El affaire Cerralvo: Acuerdos contra la Historia

Isla Cerralvo dejó semanas atrás de ser sólo un territorio desierto y un tanto desconocido en el golfo de California, para convertirse de repente en la isla por cuyo nombre discuten prestigiados historiadores, conservacionistas, académicos nacionales y extranjeros, y aun ciudadanos sudcalifornianos.

El 17 de noviembre de 2009 apareció publicado en el Boletín Oficial de la Federación el acuerdo del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), "mediante el cual se actualiza el Registro Nacional de Información Geográfica respecto del nombre geográfico de la Isla Cerralvo por el de Isla Jacques Cousteau."

El acto desató una polémica en la que intervienen intelectuales, políticos y ciudadanos interesados en preservar ancestrales toponimias. Al introducir el cambio se está borrando una parte de la historia de la California mexicana, y esto, a juicio de quienes se oponen al cambio, atenta contra la identidad y la cultura de una entidad que fue la California original, nombre que montado en gestas literarias europeas  llegó a este continente en Las Sergas de Esplandián, en la Canción de Roldán…

Más allá de los nombres, renombres y nuevas toponimias, el hecho hace aflorar un asunto que reviste interés mayor: hasta dónde el lejano brazo de la federación alcanza para determinar el destino de ínsulas vecinas a las entidades que la conforman. ¿Puede un estado decidir con autonomía acerca de la administración de territorios insulares adyacentes? La Constitución dice que no, y en la práctica tal impedimento, que se traduce en abandono, ha propiciado la pérdida de importantes trozos de territorio nacional. Así la isla de la Pasión en el Pacífico, hoy Clipperton, bajo el dominio francés, por ejemplo.

 

¿Por qué el nombre de Cerralvo?

[inset image="images/stories/pacarina/0039.jpg" imgwidth="250" side="right" title="" width="250"]Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralvo, virrey de la Nueva España, del 3 de noviembre de 1624 al 16 de septiembre de 1635. Murió en Madrid, España, en 1652[/inset]El doctor Miguel León Portilla señala en La Jornada (19/11/09) “Fue hacia 1632 cuando llegó a Acaponeta, en Nayarit, un pintoresco capitán de navío, de nombre Francisco de Ortega. Se dirigió al virrey de la Nueva España, Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralvo, informándole que tenía una fragata con la que podría ir a la California para averiguar si valía la pena su exploración, y obtuvo la licencia pedida. Estableció contacto con los indígenas del actual puerto de La Paz y exploró hacia el norte hasta cerca del paralelo 28. En el tercero de los viajes la embarcación de Ortega quedó destruida en una tempestad, pero éste con sus hombres y con los restos de la fragata, pudo construir otra. Así, en la expedición autorizada por el virrey marqués de Cerralvo, tuvo lugar la primera construcción de una nave en las Californias. Los diarios de viaje que dejó Ortega dan cuenta de todo lo que fue descubriendo. Bautizó a lo largo de su expedición no pocas islas y, en reconocimiento por la autorización concedida por el virrey, dio el nombre de Cerralvo a la isla situada un poco al sur de la bahía de La Paz. Este es el meollo de la historia de por qué esta isla se ha conocido durante ya casi cuatro siglos con tal nombre.

 

Origen del conflicto

Dos años atrás, José Carral, director del Club de Industriales, en el DF, lanzó una iniciativa llamada Fundación Mares de México, con el objetivo de proteger los mares y costas de la nación. La iniciativa de Carral buscaría darle a algún islote del golfo de California el nombre de Jacques-Yves Cousteau, y se lanzaría una convocatoria para la entrega del reconocimiento Cousteau a la preservación, conocimiento, investigación y fomento de los litorales mexicanos.

Exequiel Ezcurra, director de UC Institute for México and the United States, de la Universidad de California, señala en un correo a Carral: “Tu iniciativa (…) me pareció excelente. El hecho de que un empresario mexicano (…) intentara apoyar los esfuerzos de conservación marina y costera a través de la Fundación Mares de México se me hizo admirable. Lo último que supe del proceso fue que una isla pequeña en bahía de los Ángeles, había sido seleccionada. La elección me pareció muy atinada. Además, el islote no tenía nombre y clamaba por uno que pudiera llamar la atención sobre el predicamento ambiental de nuestros mares y costas. (…) Pero de golpe, y sorpresivamente, aparece un decreto anunciando que el nombre de Cousteau se le va a dar a la isla Cerralvo, una de las islas más grandes del golfo de California, con un nombre histórico que tiene un arraigo y una tradición de por lo menos tres siglos y medio, reconocida con ese nombre en toda la cartografía del noroeste de México desde finales del siglo XVII. ¿Qué pasó con todo el proceso anterior? (…) ¿Cómo fue que se modificó el proyecto original? Quiero creer que fue el resultado de una acción externa a la iniciativa de Mares de México, pero de todas formas el acto puede dañar la iniciativa y el inmenso valor y esfuerzo que hay en ella. Varios grupos conservacionistas, académicos y culturales de Baja California Sur se están alzando en protesta por este asunto. (…) Adicionalmente, el proyecto me resulta particularmente doloroso por la figura de Cousteau, una persona cuya memoria admiro muchísimo y que con esto aparecerá manoseada frente a la opinión pública”.

