidad cora en Nayarit. Defendió el derecho comunitario a la tierra contra los proyectos liberales. Participó en el bando conservador contra la Reforma liberal y en una sonada rebelión campesina que le costó la vida en 1873 (Aldana Rendón, 1983).

 

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Entrevistas:

  • Entrevista del autor a Andrés García Salgado. Jiquilpan (Michoacán, México), 5 de octubre de 1982.

 

Fuentes documentales:

  • Archivo General de la Nación (México). Secretaría de Gobernación. Exp. 3239. Esteban Pavletich. Serie J60, 1928.

 

Cómo citar este artículo:

MELGAR BAO, Ricardo, (2017) “Representaciones y quehaceres vanguardistas del exilio itinerante: Esteban Pavletich”, Pacarina del Sur [En línea], año 8, núm. 31, abril-junio, 2017. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1472&catid=5