Software libre para una ciudadanía libre. Conversando con Nicolás Laguna

Marcela Román Valadez

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Jorge David García

Universidad Nacional Autónoma de México

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Recibido: 28-07-2019
Aceptado: 15-08-2019

 

 

Mi trabajo alrededor del software libre está motivado por una meta idealista: esparcir la libertad y la cooperación. Me interesa que el software libre se esparza, y que reemplace el software propietario que prohíbe la cooperación, esto con el fin de construir una sociedad mejor.

Richard Stallman

 

Este texto es una conversación con Nicolás Laguna, director de la Agencia de Gobierno Electrónico y Tecnologías de Información y Comunicación (AGETIC) del Estado Plurinacional de Bolivia. Creada en 2015, esta entidad tiene como función desarrollar e implementar tecnologías electrónicas para tareas de gestión pública.

Un aspecto importante de la AGETIC es que opera con software libre, además de promover el uso de este tipo de software en todas las instituciones del Estado boliviano. Como veremos a lo largo de este diálogo, esto tiene una serie de implicaciones en la manera particular que tiene Bolivia de entender la soberanía y la libertad ciudadana.

 

Marcela: La AGETIC es una institución que apuesta por el reconocimiento de una ciudadanía digital, es decir, de una política social en el ámbito de las tecnologías digitales. Suponemos que ese reconocimiento se hace desde una lectura crítica de la historia, replanteando la noción de “ciudadanía digital” para abrir posibilidades de apropiación tecnológica distintas a las que dominan el mercado global. En ese marco, ¿cuál es la apuesta de la AGETIC para retomar el espacio digital desde una política afín al proyecto que representa el Estado Plurinacional de Bolivia? ¿Cuál es la importancia política de la ciudadanía digital para entender la participación de la sociedad civil en el Estado y qué papel juega el software libre en este proceso?

Nicolás: Estamos hablando de un conjunto de elementos. Cuando Evo asume la presidencia de Bolivia en 2006, sólo el 7 u 8 % de la población tenía acceso a internet, y la mayoría de la gente no contaba con el hardware necesario para acceder a esta red. Hablamos entonces de una exclusión de más del 90% de la gente.

Lo primero que hizo el gobierno fue generar una política de ampliación del acceso a este tipo de tecnología: se pusieron telecentros comunitarios en los pequeños poblados donde no había internet; además, se dotó de computadoras a los chicos de las escuelas que están en los dos últimos años; después, el presidente tomó la decisión de que la empresa estatal de telecomunicaciones (ENTEL), que había sido nacionalizada en el año 2008, llevara internet y telefonía a todos los municipios del país, lo que en aquel entonces parecía complicado porque ninguna operadora de las tres privadas había avanzado en esa tarea. Entonces empezó un proceso de expansión.

Gracias a estas políticas, Bolivia tiene una de las coberturas de telefonía celular más extensas de toda la región, y junto con eso vino la reducción de precios de internet y la ampliación de la red. En 2016 hicimos una encuesta nacional, a nivel rural y urbano, y encontramos que un 67% de la población se había conectado a internet en el último mes. Sólo así es viable pensar en el llamado “gobierno electrónico” y en la noción de “ciudadanía digital”, e imaginar que la gente puede utilizar tecnología para relacionarse con el Estado.

Es entonces cuando se plantea la soberanía tecnológica en términos que abarcan más que las tecnologías de información y comunicación (TICS), para incluir el ámbito del desarrollo científico y tecnológico. En este contexto surge la necesidad de utilizar software libre. Primero, porque el Estado no puede darse el lujo de utilizar herramientas sobre las que no tiene control; y segundo, porque no se le puede exigir a la gente que compre una licencia para acceder a nuestros servicios. Otro factor importante se relaciona con el conocimiento: el software libre ha abierto la posibilidad de conocer cómo se hacen las cosas, no sólo de saber qué se está haciendo, sino también de controlar y adaptar a las propias infraestructuras. En la cultura privativa todo está patentado, cerrado, repleto de “cajas negras”. Incluso si pudiéramos saber cómo funcionan las cosas, si están patentadas no se pueden reproducir; en cambio, el software libre te da la posibilidad de reproducir, reinventar, aprender y apropiar los medios tecnológicos, lo que es fundamental para hablar de soberanía tecnológica.