Carral explica:

[inset image="images/stories/pacarina/0041.jpg" imgwidth="150" side="left" title="" width="150"]Isla Cerralvo[/inset]“…Me pareció de justicia y de oportunidad diplomática el proponerle al señor Presidente de la República que se localizara una isla en cualquier zona de los mares que rodean a México, con el nombre de Jacques Cousteau. Sugerí una ubicada en la parte central del mar de Cortés que actualmente se le conoce como isla Tortuga y otra el islote que acompaña muy cerca de la isla Coronado en Bahía de los Ángeles. He pensado siempre que lo que buscábamos haciéndole honores a Jacques Cousteau, se cumplía perfectamente bien con el bautizo de una de estas dos islas. La designación de la isla Cerralvo fue una gran sorpresa (…) Lamento mucho que el bautizo de esta isla con el nombre de Jacques Cousteau, haya provocado entre valiosos grupos conservacionistas, académicos y culturales de Baja California Sur una protesta por esta decisión del INEGI con la aprobación de la Presidencia de la República.

Ni el señor Jacques-Yves Cousteau cuyos méritos se reconocen en México y en el mundo entero por su obra formidable en la investigación de los océanos (…) ni los altos funcionarios del Gobierno de Francia, ni los fundadores de Mares de México pueden ser responsables y menos aún acusados de no respetar las tradiciones histórico-geográficas del mar de Cortés. La decisión del bautizo de la isla la tomaron en los niveles inaccesibles para nosotros, de la Presidencia de la República, siendo las islas mexicanas jurisdicción y dominio Federal”.

En mentideros periodísticos y académicos comentan que la iniciativa presidencial de renominar Cerralvo pretende ablandar recientes posiciones del Ejecutivo (como la negativa a excarcelar a una ciudadana francesa por petición expresa del presidente Zarkozy), enviando así un mensaje de acercamiento al Eliseo.

 

Historia reciente

 

[inset image="images/stories/pacarina/0040.jpg" imgwidth="250" side="right" title="" width="250"]Jacques-Yves Cousteau; Saint André de Cubzac, Francia, 1910-París, 1997[/inset]Despoblada desde siempre, visitada como zona privilegiada de pesca y recolección por primitivos navegantes del grupo pericú antes de la conquista, la isla es una enorme montaña que emerge del golfo frente a La Ventana, comunidad de pescadores en la costa oriental de la península, algunos kilómetros al sur de La Paz. Los placeres perlíferos que atrajeron a aventureros españoles y novohispanos desde el siglo XVI, desaparecieron a fines del XIX por motivos que se desconocen, tal vez una epizootia o un cambio brusco en la temperatura de las aguas, cuando El Niño y La Niña no habían sido nominados aún. La tradición oral, más dada a cultivar teorías complotistas, afirma que las madreperlas fueron “envenenadas por los japoneses”, para proteger el naciente comercio de su industria de perlas cultivadas.

Habitada ocasionalmente por pescadores que edifican en sus escasos fondeaderos algunos parajes temporales en la playa, Cerralvo es conocida por sus excelentes sitios de pesca y por los hatos de cabras cimarronas que la habitaban, diezmados éstos en años recientes a balazos, desde helicópteros, hecho que también provocó protestas ciudadanas.

Quedan pocos territorios inhabitados en México. Y esa característica parece agregar un atractivo plus mercadotécnico a la histórica Cerralvo (hoy Cousteau): en la informática Red Internacional viaja desde hace tiempo un anuncio en el que se invita a los cibernautas a comprar, para el disfrute personal, la edénica isla en 30 millones de dólares, pues es “propiedad privada” y como tal, adquirible. Seducida también por la  teoría del complot, considero que la virtual broma podría ser parte de una campaña de sensibilización encaminada a jalar adeptos para la causa de la privatización que, sin pretenderlo, se hermana con la de los sudcalifornianos y mexicanos notables que hoy protestan contra el nuevo topónimo.

Uno de académicos más apreciados en la península y el país por sus conocimientos y su genuino interés en los asuntos que atañen a la Antigua California mexicana, el doctor Miguel León Portilla, se pregunta: “¿Ahora de un plumazo, que denota ignorancia de la historia, se pretende cambiar este nombre rico en evocaciones? ¿Se consultó a las autoridades y al pueblo de Baja California Sur y a quienes se interesan por la identidad nacional y la relación que ésta tiene con los nombres de lugar?”

Concluye su artículo periodístico en defensa del nombre original de la isla proponiendo desde su trinchera que: “El Congreso de la Unión discuta y apruebe una ley en la que se prescriba en qué forma puede intentarse alterar un nombre de lugar. En esa ley debería declararse que tales cambios sólo podrán realizarse con fundamento inobjetable y tomando en cuenta a la historia. Asimismo, que los cambios propuestos deben someterse a la consulta pública, en particular de los habitantes del lugar en cuestión y de poblaciones vecinas. Mientras no dispongamos de ese ordenamiento corremos el peligro de aberraciones como ésta, que son intentos de borrar la historia”.

 

Hasta dónde merece don Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralvo y virrey de la Nueva España, señalado en la época por sus lujos, dispendios y corruptelas, mantener su memoria en una isla del golfo de California, si se le confronta con la entrega a la ciencia y a la conservación de ese cuerpo de mar del francés Jacques Yves Cousteau, es un asunto que debe quedar zanjado con la Historia como fiel de la balanza. Más allá de moralinas, habrá que tomar partido por un nombre que, mal que bien, representa y evoca nuestra cultura: Cerralvo.

Pese a que tenía fama de corrupto, se mantuvo en el cargo más de diez años. Renunció voluntariamente al virreinato, argumentando que su salud estaba deteriorada y que ciertos asuntos de familia lo reclamaban. Regresó a España con una cuantiosa fortuna.

 

Inventor de numerosos ingenios de exploración submarina, Cousteau, a bordo de su famosa nave Calypso, llevó a los hogares los misterios y maravillas del mundo submarino, y fue pionero en la defensa de las causas ecologistas. Sus trabajos en la exploración, divulgación y conservación del mar le valieron incontables galardones y el reconocimiento internacional.