Imagen 1. www.la-razon.com

Ciertamente, en la pa  rte de hardware hemos avanzado muy poco, porque el tipo de industria que desarrolla hardware es muy complicada. Tenemos una planta de ensamblado de computadoras, y ya se han repartido más de 200 000 máquinas a estudiantes y profesores. Algo se ha logrado avanzar a ese respecto, a la par del desarrollo de software.

En resumen, la AGETIC se ha convertido en un eje de generación de lineamientos y servicios para las entidades públicas, así como de estrategias de vinculación con la comunidad de desarrolladores de software libre.

Jorge: Esto último que dices me lleva a pensar en la importancia de relacionar el software libre con las comunidades específicas que lo desarrollan, pero también con las que lo utilizan. Sobre este punto, debo reconocer que en mi experiencia ha sido difícil convencer a quienes están acostumbrados a utilizar sistemas privativos, concretamente Windows y Macintosh, de probar los sistemas de GNU/Linux. Parece haber un choque entre la idea de libertad tecnológica y la falta de disposición de los usuarios para salir del comfort de aquello a lo que se está acostumbrado. ¿Ustedes han tenido problemas similares a este respecto? ¿Cómo ha sido la experiencia de la AGETIC en lo que respecta a la migración a software libre de los sistemas con los que opera la institución?

Nicolás: La libertad es costosa, es difícil. Si no fuera así, todos seríamos libres, pero la verdad es que no es fácil ser libre. Te voy a poner un ejemplo distinto que ilustra esto. En 2008, se empezó a hablar de lo que se llamaban “comunidades empatronadas”. En el chaco boliviano, en la zona de la frontera con Paraguay, había una región de clima árido en la que había comunidades guaraníes que vivían en condiciones de esclavitud. Cuando entró el Ministerio de Desarrollo Rural para evaluar la situación de aquella zona, se descubrió que la gente recibía comida de los terratenientes a cambio de su trabajo, pero no tenían un salario. Los propietarios de las tierras eran agresivos, violentos. De manera puntual, teníamos confrontación con cuatro departamentos donde las élites prácticamente estaban armando una guerra civil, por lo que no era fácil intervenir en estos escenarios. Entonces el gobierno emitió leyes y decretos que, entre otras cosas, expropiaban las tierras de los hacendados que no pagaban salarios a sus trabajadores. Es así como se generaron mecanismos que permitieron eliminar por completo la situación de esclavitud. El Estado les ofreció a estas comunidades tierras cercanas al lugar donde vivían, tierras propias.

Sin embargo, en ese momento nos encontramos con un escenario muy difícil, porque meses más tarde la gente que había estado en una comunidad empatronada quería regresar a las condiciones de explotación en las que estaban antes, pues extrañaban la comodidad que esto implicaba en algunos aspectos. Por ejemplo, con el patrón ellos producían maíz, producían sólo maíz, que es lo que sabían producir, y el patrón traía el fideo, el azúcar, y todos los demás productos que complementaban la dieta de sus familias. Cuando se convirtieron en productores libres, tenían problemas para sacar sus productos al mercado. Producían maíz, pero no sabían cómo venderlo porque el mercado estaba muy lejos y no había caminos. Es decir, toda la parte logística que hacía el patrón ellos no sabían hacerla, y es por eso que en momento dado expresaron sus deseos de volver al pasado. Obviamente, no permitimos que nadie volviera a la esclavitud, pero tuvieron que generarse condiciones para que la gente pudiera ser libre. El gobierno tuvo que crear programas de acceso al mercado, de educación, de desarrollo. Tres años más tarde, ya nadie quería volver con el patrón. Ahora son libres, ya saben cómo comercializar sus productos, ya pueden acceder a comprar también otros productos, ya tienen escuela, tienen puesto de salud, y se han integrado con las otras comunidades

El ejemplo anterior ilustra ese primer momento de shock, en el que los procesos de cambio alteran y generan deseos de volver a lo acostumbrado. La libertad es compleja porque implica conocimiento, entender qué está pasando y qué se está haciendo, porque nadie hace las cosas por ti. Por eso, generalmente usar sistemas GNU/Linux es más complicado que usar sistemas privativos, porque tienes que entender algunas cosas de cómo funciona la máquina. En Windows y Mac existe una lógica en la que no tienes que aprender nada: aprietas el botón y ya está, la computadora enciende y se actualiza sola… y ¡claro!, las empresas bloquean los programas y te roban información personal por sí solas, sin necesidad de que tú entiendas siquiera lo que está pasando. En cambio, en Linux tienes que aprender un poco de informática, pero eso te permite también entender el entorno y controlarlo a tu parecer; tú decides si actualizas o no tu sistema, pero tienes que aprender cómo decirle que se actualice, qué descargar y qué no, qué repositorios tienes disponibles y cuáles no, y es precisamente ahí donde está tu libertad de decidir sobre lo que está pasando. Pero es más difícil: tienes que aprender, tienes que entender, y si algo falla tienes que arreglarlo. 

No obstante, en mi experiencia, la curva de aprendizaje es muy rápida si tienes un entorno social favorable. Yo antes trabajaba en una agencia para el desarrollo y la información en Bolivia en la que los chicos del área de informática usaban software libre, pero los usuarios usaban windows. Entonces les dije que de una vez por todas teníamos que migrar todos los sistemas a Linux, y les di tres días para hacerlo. Y lo hicimos, ciertamente fue un poco brusco: fueron dos semanas intensas, sobre todo en la parte administrativa. La gente estaba acostumbrada a trabajar con plantillas de Excel y cuando abrían sus archivos en programas libres se les desconfiguraban, no tenían las fuentes, etc., pero en dos semanas todo se tranquilizó, la gente se calmó, todo estaba funcionando.

En el caso de la AGETIC, desde un principio se utilizó únicamente software libre. Cuando alguien llega a trabajar aquí, se le entrega su computadora con GNU/Linux, y es verdad que en un primer momento la mayoría dice: “¿qué es esto?”, pero como tienen un entorno alrededor en el que todos sus colegas usan software libre, es muy fácil aprender. De hecho, esa es en realidad la ventaja que tiene Windows: no es que la gente nazca sabiendo usar este sistema, o que sea muy fácil de manipular, sino que tienes un entorno que favorece el aprendizaje. De manera que al contar con un ambiente propicio, no es problemática la migración informática. Hemos tenido mucho personal que ha salido, personal que ha entrado a la agencia, y todos han usado software libre. Basta una semana para que las personas nuevas se acostumbren y utilicen todas las herramientas necesarias.

Jorge: Es curioso cómo, a partir de una pregunta sobre la migración de un sistema operativo a otro, surge toda una reflexión sobre el costo de la libertad humana, como se observa en el ejemplo que pusiste de las comunidades guaraníes del Chaco. Esto me lleva a pensar en una crítica que a mí me ha tocado recibir cuando he querido defender este tipo de temas en contextos de activismo social, que es la crítica de que los asuntos informáticos son secundarios frente a otro tipo de cuestiones prioritarias. Es entonces cuando muchos sugieren que, antes de hablar de software libre, habría que resolver el asunto de los salarios, de la educación, de la alimentación, entre una larga lista de etcéteras.

Sin embargo, me parece que los procesos sociales no necesariamente tienen que pensarse en términos de líneas, de cadenas, de estructuras jerárquicas en las que la tecnología digital se encuentra entre los últimos peldaños. Me gusta pensar en la sociedad como un sistema más permeable, en el que sus distintos elementos se determinan entre sí. Desde esta perspectiva, al hablar de tecnología estaríamos hablando de economía, de vivienda, de comunicación, de alimentación… y de manera más amplia, de sociedad. En el caso de la AGETIC, ¿Han tenido dificultad en algún momento para defender a la tecnología como un asunto cultural, y a la tecnología digital como un problema social que trasciende las discusiones en torno al uso de cierto sistema operativo? ¿Cuál es la visión de ustedes respecto a la función social de la tecnología?


Imagen 2. www.twitter.com

Nicolás: Antes de que se aprobara la ley de telecomunicaciones en la que ya se plantea el software libre como política de Estado, yo trabajaba en la vicepresidencia, donde convo  camos a una serie reuniones con el objeto de convencer a la gente de sistemas de los Ministerios de abandonar el software privativo. Y la gente se reía, decían que el software libre estaba bien para las universidades, para la investigación y para los chicos que juegan, pero no para las tareas serias del Estado. Entonces empezó una batalla dura y compleja que tenía dos niveles: un nivel político ideológico y un nivel técnico.

En el nivel técnico se argumentaba que sólo los programas privativos, por ejemplo Oracle, tienen el rendimiento necesario para las tareas a realizar, mientras que los programas libres tienen muchas limitaciones. Para combatir este nivel, fue necesario un aprendizaje técnico que nos permitiera comprobar que esto no es necesariamente cierto, y que hay empresas gigantescas, que utilizan muchos más datos que cualquier entidad boliviana pública que utiliza herramientas libres.

Por otra parte, en el nivel ideológico fue preciso defender la idea de soberanía tecnológica. Bolivia era un país que se estaba planteando la soberanía económica y política: expulsamos al embajador estadounidense, a la USAID, a la DEA, con el fin de construir soberanía. Nacionalizamos las empresas de petróleo, de telecomunicaciones, de ferrocarriles, para no depender de la economía transnacional. Era fundamental que también en lo tecnológico fuéramos soberanos. Poco a poco, la gente fue entendiendo que éramos Estado, y como tal no podíamos depender de empresas privadas, mucho menos extranjeras. Es así como llegamos a 2016, año en el que logramos aprobar el plan de implementación de software libre, que gradualmente ha ido abandonando los sistemas privativos para todas las dependencias de gobierno.

Respecto a lo que decías sobre la idea de que la tecnología tiene un lugar poco prioritario en la lista de necesidades sociales, yo pienso todo lo contrario. Si te das cuenta, gran parte de las condiciones negativas de una sociedad, como la falta de salario, de salud, etc., se deben a situaciones de dependencia, y la dependencia más dura y profunda en la construcción de esta disparidad entre países y poblaciones en el mundo, está anclada en el hecho tecnológico. Quien ejerce el dominio mundial es quien desarrolla las fuerzas productivas. El capital tiene dos fuentes de plusvalor extraordinario: uno es la renta de la tierra, y el otro es precisamente la innovación tecnológica. Entonces, si no somos capaces de generar nuevas fuerzas productivas e innovar en el desarrollo tecnológico, no vamos a ser capaces de generar ganancias que nos permitan, entre otras cosas, resolver problemas sociales como el salario y la salud.

Un ejemplo claro de esto es la extracción de litio. En la década de los noventa vinieron empresas canadienses, norteamericanas, japonesas, francesas, alemanas a decir: “no hagas nada, siéntate y tómate un cafecito, yo voy a sacar el litio y te pago una regalía”. Al llegar Evo a la presidencia, la política del gobierno fue distinta, y consistió en buscar los medios para extraer el litio por nuestra cuenta. Fue muy alto el costo para un país como Bolivia, pero tuvimos que invertir en esta fase del proceso. Hoy en día contamos ya con una planta de cloruro de potasio y estamos construyendo la de carbonato de litio a nivel industrial, pero nos ha tomado años. No obstante, hoy podemos decir que tenemos soberanía sobre este recurso natural, por lo que nadie nos va a venir a decir cómo se hace ni cuánto vale; el precio del carbonato de litio lo vamos a poner nosotros aquí, y dadas las reservas de litio que tiene Bolivia es incluso posible que influyamos en el precio mundial de dicho elemento.

Un segundo ejemplo es el de los fondos de pensiones. Cuando estos fondos se entregaron a las AFPs, los intereses que se pagaban a los pensionarios bajaron del 8% al 2 ó 3 %, y entonces vino el reclamo. En respuesta, hace dos años el gobierno boliviano hizo un decreto en el que se nacionalizaron todas las AFPs, y se creó una gestora pública de las pensiones. Esto nos permitirá retomar el control de estos fondos, empezaremos a generar innovaciones en nuestra industria, para que nos reporte mejores intereses y mejores condiciones de jubilación de las personas.

Con estos ejemplos queda evidenciado que si no eres capaz de desarrollar la tecnología, lo único que puedes hacer es comprar, como si el mundo fuera un escaparate. Obviamente es más difícil aprender y saber cómo se hacen las cosas, para hacerlas uno mismo, pero si no formamos parte de la producción de conocimiento mundial, nos aislaremos y nos convertiremos en meros consumidores, lo que es una situación terrible.

Marcela: Todo esto que nos explicas tiene que ver con la manera en la que la AGETIC plantea el uso de la tecnología como una problemática en el ámbito estatal, como parte de la discusión económico-política a nivel de gobierno. Por esa razón, no quisiera terminar esta entrevista sin enfocar el problema del Estado. Algo que suele ocurrir en las reuniones de colectivos autónomos, por ejemplo de organizaciones dedicadas al software libre, es que no se ahonda en la discusión sobre el Estado, mientras que el gobierno muchas veces no toma en cuenta el trabajo de este tipo de organizaciones autogestivas. ¿Cómo piensa la AGETIC la relación entre el Estado y el activismo político, particularmente aquel que se relaciona con el desarrollo de software libre?

Nicolás: Lenin decía que el Estado es la síntesis de la sociedad civil, una síntesis connotada. El Estado es una representación significativa de gran parte de la sociedad. Por esa razón, el Estado no va a contener lo que no exista en la sociedad. Lo que ha pasado con el proceso político en Bolivia es que este ha buscado representar en el Estado a la sociedad. Había alguien pensando en software libre, alguien que formaba parte de una comunidad, de un hacklab, en el que se hacían festivales de instalación de sistemas operativos libres. Ya existía todo esto, como existía también el deseo de nacionalizar nuestros hidrocarburos, antes de que el Estado viniera a hacer su parte. Lo que vino a hacer Evo, por lo tanto, no fue otra cosa que representar esa idea. La imagen de Evo es la representación de muchos aspectos de la sociedad, y por eso él tiene un ritmo desenfrenado de reuniones con sectores sociales, con obreros, campesinos, trabajadores de distintos ámbitos, y todos le transmiten ideas que después se materializan en políticas de Estado.

Si algo importante ha sucedido en Bolivia respecto al software libre es que se ha convertido en una discusión política. El Estado ha representado algo que ya existía en la sociedad, que ya era una preocupación que se aparejó con la idea de soberanía tecnológica y entonces se volvió una discusión política. Desde que el Estado ha asumido esta problemática, se han potenciado también ciertos procesos en la base social. Por ejemplo, las ferias de instalación y los congresos de tecnologías libres han cobrado mayor impulso.

En la encuesta que hicimos en 2016, de la que hablaba al inicio de la entrevista, había chicos de economía, de ciencias políticas y de otras carreras, que decían que para conseguir la soberanía era necesario utilizar software libre. ¡Qué interesante! Es así como el Estado logra impulsar una política, y eso hace crecer en toda la sociedad el deseo, la aspiración, el impulso de cambiar las cosas.


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Cómo citar este artículo:

ROMÁN, Marcela; GARCÍA, Jorge David, (2019) “Software libre para una ciudadanía libre. Conversando con Nicolás Laguna”, Pacarina del Sur [En línea], año 11, núm. 41, octubre-diciembre, 2019. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1810&catid=5